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INSTITUTO PALAFOXIANO DE ESTUDIOS SUPERIOES

Asignatura: TRATADO SOBRE LA IGLESIA

Alumno: Leonel Avilés García

RECENSIÓN

LA IGLESIA COMUNIÓN Y SACRAMENTO

Para redescubrir la eclesiología de comunión, el concilio Vaticano II considera la comunión


de la eclesiológica como “la innovación de mayor transcendencia para la eclesiología postconciliar
y para la vida de la Iglesia”
Es así como comienza el documento proporcionado para esta recensión. Es cierto que a lo
largo de los siglos ha habido varios factores que han ayudado a esta idea de comunión: las guerras
mundiales que dejaron una desolación catastrófica empujando al hombre a buscar la comunidad, la
litúrgica que fue vista más bien como una devoción individualista, el escaso dialogo que había con
las Iglesias, especialmente con la ortodoxa, para entrar en un dialogo ecuménico y abordar temas
en común, y así crear un punto de aproximación a las aspiraciones eclesiológicas y eclesiales. Otro
punto importante es el Concilio vaticano II, que es considerado como el momento en que la
eclesiología recibió su carta de ciudadanía. Tanto es así que el CVII utiliza el término “comunión”
122 veces versus el CVI, que solo utilizó el mismo término solo 5 ocasiones. Hay reflexiones
postconciliares primaron el término “Pueblo de Dios” para exponer la eclesiología conciliar sin
tomar en cuenta el termino tan utilizado por el CVII: “Comunión”. Ya desde el concilio había algunas
propuestas que presentaban la “comunión” como e ¡l eje central de la eclesiología, sin embargo no
fue visto así. Es conveniente mencionar que el sínodo del ’85 advierte que la comunión eclesial no
puede ser vista como una cuestión meramente de reparto de poderes, más bien como comunión
con Dios por medios de Jesucristo en el Espíritu Santo, si es que la misma Iglesia reconoce que la
comunión es fundamental para el orden de la misma y así pronunciar de modo correcto la unidad y
diversidad.
La Koinonía, que no es un término nuevo, pero que en los círculos cristianos recibe un
contenido novedoso, incluso atrevido. En el mundo greco-romano se empleaba para designar
relaciones interpersonales, la armonía del cosmos, e incluso en los cultos sagrados paganos,
especialmente en las comidas sagradas. El AT nunca utiliza el término, es hasta el NT cuando Pedro
lo utiliza para referirse a los cristianos como “participes” (koinonoi) de la naturaleza divina.

Hay nueve perspectivas teológicas o dimensiones de la comunión fundamentales: según


JUAN DE PERGAMO, dice que “La eclesiología debe basarse sobre la teología trinitaria si quiere
ser una eclesiología de comunión”.

1. Se debe considerar la experiencia de Jesús con sus discípulos más íntimos. La adhesión a la
persona de Jesús es lo que había transformado sus vidas.
2. Pero aun no era una comunión enteramente cristiana, es sino hasta la pascua de Cristo, por
su pasión, muerte y resurrección donde el creyente experimenta el sentido pleno de
salvación.
3. Sin embargo esta koinonía se produce por el proceso de la Trinidad en cuanto actúa en la
comunidad cristiana: la salvación viene de Dios por el Hijo en el Espíritu Santo. Es el amor
trinitario que envuelve al creyente haciéndole partícipe de esta salvación.
4. La comunión se expresa en los sacramentos: el bautismo, que es el inicio de la comunión; la
participación del misterio pascual (eucaristía) donde cristo regala al creyente la nueva
filiación (heredero) en Cristo por el Espíritu Santo.
5. La Koinonía contiene una apertura eclesiológica, que permite a los participantes relaciones
interpersonales profundas, por la elevada participación de la misma. La koinonía es
considerada la base eclesiológica neotestamentaria, y la iglesia como prolongación en el
tiempo de la comunión de y con la Trinidad.
6. En la antigüedad cristiana, la koinonía se designaba como la pertenencia a un grupo humano
solidario y la iglesia como misterio de comunión que se hace presente y se realiza en la
asamblea litúrgica.
7. La misma koinonía exige, pide actitudes, acciones y estos concretos en su ejercicio. Por
ejemplo respetar las diferencias y peculiaridades de cada persona, la ayuda común entre
hermanos, (la colecta de la que habla San pablo), el amor entre hermanos, una fe autentica,
la comunión de bienes entre hermanos, la oración recíproca.
8. La koinonía posee una visión escatológica, que con el ejercicio acerca más a los creyentes a
esta meta. Está alimentada por la esperanza y la promesa que afecta el destino del hombre
y su mundo; la misma esperanza y promesa deberán abrirse camino en medio de los
obstáculos, dificultades y resistencias que surgen de la libertad de la creatura.
9. En los dramas humanos, la tensión escatológica hace que la koinonía sea dinámica. No se
cierra en la satisfacción de los beneficios y dones ya recibidos, sino que la comunión siempre
está abierta a la comunicación con el misterio trinitario.

La iglesia vive de, en y para la comunión de la santa Trinidad establecida en el seno de la


historia. Es por esto que la Iglesia justamente puede ser llamada “Sacramento de la comunión del
Dios trinitario”; porque se hace presente como Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y Templo del
Espíritu Santo. Claro que no ha sido fácil llegar a esta afirmación, ya que en siglos pasados en término
sacramento se convirtió en obstáculo para percibir la iglesia con un sabor tradicional, ya que crearía
una confusión con los siete sacramentos decretados por los concilios de Florencia y Trento. Ya en la
actualidad y gracias a la teología patrística, el termino sacramento se fue ampliando la comprensión
del mismo, convirtiéndose en la clave de lectura de la historia de la salvación y de la realidad.

En la perspectiva sintética de la Sacramentalidad de la Iglesia, se puede identificar la


identidad y misión de la misma, mostrada en desde estos ángulos:
a) La antigüedad cristiana entendida como misterio y sacramento que es en conjunto
la economía de la salvación.
b) El segundo presupuesto o ángulo, es la estructura sacramental de la realidad
humana: todo elemento simbólico remite al creyente a otra realidad: una realidad
corpóreo-espiritualidad, que sus gestos y acciones desvelan plenamente el misterio
ontológico que es accesible solo a la mirada del que acoge sin violencia lo que se le
ofrece.
c) La Iglesia es precisamente la encarnación de la gracia, que es la manifestación
victoriosa de Dios en cuanto es acogida en la libertad del hombre.
Cuando se habla de Sacramentalidad de la Iglesia, nos referimos a la que recibe de Cristo, que es el
Sacramento por excelencia. Hace presente y visible al Dios invisible. Solo centrando su mirada en
Cristo, la Iglesia se realiza su Sacramentalidad. La noción profunda del símbolo nos ofrece una mejor
comprensión: la Iglesia hace presente lo que en ella significa porque es ella misma el significado.
Las cuestiones más debatidas en cuanto a la Sacramentalidad de la eclesiología actual son las
siguientes:

• Si la Iglesia es “sacramentum salutis” desde sus orígenes de la humanidad,


entonces se puede entender el papel mediador de “misterio de salvación” para los
no cristianos.
• La realidad a su vez divina y humana, de carácter cuerpo místico y sociedad humana
se relacionan con la res y el sacramentum, en una unidad que no anula la distinción,
o sea no son dos realidades distintas, sino que es UNA realidad compleja que debe
de ser comprendida desde la analogía del misterio del verbo encarnado.
• La eclesiología católica, gira en torno al concepto sacramental de la iglesia que
legitima y justifica su servicio de mediación.
• A la luz del mysterion que la Iglesia actualiza en los sacramentos, y que son
presentados como la celebración de la Iglesia, se puede superar la visión
excesivamente eclesiocentrista. Así no se verá a la Iglesia como la que “hace” los
sacramentos, sino como lo que verdaderamente es: una Iglesia convertida y
regenerada en virtud del misterio pascual.

Para concluir esta recensión, hablaremos de la Iglesia como sacramento en la historia y en


el mundo. Es así como la consideran varios teólogos, en el sentido de que ella produce una
concientización, como tomo de conciencia de una gracia que engloba y envuelve nuestra realidad
mundana. Esta convicción eclesial no debe ser vista como algo ajeno a la acción de Dios; desde este
punto de vista la relación de la Iglesia con el mundo es inseparable y profunda. La iglesia que se ha
manifestado a través de la historia, está llamada a asumir en su carne, el destino mismo de la
revelación de Dios. La Iglesia siempre será una Iglesia de “los pobres”, de los que son capaces de ser
discípulos de un Jesús mal entendido, de los que son capaces de anteponerse ante la “sabiduría”
de los Hombres y la “locura” de Dios, de los que verdaderamente han tenido un encuentro con
Jesucristo que se manifiesta en la historia personal de cada una de las personas que están dispuestas
a tener un cambio real y radical de vida.

Personalmente pienso que la Iglesia es el medio que Dios ha puesto para la salvación de los
cristianos y que por medio de los mismos que, componen su Iglesia, el resto del mundo se pueda
salvar: “les doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. En
esto conocerán que son mis discípulos: si se tienen amor los unos a los otros” (Jn, 13, 34-35)
También pienso que Dios, para mostrarnos su amor y misericordia infinita, instituyó el medio visible
para mantenernos anclados en la esperanza y la promesa que nos hizo a través de Jesucristo: “yo
estaré con ustedes hasta el fin de los tiempos” (Mt, 28,19) y “ni las fuerzas del hades prevalecerán
contra ella” (Mt 16, 18), y que gracias a sus apóstoles, pastores y misioneros a través de los siglos,
nos han mostrado el camino que hemos de seguir: la cruz.

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