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Sesión de debate: “Religión y Política”

Deus caritas est, nn. 26-29


Punto de encuentro entre Política e Iglesia. Son dos los puntos de encuentro:
El primer punto es el hombre y el mundo, al que sendas esferas dedican su labor y
reflexión, pero cada una desde su propio ámbito y competencia: la Política mediante la
construcción de un orden social y estatal justo; la Iglesia a través de la predicación del
Evangelio, la celebración de los Sacramentos, y la defensa y promoción de los derechos
fundamentales de la persona humana (libertad y dignidad). Sólo a partir de esta autonomía es
posible una sana colaboración entre ambas realidades (cfr. GS 76).
El segundo punto de encuentro es la justicia con sus respectivos perfiles. Para la Política,
la justicia es su origen, objeto y medida, es su razón de ser, de modo que no tendría sentido un
Estado que no luchara por la justicia –sería, como dice San Agustín, una banda de ladrones–.
Por su parte, para la Iglesia la justicia es:
➢ además de una tarea humana prioritaria por la que ha de trabajar mediante la formación
de la conciencia y la voluntad para poder instaurarla;
➢ el presupuesto social de la caridad, es decir, los esfuerzos por alcanzar y mantener la
justicia social al tiempo que garantizan el orden estatal justo y el bien común, contribuyen
–a la luz de la fe– a que la actividad de los fieles laicos, en cuanto ciudadanos, se encamine
a la vivencia de una caridad social;
➢ y medida práctica de su misión eclesial, es decir, en virtud del encargo recibido de su
Señor y por una razón de justicia, la Iglesia tiene el derecho y el deber de realizar su
misión en el mundo, con auténtica libertad, empleando los medios oportunos y conformes
al Evangelio y sin trabas al pronunciarse sobre determinadas realidades temporales,
ayudando a purificar y discernir la actividad humana al descubrimiento de principios
morales objetivos.

Benedicto XVI. Westminster Hall, 17-9-2010.


Cuestión central. Parto de una pregunta: ¿En qué ha de fundamentarse la vida civil-
política? Ha de fundamentarse en el binomio inseparable entre razón-religión.
No solo la razón, porque los mecanismos que emplean las democracias, aunque
garantizan un ordenamiento político adecuado, pueden ser distorsionados y hacer que el
derecho –que está para regular el poder– caiga en manos de las mayorías, y la historia constata
que no siempre las mayorías actúan conforme a la justicia (totalitarismos, patologías de la
razón). No solo la religión, porque además de que es ajena a la materia política, la historia
constata que la religión suele imponerse de manera violenta e irracional en detrimento de la
convivencia pacífica entre los pueblos (fundamentalismos, patologías de la religión).
Por lo tanto, razón y fe darán su aportación específica siempre en autonomía, de modo
que mutuamente se purifiquen, se iluminen y se señalen sus propios límites para una sana
cooperación en favor de una sana laicidad del Estado.

Ernesto Junior Martínez Avelino

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