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Contacto en Berlín
Las palabras con que Otto Willi Gail iniciaba El Disparo hacia el Infinito, en
1929, reflejaban la confianza que los científicos alemanes y austriacos de
entonces tenían en que la conquista del espacio estaba cerca y que si
alguien iba a lograrlo, serían ellos, pues pocas naciones habían logrado
tantos avances en astronáutica en tan corto tiempo.
En otro artículo, Valier había sugerido colocar cohetes bajo las alas de un
aeroplano Junker G-23 para lograr que éste despegara manteniendo la
posición horizontal. Evidencia de que la VfR no sólo buscaba el desarrollo
de motores de combustible líquido, sino también una solución para el
despegue vertical.
En una carta de ese año, Paulet respondía al artículo De Berlín a New York
en una hora. Analizando el diseño de Valier, decía: “Si su forma de obús
puede permitirle la ascensión vertical, no se ve cómo pase a la dirección
horizontal sin imponer a sus pasajeros una acrobacia de alta escuela, y
mucho menos, cómo puede descender verticalmente.”
De otro lado, mientras que Valier era cuestionado por algunos de sus
colegas, sus experimentos tuvieron amplia difusión en los medios de
comunicación y le dieron tal publicidad a la VfR que a Oberth le llegó la
oportunidad de poner en práctica sus conocimientos teóricos.
La escritora Thea Von Harbou había publicado ese año la novela Frau im
Mond (La Mujer en la Luna). Su esposo, el cineasta Fritz Lang, quería
adaptarla al cine y pensó que sería un buen golpe publicitario lanzar el día
del estreno un cohete de combustible líquido. Así que, en junio de 1928,
contrató a Oberth para que sea asesor científico de la película y para que
construyera el cohete.
Oberth asesoró el guión sin dificultad. El problema vino cuando tuvo que
construir el cohete. Él no tenía habilidades de mecánico -como lo
reconocería años después-, así que la oportunidad era también un desafío.
Por feliz coincidencia, luego de unos meses apareció el libro El Cohete
para Transporte y Vuelo, donde el ruso Alexander Borisowitsch
Scherschevsky, integrante de la VfR, afirmaba que los inventos de Paulet
abrían las puertas de la era espacial y lo convertían en uno de los cuatro
precursores de la misma, junto al también ruso Tsiolkovski, el
norteamericano Goddard y el propio Oberth.
Die Rakete hizo una elogiosa reseña del libro, señalando que era una obra
muy bien documentada y de fácil acceso para un público amplio. Hay que
subrayar que ese libro tuvo el mérito de descubrir la obra teórica de
Tsiolkovski, desconocida hasta entonces para Europa Occidental. Y que
hasta hoy es una obra citada con frecuencia por los historiadores de ese
periodo.