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La independencia judicial, como afirma el Còdigo Bangalore al formular este principio es un requisito previo del principio de legalidad y una garantìa fundamental de la existencia de un juicio justo.
La independencia judicial, como afirma el Còdigo Bangalore al formular este principio es un requisito previo del principio de legalidad y una garantìa fundamental de la existencia de un juicio justo.
La independencia judicial, como afirma el Còdigo Bangalore al formular este principio es un requisito previo del principio de legalidad y una garantìa fundamental de la existencia de un juicio justo.
Introducción El Estado democrático de Derecho necesita de un Poder Judicial independiente, que asegure la aplicación imparcial de la Ley, para lo que se necesita no sólo autonomía para el órgano de gobierno de los jueces y juezas, sino también garantizar que éstos y éstas puedan ejercer su función jurisdiccional sin condicionamientos ajenos (políticos, prejuicios personales, internos dentro del poder judicial, de la prensa…) que distorsionen el juicio justo. La independencia judicial, como afirma el Código Bangalore al formular este principio, “es un requisito previo del principio de legalidad y una garantía fundamental de la existencia de un juicio justo. En consecuencia, un juez o jueza deberá defender y ejemplificar la independencia judicial tanto en sus aspectos individuales como institucionales”. La razón de ser de la independencia judicial es “garantizar a los ciudadanos el derecho a ser juzgados con parámetros jurídicos, como forma de evitar la arbitrariedad y de realizar los valores constitucionales y salvaguardar los derechos fundamentales” (art. 1 Código Modelo). El principio 13 del Código de Comportamiento Ético se refiere a la Independencia como el “atributo del que deben gozar los jueces en el ejercicio de su función jurisdiccional, que consiste en su absoluta soberanía respecto a los sujetos interesados en los procesos, a los demás poderes del Estado, a los órganos jurisdiccionales de superior jerarquía, y a cualesquiera otras personas, físicas o jurídicas”. 1.1 Aproximación al concepto de “independencia judicial” Las personas investidas con el deber de impartir justicia deben administrarla de acuerdo con el Derecho. Se trata de satisfacer la legítima expectativa de cualquier persona que acuda a la Justicia de que su conflicto será resuelto por jueces y juezas independientes de acuerdo con las leyes que resulten aplicables, ajenos a cualquier tipo de órdenes, instrucciones, sugerencias o directrices. En este sentido, el art. 2 del Código Modelo entiende que “el Juez independiente es aquel que determina desde el Derecho vigente la decisión justa, sin dejarse influir real o aparentemente por factores ajenos al Derecho mismo”. El artículo 13.2 del Código de Comportamiento Ético dispone que los jueces y las juezas con sus actitudes y comportamientos, deben poner de manifiesto que no reciben influencias -directas o indirectas- de ningún otro poder público o privado, bien sea externo o interno al orden judicial y ejercer su derecho de denunciar cualquier amenaza o intento de perturbación a su independencia. Como puede advertirse, el sometimiento del Juez o jueza al imperio de la Ley no debe interpretarse que excluya la aplicación de otras fuentes del derecho, como pueden ser los principios generales del derecho o la doctrina jurisprudencial, e, incluso, en algún caso el propio precedente judicial. La sumisión al imperio de la ley no supone que la independencia tenga su límite en la ley, ni que la sumisión a la ley sea una excepción a la independencia. Por el contrario, si la función jurisdiccional consiste en la actuación del Derecho objetivo, el juez o la jueza debe gozar de independencia para poder satisfacer las pretensiones que se le someten, exclusivamente con arreglo a Derecho. Lógicamente, la sumisión a la Ley presupone que ésta no sea contraria a la Constitución. Otra manifestación de este principio es que el juez o jueza no sólo tiene el control de la potestad reglamentaria, sino que además no se encuentra vinculado o vinculada por los reglamentos contrarios a la Ley o al principio de jerarquía normativa. En realidad, este principio del sometimiento del juez o jueza al imperio de la Ley pretende preservar que no haya ninguna voluntad, distinta de la que el legislador ha previsto en la norma jurídica, que pueda imponerse al juez o jueza, o cuando menos influir en el sentido de su resolución, como explica el citado art. 2 del Código Modelo. Pero esta independencia no sólo ha de ser real, sino también aparente, en cuanto que tiene que ser percibida por los ciudadanos y ciudadanas para confirmar su confianza en la Justicia. Así se entiende que el art. 3 del Código Modelo disponga que “el Juez, con sus actitudes y comportamientos, debe poner de manifiesto que no recibe influencias –directas o indirectas- de ningún otro poder público o privado, bien sea externo o interno al orden judicial”. 1.2 La independencia política e institucional Si bien es cierto que el Poder Judicial, en tanto que órgano del Estado, esta en relación con los demás poderes, los jueces en el ejercicio de la función jurisdiccional deben preservar su independencia respecto de aquellos, sin perder de vista que las resoluciones judiciales deben responder a la verdad jurídica y no a la fuerza de la autoridad o potestad, más propio de los otros dos poderes del Estado. Todo lo anterior se traduce en que, como afirma el Código Bangalore (1.3), el “juez no sólo estará libre de conexiones inapropiadas con los poderes ejecutivo y legislativo y de influencias inapropiadas por parte de los citados poderes, sino que también deberá tener apariencia de ser libre de las anteriores a los ojos de un observador razonable”. Y eso supone, a efectos prácticos, que “la independencia judicial implica que al juez le está éticamente vedado participar de cualquier manera en actividad política partidaria”. El artículo 13.1 del Código de Comportamiento Ético dispone que los jueces y juezas deben garantizar a los ciudadanos y ciudadanas el derecho a ser juzgados bajo parámetros jurídicos, establecidos en el bloque de constitucionalidad, para salvaguardar los derechos fundamentales como forma de evitar la arbitrariedad. Para hacer efectiva esta independencia, es necesario asegurar la autonomía económica del poder judicial y que los jueces y juezas disponen de los medios necesarios para ejercer su función.
1.3. Independencia personal del juez y jueza
En el ejercicio de su función jurisdiccional, el juez o jueza debe sentirse y parecer independiente de cualquier instancia que pueda condicionar su actuación, al margen de lo que se deriva de su sujeción al Derecho. Su decisión debería implicar un acto puro de valoración de las alegaciones y de lo actuado en el juicio, sin posiciones previas, ni condicionamiento alguno. Lo que expresa con mayor detalle el Código Bangalore (1.1): “Un juez deberá ejercer su función judicial de forma independiente, partiendo de su valoración de los hechos y en virtud de una comprensión consciente de la ley, libre de cualquier influencia ajena, de instigaciones, presiones, amenazas o interferencias, sean directas o indirectas, provenientes de cualquier fuente o por cualquier razón”. La independencia personal es, a su vez, la garantía de que el juez o jueza, al decidir un asunto, actuará sólo conforme a la Constitución y a la Ley. Cada juez o jueza, al juzgar y decidir un caso concreto, debe estar libre de influencia de toda forma de poder, incluso del judicial, para tomar su decisión. Pero esta independencia personal no estaría garantizada sin la existencia de la inamovilidad del juez o jueza. 1.4 Evitar la influencia del poder económico El administrador de justicia no debe permitir que intereses económicos intenten pervertir su capacidad de decisión. Para ello debe tener como base de sustentación la convicción de que la justicia es el mayor de los valores, y que toda influencia que tenga como objetivo trastrocarla, se convierte de hecho en un anti-valor que lo marcara indefectiblemente, no solo como juez sino también como persona y, mas aun, como miembro de una colectividad que ha confiado en él como servidor de la Justicia. Actuar con falta de independencia ocasionaría no sólo un descrédito personal, y en cierto modo familiar, sino que además minaría la confianza que los ciudadanos tienen y deben tener en la Justicia dentro de un Estado democrático de Derecho. 1.5 Independencia interna del juez con respecto a instancias superiores En su labor jurisdiccional los jueces deberán actuar de manera libre e independiente, de modo que sus decisiones sean la expresión de haber ponderado adecuadamente todos los elementos que conforman el asunto sometido a su consideración. El juez no debe permitir influencias de ningún poder jurisdiccional superior al suyo, sino que su decisión debe ser el producto del estudio concienzudo del caso concreto y del Derecho aplicable. Lo cual no está reñido con el carácter vinculante de la jurisprudencia dictada por los órganos jurisdiccionales superiores. El artículo 13.3 del Código de Comportamiento Ético establece que a “los jueces no sólo se les exige éticamente que sean independientes sino también que no interfieran en la independencia de otros colegas”. La circunstancia de que cualquier influencia de otro miembro de la misma jurisdicción, en un grado superior o similar, intervenga en su decisión, conllevaría no solo perder su independencia personal sino que, además, daría lugar a que todo el sistema judicial se corrompiera, lo que implica que la administración jurisdiccional quedaría supeditada a un solo grado de jurisdicción. Se ha llegado a afirmar, con razón que el atentado a la independencia interna suele ser de mayor gravedad que la lesión a la independencia externa. De ahí que, por una parte, “al cumplir sus obligaciones judiciales, un juez será independiente de sus compañeros de oficio con respecto a decisiones que esté obligado a tomar de forma independiente” (Código Bangalore 1.4); al juez no sólo se le exige éticamente que sea independiente “sino también que no interfiera en la independencia de otros colegas” (art. 7 Código Modelo).
1.6 El juez y el juicio de la prensa
En su afán por trasladar al público la información sobre sucesos que son objeto de una investigación judicial o que están siendo juzgados, los medios de comunicación contribuyen a encauzar y en ocasiones influir en la opinión pública de lo acaecido, llegando a realizar juicios paralelos, de los que debe abstraerse por completo el juez, para no verse influido por la opinión pública lo que condicionaría su labor. Sin negar la labor desarrollada por los medios de comunicación en un Estado democrático, al informar y formar opinión sobre los hechos que afectan al funcionamiento de las instituciones y a los derechos de los ciudadanos, al mismo tiempo deberían ser muy responsables en el ejercicio de la libertad de información y de expresión, cuando informan u opinan sobre hechos que están siendo investigados o juzgados por la Justicia, para no interferir en la independencia judicial, pues si no se corre el riesgo de meter presión en el Juez, que constata una opinión pública contraria a lo que fríamente entiende corresponde decidir conforme al Derecho, ocasionándole cuando menos confusión y desasosiego. Si desgraciadamente se diera esta situación, se demanda del juez una actuación heroica para no desvirtuar el juicio justo por miedo al reproche o la crítica de la opinión pública.