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Causas
Cuando los niños están expuestos a la violencia familiar, pueden aprender a ver el mundo
como si sólo existieran dos papeles: agresor y agredido. Por ello, pueden ver la violencia
como la única alternativa ante la expresión o canalización de sus emociones y ante la
resolución de problemas. Creyendo que no hay más roles que los de víctima o victimario.
Deteriorando la relación con el entrono social.
Entorno Escolar: Varios estudios muestran que, a menudo, los profesores se crean
expectativas, positivas o negativas, respecto a sus alumnos e interactúan en público más
frecuentemente con los estudiantes de expectativas positivas. Esto da como resultado que
haya un grupo pequeño de alumnos "brillantes" que intervienen casi siempre y otro
pequeño grupo de alumnos más "lentos" que no participa casi nunca. Además, los
estudiantes de altas expectativas suelen recibir muchos elogios y, los de bajas expectativas,
muchas críticas. Así, la motivación de estos últimos disminuye y se sienten discriminados
respecto al resto de la clase. Pero esto puede ser peligroso, ya que una mala relación entre
profesor y alumno puede ser causa de ansiedad y depresión en los chicos y chicas, así como
de un descenso de su rendimiento escolar.
Consecuencias:
Puede causar un daño severo a la salud mental y física de víctimas, acosadores y de los
niños testigos de la violencia. Las víctimas pueden sufrir lesiones físicas, miedo y ansiedad.
Su rendimiento escolar decae debido a que pueden faltar a la escuela o llegar tarde, y a los
problemas para concentrarse en los estudios o la baja autoestima provocada por el acoso
constante. Las víctimas de acoso pueden rechazar participar en actividades que implican a
otros niños; pueden no hacer ninguna actividad social y comenzar a perder amistades.
Suelen estar siempre ansiosos y deprimidos. El estrés al que se ven sometidos también
afecta a su cuerpo.
Para el agresor, el acoso le dificulta la convivencia con los demás niños, le hace actuar de
forma autoritaria y violenta, llegando en muchos casos a convertirse en un delincuente o
criminal. Normalmente, el agresor se comporta de una forma irritada, impulsiva e
intolerante. No saben perder, necesitan imponerse a través del poder, la fuerza y la
amenaza, se meten en las discusiones, cogen el material del compañero sin su
consentimiento, y exteriorizan constantemente una autoridad exagerada.