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Los antiguos egipcios creían en la vida después de la muerte. Pensaban que el alma del
difunto viajaba al Más Allá. Cuando una persona moría en el Antiguo Egipto, su cuerpo se
conservaba por medio del proceso de la momificación. Pero sólo los egipcios más ricos,
además del faraón y su familia, podían encargar su momificación, ya que era un proceso
muy costoso, además de largo: la momificación tardaba 70 días en ser finalizada.
Vendajes aplicados a las momias. Estas vendas se untaban con resina para una mejor
sujeción conservación.
Se empezaba vendando los dedos uno por uno, las extremidades y por último el resto del
cuerpo. Los brazos podían ponerse estirados a lo largo del cuerpo, o se cruzaban en el
pecho en posición osiriaca. Se terminaba con la cabeza.
Entre los vendajes se introducían amuletos y tiras de lino que recogían textos del Libro
de los Muertos. Sobre el pecho se colocaban un escarabeo alado y las imágenes de los
cuatro hijos de Horus, los dioses protectores de los órganos internos.
La cabeza de la momia se cubría con una máscara pintada, y en el caso de momias
reales, la máscara funeraria podía ser de oro, como la encontrada en la momia
de Tutankhamon.
Finalmente, la momia se introducía en uno o varios sarcófagos de madera o de
piedra que se encaban unos con otros y se entregaba a la familia para comenzar con los
ritos funerarios.
Sarcófago donde se metían la momias y momia con sudario y malla,
tal y como quedaban una vez envueltas con las vendas y cubiertas con las mallas. Esta
momia pertenece a la esposa de un sacerdote de la XXV Dinastía, hacia el 700 a.C.