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gobierno
En junio pasado ya realicé un análisis de los resultados del ciclo electoral2 que,
iniciado en diciembre de 2018 con las elecciones andaluzas, parecía haberse cerrado en
mayo tras las elecciones legislativas de abril y las posteriores autonómicas, municipales
y europeas. Pero la incapacidad de entendimiento en el campo de la izquierda ha
provocado que dicho ciclo se prolongue hasta noviembre de 2019, cuando vuelvan a
repetirse legislativas con el objetivo de alterar en algún sentido la actual correlación de
fuerzas y facilitar la formación de un gobierno que desde las elecciones de diciembre
de 2015 viene siendo provisional en algún sentido en España.
La grave crisis económica por la que atravesó España desde 2008 y las fuertes
contestaciones sociales que provocó, unido a los graves casos de corrupción política en
el partido en el gobierno, el PP, originó en el sistema político dos importantes
alteraciones, la primera fue una crisis grave territorial con el conflicto catalán , la
segunda fue la ruptura del sistema de partidos, un bipartidismo imperfecto, cuando
terminaron apareciendo hasta tres partidos más de ámbito nacional que disputaron el
anterior cuasi-monopolio electoral al PP y PSOE desde la transición.
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Licenciado y Doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la UNED. Se pueden consultar otros
artículos y libros del autor en el blog : http://miradacrtica.blogspot.com/
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Jesús Sánchez Rodríguez, Análisis del resultado del ciclo electoral en España y de las elecciones
europeas, http://miradacrtica.blogspot.com/2019/06/analisis-del-resultado-del-ciclo.html
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producidas en el sistema de partidos en España y las dificultades para un entendimiento
en el campo de la izquierda que permita un gobierno progresista.
Así pues, con las elecciones de diciembre de 2015 se abre un período que altera
el esquema anterior y que, a efectos de análisis, podemos dividir en dos ciclos
electorales de diferente temporalidad. Un ciclo largo que comienza en diciembre de
2015, y un ciclo corto que comienza en diciembre de 2018.
Empezando por el ciclo corto electoral, éste se inició con las elecciones andaluza
de diciembre de 2018 y continuó con las elecciones legislativas de abril de 2019 y las
municipales, autonómicas y europeas de mayo de 2019. Todo parecía indicar que el
ciclo corto quedaría cerrado con alguna fórmula de gobierno de izquierdas. Pero la
incapacidad de las dos principales formaciones en este campo, PSOE y UP han
terminado llevando la prolongación de este ciclo hasta noviembre de 2019.Este ciclo se
abrió con una sorpresa, lo que parecía que iba a ser la repetición de la enésima victoria
del PSOE en Andalucía se convirtió en una victoria de la derecha que desalojó a los
socialistas de un poder que habían ejercido en esa comunidad desde la transición,
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igualmente fue un ensayo de acuerdo entre los tres partidos en que se había
fragmentado el campo de la derecha.
Sería una amarga ironía, nada extraña a la vista del apoyo electoral similar de
ambos campos, que por la incapacidad de acuerdo de la izquierda, el ciclo se cerrase en
noviembre con otra sorpresa, y la triple derecha recuperase el gobierno de España.
El ciclo largo electoral muestra una visión más compleja del sistema político. Se
inicia en diciembre de 2015 y pone fin al sistema de bipartidismo imperfecto con
alternancia entre el PSOE y el PP (antes con UCD) y sin necesidad apenas de pactos
con otros partidos (normalmente nacionalistas periféricos). Los nuevos partidos que
aparecen en el sistema político, primero Podemos, luego Ciudadanos y, finalmente,
Vox, fragmentan el voto, exigen alianzas y apoyos variables, e impiden gobiernos
estables desde entonces, sea el de Rajoy en 2016, sea el de Sánchez tras la moción de
censura de junio de 2018, sea la imposibilitad de gobierno tras las elecciones de abril
de 2019.En esta secuencia la ingobernabilidad ha ido creciendo. Rajoy necesitó la
abstención del PSOE en 2016, lo cual provocó una crisis interna en este último partido.
Sánchez necesitó el apoyo de una heterogénea confluencia de fuerzas, más contra
Rajoy que a favor de Sánchez, que le hizo inestable desde el principio y le terminó
llevando a la convocatoria de elecciones de abril de 2019. Ahora ya ni con abstenciones
ni con confluencia de fuerzas ha sido imposible formar gobierno y ha obligado a
realizar unas nuevas elecciones en noviembre de 2019. Si la amarga ironía del ciclo
corto podría ser la recuperación del gobierno de la nación por la derecha, la amarga
ironía del ciclo largo podría ser el regreso de una variedad del bipartidismo, más
imperfecto que el anterior, para garantizar la gobernabilidad desde un campo o desde
un partido.
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La formación de gobiernos basados en campos había tenido cierto éxito en el
nivel de municipios o comunidades autónomas, tanto en el campo de la derecha
(Andalucía, Madrid, Murcia) como en el de la izquierda (Valencia, Aragón, Navarra,
Barcelona), pero, sin embargo, ha fracasado en la conformación de un gobierno
nacional en el campo de la izquierda, lo cual crea la duda de si el problema es la
formación de gobiernos nacionales basados en campos de fuerzas políticas o si el
problema solo existe en el campo de la izquierda. Hasta que no se presente la ocasión al
campo de la derecha de poder formar gobierno nacional no podremos saber si el
problema es general. Por tanto, ahora lo que es necesario analizar son las dificultades
existentes en el campo de la izquierda. El objetivo es poder dilucidar si esas
dificultades, que se han mantenido desde diciembre de 2015, con el paréntesis
excepcional de la moción de censura, son estructurales o no, es decir, si esas
dificultades van a impedir siempre la formación de gobiernos nacionales de izquierda
mientras se mantenga como un campo inestable.
Con el inicio del largo ciclo electoral en diciembre de 2015 también se inauguró
un período de fuertes turbulencias en el campo de la izquierda. Los resultados en esas
elecciones dejaron un panorama cercano a la estrategia de Podemos: IU quedó
marginada con solo dos diputados y, aunque Podemos y el PSOE se distanciaron de 69
a 90 diputados por el efecto del sistema electoral, su diferencia en votos fue muy
pequeña, unos 340.000 votos. La diferencia entre el campo de la derecha y la izquierda
se inclinó por poco a favor del primero en diputados, 163 frente a 159, sin embargo la
izquierda ganó en número de votos, 11,6 millones de votos frente a 10,7 millones de la
derecha, pero su división en tres partidos la penalizó en escaños. La iniciativa para
formar gobierno debería haber correspondido al campo de la derecha, pero Ciudadanos
mantenía fuertes diferencias con el PP por el asunto de la corrupción y se abrió a un
pacto gubernamental con el PSOE, aunque insuficiente en número de escaños. Ambos
partidos acordaron 200 medidas para que Ciudadanos apoyase un gobierno del PSOE,
se trataba, pues, de un gobierno "reformista", de centro, que necesitaba otros apoyos
para salir adelante, fundamentalmente los de Podemos, pero este partido rompió las
negociaciones con el PSOE tras el acuerdo firmado por éste con Ciudadanos y fracasó
el intento de gobierno "reformista".
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de intentar marginarla hasta la desaparición a establecer una alianza electoral, Unidos
Podemos (UP), que creó tensiones internas en el partido de Iglesias.
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La convocatoria de nuevas elecciones en 2019 fue debida a la no cesión de
Sánchez a las demandas de los independentistas catalanes, de manera que el PSOE
podía presentarse a las nuevas elecciones con las medidas sociales adoptadas por el
gobierno, la bandera de la no cesión ante los secesionistas, y un partido cohesionado
tras su líder. Todo lo contrario que UP, desde fuera del gobierno no podían rentabilizar
como el PSOE las medidas sociales, mantenía posiciones vistas como de simpatía con
el independentismo, y Podemos estaba sumida en una crisis interna poco edificante.
Así, hay dos factores que se han convertido en claves para la formación de un
gobierno por uno u otro campo: el desplazamiento de unos cientos de miles de votos en
las elecciones, y la división con que se presente a las elecciones cada campo.
Si esta situación se prolonga en el tiempo solo podrían darse dos posibles tipos
de gobierno: un gobierno prolongado del campo de la derecha sin alternativa en la
izquierda, o que el campo de la izquierda regresase a la situación anterior a la aparición
de Podemos, con un PSOE claramente hegemónico sirviendo de alternancia de
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gobierno. De esta manera, en lugar de una alternancia entre partidos, o una alternancia
entre campos, se podría producir una alternancia entre un campo y un partido. Esta
última opción parece ser la que ha elegido el PSOE después del fracaso de la
investidura de Sánchez en julio pasado.
El ciclo corto electoral se cerró en mayo de este año con una clara debacle de
UP, no solo por pasar de 71 a 42 diputados y perder otro 1,3 millones de votos más,
sino porque, además, en las municipales, autonómicas y europeas se agravó esa derrota
perdiendo gran parte del poder municipal anterior. En una situación así, y después de
las graves crisis internas en Podemos, en cualquier otro partido el líder responsable de
esa debacle hubiese dimitido o le habrían pedido la dimisión, pero el hiperliderazgo de
Pablo Iglesias no tiene alternativas reales dentro de Podemos, después de haber
acabado con la mayoría de sus críticos. Así, Iglesias se vio incentivado a hacer de la
presencia de Podemos en el consejo de ministros una cuestión innegociable por dos
razones, la suya personal de sentirse un líder debilitado tras la debacle, que necesitaba
ofrecer una compensación de prestigio emocional a sus bases; y una razón organizativa
derivada de una lectura sesgada de esa debacle que atribuía ésta y el ascenso del PSOE
a que UP solo había sido un apoyo externo del gobierno Sánchez, evitando entrar, así a
analizar la gran parte de responsabilidad que los errores y contradicciones de Podemos
y su interminable crisis interna tenían en la debacle.
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frente al aparato, abstenerse para investir a Rajoy, y dimitió; se quedó en el vacío y
emprendió una dura lucha contra el aparato del PSOE. Terminó ganando, y desde el
liderazgo del PSOE lanzó su segundo gesto osado y presentó la moción de censura a
Rajoy con solo 82 diputados, logró ser investido presidente de gobierno y poner en
marcha una nueva versión socialdemócrata alejada del social-liberalismo. No cedió a
las presiones de los independentistas, que sostenían su gobierno, y con su tercer gesto
osado convocó elecciones en abril de 2019. Y ahora está ante su cuarto gesto osado,
gobernar sin los condicionantes de Podemos, intentando recuperar definitivamente la
hegemonía para el PSOE y la subalternidad para Podemos (IU es, a su vez, el
subalterno de Podemos).
Pero además de las decisivas razones detrás de cada líder en ambas formaciones
había otros dos grupos de motivaciones para el desencuentro inevitable. El primero
hace referencia a la desconfianza existente entre ambas formaciones, especialmente
expresada por Podemos con sus continuas referencias a que el PSOE no cumple sus
promesas y es necesario estar en el gobierno para controlar y exigir el cumplimiento, es
decir, realizar una función de vigilancia. Desconfianza que se extiende por parte del
PSOE hacia UP globalmente por la inestabilidad que muestra esta coalición, como
demuestra las rupturas en varios territorios entre IU y Podemos, o la ceremonia de la
confusión que fueron las consultas que celebraron sus componentes para decidir sobre
la negociación con el PSOE.3
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Tres de los componentes de UP hicieron consultas internas para saber a qué atenerse en la investidura.
1) Podemos. Participó el 26% de los inscritos, el 70% de los participantes apoyaba la investidura si no
había vetos. El gobierno de coalición con tres ministerios y una vicepresidencia para UP que ofreció el
PSOE fue rechazo en julio por UP, ¿era eso un veto?
2) IU. Participó el 16% de los militantes, el 78% de los participantes apoyan la investidura si hay acuerdo
programático. ¿Hubo acuerdo programático? nadie lo sabe, UP solo quería hablar de ministerios. Las
declaraciones de líderes de Podemos siempre fueron que si se acordaba la coalición que ellos querían no
había ninguna otra dificultad para tener un gobierno progresista, dando a entender que no había
diferencias en el programa. ¿Por qué, entonces, IU no presionó por aceptar la investidura con acuerdo
programático?
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El segundo grupo de motivaciones también es muy importante, se refiere a las
diferencias de fondo entre Podemos y el PSOE. Es verdad que existe cierta sintonía en
los temas sociales, que sus diferencias en este terreno no son insalvables, capaces de ser
negociadas, pero existen diferencias más profundas en otros terrenos - se han
expresado durante el propio período de negociaciones con la crisis de los emigrantes, la
política de acogidas y los barcos de rescate de la ONGs - sobre todo en uno muy
sensible en esta coyuntura histórica en España, el conflicto catalán.
3) Equo. Sin conocer la participación, el 70% votó a favor de la investidura, y el 25% votar lo mismo que
el grupo parlamentario de UP. ¿Porqué López de Uralde se negó, entonces, a apoyar la investidura?
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cualquiera de las dos salidas, un posible gobierno corto y caótico, o una repetición
electoral.
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