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Constanza Orrego.
4° medio B.
Miércoles 28 de Agosto, 2019.
Machalí, Rancagua.
La violencia, ya sea como término y/o un hecho, ha estado presente
en la humanidad desde el génesis de la misma, siendo ésta
visualizada de manera física, psicológica, verbal, sexual, económica,
religiosa, cultural y ahora, ya en los últimos tiempos, hasta cibernética.
Esto da la impresión de que la violencia, aclarando que puede
expresarse como un atentado autoinfligido y además interpersonal, es
una cuestión humana, casi como si fuese tácito a nuestra existencia
como personas; se le ha normalizado tanto hasta el punto de que
pareciera ser algo innato en los humanos y que es la solución más
efectiva ante cualquier roce que a estos se les presente.
Desde la perspectiva del psicoanálisis, la violencia es definida como
un ejercicio de fuerza indebida de un sujeto sobre otro, violando todos
sus derechos como ser humano; es considerada como una fuerza de
destrucción capaz de disociar y arreciar uno de los extremos (víctima o
victimario), produciendo un estrago social que se intensifica en una
dimensión aniquiladora, pues la violencia pareciera ser un proceso que
sigue el patrón de caídas en un juego de dominó. Cuando la violencia
inicia en la célula fundamental de la sociedad, o sea, la familia, todos
los que son pertenecientes a ella se contaminan y eso se contagia al
entorno, generando un efecto dominó, donde predominan las
consecuencias incrementadas a medida que corre el tiempo.
El punto de vista que expongo define a la violencia como el mal de la
sociedad y (metafóricamente hablando) la peste de los humanos. Para
defender mi perspectiva me basaré en casos puntuales, la situación
actual en Chile y citas textuales de algunos estudios, respectivamente.