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La antropología filosófica.
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El conocimiento.
Por otro lado, también en cuanto a la cuestión del fundamento del conocimiento se
plantean las concepciones del realismo y del idealismo.
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La inteligencia.
Prácticamente todos los filósofos que se han planteado esta interrogante, desde los
primeros orígenes, identificaron como tal elemento la posesión de la facultad de
raciocinio, la razón. Ello se sintetiza habitualmente en la expresión
de Aristóteles conforme a la cual “el hombre es un animal racional”; por oposición
a los animales, aún los más evolucionados en la escala zoológica, que actúan en
base al instinto.
Reconocido y aceptado, por otra parte, que también los seres humanos están
sometidos a necesidades vitales y a instintos; es asimismo una idea que aparece
siempre en el pensamiento filosófico, expresada de una u otra manera y con uno
otro alcance, la de que justamente la superación del individuo humano resulta de
alcanzar una capacidad de obrar, por lo menos en algunos aspectos, por encima y
a pesar de sus impulsos instintivos. Y, en consecuencia, lograr que sean sus
facultades intelectuales las que determinan su conducta, tanto en función de su
conocimiento o “ciencia”, como en función de ciertos criterios valorativos frente a
sí mismo, “conciencia”.
Sin embargo, la resultante final de esos estudios, conduce a advertir que esos
comportamientos - aunque en muchos aspectos resultan ser consecuencia de
determinaciones acerca de cuyo origen no se ha alcanzado un conocimiento cabal
desde el punto de vista científico - constituyen un tipo de respuestas automáticas,
esencialmente resultantes de vinculaciones “aprendidas” entre una acción y un
resultado (como la foca que recibe un pescado luego de obedecer un estímulo de su
entrenador).
En ese sentido, cabe hacer la distinción entre una inteligencia práctica, que
se aplica directamente a encontrar los medios adecuados para llegar a un
fin (como construir una herramienta para ampliar la capacidad manual); y
la inteligencia contemplativa, que analizando la realidad extrae de ella
relaciones y trata de obtener un conocimiento sobre el ser mismo de las
cosas.
Este proceso, que los filósofos designaron como reflexión, no tiene sin
embargo equiparación posible con los fenómenos físicos de ese tipo; porque
no opera sobre ningún elemento que tenga una existencia material, sino que
su existencia es absoluta y puramente intelectual.
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La intuición.
En estos casos, lo que existe es sin duda un proceso no totalmente consciente del
raciocinio, por cuanto necesariamente son resultado no de una aprehensión directa
del conocimiento, sino de la elaboración de conocimientos previos.
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El alma.
Pero a todos parece evidente que, mucho más que su cuerpo fisicamente
considerado - cuya integración material, incluso, es sabido que es cambiante y se
renueva en forma casi total durante su existencia - la identidad propia del
hombre resulta de ciertas dimensiones no materiales, psíquicas, morales,
culturales, afectivas; algunas de las cuales también suelen ser cambiantes a lo largo
de su vida, pero que de todos modos conforman una unidad esencial de su ser, que
mantiene su propia identidad a pesar de esos cambios.
Cada ser humano conforma una totalidad individual y propia, que permanece
idéntica a sí misma durante toda su vida, no obstante todos los cambios que puedan
afectarle en todos los órdenes.
Existen dos posturas generales básicas en torno a la cuestión del alma; aquella que
la considera un ser único e individual - y por lo tanto propia y exclusiva de cada
persona, por lo cual la unión del alma y el cuerpo es de índole sustancial; y aquella
que le atribuye una existencia trascendente y eterna, por lo cual es anterior a la
existencia del cuerpo - con el cual su unión es accidental.
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La voluntad.
Platón incluyó la voluntad entre las potencias o poderes del alma; considerándola
como una facultad intermedia, en su división tripartita del alma y de la sociedad y
el Estado (Ver Platón). La consideró ubicada por debajo de la razón que rige o
debe regir al hombre, y por encima de los apetitos sensibles o simples deseos. No la
consideró en sí misma como una facultad racional, pero tampoco como una
facultad totalmente irracional. Para Platón, el mero seguimiento de los deseos no
significa ejercicio de la voluntad; el deseo pertenece al ámbito del alma sensible o
concupiscible, pero la voluntad pertenece al orden de lo inteligible .
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La afectividad.
Los estados afectivos son variados y resulta dificultoso clasificarlos. A menudo las
reacciones afectivas no son unívocas; y frente a ciertas situaciones la conciencia
experimenta tendencias contradictorias en las cuales no resulta fácil delimitar sus
fronteras.
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El amor.
En casi todos los filósofos griegos existen referencias al amor, entendiéndolo como
el principio cósmico que gobierna la unión de los elementos naturales. Entre los
antiguos griegos, fue Empédocles el primero que hizo referencia al amor,
considerándolo como uno de los principios que batallaban en el cosmos y que
propendía a la unión de lo elementos integrantes del Universo.
Platón distinguía tres clases de amor, el del cuerpo, el del alma, y un tercero que
reunía a ambos. Consideraba que el amor es una oscilación entre poseer y no
poseer; y que el amor hacia las cosas concretas es un reflejo del amor a la belleza
absoluta, la idea de lo bello. El amor verdadero permitía al alma ascender hacia la
contemplación de lo ideal y eterno. Concepto del cual emana la expresión
coloquial amor platónico para referirse al amor idealizante del ser amado.
Filósofos modernos - como von Brentano - se han ocupado del tema del amor
desde el punto de vista filosófico, sustentando que es un proceso intencional, que
trasciende del amador al amado, que es amado en cuanto se le valora en forma
positiva. Distingue el amor de la compasión y la piedad, porque en cuanto acto
intencional tiene leyes propias, que no son psicológicas sino axiológicas; es decir,
relativas a la teoría de los valores. El amor es un acto personal, que se manifiesta
eligiendo o rechazando valores; siendo en este último caso, el odio. En definitiva,
el amor no es arbitrario sino selectivo.
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La conciencia.
Se trata, sin duda, de una actividad interior del individuo, que puede tener mayor
o menor intensidad generalmente en relación al grado de desarrollo cultural de
cada sujeto, pero que en alguna medida existe siempre.
La conciencia reflexiva constituye, por una parte, una derivación de la capacidad
humana de raciocinio, y es por tanto una manifestación de la inteligencia,
consistente en retornar a aplica la capacidad racional esencialmente en forma
retrospectiva.
FILOSOFÍA
LA LIBERTAD.
El concepto de libertad.
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En tal sentido, el hombre libre era el que no estaba sometido; de manera que poseía
por un lado la plena capacidad de decidir que comprendía una autodeterminación
respecto de sí mismo pero también en los asuntos de la comunidad, lo que a su
turno implicaba un concepto de responsabilidad hacia la comunidad en cuanto a
ese ejercicio de su libertad. Por tanto, en este concepto, el hecho de ser libre
significaba asimismo asumir obligaciones.
En el hombre, las acciones sólo son morales cuando están gobernadas por la
voluntad frente a una posibilidad de haber elegido - el “libre albedrío”; pero esa
posibilidad sólo puede existir cuando el hombre no está sujeto a la coacción de la
ignorancia. Aristóteles consideró que el ejercicio de la libertad es esencialmente
una obra de la razón; así como que toda vez que el hombre llega a conocer el bien
solamente puede actuar de acuerdo con él. La actuación del hombre es libre,
cuando su finalidad racional conduce a la realización del bien.
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Libertad y Cristianismo.
Siendo el libre albedrío una mera posibilidad de elección, está admitido que la
acción voluntaria del hombre pueda inclinarse hacia el pecado; cuanto se actúa sin
la ayuda de Dios. La cuestión de la libertad, entonces, consiste en determinar de
qué modo puede el hombre usar su libre albedrío para realmente ser libre, es decir,
para escoger el bien.
San Agustín consideraba que el liberum arbitrium era “la facultad de la razón y de
la voluntad por medio de la cual es elegido el bien, mediante el auxilio de la gracia;
y el mal por la ausencia de ella”.
No hay libertad del hombre sin posibilidad de elección, su libre albedrío; pero de
todos modos el ejercicio de la libertad no consiste meramente en el hecho de elegir,
sino que consiste en elegir lo trascendente. El hombre, enfrentado a la instancia de
elegir, puede caer en el error; sobre todo, si elige exclusivamente por sí mismo, sin
auxiliarse con Dios.
Para Santo Tomás, por tanto, el hombre dispone de una completa libertad de
elección, ya que - afirma - “por su libre albedrío el hombre se mueve a sí mismo a
obrar”; pero ello no significa que exista la “libertad de indiferencia” a que alude la
conocida “paradoja del asno de Buridán”.
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Libertad y determinismo.
Afirmó Kant que el determinismo existe en relación con el mundo de los fenómenos
pero que la libertad existe en el noúmeno.
El hombre es libre, no porque pueda apartarse de las leyes que rigen el mundo de
lo natural, sino porque él no es enteramente una mera realidad natural. En sus
relaciones empíricas, el hombre debe someterse a las leyes de la Naturaleza; pero
como ser inteligente, en sus relaciones inteligibles, el mismo individuo que debe
someterse a aquellas leyes, es libre. La libertad, por lo tanto, es esencialmente un
concepto propio del individuo, y se ejerce por el individuo.
Surgió una corriente materialista, para la cual el determinismo tiene una vigencia
universal; y otra corriente liberal, conforme a la cual no solamente la libertad es
posible, sino que es el elemento esencial del hombre, tanto en el orden moral o
psicológico como religioso o moral, y asimismo en la sociedad.
John Stuart Mill aparece como expositor del tema de la libertad desde el punto
de vista empírico, no como una cuestión de especulación teórica o filosófica, sino
como una cuestión de hecho. Henri Bergson sostuvo que el “yo” (o la conciencia)
es libre, precisamente porque no se rige por las leyes de la mecánica, mediante las
que se regulan las relaciones de los fenómenos naturales.
La personalidad.
Concepto de personalidad.
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En general, se acepta que los primeros cinco años de vida de los seres humanos
son los más importantes desde el punto de vista de conformar los elementos
básicos de su personalidad. En ellos, el niño establece y consolida factores
primordiales de su vinculación con el mundo exterior, y desarrolla sus primeras
modalidades propias de acción y reacción con el medio social.
Especialmente a partir de los primeros cinco años, en los casos en que la actividad
formativa se desenvuelve conforme a lo que debe considerarse la norma, el
proceso educativo asume un papel primordial en la conformación de la
personalidad, a través del desarrollo del componente intelectual y crecientemente
racional. La educación primaria — transcurrida entre los 5 y los 12 o 13 años —
provee de un conglomerado de desarrollos
intelectuales primordialmente instrumentales: el perfeccionamiento
del lenguaje, la adquisición de las capacidades de la lectura y la escritura y su
asociada la expresión oral y escrita cada vez más autónoma; unida a
una socialización extrafamiliar determinada por la integración disciplinada a
una organización jerarquizada por la existencia de una autoridad externa,
legitimada y aceptada. A ello, se agregan componentes de desarrollo intelectual
más afinado — como las generadas por los conocimientos aritméticos y
geométricos iniciales — y la inserción nacional emergente del conocimiento
histórico, geográfico y cultural, también primarios.
Es indudable, sin embargo, que en las décadas recientes esos factores han
soportado diversas circunstancias adversas. El predominio adquirido por
los sistemas educativos informales, tales como los medios de comunicación
masiva audiovisuales — especialmente la televisión, con su elevado porcentaje de
dedicación temporaria, especialmente por los niños y jóvenes — ha debilitado en
alto grado la incidencia de la lectura y la escritura y consiguientemente la
expresión autónoma como medios de adquisición de conocimientos y de pautas
de conducta.
A medida que los jóvenes avanzan desde los 13 años hacia la plena adolescencia
y primera juventud, el proceso de su receptividad educativa — formal e informal
— les va poniendo en contacto con componentes cada vez más sustanciales de la
vida de relación y de la maduración intelectual de su personalidad. El proceso
fisiológico de la pubertad, incorpora a su desenvolvimiento íntimo como a su vida
de relación, un componente de especial trascendencia; que sin duda se constituye
en un foco de atención altamente competitivo con otros elementos necesarios de
su formación personal, especialmente en el plano intelectual y moral.
En este sentido, puede decirse sin riesgo de error grave, que a través de los
insumos vitales e intelectuales provenientes del sistema formal de educación, y de
los medios de comunicación social, adquiridos en la adolescencia, se consolidará
la personalidad, definitivamente; o casi.
Los casos más notorios en ese sentido, son precisamente aquellos de quienes en
su comportamiento juvenil han asumido posiciones extremas, radicales,
excesivamente idealistas; a quienes el devenir de su vida en madurez los
“aburguesa” moderando ampliamente aquellos extremismos, a menudo
insertándolos en el disfrute de buenas posiciones económicas y del prestigio
social, del éxito mediático o político, etc.; circunstancias reveladoras de que en
realidad aquellas actitudes juveniles eran meras expresiones de la ansiedad por
alcanzar tales posiciones.
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Componentes de la personalidad.
En carácter de componentes de la personalidad, se señalan:
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Tipología de la personalidad.
Esta tipología se fundamenta en que las conductas estarían determinadas por dos
tipos de factores que se presentan en dos grados:
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En cierto modo, puede considerarse que cada una de las grandes etapas de la
vida humana (lactancia, niñez, adolescencia, edad adulta), tienen en sí mismas
un ciclo de iniciación y un proceso de maduración; que salvo en la primera de
ellas, se fusiona con la iniciación del siguiente.
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Trastornos de la personalidad.
En este último aspecto, resulta bastante obvio que las necesidades estructurales
de las tramas de la ficción literaria - en la novela, en el cine e inclusive en las
“telenovelas” - conducen a presentar personalidades de componentes
patológicos, cuyo comportamiento resulte imbuído de rasgos anómalos,
generalmente reñidos en mayor o menor grado con el respeto a los valores
esenciales de la convivencia social; de manera de suscitar las situaciones
conflictivas que conforman la trama y conducen al desenlace.
La circunstancia de que los trastornos de la personalidad no configuren
psicopatologías francamente psiquiátricas así como que, desde el punto de vista
clínico, el diagnóstico psiquiátrico de su existencia en un sujeto se fundamente en
la condición de estructural y permanente de sus rasgos definitorios como
determinantes de los patrones de conducta esencialmente predominantes de su
comportamiento; no obsta a que esos patrones de conducta operen con diverso
grado o intensidad de influencia en las personas y a que, en consecuencia, a pesar
de que ello no sea determinante absolutamente predominante de su
comportamiento, igualmente tengan una presencia que influye fuertemente, no
solamente en su vida de relación sino también en el ámbito de su propia
internalidad mental, intelectual y anímica.
Sin embargo, una de las características más problemáicas que presentan las
perturbaciones y los trastornos de la personalidad, consiste en que, entre los
desarreglos de conducta que provocan, se destacan especialmente las
desarmonías familiares, la irresponsabilidad e indisciplina en los ámbitos
educativos y laborales, la inclinación a asumir actitudes reclamatorias o
conflictivas ante insatisfacciones o frustraciones, el radicalismo ideológico o
religioso y la adhesión exasperada a “causas” reivindicativas, la inconsistencia
afectiva y la inclinación a la promiscuidad; y consecuentemente el ingreso a un
ciclo perverso —en el cual a menudo se incorporan las drogadicciones — que
profundiza, acelera y agrava la patología psíquica y puede llegar a convertirla en
franca patología psiquiátrica.
La personalidad normal.
.
Tipología de los trastornos de la personalidad.
Ha sido posible detectar que las zonas encefálicas que intervienen en la génesis
de los impulsos agresivos, se encuentran radicadas en el hipotálamo, el tálamo,
el hipocampo, el mesencéfalo y en el núcleo amigdalino; que constituyen
estructuras genéticamente antiguas del encéfalo. Asimismo, los factores
inhibitorios o desinhibitorios de los impulsos agresivos, se encuentran radicados
en estructuras más modernas o superiores del sistema nervioso central. Lo cual
sugiere que los factores reguladores del comportamiento están ligados a los
elementos adquiridos por el aprendizaje y el desarrollo racional; en tanto que los
factores desencadenantes de los impulsos agresivos tienen un fuerte predominio
de los puros instintos.
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Higiene de la personalidad.
Lógica.
Concepto general.
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Entre los muchos aportes que hizo Aristóteles al conocimiento abstracto, sin
duda la lógica formal - de la que fue indiscutiblemente creador - no solamente
puede considerarse el más trascendental, sino aquel en que logró mejores y
mayores aciertos.
La principal aportación de Aristóteles fue la silogística, el estudio del
procedimiento de raciocinio por medio del silogismo, en que de dos premisas se
deduce una conclusión; también llamada lógica de las proposiciones o
lógica “clásica”. Los filósofos ulteriores, sobre todo los pertenecientes a la escuela
estoica pre-cristiana y a la escolástica medieval desarrollaron a fondo la lógica de
las proposiciones; sistematizando y completando la silogística aristotélica así como
llegaron a desarrollar las llamadas “lógicas modales”.
Fue así que la lógica matemática - también llamada lógica simbólica - se desarrolló
efectivamente en el siglo XIX, especialmente a partir de George Boole (Inglaterra,
1815 - 1864), autor de la obra “Investigación de las leyes del pensamiento en que se
fundan la teorías matemáticas de la lógica y la probabilidad”, en que se originara la
conocida como “álgebra booleana”; que conjuntamente con Frege consiguió
construir cálculos lógicos rigurosamente formalizados, que permitieron aplicar a
los problemas lógicos los procedimientos matemáticos. Con ello sentaron los
fundamentos operativos de la tecnología de la moderna computación, que fueran
ulteriormente desarrollados por las teorķas de Emil Post y el célebre matemático
inglés Allan Mathison Turing (Inglaterra, 1912-1954), creador de la Automatic
Digital Machine que por primera vez permitió realizar cálculos mecanizados
mediante el empleo de algoritmos.
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Como punto de partida del estudio de las leyes que rigen el proceso del
razonamiento, se han establecido ciertas leyes fundamentales, que se
consideran generales y anteriores a todos los que de ellos se deducen, que son
producto de la intuición (resultado de un conocimiento directo e inmediato), y
sobre los cuales se fundamentan todas las restantes normativas lógicas.
Son cuatro principios, los tres primeros enunciados por Aristóteles y el cuarto
agregado por Leibnitz:
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Lógica y verdad.
si los datos del objeto de que tratan las premisas han sido previamente
constatados para él, deben darse por verificables en cualquier otro objeto
de la misma categoría.
si en las premisas se considera determinadas propiedades, el razonamiento
válido para ella debe continuar siéndolo tanto en las premisas como en la
conclusión, si alguna de esas propiedades es sustituída por otra.
si el razonamiento correcto tiene una determinada validez en un
determinado momento de cualquiera de ellos, debe mantener la misma
validez en cualquier otro momento; tanto respecto del objeto de la premisa
como de sus propiedades.
Por lo tanto:
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La lógica formal, por lo antes visto, acude a una noción de verdad, pero no se
ocupa ella misma de establecer la verdad material.
Para sus propios fines, la lógica utiliza una noción de verdad que aplica solamente
para establecer la idea de una proposición verdadera, para legitimar la validez de
un razonamiento como proceso lógico; pero esa noción de verdad no pertenece a
la lógica misma, sino que la toma de alguna concepción filosófica previa, o de
alguna estructura de pensamiento con que ya se está familiarizado.
Esto es lo que determina que sea posible hablar de “sistemas lógicos”, sin que, en
cuanto a ellos, se vea afectada la validez del proceso del razonamiento a
consecuencia de la invalidez del valor de verdad inherente a cada sistema sustancial
o material de razonamiento al que las leyes de la lógica sean aplicadas. En tales
casos, la ausencia de verdad de las conclusiones no será imputable a la invalidez
del razonamiento, sino a la invalidez de la función de verdad previamente aplicada
a las premisas.
De cualquier manera, lo que no puede perderse de vista es que, a la larga, esa lógica
aséptica de toda filosofía, con toda su indiscutible validez desde el punto de vista
de las ciencias abstractas como las matemáticas o la mecánica y sus útiles
aplicaciones; no resulta aplicable a numerosos campos de la actividad humana, en
los cuales es ineludible partir de premisas cuyo valor de verdad podrá parecer no
objetivamente demostrable, pero que necesariamente implican presupuestos
dotados de esa función de verdad en otros planos, particularmente aquellos éticos.
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El uso del lenguaje corriente lleva implícito un enfoque de sintaxis, que consiste en
las relaciones formales entre los términos empleados; y un enfoque semántico, que
consiste en el sentido de referencia que se atribuye a las palabras empleadas, su
relación con los objetos y los conceptos de la realidad a que con su empleo se trata
de aludir, y que es cierto modo es socialmente cambiante dentro de un mismo
idioma, considerando distintos tiempos y lugares.
Este lenguaje simbólico propio de la lógica, tiene por otra parte la ventaja de
su universalidad; en cuanto al prescindir del empleo de expresiones de un idioma
real, permite su comprensión directa independientemente del idioma concreto de
la persona que se aplique a su estudio.
Una expresión sencilla del lenguaje simbólico aplicable al análisis lógico puede ser
similar al aplicado en matemáticas para representar una variable. De esta forma,
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Las proposiciones predicativas.
Los filósofos antiguos percibían que ningún conocimiento de la mente puede hacer
comprensible a la misma vez la totalidad de las propiedades que pueden predicarse
de un objeto; por lo cual el predicado debe limitarse a expresar una propiedad por
vez, aún cuando pueda ser muy compleja.
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Pero las cosas cambian si se trata de aplicar una negación; porque entonces hay
que prestar atención a si lo que se va a negar es que sea una mesa, o se va a negar
que está sucia.
Cuando el sujeto se refiere, uno por uno, a todos los objetos que poseen
el atributo y que lo poseen cada uno por sí e independientemente de los
otros, se trata de un universal; y si no se refiere a cada uno de los objetos
que verifican el atributo, se trata de un sujeto particular. Pero los
términos universal y particular no se toman, en este tema, en un sentido
equivalente al que tienen en el lenguaje corriente.
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De tal manera - según los antiguos - la distinción, entre sujetos universales y sujetos
particulares respondía a la cantidad del atributo del sujeto; que se comunica a la
proposición misma. El cambio de la cantidad del sujeto(y por lo tanto, de la
proposición) puede transformar una proposición universal en particular, aún
manteniéndose la forma de la cópula, el mismo atributo y el mismo predicado; o a
la inversa, transformar la particular en universal.
El tema se examina nuevamente al tratar de la extensión del concepto; y de las
proposiciones categóricas.
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En cuanto a la cópula predicativa que une el sujeto con el predicado, debe ser
necesariamente una expresión de afirmación o negación, en la medida en que el
predicado expresa una cualidad que el sujeto posee, o en todo caso no posee. Lo
cual es concordante con la admisión de dos únicos valores de verdad: verdadero y
falso. Por ello, los filósofos antiguos solamente admitían que la cópula predicativa
fuera es, o no es.
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Los conceptos.
Máxima extensión
Ser –› Ser vivo –› Vegetal –› Árbol –› Sauce –› Sauce llorón
Máxima comprensión
Por su Comprensión
o Simples — son los que se refieren a una sola esencia: gato, número,
quiste.
o Complejos — son los que se refieren a una esencia predicada con un
referente, y por lo tanto tienen mayor comprensión (pero menor
extensión): gato montés, número primo, quiste hidático.
o Abstractos — En realidad, todo concepto es una abstracción por
cuanto no tiene existencia real sino ideal, en cuanto existe en la mente
bajo la forma de una idea. Pero en este sentido, se designan como
abstractos aquellos conceptos que pueden significar esencias, formas
o cualidades, separados de un sujeto: elegancia, blancura, inquietud,
inteligibilidad, sencillez, corrección, plenitud, etc.
Concretos — son los que significan cualidades o esencias abstractas
o
pero realizadas en un sujeto, o que presuponen la existencia de un
sujeto: elegante, blanco, inquieto, inteligible, sencillo, correcto,
pleno, etc.
Por su Extensión
o Universales — Cuando el conjunto abarcado por el concepto
comprende la totalidad de las individualidades: perro .
o Particulares — Cuando ese mismo conjunto comprende un número
determinado de las individualidades: perro negro.
o Singulares o individuales — Cuando se refiere a un individuo
determinado: mi perro.
Por Mutua oposición
o Contrarios — Cuando se trata de dos conceptos que, si bien son
opuestos entre sí, permiten situaciones intermedias: alto –
› mediano –› bajo.
o Contradictorios — Cuando se trata de una oposición en que el
segundo concepto es el primero negado; por lo cual no pueden existir
ambos a la vez; perro, no-perro.
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Las clases.
Se entiende por clase un conjunto que abarca a todos los individuos que
tienen en común un carácter cualquiera.
Los juicios.
Existe asimismo una clasificación de los juicios, realizada por el filósofo Emmanuel
Kant, que distingue cuatro grupos:
Es posible hacer otra clasificación de los juicios, a partir de los objetos a que se
refieran:
Juicios reales — en los que el objeto que opera como sujeto es un objeto
real, tanto físico como psíquico; y el predicado es producto de la
experiencia: “Las películas de cine son entretenidas”.
Juicios ideales — en los que el objeto que opera como sujeto es un objeto
ideal o ab stracto, del tipo de los juicios lógicos o matemáticos: “Dos
cantidades iguales a una tercera, son iguales entre sí ”.
Juicios metafísicos — en los que el objeto que opera como sujeto es un
objeto metafísico: “El alma es inmortal”.
Juicios de valor — en los que el objeto que opera como sujeto es un concepto
de valor: “Pedrito es un buen amigo”.
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El razonamiento.
Para los filósofos clásicos, el hombre puede adquirir conocimiento por
medio de varios métodos:
Ello ocurre así, debido a la existencia de una relación entre los enunciados,
conforme a la cual las premisas, de por sí, implican la conclusión como su
consecuente, de tal manera que es imposible no aceptar la verdad de la conclusión
como esa consecuencia necesaria.
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Desde los tiempos de los antiguos lógicos, existe una convención por la
cual se emplea una notación simbólica de las proposiciones con sujetos
generales, (cuya calificante se extiende a la proposición misma) basada en
las primeras vocales de las palabras “AffIrmo” y “nEgO”:
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Inferencias inmediatas.
Algunas obras critican esta asunción como un elemento ajeno a la lógica en sí, que
constituye una limitación a la validez de algunos de los métodos de inferencia de
los aristotélicos; pero tampoco es posible dejar de advertir que a pesar de ello,
especialmente a los fines del aprendizaje inicial de las reglas lógicas, el estudio de
esos métodos de inferencia tiene indiscutible utilidad práctica.
Por obversión — que funciona del mismo modo que en las proposiciones
con un sujeto concreto; no solamente modificando la forma de la cópula,
sino también el predicado, en el cual se introduce su contradictor:
o Todo S es P —› entonces ningún S es no-P; y viceversa.
o Ningún S es P —› entonces todo S es no-P; y viceversa.
o Algún S es P —› entonces algún S no es no-P; y viceversa.
o Algún S no es P —› entonces algún S es no-P; y viceversa.
o Es falso que todo S es P —› entonces es falso que ningún S es no-P;
y viceversa.
o Es falso que ningún S es P —› entonces es falso que algún S no es no-
P; y viceversa.
o Es falso que algún S es P —› entonces es falso que algún S no es no-
P; y viceversa.
o Es falso que algún S no es P —› entonces es falso que algún S es no-
P; y viceversa.
El silogismo.
Premisa mayor: A — B
Premisa menor: C — D
Conclusión: E—F
M — PP — MM — PP — M
S — MS — MM — SM — S
S—P S—P S—P S—P
Para que un silogismo sea válido debe observar ciertas reglas, el incumplimiento
de cualquiera de las cuales determina que pierda validez.
El silogismo hipotético.