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micobacterias
Por Dylan Tierney
Las micobacterias son bacilos aerobios pequeños, de crecimiento lento. Tienen como
característica distintiva una envoltura celular compleja rica en lípidos responsable de su
clasificación como ácido alcohol resistentes (o sea, resistentes a la decoloración por ácido
después de su tinción con carbofucsina) y la relativa resistencia a la tinción con la técnica de
Gram. La infección micobacteriana más difundida es la tuberculosis (TBC); también pueden
mencionarse la lepra y varias otras causadas por el complejo Mycobacterium avium.
Última revisión completa febrero 2014 por Dylan Tierney, MD, MPH ; Edward A. Nardell, MD
Tuberculosis (TBC)
Por
Dylan Tierney
, MD, MPH , Harvard Medical School;
Edward A. Nardell
, MD, Harvard Medical School
La TBC es una causa infecciosa importante de morbilidad y mortalidad en los adultos de todo
el mundo y mató a alrededor de 1,8 millones de personas en 2015, la mayoría en países de
ingresos bajos y medios. La infección por el virus de inmunodeficiencia humana (HIV) y el
síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) son los factores más importantes de
predisposición para el desarrollo de TBC y para la muerte, en partes del mundo donde
ambas infecciones son prevalentes.
VIDEO
Etiología
Alrededor de una tercera parte de la población mundial está infectada (según los estudios
basados en pruebas cutáneas de tuberculina). En 2015, se produjo un número estimado de
10,4 millones de nuevos casos de TBC en el mundo. Seis países representaron el 60% de los
nuevos casos: India, Indonesia, China, Nigeria, Pakistán y Sudáfrica (enumerados en orden
descendente según el número de casos). En todo el mundo, la tasa de disminución de la
incidencia de TB se mantuvo en solo 1,5% de 2014 a 2015. Se estima que se produjeron 1,8
millones de muertes como resultado de la tuberculosis en 2015, lo que representa una
disminución del 22% con respecto a 2000. En 2015, se estima que se produjeron 480.000
casos nuevos de tuberculosis resistente a múltiples medicamentos; casi la mitad de estos
ocurrieron en India, China y la Federación Rusa.
En los Estados Unidos, en 2015 se notificaron 9.557 casos de tuberculosis (una tasa de 3
casos por cada 100.000 personas). Aunque el número de casos de tuberculosis disminuyó
anualmente de 1993 a 2014, la tasa de incidencia se ha mantenido relativamente estable
desde 2013. En 2015, el 66,4% de los casos de tuberculosis notificados en los EE. UU.
ocurrieron en personas nacidas en el extranjero. La incidencia de TBC en extranjeros
(15,1/100.000) fue alrededor de 13 veces mayor que la informada para los estadounidenses
nativos (1,2/100.000). La mayoría de estos casos nacidos en el extranjero ocurre en
personas que han permanecido en los EE. UU. ≥ 5 años. En los Estados Unidos, los asiáticos,
los hawaianos nativos y otros isleños del Pacífico tuvieron la incidencia más alta
(18,2/100.000), seguidos por los indios estadounidenses o nativos de Alaska (6,1/100.000),
negros o afroestadounidenses (5/100.000) e hispanos o latinos (4,8/100.000).
Fisiopatología
En un principio, el bacilo M. tuberculosis causa una infección primaria que no suele producir
una enfermedad aguda. La mayoría (alrededor del 95%) de las infecciones primarias no
produce síntomas y al finalizar ingresa en una fase latente. Un porcentaje variable de las
infecciones latentes se reactiva con signos y síntomas de la enfermedad. La infección no
suele transmitirse durante el estadio primario y no contagia en la fase latente.
Infección primaria
La infección requiere la inhalación de partículas bastante pequeñas para que atraviesen las
defensas respiratorias altas y se depositen en las regiones profundas de los pulmones, en
general en los espacios aéreos subpleurales de los lóbulos medio o inferior. Las gotas más
grandes tienden a alojarse en las vías aéreas más proximales y no producen infección. La
enfermedad suele originarse en un solo núcleo de gotas, que transporta unos pocos
microorganismos. Tal vez un solo microorganismo pueda ser suficiente para causar la
infección en personas susceptibles, pero las personas menos susceptibles pueden requerir la
exposición repetida para desarrollar la infección.
Para iniciar la infección, los macrófagos alveolares deben ingerir a los bacilos M.
tuberculosis. Los bacilos no destruidos por los macrófagos se replican dentro de ellos y, por
último, matan a los macrófagos que los hospedan (con la cooperación de los linfocitos CD8);
las células inflamatorias son atraídas al área, donde causan una neumonitis localizada que
coalesce para formar los tubérculos característicos en el examen histológico. Durante las
primeras semanas de la infección, algunos macrófagos infectados migran a los ganglios
linfáticos regionales (p. ej., hiliar, mediastínico), donde acceden a la corriente sanguínea.
Luego, los microorganismos se diseminan por vía hematógena hacia cualquier parte del
cuerpo, en especial la porción apicoposterior de los pulmones, las epífisis de los huesos
largos, los riñones, los cuerpos vertebrales y las meninges. La diseminación hematógena es
menos probable en pacientes con inmunidad parcial debida a la vacunación o a una infección
natural anterior con M. tuberculosis o micobacterias ambientales.
En el 95% de los casos, tras alrededor de 3 semanas de crecimiento ilimitado, el sistema
inmunitario inhibe la replicación bacilar, generalmente antes de que aparezcan signos o
síntomas. Los focos de bacilos en los pulmones u otros sitios se transforman en granulomas
de células epitelioides, que pueden tener centros caseosos y necróticos. Los bacilos
tuberculosos pueden sobrevivir en este material por años, y el balance entre la resistencia
del huésped y la virulencia del microorganismo determina la posibilidad de que la infección
resuelva sin tratamiento, permanezca latente o se active. Los focos infecciosos pueden dejar
cicatrices fibronodulares en los ápices de uno o ambos pulmones (focos de Simon, que
generalmente se generan como resultado de la llegada por vía hematógena desde otro sitio
de infección) o pequeñas zonas de consolidación (focos de Ghon). Un foco de Ghon con
afectación ganglionar es un complejo de Ghon que, si se calcifica, se llama complejo de
Ranke. La prueba de la tuberculina (ver Tuberculosis (TBC) : Prueba cutánea) y los ensayos
de liberación de interferón gamma en sangre (IGRA) se positivizan durante la fase latente de
la infección. Los sitios de infección latente son procesos dinámicos, no del todo inactivos
como se creía antes.
Con menor frecuencia, el foco primario progresa inmediatamente y causa una enfermedad
aguda con neumonía (a menudo cavitaria), derrame pleural y aumento significativo del
tamaño del mediastino o los ganglios linfáticos hiliares (que, en los niños, pueden comprimir
los bronquios). Los derrames pleurales pequeños son sobre todo linfocíticos, contienen
típicamente pocos microorganismos y resuelven en pocas semanas. Esta secuencia puede
observarse con mayor frecuencia en niños pequeños y en pacientes inmunodeficientes
infectados recientemente o reinfectados. La TBC extrapulmonar puede aparecer en cualquier
sitio y manifestarse sin evidencias de compromiso pulmonar. Las adenopatías tuberculosas
son la presentación extrapulmonar más común; no obstante, la meningitis es la más temida
debido a su elevada tasa de mortalidad en los extremos de la vida.
Enfermedad activa
Las personas sanas que están infectadas por TBC tienen un riesgo del 5 al 10% de
desarrollar la enfermedad activa durante su vida, aunque el porcentaje varía de manera
significativa según la edad y otros factores de riesgo. En el 50 al 80% de las personas con
enfermedad activa, la TBC se reactiva dentro de los primeros 2 años, pero ésta puede
manifestarse también varias décadas más tarde. Cualquier órgano sembrado por la infección
primaria puede alojar un foco de reactivación, aunque se identifican con mayor frecuencia en
los vértices pulmonares, lo que puede deberse a las condiciones más favorables, como la
tensión elevada de O2. Los focos de Ghon y los ganglios linfáticos hiliares comprometidos
tienen menos probabilidades de reactivarse.
Las patologías que deterioran la inmunidad celular (que es esencial para la defensa contra la
tuberculosis) facilitan significativamente la reactivación. Por lo tanto, los pacientes
coinfectados por el HIV tienen un riesgo del 10% anual de desarrollar la enfermedad activa.
Otras patologías que facilitan la reactivación, pero en menor medida que la infección por
HIV, son la diabetes, el cáncer de cabeza y cuello, la gastrectomía, la cirugía de derivación
yeyunoileal, la enfermedad renal crónica dependiente de diálisis, y la pérdida de peso
significativa. Los medicamentos que suprimen el sistema inmunitario también facilitan el
desarrollo de tuberculosis activa. Los pacientes que requieren inmunosupresión después de
un trasplante de órganos sólidos presentan mayor riesgo, pero otros inmunosupresores,
como los corticosteroides y los inhibidores del TNF, también causan reactivación. El
tabaquismo es también un factor de riesgo.
La TBC lesiona los tejidos a través de una reacción de hipersensibilidad retardada (ver Tipo
IV), que provoca necrosis granulomatosa típica con aspecto histológico de necrosis caseosa.
Las lesiones pulmonares suelen ser cavitarias, en especial en pacientes inmunodeficientes
con compromiso de la hipersensibilidad retardada. El derrame pleural se encuentra con
menor frecuencia que en la TBC primaria progresiva, pero puede aparecer como resultado
de la extensión directa de la infección o de la diseminación por vía hematógena. La rotura de
una lesión tuberculosa grande en el espacio pleural puede causar un empiema con o sin
fístula broncopleural, y a veces neumotórax. En la era previa a la quimioterapia, el empiema
tuberculoso podía complicar el tratamiento de un neumotórax inducido por fármacos y
producía la muerte rápidamente, y también podía hacerlo una hemoptisis súbita masiva
secundaria a la erosión de la arteria pulmonar por una cavidad en vías de proliferación.
La evolución de la enfermedad varía mucho en función de la virulencia del microorganismo y
de las defensas del huésped. La evolución puede ser rápida en miembros de poblaciones
aisladas (p. ej., los nativos americanos) quienes, a diferencia de muchos europeos y sus
descendientes americanos, no han experimentado siglos de presión selectiva para desarrollar
la inmunidad innata o natural a la enfermedad. En las poblaciones europea y
estadounidense, la evolución es más silenciosa y lenta.
En la TBC pulmonar activa, incluso moderada o grave, los pacientes pueden no presentar
síntomas, salvo “no sentirse bien”, con anorexia, cansancio y pérdida de peso, que aparecen
gradualmente a lo largo de varias semanas, o pueden aparecer síntomas más específicos. La
tos es muy frecuente. Al principio, la tos puede ser poco productiva con esputo amarillo o
verde, en general al levantarse a la mañana, pero puede tornarse más productiva a medida
que la enfermedad avanza. La hemoptisis sólo aparece en presencia de TBC cavitaria (debido
al daño granulomatoso de los vasos, o a veces a la proliferación de hongos en una cavidad).
Con frecuencia, aunque no siempre, los pacientes presentan fiebre. La sudoración nocturna
profusa es un síntoma clásico, pero no es frecuente ni específica de TBC. El paciente puede
presentar disnea debido a la lesión del parénquima pulmonar, el desarrollo de un
neumotórax espontáneo o de TBC pleural con derrame.
Cuando el paciente muestra coinfección con HIV, la presentación clínica suele ser atípica
debido al compromiso de la hipersensibilidad retardada; los pacientes tienen más
probabilidades de presentar síntomas de enfermedad extrapulmonar o generalizada.
Radiografía de tórax
Una vez que se diagnostica la tuberculosis, los pacientes deben hacerse una prueba para la
infección por HIV, y en aquellos con factores de riesgo para hepatitis B o C deben rastrearse
estos virus. Generalmente se realizan pruebas para conocer los valores basales de la función
hepática y renal.
Radiografía de tórax
En los adultos, el hallazgo de un infiltrado multinodular por encima o por detrás de la
clavícula es más característico de la TBC activa; sugiere la reactivación de la enfermedad. Se
lo visualiza mejor en una vista apical lordótica o con TC de tórax. Los infiltrados pulmonares
en el lóbulo medio e inferior son inespecíficos, pero deben hacer sospechar una TBC primaria
en pacientes (en general jóvenes) con síntomas o antecedentes de exposición que indiquen
que se produjo una infección reciente, en especial en presencia de derrame pleural. Pueden
hallarse ganglios linfáticos hiliares calcificados, que pueden haberse desarrollado durante la
infección primaria, pero que también pueden ser secundarios a una histoplasmosis en áreas
donde esta infección es endémica (p. ej., Ohio River Valley).
Examen y cultivo del esputo
Las pruebas de esputo constituyen el pilar fundamental para el diagnóstico de la tuberculosis
pulmonar. Si el paciente no puede producir esputo en forma espontánea, es posible utilizar
solución salina hipertónica en aerosol para inducirlo. Si esta maniobra no tiene éxito, pueden
obtenerse lavados bronquiales mediante broncoscopia de fibra óptica, ya que estas pruebas
son bastante sensibles. Debido a que la inducción de la producción de esputo y la
broncoscopia implican algún riesgo de infección para el personal médico, estos
procedimientos deben realizarse como último recurso en casos seleccionados. deben
implementarse las precauciones apropiadas (p. ej., habitación con presión positiva, N-95 u
otros respiradores apropiados).
Aunque la presencia de BAAR en una muestra de esputo sugiere con intensidad TBC, el
diagnóstico de certeza requiere un cultivo de micobacterias positivo o una prueba de
amplificación de los ácidos nucleicos. También debe pedirse un cultivo para aislar las
bacterias con el fin de determinar la susceptibilidad a los antibióticos y el genotipo. El cultivo
puede detectar hasta 10 bacilos/mL de esputo y se puede hacer en medios sólidos o
líquidos. Sin embargo, pueden necesitarse hasta 3 meses para la confirmación final de los
resultados del cultivo. Los medios líquidos son más sensibles y más rápidos que los medios
sólidos, con resultados disponibles en 2 a 3 semanas.
Las pruebas de amplificación de ácidos nucleicos para TBC pueden acortar el tiempo de
diagnóstico de 1 o 2 semanas a 1 o 2 días; algunas de las pruebas disponibles
comercialmente pueden proporcionar resultados (incluyendo la identificación de la
resistencia a la rifampicina) en 2 horas. No obstante, en áreas con baja prevalencia, estas
pruebas sólo suelen llevarse a cabo en muestras con frotis positivos. Están aprobadas para
muestras con frotis negativos, y están indicadas cuando se sospecha la infección y el
diagnóstico rápido resulta fundamental para implementar el tratamiento médico o medidas
de salud pública. Algunas pruebas de amplificación de ácidos nucleicos son más sensibles
que la baciloscopia y tan sensibles como el cultivo para el diagnóstico de la tuberculosis.
Si los resultados de la baciloscopia y las pruebas de amplificación de ácidos nucleicos
confirmatorias son positivos, debe sospecharse TBC e iniciarse el tratamiento. Si el resultado
de las técnicas de amplificación de ácidos nucleicos es positivo y el de la tinción con ácido y
alcohol es negativo, debe evaluarse una nueva muestra con técnicas de amplificación de los
ácidos nucleicos. Puede presumirse que el paciente tiene TBC si ≥ 2 muestras ofrecen
resultados positivos en las técnicas de amplificación de ácidos nucleicos. Si ambas pruebas
son negativas, debe emplearse el juicio clínico para determinar si es necesario iniciar el
tratamiento antituberculoso mientras se aguardan los resultados del cultivo.
Las pruebas para determinar la susceptibilidad a los fármacos deben pedirse en las
muestras iniciales de todos los pacientes para definir un régimen antituberculoso eficaz.
Estas pruebas deben repetirse si los pacientes siguen produciendo esputo que dan cultivos
positivos después de 3 meses de tratamiento o si los cultivos se positivizan tras un período
de cultivos negativos. Los resultados de las pruebas de susceptibilidad pueden tardar hasta 8
semanas si se emplean los métodos bacteriológicos convencionales, pero varias pruebas
moleculares nuevas pueden identificar resistencia a rifampicina o a rifampicina e isoniacida
en una muestra de esputo en pocas horas.
Prueba cutánea
La prueba con múltiples púas (tine test) ya no se recomienda. Suele pedirse una prueba PCT
(Mantoux o PPD [purified protein derivative, derivado proteico purificado]), a pesar de que
detecta tanto la infección latente como la activa y no confirma su actividad. La dosis
convencional en los Estados Unidos es de 5 unidades de PPD en 0,1 mL de solución, que se
inyectan en la cara anterior del antebrazo. Resulta crucial aplicar la inyección por vía
intradérmica y no subcutánea. La reacción inmediata consiste en la formación de una
ampolla de límites netos o una roncha bien definida. Luego, debe medirse el diámetro de la
induración (no el eritema) transversal al eje longitudinal entre 48 y 72 horas después de la
inyección. Los valores de corte recomendados para que la reacción se considere positiva
dependen de la situación clínica:
5 mm: pacientes con riesgo elevado de desarrollar TBC activa si están infectados,
como los que presentan evidencias radiológicas de TBC antigua, pacientes
inmunodeficientes debido a infección por TBC o fármacos (p. ej., inhibidores del TNF-
α, corticoides equivalentes a 15 mg de prednisona/día durante > 1 mes) o que tienen
contactos cercanos con infección tuberculosa
10 mm: pacientes con algunos factores de riesgo, como drogadictos por vía
intravenosa, inmigrantes recientes de áreas con prevalencia elevada, residentes en
situaciones de riesgo (p. ej., prisiones, asilos para individuos sin hogar), pacientes con
algunas enfermedades específicas (p. ej., silicosis, insuficiencia renal, diabetes, cáncer
de cabeza o cuello) y pacientes sometidos a gastrectomía o cirugía yeyunoileal
15 mm: pacientes sin factores de riesgo (que no deben evaluarse)
Los resultados pueden ser falsos negativos, con mayor frecuencia en pacientes afebriles,
infectados por HIV (sobre todo si el recuento de CD4+ es < 200 células/μL) o en individuos
en mal estado general, muchos de los cuales no reaccionan a ninguna prueba cutánea
(anergia). La anergia se puede deber a la presencia de anticuerpos inhibidores o a la
movilización de un número desmedido de células T al sitio enfermo, lo que deja muy pocos
linfocitos para desarrollar una reacción cutánea significativa. Pueden obtenerse resultados
falsos positivos si los pacientes tienen infecciones por micobacterias no tuberculosas o han
recibido la vacuna BCG. Sin embargo, el efecto de la vacuna BCG en la prueba de tuberculina
se desvanece después de varios años; después de este tiempo, una prueba positiva es
probable que sea debido a la infección por TBC.
IGRA
La sigla IGRA identifica una prueba en sangre que evalúa la liberación de interferón-γ por
linfocitos expuestos in vitro a antígenos del bacilo tuberculoso. Aunque los resultados de la
prueba IGRA no siempre coinciden con los de la PCT, parecen ser igual de sensibles y
específicos en las investigaciones de contacto. Debe destacarse que estas pruebas suelen ser
negativas en pacientes con infección tuberculosa de larga data. En la actualidad, se realizan
estudios a largo plazo para determinar si los pacientes con PCT positiva y prueba de
liberación de interferón-γ negativa (en particular inmunodeficientes) presentan un riesgo
bajo de reactivación.
Pronóstico
En los pacientes inmunocompetentes con TBC pulmonar susceptible a todos los fármacos,
incluso con la enfermedad grave con cavidades grandes, la terapia adecuada suele ser
curativa si se instituye y se completa. No obstante, la TBC causa la muerte o contribuye a
ésta en alrededor del 10% de los casos, con frecuencia en individuos debilitados debido a
otras razones. La TBC generalizada y la meningitis tuberculosa pueden ser fatales en hasta
el 25% de los pacientes aunque se instituya el tratamiento óptimo.
Tratamiento
La mayoría de los pacientes con TBC no complicada y todos aquellos con enfermedades que
complican a la TBC (p. ej., sida, hepatitis, diabetes), reacciones adversas a fármacos o
resistencia a fármacos deben derivarse a un especialista en TBC. (Véase también la Joint
Statement de la American Thoracic Society, Centers for Disease Control and Prevention, y de
la Infectious Diseases Society of America: Treatment of Tuberculosis). La mayoría de los
pacientes con TBC pueden ser tratados como pacientes ambulatorios, con instrucciones
sobre cómo prevenir la transmisión que incluyan
Permanecer en el hogar
Hospitalización
Las principales indicaciones de internación son las siguientes
Enfermedad grave concomitante
Perlas y errores
El manejo óptimo de los pacientes requiere una supervisión cada vez mayor por parte del
personal de salud pública, que debe ser testigo del consumo de cada dosis de cada fármaco,
estrategia denominada terapia bajo observación directa. Esta estrategia aumenta del 61 al
86% la probabilidad de completar el tratamiento (91% en el caso de la terapia de
observación directa mejorada, que agrega incentivos y refuerzos positivos, vales para el
transporte, guarderías, asistentes sociales y alimentos). La terapia bajo observación directa
es importante, especialmente
Los departamentos de salud pública suelen enviar profesionales al domicilio para identificar
potenciales impedimentos del tratamiento (p. ej., pobreza extrema, vivienda inestable,
problemas en el cuidado de los niños, alcoholismo, enfermedad mental), para detectar casos
activos y para evaluar a los contactos cercanos. Estos últimos son personas que comparten
el mismo espacio durante períodos prolongados, típicamente compañeros de cuarto o de
vivienda, aunque también pueden ser personas que trabajan, estudian o concurren a sitios
recreativos juntas. La duración precisa y el grado de contacto que expone al riesgo varían
porque los mismos pacientes con TBC pueden presentar diferentes grados de capacidad de
contagio. En los pacientes muy contagiosos, como en los casos en que varios miembros de la
familia están infectados o tienen pruebas cutáneas positivas, o incluso en el caso de
contactos relativamente casuales (p. ej., pasajeros que toman siempre el mismo autobús),
deben pedirse pruebas cutáneas y buscar la infección latente en todos los contactos
(ver Tuberculosis (TBC) : Cribado). Los pacientes que no infectan a sus contactos cercanos
tienen pocas probabilidades de infectar a contactos casuales.
El EMB se administra por vía oral y es el fármaco de primera elección mejor tolerado. Su
principal toxicidad es la neuritis óptica, frecuente en dosis más elevadas (p. ej., 25 mg/kg) y
en pacientes con compromiso de la función renal. Los pacientes con neuritis óptica
manifiestan una incapacidad inicial de distinguir el azul del verde, seguida de una
disminución de la agudeza visual. Dado que ambos síntomas se revierten si se detectan
tempranamente, los pacientes deben someterse a una evaluación basal de la agudeza visual
y la visión en colores y se les debe preguntar todos los meses si notaron cambios en su
visión. En los pacientes que toman EMB durante > 2 meses o en dosis superiores a las
indicadas en la tabla anterior se deben evaluar mensualmente la agudeza visual y la visión
de los colores. Se justifica la implementación de otras medidas preventivas en presencia de
limitaciones por el lenguaje o barreras culturales. Debido a razones similares, suele evitarse
el EMB en los niños pequeños, que no pueden leer los optómetros para evaluar la agudeza
visual, aunque puede indicarse si se considera necesario debido a resistencia o a tolerancia a
otros fármacos. En caso de que se desarrolle neuritis óptica, el EMB se reemplaza por otro
medicamento. Este fármaco puede administrarse con seguridad durante el embarazo. La
resistencia al EMB es menos frecuente que aquella a otros fármacos de primera elección.
La estreptomicina, que una vez fue el aminoglucósido empleado con mayor frecuencia, es
muy eficaz y actúa como bactericida. La resistencia a este fármaco aún es relativamente
infrecuente en los Estados Unidos, pero es más común en el resto del mundo. La
penetración en el LCR es escasa y no debe indicarse la administración intratecal si se cuenta
con otros fármacos eficaces.
Los efectos adversos relacionados con la dosis abarcan lesión tubular renal, lesión vestibular
y ototoxicidad. La dosis es de aproximadamente 15 mg/kg por vía intramuscular. La dosis
máxima es generalmente de 1 g en adultos, que se reduce a 0,75 g [10 mg/kg] en
individuos ≥ 60 años. Con el fin de reducir los efectos adversos relacionados con la dosis,
suele indicarse solamente 5 días a la semana durante hasta 2 meses. Luego, si se considera
necesario, el fármaco puede administrarse 2 veces a la semana durante otros 2 meses . En
los pacientes con insuficiencia renal, la frecuencia de la dosis debe reducirse (p. ej., entre 12
y 15 mg/kg/dosis 2 o 3 veces a la semana). Deben realizarse controles con evaluaciones
apropiadas del equilibrio, la audición y la concentración sérica de creatinina. Entre las
reacciones alérgicas, cabe citar el exantema, la fiebre, la agranulocitosis y la enfermedad del
suero. A menudo, la inyección provoca eritema y parestesias periorales, que desaparecen
rápidamente. La estreptomicina está contraindicada durante el embarazo porque puede
causar toxicidad vestibular y ototoxicidad en el feto.
La kanamicina y la amikacina pueden mantener su eficacia aunque se desarrolle
resistencia a la estreptomicina. Sus toxicidades renales y neurológicas son similares a las de
la estreptomicina. La kanamicina es el fármaco inyectable más utilizado para la TBC
resistente a fármacos.
La capreomicina, un bactericida no aminoglucósido relacionado que se administra por vía
parenteral, presenta dosificaciones, niveles de eficacia y efectos adversos semejantes a los
de los aminoglucósidos. El fármaco es importante en caso de TBC multirresistente porque las
cepas resistentes a la estreptomicina suelen ser susceptibles a la capreomicina y, además, se
tolera un poco mejor que los aminoglucósidos cuando se requiere su administración durante
un período prolongado.
Algunas fluoroquinolonas (levofloxacina, moxifloxacina) son los fármacos más activos y
seguros contra la TBC después de la INH y la RIF, pero no se consideran de primera elección
en la TBC susceptible a INH y RIF. El moxifloxacina parece ser tan activo como la INH
cuando se administra junto con RIF.
Otros fármacos de segunda elección son la etionamida, la cicloserina y el ácido
paraaminosalicílico (PAS). Son menos eficaces y más tóxicos que los de primera elección,
pero son fundamentales para el tratamiento de la TBC multirresistente a fármacos.
Resistencia a fármacos
La resistencia a los medicamentos se desarrolla a través de mutaciones genéticas
espontáneas. El tratamiento incompleto, errático o con un solo fármaco selecciona a estos
microorganismos resistentes. Una vez que una cepa resistente a un fármaco se desarrolla y
prolifera, puede adquirir resistencia a otros fármacos a través del mismo proceso. De esta
forma, el microorganismo puede llegar a ser resistentes a múltiples antibióticos en varios
pasos.
Existen varios fármacos antituberculosos nuevos que pueden ser activos contra las cepas
resistentes y se encuentran en fase preclínica o clínica de investigación, pero no estarán
disponibles hasta dentro de varios años. Asimismo, salvo que se refuercen los programas
terapéuticos (p. ej., mediante la supervisión estricta de cada dosis y el mejor acceso a los
cultivos y las pruebas de susceptibilidad), lo más probable es que surja resistencia
progresiva a los fármacos nuevos.
El tratamiento exitoso de la TBC resistente depende del uso de múltiples fármacos activos
simultáneamente, de manera que cualquier resistencia a un medicamento es contrarrestada
por los efectos de un segundo, tercero o cuarto fármaco. Además, todas las drogas del
régimen deben tomarse escrupulosamente durante un período prolongado. Cualquier falla en
la adherencia puede conducir a la aparición de otra resistencia y/o al fracaso del
tratamiento.
Regímenes terapéuticos
El tratamiento de todos los pacientes con TBC de reciente comienzo no sujetos a tratamiento
debe constar de
Una fase intensiva inicial de 2 meses de duración
La fase intensiva inicial se realiza con 4 antibióticos: INH, RIF, PZA y EMB
(ver Dosificación de los fármacos antituberculosos orales de primera elección* para conocer
la dosificación). Estos fármacos pueden administrarse 1 vez al día durante esta fase o por 2
semanas, para luego cambiar a 2 o 3 veces a la semana durante 6 semanas adicionales. La
administración intermitente (en general con dosis más altas) suele ser satisfactoria debido al
crecimiento lento de los bacilos tuberculosos y al efecto residual de los antibióticos sobre el
crecimiento (el crecimiento bacteriano suele retrasarse durante bastante tiempo aunque el
nivel de antibióticos se encuentre por debajo de la concentración inhibidora mínima). No
obstante, se recomienda la terapia cotidiana en los pacientes con TBC multirresistente a
fármacos o con coinfección por HIV. Pueden administrarse regímenes con dosis menos
frecuentes en forma de terapia bajo observación directa, porque cada dosis es muy
importante.
Transcurridos 2 meses de tratamiento intensivo con 4 fármacos, suelen suspenderse la PZA y
el EMB, aunque esto depende del patrón de susceptibilidad de la cepa original.
Otros tratamientos
A veces está indicada la resección quirúrgica de una cavidad tuberculosa persistente o de
una región de tejido pulmonar necrótico. La principal indicación de este procedimiento es la
persistencia de cultivos positivos con cepas multi o superresistentes de bacilos tuberculosos
en pacientes que tienen una región pulmonar necrótica, en la cual los antibióticos no pueden
penetrar. Otras indicaciones de resección incluyen hemoptisis incontrolable y estenosis
bronquial.
Las pruebas de cribado para identificar la infección tuberculosa latente consisten en PCT o
pruebas de liberación de interferón-γ. Las indicaciones para solicitarlas son las siguientes
Factores de riesgo para la exposición a TBC (p. ej., personas que inmigraron hace
menos de 5 años de áreas con riesgo elevado, pacientes indigentes, drogadictos por
vía intravenosa, profesionales sanitarios específicos, como fisioterapeutas y
profesionales que trabajan con poblaciones con alto riesgo)
Factores de riesgo para el desarrollo de TBC activa (p. ej., infección por HIV u otra
inmunodeficiencia, gastrectomía, derivación yeyunoileal, silicosis, insuficiencia renal,
diabetes, cáncer de cabeza o cuello, edad > 70 años)
Inmunosupresión terapéutica con corticoides, inhibidores del TNF o quimioterapia para
el cáncer
En los Estados Unidos, la mayoría de los niños y otras personas sin factores de riesgo
específicos para TBC no deben evaluarse para evitar reacciones falsas positivas.
Una PCT o una prueba de liberación de interferón-γ positiva (ver Tuberculosis (TBC) :
Prueba cutánea para conocer los criterios) sugiere una infección latente. En los pacientes
con alguna de estas pruebas positiva, deben buscarse otros factores de riesgo clínicos y
epidemiológicos y solicitarse una radiografía de tórax que, en caso de revelar anomalías
compatibles con TBC, debe conducir al médico a la realización de las pruebas mencionadas
para detectar TBC activa, como examen microscópico y cultivo de una muestra de esputo.
En el sitio web de los Centers for Disease Control and Prevention (CDC), pueden encontrarse
guías actualizadas para la evaluación y el tratamiento de la infección tuberculosa latente
(www.cdc.gov).
Reacción de refuerzo
Algunos pacientes expuestos al bacilo tuberculoso hace mucho tiempo, vacunados con BCG o
infectados por micobacterias no tuberculosas pueden presentar reacciones negativas en la
PCT o en la prueba de liberación de interferón-γ. No obstante, la PCT puede reforzar la
inmunidad y otra evaluación realizada tan solo 1 semana después o hasta varios años más
tarde puede ofrecer resultados positivos (reaccción de refuerzo). En consecuencia, en las
personas que se evalúan regularmente (trabajadores sanitarios), la segunda prueba será
positiva, lo que puede crear la falsa impresión de una infección reciente (con indicación
consiguiente de evaluaciones adicionales y tratamientos). Si se indican pruebas recurrentes
para detectar la infección latente, debe solicitarse una segunda PCT entre 1 y 4 semanas
después de la primera para identificar una reacción de refuerzo (porque la conversión en ese
intervalo breve es muy poco probable). La PCT subsiguiente se realiza e interpreta en la
forma habitual.
Las nuevas pruebas de liberación de interferón-γ para detectar la TBC latente no requieren
la inyección de antígenos y, en consecuencia, no causan reacción de refuerzo. Asimismo, no
reciben influencias de reacciones de hipersensibilidad preexistentes generadas por la vacuna
BCG o por la infección por micobacterias ambientales diferentes de M. kansasii, M.
szulgai y M. marinum.
Personas con PCT que viró de negativa a positiva en los 2 años anteriores
Personas con cambios radiológicos compatibles con TBC antigua pero sin evidencias
de TBC activa
Todo niño < 5 años que mantenga un contacto estrecho con una persona con frotis
positivo para TBC, en forma independiente de si presenta conversión de la PCT
Otros individuos con resultado positivo incidental en una PCT o una prueba de liberación de
interferón-γ pero sin estos factores de riesgo suelen tratarse con los fármacos indicados para
la TBC latente, pero los médicos deben considerar los riesgos individuales de la toxicidad
farmacológica y compararlos con los beneficios del tratamiento.
El tratamiento suele basarse en INH, salvo que se sospeche resistencia (p. ej., en caso de
exposición a un paciente con resistencia a INH). La dosis de INH es de 300 mg 1 vez al día
durante 9 meses en la mayoría de los adultos y 10 mg/kg durante 9 meses en los niños. Una
alternativa para los pacientes resistentes o intolerantes a la INH es 600 mg de RIF 1 vez al
día durante 4 meses. La terapia observada con INH más rifapentina, administradas una vez
por semana durante 3 meses, también es eficaz.
Prevención
Deben cumplirse las medidas preventivas generales (p. ej., permanecer en el domicilio,
evitar los visitantes, cubrirse la boca al toser con un pañuelo de papel o la mano,
ver Tuberculosis (TBC) : Tratamiento).
Vacunación
La vacuna BCG, fabricada a partir de una cepa atenuada de M. bovis , se administra
a > 80% de los niños del mundo, sobre todo en países con prevalencia elevada de la
enfermedad. La eficacia promedio global sólo alcanzaría el 50%. La BCG claramente reduce
la incidencia de TBC extratorácica en los niños, en especial de meningitis, y puede prevenir
la infección por TBC. Por lo tanto, se considera que vale la pena administrarla en regiones
con alta prevalencia. La inmunización con BCG tiene pocas indicaciones en los Estados
Unidos, salvo ante la exposición inevitable de un niño a un paciente con TBC contagiosa que
no puede recibir tratamiento eficaz (por TBC pre-superresistente o superresistente a
fármacos) y puede ser necesaria la vacunación de los trabajadores sanitarios no infectados
expuestos regularmente a TBC multi o superresistente.
Si bien la vacuna BCG suele positivizar la PCT, la reacción suele ser de menor magnitud que
la respuesta observada con la infección tuberculosa natural y suele desaparecer con mayor
rapidez. La reacción de la PCT inducida por BCG rara vez es > 15 mm, y 15 años después de
la aplicación de la vacuna raramente es > 10 mm. Los CDC recomiendan atribuir todas las
reacciones de la PCT en niños vacunados con BCG a una infección tuberculosa (con la
administración del tratamiento apropiado), porque la infección latente no tratada puede
provocar complicaciones graves. Los resultados de IGRA no están influenciados por la
vacunación con BCG, e idealmente deben utilizarse en pacientes que han recibido la vacuna
para asegurar que la respuesta a PCT se debe a la infección por M. tuberculosis.
Poblaciones especiales
Niños
Los niños infectados con tuberculosis son más propensos que los adultos a desarrollar la
enfermedad activa, que habitualmente se manifiesta como enfermedad extrapulmonar. La
linfadenitis (escrófula) es la manifestación extrapulmonar más común , pero la TBC también
puede afectar las vértebras (enfermedad de Pott), las epífisis altamente vasculares de los
huesos largos, o el SNC y las meninges. La presentación clínica de la TBC activa en los niños
varía, por lo que el diagnóstico es difícil. La mayoría de los niños presenta pocos síntomas,
más allá de una tos estridente.
La obtención de una muestra para cultivo a menudo requiere una aspiración gástrica, la
inducción de esputo, o un procedimiento más invasivo como el lavado broncoalveolar. El
signo hallado con mayor frecuencia en la radiografía de tórax es la adenopatía hiliar, pero
también pueden detectarse atelectasias segmentarias. Las adenopatías pueden agrandarse,
incluso después de iniciada la quimioterapia, y provocar atelectasias lobulares, que en
general se resuelven durante el tratamiento. La enfermedad cavitaria es menos frecuente
que en los adultos, y la mayoría de los niños albergan muchos menos microorganismos y no
contagian la enfermedad. Las estrategias de tratamiento son similares a las de los adultos,
pero los medicamentos deben ser dosificado estrictamente de acuerdo con el peso del niño
(ver Dosificación de los fármacos antituberculosos orales de primera elección*).
Adultos mayores
La reactivación de la enfermedad puede comprometer todos los órganos, aunque los
afectados con mayor frecuencia son los pulmones, el encéfalo, los riñones, los huesos
largos, las vértebras o los ganglios linfáticos. La reactivación puede causar pocos síntomas y
pasar inadvertida durante semanas o meses, lo que retrasaría la evaluación apropiada. El
hallazgo frecuente de otras enfermedades en los ancianos complica aún más el diagnóstico.
Independientemente de su edad, los residentes de hogares de ancianos con resultados
negativos previos a PCT tienen riesgo de contraer la enfermedad debido a la transmisión
reciente, que puede causar neumonía apical, del lóbulo medio o del lóbulo inferior, así como
derrame pleural. La neumonía puede no reconocerse como TBC y persistir, además de
diseminarse a otras personas, mientras se trata en forma errónea con antibióticos ineficaces
de amplio espectro. En los Estados Unidos, la TBC miliar y la meningitis tuberculosa, que en
el pasado se creía que afectaban sobre todo a niños pequeños, son más frecuentes en los
ancianos.
Los riesgos y beneficios del tratamiento preventivo deben ser evaluados cuidadosamente
antes de tratar a los ancianos. La INH causa hepatotoxicidad en hasta el 4 o el 5% de los
pacientes > 65 años (en comparación con < 1% en los < 65 años). Por ello, la
quimioprofilaxis generalmente se administra a las personas mayores sólo si la induración de
la PCT aumenta ≥ 15 mm respecto de una reacción previa negativa. En los contactos
cercanos de un paciente con TBC activa y en otros individuos con riesgo elevado y PCT o
prueba de liberación de interferón-γ negativa, debe considerarse también la administración
de tratamiento preventivo, salvo que esté contraindicado.
Entre el 5 y el 10% de los pacientes infectados por HIV con TBC latente desarrolla una TBC
activa cada año, mientras que en los individuos inmunocompetentes esta infección se activa
en el mismo porcentaje en toda la vida. A comienzos de la década de 1990, la mitad de los
pacientes HIV positivos con TBC, no tratados o infectados por una cepa multirresistente
moría tras una mediana de supervivencia de sólo 60 días. En la actualidad, la evolución
mejoró un poco en los países desarrollados gracias al diagnóstico más temprano de TBC y a
la implementación de la terapia antirretroviral, aunque la TBC en pacientes HIV positivos
sigue siendo un problema grave. En los países en vías de desarrollo, la tasa de mortalidad
continúa elevada en los pacientes con coinfección por HIV y TBC multi o superresistente.
La diseminación de los bacilos durante la infección primaria suele ser mucho más extensa en
los pacientes HIV positivos. En consecuencia, un porcentaje más alto de los casos de TBC es
extrapulmonar. Los tuberculomas (lesiones en masa en los pulmones o el SNC debidas a la
TBC) son más frecuentes y destructivos. La infección por HIV disminuye la reacción
inflamatoria y la cavitación de las lesiones pulmonares. Como consecuencia, la radiografía de
tórax puede mostrar una neumonía inespecífica o incluso puede ser normal. La TBC con
frotis negativo se detecta con mayor frecuencia en pacientes con coinfección por HIV.
Debido a que es común la tuberculosis con baciloscopia negativa, la coinfección HIV-TBC a
menudo se considera un estado de enfermedad paucibacilar.