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Más allá del aquí y el ahora.

Sofía Martínez Restrepo

Desde su origen, el ser humano se ha preguntado acerca de su pasado y futuro. La


conciencia del carácter fugaz de su existencia ha suscitado cuestionamientos como: ¿Qué
fue antes de mi? ¿Qué permanecerá tras mi muerte?¿Cuál es mi legado para la humanidad?
Estas preguntas se configuran como la base de disciplinas como: la historia, la astronomía,
la filosofía, la teología, y el arte; disciplinas que podrían describirse como la columna
vertebral de la experiencia humana. Y es que, la humanidad en su conjunto, se ha
transformado a lo largo de los tiempos: en sus costumbres, ideales, estándares, formas de
consumo y de vida. Así mismo, ha tenido que superar diversos desafíos: guerras,
hambrunas, desastres naturales, genocidios; tragedias que han tomado vidas y marcado con
sangre y para siempre la historia de la humanidad.

Estos desafíos históricos que he mencionado, aplican también para la actualidad, y es por
esto que se hace responsabilidad de cada individo, el preguntarse: ¿A qué nos enfrentamos,
como género humano, hoy? ¿Vivimos mejor o peor que hace 50 años? ¿Cómo es el futuro
que nos espera? ¿Cuál es mi contribución y cuál puede ser mi impacto, como habitante de
este planeta e integrante del género humano? Y aunque las respuestas a estas preguntas,
atraviesan esferas políticas, sociales, culturales y económicas; considero que es más sensato
abordarlas desde el aspecto ambiental, que ofrece una perspectiva más amplia y certera;
pues mucho antes del desarrollo de lo humano, se consolidaba ya sobre el planeta el
conjunto de componentes físicos, químicos y biológicos, que constituyen el medio
ambiente; y es mi legítima predicción (y deseo) que, tras la extinción humana, este medio
ambiente, del que tanto hemos abusado, permanecerá.

En este orden de ideas, para lograr comprender y si es posible, superar los desafíos a los
que nos enfrentamos hoy, es necesario preguntarse si realmente, en el último medio siglo
hemos logrado progresar, es decir, mejorar la calidad de vida de los habitantes del planeta.
La década de los 70, estuvo marcada por una profunda crisis social y económica, pero
también dio paso a movimientos de protesta y a olas de cambio de gran importancia.
Por un lado, teniendo en cuenta acontecimientos como: la crisis del petróleo de 1973, la
profunda recesión que se vivía en la época, el alzamiento violento de los regímenes
dictatoriales, la guerra en Medio Oriente y Asia, el accidente químico de Seveso de 1976 y
los accidentes nucleares de Harrisburg de 1979; sería plausible afirmar que en la actualidad
se vive mucho mejor. Sin embargo, esta respuesta sería mediocre y reduccionista; pues hay
que recordar, que fue en esta década, cuando la educación ambiental comenzó a crecer de
manera exponencial, pues se inició un diálogo social global que condujo hacia la
sensibilización sobre diferentes problemáticas ambientales de la época, como: la extinción
de ballenas, los peligros de la energía nuclear, el ahorro en el consumo de recursos y las
nuevas tecnologías que se estaban desarrollando. (1)

En contraste, y tomando como referencia al documento “Panorama de los Recursos


Globales 2019” publicado por la ONU: los actuales patrones de actividad económica
dependen de una producción permanente de materiales que se extraen, comercializan y
procesan para ser convertidos en bienes de consumo, y que finalmente se eliminan como
residuos o emisiones. En consecuencia, entre 1970 y 2017 la extracción mundial de
materiales, se ha triplicado y continua su ascenso. En este intervalo de tiempo, también ha
aumentado el uso de carbón, petróleo y gas natural, el tonelaje total de la demanda de
biomasa y la extracción mundial de agua para la agricultura, las industrias y los municipios.
Además, desde la década de 1970 la población mundial se ha duplicado y el producto
interno bruto global se ha cuadruplicado, lo que se ha alcanzado a expensas de nuestro
entorno natural, afectando en última instancia el bienestar humano y exacerbando las
desigualdades entre los países y al interior de ellos. (2)

En conclusión, vivimos mejor en algunos aspectos, y peor en algunos otros. Sin embargo,
considero que, el aspecto determinante para dar una respuesta satisfactoria a la pregunta es:
en 1970 no se contaba con la amplia base de conocimiento sobre el uso de los recursos
naturales y sobre su impacto, no se comprendía a profundidad que la manera en que se
utilizan los recursos naturales tiene profundas consecuencias para la salud y el bienestar de
las personas, el planeta y las futuras generaciones. En la actualidad, sabemos todo esto,
tenemos recursos que nos permiten medir los niveles de material particulado en el aire, las
cantidades de plástico en el mar, la cantidad de grados que ha subido la temperatura;
entendemos que cambios en el comportamiento social y en las políticas públicas, pueden
ayudar en gran medida con las problemáticas ambientales de la actualidad. Tenemos la
tecnología y las herramientas para identificar el problema e incluso la solución. Sin
embargo, nos rehusamos a hacer algo al respecto. Preferimos permanecer en la
comodidad de un consumo inconsciente, que no va más allá de los intereses particulares,
del aquí y del ahora. En conclusion, ya no hay excusa para la inacción, no obstante, son
muy pocos los que están dispuestos a cambiar sus maneras de vivir y consumir.

En el marco de la sociedad actual, es necesario preguntarse: ¿Cómo será la vida en el


futuro? ¿Cómo vivirán nuestros descendientes? ¿Qué desafíos medioambientales deberán
enfrentar ellos? La ONU, en otro documento, titulado “Perspectivas del Medio Ambiente
Mundial” señala que la incapacidad constante para adoptar medidas urgentes está teniendo
repercusiones negativas sostenidas y potencialmente irreversibles sobre los recursos
ambientales esenciales y la salud humana. La reducción de agua potable, la contaminación
del aire, la presencia cada vez más apremiante de plásticos en océanos y en mares, los
cambios de ecosistemas y el derretimiento de los polos; son solo algunas de las realidades
que enfrentaremos los próximos 30 años. No obstante, lo más preocupante, es que se estima
que para el año 2050, la población será de 10.000 millones de personas frente a los 7.500
millones actuales. Y para manterner a 10.000 millones de personas sanas, satisfechas y
productivas, se deben producir cambios profundos y urgentes en las modalidades de
consumo y producción. (3)

Sin embargo, nos debemos rehusar a aceptar que no hay soluciones viables a los problemas
ambientales más cruciales de la actualidad, y que la humanidad está condenada al hambre,
la enfermedad y la pobreza hasta su inevitable extinción. Es preciso que cada habitante de
este planeta, reconozca su responsabilidad y que esto impulse un movimiento a una escala
sin precendetes; si lo que se busca es detener y revertir la crisis climática que se vive en la
actualidad. Cualquier persona, puede generar un gran impacto positivo, cambiando
simplemente su forma de consumir: utilizando el transporte público o la bicicleta,
reduciendo el consumo de carnes rojas, reduciendo los residuos sólidos domésticos,
utilizando menos plástico, formando un sentido crítico sobre el modelo de vida actual y el
impacto que éste tiene sobre nuestro entorno. (4)
Y por su parte, como lo sealan estos informes de la ONU, aquellos que están en posiciones
de poder, que tienen las herramientas para actuar a mayor escala, deben reconocer esta
causa como propia (porque lo es, de una manera más esencial que cualquier lucro particular
pudiera ser); y deben luchar por que se invierta en innovación y nuevas tecnologías para el
cuidado del ambiente, por aumentar los impuestos sobre los recursos naturales, por la
aplicación de un impuesto sobre las emisiones de CO2, por adoptar prácticas agrícolas
sostenibles, por realizar campañas que hagan referencia al comportamiento de los
consumidores, por brindar una educación sexual y anticonceptiva de calidad, por eliminar
el uso de combustibles fósiles, etc… Todo esto para asegurar un uso eficiente de los
recursos, para mitigar el calentamiento global, proteger la diversidad y, prevenir mayor
escasez de agua, degradación de tierra y acidificación de los océanos. En conclusión, es
esencial y urgente que se adopten medidas audaces, inteligentes, sostenibles e inclusivas;
que integren las actividades ambientales, económicas, sociales y políticas; que suplan las
necesidades humanas y le permitan al género humano desarrollarse, sin sobrepasar el límite
planetario.

1. Gutiérrez Bastida J. De rerum natura. Hitos para otra historia de la educación


ambiental. [Sevilla]: Bubok; 2013.

2. ONU Medio Ambiente. Panorama de los Recursos Globales 2019 [Internet].


International Resource Panel; 2019 [cited 14 October 2019]. Available from:
https://wedocs.unep.org/bitstream/handle/20.500.11822/27518/GRO_2019_SPM_R
U.pdf?sequence=6&isAllowed=y

3. ONU M. Perspectivas del Medio Ambiente Mundial [Internet]. 2019 [cited 9


October 2019]. Available from: 3.
https://wedocs.unep.org/bitstream/handle/20.500.11822/27652/GEO6SPM_SP.pdf?
sequence=6&isAllowed=y

4. Garcia M. Haz posible el cambio - Desarrollo Sostenible [Internet]. Desarrollo


Sostenible. 2019 [cited 14 October 2019]. Available from:
https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/be-the-change/

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