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Puntos Perdidos Mirengar 2016
Puntos Perdidos Mirengar 2016
Mirengar
Octubre 2016
Así hicimos, primero desfiló Irene —sus padres le habían enviado desde Méjico unos patines botas
de piel blanca con los cordones rojos y un buen taco freno, ¡eran preciosos! A veces me los dejaba
y era una gozada patinar con ellos, se deslizaban suavemente y no se desviaban en absoluto.
Después subieron Carmencita y Rocío y tras ellas fuimos Matilde y yo. Nosotras teníamos los
típicos patines “Sancheski” graduables y adaptables a cualquier número de calzado, mis hermanos
y yo los compartíamos.
Ya estábamos todas en el corredor, era muy largo y muy ancho, las baldosas estaban relucientes,
de ello se encargaba la hermana Martina. Todas las tardes pasaba una gran bayeta tras haber
barrido con sumo cuidado para no levantar polvo.
Era un pasillo muy transitado pues a ambos lados se encontraban los laboratorios y al fondo la
biblioteca de bachillerato. La Hermana Martina cuidaba y mantenía todo con primor.
Empezaríamos las carreras de dos en dos ida y vuelta. La ganadora repetiría con la siguiente hasta
pasar las cinco. Yo había sido vencida en la primera carrera. Rocío y Matilde llegaron a la final.
Matilde se deslizó con tal ímpetu que en vez de girar al llegar a la puerta de la biblioteca se
empotró contra ella. El estruendo de los cristales debió oírse por todo el edificio. Rápidamente
recogimos los patines y conseguimos esconderlos en el cuarto ropero. Al cabo de un momento
apareció la Hermana Martina y le explicamos que Matilde se había tropezado con una de nosotras
y se había caído contra la puerta.
La hermana no hizo comentario alguno, sólo le preguntó si se había hecho daño, nos ayudó a
recoger los cristales y nos mandó bajar a la sala de estudio.
Nos quedamos todas perplejas. Pasó el lunes, el martes…, llegó el viernes y nadie hablaba del
asunto.
Matilde no perdió los puntos esa semana y pudo irse a casa.
Al salir del colegio la Hermana ecónoma le dio una carta.
—Matilde, cuando llegue a casa entregue esta carta a sus
padres
—Si, Hermana Josefa, así lo haré, ¡Buen fin de semana!
Habitualmente llevábamos cartas a nuestros padres con los
recibos del mes, de las excursiones o de cualquier material
que empleábamos en trabajos manuales.
Con su maleta cargada de la ropa sucia, acompañada de
Clarita y su hermana mayor, se fue a coger el tren. En la
estación de Vic le esperaba su padre que la recibió con un par de besos muy cariñosos. Al llegar a
casa se abrazó a su madre y a su hermano, ¡se le había hecho muy largo tanto tiempo sin volver a
casa!
Después de cenar se acordó de la carta. Su sorpresa fue mayúscula al ver su contenido: ¡una
factura de 3000 pesetas por un cristal!
Se quedó lívida y, con un nudo en la garganta, empezó a explicarles lo que había sucedido.
Aún hoy, al cabo de 50 años, recuerda el tiempo que transcurrió hasta poder pagarlo con sus
ahorros. En un rincón del altillo descansan sus patines.
Mirengar
Octubre 2016