El maíz hoy es uno de los cultivos de mayor relevancia tanto para la alimentación de la población
boliviana como para la economía de diversos sectores de la denominada economía plural.
Si bien las poblaciones indígenas de occidente y de oriente del país venían cultivando una diversidad
de maíces desde antes de la Colonia como muestra la abundante bibliografía al respecto, sólo en las
últimas dos décadas este cultivo ha concitado la atención e interés de la agroindustria, pero
concentrado en una sola variedad y orientado a la producción pecuaria y la exportación.
Sin embargo, productores campesinos indígenas como los de las regiones de valle y chaco bolivianos
continúan produciendo y procesando una diversidad de maíces tanto para el consumo y diversos usos
culturales, como para el mercado local y nacional, incluso internacional.
INTRODUCCIÓN
El maíz, en particular, tiene un protagonismo muy alto en la seguridad alimentaria, por su efecto
directo en el alza del precio de la carne de pollo, leche, huevos y otros alimentos; además, este cereal
es el alimento básico de muchas comunidades campesinas e indígenas, que lo consumen todos los
días en una infinidad de platillos y bebidas. Si bien ahora tiene una mayor valoración, desde tiempos
ancestrales ocupa un lugar privilegiado por sus excelentes cualidades nutritivas, diversidad de usos y
amplia adaptación a diferentes ecosistemas de Bolivia. Por esto, no es raro que este valioso cereal
forme parte de la historia de los pueblos, en especial de los valles occidentales, Chaco y tierras bajas
del país. El maíz es la inspiración de canciones, leyendas, poesías y otras expresiones artísticas;
resalta también su presencia en novelas que evocan los tiempos del feudalismo o de la colonización,
donde los campesinos lo tenían como su principal cultivo, elemento de cambio, de fiestas, rituales y,
por supuesto, de su alimentación.
Esta diversidad de productos se debe a la enorme variedad de tipos de maíz que existe en Bolivia, tal
como lo a_rma el reconocido _tomejorador boliviano Gonzalo Ávila en su trabajo “Los maíces
bolivianos pertenecen a 7 complejos raciales, 45 razas y centenares de variedades” (Ávila,
2008). Es loable que muchas de estas variedades estén presentes en nuestro país desde tiempos
muy remotos y, que con el transcurrir del tiempo, sigan vigentes y conservando la preferencia de los
agricultores, por sus bondadosas cualidades culinarias y comerciales, pese a los cambios
tecnológicos agresivos, provocados por el ingreso de la agricultura extensiva y la migración de los
campesinos a otras latitudes. Estos maíces, denominados nativos o tradicionales, pasan
desapercibidos en la problemática alimentaria actual, aunque los cultivos también han sido
severamente afectados y, lo peor, corren el riesgo de carecer de semilla, insumo vital para garantizar
la producción y su subsistencia.
El maíz es importante para Bolivia, porque constituye la base de la seguridad alimentaria junto con la
papa, el trigo y el arroz; además es el alimento primordial para aves y otros animales destinados
también al consumo humano. En esta sección se presentan datos sobre la historia y la demanda
boliviana de este noble cereal.
La segunda versión sugiere la introducción de este cereal del continente norteamericano (en especial
México) al territorio boliviano, en un periodo muy anterior a la consolidación del imperio incaico, sobre
todo en las zonas de los valles altos y bajos. Los autores que hacen esta afirmación prefieren ser más
cautos con los hallazgos recientes y señalan que la presencia del maíz en Bolivia se debe al
intercambio de productos existente entre los pueblos de esas épocas. Ávila defiende esta teoría con
la siguiente armación: “todos estos estudios han inclinado la balanza a favor de que el ma íz
fue domesticado en México y luego transportado a América del Sur muy temprano, de hecho en
períodos precerámicos. En Bolivia se ha encontrado residuos de mazorcas de ma íces de
diferentes épocas especialmente en los valles de Cochabamba, estas muestras tienen un
raquis extremadamente
delgado de una mazorca de cuatro hileras con granos similares a los reventones o
pisankallas actuales. El maíz habría cruzado el istmo de Panamá, hace unos 7000 años (5000
años a.C), pasando primeramente por Colombia y luego por la costa ecuatoriana, luego a la
sierra peruana hasta llegar a la sierra boliviana hace unos 5000 a ños (3000 años a.C)”
(Ávila: 2008).
Si bien existen posiciones muy contradictorias sobre el origen del cultivo de maíz en Bolivia, todas
reconocen su importancia en la vida de los pueblos ancestrales indígenas (en especial de los valles y
llanos), al estar muy ligado a su historia, sus costumbres, religión y adelantos tecnológicos como se
evidencia en los siguientes párrafos:
Sobre el maíz se han tejido diferentes historias y leyendas unidas a los pueblos antiguos, tal como
relata una revista escolar española, haciendo referencia al origen del nombre del maíz. “Había una
vez dos tribus —los charcas y los chayantas pueblos guerreros y valientes que viv ían en una
constante lucha. Por casualidades de la vida, Huayru el joven chayanta, se enamora de
Maiza Chojclu hija del cacique de los charcas, quienes a pesar de toda la oposici ón de sus
familias se casan y se desata una guerra entre sus pueblos. Al _nal Maiza Chojclu fallece
a consecuencia de una
flecha de su propio pueblo, en ese lugar crece una planta muy vigorosa que parece
sostenida por la flecha que le quitara la vida a la joven, sus hojas recuerdan la ropa
verde que vestía Maiza y sus granos los hermosos dientes que ten ía, desde entonces estos
pueblos comprenden que los dioses les enviaban un regalo de granos dulces y tiernos y
bautizan a esta planta como maíz en honor a Maiza….” (Guiu: 2008).
Para los pueblos antiguos, el maíz era su alimento básico y las formas de consumo eran muy
similares a las actuales. Solían comerlo en estado fresco (choclo) o seco (tostado o mote1); también
obtenían harina de forma artesanal2 para preparar panes, bebidas refrescantes y otros productos.
Pero no sólo estaba presente en la alimentación; la chicha de maíz3, el ingrediente principal de sus
fiestas y rituales, se consideraba el elixir de los incas, quienes habrían sido los primeros en
elaborarla; se preparaba a partir de la fermentación de granos de maíz cuidadosamente
seleccionados.
Entre otros usos de este grano destacaba su presencia en los rituales mágicos; con este _n se
seleccionaban las variedades y cultivos. Como ejemplo tenemos a los maíces paca sara o tunicados,
utilizados hasta hoy en día para contrarrestar algunas brujerías en los pueblos del occidente y en los
valles.