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Comentario de la película

LOS CORISTAS

Yeinis Paola Espinoza H.

Al terminar de ver la película “Los Coristas” del director Christophe Barratier,


queda la sensación de haber visto una buena película. Su tema es tan crudo
como real, su trama es tan fuerte que obliga al público a reflexionar sobre la
salud mental del escolar y sobre el buen trato a la infancia.

El niño, ente de importancia magna para que el desarrollo de una sociedad sea
óptimo; alguna vez lo fuimos o todavía lo somos, pero de algo no hay duda: es y
debe ser la mejor etapa de la vida. La mejor época para aprender a creer, a
crear, a valorar, a comportarse adecuadamente, a reír, a escuchar, a hablar, a
ser personas, a vivir… Contrapuesto a este esquema que debe guiar el
crecimiento y desarrollo de un menor, están quienes ven a los niños como una
caja de Pandora: con todos los vicios y aspectos negativos por haber; incluso
llegan a exclamar: “es que a mi no me gustan los niños”…”yo no tengo
paciencia“…”es que son una plaga”… Respetable opinión, pero he de decir que
es cuestionable desde todo punto de vista: Tú fuiste niño y aunque no te hayan
tenido paciencia no se supone que debas transmitir ése sentimiento. Me
explico: cuando un niño se comporta indisciplinadamente, hace berrinches,
roba, dice malas palabras, no hace sus tareas, es desordenado, etc. es porque
algo pasa.

Recuerdo a Freud diciendo: “El hombre nace sano y la sociedad lo corrompe”,


palabras más, palabras menos, para indicar que si bien es cierto que la
herencia es un factor tan potente como misterioso, es un hecho que nuestras
conductas son aprendidas y aprehendidas, es decir, vemos un comportamiento,
un hecho y lo grabamos de forma consciente o inconsciente, para sacarlo a
flote en cualquier momento. Desde otro punto de vista: un niño no roba por
que quiere, un niño roba y deambula por las calles por necesidad; o si no que
más quisiera un menor que dormir hasta tarde y jugar todo el día. Seré
precisa, el niño que hacía las veces de atril del coro robó; pero por qué lo hizo,
pensemos que no lo hace por gusto, lo hace por necesidad, porque quizás su
mamá en una visita le dijo que su familia estaba pasando hambre, que sus
hermanos no han podido ir al colegio; en fin hay muchas justificaciones para un
determinado comportamiento.

Ahora, remitámonos a la película y avancemos un poco en ella: una foto y un


diario permiten a dos compañeros recordar su infancia, y leemos en la puerta
de un sitio tenebroso a la vista: “Reformatorio para niños”. Analicemos el
nombre, con el nombre tenemos: para qué y por qué reformatorio de menores,
si el niño es el tesoro más precioso del mundo, si el niño se moldea de acuerdo
a la formación que se le dé. Bueno, sigamos al director: un hombre frío, con
una ley absurda “acción y reacción”. Sí, la vida es un constante accionar y
esperar la reacción de esos actos que hacemos, pero la forma en que el señor
Rachin la establece, me parece muy cuestionable; a un mal comportamiento, un
castigo, una tortura, un azote, un encierro en un lugar oscuro… volvemos a la
época de la gleba, a la época donde nadie tenía derechos. Ahora, gracias a un
sistema, que no es el mejor, pero acierta en algunas cuestiones, el niño tiene
una amplia gama de derechos (y también de deberes) que son definidas por
constituciones macro, de respeto y calidad.

Cuestiono a las personas castigadoras de una forma cruel, es cierto, un niño


tiene que aprender a respetar, a tener disciplina; pero no debemos llegar a
cosas extremas, las medidas deben ser tan inteligentes como constructivas y
cuando un niño es castigado con torturas y acciones humillantes su conciencia
va almacenando pensamientos miedosos: rencores, remordimientos, miedos,
sed de venganza, deseos reprimidos, que ¡ojo! Si no son tratados pueden
explotar y crear a un hombre como el señor Rachin, o como Hittler, tan
mencionados, pero no analizados por una muy posible escasez de afecto
durante la niñez, la cual debió de ser una pesadilla.

Ser profesor no es asunto fácil, y menos de niños en crecimiento y formación, y


aún menos de niños a los cuales se les ha inculcado que son malas personas y
a los cuales se les ha castigado fríamente; así, que ante las adversidades que
conlleva el tratar mejor a los niños, el señor Clément Mathieu, ve en los
menores un instrumento significativo para su construcción personal, y con una
idea tan innovadora como sorprendente, se lanza a prepararlos para la
construcción de un coro. Los clasifica de acuerdo a su talento y es
poderosamente relevante el que les de la importancia que merecen a cada uno
de ellos, los individualiza, algo que es cumbre para el desarrollo humano, la
constancia hace la diferencia, así que el grupo practica todas las noches hasta
convertirse en un coro de ángeles, cantan de forma tan hermosa que
conmueven a personajes por doquier; demostrando así el señor Mathieu, que
el maltrato no conduce a nada y que para centrar la atención de los menores
sólo era necesario practicar con ellos e inculcarles alguna actividad de su
interés y agrado: la música.

Hay tanto para analizar de esta película que olvidamos la extensión del
discurso. Por ejemplo, el director del reformatorio (en todo el sentido de la
palabra), una oscura persona que juzgamos por su mal comportamiento con las
personas que lo rodean, deja entrever algo clave: él no quería ser director, las
circunstancias lo obligaron. Todos sabemos que no hay nada peor que hacer
algo que no nos gusta, lo hacemos mal, con deseos frustrados y reprimidos
porque se quiere ser otra persona, quizás un médico, un abogado. El asunto
es que verlo en ocasiones jugando fútbol con los niños y que algún momento
haga aviones, revela que no vivió una infancia adecuada, que tiene sueños
reprimidos, que desea con todas su ansias ser un niño, y esto es lógico si
miramos a la niñez como la etapa más importante de nuestra existencia, él se
comporta de forma egoísta y descarga su rencor en los menores.
El joven que llega de último al lugar y desde ya clasificado por una errónea
escala en dudoso, da cuenta de un menor con serios problemas, que si nos
remitimos a su hogar y a sus pasados y vivencias, estoy segura de que
haremos descubrimientos asombrosos y entenderemos el porqué se su mal
comportamiento. Y es que toda persona esconde un pasado que deja huellas
en su vida y cada niño es el reflejo de un determinado hogar; y aunque el chico
demuestre ser el más maduro, el que más puede, el que no puede ser
derribado, su vida es tan sensible y su existencia ha de ser una tortura y sus
recuerdos una gran cruz que lo conducen a llamar la atención y hacerse
respetar y sentirse importante.

“Llamar la atención”, he querido terminar con estas palabras, ¿acaso no es


cierto que aún nosotros, en ocasiones actuamos mal para que nos vean, para
que reparen en nosotros, ¡para que se den cuenta de que existimos!? El niño
también hace lo mismo y de una mejor manera que nosotros. Y concluyo
diciendo que un orfanato o un reformatorio (hogares que quisiéramos no
existiesen, pero la vida es cruda y es innegable su papel en la sociedad) deben
constituir lugares de aprendizaje, para que los niños que no reciben las
oportunidades que brinda el tener y convivir con una familia subsanen la
escasez de afecto que conlleva la palabra “huérfano” y las desastrosas
implicaciones que conlleva el serlo y no recibir el tratamiento adecuado.

Finalmente, el niño es el reflejo de la sociedad, y si un menor se comporta mal


en clase, es irritable, es indisciplinado, no se concentra en una actividad, es
porque algo pasa con su vida; quizás es de mal humor porque no duerme bien,
no se concentra porque no come, sus padres se golpean, tiene que levantarse a
las tres de la mañana a trabajar, su madre está enferma, es huérfano o
abandonado, es maltratado, es… en fin, hay una gran cantidad de cosas que
desgraciadamente justifican el mal comportamiento y rendimiento de un menor
en sus actividades escolares, y que nos obligan a pensar antes de imponer un
castigo a un niño.

“¡Gran película la que deja una enseñanza que traspasa las fronteras del tiempo
y que es tan significativa como llena de elocuencia y misterio!”

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