Por último, es importante señalar que, como educadores debemos plantearnos una idea de
cómo el cambio constante en la sociedad interviene como método de aprendizaje para los
educandos ya que nos enfrentamos con las nuevas generaciones que están dispuestas a la
adaptación de una cultura tecnológica y avanzada, determinando prácticas de enseñanza. La ICT
facilita de manera directa la transformación de fondo del entorno de aprendizaje, pero los
maestros, y las profundas relaciones personales que establecen con los estudiantes, siguen siendo
los cimientos del aprendizaje. No obstante, los maestros asumen nuevas funciones como
facilitadores y guías que activan el camino exclusivo de cada alumno hacia el aprendizaje. Con el
respaldo de normativas eficaces, formación profesional, y planes de estudios digitales, los
maestros reciben herramientas e información sin precedentes para personalizar la experiencia de
aprendizaje del alumno e impartir una educación de rigor académico que haga hincapié en el
estudio, la investigación, el aprendizaje independiente, y la colaboración (Education, 2014).
Guiados por maestros altamente capacitados, los estudiantes de las aulas transformadas
utilizan los potentes dispositivos móviles como plataformas personales de aprendizaje. Mediante
el acceso a un cúmulo de recursos digitales de aprendizaje y siguiendo las modernas estrategias
pedagógicas, los estudiantes pueden:
Gestionar su tiempo y ejercer más control sobre lo que aprenden.
Desenvolverse en el mundo y acceder a medios diferentes para aprender de maneras que
se ajustan a sus necesidades individuales, enciendan sus pasiones, y mejoren sus
resultados.
Explorar y analizar recursos interactivos y vibrantes a lo largo de la jornada escolar y
después de esta.
Interactuar con materiales que dan vida a los conceptos abstractos y adaptan la
presentación del contenido a las necesidades de cada alumno.
Use una alta gama de métodos creativos para demostrar lo que aprendieron.
Crear y publicar contenido, apropiándose de sus ideas y participando en un aprendizaje
social trascendente.
Definir lo qué el educando debe saber, y el saber hacer, de acuerdo con la orientación e
información que se le brinda durante su proceso de aprendizaje. Concretamente, conviene
distinguir entre procesos, estrategias y técnicas. EI término proceso de aprendizaje se utiliza para
significar la cadena general de macro-actividades u operaciones mentales implicadas en el acto
de aprender como, por ejemplo, la atención, la comprensión, la adquisición, la reproducción o
transfer, o cualquiera de ellas por separado. Estas actividades son hipotéticas, encubiertas, poco
visibles y difícilmente manipulables. Por el contrario, las técnicas -por ejemplo, hacer un
resumen o un esquema- son actividades fácilmente visibles, operativas y manipulables. Entre los
procesos y las técnicas están las estrategias. Éstas no son tan visibles como las técnicas ni tan
encubiertas como los procesos. Así, por ejemplo, la organización de los datos informativos que
el estudiante lleva a cabo para comprender el significado que estos esconden, no es tan visible
como la técnica del resumen ni tan encubierta como el proceso de la comprensión (Beltrán,
1993).
Desarrollar la autonomía en los educandos, permitiéndoles ser, hacer, trascender, en una
cultura exigente, cambiante qué los llevará a poner en práctica sus conocimientos. El aprendizaje
se realiza espontánea o intencionadamente. El aprendizaje espontáneo está determinado por
predisposiciones innatas (así sucede en el lenguaje), por la repetición, por asociación (como en el
caso de los estímulos condicionados) o por elementos afectivos, entre los que se incluyen el
premio y el castigo. El aprendizaje intencional es el más importante y por eso conviene que el
equipo pedagógico básico (padres, docentes y pediatras) conozca sus mecanismos, y que el niño
aprenda a aprender. Me limitaré a mencionar algunos. Cada niño tiene su velocidad de
aprendizaje, y retiene mejor unos formatos que otros (son memorias más visuales, o más
conceptuales, o más lingüísticas). La atención –y sus componentes afectivos– afecta
positivamente al aprendizaje. La memoria puede retener información sin sentido, pero con
mucha dificultad. Por eso el aprendizaje ideal tiene dos etapas: 1) comprensión; y 2) retención.
Para la retención es imprescindible la repetición y para la recuperación conviene situar cada
nuevo conocimiento dentro de una amplia red que permita llegar a él a partir de entradas
diferentes. El repaso activo –resumiendo, exponiéndoselo a alguien, relacionándolo con otros
contenidos– es más eficaz que la mera repetición. El aprendizaje activo es esencial (J.A. Marina,
2011).
Los educandos tienen la capacidad de adquirir un mayor interés por lo nuevo, el hecho de
que el aprendizaje sea novedoso, hace que el educando se sorprenda y tenga un impacto en cada
uno, haciéndolos capaces de generar preguntas, y sentir la necesidad de obtener respuestas sobre
ellas. Se basa en la reflexión consciente que realiza el alumno, al explicarse el significado de los
problemas que van apareciendo y al tomar decisiones sobre su posible resolución, en una especie
de diálogo consigo mismo. Así, el alumno que emplea una estrategia es, en todo momento,
consciente de sus propósitos, y cuando se desvía de ellos, es capaz de reorientar o regular su
acción. Esta regulación, por lo menos en las primeras ocasiones en que se ensaya una estrategia,
requiere plantearse por qué elegir esa definición y no esa otra, o las ventajas que se derivan de
emplear ese método y no ese otro. Supone un chequeo permanente del proceso de aprendizaje, de
tal manera que este chequeo o control se produce en los distintos momentos de este proceso.
Comienza con una primera fase de planificación en la que se formula qué se va a hacer en una
determinada situación de aprendizaje y cómo se llevará a cabo dicha actuación durante un
período temporal posterior (Monereo, 2000).
Las herramientas de aprendizaje que implementa cada educando son distintas al del
educador, ya que la influencia del contexto puede llegar a modificar el pensamiento de cada
educando. Antes de enseñar una estrategia a un estudiante y, con más razón, antes de
implementar un programa completo de estrategias, es preciso averiguar el conocimiento que ese
estudiante tiene de las estrategias y la práctica que tiene en su empleo. Se trata, evidentemente,
de hacer un diagnóstico del equipamiento estratégico de una persona en relación con el
aprendizaje. Una forma de averiguar el grado de conocimiento y de dominio de las estrategias de
un sujeto es observar cómo enfoca sus tareas escolares. Esta observación se puede realizar en el
aula, mientras el estudiante hace sus tareas, o, cuando ya las ha terminado, comprobando los
mecanismos mentales implicados en cada una de las tareas realizadas. Los resultados de la
observación se pueden contrastar e, incluso, complementar con una entrevista personal con el
estudiante estructurada, semiestructurada, o también con un protocolo o informe verbal del
estudiante en el que éste explique lo que hace mientras lo está haciendo. Una forma rápida de
diagnosticar las estrategias de aprendizaje es utilizar algunos de los cuestionarios existentes,
cuya ventaja es que permiten obtener GS rápidamente un perfil de cada uno de los alumnos y
compararlo con el de otros, independientemente, incluso, de que pertenezcan a culturas
diferentes (Llera, 1993).
La adaptación al cambio según el contexto en el que se encuentre el educando permite que
este construya nuevas ideas para su formación intelectual y emocional, puesto que cada
individuo piensa y actúa diferente. El contexto es todo lo que rodea a una situación de
aprendizaje, no el aprendizaje en sí mismo, pero incide directamente en el proceso, de una
manera decisiva, como lo advirtiera Vygotski, que afirma que el contexto social tiene más poder
en este campo que las creencias y las actitudes. Existen diferentes niveles de contexto social. El
primero es la interacción que el niño recibe en esos momentos donde se da el aprendizaje
concreto (contexto inmediato). El segundo es el contexto estructural, dado por las estructuras
sociales que inciden en el alumno, como familia, iglesia, escuela; y tercero, el nivel social en
general, que incluye de modo global todos los aportes sociales, como la tecnología o el lenguaje.
Un niño que crezca en un ámbito rural, sin acceso a las nuevas tecnologías, desarrollará más su
cuerpo y su capacidad de observación, que un niño con acceso a los avances técnicos; que a su
vez tendrá más desarrollo intelectual formal, y técnico-científico.
Michael Cole (1999) por su parte, distingue en la práctica áulica, el contexto que la enlaza
del que la rodea, ambos con influencia cualitativa en el aprendizaje, por lo tanto, quien pretenda
enseñar sin reconocer la influencia del contexto socio cultural, se estará equivocando. Cada
grupo, y dentro de él cada alumno, va a ver la realidad del contenido a enseñar con su propia
visión, con sus creencias, con su conformación valorativa mediada por el contexto en el que toca
vivir en general y por el que lo rodea en el aula.
La escuela pretende muchas veces ser una isla, alejada del contexto que influye en la
percepción del alumno, que llega a la clase, bombardeado por imágenes, por mensajes
individualistas y materialistas que le llegan desde la televisión o de Internet, de un mundo cada
vez más permisivo y falto de reglas. La escuela entonces trata de imponer valores positivos, crear
conciencia solidaria, sentar reglas, restringir permisos, muchas veces con coherencia y otros,
arbitrariamente. Pero los directivos y docentes también viven en ese mundo relajado, libre y
consumista en el que viven los alumnos; y entonces piden licencias por problemas inexistentes,
llegan tarde, se olvidan de corregir las tareas, están desmotivados por los bajos salarios, etcétera;
sus compañeros los agreden pues imitan las conductas de una sociedad violenta; y esto los
educandos lo perciben y lo sufren, pues todo eso es su entorno inmediato. Cuando llegan a casa,
encuentran padres preocupados por la suba de precios, por los bajos salarios, por la inseguridad
(entorno mediato) lo que evidentemente influye en sus deseos de aprender. Trabajar
conjuntamente familia y escuela, el diálogo enriquecedor, el conocimiento del docente de la
realidad de cada niño y del grupo, el tratamiento y discusión de los problemas de la sociedad
global, la responsabilidad en la función docente, la mirada atenta a lo que sucede en el grupo
(situaciones de discriminación, apatía, angustia o violencia) la puesta de límites fundamentados y
explicados, las reglas claras, la inclusión de los avances tecnológicos en la realidad del aula,
influirán en forma positiva en el aprendizaje escolar. Un niño no es solo un cerebro pensante, es
“él y sus circunstancias” (Fingermann, 2014).
CONCLUSIÓN
Coll, C., & Miras, M. (1993). La representación mutua profesor/alumno y sus representaciones
sobre la enseñanza y el aprendizaje. Desarrollo psicológico y educación II. Psicología de la
educación, Madrid, Alianza, 297-333.
Coll, C., Solé, I., & Onrubia, J. (1998). La psicología de la educación: una disciplina aplicada.
Psicología de la educación. Barcelona: Editorial de la Universitat Oberta de Catalunya (C.
Coll eds.). Primera parte, 1-109.
Covarrubias, P., & Piña, M. (2004). La interacción profesor-estudiante y su relación con el
aprendizaje. Revista Latinoamericana de Estudios Educativos. México, 34(1).
Education, I. (2014). Cómo transformar la educación para la nueva generación. Intel Education.
Fingermann, N. N. (2014). A cooperação trilateral brasileira em Moçambique: Um estudo de
caso comparado: o ProALIMENTOS e o ProSAVANA (Doctoral dissertation).
Llera, J. B. (1993). Procesos, estrategias y técnicas de aprendizaje. Síntesis.
Monereo, C. (1991). Enseñar a pensar a través del curriculum escolar. Barcelona: Casals.
Monereo Font, C. (2000). Estrategias de aprendizaje. Visor.
Vigotsky, L. (1978). La mente en la sociedad: el desarrollo de las funciones psicológicas
superiores.