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EL ESTADO DE LAS PRISIONES

DERECHO PENAL II.


CARRERA: DERECHO
CÁTEDRA: DERECHO PENAL II
3ER. TRIMESTRE; SECCIÓN “A”

REALIZO:

José Gregorio Pernía 8.108.150;

19 DE OCTUBRE DE 2019
INTRODUCCIÓN

Las cifras son elocuentes tanto a la población y a la aglomeración, como a la gran


dificultad de readaptación y reinserción social de los reos. “La reforma se halla en el
umbral de la Revolución”, afirmo Sergio García Ramírez en una de las primeras páginas de
sus libros, No la equipara con cambios legislativos o con relecturas de la doctrina; en su
opinión, la reforma conlleva transformaciones decisivas en ideas o en instituciones. Los
reformadores son hombres que impulsaron estos virajes y a dos de ellos, Beccaria y
Howard, se les debe dicha historia que hoy día sigue latente en espera de un mejor futuro.
Corresponde entonces enfatizar en el presente trabajo documental, la historia y
anécdotas de John Howard, primer defensor de los derechos de los reclusos, filántropo
inglés que nació en Hackney Londres el 2 de Septiembre de 1726 y murió en Kerson, Rusia
el 20 de Enero de 1790, Fue educado en escuelas privadas en Hertford y Londres, siendo
aprendiz a través de su padre, comerciante retirado, de una firma de comestibles en
Londres. A la muerte de su padre se desprendió del negocio familiar, yéndose a una gira
continental. A su regreso se afincó en Stoke Newington. En 1756 partió para Lisboa, pero
el navío en el que se había embarcado fue capturado por corsarios, siendo la tripulación y el
pasaje encerrados en una cárcel en Brest.
Una vez concedida una libertad condicional regresó a Inglaterra y negoció su fianza.
Ese mismo año fue hecho miembro de la Royal Society, tras lo cual fijó su residencia en
Cardington, Bedfordshire, donde se dedicó a la construcción de escuelas de primaria y
casas para sus inquilinos.
El 8 de febrero de 1773 fue nombrado alguacil principal de Bedfordshire. Howard
se embarcó a partir de este momento en su carrera como reformador de prisiones, durante
la cual llevaría a cabo sus investigaciones en casi cada ciudad de Europa, gastando unas
treinta mil libras de su fortuna. Impactado por los abusos en las cárceles de su propio país,
comenzó a visitar las de los condados vecinos para hallar un precedente que sirviera para
que los carceleros de Bedford tuvieran salarios.
Esas investigaciones, que gradualmente fueron más y más profundas, hasta que
hubo visitado casi todas las cárceles de Inglaterra, Irlanda y Escocia, fortalecieron su
convicción de que la reforma era necesaria.
Las celdas eran subterráneas y húmedas y normalmente oscuras y sucias, corriendo
las cloacas de la ciudad directamente al descubierto por una de las prisiones. Los jergones
eran de paja y las raciones de comida insanas e insuficientes. La fiebre y la viruela, en su
forma más virulenta, eran las enfermedades comunes.
En 1774 Howard fue llamado para testificar ante el comité de la cámara de los
Comunes. Ese organismo aprobó una resolución reconociendo la humanidad y celo que le
había guiado para visitar las diversas cárceles en este reino y el mismo año aprobó dos
resoluciones para el mejor trato de los presos y cuidado de las cárceles.
Howard comenzó su inspección de las cárceles continentales en 1776, visitando
Francia, Alemania, Bélgica y Holanda, fue entonces cuando en 1777 publica su obra más
célebre, (El Estado de Las Prisiones en Inglaterra y Gales), el cual marcaria un antes y
un después de una tradición que hoy por hoy continua tratando de mejorar día a día en pro
de aquellos privados de libertad.
Se trata de una serie de descripciones y de recomendaciones en orden a la
humanización o mejoramiento del estado de las prisiones y no de grandes disquisiciones
teóricas sobre la pena, dicho libro penal no podía permanecer mudo ante el recuerdo de
quien dedicó su vida a tan noble misión, máxime cuando sus ideas, al menos en cuanto
dicen relación a la crítica, permanecen vivas y son tan actuales ahora, como lo fueron en su
tiempo. Si tenemos razón o no, lo dirá cada cual mirando nuestra realidad: el que tenga
pensamiento que discurra...!. Dicho ejemplar se divide en cuatro capítulos sobre los cuales
hablaremos en este pequeño documental de historia y reflexión.
CAPITULO I

Existían Prisiones que con solo observar la infraestructura de sus construcciones, la


contextura física de los reos y su falta o nula capacidad de administración nos permite el
alcance de su desdicha: la mayoría entraron en perfecto estado de salud, se convirtieron en
pocos meses en seres casi esqueletos. Languidecen de fiebre y decaen, presos «de la
enfermedad y de la prisión», luego expiran sobre los suelos podridos de celdas repugnantes,
víctimas, a los ojos de las autoridades, de fiebre pestilenta o de enfermedades infecciosas
graves, víctimas, en realidad, yo no diría de la barbarie de los sheriffs y de los jueces de
paz, pero al menos de su negligencia.
La causa de esos males se debe a la falta de los elementos necesarios en la vida de
los prisioneros es decir, en algunas prisiones, la indigencia absoluta en la que viven,
comencemos hablando de las casas correccionales, en muchas de ellas por no decir todas,
no tiene derecho a ningún alimento, otras el guardia revende lo que le es asignado, en fin
era previsto que el prisionera recibiera un pan o dos por día, mas sin embrago el guardia
retiraba por su cuenta la mitad o ma.
En consecuencia, luego de las visitas trimestrales a los tribunales del condado, los
prisioneros comparecen cubiertos con harapos, famélicos y extenuados por las
enfermedades que van a propagar al lugar donde asistan: en la sociedad, cuando son
absueltos, en las prisiones de los condados, cuando son condenados. En un gran número de
esas prisiones, se prohíbe a los deudores disponer de herramientas para trabajar, con el
pretexto de que los otros detenidos podrían utilizarlas para escapar o para cualquier otro uso
ilícito. Muchas veces se escuchaban decir, comiendo su pobre sopa (pan hervido en agua
clara): «Somos detenidos y casi condenados a morir de inanición».
Además del problema de la alimentación, los prisioneros eran víctimas de gastos
que exigían los carceleros y de extorsiones que sufren de los magistrados. Estos retienen en
sus propias casas (llamadas, con razón, «casas-esponjas»), y a precios de pensión
astronómicos, a los prisioneros que tienen dinero. Igualmente, para los alimentos exigibles
a los acreedores existían medios legales, gracias a los cuales los prisioneros podían obtener
lo que merecen, pero como las vías de recurso eran inaccesibles, los abusos se perpetuaban,
contra esas aves de rapiña, por lo que era necesario establecer un procedimiento simple y
eficaz: los magistrados no deberían tener más derecho a mantener albergues2, pero esta
prohibición no se respetaba en ninguna parte.
La Ración normal de alimento para los prisioneros, no satisfacía las necesidades
elementales de los mismos amén de que es todavía más reducida por el hecho de que se
dejan en manos de los carceleros para su distribución. Criminales, que han entrado en buen
estado de salud, salían de esas prisiones medio muertos de hambre, apenas capaces de
moverse e ineptos, durante semanas para realizar otro tipo de actividad.
En tantos viajes a centros carcelarios efectuados por Howard se observó
personalmente de algunos factores que a su criterio no cumplían con los más mínimos
estándares de sanidad, entre estos tenemos.

AGUA

Muchas prisiones no disponían del vital líquido. Este era el caso de la mayor parte
de las casas correccionales y de las prisiones de la ciudad. En los lugares reservados para
paseo de los prisioneros de derecho común de algunas prisiones del condado no había agua
y cuando había dependían de los carceleros y sus sirvientes para su entrega, se observo una
prisión en la que los detenidos sólo tenían derecho a tres pintas de agua por día, volumen
insuficiente para apagar la sed y permitir a un prisionero permanecer limpio.

AIRE

El aire es tan necesario para la vida como el pan y el agua, pero es un don de la
Providencia que no exige mucho esfuerzo para tener derecho a él. Debemos creer que las
bendiciones del Cielo excitan nuestro celo, porque hemos encontrado el medio para privar a
los prisioneros de ese «reconfortante natural de la vida», como lo llamaba justamente el
Dr. Hales, impidiendo la circulación y la renovación de ese fluido saludable, sin el cual los
animales no podrían vivir y prosperar. Nadie ignora que el aire alojado en los pulmones es
fétido y peligroso. Los especialistas demostraron que no se puede sobrevivir en una
atmósfera semejante. Sin embargo no hace falta recurrir a la autoridad de los sabios, un
solo ejemplo es suficiente para convencer de esta amenaza: en 1776, ciento setenta
personas se encontraron atrapadas en una cavidad en Calcuta, en Bengala; ciento cincuenta
y cuatro murieron por falta de aire, los rescatados describieron el lugar donde sufrieron
como «¡Un Infierno en miniatura!». El aire que se respira, es aún más tóxico cuando sale
de los pulmones de un enfermo, y nada es más nocivo en el interior de las prisiones.

LETRINAS

Algunas prisiones, no tenían letrinas; lo que constituía un mal menor, ya que letrinas
de los sitios que sí tenían, están en tan malas condiciones de higiene que emana un olor
insoportable para el visitante, y son una amenaza para la vida de las personas que se
encontraban allí recluidas.

VENTANAS

Las celdas de muchas prisiones disponían de pocas aberturas. En virtud del


impuesto sobre ventanas, que debía pagar el carcelero, las salas de muchas prisiones tienen
pocas aberturas. De allí la tentación de tapar las ventanas a pesar de que los prisioneros
corrían peligro de morir ahogados.

ROPA DE CAMA

En un número importante de prisiones y en la mayoría de las casas de corrección, no


existía casi provisión de paja o de ropa de cama; ya sea porque la paja sólo se entregaba en
muy pequeña cantidad y no se removía por muchos meses; la cama se convertía en polvo y
se encontraba completamente infectada. Algunos prisioneros dormían sobre trapos, otros
sobre el piso. Los guardias siempre me explicaban: «El condado no provee de paja, pero
nosotros entregamos a los prisioneros, la paja que compramos con nuestro propio dinero».
MORAL

Los vicios que se acaban de mencionar afectaban la salud y la vida de los


prisioneros, aunado a esto se perjudicaba su moral, la mezcla, en promiscuidad, de todo
tipo de detenidos, por deudas y «de derecho común», hombres y mujeres, jóvenes y viejos,
a los que se suman, en algunos individuos culpables de infracciones menores y que podrían
haber sido llevados a las casas de corrección con el fin de ser corregidos con disciplina y
trabajo, pero permanecían por caridad en prisiones del condado, habida cuenta del estado
de desorganización que imperaba en las casas de corrección.
Existían pocas prisiones en las que hombres y mujeres se encentraban separados
durante el día. En algunos condados las prisiones servían además de casas de corrección, en
otras, las dos instituciones estaban contiguas y el patio era común. El delincuente menor
tenía allí una muy buena escuela, y se podía ver (¿quién no se mortificaría ante un
espectáculo tal?) a jóvenes de doce o catorce años escuchar con avidez el discurso de
criminales avezados acerca de sus aventuras, sucesos, estrategias y evasiones.
Importante destacar que algunas prisiones recibían a los enfermos mentales y a los
locos. Fuera de las secciones del Ministerio Fiscal o en otras ocasiones, esos pobres seres
eran el divertimento de los visitantes ociosos. La mayoría de las casas de corrección
estaban superpobladas, amenazando la salud de sus prisioneros, debido a los locos que
molestan y acaparan las salas reservadas a los condenados. Los locos, cuando no están
aislados, molestan y asustan a los otros prisioneros. Ningún cuidado les estaba permitido,
probablemente, algunos recuperarían su razón y se convertirían en personas útiles para la
sociedad si un régimen o medicamentos apropiados le fuesen distribuidos.
Ahora bien vale la pena mencionar que la importancia del mal de La Fiebre de Las
Prisiones, mera un azote susceptible de propagarse a toda la sociedad en el momento de la
liberación de los prisioneros, donde es e escuchaba a menudo decir la prisión no paga
deudas, lo que es mejor indicar que la prisión no devuelve mejor al prisionero en el plano
moral, así, los pequeños delincuentes enviados, a la casa de corrección o a la prisión del
condado por uno o dos años, eran sumergidos en el ocio y obligados a frecuentar a los
criminales; saliendo de allí desesperados y listos para cometer cualquier otra mala acción.
CAPITULO II

En este capítulo trataremos la bienvenida que se le ofrecía a los prisioneros “paga o


te desplumamos”, coloquial frase que se le ofrecía a un prisionero que por primera vez pisa
el recinto carcelario, el cual ofrece de modo que no se le toque, dicho pago inicialmente era
con la vestimenta, o dependiendo de la clase del prisionero pagará con dinero para poder
sufragar las fiestas iniciales de los detenidos mas antiguos.
En todas las prisiones del mundo reinan los juegos de azar como lo son las cartas,
tablas, dados y otros, pero el juego que predominan son las cartas, es casi imposible no
conseguir una prisión donde no se practique dicho juego. Con motivo de los juegos, se
hacen bromas, se dicen palabrotas y se blasfema, esto concluye a menudo en orgías; los
deudores acrecientan su déficit (y el de sus acreedores), a veces en proporciones
extraordinarias, la droga del juego se introduce en las venas, adquieren las «mañas» de los
jugadores profesionales, prisioneros o no, que vagan por todos los lugares donde se juega,
por otra parte, en los patios de paseo, los jugadores impiden a los prisioneros jugar para
relajarse, esas razones bastaron para poder exigir la prohibición de todas las formas de
juego dentro del recinto carcelario.
Otro de los usos que condenaba absolutamente, es el cargar a los prisioneros con
grilletes. Las cadenas son tan pesadas que hacen que su caminar sea a la vez difícil y
doloroso, impidiéndoles hasta para dormir. En algunas prisiones del condado así como en
las casas de corrección, a las mujeres se las carga también con cadenas, en Londres esto no
ocurre, lo que prueba que esta es una práctica inútil. El uso de las cadenas puede ser el
resultado de la tiranía, pero se sospecha más que sea el resultado de la culpabilidad de los
guardias, que tienen una gran inclinación a permitir lo que ellos llaman «la elección de las
cadenas» tanto a las mujeres como a los hombres que poseen el dinero suficiente para esta
exoneración.
En su tratado «De los Delitos y de las Penas», el marqués de Beccaria dice que: «La
cárcel es, pues, la simple custodia de un ciudadano, mientras se lo juzga como reo, y dicha
custodia, que es esencialmente penosa, debe durar el menor tiempo posible y ser lo menos
dura que se pueda».
El sufrimiento causado por las cadenas es mayor cuando los prisioneros deben
recorrer diez o quince millas a pie para llegar hasta el tribunal donde serian juzgados. Una
vez en el lugar de destino procesados y acusados son agrupados en una sola habitación
durante días y noches, hombres y mujeres todos juntos. Es imposible hacerse una idea de
las molestias de esos desdichados, sus sufrimientos, sus gemidos, hasta sus alaridos. Es
importante que los prisioneros sean transportados en un carruaje hasta la ciudad donde
sesiona el tribunal, es importante también que la ciudad donde sesiona el tribunal disponga
de una prisión apropiada acorde con cada una de las causas por las que se le imputa.
En cuanto al número de prisioneros por cárcel es importante destacar que para la
época el número de delincuentes comunes se confundía con los prisioneros de derecho
común, a los delincuentes menores se les detiene en las prisiones del condado tendiéndose a
confundirse con los prisioneros comunes, las prisiones del condado también eran utilizadas
como casas de corrección, en fin todo estaba mezclado sin tener alguna diferencia de pena,
de culpa o preferencia.
En fin, entre los delincuentes menores, debemos contar a los prisioneros de derecho
común instalados en las casas de corrección, en consecuencia de esto cualquiera sea el
número real de prisioneros y de los que comparten su desdicha, la importancia del
problema es tal que la nueva Legislatura debió continuar prestando toda la atención que
merece.
CAPITULO III

MEJORAS Y PROPUESTAS PARA LA ORGANIZACIÓN


Y DIRECIÓN DE LAS PRISIONES

(«Los deudores tienen derecho a un trato humanitario; sin embargo ningún


principio moral o político justifica que los acusados o los condenados, incluso los más
repugnantes, no tengan derecho a un trato igualitario». «Principles of Penal Law», Las
leyes inglesas prohibían las ejecuciones privadas, ningún malviviente será ejecutado
secretamente detrás de los muros de una prisión, ya sea bajo una forma directa o indirecta,
razón más que evidente si se trata de los que no fueron condenados a la pena capital. Su
muerte no sólo es injusta sino además contraria al orden y a la sensatez. Cuidar a los
prisioneros, para mantenerlos en buen estado de salud y preservar su estado físico para el
trabajo, es una medida de utilidad pública, tanto en Inglaterra como en cualquier otro país.
Ahora bien, en la mayoría de las prisiones el resultado es inverso, como lo pude constatar
varias veces: los prisioneros que sobreviven salen de la prisión impotentes, algunos de ellos
devorados por el escorbuto, otros con los dedos pie machucado o gangrenados, etc.
Cuando se indultaba a un prisionero, o simplemente era absuelto en el estrado, su
liberación es sólo ilusoria: a pesar de estar convencido de que algunos empleos podrían ser
ocupados por esos infortunados, nadie daria un empleo a un pobre ser tan endeble y tan
piojoso. El desgraciado buscará trabajo de puerta en puerta, pero sin suerte. ¿No es
desesperante ver tanta buena voluntad tan mal recompensada, en lugar de fomentarla? ¿No
es penoso ver que hombres, abandonados por todos, sean impulsados, por una necesidad
casi irresistible, de pasar de querer mantenerse firmes en sus propósitos, a cometer actos
que los llevarían a prisión, abreviando o en las mejores condiciones, quebrando una vida
que podría ser fructífera y útil.
Para poner fin a estas atrocidades, hay que interesarse por las prisiones. Un número
considerable de ellas, entre las que se encuentran algunas del condado, están en ruina, o,
por diversas razones, totalmente inadaptadas para alojar prisioneros cualesquiera que fuera
su causal, entre estas consideraciones tenemos.
Ubicación de la Prisión:

Una buena prisión debe construirse próxima a un Río o Afluente hídrico, esto va a
permitir entre otras cosas, primero que durante todo el año obtendrá agua para sus
quehaceres, higiene y salud mental, segundo tener sumo cuidado al construir la prisión que
el agua del río no alcance en su nivel más alto los muros de protección de dicho recinto
carcelario, tercer gracias a estar cerca de un tributario le va a permitir gozar de bondades de
buen aireación y fertilidad adecuada para los trabajos del agro dentro del recinto carcelario.
Si no se puede construir la prisión cerca de un río, se elegirá hacerla sobre un
terreno alto; así será salvado el obstáculo de muros demasiado elevados que impiden la
libre circulación de aire. Será importante que la prisión no esté rodeada de otras
construcciones, como es el caso de las prisiones que se construyeron en el medio de una
ciudad.

Plano

Comúnmente llamado hoy día Levantamiento Topográfico, permitía diseñar de


manera empírica todas las áreas que cubrían un recinto carcelario, comenta el autor que las
construcciones donde se encontraban los prisioneros eran cuadradas o rectangulares, lo
ideal sería que existan tantas celdas como criminales. Deberían tener una altura de diez
pies, y dos puertas, una con una reja de hierro, para la mejor circulación del aire. Si no es
posible separar a los prisioneros durante el día, sería importante poder hacerlo durante la
noche, ya que la soledad y el silencio favorecen a la reflexión y al arrepentimiento. El
recogimiento es también necesario para los que están a punto de dejar ese bajo mundo,
¡mientras que hasta la fecha se hace totalmente lo contrario! los guardias me aseguraron
que gracias a las fiestas organizadas por los prisioneros, cuya condena a muerte era
definitiva, habían obtenido una ganancia diaria de cinco libras; de esta forma existían
quince celdas previstas para este fin en la prisión, el tipo de celdas individuales deberían
preverse para aquellos que se encuentren a punto de ser liberados.
Las mujeres deben estar completamente separadas de los hombres. Los jóvenes
prisioneros deben estar separados de los viejos criminales y de los delincuentes avezados.
Distintas categorías de prisioneros que deben, además, disponer de calefactores o de
cocinas independientes. Los paseos y los oficios religiosos se llevarán a cabo en horarios
diferentes.
Cada patio debe estar cubierto con baldosas o piedras planas para simplificar su
limpieza, deben poseer una bomba o uno o dos caños, que se repararán al menor
desperfecto, puesto que la prisión se tornaría inmediatamente insalubre, como he podido,
desgraciadamente, comprobarlo muchas veces. Un hilo de agua deberá circular
permanentemente por el patio. Una sala de baño práctica, tal como existen en los hospitales
del condado, se instalará casi a la altura de la bomba o del caño de agua. Los recién
llegados o los prisioneros mugrientos deberán bañarse allí y se los incitará a realizar
regularmente esta tarea. Durante la mañana se llenarán los baños y por la noche se vaciarán
en los desagües que conducen a las alcantarillas. El baño deberá tener una caldera para
poder bañar a los enfermos. Deberá dotarse a la prisión de una estufa o un horno para
destruir los parásitos que infectan la vestimenta y la ropa de cama. La enfermería estará en
el lugar más aireado de la prisión, lejos de otras dependencias y construida sobre arcadas.
Sus salas deberán, irremediablemente, disponer de camas con su correspondiente ropa. El
piso de cada pieza tendrá, en la mitad de la misma, una abertura con una boca de doce o
catorce pies cuadrados, que se cubrirá durante la noche. Procedimiento este que se podría
utilizar en todos los locales de la prisión. Ventiladores manuales podrían instalarse en todas
las habitaciones, especialmente las reservadas a la enfermería. Esos ventiladores se pueden
utilizar en cualquier circunstancia, ya que no son los ventiladores movidos por efecto del
viento.
Las letrinas de todas las prisiones deben ubicarse en los patios, divididas en cabinas
de diez pies de ancho, separados por tabiques entablados desde el piso hasta el techo, el
edificio ocupado por los deudores deberá estar completamente separado del que utilizan los
prisioneros de derecho común, si esto no se realiza los deudores no tendrán ni la
tranquilidad, ni la limpieza, ni la salud a las que tienen derecho y además no se podrá
asegurar para ellos una buena moral.
El sector de los deudores debería disponer de una cocina, de un calefactor y de un
taller para los que deseen trabajar. En algunas prisiones existen, por ejemplo, talleres de
zapateros, de empajado de sillas, gracias a los cuales los prisioneros conservan el hábito de
trabajar, contribuyen a solventar a sus familias y alivian una enorme carga que de otro
modo caería sobre ellos.
Quisiera señalar aquí que cuando las ventanas tienen vidrios, se puede colocar
además contra marcos de dos hojas; porque, pude constatar que muchas salas para deudores
y corredores de las prisiones de ciudad o del condado son muy insalubres por falta de un
número suficiente de aberturas.
A los detenidos no se los obliga a trabajar, sin embargo muchos de ellos, con el
propósito de mejorar sus vidas desean hacerlo. Sería interesante que las construcciones para
los deudores se encuentren sobre arcadas y contiguas a las habitaciones de los guardias.
Este lugar, situado en el medio de la prisión, daría al mismo tiempo, sobre el patio para los
prisioneros de derecho común y sobre el de los deudores. Sería un buen medio para que el
guardia pudiese mantener el orden entre los prisioneros y estar atento a la higiene en la
prisión; debería velar para que la limpieza se realice regularmente, para preservar su propio
alojamiento de la polución.
Una capilla es indispensable dentro de la prisión. El sitio elegido por mí, me parece
el más apropiado, la capilla debería tener una galería reservada a los deudores y a las
mujeres, quienes deberían permanecer lejos de las miradas de los otros prisioneros. Biblias
y libros de plegarias, protegidos con cadenas, debido a los robos, estarían al alcance de los
prisioneros, penando todo tipo de degradación.

Disciplina

Comenta el autor que nada sirve en una prisión si no existe una buena disciplina,
gestión y una buena dirección clara. El primer elemento en este eslabón debe ser el guardia
una persona noble, honesto, serio, de buena estatura al pretender luchar contra esta gran
familia de prisioneros que día a día colmaran la paciencia de los mismos para tratar de
persuadir su integridad física y emocional.
El salario de los guardias debería ser proporcional a su trabajo y a su experiencia;
una profesión tal merece ser convenientemente retribuida para los que cumplen su deber de
manera escrupulosa y humana; pero es necesario detenerse en límites razonables, porque
nada debe distraer al guardia de su trabajo y de la inspección cotidiana de su prisión.
Diría, para concluir sobre este punto, que la dirección de una prisión es algo
demasiado importante para que quede, enteramente supeditada, en las manos de un guardia.
Este sería un asalariado, expuesto a muchas tentaciones para cumplir con su deber, víctima
de sus propias pasiones o tentado por el lucro. Un inspector, designado entre sus colegas,
magistrados o parlamentarios, debería permanecer en cada prisión. Los sheriffs y los
magistrados tienen ya poder de inspección y las prisiones están bajo su responsabilidad
inmediata. Pero algunos sheriffs se excusan de ejercer esta parte de su trabajo, con los
pretextos más diversos: su trabajo es de corta duración, el gasto es demasiado importante,
tienen misiones más importantes para cumplir, etc. Además nadie dudaba, hasta una fecha
reciente, que los sheriffs y jueces estaban espantados con la idea de poner los pies en las
prisiones pestilentas. Si se descarta este último peligro, se puede esperar que los sheriffs se
interesarán por las prisiones y que se encontrará entre los jueces y los magistrados
municipales hombres lo bastante generosos para cumplir con esta importante tarea. Si el
trabajo es demasiado pesado para un sólo hombre, el inspector podría reemplazarlo una vez
por mes, trimestre o año. La inspección debe realizarse una vez por semana, o al menos una
vez cada quince días, en días determinados. El inspector tendrá un libro con todos los
reglamentos aplicables en la prisión, vigilará los que deban aplicarse, inspeccionará cada
rincón (como se hace en ciertos hospitales) asegurándose la limpieza, etc. Entrevistará a
todos los prisioneros, escuchará atentamente sus quejas, corregirá inmediatamente los
abusos más temidos. En caso de duda sobre algún punto de la inspección, (para él la
opinión de sus colegas podría ser útil), remitirá la decisión a sus superiores. Un buen
guardia, sólo tendría que alegrarse al cabo de una inspección: ya que encontrará allí mismo
estímulos. Si el guardia no cumple convenientemente con sus deberes, la inspección es
absolutamente necesaria, y si el guardia es malo, el inspector exigirá su despido. El trabajo
de inspector debe ser gratuito, porque es ampliamente recompensado, ya que realiza un
trabajo con los más nobles motivos: ser justo con los prisioneros y prestar un servicio a su
país. El ilustre Dr. Young escribe: «Si solamente la mitad de la miseria, que es el destino
de algunos, fuese conocido por los otros, éstos últimos estarían completamente
horrorizados». Y el autor de «Telemachus» acota delicadamente: «La gente que prospera
cierra los ojos a los miserables, no por falta de sensibilidad, sino porque es un espectáculo
que interrumpe su felicidad». Si tales motivaciones animan a los que estiman que no tienen
ninguna obligación con los pobres prisioneros, nadie duda que los magistrados procuraran
obligar legalmente a esa gente a hacer acto de legítima solidaridad.

Casas de Corrección

Las casas de corrección deberían estar completamente separadas de las prisiones,


rodeadas de muros propios y con un patio de paseo distinto al de la prisión. Los locales
deberán estar adaptados para la cantidad de prisioneros que reciben. Las salas de
alojamiento deben situarse a nivel del suelo, o mejor aún en un primer piso. Cada taller
debe permitir la circulación del aire. Es absolutamente indispensable que los prisioneros
sean inducidos a trabajar. Ningún prisionero, salvo que se encuentre enfermo, deberá
permanecer inactivo. En los grandes establecimientos, se organizarán talleres en cantidad
suficiente para que los prisioneros nunca encuentren demasiadas personas en la misma sala,
porque los que trabajan a disgusto encuentran fácilmente el medio para no hacer nada.
El conserje debe ser hábil en su profesión, debe mostrarse activo, prudente y sobrio.
Los prisioneros deben trabajar bajo sus órdenes diez horas por día, incluidas las horas de la
comida. Las mujeres con hijos o las embarazadas, deben tener habitaciones con chimenea
para poder encender fuego durante los meses de invierno.
No entiendo por qué una casa de corrección no pueda estar dirigida eficazmente por
un individuo, jefe de una familia numerosa. Algunas casas de corrección extranjeras están
dirigidas por padres de familia. Los prisioneros sobrios y trabajadores obtienen mejor
comida y un mejor alojamiento, liberados anticipadamente, con buenos certificados, son
todas medidas que los incitan a mantener una buena conducta.
CAPITULO 4

Descripción de Las Prisiones Extranjeras

El Autor en sus viajes a otros países de Europa en vista de recopilar información en


cuanto a las diferentes prisiones o casa de corrección intento describir lo acontecido como
sigue, No detallaré aquí la descripción de cada una de las prisiones extranjeras
inspeccionadas, aunque presenten algunas particularidades: la exposición sería tan
fastidiosa como inútil. No denunciaría todos los abusos que pude constatar, o sospechar a
pesar de las respuestas evasivas de los conserjes, mi objetivo no es criticar los abusos
cometidos en las prisiones extrajeras, menos aún corregirlos.

FRANCIA.

Durante mi visita realizada en el año 1783, las dos prisiones más vetustas y
horribles a causa de las celdas, el Petit Châtelet y For-l’Évêque, fueron demolidas. Los
deudores son enviados actualmente a una prisión nueva, el Hôtel de la Force, los criminales
fueron encarcelados en la Conserjería y en el Grand Châtelet. La declaración real del 30 de
agosto de 1780, que previó esos cierres, contiene las disposiciones más humanas y más
claras que puedan existir en materia de organización de las prisiones. Prevé la construcción
de enfermerías grandes y aireadas, celdas individuales, así como la separación de
prisioneros según el sexo y en diferentes clases, un patio reservado a cada una de las clases;
además ordena la desaparición total de celdas subterráneas, basándose en el principio de
que los hombres presumidos inocentes no deben sufrir un castigo riguroso.
A la pregunta que hice, casi permanentemente: ¿el guardia o el conserje viven en el lugar?,
siempre me respondieron afirmativamente. Para poder acceder a la mayoría de las prisiones
de la capital francesa, es necesario pasar tres o cuatro puertas o rejas que miden de cuatro a
cuatro y medios pies de alto, separadas entre sí por un pequeño patio. La última reja está,
algunas veces, equipada con un molinete. El número de rejas, los pasajes angostos y los
molinetes que tuve que atravesar, después de haber demostrado que tenía carta blanca, son
los mejores medios para evitar evasiones.
Fue para mí una gran sorpresa, no encontrar prisioneros con grilletes Ninguno de los
prisioneros se encontraba en el patio con grilletes. El guardia debe, para poder hacerlo, y de
acuerdo con lo que me dijeron, obtener la autorización de un juez. Sin embargo, algunas
prisiones ocultan más criminales que cualquier prisión londinense. Durante mi primer viaje,
la cantidad de prisioneros había crecido después de los motines por hambre. Los patios de
recreo están casi en su mayoría adoquinados y se los lava tres o cuatro veces por día. Es
difícil concebir hasta qué punto esta simple operación contribuye a refrescar la atmósfera
de las piezas superiores, hecho que noté más de una vez al visitar las habitaciones, y un
inglés, que tenía la desgracia de estar encerrado, me dijo que compartía esta misma
sensación. Sólo muy pocas veces respiré en una prisión francesa ese olor insoportable que
se extiende en la atmósfera de casi todas las prisiones inglesas. A veces me sorprendí al ver
que los patios eran los lugares más limpios de la capital francesa. Esto se explica por la
gran cantidad de carceleros empleados y la proximidad con el río en que se encontraban la
mayoría de los establecimientos. La separación entre las distintas categorías de prisioneros
no está siempre asegurada, a veces, se alojan unos con otros. El guardia del Petit Châtelet
debió abrir una celda separada para recibirlos. Los prisioneros, especialmente los de
derecho común, asisten diariamente a misa, en compañía del guardia y de carceleros.
Para evitar que los criminales condenados, de los cuales la mayoría perdió todo
pudor, se conviertan en preceptores del crimen jactándose de sus fechorías ante los
prisioneros más jóvenes o menos sumergidos en el vicio, a los condenados a las galeras se
los envía a una prisión reservada para ellos, a la prisión de la Tournelle, cerca del Puerto de
San Bernardo, allí se los encierra hasta el momento en que sean bastante numerosos como
para formar una cadena. Durante ese tiempo, se los marca con un hierro candente. Algunos
de ellos permanecen allí muchos meses, pero la pena comienza a contarse a partir de los
dos días posteriores a su condena.
Con el propósito de evitar un acto desesperado, el criminal condenado a muerte por
una jurisdicción inferior no pierde todas las esperanzas: su apelación es sistemáticamente
recibida por el Parlamento, que puede confirmar o impugnar la primera sentencia; en el
primer caso al prisionero no se le informa sino hasta la mañana misma de la ejecución, casi
al mismo tiempo en que se imprime y se vende en las calles la decisión judicial. Las
ejecuciones se llevan a cabo durante la tarde, la última a la que asistí tuvo lugar bajo la luz
de antorchas, pero el criminal fue llevado hasta el cadalso cuando estaba moribundo a causa
de las torturas recibidas. Las celdas y los dormitorios permanecen abiertos del primero de
noviembre hasta Pascuas, desde las siete de la mañana hasta las seis de la tarde, a partir de
la noche de Pascuas y hasta el primero de noviembre desde las seis de la mañana hasta las
siete de la tarde. Las puertas de los deudores permanecen abiertas una hora más, con el fin
de que esos prisioneros puedan permanecer en los patios sin mezclarse con los prisioneros
de derecho común. Entre las prisiones francesas encontramos las siguientes:

La Conserjería: La prisión dispone de un patio aireado de cincuenta y cinco por


treinta y ocho yardas, provisto de un agradable cobertizo. Las celdas son oscuras e
insalubres. Recientemente se construyó una nueva enfermería, que ofrece a los enfermos
camas individuales. En mis primeras visitas había, en honor a las autoridades, una cantina,
que posteriormente fue suprimida. Cada vez que visité esta prisión en 1783, encontré
prisioneros tranquilos, diría bonachones.
El Gran Chatelet: Existen, como en la Conserjería, diferentes tarifas para las
celdas de pago. Los que duermen en cama de paja pagan un céntimo por noche. La prisión
cuenta con ocho celdas que se abren sobre un corredor muy oscuro. En cuatro de ellos, que
miden diez pies ocho pulgadas por seis pies ocho pulgadas, encontré dieciséis prisioneros,
de los cuales dos estaban con grilletes, todos acostados sobre paja.
La Abadía: Esta prisión está reservada a los militares, guardias y deudores de un
rango social alto. La prisión cuenta con seis celdas donde se apilan, según los dichos del
guardia, hasta cuarenta prisioneros.
L' hotel de la forcé: La prisión recibe deudores, vagabundos, desertores y
delincuentes menores, comenzó a funcionar a partir del mes de enero de 1782. Es una
construcción amplia y aireada, dispone de varios patios separados para los hombres, las
mujeres y las distintas categorías de prisioneros.
Saint Martin: La prisión de Saint-Martin es exclusiva para mujeres de mala vida,
las que no permanecen allí más de quince días. Tiene seis celdas de pago que se alquilan a
seis libras por mes y cuatro salas con camas de paja. Tres celdas llamadas «secretas» se
reservan para los indisciplinados. El patio es pequeñísimo. Sin embargo, conté, en mi
primera visita, más de ciento quince prisioneros apilados en las celdas. Las celdas
subterráneas y húmedas ya no se utilizan.
Saint Éloi: Esta prisión de mujeres se encuentra en un lugar densamente poblado.
Encontré treinta y ocho prisioneras, algunas de las cuales hacía más de tres o cuatro años
que estaban encerradas. Todas tenían enfermedades cutáneas, algunas cruelmente
infectadas. La prisión no tiene patio. Cada prisionera recibe una libra y media de pan y,
gracias a la caridad de ciertas personas, sopa cuatro veces por semana.
Bicétre: Situada en un terreno alto a unas dos millas de París. Sería una prisión
inmensa si el establecimiento sólo se utilizase como prisión. Pero Bicêtre es para los
hombres lo que el Hospital General la Salpêtrière es para las mujeres. Entre los cuatro mil
prisioneros que se encuentran en Bicêtre, menos de la mitad son prisioneros de derecho
común. La mayoría de la población está compuesta por pobres, que llevan un traje rústico,
color marrón, y están en un estado tan lastimoso como el que muestran nuestros pobres
dentro de las casas de trabajo; Bicêtre recibe también locos y enfermos venéreos. Están
separados unos de otros, y el establecimiento cuenta con locales y patios distintos para cada
uno.
El Hospital General – La Salpetriere: El gran hospital de la Salpetrière, cercano a
la capital, recibe más de cinco mil mujeres y jóvenes, éstas últimas se dedican al bordado
fino. Allí hay muchos pobres, que están bajo las órdenes de una comunidad religiosa. El
visitante sólo puede encontrar prisioneras de derecho común, que se encuentran separadas
de las otras pensionistas y que, la mayoría está desocupada. Durante mi última visita, había
ochocientas veinte prisioneras, la mayoría retenidas, esperando la llegada de sus padres o
de parientes cercanos. Muchas estaban alojadas en piezas de seis pies diez pulgadas por
cinco pies siete pulgadas. La casa tiene tres enfermerías, de las cuales, dos cuentan con
camas individuales; pero, la tercera, reservada a delincuentes, estaba superpoblada y había
tres jóvenes por cama. Aunque la organización es igual, esta casa es más limpia y me
pareció mejor administrada que la de Bicêtre. Gracias a la estrecha vigilancia de las monjas,
la casa se mantiene en un excelente estado de limpieza y tranquilidad.
La Bastilla: Algunos de mis lectores, desearían, supongo, disponer de
informaciones confiables sobre la célebre fortaleza. Estoy contento de poder satisfacer hoy
sus deseos, gracias a un panfleto escrito, en 1774, por una persona que sufrió, una larga
detención en la Bastilla y que representa, según la opinión de todos, el mejor testimonio
jamás escrito sobre esta prisión: testimonio difícil de conseguir, porque la venta de la obra
está prohibida en Francia, bajo pena de quedar expuesto a los castigos más severos. Extraje
los detalles materiales que permiten describir precisamente la Bastilla, el plano que
suministré fue sacado de la obra en cuestión.
«Ese castillo es una Prisión del Estado; compuesta por ocho torres muy resistentes,
rodeada de un foso de ciento veinte pies de ancho. Tiene su entrada sobre el extremo de la
calle S. Antoine; contiene un puente levadizo y enormes rejas que llegan hasta el patio de
la casa de gobierno. Detrás se encuentra un puente levadizo, terminado por un gran
cuerpo de guardia separado del patio por una gran barrera construida con gruesas vigas
recubiertas de hierro”….

SUIZA

Geneve: Ubicada en el antiguo palacio del Arzobispado, solo existían cinco


prisioneros de derecho común, ninguno llevaba grilletes parecían estar en buen estado de
salud.
Cantones Suizo: En todos los cantones que visité, los prisioneros de derecho
común disponían de una celda individual, « me dijeron los guardias, con el propósito, de
impedir que uno fuese el preceptor del otro». Los prisioneros no tienen grilletes, están
encerrados en celdas más o menos seguras e iluminadas de acuerdo al crimen que le es
imputado. En general, las prisiones son muy seguras, cada celda tiene su número y una
llave numerada que sólo abre una celda. En algunos cantones, no encontré ningún
prisionero, porque, y es la principal razón, se pone esmero en enseñar moral y religión a
todos los niños, incluidos los más pobres, y por otra parte, allí se hace rápidamente justicia.
El condenado a muerte es ejecutado en un breve plazo, se le comunica la fecha de
su ejecución, sin embargo no conocerá el suplicio, puede comer y beber vino a su gusto.
Las mujeres no son colgadas pero si decapitadas. Al designar un verdugo se le hace entrega
de una espada nueva. Pude ver en el Arsenal de Berna viejas espadas de verdugos que
estaban allí almacenadas. Las casas de corrección reciben mujeres que comienzan
inmediatamente a trabajar.
Lausana: Visité una prisión sin prisioneros, me entreviste con el Dr. Tissot y
cuando le hablé sobré la fiebre de las prisiones me comento “eso no existe en Suiza solo oí
hablar del tema con respecto de Inglaterra”.
Fribourg: En ninguna de las torres encontré prisioneros, una de ellas llamada «La
Torre maligna», a causa, supongo, de las estrechas celdas (ocho pies por seis y seis pies de
alto) y de los atroces mecanismos de tortura que posee. En la casa de corrección conté trece
hombres y siete mujeres. Los hombres limpian las calles, etc., las mujeres hacen hilados.
Los prisioneros toman sopa dos veces por día, carne tres veces por año (Navidad, Pascuas y
Pentecostés).
Berne: Capital del principal cantón de la ciudad, en la prisión llamada Schallenhaus
había alijados en 1776, 186 galeotes (en 1778, 141). Los prisioneros no disponen de celdas
individuales, pero están reagrupados tanto en las salas como en el trabajo, de acuerdo a la
gravedad del delito cometido. A la mayoría de ellos se los emplea para la limpieza de las
calles y paseos públicos, para el transporte de escombros, para la limpieza de la nieve y la
escarcha durante el invierno. La ciudad es una de las más limpias que visité. Cuatro o cinco
prisioneros están sujetos con cadenas a una especie de carro que deben tirar mientras que
otros con mayor libertad de movimientos, barren y juntan los desperdicios, los cargan en
los carros, etc. Los prisioneros trabajan de siete a once durante la mañana y de una a seis de
la tarde en verano; de ocho a once y de una a cuatro durante el invierno. Les hice esta
pregunta: «¿Prefieren trabajar en esas condiciones o permanecer encerrados todo el
día?», todos respondieron: «Preferimos trabajar así». Los menos peligrosos están en
habitaciones separadas. Trabajan dentro de la prisión, dentro de una sala grande, en la
hilandería, etc.,
Soleure: Abierta en 1756, como lo indica la fecha grabada sobre su frontón, fue
construida con una especie de mármol extraído de una cantera cercana a la ciudad. Muchas
piedras tienen seis pies de largo por dos o tres de ancho y más de un pie de espesor. El
guardia me dijo: «Cuando un delincuente llega a la cárcel, le quito las cadenas que lleva
en los pies y en las manos». Posee quince salas de unos nueve pies cuadrados y de ocho
pies de alto, dotadas de un falso techo y casi todas tienen una estufa alemana. Las paredes
divisorias están construidas en mármol, una ventana de dos pies por seis pulgadas se
encuentra en la parte superior de una de ellas. Los autores de delitos menos graves están
ubicados en habitaciones menos seguras y más iluminadas. La ración diaria es de una libra
de pan y dos platos de sopa.
Bale: A los delincuentes se los encierra en una de las torres de la ciudad. No
encontré allí prisioneros. En las salas hay paja limpia y mantas para recibirlos. Me dijeron
que las celdas son individuales, de donde nunca salen, salvo cuando deben declarar ante los
jueces. Una de las celdas más seguras, de unos seis pies de alto, está ubicada cerca del reloj
grande: se entra por medio de una puerta a nivel del suelo, el prisionero desciende por una
escalera que se quita rápidamente de la celda; los alimentos se entregan a través de un
postigo abierto sobre uno de los lados.
Zurich: Desde su llegada, los prisioneros visten el uniforme de la casa, las
vestimentas personales se cuelgan y etiquetan con sus nombres, se las entregan nuevamente
cuando salen, a cambio de un comprobante. La ciudad tiene una prisión destinada a los
criminales condenados a pena de muerte, está ubicada en el medio del río, y posee una sala
de corrección instalada en un antiguo convento. En este establecimiento, amplio y bien
puesto, había alrededor de sesenta prisioneros.
Schaffhausen: Sólo encontré tres prisioneros encerrados en esta casa de corrección.
Debo insistir en la buena dirección de esas casas, al igual que lo observado en Holanda,
Brême, Hamburgo, etc. La razón se encuentra en que los regentes o inspectores no están
atraídos con salarios altos. Soy conciente de que será difícil, tanto en Inglaterra como en
otros países, encontrar hombres que, motivados sólo por el deber y el amor a la humanidad,
ejerzan esas funciones leal y diligentemente, con la única preocupación, por el
reconocimiento de sus conciudadanos y la satisfacción de su propia conciencia.
ALEMANIA:

Los alemanes, conocedores de la necesidad de mantener limpias sus


prisiones, decidieron, con mucha inteligencia, construirlas en lugares apropiados a tal fin,
es decir a orillas de ríos. Tal es el caso de las prisiones de Hanovre, Zell, Hamburgo, Berlín,
Brême, Colonia, Mayence y otras.
Hanovre: La prisión fue construida, a orillas del Río Leyna. Dispone de once
habitaciones grandes de diez pies cuadrados y una altura de diez pies y medio, veinte
celdas. Las celdas bajas tienen doble puerta, montadas en grandes aberturas con doble
marco, enfrentadas a las ventanas, lo que permite la circulación del poco aire con el que
cuentan los prisioneros. Cada habitación tiene una cama de piedra de once pulgadas de alto
en los pies y veinte pulgadas en la cabecera. Las camas de piedra están elevadas con
respecto al piso, ya que la cabecera está más alta que el pie; están provistas de paja y de dos
cobertores. Los deudores cuentan, en el piso superior, con las salas más amplias. En
invierno, las habitaciones están calefaccionadas con estufas, pero dado que las celdas están
por debajo del nivel del río y demasiado cercanas al mismo la prisión es insalubre, dan
testimonio de ello la cara triste que tienen los prisioneros.
Los prisioneros de derecho común llevan una pequeña cadena, duermen sobre paja,
cada uno dispone de dos cobertores. En el año 1776, cuando realicé mi visita, había siete
prisioneros de derecho común y un deudor, en el año 1778, dos deudores y tres criminales,
y, en octubre de 1781 veintinueve prisioneros, la mayoría encerrados entre seis meses a un
año esperando ser juzgados, de los cuales siete u ocho mujeres eran mujeres, algunas
habían seguido a sus maridos en prisión, pero las mujeres estaban alojadas en un sitio
separado. Los prisioneros están alimentados en virtud de dos denarios y medio por día. Las
siete habitaciones básicas se reservan para los autores de crímenes atroces, todas estaban
ocupadas cuando realicé mi última visita. Los prisioneros tenían los pies encadenados, la
traba, fija a una pared, a pesar de llevar hierros en los puños, atados entre ellos por una
barra de dos pies de largo.
Zell: En esta ciudad del electorado de Hanovre, existe una importante casa de
corrección. Un establecimiento de igual tipo se encuentra en Cassel, dispone de un taller de
ciento diez pies de largo por veinticinco de ancho, una altura de doce pies. La casa fue
construida por Charles, el abuelo del landgrave actual. No daré detalles de la
administración de esas dos casas, comparables a muchas otras casas alemanas.
Hambourg : En el año 1776, visité, con mucho placer y gracias a la ayuda que me
brindó mi amigo el senador Vogth, las prisiones de esta gran y rica ciudad. Los prisioneros
de derecho común de «Bütteley» se encargan de los hierros. Se decapita a los condenados a
muerte. El guardia, que también es el verdugo, me mostró la espada que utilizó, me dijo,
unas ocho veces. La prisión no tiene patio; un calefactor, ubicado en la planta baja, recibe a
los prisioneros durante el día. En el primer piso se encuentran unas seis u ochos
habitaciones amplias de diez pies cuadrados. Cada prisionero recibe cuatro marcos (un
marco = a un chelín y tres peniques) de comida por semana. La prisión sólo contaba con
dos criminales y un deudor que en el momento de mi visita se encontraban en la capilla y
parecían muy emocionados y atentos. La prisión estaba muy limpia, pero observé, en la
cara del guardia y por su mala predisposición que había leído mi libro. Entre los diferentes
elementos que sirven para torturar o para el interrogatorio, que pude ver tanto en Francia
como en otros sitios, no encontré cosas tan abominables como las que se conservan y
utilizan en una celda oscura de esta prisión. Deberían desaparecer para siempre de la vista
de los hombres. Se comenta que el inventor de esos elementos fue el primero en sufrirlos.
La última fue una mujer quien fue torturada hace unos dos años algunos años. Los regentes
se reúnen todos los sábados en su sala, sus mujeres se reencuentran en una habitación
separada en la que proceden a distribuir el trabajo de los prisioneros. Sólo se puede alabar
el cuidado y dedicación de esos administradores. Centenares de individuos se encuentran
encerrados en la prisión. Vi, en cada una de mis visitas, hasta trescientas mujeres y niñas
reunidas en una gran sala todas ocupadas, trabajando. Aunque este establecimiento esté
ubicado a orillas del Río Alster y visitado por las mujeres benefactoras, el buen orden y la
limpieza no son dignos de elogios.
Berlín: La prisión de la ciudad se llama Calands Hoff. Está compuesta por siete
habitaciones en la planta baja y ocho celdas subterráneas a las que se descienden a través de
una escalera, de unos diez escalones. Cada habitación está numerada, allí se encuentran
camas portátiles y estufas que calientan dos celdas. Los calabozos se reservan para los
últimos criminales; muchos, como he podido constatar, tenían grilletes y estaban
encadenados a la pared. En 1778, conté dieciocho hombres y trece mujeres, y, en 1781,
cincuenta y ocho prisioneros de ambos sexos, de los cuales dos eran deudores que recibían
de los acreedores, el equivalente a dos groschens (trece peniques y medio) por día, para la
comida. Los criminales sólo recibían de comida, el equivalente a un groschen y medio. Los
que ya estaban condenados, podían estar en el patio: los hombres realizan tres paseos de
una hora cada uno, a las ocho, a la una y a las cuatro (tres horas en el verano), las mujeres
sólo podían realizar un paseo de dos horas, a las tres de la tarde. El prisionero liberado
debía pagar al carcelero una pensión de un groschen diario durante todo el tiempo en el que
estaba detenido, a menos que los jueces dispusieran lo contrario. La sentencia debe dictarse
dentro de los tres meses, si esto no sucede el secretario debe justificar el retraso. Pasado el
plazo, la pensión abonada al carcelero se reduce a la mitad. Un guardia jefe dispone de
alojamiento en el interior de la prisión, es asistido por un guardia cuyos apartamentos dan
sobre las ventanas del establecimiento. El personal está integrado también por un cirujano
que recibe cincuenta coronas (escudos) anuales, sin contar el precio de los medicamentos
que él mismo provee a los prisioneros. El guardia en jefe recibe un salario anual de
cincuenta coronas y doce groschens y medio. Posee un registro de encarcelamiento dividido
en diez columnas: fecha del encarcelamiento, nombre del magistrado que haya firmado la
orden de encarcelamiento, nombre, edad, lugar de nacimiento, profesión, motivo del
encarcelamiento, fecha de liberación, cantidad de prisioneros. Un juez visita la prisión cada
semana.
Breme: La prisión para deudores, ubicada en una torre, ofrece cuatro salas que, de
acuerdo con el magistrado que me acompañaba en 1776, el Dr. Hornwinckel] Hanewinkel
desde hacía unos treinta años no había sido ocupada. Sólo durante mi visita un acreedor
decidió encarcelar a un deudor durante algunas semanas. En el año 1781, la prisión estaba
nuevamente vacía. Sobre la puerta se leen estas palabras: «Hic fraudum terminus esto» (Los
pecados no pasan por esta puerta).
El escaso número de prisioneros, sino la ausencia de prisioneros por deudas en las
ciudades como Mayence, Coblence, Manheim, etc. tienen su explicación por la simpleza de
su comercio. Por el contrario, en las ciudades tan activas como Hambourg o Brême, las
explicaciones son otras: la prisión asusta tanto al acreedor, que debe desembolsar dinero,
como al deudor, que teme por la tristeza y el deshonor que le provoca el lugar tanto para él
como para su familia.
En todas las prisiones alemanas que visité, se prohíbe al prisionero por deudas estar
acompañado de su esposa y de sus hijos. En el año 1781, debí solicitar autorización de los
magistrados para poder visitar las prisiones dado que un guardia había sido, recientemente,
condenado a una pena de quince días de prisión a pan y agua por haber permitido que un
ciudadano mantenga conversaciones con un prisionero.
La celda está ubicada en una torre de una de las puertas de la ciudad. Ofrece, en su
parte inferior, cuatro habitaciones importantes (o celdas) de unos trece pies y cuatro
pulgadas por seis pies y de seis pies de alto. Las puertas tienen cuatro pies y seis pulgadas
de alto y cinco pulgadas de espesor, están construidas con planchas de madera reforzadas
con barrotes de hierro. Las ventanas son unas minúsculas aberturas de catorce pulgadas por
nueve. Allí encontré al único prisionero que estaba cinco años antes, ocupando la misma
celda: había huido pero fue capturado nuevamente. Desde hacía veintiséis años no se
llevaba a cabo ninguna pena capital.
Los delincuentes menores están prisioneros a pan y agua en la Torre del Reloj; se
los alimenta con tres pesos diarios. Pero sólo permanecen encerrados durante períodos
cortos: seis, ocho o catorce días. La casa de corrección está ubicada en el sur de Weser. Se
asemeja más a una casa industrial, en la que reina una enorme tranquilidad. Cuando la
visité en el año 1776, once hombres y veintiocho mujeres trabajaban, sólo una, que se había
quebrado una pierna, permanecía sin hacer nada. Los hombres más corpulentos y los menos
dóciles raspan la madera de palo de campeche, los otros tejían, por ejemplo, alfombras de
crines. El conserje paga a un tejedor profesional para que enseñe la tarea a los recién
llegados, lo que se hace en un tiempo relativamente breve.
Colonia: En la Torre no se encontraban ni prisioneros por deudas ni condenados a
muerte. Los magistrados de esta ciudad, único caso en Alemania, no aceptan ver encerrados
a los deudores insolventes. Por otra parte, no son capaces de hacer ejecutar a los criminales:
cuando existe una sentencia de este tenor, se conduce al condenado a muerte frente al
Oficial Elector quien se encargará de asegurar la vigilancia del criminal en una celda
acondicionada en su propia casa, puedo asegurar que esto ya ocurría durante mi viaje
anterior, seis años atrás. Como sucede en Francfort, los hombres, en la casa de corrección,
trabajan moliendo la piedra, ayudados de pequeños mazos de madera. Las mujeres hilan o
tejen medias.
Mayence : La prisión de «La puerta de hierro», que recibe prisioneros de derecho
común, tiene cinco pisos. Cada piso tiene dos celdas separadas por un amplio corredor: las
ventanas están ubicadas a los lados para, de este modo, facilitar la circulación de aire. Las
celdas tienen un doble piso de roble de dos pulgadas de espesor y una doble puerta de sólo
tres pies y nueve pulgadas de altura. Todas estas precauciones hacen que la prisión sea
realmente segura. Un pequeño postigo de hierro se abre sobre unos de los costados de la
puerta para que pase la comida: dos libras de pan, sopa y un poco de carne, salvo en el
período de cuaresma. Hay por cada celda un solo preso que dispone de dos cobertores y
duerme sobre paja que se renueva cada quince días. La prisión, construida a orillas del Rhin
es realmente sana.
La casa de corrección es muy limpia, el regente vive allí. Cuando pregunté al
conserje el por qué de tanta limpieza me respondió: «No podría ser de otro modo si
contamos con muchas mujeres entre los prisioneros. Ellas son las encargadas de la
limpieza.» Casi la totalidad de la harina que se utiliza en la ciudad proviene de un molino
que situado en la prisión. Los prisioneros trabajan en el molino dos horas durante la mañana
y dos horas durante la tarde. Sobre el frontón de la puerta se encuentra grabado un carro
tirado por dos ciervos, dos leones y dos jabalís con la inscripción siguiente: “Si se ha
podido someter a los animales feroces, no debemos desesperar y podremos llevar por la
buena senda al hombre perdido”
Munich: Dos prisiones están reservadas a los criminales. Cuando las visité, en la
del municipio, se encontraban seis hombres y tres mujeres. Los instrumentos de tortura se
guardan en una celda húmeda y oscura que se ubica a diez escalones sobre la tierra.
La Prisión de la Corte posee unas quince celdas de veinte pies sobre siete y una sala
oscura para torturas. En esta sala se encuentran, sobre una estrada pintada en negro,
suspendida a dos pies del suelo, alrededor de una mesa cubierta con un paño con flecos,
seis sillas revestidas, drapeadas en negro que usan los magistrados y los secretarios. De los
muros cuelgan varios instrumentos de tortura, algunos con restos de sangre. Cuando un
criminal es torturado, se encienden velas pues todas las ventanas están tapadas para impedir
que los gritos del desdichado puedan escucharse en el exterior. Dos crucifijos están a la
vista del ajusticiado. Detengo acá mi descripción. Que el lector sepa que las mujeres no
están protegidas de estas atrocidades.
En la casa de corrección se encontraban unos cuarenta hombres y treinta mujeres; la
mayoría hilaban, algunos tejían. El carcelero pidió, a su empleado, poner carbón de leña e
incienso antes de comenzar mi visita, signo indiscutible de los pocos cuidados que se le
prodigaban a los prisioneros. Sus rostros enfermos confirmaron mis sospechas.
Felizmente, fui más optimista cuando visité los dos hospitales, el de los
«Hermanos» y el de las «Hermanas de la Caridad». En el primero había unas cuarenta
camas y en el segundo unas veinte. Las salas tienen unos veintiséis pies de ancho. Todo en
un estado impecable, se cuidaba mucho a los enfermos.

BEIRUT

Todos los prisioneros de la casa de corrección de esta ciudad francófona trabajan el


mármol que se extrae de las montañas vecinas. Trabajan, alrededor del banco de pulido, dos
personas por cada placa. Otros realizan trabajos de acabado, acomodan o cortan las placas.
Otros cortan las pruebas o las muestras con una sierra circular, algunos confeccionas
tabaqueras para rapé, cajas para tabaco molido, etc. Los objetos terminados se acomodan en
un gran depósito. Traje conmigo varios objetos de mármol. Durante el verano, la mayor
parte de los prisioneros cortan el mármol al aire libre, pero en invierno trabajan encerrados
en las salas pues la menor lluvia podría estropear el material e impediría, hipotéticamente,
utilizar las sierras. El aspecto enfermo de los prisioneros, es el fiel testimonio de la dureza
de ese trabajo y los pocos recursos que les proporciona, todos los beneficios son acaparados
por el guardia. Las mujeres hilaban la lana para los tejidos. Su destino es preocupante: la
suciedad de sus cuartos, el aspecto enfermo, las enfermedades de la piel de las que ellas se
quejaban, todo testimonia la falta de interés y de cuidados de las que son objeto.

PRAGA
Las dos prisiones de Praga no tienen nada especial. Los prisioneros de la «cárcel»
trabajan fuera de la misma, vigilados por un carcelero: cortan madera, etc. Por un salario
de doce kreutzers diarios, salario inferior al de los jornaleros. De los doce kreutzers los
prisioneros sólo reciben cuatro, el resto queda para la prisión. Los prisioneros llevan
cadenas en una o las dos piernas, teniendo en cuenta la fecha de liberación.
VIENA

En el año 1778, visité todas las prisiones de Viena y la mayor parte de los
hospitales. Las prisiones son viejas construcciones que no presentan ningún interés en
especial. El frontón de la gran prisión, «La casa del Verdugo» está ornamentada con una
representación importante de la verdad de la crucifixión de nuestro Salvador, rodeada por
dos ladrones sobre el Calvario. La prisión es además importante por el número de celdas
subterráneas que posee.
Me sentí preocupado, aquí como en otros lados, por saber si la fiebre de las
prisiones hacía estragos entre los prisioneros, a mi pregunta me respondieron
negativamente. Creo, sin embargo, que uno de los prisioneros que encontré en el fondo de
una celda oscura, a la que accedí descendiendo una escalera de veinticuatro escalones,
estaba atacado por la fiebre. Se encontraba con hierros pesados y atado a la pared con una
cadena: la miseria y la angustia se reflejaban en su rostro maculado por lágrimas secas. Fue
incapaz de hablarme; examiné su pecho y sus pies buscando bubones y manchas, su pulso
era intermitente pero firme, me convencí de que no tenía la fiebre de las prisiones. Un
prisionero, de una celda vecina, me dijo que la pobre criatura le pidió que reclamara ayuda,
lo había hecho pero nadie escuchó: esto refleja una de las más lamentables consecuencias
de las celdas subterráneas.

ROMA

La gran prisión romana, llamada la Prisión Nueva, fue edificada a orillas de Tíber. En la
puerta, en su parte superior, se encuentra la siguiente inscripción:

«JUSTITIAE ET CLÉMENTIAE
SECURIORI AC MELIORI REORUM CUSTODIAE
NOVUM CARCEREM
INNOCENTIUS X. PONT. MAX.
POSUIT
ANNO DOMINI
MDCLV».
«Justicia y Clemencia,
Para asegurar el más seguro encierro a los criminales,
El Papa Inocencio X inauguró esta Nueva Prisión
En el año del Señor 1655»
La prisión del Capitolio tiene dos grades salas para los deudores menores y para los
criminales cuyos delitos no impliquen incomunicación. Los prisioneros de una de esas
habitaciones tienen autorización para pedir limosna a los transeúntes. Cinco deudores
ocupaban celdas de pago y dos criminales estaban incomunicados. La prisión no es
insalubre, una de las grandes salas tenía permanentemente un hilo de agua.
Los prisioneros del Estado están encerrados en el castillo de San Angelo. Sólo
encontré allí un prisionero, un obispo, que estaba de hacía veinte años y había enloquecido
completamente. Dieciocho presidiarios (« condannati ») portaban una pequeña cadena y
parecían en buen estado de salud, trabajaban en la fortaleza. Cuando ocurrió la muerte del
Papa, los prisioneros de la gran prisión fueron transferidos al castillo, porque en esa
oportunidad, se lavaron completamente todas las prisiones.
Tengo muy pocos detalles de la prisión de la Inquisición. Está ubicada cerca de la
Basílica de St. Pierre. Está construida sobre el patio que da al palacio Inquisidor general. En
la puerta está montada la siguiente inscripción: « esta construcción fue erigida por el Papa
Pío V en el año 1659 ». Las ventanas tienen postigo de madera que las convierte en ciegas
y dan sobre una pared alta. Pude acceder hasta las celdas silenciosas y melancólicas como
tumbas de esos desdichados y mi presencia, de casi dos horas, en el patio o cerca de los
departamentos de los padres, comenzaba a convertirme en sospechoso.

Sistema Carcelario de Máxima seguridad


en México

ÁREA DEL Comedor en la Cárcel de


México
CONCLUSIONES

De lo escrito anteriormente en base a las experiencias vividas por John Howard


podemos concluir que debe ser revestido expresamente con la importancia que la historia
plantea, se puede sostener que el sistema carcelario y los derechos humanos son dos
tecnologías o, si se prefiere, dos artefactos, esto es, dos elaboraciones culturales hechas
para objetivos específicos. Pero al mismo tiempo, tomando en cuenta los fundamentos y las
funciones del Estado, debiesen encontrar una concreción en sistemas penitenciarios que
reflejen en la persona privada de libertad una excelente organización, funcionamiento y
prácticas adecuadas para tales fines.
En la reflexión en torno a la cárcel y los derechos humanos, este trabajo ha
subrayado el desperfecto de una de estas tecnologías, la cárcel, que premunida de dos
misiones, vigilar y castigar, falla en el primero de ellos, la vigilancia adecuada y
normalizadora, se traduce en la muerte de un número importante de reclusos. De la mano
de Howard y sus experiencias en los recintos carcelarios no es difícil percibir la
culturalidad del ingenio, su emergencia dentro de un tramo civilizatorio y sus malestares,
percibidos pero sojuzgadores como todos los efectos de la cultura.
A partir del reconocimiento de la necesidad de un Estado que garantice la dignidad
y los derechos humanos, en este trabajo se hablo y comento la vida de una persona que
inicialmente estuvo preso, luego dado en libertad y que posteriormente visito grandes
recintos carcelarios por toda Europa y mas haya dejándonos como enseñanza la solución,
en la inspiración de sus escritos, por así decirlo, por más de las construcciones de que se
trata, No nos estamos enfocando en el sujeto humano, el que sucumbe o resiste a la
normalización, el que se concretiza en el violado en sus derechos humanos, o el que se
aniquila o se quema en la cárcel. La decencia reclamada aquí y acullá, en la búsqueda de la
no humillación para los componentes humanos de la sociedad.

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