OPINIÓN
La dignidad de la persona. Diálogo entre amigos.
por: Susana G. Gómez Mirabal
El hombre y la mujer, por el mismo hecho de ser
personas, nacen constituidos por una fuerza que les impulsa a
buscar y a adherirse al bien. Este impulso brota
espontáneamente de su
naturaleza y se halla
establecido como algo Declaración Universal de
ineliminable en el fondo los Derechos Humanos
de cada ser humano.
Artículo 1.–Todos los seres humanos nacen
libres e iguales en dignidad y derechos, y
La naturalidad y
dotados como están de razón y conciencia,
universalidad de esta deben comportarse fraternalmente los unos
fuerza se traduce en un con los otros.
imperativo concreto:
hacer esto, evitar
aquello, practicar el bien, evitar el mal; lo cual se sintetiza en
un único mandamiento de no ofender a Dios y de amarlo, lo que
equivale a no ofender al prójimo y amarlo, pues, como diría
Santo Tomás: «Dios no es ofendido por nosotros, sino cuando
obramos contra nuestro bien».
Cada persona está dotada y requerida para vivir en apertura al
mundo, en comunión con los demás y para someterse a ellos
reconocidamente en cuanto a portadores del bien y de la
verdad. La apertura al otro y el reconocimiento de lo que es, se
impone a la persona como algo inmediato y absoluto. El ser
persona implica esta condición y dignidad fundamental.
Toda persona es igualmente digna, y posee unos mismos
derechos, nadie puede considerarse ni mayor ni menor, ni
mejor ni peor a otro; nadie puede creerse junto a otra persona
superior, con actitud para dirigirla, suplantarla, dominarla.
Donde existe una persona, existe otro yo, individual, irrepetible,
lleno de sentido, tan importante, valioso y respetable como mi
propio yo.
Es indudable que existen multitud de estructuras y relaciones
que, a nivel familiar, de pareja, de trabajo, comunitario o social,
expresan desigualdad y discriminación, porque en el fondo de
unas u otras relaciones, no se mantiene el principio de que
cada persona es igualmente valiosa, lo cual intuye que aunque
existan diferencias de tipo económico, social o cultural, nada
permite considerar a otra persona como inferior, ejerciendo
sobre ella, menosprecio, exclusión o dominio.
Por el contrario, la convicción de una misma dignidad, lleva a
trabajar para que las diferencias injustas dejen de existir y se
creen aquellas condiciones que favorezcan, el desarrollo, los
derechos y la felicidad de los demás.
Justamente al considerarnos en unidad y comunión con la
dignidad del otro, no podemos permitirnos realizar nuestra
propia vida, afirmar nuestra propia identidad, desconociendo o
maltratando la de los otros. La afirmación de nuestra dignidad
es inclusiva de la de los demás y tiene su máximo sentido en
contribuir de alguna manera a promover, resguardar y estimular
la dignidad y derechos de los demás, ayudando a que las
personas puedan ser ellas mismas, fieles a sus propias
capacidades y valores.
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«[...] para ser maestro de otros es necesario saber servir» (OC. 28:127)
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¡¡Vocación política!!
por: José Quintero Pérez
– Esperanza he leído unas afirmaciones que despiertan
mí atención.
– Escucha esto–, de todas las vocaciones la política es
la más noble.
Empieza explicando que la palabra «política» viene de
polis, ciudad. Y agrega, que la ciudad era para los griegos
un espacio seguro, ordenado y manso, donde los seres
humanos podían dedicarse a la búsqueda de la felicidad,
mien tras e l político se ría aq uel que cuida ría de ese
espacio. La vocación política, así, estaría al servicio de
la felicidad de los moradores de la ciudad.
– Inocencio, cuando conocí al pad re Mari ano, re cién
llegada a la iglesia, aproveché la primera oportunidad y
le dije: padre, no me hab le de política, la política es algo
deshonesto, al rato me puso la mano en el hombro y me
dijo al oído: los que en ocasiones actúan sin honestidad
son los políticos. Te aseguro Inocencio que son muchos
los que toda vía pien san como yo pens aba en a quel
momento.
– Esperanza, también compara la ciudad con un jardín y
asegura que el político es un apasionado por «el gran
jardín de todos». Su amor es tan grande que abandona
el pequeño jardín que podría plantar para sí mismo.
– Inocencio, esto me lleva a una reflexión y a hacerme
una pregunta. ¿Para qué sirve un pequeño jardín si a su
alrededor todo es desierto? Pienso que la función del
político es luchar por transformar toda la ciudad en un
j a rd ín p a ra to do s . L a vo ca ci ó n d e l p o l íti co va
acompañada del poder y este le da la oportunidad de
transformar los sueños en realidad. Para el político sería
indigno tener un espacio privilegiado, mejor y diferente
al ocupado por todos.
– Esperanza, en los jóvenes por lo tanto puede haber
vocación política dormida d entro de ellos, Carreró en
ocas ion es lo s i nvita ba a escoge r este cam ino . La
escucha de la vocación es difícil, porque está perturbada
por el griterío de las opciones esperad as, normales:
m e di ci na , in g e ni e ría , com p u ta ci ón , de re ch o ,
ciencia...Todas ellas legítimas, si fueran vocación. Pero
todas ellas van a confinarlos a un pequeño rincón del
jard ín muy distante del lu gar en el que s e decid e el
desti no del j ardín. ¿No sería mucho m ás fasci nante
participar en los destinos del jardín?
Termino con frases de dos grandes hombres:
«...Puedo deci r sin la me nor vacilación y con toda
humildad que los que dicen que la religión no guarda
relación con la política, no saben lo que significa la
religión». Mahatma Gandhi
«No hay nada más político que decir que la religión y
la política no tienen nada que ver. No sé qué Biblia
leen quienes dicen que la religión no tiene que ver con
la política». Desmond TUTU.
Bu eno Inocenci o, s igamo s me dita ndo sobre es tas
ideas, pero primero disfrutemos un rico buchito de café
que ya está dando olor.
Confeccionado con fragmentos del artículo
«Política y Jardinería» de Rubem Alves
LA VERDAD LOS HARÁ LIBRES/ 9