INTEGRANTES
NOMBRE CODIGO
1 Wendy Lascarro 201611475587
2 Joya Víctor 201521470289
3 Cesar Pérez 201611476208
GRUPO:
DOCENTE:
Ignacio Camacho
FACULTAD DE INGENIERIA
BARRANQUILLA
2019-02
INDUSTRIA PESQUERA
El sector pesquero, más conocido como industria pesquera, es una parte del sector primario, o más bien
una actividad económica de este, que se basa completamente en la pesca y producción de pescado,
marisco y cualquier otro producto procedente del mar para su posterior consumo o incluso utilización
como materia prima.
El lugar del que procede la mayor cantidad de actividad en este terreno es el mar.
La importancia de esta industria es algo más que considerable. El pescado no solo forma parte de la
dieta del ser humano, sino que también se utiliza para dar forma a otros tantos productos que son parte
de nuestro día a día, como son por ejemplo los aceites y determinadas harinas especiales, utilizadas en
la cocina. Por tanto, hablar de ella como una parte vital de la sociedad es algo que cae por su propio
peso.
A pesar de todos sus beneficios y la importancia que posee, también trae consigo efectos negativos.
La sobreexplotación en la pesca realizada en los 90 provocó que la población de diferentes especies
marinas se viera mermada drásticamente, hasta el punto de que algunas han llegado a estar a punto de
extinguirse por completo. Hay algunas que, incluso, apuntan a desaparecer si se mantiene el ritmo de
extracción y consumo actual, como es el caso del bacalao, tan sobreexplotado en todo el mundo. Debido
a esto, han surgido diferentes tendencias que tratan de reenfocar la pesca industrial o, al
menos, cambiar su metodología por algo más sostenible y amigable tanto con las criaturas marinas
como con el entorno que las rodea y nos rodea a nosotros, los humanos. A pesar de la antigüedad que
posee este conjunto de actividades, sus avances van progresando de forma acorde a las necesidades
tanto productivas como sociales.
En definitiva, el sector pesquero es algo importante para todas las personas; pero, como ya hemos
indicado, su correcto desarrollo hace que sea también importante incluso para las especies marinas. Los
excesos están pasando factura en los mares y, gracias a las nuevas estrategias que se están planteando,
puede volver un poco atrás para que estos se recuperen de la explotación excesiva y, a su vez, permitan
que podamos seguir consumiendo sin temor a quedarnos sin existencias (Es pesca)
La falta de una política de Estado efectiva, la contaminación y la baja tecnología tienen a la industria
pesquera del país a punto de naufragar. El Gobierno busca reactivar la actividad. Algunos le echan la
culpa a la corriente de Humboldt, otros al alto precio de los combustibles para embarcaciones pesqueras
y otros muchos a la contaminación de los ríos, la actividad minera y el propio cambio climático. Lo cierto
del caso es que cada vez se pesca menos, se importa más y los hijos de los pescadores huyen del mar y
los ríos para hacer sus vidas en tierra firme.
“Es una vergüenza que, con todo el potencial que tiene el país, se importe 70% de lo que se consume en
pescados”, dijo a finales del año pasado el ministro de Agricultura, Aurelio Irragorri Valencia.
¿Por qué pasa eso en un país que se enorgullece de sus dos costas, la variedad de los ríos y una cultura
ancestral de pescadores? Parte de la respuesta es que en los últimos siglos el país priorizó su actividad
productiva en la agricultura y la ganadería, y últimamente en la minería, dejando de lado y casi postrada
la explotación pesquera. Basta con revisar algunos casos.
Hasta hace un par de décadas Buenaventura era un puerto muy activo y lleno de embarcaciones que
salían a realizar prolíficas faenas. Hoy los pocos y viejos barcos se pudren en su bahía. El promedio de
uso de estos equipos es de 50 años.
En los ríos pasa algo similar. “En los años 60 y 70 el río Magdalena era el mayor productor de peces del
país. En la cuenca se llegaron a extraer hasta 80.000 toneladas al año, hoy las cifras más optimistas
hablan de 18.000”, asegura Carlos Barreto, asesor de la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca
(Aunap).
Ante ese oscuro panorama, el país se vio obligado a importar casi todo el pescado que se vende. El
consumo per cápita de pescado es de 6 kilos al año, y en su mayoría proviene del exterior.
Según datos del Ministerio de Agricultura, la producción nacional de pescados es cercana a las 67.000
toneladas por año, mientras que la importación es de 285.592 toneladas. Las principales especies
importadas son basa, atún (conserva), salmón y crustáceos como el camarón, mientras que los
principales países de origen son Ecuador, Vietnam, Chile y Estados Unidos. Con respecto a pescado de
cultivo, en 2015 la producción piscícola fue de 103.114 toneladas, representados principalmente en
tilapias, cachamas y truchas; la producción de camarón fue de 2.200 toneladas.
“En el país había cerca de 60 embarcaciones dedicadas a la pesca de camarón, hoy solo hay entre 8 y 10
barcos activos. Las dificultades de la industria pesquera están atadas al alto precio del combustible, el
costo de las redes, que son importadas; la falta de repuestos y plantas de procesamiento y hasta la
violencia”, explica Alejandro Londoño García, director ejecutivo de la Asociación Nacional de
Promotores de Pesca y miembro del Comité de Pesca de Analdex
Entonces ¿de qué forma se recuperaría el sector pesquero en Colombia? Obviamente el potencial está,
hace falta una política efectiva que atraiga inversión y recupere la confianza en el sector. Alejandro
Londoño explicó que especies como el camarón, atún, caballas, jaibas, bonitos y la propia tilapia, que se
exporta ya a Estados Unidos, son solo algunas de las opciones que se pueden explotar de manera
extensiva. También aseguró que casi todas las regiones del país tienen potencial productivo. Si no son
costas, está el cultivo de peces. Trucha, cachama y tilapia son solo tres opciones interesantes. (Dinero,
2017)
Siempre se ha conocido del potencial que tiene Colombia en el sector por tener acceso a dos océanos,
pero ¿cuándo se le sacará provecho?
La industria pesquera tiene un potencial de desarrollo importante, pero sigue presentando un retraso en
competitividad frente a países de la región por factores como el costo de los combustibles y, ahora, la
contaminación de los ríos.
Sin embargo, el Ministerio de Agricultura, la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca y los empresarios
trabajan conjuntamente para llevar a cabo los lineamientos de política pesquera y acuícola que nunca
ha existido en el país, para intentar re potencializar el sector.
Así lo expone el director de la cámara de Industria Pesquera de la Andi, Alejandro Londoño, quien
describe las cinco principales necesidades del sector:
En todo caso, Londoño destaca el desarrollo que ha tenido la pesquería del atún, que ha logrado un nivel
de talla mundial con plantas de procesamiento importantes en Barranquilla y Cartagena. “También
existen otros segmentos que siguen ganando importancia como el camarón, donde el cultivo de la
especie ha ido creciendo de manera importante”, expone.
Sin embargo, otros segmentos del sector han sido afectados porque su potencial se encuentra
precisamente en zonas donde hay problemas de orden público que mitigan el desarrollo, sin contar los
altos costos operativos debido al alto precio del combustible, que representa hasta el 70% del proceso
de pesca.
Por esa razón, el ministro de Agricultura, Rubén Darío Lizarralde, estableció una mesa sectorial con
todos los gremios que componen la actividad, con el propósito de encontrar la manera de
repotencializar el sector para ser competitivos frente a los países de la región, “no en cantidad de
producto sino en calidad”.
Adicionalmente, el director de la Cámara dice que existen nuevos recursos que están presentes en la
zona económica exclusiva (San Andrés) y en el mar territorial, como son las sardinas y las sierras, que
son especies que pueden ser incorporadas en mayor proporción al mercado nacional y proyectarlas
como productos de exportación.
El año pasado el atún representó unas exportaciones cercanas a las US$135 millones, principalmente a
los mercados de la Unión Europea y a países de Centroamérica y el Caribe y Suramérica. “Se trata de una
industria prominente, que ha hecho las cosas bien y que ha logrado un desarrollo importante”, sostiene
Londoño.
Los otros segmentos, en su mayoría, se comercializan en el mercado nacional. La industria piscícola está
cerca de las 80.000 toneladas, de las cuales el 25% se está exportando y el resto se consume en el país.
De las tres especies de la piscicultura nacional -Trucha, Tilapia y Cachama-, el directivo de la Andi explica
que la de mejor desarrollo es la tilapia, que se consume en una cantidad importante en el mercado
nacional y, además, en el momento se está exportando en filetes hacia el mercado de los Estados
Unidos, mientras que la trucha la están comprando principalmente en Alemania.
Las exportaciones de camarón de cultivo, más el camarón de pesca, más la piscicultura pueden estar
significando cerca de US$60 millones, según Londoño.
Además, destaca otra industria importante, con un nicho creciente en el mercado europeo y en el
oriente, los peces ornamentales, los cuales significan unos ingresos de US$20 millones.
Consumo
Según las cifras de la Andi, actualmente en Colombia se consumen 6 kilogramos per cápita al año,
estimando una población de 42 millones de habitantes y 256.000 toneladas entre producción nacional e
importaciones.
En cuaresma, las ventas de pescado en el país aumentan hasta un 60%, tanto de producto nacional
como importado.
Londoño explica que el problema que existe es que debido a la contaminación de los ríos y lagunas por
el uso de agroquímicos, la minería ilegal, entre otros, la producción es menor. Así mismo, algunos
pescadores ya no adoptan los mismos procesos en el mar por los costos operativos que significa, debido
principalmente al combustible.
En ese contexto, para satisfacer la demanda, el directivo explica que el país ha tenido que acudir a las
importaciones de productos pesqueros de gran variedad de precios.
En ese contexto, de las 256.000 toneladas que se están comercializando en el país, el consumo de
producto nacional alcanza cerca de las 120.000 toneladas y el resto es importación. Pero aquí el
contrabando también hace daño, según el director de la Cámara de la Industria Pesquera de la Andi,
pues el fenómeno puede representar hasta un 40% del total de las importaciones. (Dinero, 2014)
Sobre este panorama Portafolio.co habló con Nicolás del Castillo, director de la Autoridad Nacional de
Acuicultura y Pesca (Aunap), quien destacó el aumento del consumo per cápita de pescado en Colombia,
no obstante, advirtió que el rezago del país en materia pesquera es importante:
¿Colombia es un gran consumidor de pescado?
El consumo en Colombia es muy extraño. Tenemos sitios donde el consumo per cápita es muy alto,
como el magdalena medio, Leticia y Boyacá, que duplica el consumo per cápita del país. El promedio de
Colombia está en 7 kilos y allá está alrededor de 14 kilos.
En los últimos 20 años hemos duplicado el consumo per cápita y creemos que con facilidad podemos
volverlo a duplicar en los próximos cuatro años con una buena campaña de consumo.
El pescado estrella del país es la tilapia, que se produce principalmente en la represa de Betania, en el
Huila, el segundo productor es Antioquia, que también produce trucha, y también están Meta y Tolima.
Increíblemente los mayores productores de pescado son departamentos que no tiene costa.
El mercado nacional es de unas 350.000 toneladas. Cerca de 100.000 toneladas son importadas de basa,
9.000 toneladas de camarón, 40.000 toneladas de atún enlatado y unas 7.000 toneladas de sardinas.
El sector pesquero y acuícola está relativamente atrasado respecto a Centroamérica y mucho frente a
nuestros vecinos de América del Sur. Ecuador, Perú, Chile y Argentina son potencias pesqueras.
Ecuador exporta más de 6.000 millones de dólares en productos pesqueros al año y en Colombia todo el
sector agropecuario, incluyendo el pesquero con alimentos y bebidas, llega a los 7.500 millones de
dólares, o sea que realmente es un rezago grande.
Además de que produce divisas, porque es un sector altamente exportador, genera empleo de manera
importante por cada peso invertido. Naciones Unidas y FAO informan que el sector pesquero y acuícola
en su cadena (productores, transportadores y comercializadores) generan el 12% del empleo mundial.
En Colombia, creo, no llegamos al medio por ciento.
Estimamos que existen 147.000 empleos directos, que producen unos 2,5 billones de pesos al año, y son
más de 250.000 pescadores artesanales, que extraen alrededor de 150.000 toneladas.
En el Pacífico y en el Caribe puede haber unos 30.000 pescadores, pero la mayoría de la pesca artesanal
es continental, derivada del río Magdalena, que para mi es la empresa más grande que tiene el país en
generación de empleo.
Pescar en el mar es más difícil porque tiene condiciones más complicadas de oleaje, de profundidades,
de área, entre otras. La pesca continental y en mar abierto son actividades muy diferentes. Pero
definitivamente el producto de mar vale dos o tres veces más que el producto de río y eso compensa un
poco las dificultades.
Lo que pasa es que en la pesca artesanal nos quedamos en el primer reglón, que es el botecito de un
motor con faenas de un día. La misma actividad en el mundo representa faenas que van de cinco hasta
15 días, esa pesca empieza a florecer en San Andrés.
Estamos haciendo investigación, prospección pesquera para nuevas especies. Lo estamos haciendo
particularmente con langostinos de profundidad, más conocidos en Europa como la cigala y el
carabinero, con un gran potencial de mercado.
Básicamente, lo que tenemos que ver es dónde están, cuál es la cantidad que hay disponible y definir
una pesquería y un inversionista privado que explote, no solamente sacándolos, sino que los lleven a
plantas de procesamiento en las ciudades costeras y de ahí exportar o sacar al mercado local.
Nosotros somos exportadores de atún, camarón y de tilapia. Somos grandes importadores de camarón,
basa, atún enlatado y sardina enlatada. Nuestra balanza comercial es deficitaria.
Importamos más de lo que exportamos, pero somos un país exportador que cumple con las condiciones
de calidad y estamos en la mesa de países como Japón, Francia, España, Inglaterra, Estados Unidos y
Canadá. Es decir, cumplimos con todas las características de calidad para poder exportar.
El pangasio o basa, que es de Vietnam. Es una especie de bagre que llega muy barato porque entra en
unas condiciones de mucha agua. Engañan al comprador pensado que es barato, pero es más agua.
Vamos a ver cómo podemos protegernos de esas importaciones porque definitivamente el tema del
pescado barato hace que nuestros productores tengan que bajar los precios para poder competir y en
ocasiones tienen que trabajar a pérdidas. (Portafolio, 2019)
A través de los últimos años, los titulares de publicaciones científicas, nombres de documentales o
campañas ambientalistas aluden a la indispensable necesidad de prácticas de pesca sostenible alrededor
del mundo. El ritmo actual al cual los seres humanos consumimos recursos marinos no tiene precedente
alguno. Según la Organización Mundial de la Salud, alrededor de 1.000 millones de personas a nivel
mundial dependen del pescado como su fuente principal de proteína. Adicionalmente, las Naciones
Unidas estiman que en la actualidad el 17% de las poblaciones de pescado globales se encuentran
sobreexplotadas, 52% explotadas en su totalidad, y 7% completamente agotadas.
Más aún, hemos llegado a un punto insostenible donde los frutos de la tecnología para facilitar la pesca
(sonares, equipos de redada modernos, e incluso el rastreo satelital), no permiten la estabilización de las
reservas de peces ni presentan los beneficios esperados. Según Calum Roberts, biólogo conservacionista
de a Universidad de York en Inglaterra, los pescadores hoy en día deben trabajar 17 veces más que
aquellas flotas pesqueras del siglo XIX, las cuales se caracterizaban por ser embarcaciones impulsadas
por velas, además de carecer de la tecnología mencionada anteriormente El panorama anterior nos
demuestra la necesidad inminente de una intervención para detener el deterioro del ecosistema
marino, junto a la fomentación de prácticas sostenibles para poder seguir disfrutando de los recursos a
nuestra disposición. Ahora bien, el problema yace en crear una coalición factible que acate las
necesidades de los diferentes grupos de interés, en busca de evitar un desenlace similar al sinnúmero de
ejemplos de intervenciones fallidas. Entre estas podemos aludir al caso de New Bedford, Massachussets,
donde la implementación de cuotas pesqueras significó el desplazamiento de los pescadores locales, la
consolidación de un monopolio de flotas, y por último, la instauración de una mafia sobre la industria
del bacalao.
En cuanto a Colombia, los esfuerzos por promover la sostenibilidad pesquera no han sido en vano, ya
que existe regulación, normatividad y entidades específicamente enfocados en promover esta acción. En
la actualidad, la Ley 30 (1990) tiene por objeto regular el manejo integral y la explotación racional de los
recursos pesqueros con el fin de asegurar su aprovechamiento sostenido. En resumen, a pesar de los
esfuerzos en aras de la protección, el futuro de los recursos marinos en Colombia es incierto. Como
indica Argiro Ramírez, representante del Programa Nacional de Ciencias del Mar y Recursos
Hidrobiológicos de Colciencias, “uno de los problemas han sido las decisiones que se han tomado a la
carrera por parte del gobierno nacional y han debilitado al sector de la pesca en Colombia”.
Actualmente, existe falta de información, recursos, implementación de normatividad e inexistencia de
alianzas entre las instituciones.
Soluciones viables
A pesar del atraso, Colombia se encuentra en una posición de ventaja en cuanto a la busca de soluciones
viables para fomentar la pesca sostenible. Uno de los invitados especiales, Larry Crowder, presentó una
serie de información empírica de gran utilidad para el futuro del país sobre esta cuestión. Entre estas, se
encuentra el desarrollo de prácticas de recolección de información biológica ayudarán a determinar las
poblaciones de pescados del país. El método consiste en recolectar ADN presente en pequeñas
muestras de agua salada con el fin de determinar la presencia y abundancia de las especies de peces
presentes. Por otro lado, sus estudios sobre industrias pesqueras de pequeña escala (74 para ser
exactos) esclarecen el tipo de factores que deben ser considerados para concretar soluciones factibles,
las cuales contemplan una triada entre los componentes ecológicos, los económicos, y los sociales.
Básicamente, Crowder sugiere enfocarse en aquellos orientados hacia los recursos humanos,
específicamente aquellos que tienen una consideración por el contexto coyuntural, un alto grado de
legitimidad, y por último, una alta capacidad de impacto.
Finalmente, Juan Camilo Cárdenas, decano de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes,
concluye con una serie de metas claras para desarrollar las soluciones necesarias. Inicialmente, propone
un cambio de mentalidad sobre tres aspectos claves. El primero consiste en solucionar los problemas
inminentes en los derechos de propiedad, específicamente aquellos que surgen sobre los recursos
compartidos. Segundo, se debe replantear el concepto de la reglamentación y la normatividad del
sector. Tercero, se debe cuestionar cuál es el modelo económico que se está asumiendo para los
pescadores del país.
Cárdenas nos invita a buscar soluciones a través de un análisis riguroso de la cadena de valor de los
recursos pesqueros, teniendo en cuenta la tecnología a nuestra disposición y el potencial con alianzas
entre las diferentes instituciones presentes. Adicionalmente, reitera la necesidad de los esfuerzos
integrados, los cuales implican la participación de los gremios, la sociedad civil y los particulares. De ser
así, evitaremos recaer en fracasos presentados en épocas pasadas o padecidos por otras naciones, y de
cierta forma aseguraremos la protección de los recursos pesqueros en Colombia. Adicionalmente, esta
coalición nos permitirá prepararnos para obstáculos que se avecinan sobre la pesca: la contaminación
de metales pesados en el pescado, el cual impactará de manera significativa a la industria y hasta podrá
causar un dilema de salud pública nacional.
Sin embargo, se debe tener en cuenta que la coyuntura colombiana es un gran impedimento que
Cárdenas no menciona enfáticamente. La falta de una infraestructura eléctrica, educativa y de
transporte adecuada dificulta la implementación de la visión que promueve. Consecuentemente, a pesar
de un interés por parte de los gobiernos locales y la población pesquera, la situación impide la
implementación de prácticas de pesca sostenibles, lo que a su vez nos lleva a la situación actual: la
intervención de las iniciativas privadas. A pesar de que esta opción represente el marco óptimo para el
desarrollo tecnológico y el crecimiento económico, sin una observación rigurosa por parte del Estado y
otras entidades regulatorias, esta opción permite la posibilidad de la sobre explotación o el desfalco de
recursos. Esto no solo representa un retroceso en el proceso, sino que promueve una de las afecciones
más consistentes de Colombia: la desigualdad. No obstante, no debemos ser totalmente pesimistas ya
que existen algunas iniciativas privadas con un gran potencial de cambio que podrán ser replicadas en el
país en un futuro próximo, tal como son la implementación de aquapods, de los cuales hablaremos en
artículos futuros. (esguerra, 2018)
Además de las industrias pesqueras en Colombia que se tiene conocimiento nos brinda la información
precisa (Paginas amarillas, 2019) y (El Economista, 2019)