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Una guía simple de los componentes del Sistema Climático de la Tierra

Introducción

Esta es una revisión básica sobre los componentes del clima de la Tierra, además de cómo y por
qué son importantes. Está dirigido principalmente a personas que son relativamente nuevas en
el tema y que desean saber más.

Al leer una gran cantidad de cobertura de los medios (y comentarios asociados), es evidente que
se está generando cierta confusión sobre qué constituye exactamente el clima de la Tierra. Con
demasiada frecuencia, ya sea por intención o por error, el término "calentamiento global" solo se
aplica a un subconjunto de una sola parte de ese sistema: el registro de la temperatura de la
superficie de la Tierra.

El clima es mucho más que eso, es un sistema complejo con varios componentes clave: la
atmósfera, la hidrosfera (océanos, lagos y ríos), la criósfera (nieve y hielo), la litosfera (suelos y
rocas) y la biosfera (seres vivos), todos los cuales interactúan y juegan un papel importante.

Los seres vivos actúan como fuentes y sumideros de carbono. La nieve y el hielo son de suma
importancia para controlar el albedo del planeta: la cantidad de luz solar que puede reflejarse
directamente en el espacio. A su vez, éstos son sensibles a las temperaturas del aire y del agua.
Los océanos actúan como sumideros y fuentes tanto de carbono como de energía térmica y son
sensibles a las condiciones atmosféricas y así sucesivamente. El siguiente gráfico mapea los
componentes clave:

Ahora veremos esos componentes de forma individual y cómo interactúan. Para facilitar la
lectura, tomémoslas en orden de aparición en el gráfico, de arriba hacia abajo.

La Criósfera

La nieve y el hielo en el planeta Tierra constan de cinco subconjuntos: los casquetes polares, el
hielo marino polar, el permafrost, los glaciares y la cubierta de nieve estacional. La mayor parte

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son los gigantescos casquetes polares que se encuentran sobre Groenlandia y la Antártida.
Ambos han estado perdiendo masa en las últimas décadas debido a un derretimiento acelerado.
Tal fusión contribuye directamente al aumento del nivel del mar.

El siguiente más importante (en términos de tamaño) es el hielo marino, que debido a sus
grandes cambios en el área de superficie durante sus temporadas de fusión y generación
estacional, es una variable importante en términos del albedo de la Tierra. El derretimiento del
hielo marino no tiene relación con los cambios en el nivel del mar. Sin embargo, sí influye en
el balance energético, ya que al haber más agua absorbe una mayor cantidad de radiación
solar entrante. En el Ártico, considerando el área de hielo marino, la extensión y el volumen de
ésta han mostrado una tendencia descendente significativa. En la Antártida, el hielo marino
presenta una débil tendencia al alza, debido a los cambios en los patrones de viento regionales,
pero no por cualquier enfriamiento imaginado. Es importante señalar que el Ártico y la Antártida
son opuestos geográficos en más de una forma: el Ártico es un océano rodeado de masas de
tierra, mientras que la Antártida es una gran masa de tierra rodeada de océano. Esta diferencia
tiene una influencia considerable en los factores que influyen en el comportamiento estacional
del hielo marino.

El tercer subconjunto es el permafrost - suelo permanentemente congelado. El permafrost es


muy importante porque contiene en su interior una gran cantidad de gases de efecto invernadero
atrapados, como el dióxido de carbono y el metano. Sin embargo, se está volviendo cada vez
más inestable en muchas áreas: el incremento de la temperatura regional, como el que ocurre en
el Ártico y áreas adyacentes, conduce al derretimiento del permafrost y a la liberación de los
gases una vez que son capaces de llegar a la superficie. Las cantidades de tales gases en
riesgo de liberación debido a la fusión del permafrost son muy importantes.

Los glaciares de montaña son de importancia climatológica principal en términos de


almacenamiento de agua. Los glaciares del Himalaya son particularmente vitales en tales
términos, proporcionando una fuente confiable de agua potable a las llanuras bajas. Los
glaciares de montaña continúan retrocediendo en todo el mundo, excepto en áreas donde el
suministro de lo que termina en hielo glacial - nieve - está aumentando, lo cual ocasiona que el
suministro de hielo supere la pérdida de hielo.

Finalmente, la capa de nieve estacional y su extensión-duración son importantes con respecto al


albedo, y cuanto menor sea su extensión, menor duración, mayor será el período durante el cual
las rocas y el suelo sobre los que se encuentra pueden recibir radiación solar entrante. La
tendencia en ambas de estas variables es decreciente.

La litosfera

La superficie del planeta actúa como sumidero de la energía solar entrante y después la vuelve a
irradiar como radiación infrarroja a medida que se calienta. El albedo también es importante
aquí: las rocas más oscuras absorben más energía solar y emiten más radiación infrarroja, por
eso el asfalto negro se siente más caliente en un soleado día de verano. También es un
importante sumidero de carbono: el dióxido de carbono disuelto en el agua de lluvia reacciona

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químicamente con algunos de los minerales que forman las rocas, originando así que el carbono
permanezca por mucho tiempo en la litosfera. La topografía es importante: las cadenas
montañosas fuerzan el aire sobre ellas, enfriándolas a medida que se eleva y mejorando las
precipitaciones. Por el contrario, debido a la mayor cantidad de lluvia, las áreas a sotavento de
las montañas reciben aire más seco y tienden a experimentar climas más secos.

Algunas perturbaciones periódicas que pueden afectar drásticamente el clima general en el corto
plazo son las erupciones volcánicas. Los volcanes son una fuente importante de dióxido de
carbono y emiten hasta 300 millones de toneladas de gas por año. Esto suena a mucho, pero
cuando se compara con las emisiones provenientes de actividades humanas -30,000 millones de
toneladas al año – vemos que es realmente poco. Sin embargo, en el pasado, en la historia
geológica se han producido erupciones fuera de escala en comparación con cualquier evento de
la historia humana y es probable que haya tenido efectos significativos sobre el clima.
Actualmente sabemos que las erupciones mayores pueden provocar efectos de enfriamiento en
la atmósfera debido a la cantidad de polvo y aerosoles volcánicos, como los compuestos de
azufre que se expulsan a varios kilómetros de la superficie, en el aire. Aunque a veces son de
naturaleza severa, tales efectos tienden a ser de corta duración debido a que la gravedad y la
lluvia devuelven la mayor parte del polvo y los aerosoles a la superficie del planeta en tan solo
unos pocos años. Por el contrario, el dióxido de carbono, que es un importante gas de efecto
invernadero permanece mucho más tiempo en la atmósfera: una vez allí, lleva mucho tiempo
deshacerse de él nuevamente.

La vida vegetal es uno de los sumideros de carbono más rápidos; las plantas incorporan el CO2
pero lo vuelven a liberar a través de la respiración vegetal, así como cuando mueren y se
descomponen, lo cual es un proceso efectivo y continuo, reciclando una gran cantidad de dióxido
de carbono todo el tiempo. Eso deja otros sumideros principales como la erosión de las rocas y
la absorción por los océanos, que son procesos mucho más lentos. Esa lentitud crea
efectivamente un cuello de botella en el sistema, lo que significa que si agregamos el gas a la
atmósfera más rápido de lo que puede reciclarse, los niveles subirán, como lo han hecho. Aquí
es importante distinguir entre este tiempo de ajuste: el tiempo (siglos) que tardan los sistemas
terrestres en eliminar una cantidad de carbono atmosférico importante (por ejemplo su
duplicación) y el tiempo de residencia atmosférica de la molécula de dióxido de carbono.

La hidrosfera

Los océanos son donde se encuentra la mayor parte del agua líquida de la Tierra y constituyen
casi el 70% de la superficie de la Tierra. Son un sumidero importante para el carbono: ambos lo
absorben directamente de la atmósfera e indirectamente a través de la erosión de las rocas. El
carbono disuelto en aguas poco profundas se precipita como carbonato de calcio, formando
conchas marinas o esqueletos de corales, entre otros. En aguas más profundas, el carbonato de
calcio se vuelve más soluble, y a cierta profundidad se disuelve más rápido de lo que se forma
(la profundidad de compensación del carbonato).

El agua de mar es débilmente alcalina, tiene un pH de poco más de 8. La escala de pH va de 0 a


14. Si el valor es 0 se considera que el pH es extremadamente ácido, cuando 7 corresponde a

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un pH neutro y si llega a 14 entonces el pH es sumamente alcalino. Sin embargo, la disolución
del exceso de dióxido de carbono en el agua de mar interfiere con su química mediante la
reducción del pH, es decir se acidifica. Es importante comprender que solo pequeños cambios
de este tipo, si son de naturaleza rápida, pueden provocar problemas importantes en los
ecosistemas marinos. Esto es simplemente porque los organismos marinos que construyen sus
caparazones o exoesqueletos a partir del carbonato de calcio que obtienen del agua de mar
están adaptados para hacerlo en un rango de pH relativamente pequeño. Fuera de ese rango y
su capacidad de adaptarse se ve gravemente disminuida. Tales organismos forman los
cimientos de las cadenas alimenticias marinas: si su existencia se ve comprometida, también lo
es la existencia de un espectro de depredadores superiores, incluido el pescado. Esta es la
razón por la acidificación de los océanos, como se llama, es un problema que requiere atención
urgente.

Los océanos, que se mueven constantemente, también absorben y transportan el calor alrededor
del planeta: más del 90% del efecto total del incremento de la temperatura está teniendo lugar
dentro de ellos. El calentamiento de la superficie ocurre a través de la radiación solar entrante y
de la adición de agua caliente de los ríos, a veces un factor importante, por ejemplo en el Ártico
ruso, donde los ríos que cruzan el continente transportan el calor hacia el norte. A medida que el
agua oceánica se calienta, se expande, lo que contribuye al aumento del nivel del mar.

En términos de energía térmica, los océanos se consideran desde hace mucho tiempo como de
tres capas: una superior de hasta 700 m, una inferior de 700-2000 m, por debajo de 2000 m, las
aguas abismales frías. El transporte de energía térmica entre las capas superior e inferior es un
factor importante en el cambio climático. La mezcla vertical de las aguas oceánicas puede ocurrir
debido a las corrientes, las corrientes descendentes y ascendentes, las tormentas-vientos
dominantes y, más localmente con las mareas.

En algunas áreas, particularmente en el Hemisferio Sur, las fluctuaciones en los patrones


climáticos persistentes conducen a periodos prolongados en los momentos en que las aguas
superficiales de la capa superior actúan como una fuente de calor especialmente fuerte o, como
alternativa, un disipador de calor. Por lo tanto, en el ejemplo más conocido, en el Océano
Pacífico, pueden causar un fuerte efecto de calentamiento atmosférico (El Niño) o enfriamiento
(La Niña) durante períodos de un año o más.

La Biosfera

Una importante fuente y sumidero de gases de efecto invernadero, especialmente dióxido de


carbono, vapor de agua y metano, es la biosfera, que es la parte viva del planeta y comprende
todos los ecosistemas, desde suelos hasta bosques, desde arrecifes de coral hasta aguas poco
profundas ricas en plancton. También incluye la humanidad, por supuesto, y sus actividades
industriales, y que consumen recursos. La biosfera tiene poco papel como fuente de calor
directa, pero los efectos indirectos debido a sus influencias masivas en los niveles de gases de
efecto invernadero son de primordial importancia. No en vano los bosques del mundo,
especialmente la gran selva amazónica, han sido llamados "los pulmones del planeta". Todo
esto se debe a la fotosíntesis: la absorción del dióxido de carbono por las plantas verdes y su

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excreción de oxígeno como un producto de desecho metabólico. Las plantas fotosintéticas,
desde las más bajas algas verde azuladas hasta los árboles más poderosos, son responsables
de la atmósfera oxigenada de nuestro planeta. Esta característica útil solo se desarrolló hace
2,400 millones de años cuando ocurrieron dos cosas: primero una explosión en la cantidad y
diversidad de cianobacterias y en segundo lugar el llenado de sumideros químicos fácilmente
disponibles para oxígeno libre (como hierro soluble en agua de mar que es oxidado, dando por
resultado la formación de los óxidos de hierro insolubles). Una vez que el oxígeno libre comenzó
a acumularse en la atmósfera, la transición hacia la composición del aire que respiramos hoy
estaba en marcha.

Sin la evolución de la vida vegetal fotosintética, ninguno de nosotros estaría aquí hoy. Al igual
que otros mamíferos, somos parte integral de la biosfera y confiamos plenamente en ella para
nuestra existencia. Sin embargo, hay pocos puntos a lo largo de la escala de tiempo geológica
donde la vida misma haya alterado significativamente la composición de la atmósfera de la
Tierra. Uno fue el evento de oxigenación antes mencionado. Otro ocurrió hace 419-299 millones
de años, un tiempo durante el cual la Tierra fue colonizada en primer lugar por una abundancia
de vida vegetal diversa. Esto causó una importante reducción del dióxido de carbono en la
atmósfera, cuyos niveles hasta ese momento eran mucho mayores. El tercer episodio de este
tipo ya está en marcha: la humanidad está desenterrando o bombeando los productos fosilizados
(carbón y petróleo) de esa vida vegetal y quemándola como fuente de energía, devolviendo una
gran parte de ese dióxido de carbono a la atmósfera.

La atmósfera

El cóctel bien mezclado de gases que rodea la superficie de la Tierra, que se extiende hacia
arriba a lo largo de varios cientos de kilómetros. Se divide en varias capas, la más baja de las
cuales es la troposfera, que es donde ocurre la mayor parte de los fenómenos relacionados con
el clima. Conteniendo el 80% de las moléculas que componen la atmósfera, varía en grosor de
acuerdo con la temperatura del aire: por lo tanto, en las regiones polares frías es menos gruesa
en comparación con los trópicos cálidos, donde puede alcanzar los 17 km de altura. En su parte
superior, la Tropopausa, hay una gran inversión de temperatura: mientras se enfría con la altitud
en la troposfera, de repente se calienta en la Tropopausa.

Por encima de la Tropopausa se encuentra la estratosfera, una gruesa capa de aire enrarecido
que se extiende hasta unos 50 km por encima de la superficie. Contiene alrededor del 20% de
las moléculas que componen la atmósfera: lo importante es que incluye una capa enriquecida en
ozono, que bloquea mucho (> 90%) la radiación ultravioleta del sol: sin esa capa de ozono, la
vida tal como la conocemos no existiría. En la parte superior de la estratosfera, la estratopausa
marca el límite con la muy fría y extremadamente enrarecida mesosfera. Aquí es donde la
mayoría de los meteoros se consumen. Contiene solo 0.1% de las moléculas en la atmósfera, es
un lugar hostil en el que las temperaturas pueden ser tan bajas como -100ºC cerca de la parte
superior, la mesopausa. La última zona, de solo unos pocos kilómetros de grosor, marca el
siguiente límite en la Termosfera de arriba, que es una capa profunda (varios cientos de
kilómetros) prácticamente sin aire, donde satélites como la Estación Espacial Internacional
orbitan alrededor del planeta.

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La atmósfera está constantemente en movimiento, al igual que los océanos y el aire que forma la
atmósfera transporta calor, humedad y nubes sobre la superficie del planeta. Las principales
zonas frontales entre masas de aire calientes y frías casi permanentes están marcadas por
corrientes de chorro a lo largo de las cuales se desarrollan sistemas meteorológicos activos. El
calor y la humedad se intercambian con todos los demás componentes del sistema
climático. El aire más cálido transporta más vapor de agua disponible para condensarse y caer
como lluvia; la lluvia transfiere calor directamente a la tierra, los ríos y los océanos: por el
contrario, el calentamiento solar directo de la tierra en condiciones favorables hace que el aire
caliente suba rápidamente, llevando consigo la humedad, para provocar tormentas convectivas.

Las nubes reflejan la radiación solar proveniente de sus blancas cimas, pero a la inversa actúan
como mantas aislantes que atrapan el calor debajo de ellas. Los gases de efecto invernadero
impiden el escape de toda la energía del calor infrarrojo que va al espacio: sin ellos, la Tierra
sería una bola de hielo congelada a su distancia del Sol. Sin embargo, el aumento constante de
las concentraciones de gases de efecto invernadero, debido a las emisiones generadas por la
quema de combustibles fósiles ha causado que en la historia de la humanidad se presente un
desequilibrio energético global, pero que es, en la historia geológica, extremadamente
pronunciado.

Interacción con la energía a diferentes velocidades

Hay un punto muy importante con respecto a la energía que interactúa en los diversos medios
descritos anteriormente, que es cuánto se calienta ese medio como respuesta a la cantidad de
energía que recibe. Esta es una propiedad medible, conocida como calor específico. El calor
específico se define como la cantidad de energía requerida para elevar la temperatura de una
masa fija de cualquier sustancia en particular en un grado Celsius. El agua tiene uno de los
valores más altos de calor específico de todos, de ahí que los océanos jueguen un papel tan
importante, ya que por esta propiedad el agua tiende a estabilizar la temperatura de los océanos.

En conclusión:

Todos los componentes del sistema climático se ven afectados por el desequilibrio de alguno de
ellos: como son el aumento de las temperaturas atmosféricas y oceánicas, la reducción del hielo
polar y glacial y el deshielo del antiguo permafrost.

Fuente: Lectura adaptada y traducida de la original: A rough guide to the components of Earth's
Climate System de John Mason publicada en el sitio Skeptikal Science el 7 de Octubre de 2013.
Recuperada de https://skepticalscience.com/earths-climate-system.html el 13 de abril de 2018.

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