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Facultad de Ciencias Psicológicas

Departamento de Psicología

Desarrollos del psicoanálisis II

Turno Mañana

Primer Informe: “El objeto en psicoanálisis”

Alumna: Liberal Marianela.

Docente: Maioli Silvia.

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Indice

- Introducción……………………………………………………………...pág 2.
- Desarrollo……………………………………………………..……........pág. 3.

- Conclusión……………………………………………………………...pág 15.

- Bibliografía…………………………………………………………….pág 16.

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Introducción

Este trabajo pretende un recorrido por la teoría del Objeto en Psicoanálisis, desde la

conceptualización de Sigmund Freud, quien lo teorizó por primera vez en sus tres

dimensiones, hasta Jacques Lacan, quien continuó reformulando, redireccionando y

aplicándolo a diferentes aspectos y en donde el objeto a va teniendo diferentes

funciones en el proceso del método psicoanalítico; incorporando a autores como

Winnicott, ampliando así su posibilidad de análisis en el desarrollo del mismo.

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Desarrollo

Freud aborda la teorización del objeto desde ángulos diversos. Tres grandes

dimensiones del concepto pueden delimitarse y su articulación histórica es variable, al

igual que el énfasis diferencial de Freud sobre alguna de ellas, énfasis que se organiza

en función de los problemas específicos de su práctica y de su teoría que intenta

resolver en diferentes momentos.

Desde una perspectiva teórica, el primero en ser deslindado: el objeto del deseo, el

objeto perdido de la experiencia de satisfacción alucinatoria, el objeto en juego a nivel

del proceso primario. Tenemos pues, en primer término, el objeto perdido del deseo

sexual infantil cuyo paradigma fue el objeto oral en su articulación con la experiencia

de satisfacción. El objeto del deseo como objeto propio del funcionamiento incon-

sciente permanecerá a lo largo de toda la obra freudiana.

En 1905 se suma un nuevo objeto, muy cercano al objeto del deseo, pero que no

idéntico: el objeto de la pulsión parcial. La forma en que el objeto se articula con la

pulsión parcial es a menudo confundida con la articulación del objeto con el deseo.

Sería pertinente preguntarse acerca de la intersección que se produce entre ambos:

objeto del deseo y objeto de la pulsión, manteniendo no obstante la peculiar

originalidad de cada uno de ellos.

El objeto perdido del deseo es condición de producción del objeto pulsional en la obra

freudiana; este último adquiere rasgos que le son propios y que son inseparables del

autoerotismo y de la inclusión del cuerpo. La posibilidad de confundir autoerotismo y

anobjetalidad conduce a la tercera de las dimensiones freudianas del objeto.

Esta tercera dimensión configura una serie que Freud explícitamente separa de la serie

de los estadios libidinales propios de la pulsión parcial, serie que es introducida en

1911, en el contexto del caso Schreber, y a la que bautizó como serie de “la elección

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de objeto”. Ella es correlativa de la introducción y del progresivo despliegue del

concepto de narcisismo y de la exploración simultánea de lo que se puede denominar

“el objeto de amor”.

Estas conceptualizaciones del objeto, con sus diferencias y con sus puntos en común,

se relacionan con las trasformaciones de la teoría pulsional y de la tópica freudiana.

También son dependientes de los cambios, dificultades y problemas que Freud

encuentra en su ejercicio del psicoanálisis. Su destino es especialmente solidario del

concepto de transferencia y del mecanismo de la cura tal como Freud lo va concibiendo

a partir de su experiencia. Ellas son, por lo tanto, inseparables y a la vez vitales, respecto

a la práctica analítica.

Estas dimensiones del objeto son pues el punto de partida de dos series diferentes: la

serie pulsional con sus estadios y la serie de la elección de objeto que se despliega

desde el autoerotismo inicial, pasando por el narcisismo hasta culminar en la elección

del objeto heterosexual. Desde esta perspectiva, el narcisismo es considerado como una

forma de elección intermedia de objeto, elección que Freud califica de “homosexual”,

en la medida en que se funda en la elección del semejante.

El autoerotismo es el punto de partida común de ambas series, las cuales de allí en más

se separan. La elección de objeto remitirá a un “otro” definido en tanto que “persona”,

al campo de lo que luego se denominará la totalización del objeto sexual, al otro como

sexuado, homo o hétero. La serie pulsional, en cambio, toma al otro tan sólo como su

apoyo, tal como lo indica el concepto de pulsión parcial en la medida en que esta nace

apoyándose en la necesidad, haciendo de la parte elegida del cuerpo un uso particular

que produce eso que Freud denomina “placer de órgano”. Es oportuno subrayar que en

lo referente al objeto pulsional Freud hablará de contingencia, de fijación, pero nunca

de elección. Sin embargo, ambas series comparten el carácter contingente del objeto

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así como su posibilidad de fijación.

Otra diferencia asoma entre ambas series: el papel del narcisismo es fundamental en lo

que respecta a la elección de objeto, determinando la prevalencia de la dupla amor-odio

y, por ende, de la ambivalencia caracterizada por la transformación de contenido. La

ambivalencia, en cambio, se despliega estructuralmente en la serie pulsional en función

de la transformación activo-pasivo, en la cual precisamente el yo como objeto no

desempeña papel alguno, o lo hace tan sólo de manera secundaria, en aquellos casos en

que el modelo analítico del surgimiento de la pulsión se muestra insuficiente, obligando

a Freud a introducir la función del semejante.

Ambas series convergen en la fase fálica, en la que las pulsiones parciales se reúnen

bajo la primacía del falo.

La importancia central del complejo de castración reside precisamente en su carácter

de articulador de ambas series entre sí y de estas con el complejo de Edipo. Su

consecuencia inmediata es la reformulación de la psicopatología, cuyo objetivo es

incluir el carácter estructuralmente decisivo de la angustia de castración. Esa inclusión,

sin embargo, no entraña la desaparición de la diferencia entre neurosis de transferencia

y neurosis narcisistas, precisamente porque indica la subordinación de ambas series, en

este caso la serie de la elección de objeto, al complejo de castración.

Asimismo, en lo referente al objeto del deseo, no se encuentran en la obra freudiana

rastros del establecimiento de una serie que pueda ser comparada con ninguna de las

anteriores. Sí puede afirmarse que el objeto del deseo desempeña la función de

condición de posibilidad de las otras dos series y sus objetos específicos.

El entrecruzamiento entre estas dos series se constituyó entonces en una fuente

permanente de confusión, especialmente para aquellos que pertenecían a la corriente

de la llamada “teoría de la relación de objeto”.

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Por otro lado, el Objeto a es un concepto del psicoanálisis usado por Jacques Lacan que

remite a la noción del objeto de deseo inalcanzable. Denominado también objeto

metonímico.

Se entiende que el sujeto del psicoanálisis está regido por sus pulsiones, que investidas

en el lenguaje, vendría a conformarse el deseo. Las pulsiones difieren de los instintos por

carecer de objetos concretos predeterminados; entonces, el deseo carece de un objeto que

sea algo fijo. Por lo general, cada vez que el ser humano llega a cumplir un objeto deseado,

se ve forzado a ir hacia otro objeto de deseo.

El objeto a de Lacan encuentra sus antecedentes en diversas fuentes dentro y fuera del

psicoanálisis.

Dentro de la teoría psicoanalítica, la fuente principal es la definición de Freud acerca del

objeto perdido del deseo, considerando la relación de ese objeto con el objeto contingente

de la pulsión.

El objeto a, es expresado mediante varios nombres, uno de los cuales es el de "objeto

causa del deseo". Esto implica que el propio deseo adquiere el valor de algo causado.

En el mismo momento de su surgimiento, esta conclusión revoluciona teóricamente el

psicoanálisis, tal como sucedió con la aparición de la pulsión de muerte en 1920, a partir

de Más allá del principio de placer.

El objeto a tiene esta nominación para evitar confusiones con lo que Lacan nominó con

A, el gran Otro, para diferenciarlo del pequeño otro, el semejante. Debemos aclarar que

las letras a y A derivan de la palabra Autre, que en francés es el modo de decir Otro; y de

la misma forma el objeto a es una derivación de esta misma alteridad pero en un nivel

drásticamente diferente.

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Con relación a los orígenes extra-analíticos de este objeto tenemos que remitirnos a la

filosofía, tomada por Lacan desde los antiguos griegos, pasando por los filósofos más

significativos de todas las escuelas. Podríamos mencionar desde los griegos presocráticos

y socráticos transitando por Descartes, Spinoza, Kant, Hegel, Nietzsche, Heidegger,

Sartre y otros que, en tanto se ocuparon de definir el objeto propio de lo humano,

aportaron diversas perspectivas a este objeto buscado por Lacan.

Tenemos que considerar que el psicoanálisis estuvo siempre a la búsqueda de su "Objeto",

no sólo aquel que mueve a cada sujeto en su pretensión de reencontrar lo perdido, sino

como objeto epistemológico para una aspiración científica. Si bien Lacan termina

formulando que el psicoanálisis se trata de una praxis más que de una ciencia, las

aspiraciones estuvieron siempre presentes.

El objeto a es el objeto del psicoanálisis; y es a partir de ahí que surge un sujeto. Es tal su

singularidad que se torna difícil definirlo, ya que se trata de un objeto que por nominación

se hace presente, pero es y seguirá siendo un objeto ausente, una falta.

En el Seminario 10 sobre la angustia termina de formalizar el objeto a planteándolo como

un resto que cae de la operación de constitución del sujeto, es decir que el sujeto pasa a

existir simbólicamente. Pero hay algo que no termina de poder ser incluido en la

simbolización y tampoco es imaginable; es un Real residual presentado como un resto,

producto de la operación de constitución del sujeto en el campo del Otro del significante.

El objeto a queda como resto de una operación de simplificación donde hay algo que

"sobra". Resto es otro de los nombres o funciones del objeto a, categorizado como los

objetos parciales oral o anal, a los que Lacan agrega la mirada y la voz. No son parciales

en sí, sino que representan parcialmente al objeto. Se desprenden del cuerpo a partir de

los orificios "naturales" que operan como borde para dar paso a estos restos: la boca, el

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ano, los ojos, los oídos. Y los denomina como especies del objeto a. Los esfínteres oral,

anal, o auditivo, precepto que cae en algún lugar que se rastreará como destinos del

objeto a, tal como Freud propone interrogar los destinos de pulsión.

Más tarde, en algunas teorizaciones poslacanianas, podemos hallar la expresión

"formaciones del objeto a", parafraseando las formaciones del inconsciente. Sin embargo,

estas descripciones suponen diferencias esenciales con las formaciones derivadas del

significante, aunque siempre el significante va a estar implicado como borde, o como

inductor de esas formaciones, pero ésas son más cercanas al accionar, al impulso.

Cuando este objeto se hace presente, provoca angustia. Ésta es una hipótesis teórico-

clínica muy importante: la angustia no es sin objeto, es con la presencia del objeto a en

los resultados del accionar como salida de la angustia por la presencia del objeto. Las

alternativas para el sujeto son: la formación de síntoma, el acting-out o el pasaje al acto.

Si la posición del sujeto está más alejada, se despliegan los otros afectos yoicos y

afectaciones del sujeto.

Lacan toma el objeto transicional de Winnicott para desarrollar la hipótesis de este

objeto, que no es simbólico ni imaginario, sino real. Esto tiene sus complejidades, ya que

en ciertos desarrollos el objeto en cuestión no pertenece a ningún registro en particular,

sino que es el resultado del anudamiento de los tres registros que crea un lugar para que

habite.

El objeto en Winnicott se ubica de un modo muy singular en un espacio transicional como

desprendimiento materno. El estatuto que de todos modos alcanza el objeto lacaniano

deja al de Winnicott en una disposición intermedia, como objeto imaginario atípico, o

como objeto metonímico, al modo de fetiche. En Lacan, pretende alcanzar una inscripción

en lo Real.

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La aspiración más notable en la última parte de la obra de Lacan es alcanzar y formalizar

lo Real, que se lee en la noción de pulsión de muerte y repetición de Freud, y se toca en

este aporte de Winnicott.

Aunque se haya despejado al yo como entidad imaginaria, es importante destacar que

tanto el yo como el objeto a y el ideal del yo, forman un trípode de funcionamiento

amoroso-pasional. Por eso se afirma que el amor es con deseo y con el objeto a implícito

como causa del deseo. Este objeto es el organizador del amor y se considera que es el

soporte mismo de la transferencia en el análisis.

En el Seminario 17 sobre el revés del psicoanálisis, aparecen las cuatro formas de

Discursos que implican la propuesta que termina por establecer Lacan como diferencia

con el estructuralismo. Éstos están configurados por cuatro términos, entre los cuales se

encuentra el objeto a.

En el Seminario 20, donde vuelven a aparecer los Discursos, se agrega una hipótesis

clínica que fundamentará el acto analítico, ya basado en el objeto a. La hipótesis es que

existe la posibilidad de que el objeto a adquiera un semblante. Eso hará que el dispositivo

del análisis logre un nuevo sentido.

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Conclusión

Las variaciones de búsqueda que habían sido recorridas a lo largo de los años contaron

siempre con una misma orientación ética. El propósito fundamental era alcanzar una

mayor profundidad teórica y una mayor eficacia clínica, sin claudicar en los fundamentos

del psicoanálisis.

Es difícil reseñar en tan pocas palabras un objeto absolutamente novedoso, elaborado a

lo largo de una obra de más de cuarenta años, pero es evidente que cada uno de los

momentos destacados significan un camino a continuar, rasgo que caracteriza el aporte

de los grandes psicoanalistas que invitan a continuar la tarea de terminar de construir el

psicoanálisis, sin obturar sus puntos límites.

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Bibliografía

Freud, S.: (1900): La interpretación de los sueños, O. C., vol. 4 y 5, Buenos Aires,

Amorrortu, 1976.

—: (1914): "Introducción del narcisismo", O. C., vol. 14, Buenos Aires, Amorrortu, 1976.

— (1915): "Pulsiones y destinos de pulsión", O. C, vol. 15, Buenos Aires, Amorrortu,

1976.

— (1920): Más allá del principio de placer, O. C., vol. 18, Buenos Aires, Amorrortu,

1976.

— (1937): "Análisis terminable o interminable", O. C., vol. 23, Buenos Aires, Amorrortu,

1976.

—Kaufmann, P.: Elementos para una enciclopedia del psicoanálisis. El aporte freudiano,

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—Juranville, A. (1984): Lacan y la filosofía, Buenos Aires, Nueva Visión, 1992.

— Lacan, Jacques (1956-1957): El Seminario. Libro 4, La relación de objeto, Buenos

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— (1956-1959): "El Seminario. Libro 6, El deseo y la interpretación (inédito).

— (1958): "La dirección de la cura y los principios de su poder", en Escritos 2, Buenos

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— (1962-1963): Le Séminaire. Livre X: L'angoisse, París, Seuil, 2004.

— (1964): El Seminario. Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis,

Buenos Aires, Paidós, 1986.

12
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1992.

— (1972): El Seminario. Libro 20, Aún, Barcelona, Paidós, 1981.

— Rabinovich, D. (1988) “El concepto de Objeto en la teoría psicoanalítica”. Buenos

Aires, Manatial, 2003.

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