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falta de respeto, de la humillación o del odio, evidentemente no sé cuántos malos

momentos es capaz de sobrevivir una pareja.


En la relación con tu perro puedes tener un mal momento por la razón que sea: un
accidente, un mal día en el trabajo o cualquier otra cosa. Llegas a casa y allí está el perro
ladrándote, moviendo la cola y buscando tu atención. No tienes ganas de jugar con él,
pero el perro sigue ahí. Si tú no quieres jugar, él no se sentirá herido porque no se lo
toma como algo personal. Una vez que haya celebrado tu llegada y descubierto que no
quieres jugar con él, se pondrá a jugar él solo. No seguirá insistiendo en que seas feliz.
Hay veces, incluso, en que te sientes más apoyado por tu perro que por la pareja
que quiere hacerte feliz. Si no tienes ganas de sentirte feliz y sólo quieres permanecer
tranquilo, no es nada que haya que tomarse como algo personal. No tiene nada que ver
con tu pareja. Quizá tienes un problema y sólo necesitas estar tranquilo. Sin embargo,
tu silencio puede llevar a que tu pareja haga muchas suposiciones: «¿Qué le he hecho
ahora? Es por mi culpa». No tiene nada que ver con tu pareja; no es nada personal. Si
se te deja en paz, la tensión se desvanecerá y volverás a recuperar la felicidad.
Esa es la razón por la que la llave tiene que encajar en la cerradura, para que en el
momento en que uno de los dos atraviese una mala racha o una crisis emocional, salga
a relucir vuestro acuerdo de permitiros mutuamente ser lo que sois. De este modo, la
relación es algo distinto; tiene otras características y puede ser algo realmente bello en
su totalidad.
La relación es un arte. Resulta más difícil dominar el sueño que crean dos personas
que el que crea sólo una. Para que los dos seáis capaces de mantener la felicidad, será
necesario que mantengas tu mitad en perfecto estado. Eres responsable de tu mitad,
que contiene una determinada cantidad de basura. Tu basura es tu basura. Y quien
tiene que hacerse cargo de ella eres tú, no tu pareja. Si tu pareja intenta limpiar tu
basura acabará con la nariz rota. Tenemos que aprender a no meter la nariz donde no
nos llaman.
Y lo mismo sucede con la mitad de tu pareja. Tu pareja tiene determinada cantidad
de basura. Sabes que la tiene y le permites que sea ella quien se ocupe de limpiarla. Pero
la querrás y aceptarás con toda su basura. Respetarás su basura. No mantienes una
relación para limpiar la basura de tu pareja; que lo haga ella misma.
Aun en el caso de que tu pareja te pida ayuda, tienes la posibilidad de decirle que
no. Decir no, no significa que no la ames o que no la aceptes; significa que no eres
capaz o que no quieres jugar a ese juego. Por ejemplo, si tu pareja se enfada puedes
decirle: «Tienes derecho a enfadarte, pero yo no tengo por qué estar enfadado porque
tú lo estés. No he hecho nada para provocar tu enfado». No hay ningún motivo para
aceptar el enfado de tu pareja, pero puedes permitirle que esté enfadada. No hay
ninguna necesidad de discutir; sencillamente permite que sea quien es y que se cure sin
intervenir. Y también es posible convenir que ella no interfiera en tu propio proceso de
curación.
Digamos que eres un hombre, que eres feliz y que, por la razón que sea, tu pareja
no es capaz de ser feliz. Tiene problemas personales; está ocupándose de su basura y se
siente desgraciada. Como la amas, la apoyas, pero apoyarla no significa que tú tengas
que ser infeliz sólo porque ella lo es. Ese no es apoyo de ninguna clase. Si ella es
desgraciada y tú también empiezas a sentirte desgraciado, al final os hundiréis los dos.
Ahora bien, si tú te mantienes feliz, esta felicidad será capaz de devolverle a ella la suya.
De la misma manera, si tú te sientes deprimido y ella es feliz, esa felicidad que ella
siente será tu apoyo. Por tu propio interés, permite que sea feliz; ni tan siquiera intentes
rebajar esa felicidad. Ocurra lo que ocurra en tu trabajo, no llegues a casa y le eches
encima tu veneno. Quédate callado y hazle saber que no se trata de nada personal;
sencillamente estás ocupándote de ti mismo. Dile: «Sigue siendo feliz, continua jugando
y yo me uniré a ti cuando sea capaz de disfrutar de tu felicidad. Ahora mismo necesito
estar a solas».
Si comprendes el concepto de la mente herida, comprenderás la razón por la que
las relaciones románticas resultan tan complicadas. El cuerpo emocional está enfermo.
Tiene heridas; tiene veneno. Cuando no somos conscientes de que estamos enfermos o
de que nuestra pareja está enferma, nos volvemos egoístas. Las heridas duelen y
tenemos que protegerlas incluso de la persona a la que amamos. Pero si somos
conscientes de eso, podemos establecer unos acuerdos distintos. Cuando somos
conscientes de que nuestra pareja tiene heridas emocionales y la amamos,
indudablemente hacemos todo lo posible para no tocárselas. No la empujamos para
que sane sus heridas y tampoco queremos que nos empuje a nosotros para que
sanemos las nuestras.
Arriésgate y hazte responsable de establecer un nuevo acuerdo con tu pareja: no un
acuerdo que hayas leído en un libro, sino un acuerdo que os funcione a vosotros. Si no
va bien, sustitúyelo por otro nuevo. Utiliza tu imaginación para explorar nuevas
posibilidades, para crear nuevos acuerdos que se basen en el respeto y el amor. La
comunicación basada en el respeto y el amor es la clave para mantener vivo el amor y
no aburrirse nunca en la relación. Se trata de encontrar tu voz y de nombrar tus
necesidades. Se trata de confiar en ti mismo y en tu pareja.
Lo que vas a compartir con tu pareja no es la basura, sino el amor, la relación
romántica, la comprensión. El objetivo que persigues para los dos es ser cada vez más
felices, y para alcanzarlo es preciso tener cada vez más y más amor. Eres el hombre
perfecto o la mujer perfecta, y tu pareja ese ser humano perfecto, del mismo modo que
el perro es el perro perfecto. Si tratas a tu pareja con amor y con respeto, ¿quién saldrá
beneficiado? Nadie más que tú.
Sana tu mitad y serás feliz. Si eres capaz de sanar esa parte de ti, entonces estarás
listo para establecer una relación sin miedo, sin necesidad. Pero recuerda, sólo puedes
curar tu mitad. Si mantienes una relación y trabajas en tu mitad y tu pareja trabaja en la
suya, verás con qué rapidez se progresa. El amor es lo que te hace feliz, y si te
conviertes en el sirviente del amor y tu pareja en la sirviente del amor, imagínate todas
las posibilidades que se te abrirán. Llegará el día en que serás capaz de estar con ella sin
sentir culpabilidad ni recriminaciones ni enfados ni tristeza. Ese día será maravilloso, te

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