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de éstos, sosteniéndose que si bien todo garante tiene el deber de actuar, no todo el que tiene el deber
de actuar es garante. De allí que otros orienten la cuestión por la clasificación de los deberes, aten-
diendo al ámbito de responsabilidad por organización y por deberes en virtud de responsabilidad
institucional. Entre los primeros aparecen los deberes de aseguramiento frente a peligros derivados
de objetos o actividades empresariales, abarcándose también el comportamiento precedente, el peli-
gro de otras personas (en particular el delictivo), del uso de fuentes de peligro utilizadas por otras
personas, deberes de aseguramiento por el poder sobre terceros, deberes de salvación respecto de
cursos causales peligrosos, por asunción de deberes, deberes de impedir autolesiones. Las responsa-
bilidades del segundo grupo serían las derivadas de las relaciones palerno-filial, del matrimonio, de
la tutela, relaciones de confianza especial como las genuinamente estatales, que abarcan la seguridad
y asistencia frente a catástrofes y peligros graves, hasta el deber de todo funcionario de controlar las
irregularidades relevantes para el servicio y la seguridad interna y externa 59 .
4. Según las tesis más corrientes en cuanto a la posición de garante como base limitadora de la
construcción analógica, se sostiene que el deber de aduar derivado de la ley misma se erige en deber
de garantía (a) cuando imponga el cuidado de una persona, como es el padre para los hijos; pero
no cuando se trate de un deber legal general como es el de ayuda. En el famoso caso del jardinero
despedido que ve ahogarse al niño y lo deja, que de forma diferente resolvieron Soler y Jiménez de
Asúa 60 , toda vez que el jardinero no estaba más obligado que cualquierotro partícipe de la comunidad
jurídica, no podría ser más que autor de un delito de omisión propia. Lo mismo valdría para quien
encuentra a su enemigo herido y no le presta asistencia, (b) Suele sostenerse que el deber legal se erige
también en deber de garante cuando el sujeto es legalmente responsable de un determinado ámbito
o sector de la realidad. Tal sería el caso del comerciante declarado en quiebra, que es directamente
responsable de los bienes que se hallan en la masa, pero no está obligado a evitar cualquier daño con
relevancia penal. En igual situación se hallaría el médico de guardia respecto de la asistencia de un
paciente, porque tiene a su cargo un ámbito concreto, no bastando la obligación general que emerge
del inc. 2 o del art. 19 de la ley 17.132. No siendo el médico de guardia o encargado de la atención del
paciente, la obligación legal no haría más que agravar eventualmente el injusto a los efectos de la
individualización de la pena, pero en el marco de la omisión propia, porque la condición de médico
no podría poner a su cargo un ámbito que abarque la salud de toda la población, (c) Un tercer grupo
de deberes legales de garante se presentaría cuando el sujeto activo tuviese un especial poder
respecto de la protección o vigilancia para los bienes jurídicos de terceros, como es el caso de los
empleados de fuerzas de seguridad. Algunos incluyen aquíel deberde vigilancia de los padres respecto
de los hijos menores 6I , el que si bien existe en cuanto a los daños a terceros, puede enfocarse también
desde la fuente de peligro, llamado a veces dominio material de vigilancia sobre personas meno-
res''2. En el caso de los niños el particularmente obligado sería el padre, pero no terceros, (d) Por
último, se señala eldeberlegal que emerge de la relación del sujeto con unafuentede peligro, como
puede ser el de quien tiene un automóvil en cuanto a la seguridad del tránsito, o el de quien tiene una
fiera respecto de su vigilancia 63 .
5. Otra de las fuentes clásicas de la llamada posición de garante para la construcción de los tipos
no escritos es el contrato, denominado también aceptación o asunción voluntaria o libremente
querida w , pero a! igual que en la anterior, se procura distinguir cuándo el contrato es generador de
una obligación de intensidad tal que coloque al sujeto en el deber de garante. La equiparación civilista
de la obligación contractual con la legal no sería útil, dado que precisamente se busca reafirmar que
no toda obligación legal es constitutivadel deberde garantía. De allí que se afirme que el contrato sólo
puede ser fuente de la posición de garante cuando de la confianza depositada emerja un particular
deberde cuidado, vigilancia o protección 6 \ Se ejemplifica con ei caso de la enfermera, del guía de
7. El último de los cuatro grupos fundamentales de fuentes del deber de actuar tradicionales es el
que más problemas ha acarreado a los expositores de la doctrina: el de las relaciones en la sociedad
o en la vida (Lebensbezihung)". Así, tratándose de relaciones de familia relevantes para el derecho
civil, no bastaría con lo formal si no fuesen reales: una prolongada separación de hecho excluiría la
posición de garante. También se afirma que, si bien abstenerse de impedir un suicidio configura una
omisión de auxilio (art. 108 CP), la no evitación del suicidio de un incapaz constituiría un homicidio
cuando exista un especial deber de cuidado por parte del autor, como consecuencia de su posición de
garante 74 . Las dudas se acrecientan cuando se trata de otro tipo de relación, aunque esté basada en
el principio de confianza. Por ello, se duda de la relevancia del parentesco extramatrimonial; se la
acepta de abuelos a nietos, pero se duda en cuanto al parentesco por afinidad; se la niega en las
relaciones de amantes o de concubinato 75 .
8. Incuestionablemente la posición de garante presenta notorias ventajas frente a las tradicionales
fuentes del deber de actuar, aunque nunca pudo ofrecer la certeza que prometía. La inseguridad se
pone de manifiesto en la diversa metodología empleada para la determinación de la equivalencia de
66
Cfr. Maurach, p. 514; Welzel, p. 214; Jescheck-Weigend, loe. cit.
67
Stratenwerth, p. 276.
68
Sobre esta evolución, Krause, Entwicklung imd Wandel des Begriffs der "Rechtspflicht" bei den
unechlen Unterlassungsdelikte bis zur Rechtsprechung des Reichsgerichts; Pfleiderer. Die
Garamenstellung aus vorangegangenen Tun, p. 48. Las tendencias actuales en Roxin, en "Nuevas
formulaciones en las ciencias penales. Homenaje a Claus Roxin", p. 139 y ss.
69
Cfr. Stratenwerth, p. 276; actualmente. Jakobs, p. 972 y ss.
70
Luden, Abhandhmgen aus dem geme'men teutschen Strafrecht, pp. 219-220; Stübel, Über die
Teilnahme meh rerer Personen an einem Verbrechen, pp. 60-61; Krug, A bhandlungen aus dem Strafrecht,
pp. 34-40: Glaser. Abhandhmgen aus dem ósterreichischen Strafrecht, p. 301 y ss.; Merkel, op. cit.,
pp. 111-112; Binding, Normen, II, p. 552.
71
Feuerbach, expresamente así en Lehrbuch, p. 25.
72
Stratenwerth, pp. 267-268; en cuanto a la limitación del principio, Welzel, p. 215; Jescheck-
Weigend. p. 625; Bockelmann, Strafrechtliche Untersuchungen, p. 216 y ss.
73
Sobre ello. Gimbernat Ordeig, Ensayos penales, p. 287.
74
Harro, p. 170.
75
Cfr. Schonke-Schroder, pp. 38-39; Jescheck-Weigend, p. 622; Maurach, p. 516; Stratenwerth, p.
279; Blei. Garamenpjlichtbegriindung bei unechlen Unterlassen, p. 119 y ss.; Schünemann, op. cit.,
p. 360 y ss.
580 § 39. Estructura del tipo omisivo
la omisión impropia con la acción. Esta equivalencia (Gleichstellung, igual lugar) es buscada de
muchas maneras. Si bien tiene la ventaja de restringir la inadmisible amplitud del mero deber de
actuar que hacía abarcar a la tipicidad cualquier límite de antijuridicidad, no resuelve mucho, por
efecto de sus propios límites inciertos.
9. Para establecer la equivalencia, Pfleiderer partió de los supuestos en que estaba fuera de duda
la punibiüdad de la omisión y de allí desarrolló toda su construcción por analogía 76 en cuanto a la
conducta precedente, lo que Schmidhauser extendió a todo el problema de la equivalencia 77 . Welp
ensayó la comparación de la omisión con la acción, partiendo del análisis de la relación entre el autor
y la víctima en la acción y en la omisión, en tanto que Wolff ya había usado la comparación, pero en
base a la estructura causal 78 . Barwinkel encontró la similitud en base a un criterio al par normativo
y sociológico, considerando como esencia del i njusto la lesión de un bien común necesario desde un
punto de vista ético-social 79 . Por vía fenomenológica, Androulakis sostiene que una omisión equi-
valdría a una acción cuando sea comparable a una acción plena de sentido, elegible y posible 80 . Vogt
acudió a una formulación sociológica, encontrando que en el marco del limitado orden social, tan
importante puede ser para su funcionamiento comunitario una omisión como una acción 81 . Rudolphi
emplea un criterio combinado, haciendo depender la posición de garante en los casos de injerencia,
de una doble característica: por una parte, exige que la conducta anterior del omitente haya provo-
cado un peligro concreto a un bien jurídico, o un estado de desprotección para determinados
bienes jurídicos más valorados por el legislador; por otro, aclara que la desprotección que perturba
el orden social puede ser la consecuencia de una acción como de una omisión anterior 82 . Henkel
analiza la división del estudio del problema de la equivalencia de la acción con la omisión a través de
las características del autor y del hecho, coincide con la división que siguen Kaufmann, Welp, etc. 83
Gelder y Bohm ensayan, a su vez, criterios de corte jurídico 8 4 . Stratenwerth plantea el problema
tratando de individualizaren primer término al autor, para lo que le es menesterestablecer.su posición,
de la que se derivan sus deberes de garantía 85 . Esta síntesis permite comprender el precario grado
de certeza que ofrece la teoría.
de los posglosadores. Esta dinámica muestra que los tipos de los impropios delitos de
omisión no escritos se originaron en una teoría preiluminista a la que se procura poner
límites, porque a nadie le pasa por alto la lesión a la legalidad que importa y que no
se salva con cláusulas generales: nunca la legislación penal autoritaria consagró la
analogía libremente, sino conforme a pautas que señalaba el propio legislador.
11. Pese a todos los esfuerzos de la doctrina contemporánea por justificarlos, es
innegable que estos códigos por lo menos están violando la exigencia de estricta
legalidad. No en vano y desde antiguo se ha criticado la pretensión de que existen tipos
omisivos no escritos, con el escaso argumento de que agotan el contenido prohibitivo
de los tipos activos, expresión que encierra una pretensión de completividad incompa-
tible con el carácter fragmentario de la ilicitud penal. No hay una diferencia sustancial
entre el casi desaparecido crimen culpae, que pretendía construir un tipo culposo junto
a cada tipo doloso, con los pretendidos tipos omisivos no escritos que operarían como
falsete de los tipos escritos. Ambos aspiran también a una legislación penal sin lagunas
en la que nada pueda escapar al poder punitivo 89 .
12. Habiendo tipos omisivos impropios escritos, no se explica la razón por la cual
deba existir una fórmula general para elaborar analógicamente los que no han sido
escritos. Los argumentos que se basan en supuestas dificultades de técnica legislativa
no tienen más sentido que los que se oponían al numerus clausus en los países que
consagraban el crimen culpae. La objeción fundada en que llevaría al código a una
extensión desmesurada es insostenible en medio de un proceso de banalización irres-
ponsable de la ley penal. En síntesis, la vía franca a la construcción analógica de tipos
penales en esta materia no tiene otra explicación que una pretendida etización que
retrocede en varios siglos, a la confusión entre moral y derecho: quipeut et n 'empéche,
peche, pero no delinque, salvo que un tipo penal debidamente escrito lo establezca. Es
inadmisible que se pretenda salvar la legalidad penal con el deber emergente de otras
leyes, como puede ser la civil: el incumplimiento de un contrato no es materia del
código penal, sino que constituye un injusto civil y nada autoriza a convertirlo en penal
en ausencia de un tipo escrito; igualmente, la violación a un deber impuesto por el
derecho de familia tiene sus sanciones reguladas en ese mismo derecho y, en ausencia
de tipo legal, no es admisible la construcción judicial de un tipo para imponer una pena,
cuando lo único legal sea un divorcio por injuria o la exclusión hereditaria, con su
consecuente efecto patrimonial. No en vano la existencia de estos tipos no escritos ha
sido rechazada por toda la tradición francesa 90 . Incluso en Alemania se sostuvo su
inconstitucionalidad 91 y en la tradición anglosajona ha sido harto discutida y se la
acepta con mucha dificultad 92 , habiéndose objetado con razón que, ante la inexistencia
de tipos escritos, no puede resolverse la culpabilidad en función de la necesaria igno-
rancia juris 93.
89
Romeo Casabona, Los delitos de comisión por omisión, p. 95.
90
Pradel, p. 426; Jacques-Henri, p. 231; Desportes-Le Gunehec, p. 334.
91
Schone, Unterlassene Erfolgsanwendungen im Strafreclu, p. 355.
92
Smith-Hogan. p. 47.
93
Así. Hall. p. 199.
582 § 39. Estructura del tipo omisivo
14. En cuanto a los delitos contra los poderes públicos y el orden constitucional,
también en el código existen disposiciones expresas en forma de tipos de impropios
delitos de omisión escritos: se sanciona a los que continuaren en funciones en caso de
usurpación del poder (art. 227) y a los que no hubieren resistido una rebelión o sedición
por todos los medios a su alcance (art. 235, 2° párrafo). En los delitos contra la
administración, igualmente se prevé la omisión de un acto propio del oficio (art. 249),
la de las acciones debidamente ordenadas por una autoridad (art. 239), y la de presta-
ción de un auxilio debido a la autoridad civil competente (art. 259). En cuanto a la
tortura, se pena al funcionario que omitiese evitarla (art. 144, 4 o ).
15. Esto prueba que, al menos en los delitos que afectan a alguno de los dos bienes
jurídicos de cuya existencia depende la de los restantes bienes jurídicos, esto es, de la
vida de las personas y del estado, no se presentan lagunas pretendidamente escanda-
losas, pues éstas se evitan con la mera aplicación de los tipos escritos. Respecto de esta
aplicación, cabe preguntarse si la difícil construcción teórica acerca de la posición de
garante resulta irrelevante cuando ésta está legislada y sólo se relevan los tipos omisivos
escritos. Es claro que la teoría pierde gran parte de su significado, toda vez que ya no
está incumbida en la inadmisible tarea de poner coto a la analogía constructiva de tipos.
No obstante, ese esfuerzo doctrinario conserva valor para el análisis de los límites de
las posiciones de garante legisladas, como materia propia de la parte especial, función
que en ningún momento debe subestimarse. En cuanto a las pretendidas situaciones
escandalosas de impunidad, además de que no existen, es necesario subrayar que
incluso si se presentasen, se trataría de omisiones del legislador que los jueces no están
autorizados a colmar por vía de la analogía, y que no sería difícil resolver por legis-
ladores responsables. La irresponsabilidad legislativa no autoriza la violación de la
Constitución por parte de los jueces y, menos aun, la instigación a ella por parte de
la doctrina.