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Cantado:
No volveré a comer lapas
ni que me den regaladas
con el susto que pasé
se me quitaron las ganas
al nombrarme ese animal
el cuerpo se me entabana
se me espeluca la piel
me acuerdo de esa montaña.
Cuando ese maligno hachaba
recuerdo que me miraba
sus ojos eran dos brasas
que me quedaban el alma
sus colmillos eran tan largos
que parecían de caimana
el pecho como un ovejo
cubierto de pelo y lana.
Su cabeza era pelada
la vi cuando me golpeaba
las manos eran planchetas
como ver las de una rana,
tenía berrido de chivo
y ronquidos de marrana
sería el mismísimo Diablo
que me tendió esa jugada.
Mi abuelo sí me lo dijo,
pero no pensé esa vaina
por estar de avaricioso,
enfermo estuve en la cama
de noche no salgo ahora
de broma a la empalizada,
pendiente de mi gallito
pa´ que no le pase nada.
Narrador: Desde aquel funesto día jamás cazador alguno pisó las
montañas de San Camilo, dicen los pobladores que solo una
sombra errante vaga por sus caminos y que de vez en cuando se
escucha esta tonada;
Coplero tres:
Montaña de San Camilo
déjame quieto montaña
deja que algún caminante
vuelva a cruzar tu maraña
me rece los siete credos
que me están haciendo falta
porque es la única forma
de poder salvar mi alma.