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Los dirigentes indígenas ordenan lo que

sus asesores mestizos ordenan


Publicado en noviembre 3, 2019 en Columnistas/Influencers4P por Diego Ordóñez

Bloqueo y levantamiento contra la firma de un TLC con Estados Unidos, que ha


significado una pérdida de accesos a mercados y de competitividad con los países
vecinos y otros más de la región. Levantamiento para que el Estado declare la caducidad
del contrato con Occidental, que desarmó las avanzadas negociaciones de apertura
comercial con Estados Unidos y, peor aún, las decisiones arbitrales fueron negativas y
eso significa un riesgo latente de tener que pagar cientos de millones de dólares en
indemnizaciones. Levantamiento contra la dolarización y participación en el golpe de
Estado que derrocó al presidente Mahuad, que fue sustituido por un triunvirato fugaz en
el que participó el dirigente indígena de turno.

Se alinearon con el proyecto autoritario de la revolución corrupta (recuerden que


Lourdes Tibán fue secretaria del Codempe, con rango de Ministra) y cohonestaron los
sucesivos golpes de Estado durante el correísmo y aplaudieron la persecución a la
oposición. Acompañaron en la destrucción de las libertades de prensa y comunicación y
con la mayoría de votos de Pachakutik, se aprobó la Ley Mordaza. Y aunque un grupo
de dirigentes indígenas se distanció del correísmo, muchos otros permanecieron en el
«proyecto». En estos días, protagonizaron un asalto, retención forzosa, atentados contra
la propiedad, coparticipación en un intento de golpe de Estado para forzar a la
derogatoria de la decisión de eliminar los subsidios a los combustibles.

Desde su aparecimiento político las organizaciones indígenas han usado la fuerza y la


violencia para imponer sus pretensiones. Y han logrado, a pesar de ser una minoría en
descenso, bloquear decisiones que habrían significado avances en términos de
incrementar las posibilidades de desarrollo y crecimiento. El movimiento indígena y
para ser precisos sus dirigentes, izquierdistas y contrarios a cualquier propuesta que no
provenga de esa línea de pensamiento, han mostrado que entre sus convicciones no cabe
el diálogo democrático, el respeto a los puntos de vista e intereses del resto de la
población, y pretenden un modelo político corporativista.

En democracia representativa, el mandato popular proviene de un resultado electoral.


En una democracia participativa las organizaciones de la sociedad civil intervienen en el
debate, proponen, persuaden, exigen y también presionan, que no es atentar contra la
seguridad de las personas y los bienes públicos y privados y retener personas para
degradar su dignidad. En la visión de las dirigentes indígenas, no solo de los actuales,
los mandatos provienen de su corporación y son obligatorios para el conjunto de la
sociedad que incluye a los otros ciudadanos que no tienen relación política ni étnica con
esa corporación, a la que llaman «parlamento de los pueblos».

Esta postura no democrática se combina con una ideologización irreductible, inmune a


las enseñanzas de la realidad. Eso se refleja en sus propuestas que, en su autoritarismo,
son órdenes; una declaración de las taras de marxistas tardíos, supervivientes a la
racionalidad. En estos diez años la evidencia muestra que el estatismo es regresivo. Los
desempleados y subempleados si no aumentaron no se redujeron comparado con los
datos del inicio del correísmo. La tasa de crecimiento fue, en promedio, menor al
periodo medido desde el inicio de la dolarización. La corrupción llegó a niveles
descomunales y sin precedentes por la naturaleza corrupta de quienes manejaron el
dinero y porque la intervención del Estado en la economía incrementa los espacios de
corrupción: su rol de redistribuidor de riqueza es ineficiente y provoca clientelismo
electoral.
La evidencia muestra que el crecimiento de la economía ligado a los recursos estatales
no es sostenible. Se necesita ser muy obtuso e implicado en los intereses empresariales
o delincuenciales alrededor del contrabando, para no comprender que el subsidio a los
combustibles transfiere riqueza a los ricos. Frente a todos estos hechos, la propuesta
salida de las cabezas de anacrónicos intelectuales que tienen un muro de Berlín que se
sostiene entre sus neuronas, intenta cambiar el sistema capitalista, que muestra más
eficiencia en reducir pobreza y la desigualdad, e insiste en el modelo fracasado estatista
y socialista de apropiarse de la riqueza actual, destruyendo la creación de riqueza futura.

Con saludo de camaradas, que subraya la humillación a la que se sometió al Estado en


la mesa del chantaje, amparado por la jerarquía eclesiástica que renunció a la obligación
pastoral de condenar la violencia, el pretenso vocero de todo el pueblo ecuatoriano (que
es su terminología racista no existe; existen pueblos) ha entregado el mandato al
gobierno, como tal, con el sentido de te mando a hacer. Ese es el diálogo para los
antidemocráticos dirigentes indígenas. Y en la galería, los correístas aplauden y los
defienden. Se entiende que así sea porque se han vuelto a juntar, como estuvieron al
inicio del correísmo y por varios años en el gobierno del prófugo.

Diego Ordóñez es abogado y político.

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