Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
INTRODUCCIÓN
Conocer nuestro pasado e integrar la historia del estado de Morelos es el propósito de este
trabajo. Para lograrlo tuvimos que recabar información bibliográfica, arqueológica,
geográfica y cartográfica, labor bastante ardua que evidencio el lento proceso que es la
investigación histórica, más aun, mostró la falta de estudios en áreas que fueron de gran
actividad social, en la entidad. Pese a ello logramos recuperar la información
arqueológica registrada para el estado de Morelos, que arroja alrededor de 1000 zonas
arqueológicas, de las cuales se han investigado parcialmente y abierto al público
solamente siete. Yautepec, Tepoztlán y Teopanzolco, que son representativas del periodo
Posclásico; Xochicalco cuyas últimas exploraciones han confirmado su existencia para el
Epiclásico, y que además sugieren un fuerte vínculo con ideas sociales del Posclásico; la
ocupación de Las Pilas está fechada para el Clásico; por su parte el sitio arqueológico de
Olintepec, que tuvo una larga duración tanto en el Preclásico como para el Posclásico,
funcionó como Centro Regional; por último, Chalcatzingo, es de los sitios estudiados el
que revela ocupación más temprana, y donde el estilo olmeca dejó su impronta. Este
desequilibrio en la información es evidente cuando se intenta reconstruir la historia
antigua de Morelos; los hiatos temporales son obvios para varias de las fases de
ocupación prehispánica del territorio morelense. Pese a ello, en este texto se intenta cubrir
todos los periodos de esa, además de mencionar todos los aspectos de las diferentes
sociedades, por supuesto, relacionándolos con la información bibliográfica de otras
regiones que interactuaron con las culturas establecidas en el estado. De tal suerte el
objetivo del presente texto es presentar un panorama global de la historia de los pueblos
que habitaron el territorio del actual estado de Morelos, desde la aparición de los grupos
cazadores - recolectores en esta región -a la que se le ha dado una fecha tentativa de su
llegada de 12,000 a C- hasta el año de 1521 d C, fecha que marca la conquista y
destrucción de la civilización mesoamericana. Dar a conocer al público en general la
historia antigua del Estado de Morelos, explicando que ésta estuvo dentro de un escenario
global que fue Mesoamérica; y que la actual sociedad deriva, en buena parte, de la de
entonces. Para lograr una explicación coherente, en este discurso el tiempo
mesoamericano ha sido dividido en cinco periodos, a saber: Cazadores - Recolectores
(que cubren desde 12,000 a 1500 a C); Preclásico (de 1500 a C a 150 d C); Clásico (de
150 a 650 d C); Epiclásico (de 700 a 900 d C) y Posclásico (de 900 a 1521 d C). Además
el periodo de los Cazadores-Recolectores cuenta con dos fases y también los periodos
Posclásico y Preclásico tienen tres fases cada uno. Para algunas de éstas la investigación
arqueológica ha tenido poca fortuna, y por ello los datos son muy escuetos, sin embargo
no pasaron desapercibidos. Es necesario puntualizar que la historia de los pueblos de
Morelos siempre estuvo en concordancia con la de Mesoamérica, sobre todo con la del
Altiplano Central, y muy específicamente con la de la Cuenca de México, por eso serán
evidentes las constantes referencias respecto de esas áreas culturales. Así, primeramente
se hace mención de los grupos cazadores - recolectores, cuyo paso estaba marcado por el
movimiento de las constelaciones. Este nomadismo estacional los condicionaba a formar
pequeños grupos, con muy pocas posesiones; la explotación de las plantas silvestres les
permitió conocerlas originando los primeros cultivos, conocimiento que heredaron las
primeras sociedades campesinas. El Preclásico inició con una organización social de tipo
igualitaria finalizando con la configuración de estados con una compleja estratificación
social, donde la iconografía olmeca hizo su aparición como sistema que fundamenta la
diferenciación social al interior del linaje. La supremacía de la poderosa ciudad de
Teotihuacan, durante el Clásico, sobre diversas rutas de comercio fue determinante en el
desarrollo de toda Mesoamérica porque a través de las rutas transitó todo tipo de
personajes; embajadores, guerreros, comerciantes, mujeres nobles que se desplazaban
para contraer matrimonio, todos ellos entablaron relaciones diversas con diferentes
ciudades, lo que permitió no solo el intercambio de bienes, sino también la circulación de
iconos y con ellos la transmigración de ideas. De tal forma, no es de extrañar que en
regiones tan alejadas del Altiplano Central, como la maya, se hallen representaciones del
Dios de la Lluvia, dios de Teotihuacan. El Epiclásico ha sido reconocido como un
periodo de transición, en el que predominó la pluralidad étnica de los habitantes de cada
uno de los señoríos, en el que se conjugaron una serie de elementos políticos, económicos
–como la trama de nuevas rutas de comercio- y religiosos que cristalizarían en el
Posclásico. Por ejemplo, la preeminencia del dios Quetzalcóatl como patrono de la
nobleza. Después de la caída de Tula, en el Posclásico destacó la migración de grupos,
principalmente nahuas, quienes guiados por su dios patrono arribaron al Altiplano
Central, configurándose una serie de señoríos que tras consolidarse entraron en
competencia unos con otros; la culminación de este periodo fue la formación del Imperio
Tenochca y su hegemonía en Mesoamérica. Ellos justificaron su expansión utilizando la
institución religiosa, pues plantearon como necesidad imperiosa la de obtener cautivos
para alimentar al dios solar Huitzilopchtli, para que así continuara el curso de la vida.
Esta breve reconstrucción del pasado prehispánico ha permitido establecer que un
elemento preponderante dentro de las sociedades antiguas fue, precisamente, la religión,
que encubrió todas las acciones políticas y económicas que efectuaron esas sociedades y
que dio como resultado una compleja idea del cosmos que legitimaba y regulaba todas las
acciones humanas. De tal manera fueron las acciones que llevaba a cabo el hombre en su
vida cotidiana, que iban desde prender el fuego, cocinar, cultivar, hasta relacionarse con
sus semejantes, las que dieron origen a preguntas sobre el funcionamiento de su entorno,
de su universo. Las respuestas a esas interrogantes, es decir, la explicación de las diversas
acciones del hombre sobre los diferentes ámbitos del universo, engendraron formas
particulares de conciencia social. Fue a través de elementos ideológicos que esta
conciencia social conformó y delimitó el campo de acción sobre un particular ámbito del
universo y estableció las normas, reglas, prácticas, e instituciones bajo las cuales se
llevaría a cabo[1]. En este sentido aquí se sigue la explicación del historiador Alfredo
López Austin, quien explica que “Cada sistema ideológico se caracteriza como un
conjunto articulado de elementos ideológicos delimitados por particulares formas de
acción sobre un particular ámbito del universo. El sistema ideológico posee peculiaridad
estructural y dinámica: pero está también articulado tanto al resto del plano ideológico
como a la estructura social.”[2] En el México antiguo la religión fue uno de los sistemas
ideológicos en los que cristalizó la conciencia social. Otros campos donde también se
llevaron a cabo las acciones humanas y que concretaron en sistemas ideológicos fueron la
política, la magia, el mito, el arte, etc. Aunque la dinámica de transformación de cada
sistema vario, ellos estaban relacionados entre sí, en mayor o menor grado, o aún en
forma antagónica. López Austin también asienta que la imbricación de todos los sistemas
ideológicos crea la cosmovisión. “Por cosmovisión puede entenderse el conjunto
articulado de sistemas ideológicos relacionados entre sí en forma relativamente
congruente, con el que un individuo o un grupo social, en un momento histórico, pretende
aprehender el universo.”[3] Los sistemas interrelacionados forman una estructura, en
donde el predominio de uno de ellos en un momento dado es el que da congruencia al
conjunto. En el mundo prehispánico la religión fue el sistema ideológico dominante de la
estructura social; los sistemas político y económico, incluyendo sus instituciones y leyes,
fueron recubiertos por una capa de religiosidad, esto se observa claramente en la
sacralización del poder y la existencia de los hombres dioses; en los rituales de petición
de lluvias de los campesinos, los que fueron marcados por un calendario que sólo los
sacerdotes conocían y; en la cohesión social del grupo dada por la existencia de un dios
fundador, el dios patrono del grupo. Observada la importancia del papel que jugó la
religión en Mesoamérica, se determinó que en esta historia del Morelos Antiguo se
tomara a la Religión Mesoamericana como el hilo conductor explicativo. Ahora bien,
antes de iniciar la historia antigua de Morelos es pertinente introducir varios conceptos
necesarios para seguir el desarrollo del tema, estos conceptos son: Mesoamérica,
Cosmovisión, la Geometría y la Dualidad del Cosmos mesoamericanos.
MESOAMÉRICA
Es posible considerar a Mesoamérica como un territorio con una extensión variable que
estuvo determinada por una intrincada red de relaciones establecidas entre los grupos que
la habitaron. Estos, que compartían un patrón de subsistencia agrícola, formaron
sociedades de diferente complejidad, desde organizaciones sociales simples a sociedades
de clases organizadas en estados altamente centralizados, cuyas relaciones produjeron
una base cultural común: la tradición mesoamericana. En la mitología náhuatl el origen
de los hombres se debe a Quetzalcóatl, quien se roba los huesos del Mictlan, después de
molerlos, los riega con sangre de su propio pene, haciendo una masilla con la que forma a
los hombres. Así creados, los hombres quedaron guardados en estado de latencia, dentro
de una gran montaña con siete úteros, Chicomoztoc. Los hombres esperaban ser extraídos
por algún dios, quien les entregaba parte de él, una reliquia que formaría el bulto divino.
El dios los guiaría a la tierra prometida, y les otorgaría una lengua, particulares
costumbres, un oficio y los instrumentos necesarios para realizarlo, convirtiéndose en el
patrono del grupo. Estos grupos, unidades básicas de organización de los
mesoamericanos, estaban relacionados por lazos de parentesco formando linajes.
Gráficamente, el linaje puede ser representado por un triángulo equilátero; en la cúspide
se localizaba el dios patrono; en el nivel inmediato inferior estaba el que lo representaba
en la tierra. Este individuo fungía como cabeza del grupo, ejercía la jefatura del linaje, la
cual era hereditaria. Los linajes, llamados en el Posclásico calpultin, poseían un territorio
que era cultivado por las unidades domésticas, constituidas por una familia nuclear o
varias, encabezadas por un jefe. Las unidades domésticas representaban las unidades
básicas de producción. Para la época del Posclásico, a los linajes se les denominaba como
calpultin, (en singular calpulli).[5] Ahora bien, en el Posclásico Medio (1150 – 1350 d C)
llegaron a la Cuenca de México, entre otros grupos, acolhuas, tepanecas, xochimilcas,
chalcas y mexicas. Cada uno de ellos creía haber sido extraído de Chicomoztoc por su
propio dios patrono, el cual los había guiado a la tierra prometida. El dios los había
acompañado en su viaje entregándoles parte de él, una reliquia que formaría el bulto
divino, que cargaban sus sacerdotes. El dios patrono no sólo los condujo a la tierra
prometida, sino que también les otorgaría una lengua, particulares costumbres, un oficio y
los instrumentos necesarios para desempeñarlo.
COSMOVISIÓN
Característico de las organizaciones estatales mesoamericanas fue su constitución
pluriétnica, conformada a partir de la congregación de varios calpultin. De esa manera,
los dirigentes, la nobleza da cada calpulli se reunió con el propósito de unificar a la
población -a su población-; en cierto momento esa nobleza se desligo por completo del
resto de la población, originando un linaje real, con un dios protector particular, que en
consecuencia dejó de servir a los intereses de los calpultin, vigilando exclusivamente los
propios. Así sobre una organización social de tipo igualitaria de los calpultin se impuso
una organización de tipo estatal que, al menos desde el Epiclásico (700-900), estuvo
legitimada por un dios tan importante en el panteón mesoamericano como lo fue
Quetzalcóatl. Como ya quedó anotado, la elección de Quetzalcóatl como dios patrón de la
nobleza dirigente se debió, principalmente, a que él fue el creador de la raza humana, ya
que él rescató del Mictlan los huesos de los hombres, los molió y regó con su sangre para
crear a la raza humana. En otro mito quedó asentado como Quetzalcóatl entregó los
huesos a los cuatrocientos dioses, para que ellos, con su sacrificio de sangre, generaran a
grupos particulares. Entonces ellos serían los dioses patrones de los linajes. En este
último mito lo que nota es que Quetzalcóatl estaba por encima de todos los dioses de los
calpultin, en consecuencia la nobleza está por encima del resto de la población. En la
mitología mesoamericana fue el dios Quetzalcóatl quien además creó el cosmos: él partió
al monstruo Cipactli, y de la parte inferior se originaron los nueve pisos del inframundo;
de la superior las nueve capas celestes; para evitar que se unieran los dos partes de
Cipactli; Quetzalcóatl plantó cuatro árboles cósmicos que formaron una zona intermedia,
compuesta de cuatro capas celestes inferiores, que eran el mundo del hombre y de los
astros.
La hegemonía del poderoso estado teotihuacano marcó los destinos de los pueblos
mesoamericanos cuyas relaciones estaban determinadas por el intercambio de productos.
En ese periodo las relaciones comerciales tuvieron el objeto de sojuzgar y controlar
regiones enteras para Teotihuacan.
LA RELIGIÓN EN EL CLÁSICO
Como quedó anotado, la deidad más representada en Teotihuacan, tanto en la pintura
mural como en vasijas cerámicas, fue el Dios de la Lluvia, que en el periodo Posclásico
fue nombrado Tláloc. Otros dioses presentes en la metrópoli fueron el Dios Viejo del
Fuego, la Gran Diosa con atributos terrestres, la Serpiente Emplumada como señor del
Tiempo (cuyo campo de acción fue más amplio en el Posclásico), Quetzalpapálotl y Xipe
Tótec. Empero, la principal aportación de la religión teotihuacana a Mesoamérica fue la
creación de una clase gobernante extraída de los diferentes linajes que se asentaron en la
ciudad. López Austin postula que la nobleza ya no le debía vasallaje a sus dioses
originales, pues ellos quedaron bajo el patrocinio de un dios más importante, el de la
ciudad, al que todos, nobles y plebeyos, le debían pleitesía porque era el dios del
territorio sobre el que se extendía la metrópoli.[13] Entonces, los dioses patronos de los
linajes quedaron supeditados al dios de Teotihuacan. Por otro lado la investigadora Linda
Manzanilla propone que el dios territorial debió haber sido Tláloc, hipótesis que sostiene
al referir su exaltada presencia en todas las manifestaciones materiales de la religión
teotihuacana.[14] Así, Teotihuacan fue una ciudad pluriétnica, en la que los diferentes
linajes conservaron identidad propia durante la larga existencia de la ciudad, jamás se
fusionaron en un solo grupo. En este aspecto la intervención del estado estaba dirigida a
demostrar que la metrópoli sí era una unidad, la que se manifestaba mediante la
producción de las máscaras teotihuacanas. Esther Pasztory, historiadora del arte, propone
que esas máscaras fueron producidas para indicar una homogeneidad en la población
teotihuacana, que no existía. Bellamente talladas en piedra verde o tecalli, las máscaras
teotihuacanas reflejan un rostro hierático, uniforme, características que perduraron a lo
largo de siglos. Por otro lado, la también historiadora del arte Janet Berlo postula que esas
máscaras pudieron ser montadas sobre estructuras de madera para investirlas con los
atavíos de diferentes dioses y ser colocadas en los templos situados a lo largo de la
Calzada de los Muertos, hipótesis sugerente, sin embargo no con pocas posibilidades de
comprobar debido a las cualidades perecederas de los materiales de factura.
MORELOS EN EL CLÁSICO
Al inicio del Clásico, la población abandonó los grandes sitios del oeste del Estado –del
periodo anterior-, y se dispersó en un gran número de pequeñas comunidades,
asentándose en las tierras altas, principalmente donde los suelos son escasos y la
agricultura sólo puede ser de temporal. Entonces los sitios fueron de dimensiones
menores y se caracterizaron por tener de dos a cuatro montículos de un máximo de 3m.
de alto. Entre los centros importantes de la región están Tlachichila al norte de
Cuernavaca, y situados a lo largo del Río Chalma, Xochitepec, Tlacuatzingo, Miahuatlán
y otros que comparten características semejantes. Ya para la fase Xolalpan, momento que
en Teotihuacan correspondería a los años (350 – 550 d.C.), parte del actual estado de
Morelos se encontraba bajo la enorme influencia teotihuacana. Esta influencia vario
enormemente entre las regiones este y oeste del estado. Tlacuatzingo, del lado occidental
de Morelos, es el sitio del Clásico más estudiado de esta región. Ha sido investigado por
el arqueólogo Kenneth Hirth a partir de recolecciones de superficie. De éstas él ha
derivado que el sitio cubrió un área de 25.05 hectáreas, con pequeños montículos de no
más de 3m. de altura. Tlacuatzingo no ha sido explorado exhaustivamente hasta el
momento, por lo que se desconocen sus características socioculturales y sus sistemas de
interacción con otros sitios del oriente de Morelos, y de otras regiones vecinas. La
dispersión y pequeño tamaño de los sitios de esta área han sido tomados como
indicadores de que la región fue marginal en su relación con el estado teotihuacano. Esta
situación se deduce por medio del estudio de la alfarería, (tiestos y/o tepalcates). En sus
formas y decoración es posible ver cierta influencia teotihuacana, sin embargo, también
se nota que los alfareros locales tan solo tomaron algunos rasgos logrando una cerámica
que difícilmente podríamos llamar teotihuacanoide. Además la casi nula presencia de
cerámica Anaranjado Delgado, principal indicador del influjo comercial teotihuacano,
señala de nuevo esa relación marginal. Por el contrario, la región oriental de Morelos
tuvo un fuerte desarrollo para el Clásico. Los sitios importantes del Preclásico Tardío
permanecieron y aumentaron en tamaño. Las poblaciones se concentraron en los
profundos valles cerca de ríos y manantiales, practicando una agricultura de riego. Así,
los sitios fueron grandes y llegaron a tener estructuras de más de 5m. de altura,
plataformas, e incluso juegos de pelota. En este caso la presencia de cerámica de
comercio teotihuacana, Anaranjado Delgado, así como de patrones arquitectónicos de
estilo teotihuacano, talud-tablero, ahora sí, hablan de la fuerte presencia teotihuacana que
cristalizó en esta zona. En el área del Río Amatzinac, Hirth ha localizado varios centros
rectores: San Ignacio, Las Lajas y El Palacio; y como sus subordinados, Zacualpan,
Pueblo Viejo, Tetelillas y Las Pilas. Es de suponer que el asentamiento de Las Pilas fue
elegido no sólo por su cercanía a dos ríos importantes, el Amatzinac y la Barranca Honda,
sino también por la existencia de varios manantiales; allí sus habitantes construyeron
varias plataformas con sus templos, con un estilo arquitectónico teotihuacano, ya que
utilizaron el talud–tablero para sus fachadas. Ellos construyeron conductos para canalizar
las aguas de los manantiales, cuando uno se secaba construían otro y lo unían a la red,
creando un complejo sistema de canalización -aunque la arqueóloga Guadalupe Martínez
propone que los conductos fueron construidos en el Preclásico Medio, durante el apogeo
de Chalcatzingo-. Al parecer dos de las estructuras templarias del sitio estuvieron
relacionadas con el inicio de la construcción de algunos de los ductos; por otro lado en
los ductos que dejaban de funcionar depositaban diferentes ofrendas, como entierros
humanos, cuentas verdes y figurillas de barro, hecho que apunta a la importancia religiosa
de este sistema. El arqueólogo Enrique Nalda recorrió parte del noreste Morelos, y
reportó la existencia de un enorme sitio con amplias plazas delimitadas por basamentos
piramidales y juego de pelota. La localización de este sitio, al sureste de Atlatlahucan,
resulta importante ya que es un paso natural que comunicaría a Teotihuacan con el valle
oriente de Morelos transitando por las regiones de Texcoco, Chalco, Amecameca y
Ozumba. Así, los sitios más importantes del este de Morelos son Atlatlahucan, Pantitlan y
San Ignacio quedaban enlazados con Teotihuacan a través de este corredor natural. Es
posible que cada uno de estos sitios desempeñara una función diferente dentro del sistema
de intercambio teotihuacano. Atlatlahucan quizá controlaba el paso de la cuenca de
México a Morelos; Pantitlan tal vez fue el centro productor algodonero, materia prima
que fluiría hacia el primero para llegar a Teotihuacan. Por último, San Ignacio quizá
también funcionara como puerto entre Morelos, Puebla y Oaxaca. Esta desigualdad de
desarrollo de las diversas regiones de Morelos causada por la presencia de Teotihuacan
revela que su integración al sistema de intercambio monopólico teotihuacano fue forzada.
Fue necesario que los pueblos de Morelos entregaran algodón a cambio de bienes básicos
necesarios para su reproducción física, como la sal y la obsidiana, así como bienes
suntuarios (jade, plumas preciosas, etc.) necesarios para su reproducción social.
Probablemente la marginación de algunas de las áreas se debió a que no pudieron cultivar
el algodón o algún otro producto deseado por Teotihuacan y por esa causa quedaron fuera
de la red.
¿DIOSES O SACERDOTES?
Los remates de Cinteopa también son susceptibles de comparación con sus similares de
Teotihuacan. Los atributos de los remates de Cinteopa –las anteojeras, la bigotera, el
quincunce y el tocado de ave-, por supuesto son atributos asociados a Tláloc. Los remates
teotihuacanos de Tláloc presentan dos formas básicas. Una de ellas presenta imágenes del
dios de manera muy tosca: un rostro con anteojeras, bigotera, colmillos, tocado de tres
nudos, tocado de Rayo–Trapecio, aun con el lirio acuático y manos entregando dádivas.
La segunda forma de representar al dios es por medio de divisas emblemáticas que sirven
de insignias de Tláloc, con motivos como la bigotera, la lengua bífida, el quincunce,
círculos que representan las anteojeras y las orejeras, colocados verticalmente. Aunque
son formas de representar a Tláloc diferentes, ambos tipos de remate servían como
emblemas a los edificios templarios teotihuacanos, ellos anunciaban que el templo estaba
dedicado a Tláloc. A partir de la comparación entre los remates de Teotihuacan y de
Cinteopa se considera que, 1. Ninguna representación de Tláloc en Teotihuacan, aun las
asociadas con la guerra y el sacrificio, lleva cuchillos curvos atravesando corazones.
Solamente aquellas figuras identificadas ya como guerreros o sacerdotes y animales
fantásticos portan tales motivos. Generalmente cuando las manos de los dioses son
representadas surgen de ellas dádivas. Esto significaría que es el dios el que da la dádiva,
quien recibe los sacrificios de corazones y no el que efectúa los sacrificios. 2. A pesar de
que las figuras de los remates de Cinteopa usan anillos alrededor de los ojos y quincunces
en el tocado, no quiere decir que sean imágenes de Tláloc, puesto que en la pintura mural
los sacerdotes y guerreros aparecen también con anteojeras y quincunces en collares. El
que los personajes de los rematen porten tales atributos (la bigotera en lugar de maxtlatl
es un motivo muy especial, tal vez podría ser comparada con el adorno circular de papel
plegado alrededor del pene de una figura del Posclásico) solamente sería indicio de su
asociación con Tláloc, como sacerdotes dedicados a su culto. 3. Las huellas de los pies
señalan acción y en el caso de los remates de Cinteopa que los sacerdotes están oficiando
un ritual de sacrificio de corazón. 4. Los remates muestran la influencia de la pintura
mural teotihuacana, por ello la frontalidad de las figuras es explicable. En los murales del
Pórtico 3 del Patio Blanco de Atetelco, los sacerdotes – guerreros están representados
mirando hacia la entrada del cuarto, probablemente en donde se encontraba el dios. En el
caso de los remates de Cinteopa, ellos no se localizan en un pórtico, sino sobre el techo,
por lo tanto, fue necesario que representaran las figuras de frente, e indicando la acción
de la procesión, de que están llevando a cabo un ritual con las huellas de los pies. 5. El
ritual del sacrificio fue una de las celebraciones más importantes de la tradición
mesoamericana, fue por medio de esta ofrenda al dios que el celebrante lograba
comunicarse con él, con ella ofrecía un regalo con el que paga los dones recibidos y
esperaba recibir más dádivas. El problema aquí es ¿por qué aparecen representaciones de
sacrificio en la región central de Morelos? Pudiera ser que los grupos étnicos que
habitaron esta región adoptaron el ritual de los teotihuacanos, o, seguramente, adoptaron
la forma de representar un ritual que es parte del núcleo duro de la tradición religiosa
mesoamericana y que como tal ya existía en Morelos, siendo el sacrificio la ofrenda más
importante entregada a los dioses. 6. Los remates de Cinteopa también pueden ser
considerados emblemas, pero no del dios, como generalmente son los teotihuacanos, sino
de las actividades que se llevaban a cabo en el lugar en donde estaban colocadas,
entonces las figuras representadas serían sacerdotes llevando a cabo un sacrificio
humanos ofrendando los corazones, muy probablemente dedicados a Tláloc. Los remates
indicaban la importancia de Cinteopa como el santuario de la región este de Morelos, al
que confluyeron los señores de Pantitlan y sus pueblos sujetos. En los remates de
Cinteopa aparece la influencia teotihuacana, pues fueron realizados por un especialista
local que conocía no sólo la pintura teotihuacana, sino también comprendía las
convenciones glíficas presentes en ella. Lo que cabría explicarse aquí, es por qué la
influencia no provino de los remates de edificios teotihuacanos? Una posible respuesta es
que los dirigentes quisieron resaltar en los remates la figura de los sacerdotes, no la del
dios, para magnificar su estatus. Tomando en cuenta que en la antigüedad mesoamericana
los dirigentes de los pueblos fueron los sacerdote de las deidades del culto estatal, en este
caso a través de los remates ellos se representaron no sólo relacionados con Teotihuacan,
sino también emparentados con la nobleza de aquella ciudad. Pero al mismo tiempo
mediante la manipulación de los convencionalismos, los dirigentes trataron de conservar
la identidad del grupo, creando un lenguaje propio; su transformación indica que hubo
resistencia por parte de la tradición ya existente. La confrontación de ambas dio lugar a
una nueva tradición, la local, que se manifestó en el arte en lo que Janet Berlo llama estilo
provincial. Esto evidencia que los grupos de la región este de Morelos efectivamente,
entraron a la esfera de influencia teotihuacana, pero no como grupos conquistados. Las
ofrendas en los conductos de Las Pilas, así como la escenografía que crearon sus
habitantes al edificar dos de los templos sobre el inicio de los conductos para crear la
imagen del agua surgiendo del templo, evidenciarían, junto con los remates de Cinteopa,
el culto a Tláloc en la religión de Morelos durante el Clásico, culto que compartían con
Teotihuacan, pero con características propias de la región. Los datos antes presentados
refuerzan la idea de que entre Teotihuacan y las regiones de Morelos se entabló una
relación comercial desigual. Mientras que con la del poniente los vínculos fueron casi
inexistentes, en el oriente los lazos llegaron a presentarse hasta en las manifestaciones
religiosas. Este proceso no fue más que un ejemplo regional de la realidad histórica que
se dio a lo largo de siglos en ese territorio conocido como Mesoamérica. En el este de
Morelos, después de la caída de Teotihuacan y con la llegada de otros grupos a la región,
esta tradición local formó parte del arte ecléctico de Xochicalco. Hacia el año 650 se
inició un proceso gradual que llevaría a Teotihuacan a su fin. Las causas posibles
suponen que la división de clases generó tal polarización que condujo a la fragmentación
de la clase dirigente, a la militarización y fortificación de la urbe y en consecuencia a la
reducción de su esfera de influencia. Con la desestabilización del gran controlador y
distribuidor de productos se debilitaron, y en muchos casos se rompieron, las ligas
comerciales y políticas que eran el soporte del estado teotihuacano y de otras grandes
ciudades. Como consecuencia de esos eventos, en otras regiones de Mesoamérica se
fundaron nuevos estados que pugnaron por el control de rutas comerciales. Así, aunque
disminuido, Teotihuacan mantuvo la hegemonía de la Cuenca de México.
CAPÍTULO 4: LOS RELIEVES DEL PODER
MORELOS EN EL EPICLÁSICO
Hacia el año 700 d C, en el oriente de Morelos hubo un abandono de los sitios
importantes del Clásico, mientras que los sitios pequeños continuaron ocupados hasta el
Posclásico. Es posible que este tipo de asentamientos se mantuviera dada la riqueza
agrícola de la región, y que la población de los sitios mayores se integrara a los primeros,
o bien se dispersara en los alrededores. La interrogante aquí es ¿a dónde se fue la nobleza
gobernante de los asentamientos mayores? En el occidente de Morelos, considerada una
zona marginal de la influencia teotihuacana, se dio un proceso contrario. En lugar de
dispersión de asentamientos hubo una agrupación. Los sitios de Tlacuatzingo y
Miahuatlan, los más importantes de la región se reagruparon, quizá con otros sitios de la
zona, y probablemente de otras áreas de Mesoamérica más lejanas, y fundaron la ciudad-
estado de Xochicalco alrededor del año 700 d C. De tal manera, Xochicalco no solamente
abarcaba el propio cerro, sino que se componía, al menos, de seis sitios más que son
Coatzin, La Silla, El Temazcal, La Fosa, La Maqueta y Tlacuatzingo. Cuatro de los seis
compartían algunas de las características arquitectónicas del propio Xochicalco, lo que
hace suponer que fueron construidos para fines muy específicos. El arqueólogo Hirth
sostiene que entre Xochicalco y los otros seis sitios alcanzó la población un máximo de
treinta mil habitantes, el cincuenta por ciento residía en la metrópoli, mientras que el
resto estaba asentada en pequeñas villas distribuidas en las planicies del sur de la
ciudad.[15] La ciudad de Xochicalco tuvo una organización social de tipo estatal, en la
que la nobleza, la dominante, requería de toda una infraestructura que la mantuviera en el
poder, que la justificara y legitimara no sólo ante los campesinos sino también ante sus
iguales y la nobleza de otras ciudades. Para ello, tal grupo tuvo que generar un sistema de
difusión que transmitiera a propios y extraños que ellos eran los legítimos gobernantes y
que propagara su poderío. Fue esa una proclama pública que llevó no sólo a la
producción plástica dentro de la arquitectura, la escultura y la pintura mural, la cerámica,
la talla de hueso y concha y probablemente la cestería, sino también a la distribución e
intercambio de esos bienes. Si bien es cierto que la nobleza formaba un grupo, también
dentro de ella se podrían encontrar niveles jerárquicos. Al nivel mayor correspondían los
gobernantes y sacerdotes, quienes dictaron los cánones para la producción plástica; en el
siguiente nivel se encontraban aquéllos que se desempeñaban como la infraestructura
burocrática del Estado, los guerreros, comerciantes y recaudadores de tributo; por último
estaban aquellos reconocidos también como nobles, los artistas que fueron encargados de
plasmar el proyecto político y religioso, de magnificar una proclama pública, los que
manejaban la tinta negra y la roja. Fueron todos estos personajes quienes en sí se
resguardaron en la ciudad de Xochicalco. La escultura más importante de Xochicalco que
pone de relevancia esa proclama pública, es precisamente la Pirámide de la Serpientes
Emplumadas. Los personajes de los relieves de la Pirámide denotan una postura regia y
ricos atavíos que los identifican con una clase, la privilegiada y dirigente, compuesta por
sacerdotes y militares. Quienes configuraron la nobleza dirigente de Xochicalco fueron
los jefes de los linajes que se congregaron en ese lugar. Ellos dejaron de servir a los
intereses de sus linajes para brindar lealtad al nuevo estado xochicalca. Así, los dioses
patronos de los linajes pasaron a segundo término; tal vez, los nobles eligieron a un
nuevo dios como el protector de la ciudad. Los linajes continuaron funcionando como
agrupaciones que tenían la posesión de las tierras agrícolas. Dentro del linaje también se
llevaron a cabo las actividades artesanales. La nobleza dirigente se mantenía de parte de
la producción de los linajes que obtenía por medio del tributo. Por otro lado, el
requerimiento de materiales de construcción para levantar la ciudad, y la presencia de
talleres líticos en determinados puntos, así como la producción cerámica homogénea
hacen suponer que en Xochicalco había toda clase de gremios especializados, como
escultores, pintores, lapidarios, comerciantes, albañiles, canteros, ceramistas, etc. La
extensión de la ciudad de Xochicalco, el tipo de construcciones que se han descubierto,
los relieves que las decoran, la escultura, los restos de lapidaria, la cerámica y la lítica,
son evidencias materiales que subrayan dos puntos importantes; primero la existencia de
clases sociales altamente diferenciadas; y segundo que aquellas se constituyeron a partir
de la agrupación de varios pueblos –léase varios linajes-, que dieron a la ciudad un
carácter ecléctico y a la vez cosmopolita.
LA REBELIÓN
Así como fueron de vertiginosos la fundación y el esplendor de Xochicalco, también lo
fue su estrepitoso final. Los restos arqueológicos hallados durante las últimas
exploraciones denotan que las áreas habitaciones fueron repentinamente abandonadas
dejando todos los utensilios; mientras que las áreas residenciales y cívico-ceremoniales
fueron incendiadas; además todo el artificio religioso más que saqueado fue destruido.
Los datos recuperados en Xochicalco permiten proponer que la destrucción y el abandono
de la ciudad no fueron producto de una guerra de conquista, es decir del arribo de grupos
extranjeros que pretendieran dominarla, pues de haber sido así habrían sido encontradas
otras evidencias como armas -puntas de lanza principalmente-, y un número considerable
de cadáveres, cuando menos en áreas importantes de la urbe. También se habrían hallado
todos los edificios, aún las habitaciones, consumidos por el fuego y, entonces sí, saqueada
y robada la parafernalia religiosa. Una de las posibles explicaciones podría ser que un
sector de la burocracia se conjuró con los artesanos y campesinos contra los estamentos
dominantes, propiciando una rebelión. La falta de instrumentos de guerra, no obsta para
suponer que la rebelión consistiera en cercar a los gobernantes, hasta obligarles a salir de
la ciudad de Xochicalco. Antes de abandonar su residencia los nobles destruyeron el
corazón de la ciudad, sus emblemas y dioses, todo lo que le daba el ser, para que no
fueran ultrajados.
CAPÍTULO 5: EL PODER DEL TRIBUTO A la llegada de los españoles, en el año de
1519, la mayor parte del territorio mesoamericano estaba bajo el dominio del Imperio
tenochca. Este y los diversos señoríos que conformaban la vasta región presentaban una
tradición local, fundamentada en la tradición mesoamericana común, ejemplificada
ampliamente con los propios señoríos asentados en Morelos.
Angulo Villaseñor, Jorge, “Proyecto Coatlan: área Coatetelco”. XVII Mesa Redonda,
México, Sociedad Mexicana de Antropología, 1984ª, pp.177-186. - “Identificación de
algunas representaciones escultóricas de Coatetelco”. XVII Mesa Redonda, México,
Sociedad Mexicana de Antropología, 1984b, pp.205-217. Arana Alvarez, Raúl M. “El
juego de pelota de Coatetelco, Mor.” XVII Mesa Redonda, México, Sociedad Mexicana
de Antropología, 1984, pp.191-204. Berdan, Frances F., Richard E. Blanton, Elizabeth H.
Boone, Mary G. Hodge, Michael E. Smith y Emily Umberger, Aztec imperial strategies,
Washington, D. C., Dumbarton Oaks Research Library an Collection, 1996. Berlo, Janet
Catherine (ed),. Art, Ideology, and thr City of Teotihuacan, Washington D. C.,
Dumbarton Oaks, 1992. Broda de Casas, Johanna, “Tlacaxipehualiztli: a reconstruction
of an aztec calendar festival from 16th century sources”. Revista Española de
Antropología Americana, Madrid, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Madrid,
1970, vol. 5, pp. 197 – 273. - “Las fiestas aztecas de los dioses de la lluvia”, Revista
Española de Antropología Americana, Madrid, Facultad de Filosofía y Letras,
Universidad de Madrid, 1971, vol. 6. - ”Templo Mayor a ritual space”, en Johanna Broda,
David Carrasco y Eduardo Matos Moctezuma, The Great Temple of Tenochtitlan. Center
and Peeriphery in the Aztec World, Berkeley, University of California Press, 1987. -
“Cosmovisión y observación de la naturaleza: el ejemplo del culto de los cerros”, En:
Broda, Johanna, Stanislaw Iwaniszewski y Lucrecia Maupomé (eds.), Arqueoastronomía
y etnoastronomía en Mesoamérica, México, UNAM, 1991, pp. 461 - 500. Broda, Johanna
y Alejandro Robles, “De rocas y ‘aires’ en la cosmovisión indígena: algunos ejemplos
etnográficos e históricos del municipio de Tepoztlan”, ponencia presentada en el
Simposio Historia y Antropología de Tepoztlan, Mor. Noviembre de 1995. Canto
Aguilar, Giselle, “Zona arqueológica de Olintepec, Morelos”. Cuadernos de Arquitectura
Mesoamericana, México, Facultad de Arquitectura, UNAM, 1993, nº 24, pp. 61-67. -
Informe de las excavaciones en el Jardín San Juan. Informe técnico al Consejo de
Arqueología, México, INAH. 1998 Canto Aguilar, Giselle y Laura Ledesma Gallegos,
Los relieves del poder, en preparación. Carrasco, Pedro, Estructura político-territorial del
Imperio tenochca. La Triple Alianza de Tenochtitlan, Tetzcoco y Tlacopan, México,
Fondo de Cultura Económica y Colegio de México, 1996. Códice Mendocino, Códice
Mendocino, Antigüedades de México. Recopilación de Lord Kingsborough, v. I, México,
Secretaría de Hacienda y Crédito Público, 1964. Cyphers Guillen, Ann, “The possible
role of a woman in Formative exchange”. En: Hirth, Kenneth (ed.), Trade and exchange
in Early Mesoamerica, Austin Texas, University of New Mexico Press, 1983, pp. 115-
123. Davies, Nigel, El Imperio Azteca, México, Alianza Editorial, 1992. De Vega Nova,
Hortensia, A. Francisca Rosas Sánchez y Giselle Canto Aguilar, Proyecto
Yautepec/Proyecto Ceramoteca, Cuernavaca, Morelos, 1996. - Informe parcial del
análisis cerámico 1989-1995. Informe técnico al Consejo de Arqueología, México,
INAH, 1998. Dioses del México Antiguo, México, INAH, FONCA, UNAM, 1996.
Dubernard, Juan, Códices de Cuernavaca y unos títulos de sus pueblos, México, Miguel
Angel Porrúa ed, 1991. Durán, Fray Diego, Historia de las indias de Nueva España e islas
de la tierra firme, México, Editorial Porrúa, 1967, Biblioteca Porrúa nos. 36 y 37.
Gerhard, Peter, “El señorío de Ocuituco”, México, Tlalocan, 1970, vol. VI, no.2, pp. 97-
11. Glockner Rossainz, Julio, Los volcanes sagrados: mitos y rituales en el Popocatépetl
y la Iztaccíhuatl, México, Grijalbo, 1996. González Lauck, Rebeca, “La zona del Golfo
en el Preclásico: la etapa olmeca”. En: Manzanilla, Linda y Leonardo López Luján,
Historia Antigua de México, vol. 1, México, INAH, UNAM, Miguel Angel Porrúa, 1994,
pp. 279-322. Grove, David C., San Pablo, Nexpa, and the Early Formative archaeology of
Morelos, Mexico, Nashville, Tennesse, Vanderbilt University Publications in
Anthropology, 1974, no. 12. - Ancient Chalcatzingo, Austin, University of Texas Press,
1987. - “Chalcatzingo and its olmec connection”. En: Sharer, Robert L. Y David C.
Grove, Regional perspectives on the Olmec, Cambridge, Cambridge University Press,
1989, pp. 122-147. Grove, David C. Y Susan D. Gillespie, “Chalcatzingo’s portrait
figurines and the cult of the ruler”. Archaeology, 1984, v.37, no. 4:27-33. - “Ideology and
evolution at the pre-state level. Formative period Mesoamerica”. En: Demares, Arthur A
y Geoffrey W. Conrad (eds.), Ideology and pre-columbian civilizations, Santa Fe, New
Mexico, School of American Research Press, 1997, pp.15-36. Hirth, Kenneth G., Eastern
Morelos and Teotihuacan: a settlement survey., Vanderbilt University, Nashville,
Tennessee, USA, 1980, Publications in Anthropology no. 25 Hirth, Kenneth G. y Ann
Cyphers Guillén, Tiempo y asentamiento en Xochicalco, México, UNAM, 1988.
Konieczna, Barbara, “Morelos en relación con el imperio mexica”. Antropología, Nueva
Epoca, México, 1992, no. 37, pp. 8-17. Ledesma Gallegos, Laura y Giselle Canto
Aguilar, Cerros, cuevas y lagunas: espacios sagrados (guión temático del Museo de sitio
de Coatetelco), Centro INAH Morelos, 1997, MS. López Austin, Alfredo, Cuerpo
humano e ideología. Las concepciones de los antiguos nahuas. México, UNAM, 1980. -
“Organización política en el Altiplano Central de México durante el Posclásico”,
Mesoamérica y El Centro de México, Jesús Monjarás, Rosa Brambila y Emma Pérez-
Rocha (comps.), México, INAH, 1985, pp. 197- 234. - La historia de Teotihuacan”, en
Teotihuacan, México, El Equilibrista, Citicorp/Citibank, 1989 “1, pp. 13-35. López
Austin, Alfredo y Leonardo López Luján, El pasado indígena, México, FCE, Colegio de
México, 1996. López Austin, Alfredo, Leonardo López Luján y Saburo Sugiyama, “The
temple of Quetzalcoatl at Teotihuacan as posible ideological significance”. Anciente
Mesoamerica, Cambridge University Press, 1991, vol 2, pp. 93-105. López Luján,
Leonardo, Robert H. Cobean y Alba Guadalupe Mastache F. Xochicalco y Tula, México,
Jaca Books y CNCA, 1995. Maldonado Jiménez, Druzo, Cuauhnáhuac y Huaxtepec
(tlalhuicas y xochimilcas en el Morelos prehispánico), Cuernavaca, Morelos, CRIM,
UNAM, 1990. Manzanilla S., Linda (coord.), Anatomía de un conjunto residencial
teotihuacano en Oztoyohualco, México, UNAM, 1993, 2 v. 1995 “La zona del Altiplano
central en el Clásico” En: Manzanilla, Linda y Leonardo López Luján, Historia Antigua
de México, v. 2, México, INAH, UNAM, Miguel Angel Porrúa, pp. 139-173. Marcus,
Joyce, “Zapotec chiefdoms and the nature of formative religions”. En: Sharer, Robert L.
Y David C. Grove, Regional perspectives on the Olmec, Cambridge, Cambridge
University Press, 1989, pp. 148-197. Martínez Donjuan, Guadalupe, Las Pilas, Morelos.
Colección Científica no. 75, México, INAH, 1979. Matrícula de Tributos. Nuevos
estudios, México, Secretaría de Hacienda y Crédito Público, 1991. McClung de Tapia,
Emily y Judith Zurita, “Las primeras sociedades sedentarias”. En: Manzanilla, Linda y
Leonardo López Luján, Historia Antigua de México, vol. 1 México, INAH, UNAM,
Miguel Angel Porrúa, 1994, pp. 209-246. Nalda Hernández, Enrique, Proyecto Morelos.
Reporte no. 2. Informe al Consejo de Arqueología, México, INAH, 1980. - “México
prehispánico: origen y formación de las clases sociales”. En: Enrique Semo (coord.),
México, un pueblo en la historia: de la aparición del hombre al dominio colonial, México,
Alianza Editorial, 1989, vol. 1. Pelz Marín, Ana María, Una estructura habitacional del
formativo tardío en Cuernavaca, Morelos. Tesis de Maestría, México, ENAH, 1991.
Porter, Muriel Noé, Tlatilco and the pre-classic cultures of the New World, New York,
Viking Fund publications in Anthropology no. 19, 1953. Reilly, F. Kent III, “Art, ritual,
and rulership in the olmec world”. En: Coe, Michael D., Richard A. Diehl, David A.
Freidel, Peter T. Furst, F. Kent Reilly III, Linda Schele, Carolyn E. Tate y Karl A. Taube
(eds.), The Olmec World. Ritual and rulership, 1995, pp. 27-45. Sahagún, Fray
Bernardino de, Códice Florentino, México, SEP, 1975. - Historia general de las cosas de
Nueva España, México, Porrúa, 1956. Sanders, William T., Jeffrey R. Parsons y Robert
S. Santley, The Basin of Mexico: Ecological processes in the evolution of a civilization,
New York, Academic Press, 1979. Sarmiento, Griselda, “La creación de los primeros
centros de poder”. En: Manzanilla, Linda y Leonardo López Luján, Historia Antigua de
México, vol. 1, México, INAH, UNAM, Miguel Angel Porrúa, 1994, pp. 247-278.
Sejourne, Laurette, Pensamiento y religión en el México Antiguo. México, 1957. Smith,
Michael E., Postclassic culture change in western Morelos, México: The development
and correlation of archaeological and etnohistorical chronologies. Tesis doctoral,
University of Illoinos, 1983. - “Economies and polities in Aztec-period Morelos:
Ethnohistoric overview”. En: Mary G. Hodge y Smith, Michael E. (eds.), Economies and
Polities in the Aztec Realm, New York, Studies on Culture and Society, vol. 6, Institute
for Mesoamerican Studies, The University at Albany, Albany, 1994. Smith, Michael E.,
Cynthia Heath-Smith, Ronald Dohler, Joan Odess, Sharon Spanogle y Timothy Sullivan,
“The size of the city of Yautepec: Urban survey in Central Mexico. Ancient
Mesoamerica, Cambridge University Press, 1994, vol., pp. 51-12. Tolstoy, Paul,
“Coapexco and Tlatilco: sites with olmec materials in the Basin of Mexico”. En: Sharer,
Robert L. Y David C. Grove, Regional perspectives on the Olmec, Cambridge,
Cambridge University Press, 1989, pp.85-121. Wiesheu, Walburga, “La zona oaxaqueña
en el Preclásico”. En: Manzanilla, Linda y Leonardo López Luján, Historia Antigua de
México, vol. 1, México, INAH, UNAM, Miguel Angel Porrúa, 1994, pp. 323-352.
Al adaptar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y la legislación
ambiental mexicana a las disposiciones del TLC, se ha optado por el modelo de
globalización económica tendiente a las privatizaciones y a la apertura de mercados en un
contexto local de subdesarrollo productivo, pobreza y deterioro ambiental. Esta fase
avanzada del imperialismo respalda un proyecto que trata de desarrollar la economía
mediante la rebaja de los costos de producción, la caída de los salarios y la reducción de
los precios de las materias primas. La disminución de las inversiones de interés social, ha
sido necesaria en un sistema donde el libre comercio y la libertad de empresa son básicos,
sin importar cómo se reparta la riqueza, ya que se espera que, a la larga, todos salgan
beneficiados al mejorarse la economía en su conjunto. En este ambiente de presión
exógena, a pesar de los esfuerzos de algunas autoridades estatales y municipales, las
características socioeconómicas del estado de Morelos se derivan de relaciones
productivas que determinan la alteración de los recursos naturales, la distribución
inequitativa del ingreso, la escasez de vivienda, el bajo nivel de vida de la población, la
marginación y el subempleo, como se observa en los ecosistemas deteriorados y en las
áreas urbanas e industriales contaminadas, donde cada día aumenta el número de
personas procedentes del medio rural dedicadas a la economía subterránea. En el preludio
del siglo XXI, dentro del contexto del modelo de desarrollo neoliberal, se ha intentado
generar empleos para los habitantes oriundos y reactivar la economía regional, por medio
de megaproyectos que producen beneficios económicos para sectores exógenos de la
población. El auge del sector industrial se advierte con la cementera que se ha instalado
sobre la ladera occidental de la sierra de Yautepec en el municipio de Emiliano Zapata, lo
que representa una catástrofe ecológica en el corazón de la selva baja caducifolia de dicha
sierra. Esta cementera no ofrece perspectivas de mejoras socioeconómicas consistentes
para los pobladores locales, como ha ocurrido con compañías similares ubicadas sobre los
pliegues situados al noroeste y suroeste de la colonia Calera Chica, de Jiutepec, donde
varias empresas producen materiales de construcción como cemento, mortero, triturados
para concreto, cal hidratada, carbonato de calcio, gravas y arenas. Los megaproyectos
aludidos, en algunos casos no llegan a concretarse, por no contemplar la idiosincrasia de
pueblos indígenas, comunidades agrarias y ejidatarios. Por ejemplo la urbanización de un
fraccionamiento turístico y un club de golf, en terrenos del Parque Nacional El Tepozteco
pertenecientes a la comunidad de Santa Catarina, municipio de Tepoztlán, así como la
construcción del libramiento oriente de Cuernavaca, cuyo proyecto contemplaba un tramo
dentro de la Zona Sujeta a Conservación Ecológica “El Texcal”, correspondiente a la
comunidad de Tejalpa municipio de Jiutepec. La alteración potencial de los sistemas
ecológicos en las áreas naturales mencionadas, se relaciona con la necesidad de
incremento de plazas laborales. Se está frente a un problema de planificación sustentable,
en el que no ha sido posible congeniar los beneficios productivos socioeconómicos y
ambientales. En resumen, el territorio analizado cuenta con abundantes recursos
naturales, en el cual complejas interdependencias ambientales y económicas han
propiciado la existencia de manantiales y escurrimientos que se están agotando y
contaminando, tierras fecundas en proceso de desgaste y contaminación y un clima
agradable que se hace extremoso. Los procesos de cambio del uso del suelo, el
crecimiento urbano desordenado sobre áreas agrícolas y forestales, la pérdida de
biodiversidad, las estrategias de desarrollo neoliberales, la injusta distribución de la
riqueza y los métodos irracionales de apropiación de la naturaleza, han determinado en la
entidad una situación de pobreza en un ámbito de productividad agrícola, industrial y
turística, que tiende hacia el deterioro del medio físico y al empeoramiento del nivel
socioeconómico de la población. El sector económico no presenta un futuro promisorio.
La ilusión de prosperidad de ciertos agricultores al entrar en vigor el Tratado de Libre
Comercio de América del Norte se ha derrumbado, ya que la apertura comercial y la
privatización de los ingenios azucareros no se ha traducido en beneficios específicos, y
no hay certeza de que la introducción de los cultivos que tienen demanda en Estados
Unidos de América y Canadá, garantice una mejoría en sus ingresos; el proceso de
industrialización y de terciarización de la economía, no ha resuelto el asunto del
desempleo, no ha propiciado un desarrollo local integrado y armónico, ni ha elevado los
niveles de vida de la mayoría de los habitantes; por el contrario, ha estimulado
movimientos inmigratorios descontrolados acentuado las desigualdades regionales y
contaminado los recursos hídricos y edáficos del territorio estudiado.
NOTAS [1] Alfredo López Austin, Cuerpo humano e ideología: las concepciones de los
antiguos nahuas, México, UNAM, 1980, 2 v, pp. 17-18 [2] Idem. p. 18-19 [3] Idem. p. 20
[4] Alfredo López Austin y Leonardo López Luján, El pasado indígena, México, FCE, El
Colegio de México, 1996, p. 62. [5] Alfredo López Austin, La religión, la magia y la
cosmovisión”, Linda Manzanilla y Leonardo López (coord), Historia Antigua de México,
México, INAH, UNAM, 1995, T. III, p. 447. [6] Alfredo López Austin, 1984, 59 [7]
Hirth 1987: 343 [8] Griselda Sarmiento, “La creación de los primeros centros de poder”,
Manzanilla, Linda y Leonardo López Luján, Historia Antigua de México, , México,
INAH, UNAM, Miguel Angel Porrúa 1994 , vol, 1, p. 268. [9] David C. Grove, San
Pablo, Nexpa, and the Early Formative archaeology of Morelos, Mexico, Nashville,
Tennesse, Vanderbilt University Publications in Anthropology no. 12, 1974, p. 59. [10]
López Austin y López Luján, Op. cit. p. 78; Samiento, Op. cit. pp. 268-270 [11]Cabe
destacar que “exótico” es un calificativo impuesto actualmente a aquellos objetos de
lejana procedencia, que por su materia prima, talla y belleza fueron utilizados como
símbolos de jefatura en los linajes; algunos de estos objetos podían ser conchas, piedras
verdes, espejos de pirita, e incluso elaboradas piezas cerámicas. [12] William Sanders,
Jeffrey Parsosns y Robert Santley, The Basin of Mexiso:Ecological Process in the
Evolution of a civilization, New York, Academic Press, 1979, p. 95. [13] Alfredo López
Austin, “ La historia de Teotihuacan”, Teotihuacan, México, El Equilibrista,
Citicorp/Citibank, 1989, pp. 30. [14] Linza Manzanilla, “La zona del Altiplano Central en
el Clásico”, Linda Manzanilla y Leonardo López Luján, Historia Antigua ... Op. cit., v. 2,
p. 167. [15] Cfr. Kenneth Hirth y Anne Cyphers, Tiempo y asentamiento en Xochicalco,
México, UNAM, 1988. [16] Janet Berlo. Art, Ideology and the City of
Teotihuacan,Washington D.C., Dumbarton Oaks, 1992, pp. 191-269. [17] Cfr. Alfredo
López Austin, Leonardo López L. y Saburo Sujiyama. “The Temple of Qutzalcoatl at
Teotihuacan as posible ideological significance”, Anciente Mesoamerica, Cambridge,
University Press, 1991. [18] Janet Berlo, Op. cit., 229. [19] Cfr. Johanna Broda. “Templo
Mayor a ritual space”, Johanna Broda, David Carrasco y Eduardo Matos (eds.), The Great
Temple of Tenochtitlan, Center and Periphery in Aztec World, Berkeley, University of
California Press, 1987. [20] Druzo Maldonado. Cuauhnahuac y Huaxtepec (tlahuicas y
xochimilcas en el Morelos prehispánico), México, CRIM, UNAM, 1990. [21] Nigel
Davies. Op. cit. pp. 253-254. [22] Laura Ledesma Gallegos y Giselle Canto Aguilar.
Guión científico para la reestructuración del museo de sitio de Coatetelco, mecanuscrito,
1997. [23] Anales de Tlatelolco; Davies 1980:255. [24] Anales de Tlatelolco 1980, 5,
doc. V; Smith, 1983:3. [25] Utilizamos el término de auxiliares militares en lugar de
mercenarios siguiendo la crítica de Carrasco: “La existencia de pueblos que actuaban
como auxiliares militares no implica que fueran guerreros a sueldo, como se entiende
normalmente de los mercenarios; eran gente que daba servicio militar en vez de tributo en
especie.” Cfr. Pedro Carrasco, Estructura Política Territoria del Imperio Tenochca. La
Triple Alianza de Tenochtitlan, Tetzcoco y Tlacopan, México, FCE, COLMEX, 1996, p.
533. [25]Smith duda de esta fecha, ya que Davies señala que entre 1450 y 1454 se dio
una gran hambruna en la Cuenca de México, debido a plagas, heladas y sequías, y que las
principales campañas de Moctezuma I se dan a finales de la década de 1450 e inicio de
1460. Cfr. Davies Op. cit., p. 78, Smith 1983:107. [26] Fray Diego Durán menciona el
matrimonio de Huitzilihuitl con la hija del Tlatoani de Cuauhnáhuac, Miahuaxihuitl;
matrimonio que permite a los mexicas comerciar el algodón. Cfr. Duran, 1967, II:65;
Tezozomoc , 1975: 90-95; Torquemada, 1969:104. Por otro lado Smith propone que la
alianza debió realizarse entre 1396 0 1397 ya que Moctezuma Ilhuicamina nació en 1398
(10 tochtli). Smith 1983:92-93. [27] Memorial de los Pueblos de Tlacopan 1940:119;
Como señala Smith es interesante notar que en esa lista no es nombrado Cuauhnáhuac,
1983:87-88. [28] Estos mismos pueblos se encontraban bajo el dominio de Cuauhnáhuac
-excepto Anenecuilco- en el momento de la conquista española; idem. [29]Fernando de
Alva Ixtlilxóchitl, tomo I, p. 319. [30] Idem. [31] La arqueóloga Barbara Konieczna
difiere de la propuesta de Smith; ella postula que la conquista de Morelos fue llevada a
cabo por el señor Izcóatl y que la empresa de Moctezuma fue simplemente la
confirrmación de su poder sobre estos territorios, Cfr. “Morelos en relación con el
Imperio mexica”, Antropología, Nueva Época, México, ENAH, 1992, nº 37, p.13. [32]
Johanna Broda, “Tlacaxipehualiztli: a reconstruction of an aztec calendar festival from
16th century sources”, Revista Española de Antropología Americana, España, FF y L,
Universidad de Madrid, 1970, vol., 5, p. 242; y “Las fiestas aztecas de los dioses de la
lluvia” Revista Española de Antropología Americana España, FF y L, Universidad de
Madrid, 1970, vol., 6, pp. 255-256. [33] Idem. [34] Idem. [35] Idem. [36] Cfr. Francis
Berdan, et. al. Aztec imperial strategies, Washington D.C., Dumbarton Oaks Research
Library an Collection, 1996, p. 118. [37] Códice Mendocino, Lord Kingsbourough
(comp.), México, Secretaría de Hacienda y Crédito Público, 1964, f. 25; Matrícula de
Tributos, México, Secretaría de Hacienda y Crédito Público, 1991, t III, p. 537, lámina 7;
Maldonado, Op. cit., p.83; Berdan, Op. cit., p. 271. [38] Insignias eran las vestiduras
completas de los guerreros que incluían el yelmo o bien tocado de plumas, y además la
rodela. [39] Maldonado, Op. cit., p. 100.