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Art 26

El Señor indicó a Don Bosco, como primeros y principales destinatarios de su misión, a los jóvenes,
especialmente a los más pobres.
Llamados a esa misión, nos percatamos de su extrema importancia: los jóvenes viven los años en
que hacen opciones de vida fundamentales, que preparan el porvenir de la sociedad y de la Iglesia.
Con Don Bosco reafirmamos nuestra preferencia por la juventud pobre, abandonada y en peligro, la
que tiene mayor necesidad de ser querida y evangelizada, y trabajamos, sobre todo, en los lugares
de mayor pobreza.

PROYECTO DE VIDA
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En particular el artículo establece dos elementos: opción de campo que caracteriza la misión
salesiana: los jóvenes; preferencia: los jóvenes más pobres.

Los primeros destinatarios son los jóvenes. Por sí solos dan a la misión salesiana su rostro original,
aunque no completo. Sin ellos, los restantes aspectos son insuficientes.

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Habría que rehacer de arriba abajo las Constituciones el día en que los jóvenes dejaran de ser la
porción y heredad pastoral de los salesianos.

Los jóvenes son los primeros y principales destinatarios. Los restantes lo son por relación a ellos y
están como teñidos de su presencia.

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Sin los jóvenes, por tanto, no hay presencias propiamente salesianas, y toda nueva decisión de
iniciativas u obras debe orientarnos a ser cada vez mejor especialistas de jóvenes.

Se habla de jóvenes, es decir, de quienes se hallan en la edad en que la persona se prepara, mediante
la maduración biopsicológica, la asimilación de la cultura y la preparación profesional, para inserirse
en la sociedad.

Los salesianos, con sus obras e instituciones, se habían situado anteriormente sobre todo entre los
preadolescentes y adolescentes.

Es una edad que hay que cuidar, por lo que significa, para la formación humana, la evangelización y
la opción vocacional.

Cada inspectoría debe estudiar cuál es la edad que, según las condiciones sociales y culturales del
propio contexto, deben reforzar los salesianos: la adolescencia (once-diecisiete años) o la juventud
(dieciocho-veinticinco años).

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Nos fijamos no sólo en el individuo singular, sino en la misma condición colectiva.

Con el término jóvenes se subraya también una opción: “Nuestro servicio pastoral se dirige a la
juventud masculina” (Reglam. 3).

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Motivaciones de nuestro trabajo en favor de los jóvenes
En la edad juvenil se hacen opciones fundamentales, que llevan a la plenitud o la frustración. El amor
a los jóvenes nos impulsa a ayudarles en este delicado momento.
Los jóvenes preparan el porvenir la sociedad y de la Iglesia. Es la perspectiva social de nuestra
pastoral y educación.

Entre los jóvenes, tenemos preferencias. La primera es para los más pobres.

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Con las tres expresiones de: pobre, abandonada y en peligro, se indican tres formas de pobreza, a
menudo unidas entre sí.
Pobre: significa que carece de recursos materiales y de medios para desarrollarse.
Abandonada: indica falta de relaciones de apoyo: padres, familia, instituciones educativas.
En peligro: describe las situaciones de jóvenes expuestos a peligros que podrían bloquear el logro
de una humanidad madura y feliz.

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¿Cuál de estas tres formas de pobreza preferir?
El primer artículo de los Reglamentos Generales señala este orden:
Los jóvenes que, a causa de la pobreza económica, social y cultural no encuentran posibilidad de
abrirse camino.
Los jóvenes pobres en el plano afectivo, moral y espiritual.
Los jóvenes que viven al margen de la sociedad y de la Iglesia.

Una opción no excluye a las demás.

Evangelizar significa anunciar a los jóvenes una posibilidad de salvación en Jesucristo y sentir un
amor que los pueda abrir a la presencia de Dios en su vida.

Se deducen dos consecuencias prácticas: atender a sus personas y situar geográfica y socialmente
nuestras actividades y obras en los lugares de mayor pobreza.

CUADRO DE REFERENCIA
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Don Bosco orienta decididamente su obra hacia la juventud; escoge conscientemente ofrecerse con
disponibilidad para acoger a los adolescentes y a los jóvenes "en riesgo": de cara a la liberación
integral de los mismos, esta opción se convierte en el criterio de su planteamiento evangelizador.

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Don Bosco elige la condición evangélica de hacerse pobre con los pobres.

Hace de la calle, de las plazas, de los puestos de trabajo, del campo-patio lugares de encuentro y de
primer anuncio.

El encuentro con cada joven es para él ocasión de diálogo y de un posible acontecimiento a la fe.

La actitud de Don Bosco es la del que acompaña: no sustituye, no invade, no tiene prejuicios, no
finge confianza. Camina verdaderamente junto a ellos, los sostiene, los anima.

Él combate sus dañinas pobrezas, lugar de corrupción y causa de embrutecimiento, con la pobreza
liberadora del Hijo de Dios.
Él se olvida de sí mismo y de sus propias comodidades para entregarse por entero a los suyos, para
estar cercano a los suyos, pobre con los pobres.

Don Bosco, bajo la inspiración del Espíritu Santo, tuvo una aguda conciencia de haber sido llamado
por Dios para una misión singular en favor de los jóvenes pobres.

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Esta opción de campo salesiana nos ofrece una forma específica de mirar la realidad y de
interpretarla: el punto de vista de los jóvenes.

Somos sensibles a las condiciones que favorecen su educación y evangelización, y también a las que
presentan riesgos.
Todas las formas de pobreza bloquean o llegan a destruir los recursos educativos de la persona y
comprometen el crecimiento de los jóvenes como hijos de Dios.

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Evangelizar y educar en estos contextos significa acogerlos, devolverles la palabra, ayudarlos a
encontrarse a sí mismos, acompañarlos con paciencia a lo largo de un camino de recuperación de
valores y confianza.

El anuncio de la salvación a los pobres, signo por excelencia del Reino de Cristo, es el componente
más profundo de nuestra misión educativo-pastoral.

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