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J. Alberto García Historia de España 2º Bach.

BLOQUE 6. TEMA 2.
REVOLUCIÓN LIBERAL EN EL REINADO DE ISABEL II.
CARLISMO Y GUERRA CIVIL. CONSTRUCCIÓN Y EVOLUCIÓN
DEL ESTADO LIBERAL

1.- INTRODUCCIÓN

Durante el reinado de Isabel II (1833-1868) se llevó a cabo la construcción del


Estado liberal. Se puso fin al modelo absolutista y se estableció un Estado burgués
parlamentario, al tiempo que se pasaba de un régimen económico y social propio de
Antiguo Régimen a un sistema capitalista moderno. La nueva clase dirigente se formó
de la fusión de la burguesía de negocios y la nobleza tradicional.

2.- LA OPOSICIÓN AL LIBERALISMO: LA PRIMERA GUERRA


CARLISTA

Con la publicación por Fernando VII de la


PRAGMÁTICA SANCIÓN que restablecía la
sucesión tradicional de la monarquía hispana
permitiendo reinar a las mujeres, el pretendiente y
supuesto heredero, Carlos María Isidro (en la
imagen), hermano del rey, se queda sin la ansiada
corona, por lo que no acepta dicha ley. El testamento
de Fernando VII dejaba como reina a su hija Isabel. El
1 de octubre de 1833, dos días después de la muerte de
Fernando VII, don Carlos exigió sus derechos
dinásticos mediante el “Manifiesto de Abrantes”,
siendo proclamado rey, al día siguiente en algunas
ciudades, como Bilbao. Comienza así la primera
Guerra Carlista.
El carlismo no fue simplemente un
movimiento de reivindicación dinástica. Tuvo desde un principio un fuerte contenido
ideológico y de clase, situándose en este bando los absolutistas más intransigentes, que
pedían el “legitimismo”, es decir, la defensa del derecho sucesorio masculino, la
“alianza del Altar y el Trono”.
Desde el punto de vista de su composición social, en el carlismo militaba parte
de la nobleza, miembros ultraconservadores de la administración y el ejército, la mayor
parte del bajo clero, parte del campesinado e importantes sectores del artesanado, que
temían el hundimiento de sus talleres frente a la gran industria.
Desde el punto de vista territorial, el carlismo triunfó en zonas rurales, y
especialmente en el Norte, en el País Vasco, Cataluña y el Maestrazgo aragonés y
valenciano. Apenas tuvo apoyos en las ciudades y en el sur.
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Los caracteres principales del programa ideológico político del carlismo se resumían en
su lema: ''Dios, Patria, Fueros, Rey" y eran:
a) Oposición radical a las reformas liberales. Inmovilismo.
b) Defensa del Antiguo Régimen político de la monarquía absoluta.
c) Tradicionalismo católico y defensa de los intereses de la Iglesia en su integridad.
d) Defensa del foralismo vasco-navarro, amenazado por las reformas igualitarias y
centralistas de los liberales: Estos privilegios consistían en el mantenimiento de
las instituciones propias vasco-navarras, exenciones fiscales y exenciones de
quintas, (los vasco-navarros no debían cumplir el servicio militar obligatorio).

En el aspecto militar diferenciamos tres etapas en esta I Guerra Civil Carlista:


1) De 1833 a 1835. Fracasa el intento carlista de ocupar Bilbao, donde muere el
general Zumalacárregui, uno de sus más notables jefes.
2) Entre 1835 y 1837. Columnas armadas carlistas penetraron en territorio
adversario y recorrieron con gran rapidez pero sin éxito casi toda la Península,
llegando hasta Cádiz. Los carlistas vuelven a ser derrotados en el segundo sitio
de Bilbao por el general liberal Espartero.
3) De 1837 a 1840. El ejército carlista, debilitado por enfrentamientos internos
entre sus jefes, sufrió continuas derrotas en el campo de batalla. Aunque
persistieron focos de resistencia en Aragón y Cataluña hasta julio de 1840, se
consumó la victoria de los liberales-isabelinos, poniéndose fin a la guerra en
1839 con el Convenio de Vergara firmado por el general carlista Maroto y el
general vencedor Espartero. A cambio de su rendición, se reconocieron los
grados y empleos de los vencidos. Navarra perdería su condición de reino, a
cambio de una promesa de autonomía.

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El acuerdo de Vergara no terminó con el carlismo. Don Carlos se exilió, y


posteriormente transmite sus derechos a su hijo, Carlos VI, iniciándose así una dinastía
paralela que mantuvo viva la reivindicación, y que daría lugar a nuevas guerras
carlistas: la Segunda Guerra Carlista (1845-1861) y la Tercera Guerra Carlista (1872-
1876).

3.- LA REGENCIA DE MARIA CRISTINA Y LA REVOLUCIÓN LIBERAL


(1833-1840)

Entre 1833 y 1840 María Cristina gobernó como


regente, durante la minoría de edad de su hija Isabel. Ella
no era liberal, pero el estallido del carlismo y la necesidad
de recabar apoyos, la obligaron a apoyarse en el liberalismo
moderado de la mano de Martínez de la Rosa, que ya fue
jefe de gobierno en el Trienio liberal (1820-1823).
Martínez de la Rosa consiguió la ayuda extranjera,
mediante la Cuádruple Alizanza (Gran Bretaña, Francia,
Portugal y España) y llevó a cabo un programa de tímidas
medidas reformistas: amnistía de liberales, limitada libertad
de prensa, o el restablecimiento de la Milicia Nacional.
El carácter conservador se manifestó con la promulgación del Estatuto Real de
1834, una carta otorgada en la que sólo regulaba la convocatoria de unas Cortes muy
elitistas con dos cámaras, y que se reservaba a la Corona una amplia capacidad
legislativa y de veto.
Dentro del liberalismo se diferenciaban dos bandos:
· los moderados que apoyaba al gobierno y eran contrarios a los cambios
radicales,
· y los progresistas, reformistas y partidarios de restaurar la Constitución de
1812.
La falta de fondos y los malos resultados en la guerra carlista provocaron una
creciente agitación en las calles, al tiempo que crecía el apoyo a los progresistas.
Finalmente, en el verano de 1835 estalló una insurrección que obligó a la regente a
entregar el gobierno a los progresistas.

El nuevo jefe de gobierno, el progresista Juan Álvarez Mendizábal, aprobó una


serie de medidas de guerra, pero sobre todo adoptó las primeras decisiones
encaminadas a desmantelas el sistema legal del Antiguo Régimen, entre las que
destacaron la libertad de imprenta, la ley de supresión de conventos y el decreto de
desamortización de los bienes del clero regular.
Esta política le enfrentó a los moderados y a la regente, que en 1836 forzó la
dimisión de Mendizábal. Sin embargo, una nueva insurrección progresista, que culminó
con la sublevación de la Guardia Real, en el Palacio de la Granja, obligó a María
Cristina a entregar de nuevo el gobierno a los progresistas y a restablecer la
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Constitución de 1812.
El nuevo gobierno, continuó con la labor de demolición del absolutismo
(eliminación definitiva del régimen señorial y el mayorazgo, supresión del diezmo,
elección popular de alcaldes,…)
Las Cortes elaboraron la Constitución de 1837, en un intento de contentar por
igual a progresistas y moderados. Esta Carta Magna mantenía un poder ejecutivo fuerte,
con competencias legislativas y derecho de veto, y unas Cortes bicamerales, con un
Congreso elegido por sufragio censitario y un Senado de designación real.
Durante tres años, María Cristina eligió jefes de gobierno moderados. Pero en
1840 las medidas reaccionarias del gobierno provocaron una nueva insurrección, que
acabó forzando la dimisión de María Cristina como regente, siendo sustituida por el
general Espartero, el héroe de la victoria sobre los carlistas.
4.- LA REGENCIA DE ESPARTERO (1840-1843)

Espartero gobernó durante tres años con el apoyo


de los progresistas y de otros jefes militares. Pero su
política autoritaria hizo que su popularidad inicial fuera
disminuyendo poco a poco.
En 1842 estalló una insurrección en Barcelona,
ante los rumores de un acuerdo de libre comercio con
Inglaterra que hubiera afectado a la industria textil. La
durísima represión y el bombardeo de la ciudad hundió
definitivamente el prestigio del general. Los moderados y
algunos progresistas organizaron entonces una sublevación militar que obligó a
Espartero a dimitir, exiliándose en Londres.

5.- EL REINADO EFECTIVO DE ISABEL II (1843-1868)


5.1. Principales características políticas
En el otoño de 1843, las Cortes, para evitar
una nueva regencia, votan la mayoría de edad de
Isabel II, que iniciaba con trece años su reinado
efectivo. Un reinado que presentó unas características
comunes:
1. Fue un periodo de tendencia muy
conservadora, regulado por la nueva
constitución de 1845. El sufragio restringido y
la manipulación de las elecciones excluían a
gran parte del país. Fue además un régimen de
gobiernos autoritarios, defensores del orden
y de una monarquía fuerte que limitó las
reformas sociales y que restringió las
libertades individuales y colectivas.
2. La reina Isabel intervino activamente en la política, apoyando a los sectores
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más conservadores y evitando el acceso al poder de los progresistas. Esta fue


una de las causas del progresivo deterioro de la imagen de la Corona.
3. La participación de los generales en el gobierno fue continua. La exclusión
de la oposición de la vida política, llevaba a ésta recurrir a los militares y al
pronunciamiento para acceder al gobierno. Los conservadores, por su parte,
pensaban que la presencia de un militar al frente del gobierno garantizaba el
mantenimiento del orden.
4. La exclusión de la gran mayoría del país de la vida política. Ni los
campesinos, ni los obreros industriales o trabajadores urbanos, participaban en la
política del país, además de degradarse sus condiciones de vida. La represión
facilitó la difusión de las ideas socialistas en el movimiento obrero, sobre todo
al final del reinado.

En el reinado de Isabel II hubo una presencia exclusiva en la vida parlamentaria


de partidos burgueses: hasta 1854, los moderados y los progresistas, y desde entonces
otros grupos como la Unión Liberal (grupo de centro formado por políticos moderados
y progresistas) o el partido demócrata (progresista radical). Al margen de la vida
parlamentaria quedaban los republicanos, considerados ilegales.

5.2. La década moderada (1844-1854). La Constitución de 1845 y la


legislación conservadora
Los primeros diez años del reinado efectivo estuvieron
protagonizados por el general Narváez (en la imagen). Fue el
principal inspirador de la Constitución de 1845 y de las leyes del
periodo. Mantuvo al ejército alejado de la vida política.
Unas nuevas Cortes procedieron a elaborar la Constitución
de 1845, que estuvo en vigor hasta 1869. Tenía rasgos
conservadores, con una declaración de derechos muy teórica que
permitía limitarlos. Se declaraba la exclusividad de la religión
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católica y se suprimía la Milicia Nacional. La Constitución repartía el poder legislativo


entre las Cortes y el Rey (soberanía compartida). El Senado estaba compuesto por
miembros vitalicios elegidos por la Corona. La reina podía disolver el Congreso sin otro
límite que convocar de nuevo elecciones. Por último, alcaldes y presidentes de
Diputaciones serían elegidos por el gobierno.
Los gobiernos moderados promulgaron una amplia legislación ordinaria,
encaminada a reafirmar el carácter oligárquico del régimen:
· La nueva ley electoral limitó el derecho al voto a unos 100.000 españoles.
· La ley de imprenta limitó la libertad de publicar.
· Se creó la Guardia Civil en 1844, principalmente para mantener el orden en
las zonas rurales.
· Se aprueba un nuevo Código Penal y la reforma de la administración, que
reforzó el sistema centralista basado en las provincias, controladas por
Gobernadores civiles y militares.
· Se aprueba una reforma de la Hacienda, basada en los impuestos indirectos
(impuestos al consumo).
· Se restablecieron las relaciones con la Iglesia, a través del Concordato de
1851 y deteniendo la desamortización.

Sin embargo, desde 1849 el clima se deterioró. Durante cinco años se sucedieron
los gobiernos, salpicados por escándalos financieros y de corrupción. Algunos
progresistas radicales, fundaron el Partido Demócrata, cuyos objetivos eran la defensa
de los derechos individuales y del sufragio universal, al tiempo que en el ejército
volvían a surgir grupos progresistas. A comienzos de 1854 las Cortes son suspendidas y
el gobierno actúa de forma autoritaria. El ambiente político es el propicio para un
estallido revolucionario.
5.3. El Bienio progresista (1854-1856)
La revolución de 1854 se inició con un golpe de Estado fallido, el
pronunciamiento del general O´Donnell (La Vicalvarada). Pero los rebeldes, publicaron
una proclama, el Manifiesto de Manzanares, que consiguió el apoyo popular y provocó
la revolución en julio. Isabel II se ve obligada a entregar el gobierno al general
Espartero, que vuelve del exilio, con O´Donnell como ministro de la Guerra.
Rápidamente se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes.
Se formó una nueva fuerza política, la Unión liberal, liderada por O´Donnell,
con la aspiración de unir a moderados y progresistas en un solo partido, gobernando
durante los dos años siguientes (1854-1856), con el apoyo de los progresistas puros.
Las Cortes elaboraron una nueva Constitución, la de 1856, algo más avanzada,
conocida popularmente como la “non nata” porque no llegó a entrar en vigor; y
aprobaron una serie de leyes económicas encaminadas a asentar las bases de la
modernización del país como la segunda Ley de Desamortización (Madoz), La Ley de
Ferrocarriles, ambas de 1855.
El Bienio transcurrió en un clima de permanente conflictividad social. Las clases

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populares, defraudadas por el incumplimiento de las promesas hechas en 1954 y el


apoyo del gobierno a los patronos, retiraron su apoyo a los progresistas. En 1856, la
agitación social creciente provocó la ruptura entre Espartero y O'Donnell y la reina
Isabel II cesa al primero, que es sustituido por el segundo.
5.4. La vuelta de los moderados al poder (1856-1858)
Nombrado O´Donnell presidente del gobierno en julio de 1856 se inició un
proceso de revisión de la labor del bienio que finalmente trajo la vuelta de Narváez y los
moderados al poder en octubre de 1856 hasta 1858. Se volvía así al régimen moderado
de la Constitución de 1845. Es en esta etapa cuando se aprueba la Ley de Educación
(Ley Moyano) (1857).
5.5. El gobierno de la Unión Liberal (1858-1863)
En 1858, la reina confió, de nuevo, el gobierno a
Unión Liberal, convertido ya en un partido claramente
conservador. Bajo el gobierno de O´Donnell (en la
imagen), fue un periodo de estabilidad favorecido por
la prosperidad económica y la ausencia de conflictos
graves.
La acción exterior dominó la vida política
durante esta etapa. Se emprendió una activa y agresiva
política exterior, con el fin de desviar la atención de los
problemas internos y exaltar el patriotismo. Se apoyó a
los franceses en Indochina, se declaró la guerra a
Marruecos, fracasó el intento por recuperar Santo
Domingo, se lleva a cabo la expedición contra México junto a franceses e ingleses, así
como la guerra contra Perú y Chile. La intervención militar en 5 conflictos apenas
ofreció resultado alguno.
5.6. La Crisis final del reinado (1863-1868)
En 1863 el desgaste de la acción de gobierno y las divisiones dentro de la Unión
Liberal llevaron a O´Donnell a presentar la dimisión, comenzando a sucederse
gobiernos inestables y autoritarios. Los progresistas, dirigidos por el general Prim, (en
la imagen) junto a demócratas y republicanos, denuncian el sistema constitucional y a la
misma reina.
En la crisis de la monarquía isabelina
confluyen otras causas:
· La grave crisis económica, iniciada en 1864,
con la quiebra de las compañías ferroviarias, el
hundimiento de las fábricas textiles por la falta
de algodón causada por la Guerra de Sucesión
norteamericana, o el alza de los precios
agrícolas, fueron algunos de los motivos.
· Los graves acontecimientos políticos,
destacando la sublevación del cuartel de San
Gil de 1866, uno de los varios intentos de
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pronunciamiento apoyados por los progresistas de Prim, a los que se contesta


mediante la represión.
En agosto de 1866 representantes progresistas, demócratas y republicanos
firmaron el Pacto de Ostende, con dos objetivos: destronar a Isabel II y convocar
Cortes Constituyentes por sufragio universal. Prim fue puesto al frente de la
conspiración. La muerte sucesiva de O´Donnell y Narváez dejó a Isabel II
completamente aislada.
El movimiento revolucionario, conocido como “La Gloriosa”, estalló en
septiembre de 1868, siguiendo el esquema clásico de todo pronunciamiento:
sublevación militar y formación de “juntas revolucionarias” por la ciudadanía,
propiciando el final del reinado de Isabel II y su exilio.

CONCLUSIÓN
En definitiva, el reinado de Isabel II supuso la definitiva estabilización del
régimen liberal o Nuevo Régimen y la formación y creación del Estado Liberal que va a
perdurar hasta la actualidad. Dominó, salvo en el bienio Progresista, el liberalismo
doctrinario o censitario, con el partido moderado, conservador, cuya base social era la
oligarquía, imponiéndose sus conceptos políticos (soberanía compartida, gran poder del
rey, sufragio censitario,…). La debilidad democrática era manifiesta, sucediéndose los
pronunciamientos militares y el protagonismo político de ellos, existiendo una gran
diferencia entre la España real y oficial.

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