Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Palabras literales
Esta historia se despliega en más de 150 páginas pero dice Castell que «es
como una película, como un biopic». El cómic está basado en hechos reales;
incluso en palabras literales. Ocurre así cuando se conocen Norah Lange y
Oliverio Girondo. Fue Borges quien los presentó. Fue él quien invitó a Norah
a esa fiesta con la intención de pasar la noche con la mu jer que amaba. Pero
su verdad no penetró en el entendimiento rebelde de esta escritora
vanguardista. En la absoluta nada rebotaron las palabras de Borges, al que
entonces llamaban Georgie:
—Este compadrito es inaguantable, un fanfarrón que ignora el oficio de la
escritura —dice el Borges novelado.
—¿Sabe lo que presiento, Norah? Que entre los dos va a ocurrir un incendio.
Reales son también las obsesiones dibujadas en el cómic: la pasión por los
tigres, por ejemplo. O la relación asfixiante que mantuvo con su madre. «Es
un personaje subyugado por la figura materna. Es algo muy chocante. Tenía
que llamarla siempre para decirle dónde estaba. Cuentan que un día, ya
mayor, cuando él tenía 45 años, ella se presentó en el bar donde estaba
bebiendo con unos amigos y le dijo: “Vamos, Georgie, que ya es muy tarde”»,
detalla el ilustrador.
«Era una persona muy tímida. Tenía muchas inseguridades. Donde más
cómodo se sentía era en su literatura. Yo quería representar la fragilidad de su
persona pero sin quitarle nada de dignidad ni faltarle al respeto. Borges no
deja de ser extraordinario por estas cualidades», indica. «Dejo ver estos
rasgos de su personalidad en una mirada vacía, en un gesto con la mano
crispada… Muestro una gestualidad que exprese todo esto de forma
inconsciente y que no sea brusca. Esa es una de las ventajas del cómic. En
una imagen se pueden decir muchas cosas de forma muy sutil».
La oscuridad
Esta mañana, al abrir los ojos, ve lo mismo que cuando los tiene cerrados:
oscuridad. Abre tanto los párpados que parecen estallar. Pero no sirve de
nada. La habitación ha desaparecido; la luz no asoma por ninguna parte. «Así
que así es. Padre, también me llegó el día», dice un Borges que dirige sus
pupilas y sus manos al cielo.
—Intento que con mis dibujos se note la frustración. Es algo dramático, pero
la actitud que tomó, según he visto en muchas entrevistas, fue como la del
que contempla un lento atardecer. Quería mostrar que él lo afrontó con
aceptación —comenta Castell—. Y no lo vivió solo. Tenía a su madre, a sus
amigos… Tenía a muchas personas a las que podía dictar sus obras y que le
leían los textos que quería escuchar.
El capítulo azul
En 1939 amanece el día azulado. ¿O es añil? Aún puede ver Georgie el color
de la melancolía. Está adherido allá donde mira. En las aceras donde deja caer
su mirada, cabizbajo; en el tranvía ‘Azul cóndor’, donde se sienta, encorvado.
Y hasta pudiera parecer que de fondo suena un blues.
El doblete de Borges
Aparece en una viñeta un Borges que habla con otro Borges. El personaje se
desdobla y aparecen dos. «Hay un relato suyo que va de eso. De ahí sacamos
la idea. Borges se encuentra con el Borges de su juventud», indica Castell.
«Los artistas conversamos con nosotros mismos. Así indagamos mejor en las
ideas».
El espejo
A Borges le asustaban los espejos. Pensaba que algún día, en vez de su
reflejo, aparecería un desconocido delante de él. No extraña este miedo a
Castell y lo atribuye a la «imaginación extraordinaria» del argentino.
El encuentro
Paseó después Castell buscando los caminos de Georgie; los pasos que dio el
cuentista desde ahí hasta su casa de la calle Serrano; el callejeo del poeta
hasta los cafés que frecuentaba. «Para el diseño de los personajes tienes que
investigar mucho», apunta. Era preciso entrar en el laberinto que recorrió una
y mil veces Jorge Luis Borges aunque hubiera que cruzar el Atlántico.