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EL CADEJO DE NICARAGUA

En Nicaragua se cree que el cadejo blanco (un perro grande, fantasmal, de ojos
rojos) cuida a los hombres trasnochadores, siguiéndolos a corta distancia hasta
que llegan a sus hogares y están a salvo. Como contraparte el cadejo negro, que
en la versión nicaragüense tiene un collar blanco, siempre está deambulando
por las noches, al acecho de trasnochadores, sobre los cuales se abalanzará, para
golpearlos (aunque jamás los muerde), dejarlos sin sentido, y en un estado de
tartamudez e idiotez, que desemboca posteriormente en la muerte.

Como bien se ve, el cadejo negro de Nicaragua, aunque no muerda a sus


víctimas humanas, es en última instancia un asesino; aunque, para
contrarrestarlo, está el cadejo blanco ― o sea son dos cadejos, “los cadejos
blancos” y “los cadejos negros”―, que luchará encarnizadamente con él,
siempre venciéndolo. No obstante, la leyenda nicaragüense advierte de que no
se debe despreciar al cadejo blanco: hay que tratarlo bien, ya que, si se lo
apedrea o se lo intenta ahuyentar con gritos o de cualquier manera, actuará igual
que el cadejo negro y la persona finalmente acabará muerta o, como se diría en
Nicaragua, “jugada por el Cadejo”.

Por último, entre los indios nicaragüenses de Monimbó, se cuenta que los ojos
de los cadejos “parecen candelas”, y que éstos nunca se cansan de caminar, por
lo que pasan moviéndose toda la noche, hasta que el sol emerge en el horizonte
y entonces, en vez de morir como los vampiros, desaparecen como los espectros
que son.

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