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C UADERNOS DE
P ERITACIONES
José Alberto Pardo Suárez
Bellisco Ediciones
CUADERNO DE PERITACIONES nº 06 Anejos
Anejo 1
Análisis crítico de los deberes del perito en las normas deontológicas
de los aparejadores y los arquitectos
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hay que leerlo entero y buscar y recopilar lo que a él se refiere. Se encuentran estas
referencias en cuatro de sus artículos:
Aquí se dice nada más comenzar una gran verdad: cuando un técnico actúa en un
jurado, representa a la profesión, sea o no consciente de ello. ¿Qué quiere esto
decir y qué implica? Que las personas antes las que expone su trabajo o su opinión,
considerarán que sus colegas de profesión actuarían poco más o menos que como
él lo hace: igual de bien o igual de mal. De ahí que el que presenta un trabajo digno,
dignifica su profesión, y el que lo presenta descuidadamente, la descuida, la
degrada… Bastaría con que en el artículo se hubiese dicho:
porque de solo esto se deduce todo lo demás. Pero, ¿la representa de modo distinto
o con distinta plenitud cuando es perito de parte, judicial o tercero? No. En
cualquiera de esos casos la representa plenamente, y en cualquiera de ellos la
representa con la misma dignidad cuando conoce cuál es su papel y lo ejecuta. Lo
desconocerían, por ejemplo, tanto el perito judicial que gusta de trabar un trato
familiar y cercano con las partes, o advierte o preanuncia a alguna de ellas cuál será
su dictamen, como el perito de parte que, por el interés en realizar un determinado
trabajo, no comunica a sus clientes que sus pretensiones u opiniones carecen de
base técnica; o sea, que no tienen razón…: la identidad de dignidad de los
distintos tipos de peritos no implica una identidad de papeles o de conductas,
sino lo contrario.
Nada nuevo aporta en realidad este artículo, pues que remite a la legislación
vigente, que para el perito es fundamentalmente la Ley de Enjuiciamiento Civil o
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LEC. En lo que en esta ley se hace mucho hincapié y lo primero que, en el ámbito
de la justicia, este profesional debe evitar, es ser tachado, esto es, que se le
encuentre un defecto que le impida o le pudiera impedir desarrollar con
imparcialidad su trabajo. Antes de que le tachen en un procedimiento alguno de los
abogados de las partes, es preferible que él mismo descubra y manifieste la
circunstancia por la que podría ser tachado –si la conoce: por ejemplo, ser familiar
de una parte, o tener o haber tenido amistad íntima-, y esto con el máximo rigor si es
perito judicial, incluso aunque estuviera convencido de que realizaría un trabajo con
completa imparcialidad. ¿Por qué, aun así, debe descubrir su tacha? Porque no
basta solo con ser imparcial sino que también hay que parecerlo, no dando lugar ni
ocasión a que se diga o se sospeche cosa alguna que vaya en detrimento de la
limpieza y la agilidad del procedimiento. Si el perito lo estorba, ha de retirarse, sin
esperar a que le pidan que se retire.
Es muy justo que en las normas deontológicas se recoja este supuesto. Aquí,
naturalmente el profesional es un perito de parte, pues trabaja para una entidad
crediticia. Mas, como norma, ¿debería ser igualmente aplicable al perito judicial
y al perito tercero? Si cualquiera de estos dos valorase un bien inmueble en el
mismo contexto, o sea, el de una financiación, no parecería muy adecuado que,
concedidos esos créditos, los técnicos peritos se embarcaran, ahora como técnicos
intervinientes –p. ej., como proyectistas o directores de obra o de ejecución: véanse
las diferencias entre ambos técnicos en el CUADERNO DE PERITACIONES nº 02-,
en las promociones o construcciones relacionadas con ella. Aun en el caso de que
ninguno de ellos hubiese albergado ese propósito, aunque no hubiesen avistado esa
oportunidad, su imparcialidad ha de ser no solo de conciencia o interna, sino
también manifiesta, externa. Se repite: no basta con ser imparcial, además hay que
parecerlo. En definitiva, esos dos peritos no deberían tampoco aceptar tales
encargos.
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Cabe matizar lo que aquí se dice en cuanto a las alusiones personales entre peritos:
si, utilizando en la redacción un lenguaje (1) claro, (2) sencillo, (3) serio y (4)
respetuoso, según se propuso en el CUADERNO DE PERITACIONES nº 04, un
perito ha de aludir a otro y al trabajo de otro para que se comprenda mejor la
cuestión técnica tratada, no solo puede sino que debe hacerlo. Por ejemplo, una
frase de este tenor:
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Advertido lo anterior, en esta lista de preceptos negativos –mejor llamarlos así que
“prohibiciones”-, los cuatro primeros puntos son generalistas, mientras que el último,
el quinto, concreta, advierte de una situación más particular que puede darse.
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¿Cómo? Por ejemplo, en una obra que se detiene por problemas patológicos, en la
que el perito del promotor o el autopromotor detecta una serie de daños, defectos y
vicios, y a consecuencia del contencioso los técnicos intervinientes renuncian a
seguir desempeñando su papel, o bien se les rescinden sus contratos. Si, después
de eso, el perito que descubrió y describió los problemas asumiera el papel de uno
de ellos cuando la obra se reanudara, por ejemplo la dirección de obra, la dirección
de la ejecución, o la coordinación en materia de seguridad y salud, daría pie a
pensar que peritó con ese objeto, con esas miras… Póngase que no, que no lo hizo
por esa razón y que peritó honestamente, y además correctamente: aun así, no
debería ser técnico interviniente, sustituyendo a un colega, en la misma obra
en la que antes fue técnico perito, porque, se repite, no basta con ser honrado,
sino que además hay que procurar evitar dar la imagen de que no se es, dar pie u
ocasión a que se diga o se piense que no se es: con este cambio de posición, de
traje, vestido primero como perito y después como interviniente, el técnico equivoca
y se equivoca.
Mas, si a ese mismo perito, una vez reanudados los trabajos, le pidiera su cliente y
promotor que como tal, como perito, llevara a cabo un seguimiento de la obra y de
las acciones a realizarse en los ámbitos de la dirección mediata (DM), la dirección
inmediata (DI) y la ejecución (E), ¿podría hacerlo honestamente? Desde luego que
sí, porque no solo no sustituiría ni estorbaría a nadie en el desempeño de su
función, sino que no dejaría su papel de técnico perito, y demostraría al aceptar este
encargo que confía en la solución y el dictamen que dio, pues que va a seguir su
aplicación en la práctica. Conviene distinguir las dos situaciones.
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(1) que no se debe peritar en un mismo asunto como perito de parte y perito
judicial o perito tercero;
(2) que no se debe actuar como técnico interviniente y como técnico perito en
el mismo asunto o en la misma obra –es preferible expresarlo así y
utilizando estos términos-, sea cual sea el orden;
(5) que el perito de parte, cuando es perito primero o perito del actor, debe
antes de nada considerar si el asunto cuyo estudio se le encomienda
merece y requiere de ese trabajo, y, si el problema no existiese, debe
manifestarlo así, por mucho que pierda un encargo e incluso un cliente;
(6) que el perito de parte, cuando es perito segundo o perito del demandado,
tiene que asumir, soportar y llevar sobre sí la carga del perfeccionamiento
del trabajo de su colega: si se opone a él, ha de hacerlo perfeccionando lo
que hizo, no destruyéndolo o denigrándolo;
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(7) que el perito judicial no se debe más a la parte que ha requerido sus
servicios, sino a todas por igual y ante todo al juzgado que le nombró como
tal;
(8) que un perito, con cada trabajo realizado, debe sentar un precedente para
sí mismo: no puede dictaminar de manera distinta en función de parámetros
externos como el tipo de peritación que realice –de parte, judicial o tercera-,
la cuantía o importancia del asunto, o quién le encomiende el trabajo; salvo
cuando se corrige a sí mismo…
Esta lista se podría continuar ampliando con las normas que se dieron en los
Cuadernos anteriores a este, pero basta por el momento: con lo dicho es suficiente
para conocer que es mucho el trabajo que les queda por delante a los Consejos y
los Colegios si quieren fijar normas de conducta realistas, prácticas y útiles para los
peritos arquitectos y arquitectos técnicos, más completas y ricas que las existentes,
y mejor justificadas y explicadas. El concepto mismo de normas deontológicas, o
código deontológico, debe ser revisado. Ante todo hay que preguntarse para qué se
quiere que sirva: si se redacta para obligar al individuo, al profesional, advirtiéndole
de lo que se le permite y no se le permite hacer con la amenaza de la sanción -la
apertura del expediente o su expulsión o apartamiento del colegio o gremio
profesional-; o si se redacta para educar al individuo, para enseñarlo, para formarlo
y hacerlo mejor en todos los sentidos. Si se persigue lo primero, bastan las normas
que se tienen, y aun sería preferible que no se desarrollasen más; si se persigue lo
segundo, resultan escasísimas y en buena medida inútiles, tanto como se esfuerzan
en obligar y se obstinan en prohibir.
Una vez que se asume, que se interioriza, los contenidos de los códigos
deontológicos de los arquitectos y los arquitectos técnicos se ven y se entienden
con otra luz, y se adquiere la inteligencia para conocer lo que les falta y lo que les
sobra.
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JOSÉ ALBERTO PARDO SUÁREZ nació en
Plasencia (Cáceres) en 1970, y es arquitecto por la
Escuela Técnica Superior de Arquitectura de
Sevilla desde 1995. En la actualidad desarrolla una
actividad profesional triple: como perito, escritor y
formador.
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