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nº 06

C UADERNOS DE

P ERITACIONES
José Alberto Pardo Suárez

EL PERITO Y LA PERITACIÓN (II)


El perito de parte, el perito judicial y el perito tercero:
peculiaridades del trabajo pericial según el contexto en
que se realiza. Consejos prácticos para el desenvol-
vimiento profesional. Honorarios del perito: cuantía,
solicitud y forma de abono

59 PERITACIÓN I. OBRAS NO PERMITIDAS REALIZADAS EN


TERRAZA DE BAR-CAFETERÍA

66, 77 PERITACIÓN II.1./II.2. DESLINDE DE FINCAS [A] Y [B] / [A]


Y [C] EN DESNIVEL CON LINDERO POR DELANTE DE
PARED DE CONTENCIÓN

89 PERITACIÓN III. CRITERIOS DE VALORACIÓN DE FINCA


URBANA OBJETO DE EXPROPIACIÓN

97 PERITACIÓN IV. TASACIÓN PERICIAL CONTRADICTORIA:


VALORACIÓN DE FINCA URBANA

107 Anejo 1. Análisis crítico de los deberes del perito en las


normas deontológicas de los aparejadores y los arquitectos

115 Anejo 2. El perito en el ámbito notarial. El perito notarial en la


Jurisdicción Voluntaria, semejante al perito judicial en la Juris-
dicción Contenciosa

120 Anejo 3. ¿Las dos verdades del perito?

Bellisco Ediciones
CUADERNO DE PERITACIONES nº 06 Anejos

Anejo 1
Análisis crítico de los deberes del perito en las normas deontológicas
de los aparejadores y los arquitectos

Al analizar en el apartado teórico el modo de actuar en función del contexto de los


peritos de parte, judicial y tercero, y más aún al ofrecer a estos profesionales una
serie de recomendaciones, se ha terminado entrando en aspectos éticos, sin ser lo
que se pretendía. Pero ya que se ha llegado a ese punto, no será una pérdida de
tiempo examinar qué dicen de los peritos arquitectos y arquitectos técnicos las
normas deontológicas respectivas, y al mismo tiempo contrastarlo con lo aquí
explicado, e incluso analizar de qué modo toca a cada tipo de perito; pues una
determinada norma de conducta, podría ser adecuado que la siguiera un perito
judicial pero quizás no tendría por qué seguirla un perito de parte…: estas
diferencias de aplicación son consecuencia de un primer defecto de las dos normas
que se van a analizar, y que según se entienda puede también ser virtud: su
excesiva simplicidad, en la que no pueden recogerse muchos casos particulares
que las contradicen sin contradecir a la ética.

De las dos, la más antigua es la de los aparejadores y arquitectos técnicos: el


Reglamento de Normas Deontológicas aprobado por la Asamblea General del
Consejo General de la Arquitectura Técnica de España (CGATE) el 23 de
febrero de 2008 y modificado el 8 de noviembre de 2014. Sumamente breve, carece
de un apartado donde se concreten los deberes del profesional perito, por lo que

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CUADERNO DE PERITACIONES nº 06 Anejos

hay que leerlo entero y buscar y recopilar lo que a él se refiere. Se encuentran estas
referencias en cuatro de sus artículos:

Aquí se dice nada más comenzar una gran verdad: cuando un técnico actúa en un
jurado, representa a la profesión, sea o no consciente de ello. ¿Qué quiere esto
decir y qué implica? Que las personas antes las que expone su trabajo o su opinión,
considerarán que sus colegas de profesión actuarían poco más o menos que como
él lo hace: igual de bien o igual de mal. De ahí que el que presenta un trabajo digno,
dignifica su profesión, y el que lo presenta descuidadamente, la descuida, la
degrada… Bastaría con que en el artículo se hubiese dicho:

“El colegiado, cuando actúa, representa a la profesión…”,

porque de solo esto se deduce todo lo demás. Pero, ¿la representa de modo distinto
o con distinta plenitud cuando es perito de parte, judicial o tercero? No. En
cualquiera de esos casos la representa plenamente, y en cualquiera de ellos la
representa con la misma dignidad cuando conoce cuál es su papel y lo ejecuta. Lo
desconocerían, por ejemplo, tanto el perito judicial que gusta de trabar un trato
familiar y cercano con las partes, o advierte o preanuncia a alguna de ellas cuál será
su dictamen, como el perito de parte que, por el interés en realizar un determinado
trabajo, no comunica a sus clientes que sus pretensiones u opiniones carecen de
base técnica; o sea, que no tienen razón…: la identidad de dignidad de los
distintos tipos de peritos no implica una identidad de papeles o de conductas,
sino lo contrario.

Nada nuevo aporta en realidad este artículo, pues que remite a la legislación
vigente, que para el perito es fundamentalmente la Ley de Enjuiciamiento Civil o

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CUADERNO DE PERITACIONES nº 06 Anejos

LEC. En lo que en esta ley se hace mucho hincapié y lo primero que, en el ámbito
de la justicia, este profesional debe evitar, es ser tachado, esto es, que se le
encuentre un defecto que le impida o le pudiera impedir desarrollar con
imparcialidad su trabajo. Antes de que le tachen en un procedimiento alguno de los
abogados de las partes, es preferible que él mismo descubra y manifieste la
circunstancia por la que podría ser tachado –si la conoce: por ejemplo, ser familiar
de una parte, o tener o haber tenido amistad íntima-, y esto con el máximo rigor si es
perito judicial, incluso aunque estuviera convencido de que realizaría un trabajo con
completa imparcialidad. ¿Por qué, aun así, debe descubrir su tacha? Porque no
basta solo con ser imparcial sino que también hay que parecerlo, no dando lugar ni
ocasión a que se diga o se sospeche cosa alguna que vaya en detrimento de la
limpieza y la agilidad del procedimiento. Si el perito lo estorba, ha de retirarse, sin
esperar a que le pidan que se retire.

Es muy justo que en las normas deontológicas se recoja este supuesto. Aquí,
naturalmente el profesional es un perito de parte, pues trabaja para una entidad
crediticia. Mas, como norma, ¿debería ser igualmente aplicable al perito judicial
y al perito tercero? Si cualquiera de estos dos valorase un bien inmueble en el
mismo contexto, o sea, el de una financiación, no parecería muy adecuado que,
concedidos esos créditos, los técnicos peritos se embarcaran, ahora como técnicos
intervinientes –p. ej., como proyectistas o directores de obra o de ejecución: véanse
las diferencias entre ambos técnicos en el CUADERNO DE PERITACIONES nº 02-,
en las promociones o construcciones relacionadas con ella. Aun en el caso de que
ninguno de ellos hubiese albergado ese propósito, aunque no hubiesen avistado esa
oportunidad, su imparcialidad ha de ser no solo de conciencia o interna, sino
también manifiesta, externa. Se repite: no basta con ser imparcial, además hay que
parecerlo. En definitiva, esos dos peritos no deberían tampoco aceptar tales
encargos.

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CUADERNO DE PERITACIONES nº 06 Anejos

Cabe matizar lo que aquí se dice en cuanto a las alusiones personales entre peritos:
si, utilizando en la redacción un lenguaje (1) claro, (2) sencillo, (3) serio y (4)
respetuoso, según se propuso en el CUADERNO DE PERITACIONES nº 04, un
perito ha de aludir a otro y al trabajo de otro para que se comprenda mejor la
cuestión técnica tratada, no solo puede sino que debe hacerlo. Por ejemplo, una
frase de este tenor:

“A mi juicio, erró el perito del actor al considerar la obra como terminada,


cuando no lo estaba, como se demuestra si observamos las imágenes que
adjunto en el Anexo…”,

que es una suerte de preámbulo para la exposición y comentario de una serie de


fotografías con las que se demostrará que una obra no había terminado, es
perfectamente válida, porque enseguida se aprecia que el acento no se pone en un
error personal sino en un error argumental: en aquel Cuaderno se explicó que
generalmente las referencias solo se han de hacer al segundo, mas también se dijo
que el juicio sobre la persona puede ser válido si, como preámbulo, preparación o
presentación, ayuda a comprender el juicio sobre la cosa. En tales casos el juicio
personal, sin ser despectivo u ofensivo, contribuye a hacer entender antes o de
mejor manera el juicio técnico. Pero este recurso debe usarse con medida.

Para los arquitectos se tiene el Código Deontológico de los Arquitectos,


aprobado por la Asamblea General del Consejo Superior de los Colegios de
Arquitectos de España (CSCAE) el 20 de noviembre de 2015, que entró en vigor
un año después, o sea el 20 de noviembre de 2016. A diferencia del reglamento de
los aparejadores, en el documento de los arquitectos se puede encontrar un
apartado específico y exclusivo para el perito, que se divide en dos partes: (a)
deberes y (b) prohibiciones, que se comentan separadamente:

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CUADERNO DE PERITACIONES nº 06 Anejos

De los seis puntos enumerados, el último, el sexto, es verdaderamente acertado. No


es que los otros cinco no lo sean, pero es que transmiten mensajes tan genéricos y
tan evidentes que resultan por demás sabidos. Mas el último, no tanto: por eso y
porque usualmente con ella se pone al perito en una tesitura de conciencia, la sexta
es una norma valiente. Ya se dijo antes: el perito, cuando otros peritos descubran un
error en sus argumentos o conclusiones, ¿defenderá su dictamen o defenderá la
verdad? Más aún: ¿mirará por los intereses de sus clientes, o mirará por la verdad?
Defenderá la verdad y mirará por la verdad en todo caso, pues solo actuando así
dignificará su profesión y a la arquitectura.

En el libro “CÓDIGO ÉTICO DE LA EDIFICACIÓN II”, donde se analizó con mayor


profundidad este código deontológico, se explicó por qué las prohibiciones no
deberían tener cabida en ningún código ético, salvo que se utilicen puntualmente,
como recurso excepcional. Aquí, sin embargo, se utilizan sistemáticamente,
metódicamente, con lo que se presupone que el sujeto tiene una voluntad de obrar
de manera contraria a la ética, que se contrarresta con la prohibición, siendo así que
se combate el acto pero no el motivo del acto. Es preferible decir que el perito se
abstendrá de realizar determinadas acciones, porque la abstención es, ahora sí, un
acto propio y libre del sujeto: es su propia voluntad de no obrar de manera contraria
a la ética la que gana la partida, una vez que comprende que esa es la conducta
apropiada.

Advertido lo anterior, en esta lista de preceptos negativos –mejor llamarlos así que
“prohibiciones”-, los cuatro primeros puntos son generalistas, mientras que el último,
el quinto, concreta, advierte de una situación más particular que puede darse.

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CUADERNO DE PERITACIONES nº 06 Anejos

¿Cómo? Por ejemplo, en una obra que se detiene por problemas patológicos, en la
que el perito del promotor o el autopromotor detecta una serie de daños, defectos y
vicios, y a consecuencia del contencioso los técnicos intervinientes renuncian a
seguir desempeñando su papel, o bien se les rescinden sus contratos. Si, después
de eso, el perito que descubrió y describió los problemas asumiera el papel de uno
de ellos cuando la obra se reanudara, por ejemplo la dirección de obra, la dirección
de la ejecución, o la coordinación en materia de seguridad y salud, daría pie a
pensar que peritó con ese objeto, con esas miras… Póngase que no, que no lo hizo
por esa razón y que peritó honestamente, y además correctamente: aun así, no
debería ser técnico interviniente, sustituyendo a un colega, en la misma obra
en la que antes fue técnico perito, porque, se repite, no basta con ser honrado,
sino que además hay que procurar evitar dar la imagen de que no se es, dar pie u
ocasión a que se diga o se piense que no se es: con este cambio de posición, de
traje, vestido primero como perito y después como interviniente, el técnico equivoca
y se equivoca.

Mas, si a ese mismo perito, una vez reanudados los trabajos, le pidiera su cliente y
promotor que como tal, como perito, llevara a cabo un seguimiento de la obra y de
las acciones a realizarse en los ámbitos de la dirección mediata (DM), la dirección
inmediata (DI) y la ejecución (E), ¿podría hacerlo honestamente? Desde luego que
sí, porque no solo no sustituiría ni estorbaría a nadie en el desempeño de su
función, sino que no dejaría su papel de técnico perito, y demostraría al aceptar este
encargo que confía en la solución y el dictamen que dio, pues que va a seguir su
aplicación en la práctica. Conviene distinguir las dos situaciones.

Y por último, este precepto negativo frente a la sustitución de un compañero,


¿es aplicable solo al perito de parte –el del ejemplo, sin ir más lejos-, o también
al perito judicial o al perito tercero? A todos ellos, y aun con mayor razón a los
últimos: si un perito judicial se encontrase con que, después de elaborado su
dictamen, le requiriera directamente cualquiera de las partes para ser técnico
interviniente en el mismo lugar donde peritó, y aceptara, echaría por tierra la validez
y aun la dignidad de la peritación que realizó, por muy correcta que fuese. Este, de
hecho, si fuera requerido como el otro para realizar el seguimiento de la obra, sin ser
director ni coordinador, acertaría si se negara. ¿Por qué? Porque, de ser perito
judicial, pasaría a ser perito de parte en el mismo asunto, y esto nunca se
entendería... Mas si de nuevo fuere el juzgado el que le colocase en esa posición, la
podría asumir con seguridad sin llevar a equívocos ni faltar a la ética. Como se ve, la
casuística no es pequeña, pero se resuelve sin demasiada dificultad. Sin embargo,
el Manual de uso abreviado de este código la complicó enormemente, y además la
llevó por un camino equivocado, yendo más allá de donde se había llegado con el
articulado. En el libro citado, en su Anexo III, se mostró ese camino y se hizo ver a
qué situaciones injustas e ilógicas llevaba, antes de cortarle el paso.

El principal problema de ambas normas no es solo su excesiva simplicidad, sino


sobre todo y más bien su escasez, el ser escasas: esto defrauda enormemente…

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CUADERNO DE PERITACIONES nº 06 Anejos

Para empezar, ¿por qué no se completan mutuamente? Si un arquitecto y un


arquitecto técnico, cuando son peritos, han de atender como profesionales
básicamente a las mismas normas éticas, ¿por qué no toma cada uno de ellos
lo mejor del otro?; por ejemplo, ¿por qué no se incluye en las normas de los
aparejadores la necesidad de que el perito admita y descubra su error, rectificando
su dictamen en cualquier fase del procedimiento?; ¿por qué no se incluye en la de
los arquitectos la referencia explícita al perito tasador en entidades crediticias?... De
esto se habló también en el “CÓDIGO ÉTICO DE LA EDIFICACIÓN II”, en el
contexto de una cuestión mayor y más ambiciosa: la unión de los dos colegios en
uno solo, el gran Colegio de Arquitectos y Aparejadores, o CAA, que tendría
asimismo un código deontológico común, para el que se propuso el nombre de
Código Ético de la Arquitectura. Aquí y ahora, en un contexto más limitado, hay que
decir no obstante que se requiere más, aparte de aquello en lo que las dos normas
se complementen y se ayuden. Necesitan además ayuda externa, alimento externo,
si se permite la expresión, en forma de ideas pero sobre todo de un espíritu que las
coloree. En este Cuaderno se han dado algunas que no se pueden encontrar en
ninguno de los dos códigos, a saber:

(1) que no se debe peritar en un mismo asunto como perito de parte y perito
judicial o perito tercero;

(2) que no se debe actuar como técnico interviniente y como técnico perito en
el mismo asunto o en la misma obra –es preferible expresarlo así y
utilizando estos términos-, sea cual sea el orden;

(3) que la identidad de dignidad no implica una identidad de papeles o de


conductas de los distintos tipos de peritos –de parte, judicial y tercero-, sino
lo contrario;

(4) que la imparcialidad, el perito la ha de cuidar no solo en su interior sino


también en su exterior, en sus maneras y conducta: no basta con ser
honesto, hay además que evitar dar la imagen contraria;

(5) que el perito de parte, cuando es perito primero o perito del actor, debe
antes de nada considerar si el asunto cuyo estudio se le encomienda
merece y requiere de ese trabajo, y, si el problema no existiese, debe
manifestarlo así, por mucho que pierda un encargo e incluso un cliente;

(6) que el perito de parte, cuando es perito segundo o perito del demandado,
tiene que asumir, soportar y llevar sobre sí la carga del perfeccionamiento
del trabajo de su colega: si se opone a él, ha de hacerlo perfeccionando lo
que hizo, no destruyéndolo o denigrándolo;

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CUADERNO DE PERITACIONES nº 06 Anejos

(7) que el perito judicial no se debe más a la parte que ha requerido sus
servicios, sino a todas por igual y ante todo al juzgado que le nombró como
tal;

(8) que un perito, con cada trabajo realizado, debe sentar un precedente para
sí mismo: no puede dictaminar de manera distinta en función de parámetros
externos como el tipo de peritación que realice –de parte, judicial o tercera-,
la cuantía o importancia del asunto, o quién le encomiende el trabajo; salvo
cuando se corrige a sí mismo…

Esta lista se podría continuar ampliando con las normas que se dieron en los
Cuadernos anteriores a este, pero basta por el momento: con lo dicho es suficiente
para conocer que es mucho el trabajo que les queda por delante a los Consejos y
los Colegios si quieren fijar normas de conducta realistas, prácticas y útiles para los
peritos arquitectos y arquitectos técnicos, más completas y ricas que las existentes,
y mejor justificadas y explicadas. El concepto mismo de normas deontológicas, o
código deontológico, debe ser revisado. Ante todo hay que preguntarse para qué se
quiere que sirva: si se redacta para obligar al individuo, al profesional, advirtiéndole
de lo que se le permite y no se le permite hacer con la amenaza de la sanción -la
apertura del expediente o su expulsión o apartamiento del colegio o gremio
profesional-; o si se redacta para educar al individuo, para enseñarlo, para formarlo
y hacerlo mejor en todos los sentidos. Si se persigue lo primero, bastan las normas
que se tienen, y aun sería preferible que no se desarrollasen más; si se persigue lo
segundo, resultan escasísimas y en buena medida inútiles, tanto como se esfuerzan
en obligar y se obstinan en prohibir.

También se vino a decir en el “CÓDIGO ÉTICO DE LA EDIFICACIÓN II” que, así


como un padre obliga educando a su hijo, o le educa obligando, porque en su
espíritu no cabe otra cosa que procurar el bien de su vástago; del mismo modo,
esto es, con un espíritu que lo informe, un código deontológico podrá obligar sin
dejar de educar. Allí, para el Código Ético de la Arquitectura se propuso y explicó
palabra por palabra este lema, que quería ser el primer soplo de ese espíritu:

“el arquitecto amará y dignificará la arquitectura”

Una vez que se asume, que se interioriza, los contenidos de los códigos
deontológicos de los arquitectos y los arquitectos técnicos se ven y se entienden
con otra luz, y se adquiere la inteligencia para conocer lo que les falta y lo que les
sobra.

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JOSÉ ALBERTO PARDO SUÁREZ nació en
Plasencia (Cáceres) en 1970, y es arquitecto por la
Escuela Técnica Superior de Arquitectura de
Sevilla desde 1995. En la actualidad desarrolla una
actividad profesional triple: como perito, escritor y
formador.

Autor de dos libros de carácter práctico


sobre peritaciones en los que las ha clasificado
diferenciándolas en arquitectónicas y urbanísticas,
según sea su objeto predominante de estudio el
edificio o el suelo, en los CUADERNOS DE
PERITACIONES expone nuevos ejemplos tomados
de su propia labor pericial no incluidos en
publicaciones anteriores, tanto de las arqui-
tectónicas –cuaderno naranja- como de las
urbanísticas –cuaderno verde-; pero añadiendo,
como complemento y novedad, un apartado
teórico-aclaratorio que justamente cabría llamar de
teoría de peritaciones, relacionado en cada caso
con las incluidas en el cuaderno correspondiente y
extraído del temario de los cursos y jornadas que
ha impartido en distintos colegios profesionales e
institutos tecnológicos de España, con la intención
de auxiliar a los técnicos de las ramas de la
arquitectura y de la ingeniería que quieren
introducirse o se desenvuelven ya en esta exigente
y atractiva parcela profesional.

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