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Chile

ante el precipicio
¿Asamblea Constituyente o Asamblea Popular de Emergencia?
Un país ante la doble perspectiva de la revolución y el colapso












Comité Editorial
Marxismo y Colapso















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Índice

1. Introducción.

2. La necesidad de un nuevo programa y una nueva política… ante una nueva época histórica.

3. ¡Un Programa para el Colapso! ¡Un Camino ante el Apocalipsis!

3.1 ¡Por una Asamblea Popular de Emergencia ante el derrumbe de Chile!

-De la consigna de Asamblea Popular de Emergencia.
-De los derechos del pueblo y el bienestar social ante un escenario de escasez.
-De la necesidad de un plan de emergencia ante el cataclismo climático, el derrumbe energético y el colapso.
-De la organización de una Asamblea Popular de Emergencia.
-Del carácter de la lucha de clases, la clase obrera y el sujeto de transformación social ante una fase de colapso.
-De la cuestión del poder y el contenido de clase de un gobierno revolucionario colapsista.
-De la necesidad de la exterminación implacable y brutal de la burguesía destructora del mundo.
-De la necesidad de una economía post-industrial de transición.
-De la importancia de la familia nuclear y los sistemas ancestrales de organización social y política.
-De la cuestión demográfica: control estatal-comunitario de la natalidad, aborto forzoso, planes de
esterilización, etc.
-De las invasiones climáticas de potencias agresoras y de las oleadas súper-masivas de migrantes. El
Internacionalismo comunista ante una era de colapso.
-De la primacía del derecho comunitario sobre los derechos individuales: la cuestión de las reivindicaciones de
genero y las minorías sexuales.
-De la problemática indígena y la consigna de autodeterminación nacional.
-De la religión
-De la cuestión del desarrollo científico y tecnológico
-De la construcción del comunismo ante una era de colapso: O entre la extinción y la conquista de las estrellas

4. La Revolución Chilena ante el infierno.





















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Chile ante el precipicio
¿Asamblea Constituyente o Asamblea Popular de Emergencia?
Un país ante la doble perspectiva de la revolución y el colapso

Marxismo y Colapso
Comité Editorial

1. Introducción

La crisis política y social abierta en Chile por la reciente rebelión popular de octubre no responde, en
última instancia, ni a la mera crisis del modelo económico neoliberal imperante en este país desde
hace más de tres décadas, así como tampoco, de manera exclusiva, al inicio de una nueva crisis
histórica del sistema capitalista. Por el contrario, el estallido social chileno de semanas previas, el cual
se produjo en el marco de una importante agudización de la sequía que afecta al país y de otros graves
problemas medioambientales que golpean ya a diversas regiones, es parte integral de una crisis eco-
social terminal e irreversible que amenaza durante las próximas décadas con producir, como
consecuencia de la combinación entre los golpes de la actual crisis mundial capitalista y los efectos
(terminales) de la dinámica de cambio climático súper catastrófico, derrumbe energético y
agotamiento de recursos que avanza a nivel internacional… el derrumbe completo del Estado Nación
Chileno. A partir de aquí, el pasado estallido popular en Chile no debe entenderse ni como el comienzo
de un proceso obrero revolucionario clásico tal como los vistos durante el siglo XX, así como tampoco
al modo de un ascenso de lucha popular por los derechos civiles tal como aquel desarrollado en Chile
durante los años 80’s con las protestas anti-dictatoriales… sino que, en realidad, como uno de los
primeros síntomas del comienzo de una verdadera Guerra Popular Planetaria por el control de los
recursos, esto en el marco de un proceso de derrumbe completo (o colapso) del sistema capitalista
mundial.1


El fin de Chile es inminente1

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Imagen: Torre Entel Apocalíptica. Propiedad Intelectual de Carlos Eulefi (@Kaekart).

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2. La necesidad de un nuevo programa y una nueva política… ante una
nueva época histórica

Durante las décadas de 2020 y 2040, tal como muestran una serie de modelos climáticos, el avance
del cambio climático producirá la desertificación de una gran parte del territorio chileno, así como
también una caída catastrófica de los recursos básicos (agua, alimentos, insumos productivos, etc.)
que hará inviable la existencia de las grandes ciudades. En un contexto de crisis estructural marcado
tanto por el desarrollo de mega catástrofes medioambientales crónicas (por ejemplo, entre otras, el
desarrollo de súper sequías, mega incendios, aludes y tormentas de magnitudes inéditas, fenómenos
de muerte masiva crónica de especies marinas, extinciones fulminantes de cadenas tróficas
completas), así como también por el avance de una crisis energética planetaria que ya da sus primeros
pasos a nivel mundial, podría ser así el propio Estado Nación Chileno el que, luego de algo más de
doscientos años de existencia, experimente un final radical, dramático y violento. ¡El destino de Chile
podría estar sellado! ¡Los golpes del próximo Armagedón climático global que convertirá a una gran
parte de nuestro planeta en inhabitable, esto por ejemplo luego de que alcancemos en fechas cercanas
un aumento del calentamiento global superior a los 1.5 grados centígrados… ponen en cuestión la
propia viabilidad de la nación chilena!


Una súper sequía destruirá gran parte del territorio chileno hacia el 2030

¡Malditos! ¡El pueblo chileno se aproxima a una masacre y un proceso de destrucción eco-social de
magnitudes geológica-históricas implacable! ¡Los capitalistas y sus gobiernos han condenado a Chile
a una destrucción completa casi segura! ¡Ellos sacrificaron a nuestro país, a la mayor parte de su
población y a las especies naturales que pueblan su territorio… por sus malditas ganancias! Los ríos,
los bosques, los paisajes naturales de belleza milenaria que alguna vez pudimos contemplar en las
lejanías del altiplano o los parajes australes… ¡lo destruyeron todo! Los sonidos de los riachuelos que
alguna vez escuchamos en nuestras infancias en medio de los parajes de Chile central, el murmullo de
los roedores e insectos de los bosques templados del sur de Chile, el sonido de las aves marinas
acercándose a nuestras costas… ¡silenciados ahora para siempre por el maldito empresario! ¡Lo
destruyeron todo! ¡Lo acabaron todo! Y heredaron así a nuestros hijos, y a los hijos de nuestros hijos,
el silencio de una desolación desértica infinita… ¡por siempre! ¡Cerdos! ¡Todo por sus ganancias! ¡Todo
por sus millones! Y todo, también, por nuestra estupidez de no haber destruido el capitalismo a
tiempo… seducidos, dormidos y domesticados como perros por esos lujos y placeres baratos con que
el capitalismo nos compró para asegurar su vorágine destructiva. ¡Cerdos! ¡El Capitalismo destruyó a
Chile! ¡El Capitalismo destruyó al mundo!



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Los desiertos conquistarán gran parte del territorio chileno

Sin embargo, como ya dijimos, la naturaleza no será la única afectada por la gran crisis geológico-
histórica que se avecina. Durante las próximas décadas, las principales ciudades de Chile (entre otras
Santiago, Antofagasta, Arica, Concepción), víctimas de una disminución catastrófica de las fuentes de
agua, alimentos y de insumos básicos, experimentarán crisis de subsistencia generalizadas que
ocasionarán, muy posiblemente, su derrumbe. La imposibilidad de mantener los niveles de
producción agrícola y ganadera actuales, la disminución drástica de los bienes importados como
efecto de la crisis de recursos mundial que generará el cambio climático y la crisis energética, así como
también la carencia de medicinas, vestuario y bienes tecnológicos… ¡significarán un quiebre en la
continuidad del desarrollo urbano moderno en nuestro país! ¡El fin de las ciudades! Levantadas por el
esfuerzo y la creatividad de múltiples generaciones de chilenos y extranjeros, aquellas que cargaron
sobre sí con la tarea de la construcción de los pilares de nuestra memoria histórica… ¡destruidas! Esos
espacios urbanos en los cuales se gestó una parte importante de nuestra identidad cultural, desde las
grandes capitales hasta los pequeños pueblos y caseríos de las áreas remotas… ¡condenados a la
desaparición! Esas calles por donde transitaron los movimientos sociales en lucha por sus derechos,
aquellas plazas, casas patrimoniales y locales partidarios en los cuales se escucha todavía el eco de
todos aquellos que construyeron lo que hoy llamamos Chile, desde Bernardo O’Higgins y los próceres
de nuestra independencia hasta los fundadores del movimiento obrero Luis Emilio Recabarren y
Clotario Blest, llegando hasta los líderes políticos del siglo XX tales como Salvador Allende…
¡silenciados! Esos teatros, escuelas y centros sociales en los cuales se escucharon las voces de Gabriela
Mistral, Pablo Neruda y la de los cantores populares de nuestra historia tales como Violeta Parra o
Víctor Jara… ¡olvidados! Esos estadios y anfiteatros en los cuales decenas de miles vibraron con las
canciones de Quilapayún o Los Prisioneros… ¡derrumbados! Esos espacios, cotidianos, en los cuales
una gran parte de los chilenos creció, conoció sus primeros amores, frustraciones y alegrías, esos
rincones en los cuales transcurrieron las historias personales de cada uno de los habitantes de nuestra
patria… ¡borrados de la faz del planeta! ¡Todo por sus millones! ¡Todo por sus malditos millones!
¡Perros! ¡El Capitalismo destruyó a Chile! ¡El Capitalismo destruyó al mundo!

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Las grandes ciudades chilenas se derrumbarán2

En este contexto de derrumbe urbano generalizado, el colapso de las cadenas productivas industriales
y la desintegración de las estructuras sociales de la sociedad moderna (por ejemplo, la estructura de
clases de los sistemas industriales) no podrá más que generar, con casi toda seguridad, un inevitable
escenario de caos y descomposición social interno que será intensificado, magnificado, tanto por el
peligro de invasión de las potencias imperialistas y extranjeras en desintegración (que se lanzarán a
la conquista de los últimos recursos planetarios), así como también por el avance hacia el sur de
decenas de millones de desesperados provenientes de otras regiones de América Latina ya inviables
para la vida humana (por ejemplo Centro América o el norte de Sudamérica).

Un escenario como éste, probable durante las próximas décadas si tenemos en cuenta los impactos
que un calentamiento global entre 2, 3 o 4 grados centígrados sobre la línea de base del siglo XIX
tendrá sobre los ecosistemas y sistemas sociales alrededor del mundo, haría inviable así tanto la
continuidad de las dinámicas tradicionales de lucha de clases asociados a la sociedad industrial, así
como también la efectividad (y viabilidad histórica) de todos los proyectos de sociedad propios de la
modernidad: por ejemplo, entre otros, el liberalismo y los sistemas democrático-parlamentarios
capitalistas, las distintas formas de nacionalismo burgués (entre otras el fascismo) o las diversas
modalidades del socialismo industrial. Un ejemplo de lo anterior sería, entre otros, el inevitable
proceso de debilitamiento orgánico, corrosión estructural y posterior derrumbe sistémico que la
combinación de la crisis ecológica y ambiental estaría por producir sobre los principales resortes del
sistema productivo, produciendo desde allí, por lo tanto, la literal “desintegración” de vastos sectores
de la clase obrera: en otras palabras, del sujeto social considerado como central para los proyectos
marxistas revolucionarios tradicionales.

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Imagen: Chile Apocalíptico. Propiedad Intelectual de Carlos Eulefi (@Kaekart).

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El colapso de la sociedad industrial

Ante este escenario, cataclísmico, que preanuncia nada menos que la apertura de una nueva época
histórica y geológica, nueva época de la cual la pasada Rebelión Popular de Octubre, expresión inicial
de una próxima Guerra Popular Planetaria por los recursos, constituye una muestra temprana… las
estúpidas social-democracia e izquierda moderna (esto, por ejemplo, en el caso de las organizaciones
marxistas) se contentan con seguir repitiendo, en sus diversas tendencias, las mismas ideas de hace
dos siglos en torno a “como avanzar hacia la construcción de una sociedad mejor”. En lo que respecta
al análisis y las perspectivas del reciente estallido popular chileno, por ejemplo, aquellas repiten,
simplonamente (aunque con aires de “seriedad” y “sofisticación”), que todo lo que estaría aquí en
juego sería, en realidad… o bien la necesidad de una “Nueva Constitución”, o bien la perspectiva de
una “Asamblea Constituyente”. Totalmente ignorantes y ciegos ante las perspectivas súper-
catastróficas del cambio climático y la apertura de un nuevo contexto geológico-social determinado
por el inicio de la VI Extinción Masiva y la nueva época del Antropoceno, estos payasos no son capaces
así, como dijimos, más que de repetir una serie de consignas y perspectivas del cambio social pensadas
para una era histórica ya caduca. ¡Ciegos! ¡Imbéciles que repiten, como loros de circo, una serie
fórmulas y recetas políticas hoy inservibles para enfrentar los escenarios de hecatombe eco-social
planetaria que se acercan!


La nueva socialdemocracia y la izquierda chilena son ignorantes respecto a los peligros que se avecinan

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En el caso de la consigna de una “Nueva Constitución”, defendida entre otros sectores en Chile por los
referentes neo-concertacionistas del Frente Amplio y el Partido Comunista, lo único que aquellos son
capaces de ofrecer en sus respectivas propuestas con motivo de la pasada rebelión popular es,
simplemente, la perspectiva (ilusoria y fantástica) de un “Chile más democrático”. Esto último al modo
de una re-edición de los proyectos nacionales de “desarrollo social” impulsados, ya sea por los
gobiernos de Frente Popular de mediados del siglo pasado, o bien aquel que llevara adelante Salvador
Allende durante el periodo la Unidad Popular. Una nueva “Unidad Popular”, ¡claro!, aunque esta vez
con un contenido de transformación social mucho más respetuoso de los actuales marcos
institucionales (es decir, sin caer en los innecesarios “exabruptos” de la antigua UP) y dando un peso
más protagónico, tal como la corrección política progresista demanda, a las banderas multicolores de
los “nuevos actores sociales”. Una nueva UP, aunque en esta oportunidad, tan sólo por mencionar una
de las “peculiaridades” (inéditas) de la situación histórica actual… ¡en el medio de una crisis hídrica
de carácter terminal que hará inviable, pronto, la vida en aproximadamente la mitad de Chile!

Asimismo, reproduciendo bajo otro formato la misma estupidez anterior, no obstante con un tono más
“combativo” y en el ámbito de las organizaciones marxistas que levantaron ante el reciente estallido
popular la consigna de “Asamblea Constituyente”, lo que tendríamos como oferta sería, más o menos,
una reedición… de la Asamblea Constituyente Rusa de 1917 (soviets incluidos). Un ejemplo de esta
“oferta revolucionaria” la podemos encontrar en la propuesta de asamblea constituyente (apellidada
aquí como “libre” y “soberana”) defendida por el PTR, agrupación estudiantil del ámbito de la
renovación trotksysta-institucional chilena con aspiraciones parlamentarias. ¡Claro! Una Asamblea
Constituyente “verdaderamente libre”, “realmente democrática” y “plenamente soberana” que tendría
como objetivo, supuestamente, sentar las condiciones para el avance de una política revolucionaria
(aunque ahora con un tono marcadamente parlamentario y respetuoso con el Frente Amplio y otros
“potenciales aliados en el parlamento”). ¡Sin duda! Una Asamblea Constituyente Rusa (a lo 1917)…
aunque en este caso en el contexto de una crisis medioambiental y de recursos (a lo 2019) que
producirá, en el mediano plazo, la desaparición en Chile de una gran parte de la clase obrera, esto
como efecto del derrumbe inevitable del sistema industrial que dicha crisis traerá consigo.

¡Pueblo de Chile!



¡Trabajadores!
¡Pobladores! ¡Estudiantes! ¡Campesinos! ¡Pueblos Indígenas!

¡Intelectuales! ¡Mujeres! ¡Juventud! ¡Representantes del Arte y el Deporte!
¡A todos los elementos productivos de la nación!

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¡Chile está en Peligro!
¡El derrumbe del Estado-Nación Chileno es inevitable!

¡La Revolución está en Peligro!
¡El colapso civilizatorio ya no puede ser detenido!

¡El Socialismo está en Peligro!
¡El movimiento obrero y los sectores populares chilenos se dirigen a su derrumbe!



¡Explotados todos!
Obrero, poblador, estudiante, campesino, intelectual…
¡Tú que te encuentras ante el precipicio y la muerte!

¡Escucha esta advertencia!
¡Pon atención a este llamado…
será el ultimo antes de tu caída!



















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3. ¡Un Programa para el Colapso! ¡Un Camino ante el Apocalipsis!

¡Ellos se lo buscaron!
Bellum internecinum



La pasada rebelión de octubre constituye el comienzo de una gran crisis histórica que planteará,
durante las próximas décadas, la apertura de una época de lucha salvaje por los recursos, esto en el
contexto de una gran crisis global en la cual será la propia humanidad la que deba luchar por su
sobrevivencia. Es urgente, por lo tanto, que comencemos a discutir un programa de lucha que, dando
respuesta a los problemas de injusticia social que ha mostrado en Chile la pasada rebelión popular de
octubre, sea capaz de asegurar, de manera bestial, brutal e implacable, tanto la derrota de la clase
capitalista que nos llevó al desastre (y que es responsable tanto en Chile como en el mundo del inicio
del próximo genocidio eco-social planetario), así como también la conquista de las herramientas
económicas, sociales y políticas que podrían permitirnos preservar, ante el proceso inevitable de
derrumbe del Estado-Nación chileno, la continuidad de un proyecto de sociedad socialista (única vía
de asegurar la preservación de nuestra especie y la civilización) ante el contexto de colapso universal
que se abalanza sobre nosotros

En este camino de lucha salvaje, presentamos las siguientes propuestas, de naturaleza exploratoria y
como parte de una discusión mayor con respecto a que programa debemos adoptar ante el nuevo
contexto geológico-histórico, apocalíptico, que tenemos por delante. Una discusión que debe
comenzar a ser dada, principalmente, por todos los sectores del movimiento popular que estén
dispuestos a luchar por la imposición (violenta) entre las filas de la revolución, a tono con el propio
desastre que la misma burguesía generó, de una política anti-capitalista carnicera, brutal, sanguinaria;
en otras palabras, frankensteniana.

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El último programa revolucionario del socialismo tendrá un perfil frankensteniano brutal



3.1. ¡Por una Asamblea Popular de Emergencia ante el derrumbe de Chile!

-De la consigna de Asamblea Popular de Emergencia

- Las consignas de “Nueva Constitución” y “Asamblea Constituyente” constituyen consignas caducas
ante el nuevo escenario geológico-histórico, súper-catastrófico, que está comenzando a dar sus
primeros pasos a nivel mundial del cual la pasada Rebelión Popular de Octubre, alentada tanto por las
injusticias sociales del sistema capitalista imperante en nuestro país, así como también por la
creciente situación de crisis eco-sistémica terminal del Estado-Nación Chileno (esto visible, por
ejemplo, en los efectos crecientes de la actual súper-sequia que afecta a una gran parte del territorio
nacional), fue una expresión inicial. Desde aquí, el reciente estallido popular no responde ni a la
apertura de a un nuevo ascenso obrero revolucionario clásico, así como tampoco a un nuevo ascenso
de luchas populares tal como las vistas en América Latina durante décadas pasadas. Por el contrario,
dicho estallido representa una expresión inicial de las próximas guerras de recursos globales en las
cuales los pueblos y explotados del mundo deberán levantarse en contra de las castas capitalistas y
explotadoras que se apropian de la mayor parte de las riquezas del planeta y que son quienes nos
llevaron al cataclismo inminente.

Es necesario, por lo tanto, reemplazar las consignas obsoletas de “Nueva Constitución” y “Asamblea
Constituyente”, pensadas a lo largo de la historia de Chile para una serie de contextos de desarrollo
capitalista industrial inicial, ascendente u orgánico, por la convocatoria de una Asamblea Popular de
Emergencia ante el Derrumbe de Chile; es decir, una instancia en la cual sea el conjunto de los sectores
populares los que discutan y decidan las vías mediante las cuales prepararnos ante un escenario
histórico de derrumbe eco-social del Estado Nación Chileno, este último alentado por el avance de la
crisis climática, el derrumbe energético y la escasez mundial de recursos generados por el capitalismo
ecocida. Lo anterior en el camino del establecimiento de una Dictadura Popular Colapsista destinada
a defender los intereses y la sobrevivencia del pueblo chileno ante un escenario de derrumbe global y
extinción masiva.

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Chile se enfrenta a una tormenta geológica-histórica de magnitudes destructivas inconcebibles

-De los derechos del pueblo y el bienestar social ante un escenario de escasez

Punto en edición

-De la necesidad de un plan de emergencia ante el cataclismo climático, el derrumbe energético y el
colapso civilizatorio

Punto en edición

-De la organización de una Asamblea Popular de Emergencia

- La subsistencia de los sistemas democráticos modernos en sus formas tradicionales capitalista-
burguesa (por ejemplo, la democracia liberal) u obrero-popular (por ejemplo, la democracia
soviética), es incompatible con los escenarios de derrumbe medioambiental y escasez de recursos que
se aproximan en el proceso histórico. Una de las explicaciones de lo anterior sería que dichos
escenarios constituirán una poderosa presión que volvería a estos sistemas en inmanejables en el
corto y mediano plazo, asociándose estos escenarios, asimismo, a un debilitamiento crónico,
distorsión estructural y posterior derrumbe de las formas modernas de representación democrática.
Asfixiados por una reducción aguda de las fuentes de abastecimiento de las cuales se nutren los
sistemas sociales actuales, tensionados por fuerzas centrífugas internas y amenazas externas cada vez
más poderosas, los sistemas democráticos podrían convertirse así, progresivamente, en estructuras
obsoletas incapaces de asegurar no sólo su continuidad en el futuro cercano, sino que además las
funciones más básicas de cohesión política y sobrevivencia del cuerpo social. Mas aún, debilitados en
su propia raíz; es decir, al nivel de los sistemas de reproducción eco-social de la vida contemporánea,
los mecanismos tradicionales de representación democrática moderna podrían devenir, en la medida
en que el derrumbe global se agudice, en meras cáscaras vacías cuya debilidad podría terminar, en
última instancia, alentando el agravamiento de la propia crisis eco-social de la cual serán victimas. Una
muestra de esto último sería el papel potencialmente nocivo que, ante un escenario de crisis social
aguda, podrían jugar cumplir los vaivenes políticos típicos de las democracias liberales (por ejemplo,
los asociados a la vida parlamentaria y los procesos electorales) en la intensificación de los niveles de
inestabilidad social que afecten a una sociedad determinada que se vea enfrentada a los efectos
(catastróficos) de un derrumbe productivo. Otro ejemplo válido serían aquí los posibles fallos
estructurales crecientes (y posterior parálisis) que enfrente un sistema de democracia socialista (por
ejemplo de tipo soviética) basada en la existencia de cuerpos de delegados revocables anclada en las

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estructuras de clase del movimiento obrero, esto último cuando dichas estructuras de clase comiencen
a derrumbarse como efecto del tipo de colapso económico-productivo que la crisis ecológica-
energética estaría por generar a nivel mundial.

Algunos ejemplos históricos del tipo de tensiones estructurales desarrolladas en el seno de una serie
de sistemas democráticos (así como también del aliento de las tendencias autoritarias internas en el
seno de aquellos) enfrentados a contextos de crisis de sobrevivencia extrema puede encontrarse en el
caso de la suspensión de las libertades democráticas consagradas en la constitución de la Francia
Revolucionaria durante los años del Terror entre 1793 y 1794, así como también en la ilegalización
de una serie de partidos políticos y la represión de movimientos huelguísticos que debió impulsar el
partido bolchevique durante los años de la guerra civil y el establecimiento del llamado Comunismo
de Guerra. Otro ejemplo de los mismo en el ámbito de las democracias imperialistas puede
encontrarse en la restricción de las libertades democráticas producidas en Estados Unidos y otras
potencias aliadas durante los años de la Segunda Guerra Mundial.


Los bolcheviques debieron ilegalizar partidos políticos y reprimir huelgas durante el periodo la guerra civil

Una de las implicaciones de esta dinámica de debilitamiento-crisis-debilitamiento de los sistemas
democráticos en un contexto de crisis eco-sociales agudas (y de la mayor propensión de estos últimos
al caos al calor de estas últimas) sería, en consecuencia, un potenciamiento en el escenario histórico
de todos aquellos regímenes políticos definidos, de manera genérica, como “autoritarios” o
“totalitarios”. Ejemplos de sistemas totalitarios existentes durante el siglo pasado fueron, por
mencionar algunos, el nazismo, el stalinismo o el maoísmo. Casos contemporáneos de regímenes
totalitarios cuyas formas de gobierno, como señalamos, podrían ser potenciadas por esta “crisis de
fondo” que comenzará muy posiblemente a afectar a los sistemas democráticos alrededor del mundo,
serían los actuales regímenes norcoreano o las monarquías árabes.

Chile no será inmune al avance de estas profundas tendencias anti-democráticas que se desarrollarán
a nivel mundial, expresión basal de un proceso de transformación histórica que cuestionará, como
dijimos, la propia validez, legitimidad, viabilidad e incluso utilidad de las diversas formas de
democracia moderna. Igualmente, como ya señalamos, serán las propias formas de representación
política democráticas las que, llegado un punto, contribuirán a la inestabilidad de los sistemas sociales,
esto como producto de su mismo debilitamiento estructural. Teniendo en cuenta este escenario
potencial, altamente probable si consideramos, otra vez, los efectos que tendrá el cercano derrumbe
eco-sistémico y energético global durante las próximas décadas sobre la estructura socio-económica
chilena, se hace necesario que una posible “Asamblea Popular de Emergencia” se plantee discutir y

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adoptar las medidas necesarias para preparar la necesaria transición entre el actual sistema
(limitado) de representación democrática vigente en nuestro país hacia un tipo de gobierno post-
industrial acorde con las necesidades del próximo periodo histórico, de sobrevivencia, al cual se
enfrentará la nación chilena.

Medidas actuales destinadas a preparar esta transición política, coherentes con la validez que todavía
poseen los sistemas de representación democráticos modernos, podría ser la organización de una
futura Asamblea Popular a partir de un cuerpo de delegados revocables elegidos a nivel nacional
mediante voto universal, definiéndose el número de lo mismos (por ejemplo, un delegado cada 10 o
20 mil ciudadanos) a partir de una discusión transversal al nivel de cabildos populares organizados a
nivel local y regional. Una medida para asegurar la autodeterminación de estos cabildos, en el camino
de la convocatoria nacional de una Asamblea Popular, sería la concentración en los mismos de los
actuales poderes ejecutivo y judicial, asumiendo además aquellas las funciones de jefaturas militares
locales y regionales de un potencial ejercito del pueblo en creación. Otra función de estos cabildos
podría ser la requisa y el control del conjunto de los medios de producción existentes en una
jurisdicción determinada, cumpliendo desde allí, en coordinación con las organizaciones sociales,
sindicales y populares de aquella, tareas de aprovisionamiento de la población y de administración
productiva.


Asambleas locales, Cabildos y Asamblea Popular

Una estructura como la anterior, posible de implementar incluso en momentos previos a la
convocatoria de una Asamblea Popular, constituiría una importante base para que ésta última pueda
sentar los pilares para una profunda reorganización política, económica y social ante el horizonte de
un derrumbe eco-social cercano del Estado Nación Chileno; es decir, cuya misión sea el
establecimiento de un sistema económico socialista post-industrial y una dictadura popular colapsista
capacitada para garantizar una transición efectiva hacia formas de gobierno post-capitalistas en el
ámbito nacional, regional y local. La importancia (crucial) de lo anterior radica en que, sea cual sea el
tipo de sistema político y económico que una posible Asamblea Popular adopte para reemplazar el
actual régimen capitalista decadente, dicho sistema se verá prontamente amenazado, desde su raíz,
por el avance de la próxima crisis medioambiental y energética global que, como dijimos, constituirá
una presión estructural de magnitud creciente para todas las formas de representación política
democráticas de la modernidad. Un ejemplo de lo anterior es que un contexto de crisis agrícola, urbana

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y de recursos crónica, agudizada por el desarrollo de un quiebre eco-sistémico generalizado en una
gran parte del territorio nacional, volvería pronto en inviable el funcionamiento de una hipotética
estructura de representación democrática (por ejemplo una basada en la existencia de cuerpos de
delegados revocables) de la cual pueda dotarse una posible Asamblea Popular (o bien, inclusive,
aquellas que pueda adoptar un gobierno obrero socialista clásico).

Lo anterior es especialmente claro en el caso del funcionamiento de posibles órganos de
representación popular a nivel de sindicatos o consejos de trabajadores, siendo estos últimos
particularmente vulnerables ante los impactos del próximo colapso productivo que generará,
inevitablemente, el avance de la crisis ecológica y energética que ya da sus primeros pasos en Chile y
el mundo. La razón de esto radica en el hecho de que las formas de representación obrera, al tener
precisamente como eje estructurante los espacios de producción (por ejemplo, fábricas, puertos,
minas), quedarán particularmente expuestas a la escasez de insumos industriales y los golpes que la
crisis eco-energética descargará sobre las cadenas industriales regionales, nacionales y mundiales,
ocasionando en muchos casos, de hecho, el derrumbe completo de estas últimas. Una muestra
potencialmente cercana de lo anterior (tal como desarrollaremos más adelante) puede verse en el
ámbito de la destructiva mega-minería del cobre, destinada a un derrumbe drástico (y brutal) en tanto
uno de los recursos naturales claves que ha permitido su existencia alcance (pronto) niveles críticos:
el agua, planteando lo anterior no sólo una importante crisis estructural cercana en el seno del antaño
(y todavía) poderoso proletariado minero chileno, sino que, más aun, la completa desintegración
(desaparición) de uno de sus bastiones centrales. En otras palabras, una especie de replica del
derrumbe del proletariado salitrero chileno durante las primeras décadas del siglo pasado, aunque
ahora en el marco no de una modificación de los patrones productivos industriales, sino que, por el
contrario, de un colapso generalizado del propio sistema industrial.


La destructiva gran minería del cobre tiene sus días contados ante un escenario de crisis ecológica catastrófica

-Del carácter de la lucha de clases, el papel de la clase obrera y el sujeto de transformación social ante
un contexto colapsista

- El desarrollo del capitalismo industrial se asoció al nacimiento y evolución de dos clases sociales
fundamentales, ligadas al impulso de los principales procesos económicos, sociales, políticos y
culturales de los últimos siglos: la burguesía y el proletariado. Fue justamente al calor de los avances
y retrocesos de los proyectos históricos de estas clases sociales y del enfrentamiento de aquellas en
pos de sus intereses, que los principales procesos históricos de la era industrial fueron moldeados. Un
ejemplo de lo anterior fue el papel de la revolución industrial y la revolución francesa, encabezadas
por diferentes facciones burguesas, en la configuración de los pilares fundamentales del mundo
moderno. Otro ejemplo de lo mismo fue el rol de las ideologías obreras (esto incluso en los casos en
los cuales otros sectores populares tales como el campesinado tomaron el papel protagónico) en el

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avance de los principales procesos revolucionarios de la modernidad industrial, aquello desde la
Primavera de los Pueblos de 1848 y la Comuna de Paris de 1871 hasta el ciclo revolucionario mundial
de las décadas de 1960 y 1970. Incluso en el ámbito del ascenso de los recientes gobiernos populistas
de izquierda en América Latina (por ejemplo, los de Hugo Chávez-Nicolás Maduro y Evo Morales), la
constante alusión de estos a algunas de las ideas tradicionales de los programas obrero socialista del
siglo XX fue uno de sus aspectos ideológicos centrales.

Tal como el nacimiento y desarrollo del sistema capitalista industrial tuvo como una de sus bases la
hegemonía social, política y cultural de la burguesía y el proletariado en tanto clases fundamentales
de la sociedad moderna, el actual fenómeno de crisis ecológica-energética catastrófica y los efectos de
la próxima crisis de recursos, combinados con el curso de decadencia económica, política y social del
capitalismo contemporáneo, constituirían la apertura de un horizonte histórico opuesto; esto es, la
perspectiva de un derrumbe (o autodestrucción) generalizado de la propia sociedad industrial que se
asociaría, por la lógica interna del proceso, a un fenómeno de potencial declive estructural, decadencia
y posterior “muerte” (o derrumbe) de sus clases sociales fundamentales. En el ámbito de la teoría
revolucionaria moderna, si consideramos el papel central que juega en aquella el sistema de clase
contemporáneo, lo anterior plantearía la apertura de un periodo de “cierre” progresivo (o
cancelación) de las condiciones objetivas del proyecto socialista moderno. Entre otras cosas, este
proceso se caracterizaría así por un debilitamiento progresivo en el mediano y largo plazo (inducido
por el proceso de desestructuración y posterior desintegración de las estructuras sociales de la
sociedad industrial) de la acción de la clase obrera y los demás sectores explotados de la sociedad
burguesa en tanto sujetos sociales de transformación revolucionaria.

En el terreno de las capacidades de intervención de la clase obrera, sus organizaciones y partidos en
el escenario histórico, lo anterior implicaría, asimismo, el avance de un debilitamiento crónico
(terminal) de las posibilidades de estos sectores para asegurar, por ejemplo mediante la expropiación
de las palancas del poder económico de las clases burguesas y la administración de los medios de
producción, el cumplimiento de las exigencias económicas, sociales y políticas del conjunto de los
sectores populares. Una de las implicaciones de lo anterior sería que la capacidad de los sectores
obreros para actuar a modo de “caudillo” de los sectores populares, esto por ejemplo asegurando el
cumplimiento de las tareas democráticas que la sociedad burguesa habría dejado inconclusas (por
ejemplo, entre otras, el derecho de autodeterminación de las naciones oprimidas) quedaría en el corto
y mediano plazo debilitada o gravemente comprometida, esto en tanto la crisis eco-social del
capitalismo comience a afectar la reproducción de las estructuras económicas y sociales básicas de la
sociedad industrial. Una de las razones de este “fenómeno degenerativo” destinado a debilitar
(corroer) las propiedades organizativas y de lucha del movimiento obrero industrial se encontraría,
en lo fundamental, como hemos repetido, en las mismas tendencias de desintegración-disolución que
afectarán al sistema industrial a nivel mundial y que deberían generar, tarde o temprano, la crisis,
paralización y potencial “desintegración” (como retomaremos luego) de importantes bastiones del
proletariado mundial.

17

Degradación eco-social del capitalismo industrial, degeneración del sistema de clases y colapso

El proceso socio-degenerativo que estaría comenzando a afectar a la clase obrera a nivel internacional
podría expresarse durante los próximos años, posiblemente, al modo de una perdida paulatina de las
capacidades estratégicas y hegemónicas de las organizaciones obreras en el escenario social, por
ejemplo aquellas que le habrían permitido actuar en la lucha de clases en el pasado como una especie
de ente unificador en la lucha en contra de las clases burguesas, expresándose lo anterior en el
desarrollo de una serie de potenciales “bloqueos estructurales” que tenderían a hacer más difícil (o
llegado un punto a impedir completamente) el avance de políticas de centralidad obrera. Ahora bien,
teniendo en cuenta el rol central de la clase obrera en la estructura productiva y social de la sociedad
industrial y su rol histórico, como dijimos, como uno de los ejes claves de la articulación de los sectores
populares, este proceso “degenerativo” y posterior derrumbe paulatino de las estructuras obreras, el
cual estaría comenzando a ser alentado por el proceso de colapso eco-energético global, debería
inducir, a la vez, un derrumbe generalizado (o debilitamiento orgánico) de las capacidades de
respuesta histórica de todos los sectores populares, esto sobre todo en el caso de aquellos cuya acción
ha presentado durante el último siglo altos grados de institucionalización y protagonismo político
tales como, entre otros, los movimientos estudiantiles, gremiales y aquellos ligados a ciertos actores
sociales con gran relevancia durante el siglo pasado tales como, por ejemplo, las organizaciones
feministas. Con todo, si tenemos en cuenta que un posible fenómeno de “debilitamiento sistémico” de
los resortes de organización y lucha del movimiento obrero y los sectores populares se vería
acompañado, asimismo, por un proceso “gemelo” (paralelo) de declive orgánico de las propias clases
burguesas, esto debería dar como resultado, por lo tanto, el desarrollo de escenarios potenciales de
lucha de clases caracterizados por una incapacidad (o senilidad) creciente tanto del campo burgués
como obrero para asestarse golpes decisivos que le permitan a uno u otro inclinar la correlación de
fuerzas del tablero político, decididamente, en favor suyo. Una definición para este tipo de dinámica
de “debilitamiento generalizado” de todas las clases sociales tradicionales del sistema industrial
podría ser la de lucha de clases “declinante” (o envejecida).

18

Clase obrera clásica, senil y degenerada (Siglos XIX-XXI)

Las mayores dificultades estructurales que podría experimentar prontamente la clase obrera para
centralizar los procesos de lucha de los sectores populares, esto incluso en el contexto del desarrollo
de ascensos obreros propiamente tales, así como también la creciente dificultad que podrían tener los
sectores sociales tradicionales (movimientos estudiantiles, gremiales, indígenas, campesinos, etc.)
para jugar dicho papel centralizador, representará una importante dificultad estructural que hará
cada vez más difícil (o incluso eventualmente imposible) una unificación orgánica de los sectores
populares en su lucha en contra de las clases explotadoras. Entre otras cosas, esto podría representar
además un obstáculo potencial (adicional) cada vez más grave para el avance de la conciencia política
revolucionaria de todo el campo popular, aquello al menos en lo concerniente a la replicación de
fenómenos de politización y radicalización de masas tales como los vistos al calor de los procesos
revolucionarios del siglo pasado. Lo anterior se debería, entre otros motivos, a que el proceso de
debilitamiento y posterior derrumbe de los pilares económicos y sociales del sistema moderno que
traería aparejado el desarrollo de la crisis eco-social planetaria debería afectar, necesariamente, los
resortes que permitieron la consolidación (y amplificación) de las dinámicas clase-partido-dirección
propias de la política revolucionaria durante los últimos siglos; es decir, una de las bases
fundamentales de la propia teoría política revolucionaria moderna.

Sin embargo, sería la potencialmente mayor debilidad de la burguesía y las clases dominantes para
asegurar su poder político al calor de las futuras convulsiones mundiales, lo que debería brindar a los
sectores populares importantes oportunidades de acción en el escenario histórico. Si consideramos
además las posibilidades que podrían presentarse para que aquellos impulsen, aunque
probablemente con una naturaleza muchas veces coyuntural o transitoria, nuevas formas de
asociatividad política ligadas al impulso de nuevos patrones productivos con mayores capacidades de
adaptación ante los próximos contextos de derrumbe eco-social; por ejemplo, tal como
mencionaremos más adelante, aquellos basados en el control de cadenas productivas de carácter
regional o local, podría ser así posible entrever que los sectores populares puedan tener algunas
oportunidades adicionales para oponer ante las clases capitalistas, esto claro si son capaces (como
remarcaremos luego) de eliminarlas completamente del escenario histórico, un proyecto de sociedad
propio. Una de las razones de lo anterior sería, entre otras cosas, la propia posición de la burguesía y
las clases explotadoras en la “cúspide” de la pirámide social, augurando esto último, en la medida en
que el sistema capitalista vaya agotando los mecanismos que aseguran su defensa y autopreservación
ante las amenazas que representará para aquel la próxima crisis global, una caída en el mediano plazo
mucho más traumática que la que estarían por experimentar las clases explotadas. Sería de hecho la
“desventaja” de ubicarse en lo más alto de un sistema social destinado a derrumbarse lo que
aseguraría que, una vez que el fenómeno de colapso empiece a mostrar todo su poder en el escenario

19
histórico, las clases capitalistas puedan verse afectadas en su caída por una “aceleración” mucho
mayor (posiblemente en algún punto similar a aquella que poseen los objetivos en caída libre) a la que
podría afectar a las clases subordinadas, alentando esto un nivel de desorientación tal en las elites
burguesas que aquel podría ser aprovechado por los sectores populares para, masacrándolas en el
suelo antes de que tengan posibilidad de reaccionar, hacerlas desaparecer del proceso histórico.
Enfrentado cada sector social de la sociedad capitalista a diferentes “aceleraciones de derrumbe” de
acuerdo con sus posiciones respectivas en la estructura social y a su propia complejidad sociopolítica,
podrían ser así los sectores subordinados, aunque inmersos también, como hemos repetido, en el
fenómeno general de colapso, los cuales podrían aprovechar en su favor la dinámica de “caída” de los
sectores dominantes. Teniendo en cuenta además la repetición de esta dinámica en distintos
contextos históricos pasados asociados al derrumbe de sociedades estatales y clasistas, así como
también la posible importancia de aquella en las proyecciones futuras de la lucha de clases durante
una fase de colapso civilizatorio global, denominamos provisionalmente a esta tendencia como ley de
aceleración diferencial del colapso para dominados y dominantes en sociedades jerárquicas, esto último
teniendo en cuenta, asimismo, el ejercicio de sistematización de los procesos históricos que ha
caracterizado a la escuela de pensamiento marxista desde su fundación.


El derrumbe de las clases sociales de la sociedad burguesa podría presentar “aceleraciones” diversas

(…)

Punto en edición

- Síntomas tempranos de un envejecimiento (o senilidad) inicial de las clases sociales en el terreno del
enfrentamiento de clases podría verse ya en algunos de los rasgos que han caracterizado al desarrollo
de la lucha de clases (y a la propia fisonomía contemporánea de las clases fundamentales de la
sociedad capitalista actual) durante las últimas tres décadas, periodo que coincidiría además,
sugerentemente, con un salto cualitativo de los niveles de degradación de las condiciones
medioambientales a escala planetaria. En el ámbito del movimiento obrero, algunos síntomas iniciales
de un declive de las capacidades de acción histórica de este último podrían verse en la inexistencia
desde los años 70’s y 80’s de procesos de lucha de clases internacional caracterizados por un peso
protagónico del elemento obrero (en los hechos uno de los periodos más largos de la historia moderna
de ausencia de revoluciones obreras). Lo anterior se combinaría, asimismo, con el desarrollo desde
fines del siglo XX de un agudo retroceso (generalizado) de los partidos y organizaciones obreras en
prácticamente todos los países del mundo, esto como resultado tanto de la ofensiva neoliberal que

20
tuvo lugar a nivel mundial a partir de los años 80’s y los efectos que tuvo sobre los partidos marxistas
y socialistas el derrumbe de la URSS. Cabe destacar aquí el hecho de que el retroceso que
experimentaron los partidos marxistas y la subjetividad política obrera en tiempos recientes no
tendría parangón en ningún periodo previo desde la fundación del movimiento obrero, marcando lo
anterior el momento más bajo de las capacidades de organización y lucha de aquel en su historia, esto
incluso en nuestros días cuando la clase obrera viene recuperando parte del terreno que perdió
durante los 80’s y 90’s.

Un ejemplo paradigmático de los graves retrocesos que experimentó la posición de proletariado en la
lucha de clases en el último cuarto de siglo puede verse en la situación del movimiento obrero chileno
desde el golpe de estado de 1973, habiendo sido aquel incapaz de recuperar hasta nuestros días, por
una serie de motivos coyunturales y razones estructurales, los niveles de organizatividad,
protagonismo social y conciencia revolucionaria que alcanzará hace medio siglo. Otro ejemplo de lo
mismo puede hallarse en los recientes casos de “mega huelgas” en algunos países tales como la India,
caracterizándose aquellas por haberse desarrollado en contexto de bajísimos niveles de subjetividad
revolucionaria que, si se tiene en cuenta el escaso tiempo que quedaría antes de una crisis eco-social
y productiva generalizada del sistema industrial, podrían ser en gran medida insuperables. Cabe
resaltar aquí, de hecho, que entre algunas de las regiones en donde se espera que el próximo derrumbe
ecológico y energético golpee de forma temprana y de manera particularmente intensa se contaría,
precisamente, el subcontinente indio. Es importante destacar, con todo, que el desarrollo de estas
huelgas, que han movilizado a cientos de millones alrededor del globo, si preanunciarían, por ahora,
un posible mayor protagonismo de los nuevos bastiones del proletariado mundial creados como
producto de las modificación del patrón internacional de acumulación capitalista en décadas
recientes. Otro ejemplo de las mayores dificultades que estaría experimentando el movimiento obrero
para ejercer el papel que alguna vez tomó en varios de los procesos de ascenso revolucionario de los
siglos pasados al modo de un “eje centralizador” del conjunto de las demandas de los sectores
explotados puede verse asimismo, salvo ciertas excepciones, en el verdadero silencio que ha
caracterizado a las principales centrales obreras a nivel internacional ante la problemática del cambio
climático y la cuestión ambiental, ubicándose aquellas en muchas ocasiones del lado de los intereses
empresariales anti-ecológicos, esto bajo el argumento de la necesaria protección de los niveles de
productividad necesarios para asegurar los puestos de trabajos y el nivel de los salarios.

Pese a que un argumento de ciertos sectores de izquierda sería que la incapacidad que han tenido las
organizaciones sindicales y los partidos obreros para integrar en sus petitorios reivindicativos y
programas la problemática ambiental se debería, entre otras cosas, o bien al nefasto rol de las
burocracias sindicales y la política de conciliación de aquellas con las clases empresariales, o bien a
un estado general de atraso ideológico generalizado al nivel de las filas obreras y las militancias de
izquierdas superable en la medida en que aquellas puedan ir tomando un mayor protagonismo en la
lucha de clases, lo cierto es que incluso las experiencias más avanzadas de auto-organización del
movimiento obrero en toda su historia (por ejemplo la Comuna de Paris, los soviets rusos, los
cordones industriales chilenos o los consejos obreros de la revolución iraní) han sido prácticamente
ajenas a cualquier problemática de tipo medioambiental o ecológica. Otro ejemplo de lo mismo puede
verse hoy, otra vez, en la casi total exclusión durante las ultimas dos décadas de cualquier política (o
discusión) ante la crisis ecológica mundial en el seno de la experiencia de gestión obrera en la fábrica
Zanón en Neuquén (Argentina), en los hechos una de las industrias más contaminantes de producción
de cerámicos en América Latina. Lejos de haber existido allí una política sistemática destinada a
utilizar el sindicado de la fábrica como un espacio desde donde visibilizar el problema del cambio
climático y los niveles de destrucción ambiental asociadas a las cadenas industriales, pudiendo a la
vez haberse comenzando allí a discutir el problema de los niveles de contaminación ambiental
asociados a esta industria y las vías para aminorar sus efectos, todo lo que ha dado esta experiencia
con respecto a esta importante temática no ha pasado más que de unos cuentos posicionamientos
(generales) por parte de algunos de sus dirigentes, esto sobre todo durante los últimos meses. Una d
las razones de esta situación sería, aunque sin ser la más importante, la nefasta influencia que ha
tenido en el pasado sobre el sindicato de Zanón la política institucional-parlamentarista del partido
de izquierda institucional argentino PTS, caracterizado este último por una política en esencia
industrial-productivista (aunque encubierta recientemente bajo fraseología verde).

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Zanón muestra la inexistencia de una perspectiva ecológica sistemática al interior del movimiento obrero

Un caso particularmente agudo de una casi total carencia de una discusión a la altura en torno a la
temática ambiental en el ámbito de ciertas organizaciones marxistas definidas a sí mismas como
“partidos obreros”, puede encontrarse en algunas agrupaciones trotskistas latinoamericanas tales
como la LIT-CI. De hecho, siendo una de las organizaciones más viejas del ámbito trotskysta a nivel
mundial (algo así como una especie de “ente momificado” de los años 40’s en el escenario político
contemporáneo), la LIT-CI se habría caracterizado durante prácticamente toda su historia (¡por más
de 70 años!) por una ausencia casi completa de cualquier discusión alrededor de la problemática
medioambiental y de la verdadera gravedad de los peligros asociados actualmente a esta última.
Dando cuenta, una vez más, de los grados de verdadera “momificación” que afectarían a esta
organización (la cual parece mantenerse desde hace décadas en un estado permanente “entre la vida
y la muerte” gracias a los “desechos” de otras organizaciones trotskistas más grandes, todo lo que
tendría aquella con respecto al problema del cambio climático hasta ahora sería, después de siete
décadas, o bien unas cuantas frases (media perdidas, aunque es cierto que muy premonitorias) del
dirigente histórico del Trotskysmo argentino Nahuel Moreno (con el cual de hecho habrían ya roto en
varias de sus concepciones centrales), o bien, durante los últimos meses, uno que otro artículo de
“variedades” en torno a la problemática ambiental y en donde lo único que hacen es, en definitiva,
repetir como loros las mismas frases y perspectivas (de tono industrialista) de sus fundadores durante
los años 40’s en Argentina acerca de las potencialidades de una política de “centralidad obrera” para
“detener” (no importa que la ciencia diga lo contrario) el cambio climático. Todo esto sazonado con la
“interesantísima” reflexión en torno al relevante tema de estrategia revolucionaria referente a, entre
otros temas… la estética de la muerte en el pintor Pieter Brueghl “El Viejo”.

Los importantes retrocesos del protagonismo de la clase obrera en la lucha de clases internacional
durante las ultimas décadas; la incapacidad de esta última para recuperar sus niveles de organización
y lucha de hace medio siglo y las mayores dificultades del proletariado industrial para erigirse en
caudillo de los demás sectores explotados, actuando aquel en muchas ocasiones diluido en el marco
de movimientos de lucha encabezados por otros sectores sociales (estudiantes, pueblos indígenas,
pobladores, ambientalistas, etc.); la incapacidad que han mostrado la gran mayoría de estructuras
sindicales y partidos obreros alrededor del mundo para impulsar en décadas recientes una discusión
sistemática y plan de acción alrededor de la problemática ambiental y el peligro cercano del cambio
climático (quedando dichas reflexiones remitidas a menudo a un ámbito más propiamente académico,
esto tal como en el caso del llamado ecosocialismo); así como también la sobrevida que han tenido en
el ámbito anticapitalista algunas organizaciones cuyos niveles de degeneración teórica-programática
debieron haberlas condenado hace tiempo a la desaparición tales como en el caso de la ya mencionada
LIT-CI, no son casualidades. Por el contrario, todos estos fenómenos, imbricados con el salto (sin
retorno) que dio la degradación de los equilibrios ecosistémicos a nivel global con la ofensiva

22
neoliberal de los años 80’s y 90’s, constituirían síntomas de un mismo proceso de fondo; esto es, el
avance del ya mencionado fenómeno histórico de degradación de las bases de reproducción eco-social
de la sociedad burguesa, expresándose lo anterior en el comienzo de un ciclo de declive (o
degeneración), alentado por la incipiente crisis energética y de recursos global, de las propias clases
sociales fundamentales del modo de producción capitalista.


Clases fundamentales seniles

Punto en edición

- Un escenario histórico de degeneración inicial de las clases fundamentales de la sociedad industrial
debería dar como resultado, por lo tanto, el desarrollo de escenarios políticos caracterizados por un
fenómeno recurrente (crónico) de un “empate estratégico” entre aquellas. Uno de los rasgos de estos
“empates estratégicos” sería ser alimentados por un desgaste generalizado de las fuerzas de lucha de
los sectores sociales tradicionales de la sociedad moderna, fomentando desde allí espirales periódicas
(“sin salidas”) de caos o inestabilidad social y política agudas, poseyendo estas últimas extensiones
con una extensión temporal variable. Dichas espirales de inestabilidad y caos político creciente
podrían presentarse, posiblemente, al modo de una repetición constante de una serie de oscilaciones
políticas de avance y retrocesos de cada uno de los sectores contendientes que se darían en el marco
de diversos ciclos políticos, posiblemente de corta duración, al final de los cuales la situación social y
política y la lucha de clases tenderían a un “punto muerto”, esto último replicando, al modo de un
verdadero círculo vicioso, aunque ahora en un contexto aún más degradado que el anterior, las
condiciones iniciales existentes en la lucha de clases al principio del ciclo en cuestión. Un ejemplo de
esto en América Latina vendría siendo hasta ahora, por el momento, la dinámica de lucha de clases
que puede verse en el caso de Venezuela, caracterizada por un virtual “empate técnico” entre la
derecha reaccionaria, el gobierno de Maduro y las masas explotadas. Otro ejemplo de lo mismo
pareciera ser el tipo de oscilación política que ha caracterizado a varios países de Sudamérica en
tiempos recientes en los cuales los vaivenes de la lucha de clases y del proceso político han alimentado
una especie de dinámica de “péndulo”, hasta ahora sin salida, caracterizada por el ascenso y declive
de sucesivos gobiernos progresistas y neoliberales, esto a pesar de haberse producido en aquellos
países importantes estallidos populares. Una muestra de esta “oscilación pendular” que parece haber
caracterizado la evolución de la superestructura política de varios gobiernos latinoamericanos
durante los últimos años, impidiendo con ello que la lucha de clases en esta región haya terminado de
romper con la “inercia neoliberal” de décadas pasadas, puede verse en el giro que dio el proceso
abierto en Chile por el levantamiento del 2011 que, a pesar de haber generado un hondo
cuestionamiento a las políticas de la derecha neoliberal y del primer mandato presidencial de
Sebastián Piñera, terminó luego diluyéndose y abriendo paso, posteriormente a la segunda
administración de Bachelet, al retorno de Piñera a la presidencia el 2018, esta vez en el marco de un
escenario opuesto de revitalización de la derecha conservadora. Algo similar puede verse en el caso
argentino con la derrota de Cristina Kirchner ante Mauricio Macri hace algunos años y la reciente

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victoria de la primera en las pasadas elecciones presidenciales de ese país, esta vez en calidad de
vicepresidenta.


Venezuela, Argentina y Chile han visto en tiempos recientes una serie de ciclos políticos “pendulares”

Es importante notar, con todo, que el desarrollo de esta dinámica “declinante” de la lucha de clases no
implicaría ni una morigeración de la lucha de clases misma, esto por ejemplo con respecto a la
combatividad de los métodos de lucha utilizados por los distintos sectores sociales en conflicto, así
como tampoco una negación de la apertura de posibles dinámicas de “resolución catastrófica” de
aquella, esto tal como parecieran preanunciar los recientes levantamientos populares
(inusitadamente violentos) en Chile, Bolivia o Ecuador. Por el contrario, tal como un corazón enfermo
continúa latiendo hasta el momento del paro cardíaco mismo, esto muchas veces a ritmos todavía mas
violentos e irregulares, un fenómeno de “degeneración estructural” del sistema de clases industrial
podría asociarse a dinámicas de lucha de clases caracterizadas por oscilaciones mucho más violentas
a aquellas que delinearon su evolución durante las fases de desarrollo capitalista orgánico, esto hasta
el instante mismo (y más allá todavía) de la apertura de una fase de colapso abierto. En otras palabras,
estas dinámicas de lucha de clases “declinante” no negarían la perspectiva, como dijimos, de
resoluciones catastróficas del conflicto revolución-contrarrevolución, aunque sí las mayores
posibilidades de una mayor postergación de este último, aquello como producto de la propia
“ralentización” que ejercerá sobre la lucha de clases el proceso de debilitamiento estructural del
sistema industrial que antecederá su derrumbe. Una analogía para comprender este fenómeno de
“enlentecimiento” o perdida de momentum catastrófico de la lucha de clases para una resolución
efectiva de la pugna revolución-contrarrevolución sería, por un lado, el de la luz viajando en el vacío a
una velocidad normal, representando lo anterior las condiciones “normales” de la lucha de clases
durante los siglos de desarrollo industrial orgánico pasados, representando por el contraria la perdida
de velocidad de la luz al atravesar un líquido las condiciones “alteradas” (distorsionadas) de la lucha
de clases durante una fase de pre-colapso.

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Velocidades diferenciales de la luz a través de diversos materiales

Un fenómeno de aplazamiento (postergación) inducido de los instantes de disputa abierta por el poder
al nivel de la lucha de clases significaría, entre otras cosas, que los “momentos de quiebre” de un
ascenso revolucionario deberían desplazarse, a partir de hoy, a escenarios históricos más
propiamente colapsistas; es decir, que presentarían bases objetivas en disolución. En otras palabras,
contextos socio-históricos que tendieran a presentar una naturaleza diferente (mucho más
disruptiva) de aquellos en los cuales tendió a resolverse durante los siglos pasados la lucha por el
poder entre la burguesía y el proletariado. En términos concretos, esto plantearía la paradoja del
desarrollo de “insurrecciones proletarias” (ósea, el momento culmine de la disputa por el poder por
parte de las clases explotadas de acuerdo a la perspectiva política marxista clásica) inmersas ya en un
proceso avanzado de “desestructuración” del modo de producción industrial y, por lo tanto, de
“disolución” inicial tanto de la clase obrera y los sectores populares que quieran hacerse con el poder
estatal, así como también de la propia burguesía y los sectores explotadores que busquen mantenerlo.
Dicho de otra manera, un escenario de lucha por el poder en el momento mismo en que tanto las bases
de ese poder, ligados de forma orgánica a las propias estructuras fundamentales de existencia de la
sociedad capitalista, así como también las propias clases fundamentales del modo productivo gracias
al cual es posible la existencia del capitalismo… comenzarían a “desaparecer” del escenario histórico.
Es precisamente lo anterior, no la falta de violencia, menor intensidad o “atenuación” de la lucha de
clases moderna lo que definiría el carácter “declinante” (o degenerado) de la misma, esto en tanto
aquella se volvería crecientemente incapaz de alcanzar, al menos en sus marcos modernos, la
resolución integra y efectiva (esto ya sea un sentido más parcial en tanto restauración capitalista, o
bien en un sentido más de fondo en tanto revolución socialista) de sus contradicciones estructurales.

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El Siglo XXI verá la desintegración de los sujetos sociales de la modernidad industrial

Por el contrario, quedándose progresivamente en el escenario histórico cada vez más sin oxígeno,
corroídas en sus base misma gracias al avance de la crisis del sistema industrial y los golpes de la
escasez energética y de recursos planetaria, las clases principales de la sociedad capitalista,
amenazadas (al mismo tiempo que paralizadas) al nivel de sus propios “cuerpos sociales”, no podrán
así más que embarcarse en ciclos de enfrentamientos sin fin aparente cada vez más viciosos e
intestinos que deberían caracterizarse, de forma creciente, por dinámicas socio-políticas
crecientemente brutales. El fenómeno de “agotamiento estructural” del enfrentamiento entre las
clases sociales fundamentales (y de todos los sectores sociales antagónicos) del capitalismo no se
presenta así al modo, como dijimos, de ninguna “pacificación” del escenario social, sino que, en
realidad, como una antesala de nuevas y más intensas carnicerías históricas… posiblemente mayores,
en el mediano y largo plazo, a todo lo visto en el pasado. Esta dinámica de lucha de clases “declinante”;
en otras palabras, tal como dijimos, una dinámica potencial de “carnicerías históricas” alentadas por
la propia incapacidad de las clases fundamentales de la sociedad burguesa para resolver la lucha de
clases, efectivamente, en su favor, podría expresarse en el escenario histórico al modo de distintas
tendencias internas “degenerativas” que podrían tomar forma tanto en los ámbitos (clásicos) de
oposición burguesía versus proletariado o sectores populares versus elites, así como también a nivel
interno en cada uno de estos sectores, destacando lo anterior, en el terreno de las clases explotadas,
el desarrollo de potenciales tendencias (fratricidas) de lucha al interior del propio movimiento obrero
y de los sectores populares que se expresen en dinámicas de confrontación (alentada por el propio
derrumbe de los pilares del modo de producción y del sistema social) intra clase obrera (sectores
obreros versus sectores obreros) o inter sectores explotados (sectores obreros versus sectores
populares o, más en general, sectores populares versus sectores populares). Tendencias
degenerativas similares, paralelas, posiblemente a un nivel mayor, deberían darse igualmente en el
terreno de las filas burguesas y las clases explotadoras.

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La lucha de clases se dirige a carnicerías históricas inevitables

Punto en edición

-De la cuestión del poder y el contenido de clase de un gobierno revolucionario

- El poder debe residir en el pueblo y sus sectores sociales representativos; es decir, trabajadores,
pobladores, campesinos, pueblos indígenas, intelectuales, artistas, estudiantes, organizaciones
sociales obreras y populares, representantes de la cultura, el pensamiento y el deporte; en otras
palabras, todos los elementos productivos de la nación. Las instituciones del poder del pueblo en sus
esferas económicas, sociales y políticas y sus líderes deben responder, en última instancia, a la
decisión soberana de estos sectores, pudiendo aquellas, en tanto garantes del interes popular, tomar
formas de gobierno dictatorial transitorias con el objetivo de asegurar las bases de la organización
social, económica y política ante la triple amenaza (mortal) de la reacción nacional e internacional de
las clases explotadoras y sus aliados (que poseen la condición de enemigos del pueblo), los efectos de
la inminente crisis eco-social y los escenarios, inevitables, de próximo derrumbe civilizatorio y caos
social.

- Una de las características del poder popular ante un escenario de colapso global consistiría en la
naturaleza transitoria del mismo, debiendo aquel comenzar a experimentar, posiblemente desde el
momento de su fundación, cambios estructurales en la media en que una época de colapso civilizatorio
a nivel global tome fuerza. Esto último, inscrito en la dinámica de desintegración (ineludible) del
Estado Nación Chileno plantea la necesidad de preparar durante las próximas décadas formas de
transición entre las formas de poder estatal nacionales actuales a otras de tipo regional (Estados
Regionales), Local (Estados Locales), Urbano (Estados Urbanos o Polis) y Comunal (Federaciones
Comunales), correspondiendo cada una de aquellas a las respuestas que deberá dar el poder popular
ante los escenarios, como dijimos inevitables, de disgregación-desintegración del Estado Nacional
Chileno. La importancia de una política consciente con respecto al proceso de disgregación-
rearticulación de las formas de poder popular durante este siglo será de vital importancia, entre otras
cosas, tanto para hacer frente a los peligros del colapso eco-social global ya en marcha, así como
también para limitar los efectos más graves de los estallidos de caos externo e interno (alimentados
por el proceso de colapso planetario) a los que deberá enfrentarse el pueblo de Chile durante las
próximas décadas. Otra de las razones de lo anterior será la necesaria respuesta que deberán dar estas
formas de poder popular (estado nacional, estados regionales, estados locales, estados urbanos,
federaciones comunales) al derrumbe progresivo de los ecosistemas que constituyen hoy el territorio

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chileno, esto último posiblemente en términos del impulso de movimientos migratorios masivos
coordinados que podrían volverse inevitables, aquello una vez que las distintas regiones del país
comiencen a volverse inhabitables. Desde aquí, se plantea que solamente en la medida en que la
adopción de sucesivas (y posiblemente diversas en naturaleza) formas de poder popular durante este
siglo que sean capaces de dar una respuesta efectiva a los desafíos que plantea el próximo derrumbe
civilizatorio, aquellas podrían llegar a ser aptas (o no) para constituirse en bases de una posible
transición hacia una sociedad comunista futura.


Estado Chileno Moderno, Estados de Transición Postmoderna y Comunas

Punto en edición

- Un primer escenario histórico potencial en el cual se expresen las tendencias degenerativas del
enfrentamiento clasista moderno referidas en el punto anterior podría consistir en un escenario de
“triunfo” de una clase sobre otra (sea esta última perteneciente al campo obrero u burgués), pero que
el poder de aquella termine pronto derrumbándose como producto tanto del avance de la crisis eco-
social y de un debilitamiento anterior agudo (o “extenuación social”) de la propia clase “victoriosa”, la
cual habría debido llevar al límite sus capacidades de acción socio- política en la lucha de clases. Una
posibilidad aquí sería que el derrumbe (temprano) de la clase victoria termine abriendo un nuevo
ciclo de “lucha por el poder” entre la clase victoriosa anterior (en fase de derrumbe) y las demás clases
sociales, previamente “derrotadas” por esta última. Este tipo de dinámica podría definirse como el de
tomas del poder sucesivas o “múltiples”, cada una posiblemente más débil estructuralmente que la
anterior. Otra posibilidad es que el derrumbe de la clase victoriosa empalme con el derrumbe total (o
colapso) de la propia estructura política central en la cual residía, hasta ese momento, el poder político
al nivel de una sociedad dada: por ejemplo, los actuales Estados Nacionales. Un escenario alternativo,
igualmente inestable, sería aquel en el cual el momento de la disputa por el poder entre la burguesía
y los sectores populares se aplace indefinidamente, esto sin llegar a producirse nunca. Un escenario
como aquel podría ver en consecuencia, ante la incapacidad insuperable de las clases fundamentales
de la sociedad burguesa para conquistar (o asegurar) el poder político, la irrupción en la escena
política de nuevos sujetos sociales y políticos, de naturaleza plenamente colapsista, que contarían con
la fuerza suficiente para comenzar a reemplazar en la dinámica histórica el papel de los sectores
sociales de la sociedad industrial, pudiendo desde allí estos nuevos sujetos lanzarse eventualmente,
con resultados variables, a una posible lucha por la conquista del poder político. Otra posibilidad aquí
seria que nadie sea capaz de lograr una aseguración efectiva del poder político, dando esto por

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resultado la apertura de un periodo de “ausencia de poder” (o caos total) hasta el momento del colapso
final del Estado Nacional moderno o de algunas de sus posibles “derivaciones pre-colapsistas”.

Finalmente, otro posible escenario es que se produzcan disputas de poder tempranas (en otras
palabras, en algún punto entre el presente y el fin de la década siguiente) que decanten en el desarrollo
de insurrección proletarias o populares clásicas, replicándose momentáneamente en el escenario
histórica, de manera coyuntural, las dinámicas de consolidación del poder revolucionario y de
construcción de estados obreros tales como las vistas durante el siglo XX en los casos, entre otros, de
las Revoluciones Rusa o Cubana. En el ámbito burgués, una dinámica de este tipo tomaría la forma de
la replicación de algunas de las restauraciones burguesas modelos que tuvieron lugar durante el siglo
pasado y en donde la burguesía fue capaz tanto de asestar derrotas históricas al movimiento obrero y
popular, así como también de sentar las bases de un nuevo ciclo orgánico de desarrollo del
capitalismo. Un ejemplo paradigmático de este tipo de restauraciones burgueses puede encontrarse
en el golpe de estado de 1973 liderado por Pinochet en Chile y la posterior consolidación del régimen
dictatorial sobre la base de una destrucción sistemática de los partidos políticos de izquierda y las
organizaciones obreras y populares. Ahora bien, cualquier estabilización (revolucionaria o
reaccionaria) que pueda lograr el establecimiento de un tipo de poder estatal basado en un triunfo
contundente en la lucha de clases debería ser, por la propia lógica del proceso de derrumbe global, de
corta duración. Esto quiere decir que, independientemente de la profundidad del triunfo de la clase
victoria, la situación económica y socio-política de conjunto debería comenzar, inevitablemente, a
degenerar, produciendo el avance, por una forma u otras, de las tendencias más de fondo
(estructurales) de disolución del Estado Nacional moderno, el cual en tanto formación política sería
incompatible con el tipo de derrumbe eco-social y energético que ha comenzado a desarrollarse a nivel
mundial.

En términos de la lucha por el socialismo ante una perspectiva de colapso, con todo, estos casos
poseerán una importancia invaluable en tanto los estados revolucionarios que puedan ser
conquistados en el seno de estos procesos, esto independientemente del derrumbe inevitable de los
mismos en el mediano o largo plazo, constituirán importantes trincheras de lucha revolucionaria para
que los pueblos del mundo preparen, con la mayor antelación posible, la necesaria resistencia que
aquellos deberán oponer al arribo de la hecatombe a lo que nos aproximamos. Desde aquí, estas
posibles “tricheras históricas” (o verdaderos “bunkers”) podrian constituir esenciales palancas en la
preservación del horizonte de la lucha por el socialismo ante la nueva era geológica-histórica que se
ha abierto delante de nosotros.


Escenarios tradicionales y colapsistas de toma revolucionarias del poder

La lucha por el poder durante las próximas décadas se presenta así, tanto en Chile como en el resto
del mundo, al modo de una agrupación de átomos con contenido altamente inestable, pudiendo dichos

29
átomos decantar tanto en la formación de distintos “elementos” (o fenómenos socio-históricos de
distinta naturaleza) en la medida en como se combinen durante los próximos años los procesos
económicos, sociales y políticos y el fenómeno más general de ruptura eco-social y declive energético
planetario, o bien terminar produciendo un tipo de estallido “histórico” capaz de barrer, de un
momento a otro, con todo a su paso, acelerando con el ello el fenómeno de colapso global (o bien
alimentando procesos de colapso total de menor escala a nivel regional o local). Sea como sea, en todos
los casos anteriormente mencionados respecto a los posibles escenarios de lucha por el poder al nivel
de la lucha de clases durante el próximo periodo, todos aquellos deberían caracterizarse por una serie
de dinámicas históricas de carácter tortuosas, explosivas, brutales, salvajes, esto al menos desde lo
parámetros de “normalidad” que han llegado a formar parte del sentido común mismo del
pensamiento político moderno. Otra característica de estos escenarios pre-colapsistas de lucha por el
poder sería, por ejemplo en el caso de Chile, que aquellos se presenten ya sea sucesivamente (uno
después de otros y de manera, posiblemente, combinada), así como también que varios de aquellos se
presenten al mismo tiempo, esto en la medida en que el Estado Nación Chileno comience a disgregarse.
A nivel internacional, una perspectiva probable sería la simultaneidad de todos estos escenarios en
diversos países, teniendo lo anterior implicancias fundamentales (tal como retomaremos más
adelante) en términos del nuevo carácter histórico que podrían tomar las dinámicas asociadas a una
posible revolución mundial y de la conceptualización de los limites y potencialidades del
internacionalismo revolucionario ante un nuevo contexto global de colapso civilizatorio. Dicho esto,

Punto en edición

-De la cuestión de la necesidad de la exterminación implacable y brutal de la burguesía destructora del
mundo

- El establecimiento de una “Asamblea Popular de Emergencia ante el Derrumbe de Chile” es
incompatible con la continuidad del régimen capitalista chileno, este último una expresión del sistema
capitalista mundial dominante responsable del desastre al que nos aproximamos. A partir de aquí, la
única forma de asegurar la plena autodeterminación de una “Asamblea Popular de Emergencia” sería
garantizando, en primera instancia, la abolición de las fuerzas armadas y represivas del orden burgués
(principal sostén del sistema capitalista), debiendo estas últimas ser reemplazadas por la creación de
una “Guardia Armada del Pueblo” que, organizada a nivel local, regional y nacional, responda a los
mandatos de la “Asamblea Popular” y cuya estructura y cadenas de mando sea definida y votada por
esta última. ¡La única forma de asegurar la existencia y el mandato de una Asamblea Popular es
mediante la creación de un ejército propio, un ejercito del pueblo, que haga valer su mandato y las
decisiones del poder soberano de los sectores populares!

- La perspectiva de una “Asamblea Popular de Emergencia” se verá constantemente amenazada en
tanto subsistan, en cualquier forma, las actuales clases burguesas y sus aliados en los que reside la
esencia del sistema capitalista. Estos sectores constituyen, por lo tanto, en tanto subsistan, una
amenaza mortal en contra de las posibilidades mismas de sobrevivencia del pueblo chileno (cada vez
más escasas) ante la hecatombe planetaria en curso. Teniendo además en cuenta el rol histórico y
ecológico absolutamente reaccionario de las clases empresariales y su responsabilidad en el próximo
sacrificio de una gran parte de la población chilena y las especies naturales que pueblan el territorio
de este país; es decir, de la condena de millones de compatriotas y seres vivos a una muerte inevitable,
violenta y tortuosa como efecto de los escenarios (feroces) de escasez de recursos y de derrumbe
urbano-industrial que se avecinan, es necesario que una Asamblea Popular tome en sus manos, en
consecuencia, la responsabilidad de asegurar la pronta exterminación y desaparición (definitiva) de
las clases parasitario-capitalistas. Una de las razones fundamentales de lo anterior, como si fuera
necesario recordarlas, sería que aquellas han adquirido, en su curso suicida y malignamente
destructivo, el carácter de un verdadero ente parasitario mortal que amenaza la sobrevivencia de toda
nuestra especie y de la propia vida terrestre. Para el cumplimiento de esta honorable tarea, de
contenido histórico, una “Asamblea Popular de Emergencia” debería tomar sobre sí la responsabilidad
de organizar un sistema de “Tribunales Populares” de carácter local y regional que, actuando bajo las
directrices de un “Tribunal Popular Supremo” con poderes ejecutivos, sea capaz de llevar a cabo

30
ejecuciones masivas sumarias en contra de los elementos más peligrosos del antiguo régimen burgués
y sus círculos de protección.


Los capitalistas ecocidas responsables del derrumbe de Chile deben morir

- Teniendo en consideración el rol de las castas capitalistas (y sus secuaces) en la destrucción del
mundo y el comienzo del actual proceso de extinción masiva (extinción masiva del cual ellos son los
principales culpables), así como también la responsabilidad de las mismas en la muerte ya inevitable
de una gran parte de la vida terrestre, se hace necesario, con el objetivo de asegurar una cuarentena
efectiva (virtuosa) de los miembros menos peligrosos de las castas capitalistas y sus familias, la
creación de Campos de Concentración Anti-Capitalistas (o Gulags del Pueblo) cuya finalidad sería
garantizar una descontaminación efectiva del cuerpo social. Un sistema de gulags populares en los
cuales estos sectores podrán ser privados, íntegra y efectivamente, de cualquier tipo de derecho social
o individual, asegurándose con ello, asimismo, que estas alimañas terminen sus días como mano de
obra esclava, hasta que perezcan, separados y catalogados debidamente de acuerdo a sus grupos
etarios y de género, al servicio de las necesidades de la futura sociedad colapsista en resistencia. ¡Que
una Asamblea del Pueblo asegure que estas bestias destructoras conozcan, en sus últimos días, en
carne propia… el peso de la esclavitud a la que nos sometieron! ¡Llaga tras llaga, herida tras herida…
que las cadenas de la esclavitud laceren sus cuerpos agonizantes hasta la muerte! Y que en el caso de
que miembros de las antiguas castas capitalistas y de sus anteriores organizaciones políticas se
aventuren en acciones contrarrevolucionarias en contra de una posible Asamblea Popular, esta última
deberá asegurar, como escarmiento, la represión implacable de estos sectores mediante las vías más
brutales que tenga a su disposición: por ejemplo, la organización de linchamientos masivos,
ejecuciones y torturas públicas, espectáculos masivos de destripamiento u otro tipo de represalias,
feroces, destinadas a sembrar el terror entre los enemigos del pueblo.

31

¡Ninguna piedad con el engendro capitalista y sus servidores!

- En consonancia con los puntos d y e, una “Asamblea Popular de Emergencia” debería garantizar,
mediante la fuerza, la ilegalización de todos los partidos capitalistas y sus representantes, debiendo
estos últimos, teniendo o no la condición de burgueses en sentido estricto (es decir, cumpliendo con
la condición de ser o haber sido propietarios de medios de producción), ser considerados como
miembros plenos de las actuales clases capitalistas. Igual condición de pertenecientes a las clases
burguesas debería ser aplicada a los miembros de los grupos sociales privilegiados compuestos hoy
por todos aquellos sectores (parasitarios) que alimentan las estructuras gerenciales o los puestos de
poder al interior de las compañías capitalistas o los gobiernos, así como también aquellos que nutren
a los altos mandos de las fuerzas represivas y las instituciones religiosas, debiendo ser estos últimos
privados, igualmente, de cualquier derecho social o político. Considerando la configuración actual del
escenario político chileno, una Asamblea Popular debería abogar, en consecuencia, por la ilegalización,
represión y persecución tanto de la totalidad de partidos de derecha y sus organizaciones satélites
(esto, por ejemplo, al nivel de sus fundaciones, ONG’s o cualquier otro tipo de organización
simpatizante), así como también del conjunto de partidos demócrata-burgueses que formaron en el
pasado parte de los gobiernos de la Concertación y los que componen hoy el Frente Amplio.

Punto en edición

-De la necesidad de una economía post-industrial de transición

- Teniendo como horizonte dotar a una “Asamblea Popular de Emergencia” de las herramientas
económicas y sociales necesarias para discutir un programa de acción nacional ante la crisis terminal
del Estado Chileno que se acerca, así como también apuntando a la perspectiva de la liquidación
inmediata del poder económico y social de las castas capitalistas chilenas y extranjeras responsables
del Armagedón eco-social que está dando sus primeros pasos, se hace necesario, por lo tanto, la
expropiación del conjunto de los medios de producción (industrias, minas, puertos, bancos, centros
comerciales, etc.) para ponerlos en manos de las instancias de organización y decisión popular local,
regional y nacional pertinentes que sean definidos y sancionados por la Asamblea Popular. Una
medida paralela a la anterior debería ser el desarrollo de un necesario, imperioso y urgente (no
diferible) proceso de reorganización económica-productiva basado, entre otras cosas, en el cierre y la
prohibición de aquellas ramas industriales destructivas que, tal como en el caso de la mega-minería
del litio o el cobre, propiciaron el descalabro medioambiental que amenaza nuestra existencia. Todo
esto en el camino de la creación de un nuevo sistema económico basado en la implementación de
medidas agresivas de decrecimiento, desindustrialización forzada y de promoción del desarrollo
científico-tecnológico, esto en el marco de un programa de reorganización económica colapsista del
sistema productivo destinado a brindar al pueblo chileno las mejores posibilidades de sobrevivencia

32
ante el inevitable descalabro económico internacional (asociado a un potencial colapso mundial de las
fuerzas productivas) que estaría a punto de producir el avance (ya imparable) de la crisis ecológica y
energética mundial.


La economía industrial del periodo moderno es incompatible con la sobrevivencia humana

Uno de los objetivos a mediano y largo plazo del establecimiento de este programa de reconversión
económico-productiva sería, entre otras cosas, sentar las bases para una transición entre el actual
sistema económico (propio de la era industrial y del marco de existencia de las grandes urbes y los
estados nacionales) hacia uno de tipo descentralizado y basado en la existencia de comunas
tecnológicas auto-suficientes o centros urbanos de menor envergadura (tipo polis) interconectados,
estos últimos más aptos para la sobrevivencia humana y la reproducción de los sistemas sociales ante
los escenarios de escasez de recursos, reducción poblacional y quiebre eco-sistémico agudo que serán
característicos, tal como los modelos científicos del cambio climático auguran, durante la segunda
mitad de este siglo. Otro de los beneficios de un programa de transición económica post-industrial de
este tipo sería constituir durante este siglo una base para los futuros procesos de colonización del
extremo sur de Sudamérica y la Antártida, aquello ante la perspectiva de un calentamiento global
entre 3 y 4 grados centígrados que vuelva la mayor parte del actual territorio chileno (y del planeta
completo) en inhabitable, esto tal como indica el siguiente mapa que muestra en tonos marrones y
amarillos las zonas que dejarán de ser aptas para la vida humana en un contexto de calentamiento
global semejante.

33

Un calentamiento global entre 3 y 4 grados convierte a la mayor parte de Chile en inhabitable

Punto en edición

-De la importancia de la familia nuclear y los sistemas ancestrales de organización social y política
ante un escenario colapsista

- Considerando la perspectiva de una crisis eco-energética que, como ya señalamos, podría producir
durante las próximas décadas una crisis terminal (y un posterior derrumbe) del Estado nación chileno
en su totalidad, generando con ello la desaparición del propio marco histórico que hizo posible el
desarrollo del conjunto de sistemas políticos existentes en Chile desde hace más de doscientos años,
se hace necesario comenzar a reflexionar en torno a la relación que existiría entre el establecimiento
de una posible Asamblea Popular (o de cualquier nuevo sistema de representación política del cual
Chile pueda dotarse en las próximas décadas) y el impulso del obligado proceso de transición hacia
futuras formas de auto-organización y gobierno más acordes con el contexto de sobrevivencia al que
nos enfrentaremos durante este siglo. En otras palabras, pensar el problema del paso entre un sistema
de organización política moderno propio de las sociedades urbano-industriales a uno de tipo post-
industrial, post-moderno y de naturaleza histórica colapsista.

Algunos casos de sociedades pasadas y contemporáneas que podrían brindarnos modelos de
organización política, social y económica posiblemente útiles para lidiar con los futuros escenarios de
derrumbe civilizatorio podrían ser, entre otros, aquellos imperantes en el seno de diversas culturas
indígenas alrededor del mundo, esto por ejemplo al nivel de una serie de cacicazgos, jefaturas o
contextos tribales y aldeanos. Habiendo demostrado no sólo sus amplias capacidades de resiliencia
para mantenerse en el escenario histórico por cientos de años o incluso milenios (aquello cuando
nuestra propia sociedad industrial podría no llegar siquiera a cumplir tres siglos de existencia antes
de derrumbarse), lo anterior debiendo enfrentar lo más disímiles escenarios de colapso social,
invasiones y el avance de diversas formas de poder colonial, sería precisamente en el ámbito de dichas
culturas en donde podrían hallarse una serie de importantes lecciones para la sobrevivencia de las
futuras sociedades humanas. De particular relevancia serían aquí las potencialidades de los sistemas
sociales, ideológicos y religiosos de estas sociedades para el desarrollo de marcos de relación más
armónicos con la naturaleza, esto al menos en comparación con las fallas abrumadoras (ciclópeas)
que la sociedad moderna ha tenido en este terreno.

Formas de organización social y representación política que habrían asegurado niveles importantes
de orden y armonía social, cohesión interna, planificación territorial, disciplina productiva, estabilidad

34
demográfica y organización socioeconómica pueden encontrarse, entre otras, en diversos casos
etnográficos e históricos de sociedades andinas. Estas últimas habrían destacado, entre otras cosas,
por la existencia de una serie de estructuras sociales familiares (por ejemplo, la familia andina
tradicional), formas de coordinación asociativa del trabajo (minga), niveles organización socio-
política comunitaria (el ayllu) y sistemas rituales de relación sociedad-naturaleza que ofrecerían
posibles modelos de organización para todas aquellas sociedades que deban hacer frente durante este
siglo a la inminente fractura ecológica y derrumbe productivo-energético global.


Los modelos ancestrales de organización comunitaria tribales adquirirán una importancia renovada ante
un contexto de colapso

La importancia de estas estructuras socio-productivas e ideológicas, ligadas de forma orgánica a la
organización de los territorios y espacios socio-naturales, radicaría en su posible mayor resilencia
ante los escenarios de derrumbe medioambiental y productivo que se aproximan, aquello en
comparación a las estructuras sociales tradicionales de la sociedad urbana moderna que, imbricadas
de una manera mucho más profunda al desarrollo y a la continuidad del sistema industrial (esto por
ejemplo al nivel de la clase obrera), serán mucho más vulnerables a los golpes de la crisis socio-
productiva a la que nos aproximamos. De particular importancia serían aquí los sistemas de
organización socio-política basados tanto en los sistemas de parentesco y tribales, así como también
en la hegemonía social, política e ideológica de la familia nuclear reproductiva; es decir, aquella que
estaría constituida en su ámbito básico por un hombre y una mujer biológico(a)s capacitados (aptos)
para procrear y generar descendencia a partir de tasas de gasto de energía social lo más óptimas
posibles, esto en términos del menor uso potencial de los recursos totales que tenga una sociedad
determinada a su disposición.

35

Los familia nuclear biológicamente reproductiva (heterosexual)

La razón de lo anterior sería que tanto la familia como los sistemas tribales constituirían estructuras
sociales altamente resilientes ante los cambios sociales y periodos de alta variabilidad productiva (por
ejemplo, aquellos generados en un contexto de escasez crónica de recursos), constituyendo así
instancias capaces de actuar como verdaderos “reductos de protección” de la organización social en
tiempos de crisis. Habría sido precisamente el carácter “conservador” que caracterizaría a las
estructuras de parentesco, los sistemas tribales y la familia en tanto órganos básicos de la vida social,
lo que habría garantizado la dispersión de estas formaciones sociales en posiblemente la totalidad de
sociedades humanas pre-modernas conocidas (esto especialmente en las de tipo pre-estatal),
constituyéndose desde allí en poderosas instituciones para la mantención del orden social y el
funcionamiento de la vida comunitaria. Uno de los roles más importantes de estas formaciones
sociales (imbricadas de manera orgánica con el desarrollo de los modos de producción, sistemas
económicos y creencias religiosas propias de cada sociedad) habría sido asegurar, entre otras cosas,
significativos niveles de cohesión social y solidaridad intracomunitaria, cumpliendo desde allí un
papel clave en la configuración de las distintas formas de organización territorial adoptadas por una
determinada sociedad en un entorno geográfico-ambiental dado. Desde aquí, dichas formaciones
sociales habrían jugado un rol clave, asimismo, en la capacidad de estos grupos humanos para formar
parte de formaciones sociopolíticas más complejas tales como las federaciones tribales, cacicazgos, o
incluso cierto tipo de sociedades urbanas o estados tempranos, constituyendo el caso del Imperio Inca
uno de los ejemplos arquetípicos de lo anterior.

36

Familia, parentesco y organización social colapsista3

En el caso de las sociedades pre-clasistas o con escasos niveles de desigualdad social, una de las
características fundamentales de algunos de sus sistemas de parentescos y tribales habría sido su
imbricación con una serie de prácticas sociales y creencias que habrían actuado, entre otras cosas,
como importantes herramientas al servicio de la preservación de la igualdad social y del control socio-
político de los líderes tribales, los cuales de sobrepasar sus atribuciones o derechos podrían haber
llegado a ser víctimas de distintas formas de castigo social (en algunas ocasiones comprendiendo
incluso los castigos corporales o la muerte) administrado por la propia comunidad. Más todavía, estos
sistemas habrían constituido en ciertos casos (por ejemplo en el de las sociedades vikingas y el de
diversas sociedades indígenas norteamericanas) el soporte para el desarrollo de complejas formas de
democracia tribal. En el terreno de los sistemas religiosos adoptados por algunos de estos grupos,
aquellos habrían estado caracterizados, adicionalmente, por una serie de creencias, prácticas rituales,
mitos o prohibiciones sociales (tabúes) que habrían servido al modo de marcos regulatorios de las
relaciones de dichas sociedades con sus respectivos entornos naturales, así como también de
reservorios del conocimiento mágico-científico de aquellas con relación a los ecosistemas de los cuales
éstas formaron parte.

En uno u otro caso, estos sistemas religiosos constituyeron, por ejemplo en el ámbito de ciertas
sociedades amazónicas, uno de los dispositivos ideológicos fundamentales en el desarrollo de formas
de relación entre la sociedad y la naturaleza mucho más armónicas a las concebibles en los marcos
(ultra destructivos) de la actual sociedad industrial, esto último tanto en el caso de la sociedad
capitalista, así como también en el de los propios modelos de socialismo modernos vistos durante el
siglo pasado. Una de las peculiaridades fundamentales de las formas de relación sociedad-naturaleza
imperantes en el seno de dichas sociedades indígenas habría sido, entre otras, el desarrollo de formas
de conciencia social y auto-percepción en las cuales la sociedad humana se concebiría como una parte
integral del mundo natural; es decir, sin establecerse una clara dicotomía entre el ámbito propiamente
humano, el reino animal y vegetal y, más aun, el de los propios objetos inanimados (por ejemplo rocas,
cerros, montañas, etc.) que componen un determinado entorno geográfico. Finalmente, otro de los
atributos generales de los sistemas de parentesco y tribales consistiría en ser estructuras “móviles”,
es decir, que su existencia no depende necesariamente (a diferencia de las estructuras socio-político
urbano-modernas e industriales) de su ligazón con un territorio específico, pudiendo por lo tanto ser
“transportados” en la medida en que la propia familia, tribu, clan o federación tribal se desplace hacia
otra región. El caso ya mencionado de las sociedades vikingas, o bien el de la colonización de Rapa Nui
alrededor del año 1000 de nuestra era por grupos provenientes de otros puntos de polinesia es un
ejemplo de lo anterior.

3
Imagen en: http://culturadelosaborigenesdecarache.blogspot.com/

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Varias de las características descritas asociadas a los sistemas de organización tribal y familiar
podrían brindar durante las próximas décadas importantes servicios en la defensa de los sistemas
sociales que deban hacer frente al derrumbe de las estructuras socio-políticas de la actual sociedad
moderna, asociadas desde su génesis al florecimiento de la sociedad urbana-industrial. Algunas de
estas características serían, en el contexto de la próxima fractura ecosistémica y de declive energético-
productivo global, la capacidad de resiliencia de las estructuras familiares y de parentesco ante
posibles estallidos de crisis productivas y urbanas generalizadas, así como también sus propiedades
para asegurar elevados grados de cohesión y orden social, disciplina productiva y solidaridad
intracomunitaria ante escenarios de posible quiebre civilizatorio. Otra de las características
potencialmente útiles de estas estructuras sería la naturaleza “móvil” de las mismas y su capacidad
para actuar, desde ahí, al modo de baluartes de resguardo de la organización social ante probables
escenarios de migración masiva de una parte importante de la población chilena, la cual deberá
probablemente abandonar sus regiones de origen en tanto aquellas comiencen a volverse, en el
transcurso de las próximas décadas, inhabitables.

De esta manera, en la medida en que los propios pilares del Estado Nación Chileno contemporáneo:
entre otros el modo de producción industrial, la ciudad moderna y el sistema de clases, comiencen a
desintegrarse en el futuro cercano, incapaces de mantenerse en el escenario histórico ante una
insuficiencia cada vez más crónica de recursos y el avance del imparable fenómeno de destrucción
ecológica global, podrían ser entonces la instituciones tradicionales de la familia, la tribu y el clan las
cuales permitan reproducir, tal como en eras pasadas, aunque ahora ante los contextos de colapso
global próximo, las actuales afiliaciones nacionales, sociales e identitarias existentes en Chile. En otras
palabras, la preservación tanto de la identidad nacional chilena, así como también de aquellas ligadas
a las propias sociedades indígenas existentes en nuestro país, esto como dijimos en el medio de las
nuevas dinámicas del derrumbe civilizatorio inminente. Todo esto, en una especie de replicación
futura de las primeras oleadas migratorias que se desplazaron desde Asia hacia el continente
americana hace ya más de diez mil años, aunque ahora, en algún punto durante este siglo, en un tipo
de “gran marcha hacia el sur” para la aseguración de la sobrevivencia de la civilización y nuestra
especie. Asimismo, estas estructuras ancestrales de organización social (la familia, la tribu y el clan)
podrían constituir, ahora en los contextos post-industriales de las próximas décadas, una firme base
para el desarrollo de nuevas formas de conciencia social (o incluso de nuevos sistemas científico-
religiosos comunitarios) basados en una relación más armónica entre la sociedad y la naturaleza,
constituyendo además una posible base para una nueva conceptualización (post-moderna) de nuestra
posición como humanidad en el cosmos.


El siglo XXI podría plantear la necesidad de una gran marcha migratoria hacia el sur del continente

Sin excluir la posible importancia que vayan tomando otras formas de organización sociopolítica más
acordes a las estructuras sociales y políticas de la actual sociedad moderna: por ejemplo, entre otras,

38
los consejos de productores, gremios, asociaciones científicas, grupos de género u otras formas de
representación política que puedan fortalecerse en el futuro (coyunturalmente o no) como producto
de los vaivenes del proceso histórico, llegando estas a alcanzar posiblemente importantes grados de
continuidad ante el avance de un proceso de colapso, lo claro es que, sea lo que sea que ocurra durante
las próximas décadas, la próxima crisis implicará un cuestionamiento radical de las bases (y certezas)
modernas sobre las cuales nuestra sociedad se asentó en los últimos siglos. De hecho, a pesar incluso
de los posibles grados de adaptación-transformación que muestren las estructuras socio-políticas
actuales ante el tipo de derrumbe socio-histórico que se aproxima, magnificada más allá de los límites
de la misma sociedad industrial por el descalabro ecológico que el capitalismo generó, esta crisis
constituiría, en ultima instancia, la crisis de la propia civilización moderna y su marcos de
pensamiento. Es justamente en el marco de esta crisis generalizada de las bases del mundo moderno
(es decir, la crisis de la economía, la sociedad, la política… la ciudad, la individualidad y los sistemas
de pensamiento de la modernidad) en que se hará necesario tomar en consideración, con atención, el
acervo de experiencias organizativas, productivas, sociales, culturales que nos ofrecen las sociedades
mal llamadas “primitivas”. Esto se debe, entre otras cosas, a que dichas sociedades constituirían no
sólo reservorios de una serie de respuestas sociales adaptativas altamente sofisticadas (al lado del
cual nuestro salvajismo moderno, culpable del desastre en el que nos encontramos, no puede
competir), sino que además de una serie de lecciones (anticipadas) de lo que estaría por venir, esto
tal como anunciaron, por lo demás, una serie de mitos indígenas que fueron capaces de proveer el
pronto fin de nuestra desenfrenada (y suicida) sociedad industrial. Sea lo que sea que tengamos por
delante, como dijimos, pensamos así que la experiencia socio-organizativa de las sociedades
indígenas, nuestros hermanos mayores en el ciclo de la evolución social, deberá ser tomada en cuenta
de manera prioritaria, esto so pena de perder otra de las ya escasas oportunidades de sobrevivencia
que nos van quedando.

Esto último adquiría una importancia incluso mucho mayor si se toma en cuenta la propia indiferencia
y casi completa ignorancia que la mayoría de las organizaciones tradicionales de la izquierda y el
movimiento obrero tradicional han demostrado, históricamente, a la posible utilidad de los esquemas
ancestrales de organización socio-territorial de las sociedades indígenas como herramientas de
reorganización social, atrapadas aquellas en las lógicas del productivismo industrialistas y los vicios
de la lógica moderno-desarrollista del llamado “crecimiento económico infinito”. Un ejemplo de lo
anterior, además de los ya conocidos ejemplos del industrialismo soviético del periodo stalinista en la
URSS que sentó las bases de un tipo de descalabro ecológico pocas veces visto durante el siglo pasado,
puede encontrarse en las propias elaboraciones de los marxistas clásicos durante los siglos XIX y XX
en las cuales los sistemas indígenas, aborígenes o tradicionales, mas allá de un posible “interés
antropológico” (más acusado en el trabajo de ciertos teóricos tales como Engels), no fueron tomados
en cuenta en las reflexiones programático-estratégicas en torno a los problemas de la transición
comunista. En el caso de Trotsky, más allá de una que otra loa superficial (en tono folclórico) al
“ingenio” y la “creatividad” de los “pueblos antiguos”, son conocidas sus numerosas referencias, de
tono paternalista, en torno a lo que aquel (junto con otros marxistas clásicos) denominada
frecuentemente como el “atraso campesino” (criterio que podría ser extensible a las propias
sociedades indígenas ), reduciéndose en la mayoría de los casos el papel de estos últimos (por ejemplo
en América Latina) a la de una mera condición de “aliados” (subordinados) del proletariado industrial.







39

La política trotskista-stalinista de desarrollo industrial sentó las bases del descalabro ecológico de la URSS

Ahora bien, este tipo de posiciones, que en el caso de Trotsky fueron acompañadas asimismo de una
perspectiva brutalmente industrialista (véase sus posiciones-loas con respecto a la contaminación
industrial en Literatura y Revolución o el ferviente apoyo que dio, en contra de los reclamos de varios
científicos, a la construcción de la mega represa del rio Dniéper), habrían estado presentes, más o
menos disfrazadas, más o menos explícitas, en prácticamente la mayoría de los referentes
fundacionales del Marxismo Clásico. En los casos de Marx y Engels, por ejemplo, a pesar de que
aquellos realizaran importantes aportes para una reflexión marxista de la relación sociedad-
naturaleza y de las estructuras económicas, sociales y políticas de los llamados pueblos “primitivos”,
dichos estudios se remitieron más propiamente al ámbito de sus estudios sociales y no, a diferencia
de sus investigaciones propiamente económicas en torno a la naturaleza del capital, al ámbito de una
reflexión programática-estratégica propiamente tal con respecto a la dinámica de la lucha
revolucionaria y la construcción del comunismo. Un ejemplo de lo anterior puede encontrarse en
algunas de las posiciones iniciales de Marx en los casos de la Guerra de los Boers y la invasión de
Estados Unidos a México, habiéndose colocado este último del lado de los intereses coloniales por
considerarlos como representantes del “progreso capitalista” ante el atraso de los llamados “pueblos
sin historia”. Ejemplo adicional de lo mismo fue la virtual exclusión de cualquier punto relevante a un
programa ecológico o de reivindicaciones indígenas en el seno de la Primera o la Segunda
Internacional. Incluso en el caso de un pensador marxista catalogado frecuentemente como
“campesino-indigenista” tal como Mariátegui en América Latina, sus elaboraciones habrían tenido
como enfoque principal, aunque dando un peso inédito hasta ese momento al problema indígena, una
perspectiva centralmente obrerista y económico-industrialista.

En el caso de las organizaciones marxistas actuales (por ejemplo de tipo marxista-leninista, trotkystas,
stalinistas, etc.) la situación no es mejor, remitiéndose la mayoría de aquellas a integrar la
problemática indígena (o medioambiental) al modo ya sea de una “reflexión teórica” desconectada de
la reevaluación de sus propios marcos programáticos, o bien al modo de una “consigna democrática”
(por ejemplo en el caso de la demanda de auto-determinación de los pueblos indígenas), aunque todo
esto desde una perspectiva, tal como en caso de los referentes marxistas ya mencionados de hace dos
siglos, moderno-industrialistas. Un ejemplo particularmente decadente de lo anterior; es decir, de una
carencia casi completa de una reflexión sistemática con respecto a estas problemáticas, puede
encontrarse en la organización trotskista chilena MIT afiliada a la LIT-CI, corriente que, por ejemplo
en el caso de la discusión en torno a los riesgos que plantearía la perspectiva de un pronto colapso
civilizatorio, a pesar de pertenecer a una de las organizaciones más viejas (y hay que decirlo,
fracasadas) del trotskismo en América Latina, no tendría hoy más que un par de notas periodísticas
(superficiales) respecto a este tema… escritas hace tan sólo algunos meses. Al modo de hormigas
atrapadas en el ámbar de una era geológica-histórica (industrial) pasada, presas de sistemas
epistemológicos, programático, políticos y tácticos anclados en una perspectiva que vería a la
organización urbana-industrial como la única concebible para pensar el paso hacia una sociedad
comunista, dichas organizaciones pasan así por alto, justamente, que es aquella “única forma de
organización económica-social” posible y sus sistemas políticos asociados (por ejemplo, los basados

40
en el voto democrático universal, las estructuras de partidos políticos burgueses tradicionales, los
sindicatos… o los soviets del periodo industrial), la que estaría a punto de irse, literalmente… al carajo.
Es decir, en otras palabras, estallar por los aires del proceso histórico, llevándose con dicho estallido
tanto las formas tradicionales de la democracia capitalista liberal o los pilares mismos de la
democracia obrera consejista (soviética).


El marxismo moderno industrial atrapado en el ámbar de una era geológica-histórica (industrial) pasada

Lejos de constituir lo anterior una mera reflexión en torno al interés general que presentarían los
sistemas sociales indígenas para afrontar los problemas (infernales) que nuestra sociedad tiene por
delante, pensamos que aquellos deberían ser considerados al modo de posibles modelos adaptativos
útiles que puedan ir siendo promovidos en el corto, mediano y largo plazo por una Asamblea Popular,
esto en el camino de la adopción de las necesarias medidas de reorganización económica, social,
política y cultural que nos permitan asegurar la preservación, sobre bases de civilización y cultura, del
pueblo chileno. En consecuencia: (…)

Punto en edición

41
Próximas adhesiones a este material

3.1 ¡Por una Asamblea Popular de Emergencia ante el derrumbe de Chile! (Puntos faltantes)

-De la cuestión demográfica: control estatal-comunitario de la natalidad, aborto forzoso, planes de
esterilización, etc.
-De las invasiones climáticas de potencias agresoras y de las oleadas súper-masivas de migrantes. El
Internacionalismo comunista ante una era de colapso.
-De la primacía del derecho comunitario sobre los derechos individuales: la cuestión de las reivindicaciones de
genero y las minorías sexuales.
-De la problemática indígena y la consigna de autodeterminación nacional.
-De la religión
-De la cuestión del desarrollo científico y tecnológico
-De la construcción del comunismo ante una era de colapso: O entre la extinción y la conquista de las estrellas

4. La Revolución Chilena ante el infierno.



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