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Los señores del tiempo, de Eva

García Sáenz de Urturi


¿Quién me iba a decir cuando comencé a
leer El silencio de la ciudad blanca, que ese iba
a ser el origen de una trilogía y que sería de las
buenas además, de esas en las que estás
deseando leer el siguiente libro tras haber
devorado el primero? Por desgracia, todo lo
bueno se acaba y parece que este es el
final, my only friend. Aunque nunca se sabe
con esto de las trilogías, que se lo digan
a Gellida. Pero vaya, que sí, que parece que
aquí ya termina la caza y comienza una nueva
vida.

Y mira que Kraken se las prometía felices al comienzo de este último


libro:

“Qué bien se sentía no esconderse en público, qué bien se sentía ser


una familia de tres, qué buena era la vida cuando no se ponía cabrona, y
mi vida llevaba dos años largos –desde el día que Deba nació– siendo
una feliz colección de rutinas familiares”.

Pero nada más lejos, nenes. Kraken ha nacido para sufrir mucho, para
que le jodan la vida a él y a sus allegados más cercanos, porque no es
que le metan el dedo en la llaga, es que él ES toda una llaga, porque
tiene un imán para eso, y siempre lo tendrá, y eso es algo que todos
sabemos, y porque, además, de otra forma, no tendríamos esta saga…

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