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LYNDA CHANCE

La Inocente Conquista del Ranchero


La Inocente Conquista del Ranchero
Lynda Chance!

SINOPSIS

Cuando la diligencia que lleva a Emma Martin a su nuevo


trabajo en Denver es atacada y robada en las tierras salvajes
de Colorado, ella es la única superviviente. Sola y aterrada,
acaba siendo rescatada por Luke Butler, un ranchero que
sólo conoce una manera de hacer las cosas... Su propia
manera.
Al encontrar a Emma en esa situación, Luke decide llevársela
a su rancho. Pero pronto su vida se vuelve del revés por una
mujer que no sabe cómo obedecer sus órdenes... ni
permanecer callada.
La batalla que seguirá será un choque de voluntades, una
prueba de temperamento y una gran lección de amor.

  
TRADUCIDO Y CORREGIDO POR ML

REVISADO Y EDITADO POR AISHA

PARA AEBks

Traducido por ML para AEBksGroup en su 3er aniversario


La Inocente Conquista del Ranchero
Lynda Chance!

CONTENIDO

SINOPSIS ......................................................................... 2
CONTENIDO ..................................................................... 3
Capítulo 1 ......................................................................... 4
Capítulo 2 ....................................................................... 23
Capítulo 3 ....................................................................... 38
Capítulo 4 ....................................................................... 58
Capítulo 5 ....................................................................... 70
Capítulo 6 ....................................................................... 82
Capítulo 7 ....................................................................... 96
Capítulo 8 ..................................................................... 110
Capítulo 9 ..................................................................... 118
Capítulo 10 ................................................................... 131
Capítulo 11 ................................................................... 145
Capítulo 12 ................................................................... 157
Capítulo 13 ................................................................... 166
Epílogo ......................................................................... 175

Traducido por ML para AEBksGroup en su 3er aniversario


La Inocente Conquista del Ranchero
Lynda Chance

Capítulo 1

Luke Butler salió del almacén de suministros de la ciudad, miró al cielo y vio
que el sol empezaba a desaparecer en el horizonte. Sabía que si quería estar
de vuelta en su rancho antes de que anocheciera tenía que darse bastante
prisa.

Se dirigió a su carro y comenzó a organizar las provisiones que acababa de


comprar, junto con lo demás que ya estaba allí.

El viaje a la pequeña ciudad de Burnet, en Colorado, era una tarea que tenía
que hacer todos los meses. Por más que deseara ser autosuficiente en su
rancho, había algunas comodidades que la ciudad ofrecía y que eran
indispensables para él, como café, tabaco y mujeres, por nombrar algunas.

Sólo llevaba un día allí, pero cuanto más oscurecía, más anhelaba volver a
casa.

Sus necesidades más personales ya habían sido atendidas la noche anterior


por una de las chicas del Saloon. Por la mañana temprano se había ocupado
de sus actividades bancarias y poco después empezó a comprar los
suministros necesarios para el mantenimiento de su rancho y todo lo que su
ama de llaves le encargó para la cocina.

Mirando al cielo una vez más pensó que no llovería hasta llegar a casa, pero
no quería correr ningún riesgo.

Por precaución, cubrió la parte trasera de la carreta con una lona mientras
observaba que el sheriff se acercaba a él con rapidez.
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Luke había vivido en esta parte de Colorado casi toda su vida, así que
conocía a la mayoría de los habitantes de la ciudad, incluso aunque nunca
hubiera hablado con ellos.

El sheriff Reed Elgin en su opinión, era la mejor persona de la ciudad y una


de las más respetadas de la región, debido a la forma en que hacía cumplir
la ley, de una manera dura pero siempre con un enfoque muy honesto.

— La diligencia se retrasa —dijo el hombre sin preámbulos cuando se detuvo


junto al carro.

Luke terminó de ajustar las correas antes de empujar el sombrero hacia


atrás y entrecerrar los ojos hacia el sheriff.

— ¿Cuánto retraso lleva?

— Mucho tiempo. Entre cuatro y cinco horas.

La voz del otro hombre sonaba seria y Luke pudo oír la preocupación en su
tono.

— ¿Estás pensando en alguna razón que no sea un problema rutinario? ¿Una


rueda rota? ¿El camino en mal estado?

Luke intentaba buscar otras razones que pudieran provocar un retraso tan
grande, pero se detuvo al instante al percibir que el sheriff ya había pensado
en esas posibilidades.

El sheriff miraba sin cesar de un lado a otro de la polvorienta calle, con las
manos en las caderas mientras movía la cabeza. En ese momento mostraba
un ceño fruncido tan cerrado que marcaba aun más su semblante ya
oscurecido.

— Tengo un mal presentimiento Luke.

— ¿Has comprobado si la diligencia salió de la ciudad a su hora?

— Sí, el telegrama que recibí antes decía que salió en el horario establecido.
Incluso con una rueda rota o algo así, ya debería haber llegado hace mucho
tiempo.

Luke observo a Reed un momento, notando la irritación que le invadía al


considerar lo que el retraso de la diligencia le iba a costar.

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Dejando a un lado la idea de llegar a casa antes del anochecer, pensó en las
personas inocentes que ahora estarían en una situación aún más difícil que la
suya.

Si todavía queda alguien con vida.

Bajando del carro respiró hondo e hizo la pregunta que cualquier hombre
decente haría ante esa situación.

— ¿Necesitas mi ayuda?

— Aprecio mucho tu gesto Luke, pero necesito esperar hasta mañana para
reunir tantos hombres como pueda. Empezaremos con la primera luz del
amanecer y los caballos descansados para perseguir a los hombres que lo
han hecho.

Luke lo pensó un momento.

— ¿Quieres que forme parte del grupo de búsqueda?

— No hace falta, pero me gustaría que regresaras a tu rancho por la ruta


desde la ciudad hasta el cruce con Silver Creek. Creo que si ha sido una
emboscada, ese el lugar más probable para hacerlo. Es un desvío que te
costará más tiempo pero me sentiré mejor si encontramos algún
superviviente esta noche.

Luke asintió con la cabeza sin dejar de pensar en el retraso que le acarrearía
ese cambio de ruta.

— ¿Y si me encuentro con alguien o en medio de una emboscada?

— Dispara primero y pregunta después —respondió seriamente el sheriff.

— Si encuentro algún superviviente lo llevaré a mi casa y enviaré a uno de


mis hombres para decírtelo antes de la salida del sol.

El sheriff lanzó a Luke una mirada sombría.

— Las posibilidades de que quede alguien con vida son muy pequeñas.

Luke se tensó al reconocer la verdad en las palabras del sheriff.

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— Si cambias de opinión y necesitas que vaya contigo mañana, ya sabes


dónde encontrarme.

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Emma Martin estaba acurrucada en un pequeño barranco debajo de una
roca, con un rifle en la mano que no tenía ni idea de cómo usar. La situación
se agravaba al notar que debido al frío, sus dedos se habían entumecido
desde hace tiempo.

Cada pocos minutos dejaba el arma a un lado, apenas el tiempo suficiente


para estirar los dedos y mantener la sangre fluyendo o por lo menos eso era
lo que esperaba.

Estaba helada por la conmoción y el cuerpo le dolía como nunca. Y a pesar


que se negaba a tirarse al suelo en posición fetal y llorar hasta que se
durmiera, estaba muerta de miedo.

El sol hace tiempo que se había convertido en una bola de fuego naranja y
estaba hundiéndose en el horizonte. Ahora, todo lo que quedaba del día era
un vívido resplandor púrpura que iluminaba las pocas nubes en el cielo.

¿Había visto alguna vez salir y ponerse el sol el mismo día?

Se suponía que tenía que ser una experiencia agradable.

En otro momento habría sido una bonita vista pero ahora, con la oscuridad
acercándose, era sólo algo más que temer.

En este momento necesitaba el sol... Cuando más necesitaba la luz del día
tenía que conformarse viendo lo rápido que oscurecía y además, aceptar ese
hecho añadiéndolo a su miedo.

La oscuridad llegaría pronto y sólo quedaría la luna creciente para iluminar la


noche que tenía por delante.

Estudió la posición en que se encontraba la diligencia. Todavía estaba en


medio del accidentado camino y con la puerta abierta. Miró lentamente hacia
atrás y hacia delante, siguiendo la dirección oeste que llevaba a la ciudad
dónde se dirigía y luego hacia el sur, por donde los dos hombres que habían
matado al conductor de la diligencia habían huido.

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¿Cuánto tiempo tenía que esperar todavía para que llegara la ayuda? Era la
única pasajera, ya que las dos últimas personas que iban con ella se bajaron
en la parada anterior.

Ahora estaba sola en medio de la nada.

Su pierna herida le dolía y el frío de la noche aumentaba. El cuerpo sin vida


del conductor era un recordatorio constante y triste del asalto de esta
mañana y sus terribles consecuencias.

Le costó algún tiempo superar el miedo y darse cuenta que los bandidos no
volverían, así que bajó de la diligencia con la determinación de no flaquear si
necesitaba hacer lo que fuera para defenderse.

Cuando fue a comprobar si podía ayudar al conductor descubrió que su


cuerpo ya estaba frío. Cerrando los ojos rezó una rápida oración por su alma
y después le quitó el rifle de la mano, algo bastante difícil a causa del tiempo
transcurrido desde su muerte.

Decidió mantenerse alejada del camino, no se sentía segura en esa zona tan
expuesta. Cualquiera podía encontrarla allí y convertirse en un blanco fácil si
regresaban los ladrones. O cualquier persona sin ley que pudiera llegar y
descubrirla sin ninguna protección.

A pesar de estar expuesta en la diligencia, racionalmente sabía que estaba


mucho más protegida de los elementos, le costó decidirse sobre lo que sería
mejor.

Sintiéndose atrapada en el interior de la diligencia salió y tomó el rifle del


conductor, alejándose del lugar y buscando una roca que le proporcionara
refugio, era lo mejor que podía hacer en ese momento.

Tenía que encontrar un lugar donde si fuese necesario pudiera levantarse y


echar a correr, incluso aunque pensara que no llegaría muy lejos con su
pierna herida.

La lesión que sufrió hace diez años le dolía hoy con intensidad. Normalmente
sólo sentía una pequeña y molesta incomodidad todos los días, por no hablar
de cómo tenía que caminar más lento que los demás y cojeando un poco.
Todo ese tiempo había tenido que soportar las miradas de lástima que veía
tanto en los rostros de la gente conocida, como en el de los extraños.

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Pero hoy era más que una inconveniencia, ya que le impedía marcharse de
allí y también le recordaba que no podía echarse a correr si necesitaba salvar
su vida, o enterrar el cuerpo del hombre inocente que había muerto a tiros a
unos pocos metros de donde estaba.

En este momento el dolor de su pierna era un recordatorio de sus


limitaciones y por más que lo intentara negar o ignorar, era bastante obvio
que estaba bastante limitada.

Como no había forma de cambiar lo que pasó hace tanto tiempo, prefirió
cambiar el rumbo de sus pensamientos, ahora mismo ya tenía bastantes
problemas de los que preocuparse.

Sintió que una oleada de miedo la recorría al pensar lo fácil que sería que
esos bandidos cambiaran de opinión acerca de matarla y volvieran para
terminar el trabajo. Con mucha fuerza de voluntad pudo alejar ese
pensamiento, aunque sólo fuera porque había otros asuntos más inmediatos
que requerían su atención.

Pronto necesitaría agua y ya había visto una serpiente de cascabel. Sólo Dios
sabía lo que habría por alrededor ahora que la noche estaba cayendo.

Escuchó coyotes en la distancia. A Emma sus aullidos le parecían


completamente diferentes ahora que estaba sola y perdida, que cuando los
oía desde el interior de una casa delante de la chimenea.

Emma cerró los ojos y dejó que la imagen calmante de una casa con
chimenea calmara sus alterados nervios.

¿Viviría para ver de nuevo una chimenea?

Abrió los ojos cuando los sonidos de los coyotes resonaron más cerca de
donde estaba. Por mucho que odiase la situación, tendría que volver a la
diligencia y esperar dentro. No podía pasar la noche a la intemperie sin
ningún refugio.

Era desalentador tener que regresar, pero la situación era muy peligrosa y
tenía miedo de no poder volver a subir al carro.

Emma estaba a punto de comenzar la ardua tarea de regresar cuando


escuchó un ruido lejano.

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El viento helado traía el sonido del lado oeste o... ¿era del sur?

Al no poder identificar el sonido el miedo se extendió por su interior,


encogiéndole el estomago y cerrando completamente su garganta.

Saliendo de ese estupor decidió que no se expondría hasta que comprobara


lo que era ese ruido, entonces se agachó sujetando el rifle tan firmemente
como pudo.

Fragmentos de rocas afiladas arañaron sus rodillas mientras se tumbaba


boca abajo y se equilibraba con los codos.

Emma espió por encima de la roca justo cuando un carro conducido por un
hombre se detuvo a una buena distancia de donde estaba. Cómo la luz se
desvanecía rápidamente no era posible distinguirle bien, pero pudo ver que
se quedó completamente inmóvil haciendo una evaluación de la situación.

Con cautela, el hombre se bajó del carro sacando un revolver de su cinturón


y acercándose lentamente a la diligencia.

El hombre era alto y fuerte, y sostenía el arma de una manera tan suave y
segura que hizo que la escena le pareciera aún más aterradora de lo que era.

Estaba muy oscuro y Emma se encontraba demasiado lejos para distinguirlo


bien. Sólo percibía que era muy alto y con el pelo oscuro, pero incluso desde
su escondite reconoció que poseía una fuerza de acero.

Mientras se aproximaba más a la diligencia, Emma sintió el poder dentro de


esa figura oscura.

Sintió otra oleada de miedo.

¿Sería amigo o enemigo?

Si utilizaba esa fuerza contra ella estaba segura que no tendría ninguna
oportunidad de luchar.

El hombre irradiaba una gran virilidad. Su tranquila actitud mostraba que no


estaba inquieto por lo que estaba viendo, tenía una expresión indiferente,
como si estuviese cómodo sólo con el viento y el cielo haciéndole compañía.

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Era imponente y Emma sabía que independientemente de ser una buena o


mala persona, la autoridad que transmitían sus sutiles movimientos lo hacía
casi imposible de resistir.

Emma estaba totalmente en silencio mientras su corazón golpeaba


salvajemente y su respiración se aceleraba, sonando áspera y desigual a sus
oídos.

Intentando respirar de una manera más uniforme, continuó observando al


extraño para obtener una señal definitiva de sus verdaderas intenciones.

El hombre se movió un poco pero lo hizo con mucha cautela, recorriendo con
la mirada el horizonte en busca de cualquier movimiento y dirigiendo sus
ojos hacia la diligencia, observando cautelosamente el interior antes de
avanzar hacia el conductor.

Se agachó al lado del hombre. Emma vio que estaba buscando señales de
vida y al no encontrar nada se levantó, guardó su arma en la funda y
sacando una pequeña bolsa de su bolsillo, empezó a liar un cigarrillo
lentamente.

Emma se quedó horrorizada al ver que no mostraba ninguna emoción por el


hombre sin vida mientras que en silencio lamía el papel, torcía los extremos
y rascaba un fósforo en la rueda del carro para encender el cigarrillo.

El miedo le mantuvo totalmente quieta mientras le observaba cruzar una


bota sobre la otra, apoyarse en la diligencia y empezar a fumar, como si esta
situación fuera algo cotidiano en su vida.

Al moverse se acercó más a Emma, lo que le permitió verlo mejor.

Su rostro era duro como el granito, con la piel bronceada por el sol y un
perfil fuerte que no mostraba señales de suavidad o calor.

Exhibía una gran fuerza. La forma relajada y confiada con que saboreaba el
cigarrillo se reflejaba en su rostro, incluso con esa destrucción a su
alrededor.

¿Cómo podía ser tan indiferente a lo ocurrido si se trataba de una persona


honesta?

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Emma deseaba desesperadamente que fuera una persona honesta, dispuesto


a ayudarla a salir de aquí, pero estaba demasiado asustada como para
confiar que no le hiciera daño. Así que decidió quedarse escondida en silencio
mientras le observaba fumar y mirar el horizonte.

De repente, sus ojos se dirigieron donde estaba oculta.

El terror golpeó sus costillas, incluso estando segura que no la había


descubierto.

No podía verla, ¿no?

Emma se mojó los labios resecos y esperó mientras su sangre latía


salvajemente en sus venas.

Cuando terminó el cigarrillo el hombre se quitó el sombrero y después de


alisarse el pelo con la mano, volvió a ponérselo con un gesto engañosamente
perezoso.

Se irguió, demostrando arrogantemente toda su altura y su fuerza muscular.

Emma sintió un arrebato de histeria cuando dijo con voz alta y seria.

— Todo está bien, señora. Puede salir de su escondite.

Emma cerró los ojos con fuerza cuando el terror se deslizó por su espalda y
se instaló en su estómago.

Ese hombre no podía saber que estaba escondida en ese lugar, tenía que
estar simplemente tratando de engañarla para que apareciera.

No iba a ceder tan fácilmente. No confiaba en él y no tenía ninguna razón


para hacerlo sólo por su declaración.

— Se está haciendo tarde y necesitamos irnos de aquí. Vamos —ordenó en


un tono duro e implacable.

El pánico y la confusión la golpearon mientras intentaba decidir


valientemente lo que hacer.

Pero antes de poder decidir nada el hombre se movió rápidamente en


dirección a su escondite, demostrando lo impaciente que estaba con toda esa
espera.

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En una acción rápida que no recordaba haber tenido nunca, se levantó


enredándose en una maraña de faldas y enaguas y empezó a alejarse del
hombre.

A pesar de no haber sido capaz de correr desde hace tiempo, en realidad


mucho tiempo, no iba a dejar de intentarlo ahora.

La necesidad de escapar era tan grande, que perdió totalmente el control de


sus movimientos cuando su cuerpo se hizo cargo de las órdenes de su
cerebro y su único pensamiento fue alejarse lo más rápido posible.

Luke atrapó fácilmente a la mujer sujetándola por su esbelta cintura, cuando


ella no había dado más que tres pasos torpes.

La mujer se defendió con las piernas, haciendo que Luke se protegiera justo
antes de que una patada de sus agiles pies le golpearan y dejaran sin aliento
unos instantes, pero su rápido movimiento sólo protegió su ingle, causando
que su espinilla sufriera el pequeño pero doloroso golpe.

Luke hundió una de sus manos en su cabello y la sujetó fuertemente.

— Tranquilícese. Ahora está a salvo —dijo suavemente, intentando calmarla.

Pero Emma no le escuchó y de inmediato se debatió en sus brazos.

— ¡Suélteme! —Le ordenó firmemente, sin conseguir nada.

— Estese quieta. No voy a hacerle daño —repitió Luke más fuerte,


sujetándola con más firmeza.

Emma se retorcía contra él, pero a medida que pasaba el tiempo se fue
deteniendo al darse cuenta que su resistencia no le serviría de nada.

Luke lo intentó de nuevo.

— Nadie le hará daño.

Cuando la mujer le pisó el pie y renovó su lucha, Luke se cansó rápidamente


de todo el asunto.

Su bota le protegía de cualquier daño que ella tratara de hacerle, pero su


pequeño cuerpo retorciéndose empezaba a crear fuego líquido en sus
entrañas.

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Al ver la chaqueta gris abandonada en el asiento de la diligencia, pensó que


se trataba de una mujer mayor que había huido para esconderse detrás de
un arbusto. Pero por el amor de Dios, no era lo que se había encontrado. Al
contrario, esta mujer era joven y suave y con muchas curvas que se frotaban
contra él cada vez que se retorcía en sus brazos. La liberación sexual de la
noche anterior se estaba convirtiendo en un recuerdo muy lejano y, de
repente, empezó a sentir una violenta erección contra la suavidad tentadora
que luchaba en sus brazos.

Tenía que calmarla y llevarla a su casa antes de que se olvidara actuar como
un caballero.

— Señora, es mejor que pare de luchar inútilmente y deje que le ayude


antes de que la tumbe en el suelo y le de unos azotes en el trasero, que es lo
que probablemente se merece en este momento.

Emma se calmó un instante como si estuviera escuchando su consejo, pero


enseguida reanudó aún más frenéticamente su lucha intentando que la
soltara.

Luke se maldijo en silencio por perder los estribos y asustarla todavía más.

— ¿Y dónde piensa que irá si la suelto? —trató de razonar con ella—. Ya se lo


he dicho, no voy a hacerle daño.

Apretó sus brazos alrededor de ella, amoldándose a su cuerpo de nuevo.

Lentamente, Emma empezó a cansarse y siguió con algunos pequeños


empujones, hasta que se quedó completamente inmóvil dentro del círculo de
sus brazos.

Luke se detuvo un momento dejando que sintiera su fuerza, dándole a


entender sin lastimarla que era inútil gastar su energía.

— Eso está mejor. ¿Cómo se llama?

Emma tembló y permaneció en silencio.

— Una mujer callada, eso me gusta —dijo con una pizca de sarcasmo,
aflojando un poco los brazos—. Dígame como se llama y le prometo que una
vez que entienda que no le haré daño la soltaré.

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Ella se puso rígida. Su respiración se hizo muy perceptible para Luke, que no
pudo dejar de mirar el movimiento de sus pechos subiendo y bajando
mientras expulsaba el aire con fuerza.

Una excitación feroz le puso aun más duro al sentir sus pequeños pechos
rozando su antebrazo.

La voz de la mujer sonó ronca y vacilante.

— ¿No me hará daño?

— Ya le he dicho que no.

Hacerle daño no era precisamente lo que tenía en mente en este momento.

— ¿Cómo se llama?

— Emma Martin.

Luke sintió que su voz removía todo dentro de él y sin darse cuenta bajó la
boca para hablar directamente a su oído.

— Encantado de conocerla señorita Martin.

Ella se alejó ligeramente como si estuviera considerando sus siguientes


palabras.

— Señora Martin.

— ¿Está casada? —preguntó muy serio.

Emma hizo de nuevo una pausa.

— Ya no.

— Lamento escuchar eso, señora Martin.

Era una mentira descarada. Lo cierto es que se había sentido aliviado al


enterarse ya que, a pesar de no haber visto aun su rostro, podía sentir su
cuerpo y no quería pensar que ella perteneciera a otro hombre y estuviera
fuera de su alcance. Intentó mostrar su solidaridad para que estuviera más
cómoda en su presencia.

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— Parece que ha sufrido una gran tragedia. ¿Era la única pasajera cuando
ocurrió?

— Sí. ¿Quién es usted? —A pesar de estar más tranquila, su voz aún


delataba sospecha.

— Me llamo Luke Butler, señora. El sheriff de Burnet me pidió que verificara


la situación, y si ahora me asegura que entiende que no soy una amenaza y
no necesitaré perseguirla, la soltaré.

Emma dudo un segundo.

— Lo entiendo —dijo con una voz que sonaba casi resignada, aunque él no la
creyó totalmente.

Luke la soltó lentamente, con cautela, deslizando las manos hasta sus
caderas para asegurarse que no se cayera en ese terreno irregular, o que no
huyera de nuevo.

El cuerpo de la mujer era esbelto y suave bajo sus manos y tuvo que hacer
un gran esfuerzo para dejar de tocarla y dar un paso atrás. Notó que ella
arrastró su pierna derecha torpemente cuando se giró hacia él.

— ¿Está herida? ¿Se ha torcido el tobillo?

Emma se quedó en blanco un momento hasta que percibió que el hombre


creía que estaba herida. No se atrevía a confiar en él todavía y decidió que
podría obtener alguna ventaja diciéndole que se había lesionado durante el
atraco.

— Si —La mentira le causó una breve punzada de culpa.

— No debería haber intentado huir de mí, fue una idea estúpida y sólo ha
conseguido que esta situación empeore.

El tono de voz mostraba claramente su impaciencia, pero por lo menos no le


hablaba como si fuera una inválida o una lisiada, como mucha gente hacía.

Emma comprendió que si él creía que su lesión era reciente también creería
que sanaría pronto, y eso hacía que la tratara como a las demás mujeres.

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando la levantó en brazos como si


no pesara nada y se dirigió a su carreta.

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— Señor Butler.

— Luke —dijo con una entonación rápida que parecía dar su aprobación para
la informalidad.

Emma lo ignoró y continuó.

— Por favor, déjeme en el suelo señor, puedo caminar hasta el carro.

¡Por Dios! ¡Sólo la estaba llevando hasta el carro, no estaba pensando en


matarla o violarla!

— Es evidente que no puede. Por si no lo recuerda se ha torcido el tobillo.

Mientras hablaba, la depositó en el carruaje y se sentó a su lado.

Que él creyera que su lesión era nueva le resultaba muy intrigante. Le


gustaría reflexionar más sobre el tema pero apartó ese pensamiento, ya que
tenía un problema más apremiante en este momento. Luke se había puesto
en marcha dejando sus pertenencias allí.

— Deténgase.

Él detuvo el carro y se volvió hacia Emma.

— ¿Qué ocurre, señora?

La miró a los ojos y luego a la luna brillando en el cielo, como comprobando


si tendría suficiente luz para viajar hasta tu casa.

— ¿Podría recuperar mis cosas antes de irnos, por favor? —dudó más de lo
necesario al hablar, pero no podía irse sin sus objetos personales.

— El sheriff saldrá al amanecer para rastrear a los bandidos, y después


recogerá todo su equipaje y lo llevará a la ciudad. Ya está muy oscuro y
tenemos que llegar a casa lo antes posible.

Volvió a levantar las riendas y Emma apenas tuvo tiempo suficiente para
atrapar una antes de que empezaran a moverse de nuevo.

Estaba demasiado intimidada para discutir, pero lo hizo de todos modos.

— ¿Casa?

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— Si, a mi casa.

— No puedo ir a su casa, señor —dijo con un tono muy tenso.

— Puede y lo hará —Su voz no admitía discusión.

— No, no puedo.

— Bien. ¿Prefiere quedarse con los coyotes? El sheriff llegará por la mañana.
Si quiere puede esperarle aquí.

Como si hubieran escuchado su sugerencia, el aullido alto y lúgubre de los


coyotes silenció la discusión.

— ¿Nada que decir sobre eso, señora Martin? —replicó con un ligero
sarcasmo. Era obvio que la amenaza de dejarla allí tenía la intención de
silenciarla.

— Está muy claro que no puedo quedarme aquí sola, así que no voy a seguir
discutiendo sobre ese tema —replicó Emma con un tono suave, pero lleno de
ácido.

Luke optó por ignorar su tono.

— Buena chica, no me gustan mucho las mujeres obstinadas. Probablemente


hará bien en recordarlo.

— No tengo ningún interés en saber lo que le importa o no, señor Butler.

Luke detuvo los caballos abruptamente, volviéndose hacia ella.

Emma sintió que la observaba en la oscuridad. Ahora casi no se podían ver.

Pero su voz fue un gran indicativo de su humor, por no hablar de la mano


que agarró su barbilla y la levantó para que lo encarara, tuteándola por
primera vez.

— Pareces una joven razonablemente inteligente y estoy seguro que una vez
que lo pienses un poco, descubrirás que no es algo bueno enfadarme. Mira a
tu alrededor cariño, estás en mi territorio, con un tobillo torcido y esos
coyotes que oyes están husmeando alrededor pensando en la tentadora cena
que serías. Es mejor que aprendas rápidamente la forma de no irritarme
más.

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Emma tragó intentando deshacer el nudo de la garganta. La mano de Luke


seguía sujetando su barbilla, esperando su rendición. Sentía su arrolladora
presencia física, igual que el muslo que en ese momento presionaba su
pierna.

El aire a su alrededor estaba impregnado de masculinidad agresiva. Emma


no supo que replicar a esa declaración, limitándose a decir.

— Lo he entendido, señor Butler.

— Me llamo Luke y será mejor que aprendas a usarlo.

Emma se estremeció y cerró los ojos un instante. Sabía que su silencio ya


era un desafío en sí.

— Me llamarás por mi nombre, pero no voy a empujarte más esta noche,


después de todo, ya has pasado por mucho. ¿Eran sólo dos?

Luke se volvió y sacudiendo firmemente las riendas volvieron a moverse.

Tratando de adaptarse al cambio de tema y aliviada por el indulto que le


había concedido, su mente volvió a funcionar a regañadientes.

— ¿Cómo lo sabe?

— He visto sus huellas.

— Oh, por supuesto —Emma sabía que algunos hombres podían seguir
rastros y descubrir lo que había sucedido, pero habiéndose criado en un
orfanato de St. Louis, nunca había conocido a nadie con ese tipo de
habilidad.

— Sí, sólo eran dos.

— ¿No sabían que estabas dentro de la diligencia?

— ¿Por qué lo pregunta?

— Porque todavía estás viva, Emma.

La intimidad con la que dijo su nombre se deslizó por su columna de una


manera completamente inapropiada, calentándola, antes de comprender el
sentido de sus palabras y se congelara por la implicación.

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— Si, sabían que estaba dentro.

Emma se calló de repente cuando él paró los caballos y se volvió hacia ella
una vez más.

Nunca llegarían a su casa a este ritmo.

— ¿Te han hecho daño de alguna manera que no me hayas dicho?

Luke estrechó los ojos y soltó un gruñido.

Emma se sintió conmocionada al advertir que le estaba preguntando si la


habían violado.

— No.

Luke se relajó ligeramente, pero todavía siguió observándola como si tratara


de resolver un rompecabezas.

— ¿Cómo es que sigues viva? Seguro que no pretendían dejar testigos.

— No, no tenían esa intención. El hombre más alto que estaba a cargo le dijo
al otro que tenían que acabar conmigo —Emma hizo una pausa y se aclaró la
garganta al recordarlo—. El alto cargaba los objetos robados y se distrajo. Yo
estuve en la diligencia todo el tiempo, vi que el otro me miraba y levantó el
arma. Me miró mucho rato y entonces disparó a la izquierda de mí, fallando
a propósito.

— Cambió de opinión —La voz de Luke se endureció al comprender que ella


había estado muy cerca de la muerte. Algo que hizo que sus entrañas se
tensaran al pensarlo.

— Creo que si —Emma se estremeció.

— Tuviste suerte.

— Sí.

Luke la estudió atentamente en la oscuridad y deseó poder ver más que el


débil contorno de su rostro. Lentamente se volvió hacia los caballos y los
arreó para dirigirse a su rancho.

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— Bueno, ya se han ido y no regresaran por un tiempo. Te garantizo que


estarás segura en mi rancho hasta que todo esto acabe.

— Gracias, pero no puedo quedarme con usted...

— ¿Cómo sabes que no puedes quedarte conmigo? Tal vez tenga esposa y
cinco hijos.

De alguna manera Emma sabía que su vacilación para quedarse con él tenía
más que ver con su estado de soltera, que con la carga que ella podría ser
para él y su familia. Se aclaró la garganta.

— ¿Realmente los tiene?

— No, no tengo —dijo divertido—. Ni esposa ni hijos.

— Lo suponía, por eso no puedo...

— Tengo una empleada, Emma. Es una buena mujer que vive en el rancho y
está casada con uno de mis hombres. Puedes tranquilizarte, estarás a salvo
y ella te acompañará, si esa es la causa de tus nervios. Dios Santo, estamos
en Colorado y no en un salón público de Boston.

— Créame, señor, sé muy bien dónde me encuentro.

— Ya estamos otra vez, realmente necesitas perder esa actitud tan formal —
dijo seriamente—. ¿De dónde eres?

Emma intentó mantener las riendas de sus frágiles emociones. Nunca antes
había estado bajo el control de un hombre, ni conocido a un hombre como él
en toda su vida.

— De St. Louis, Missouri.

— ¿Es la primera vez que viajas al Oeste?

— Sí, señor —respondió intentando con todas sus fuerzas demostrarle


respeto y no formalidad.

— No sigas llamándome señor.

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Emma se lamió los labios y centró su atención en el camino. Se mantuvo


obstinadamente en silencio mientras se negaba internamente a aceptar esa
orden.

— ¿Adónde ibas?

— A Denver.

— ¿Tienes familia allí?

— No.

— Eres una cosita poco comunicativa, ¿no? —Luke se burló suavemente.

— No estoy acostumbrada a contarle mi vida a extraños —respondió con


toda la calma que pudo lograr.

— No soy un extraño, Emma.

Ella rechazó esa afirmación con vehemencia.

— Claro que lo es.

— No, cariño, no lo soy —Su voz sonó tan suave como el whisky.

— ¿Qué es entonces?

Luke entró por un portón abierto que seguramente conduciría a su casa y se


volvió hacia ella en la oscuridad.

— En este momento soy el único amigo que tienes en el mundo y es mejor


que no te olvides de ese hecho.

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Capítulo 2

Luke ayudó a Emma a bajar de la carreta sujetándola de la cintura.

Ella se estremeció, porque a pesar de estar sintiendo sus pies en el suelo


todavía la sujetaba muy cerca de su cuerpo. La amenaza hecha hace sólo
unos instantes con esa voz tan suave, aún resonaba en su cabeza.

— ¿Estás bien?

— Sí, gracias.

— ¿Puedes caminar?

— Creo que sí.

¿Ahora la trataba como una invalida?

Claro que podía andar, no perfectamente, pero sin duda podía hacerlo sola.

Titubeando dio un pequeño paso hacia la casa.

— Tal vez todavía necesitas que te lleve —Había una nota de reto en su tono
que a Emma le sonó como una amenaza.

— No gracias, soy capaz de caminar sola —respondió ligeramente alarmada.

— Será mejor que te apoyes en mi brazo.

Luke no esperó su respuesta, se limitó a coger su mano y ponerla en su


brazo, encaminándose hacia la puerta de su casa.

Emma miró alrededor mientras intentaba caminar sin cojear, aunque eso era
casi imposible. A lo lejos vio la luz de una lámpara de queroseno que estaba
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probablemente en un granero y otras a más distancia, pero sin una


iluminación mejor no pudo identificar nada más.

Un escalofrío le recorrió el cuerpo.

— Está muy oscuro —dijo casi susurrando.

— Eso se debe a que es de noche —Se burló Luke en voz baja.

— ¿Dónde está tu ama de llaves? —Aun seguía pensando en dirigirse a él


como señor Butler, pero si lo hacía la obligaría otra vez a llamarle Luke y a
que lo tratara con informalidad. Quería evitar de nuevo esa discusión.

— María estará ahora con su marido Jesse.

— Pero la casa está completamente oscura... y parece vacía.

— No están aquí.

— ¿No están en casa?

— Esta es mi casa. Ellos viven en una cabaña detrás del granero, en esa
dirección —Luke levantó la mano y apuntó en dirección opuesta.

El corazón de Emma empezó a golpear a un ritmo acelerado dentro de su


pecho.

— Pero dijiste que vivía contigo...

— No creo haber utilizado ese término en ningún momento, sólo dije que
tengo un ama de llaves y nada más.

Emma movió la cabeza.

— Pero...

— Eres muy asustadiza para una mujer que ya ha estado casada y


compartido una cama con un hombre.

Emma se atragantó con sus palabras.

— ¡Señor Butler!

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Ignorando su indignación llegaron al porche y Luke la ayudó a subir los tres


escalones, abrió la puerta y la condujo dentro. Estaba mucho más oscuro
que el exterior.

Al entrar Emma se golpeó con un mueble y él rápidamente extendió la mano


para que no se cayera.

— Quédate quieta mientras enciendo una luz —Le agarró fuertemente la


barbilla en la oscuridad—. Y mi nombre es Luke.

Emma sintió el calor de su toque en su cara antes de soltarla y dejarla sola.

Sus nervios se hicieron cargo de su cuerpo y empezó a temblar por los


estremecimientos que la recorrían.

Ese hombre ciertamente no sabía cómo mantener las manos quietas.

Intentó mantener el pánico en un nivel bajo, pero en ese momento estaba


dentro de la casa de un desconocido, con un hombre que no podía ver con
claridad y sin un atisbo de luz en el entorno. Lentamente empezó a recitar el
alfabeto en su cabeza para calmar los nervios. Era un truco que había
aprendido de niña y que muchas, muchas veces, le había funcionado.

De repente se encendió la luz de una lámpara de queroseno y el alivio la


invadió.

Miró alrededor de la habitación y cuando sus ojos se ajustaron, identificó


formas y objetos. Escuchó un ruido en la otra habitación y se encendió otra
luz.

Unos pasos resonaron contra el suelo y de repente él estaba delante de ella


de nuevo. Por primera vez pudo verlo con claridad.

Soltó un pequeño soplo de aire que se convirtió en un suspiro muy audible.

Tenía el pelo castaño. El bigote grueso y oscuro le daba una apariencia


exótica.

Sus ojos estaban entrecerrados bajo las marcadas cejas. Podía sentir su
poder y fuerza en su bien definida boca. Las líneas fuertes y rígidas de sus
facciones mostraban la pura masculinidad de su rostro.

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Era extremadamente atractivo. Emma no podía recordar ni un solo día de su


vida en que hubiera estado sola y en compañía de un hombre. Y jamás por la
noche o en la intimidad de su hogar.

Una ligera sensación de placer hizo que el cuerpo le temblara y sintiera


mariposas revoloteando en su estómago.

Luke la miró con intensidad hasta que finalmente habló.

— ¿Por qué?

Emma no le entendió bien, su mente se había parado y aun se sentía agitada


por los acontecimientos de ese día.

— ¿No te entiendo?

— ¿Por qué estás tan nerviosa? Eres viuda, ¿no? Una mujer a la que se le ha
muerto el marido... —Le recordó la definición de viuda, esperando
pacientemente su respuesta.

— Hum, si —contestó, intentando que su atrofiado cerebro volviera a


funcionar.

— Entonces, ¿qué te altera tanto?

— Señor Butler, yo...

— Luke.

— Realmente no puedo llamarte por tu nombre de pila.

— Si que puedes y es lo que deseo —Su tono arrogante parecía innato en él.

— No, no puedo —contradijo suavemente para no irritarle más, pero no iba a


dejar que se saliera con la suya.

— ¿Te pasará algo malo si lo haces?

Su pregunta era muy simple.

Oh, Dios mío, cómo responder a eso.

— No, supongo...

Luke la interrumpió como si hubiera comprobado que tenía razón.

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— Entonces si no te hará daño, o algo parecido, puedes perfectamente


llamarme Luke.

— Pero no pienso que...

— Dulzura, no necesitas pensar nada, sólo llámame Luke.

Emma respiró hondo cuando las mariposas se movieron en su estómago otra


vez. Nunca en toda su vida había tratado a un hombre de una manera tan
familiar.

Luke la llevó hasta un par de mecedoras que estaban cerca de una chimenea
apagada.

La sentó en una, pero en vez de sentarse en la otra, se inclinó y puso las


manos en los apoyabrazos de la mecedora, bloqueándola dentro del círculo
de sus brazos.

Emma se agitó al darse cuenta que estaba tan cerca de él que hasta podía
oler su aroma. Un perfume masculino procedente tanto de su ropa como de
su cuerpo. Era algo seductor y nuevo estar tan cerca y ser capaz de oler su
esencia a cuero y a caballos.

— Creo que ya sé cuál es tu problema. Debiste de haberte casado tan joven


que nunca tuviste tiempo para adaptarte a toda la atención masculina, ¿es
cierto, Emma?

Oh, ¿dónde quería ir a parar? ¿Y qué atención masculina?

— Creo que si... —afirmó, moviendo la cabeza al mismo tiempo.

Luke se puso en cuclillas y sujetó un mechón de su cabello.

Emma sintió que su pulso se disparaba mientras él frotaba el pelo entre sus
dedos.

— Supongo que con tu apariencia y sin un marido que te acompañe,


mantener a los hombres lejos de ti debe costarte mucho, ¿no? —dijo con voz
calmada y un poco ronca.

Cuando Emma procesó sus palabras, no consiguió contener un suspiro.


Estaba conmocionada y demasiado aturdida para hablar.

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¿Pensaba que era lo suficientemente hermosa para que los hombres la


incomodasen todo el tiempo?

¿Cómo podía pensar eso? ¿Por qué le decía esas cosas? ¿Cuáles eran sus
motivos? ¿Y por qué la retenía aun entre sus brazos?

¿Pensaba que el hecho de salvarla le daba derecho a hacerlo?

La verdad es que Emma no era viuda, ni nunca se había casado. Cuando


abandonó el orfanato las encargadas la convencieron para que contase eso a
la gente, así su vida sería más fácil. Todo el mundo se sensibilizaría por su
aflicción si fingía que era viuda, ya que con su defecto físico ella nunca se
casaría y tendría hijos como otras mujeres. Esa pequeña mentira le facilitaría
las cosas, sobre todo cuando viajara sola.

A Emma no le gustaba mentir, ni tampoco la idea de que nunca se casaría,


pero ya se había acostumbrado a esa situación. Y de hecho, la mentira le
resultaba muy conveniente. Las viudas y las mujeres casadas tenían mucha
más libertad que las mujeres solteras. Incluso en el Oeste. Hasta ahora no
había pensado mucho en ese asunto.

Pero ahora y de repente, sentía como si esa mentira fuera indecorosa. Estaba
mintiendo a alguien y siendo deshonesta.

También se sentía muy confusa, su corazón latía salvajemente mientras


trataba de encontrar la razón por la que él la interrogaba de esa manera.

Seguramente tendría una razón.

— Respóndeme, dulzura —dijo con voz firme.

Luke la miró fijamente y un calor incendiario pasó entre sus miradas.

Sólo había una respuesta que podía darle sin revelar la verdad, que aun no
estaba dispuesta a contarle. Tragó para deshacer el nudo de su garganta.

— Si.

Una mirada que sólo podía ser descrita como desafío cruzó el semblante de
Luke.

— Bien. Empezaremos cuando digas mi nombre.

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— ¿Empezar? —Su voz sonó temblorosa mientras su mente pensaba


frenéticamente. ¿Empezar el qué?

— Dilo, Emma —La engatusó.

No dejaba de mirarla y se estremeció una vez más.

No encontraba la fuerza para negarle nada y tenía razón, ¿qué le podía pasar
si decía su nombre y lo trataba con informalidad?

— Luke.

Él apretó la mano que sujetaba el mechón de su cabello y Emma sintió el


ligero tirón en la cabeza.

— ¿Por qué ibas a Denver?

Emma estaba tan aturdida y totalmente bajo su hechizo que no notó que
hablaba en pasado, como si ya no fuera a ir a Denver.

— Acepté allí un puesto como modista.

— ¿Sabes coser?

Ella sonrió suavemente cuando hizo esa pregunta como si se tratara de un


gran logro.

— Sí, sé coser.

— ¿A mano o a máquina?

— De las dos maneras.

— ¿De verdad? ¿Sabes cómo hacer funcionar una máquina de coser?

— Sí, teníamos una en el orfanato.

— ¿Has trabajado en un orfanato?

Emma desvió la mirada y la centró en su regazo.

— No. Me crié en un orfanato.

— Lo siento mucho, dulzura.

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— Gracias, pero eso ya es parte de mi pasado. Ahora mi vida es mía.

Emma notó una gran satisfacción con esa afirmación. Había esperado mucho
tiempo para olvidar las restricciones que tuvo que aguantar, tanto en el
orfanato, como después en St. Louis donde trabajó los últimos años.

Denver iba a ser una aventura y aunque el día había sido horrible, era joven,
resistente y fuerte de espíritu. Había sobrevivido al pasado y ahora, con un
poco de suerte, sólo esperaba un futuro digno y feliz.

Luke se dio cuenta que Emma estaba tratando de ser fuerte, pero notaba el
cansancio en su voz y aunque le gustaría quedarse un rato más hablando con
ella, sabía que tenía que descansar. Una buena noche de sueño haría
desaparecer los círculos oscuros bajo sus ojos color miel y las líneas de
preocupación de su frente.

— Necesitas descansar. Vamos, te acomodaré en una habitación. ¿Tienes


hambre?

Antes de responder Emma se acordó que al mirar el cuerpo del conductor de


la diligencia pensó que nunca volvería a comer de nuevo. Pero ahora, con el
calor y la seguridad que sentía, su estómago eligió ese preciso momento
para gruñir de hambre.

Por primera vez vio la sonrisa de Luke mientras la miraba.

— Creo que eso responde a la pregunta. Te conseguiré algo de comer en la


cocina.

Emma hizo un movimiento para levantarse.

— Te ayudaré, no quiero ser una carga para ti.

— Quédate aquí y descansa un poco —ordenó irguiéndose en toda su altura.

Emma no podía recordar un momento en que simplemente hubiera aceptado


una orden así. No sabía si era por la forma en que lo ordenó, o por la
comodidad de la mecedora, pero cerró los ojos y obedeció.

Luke cortó un poco de queso y dos rebanadas gruesas de pan y extendió


rápidamente mantequilla recién batida en cada parte. El sándwich era muy
simple pero sería suficiente por ahora. Al terminarlo olía tan bien que acabó

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haciéndose uno para él también, comiéndoselo rápidamente mientras servía


un vaso de leche para Emma.

Aun no había sido capaz de sofocar completamente la punzada de excitación


que sintió al ver su rostro claramente, por primera vez, cuando encendió las
lámparas.

A pesar de no saber qué esperar exactamente, cuando la encontró cerca de


la diligencia no le prestó mucha atención. Simplemente se sintió aliviado al
encontrarla viva y escondida después de ver su maletín y otras prendas
femeninas en el interior. Después de un vistazo rápido y superficial alrededor,
sólo vio el cadáver del conductor y de repente tuvo miedo de descubrir otro
cuerpo desnudo y sin vida no muy lejos. Sintió un extraordinario alivio por
los pequeños ruidos que ella hacía sin querer desde el arbusto donde se
ocultaba.

Juzgó rápidamente que estaba asustada, pero no histérica, así que


probablemente no había sido violada. Incluso ahora, sintió una repentina e
inexplicable rabia por esos hombres que habían tenido su destino en sus
manos durante un tiempo.

Tenían suerte de no haberla tocado, porque si lo hubieran hecho los habría


matado cuando los encontrara.

De todos modos iban a colgarles por el asesinato que habían cometido.

Ahora era asunto del sheriff y sus ayudantes. A él sólo le importaba quedarse
en su rancho y proteger a la única superviviente que había visto los rostros
de los bandidos.

Se sentía aliviado al no tener que ir personalmente a perseguirlos y asegurar


que se hacía justicia, como lo hubiera hecho si la hubiesen herido.

No entendía por qué se sentía así, pero ni siquiera intentó cuestionarse.

Volvió al salón, dejando el vaso y el plato en la repisa de la chimenea antes


de girarse hacia ella. Emma estaba profundamente dormida. Su acompasada
respiración movía sus pechos debajo de la tela de algodón grueso de su
vestido, firmemente abotonado hasta el cuello y cubriendo totalmente sus
brazos hasta las muñecas.

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Sus manos eran tan pequeñas y blancas que no pudo resistirse y pasó
cuidadosamente un dedo por su palma. Hizo una mueca de irritación cuando
notó las pequeñas callosidades. No podía explicar por qué, pero no le gustó
descubrirlo, desearía que sus manos fueran suaves y no ásperas a causa del
trabajo.

Ya había sentido su pequeño cuerpo apretado contra el suyo a través de las


capas de ropa, recordó lo suave que era cuando su pecho presionó su
espalda impidiéndole escapar. La vibración que sintió su virilidad le hizo
recordar nítidamente su dulce cuerpo adaptándose al de él.

Sus ojos se movieron de su torso al rostro, examinándola, cada vez más


fascinado con esa piel de alabastro y el largo cabello que se había soltado del
moño. Su pelo no era muy llamativo, pero era de un marrón cálido lleno de
reflejos de color miel, el mismo color que sus ojos.

Emma era una cosita condenadamente bonita. Aunque a primera vista


pareciese una persona sencilla, todo cambiaba cuando se miraba más de
cerca y se veía el fuego en sus ojos rasgados, sus rasgos tan femeninos, las
mejillas plenas y saludables, que resultaban un gran contraste con muchas
mujeres del Oeste que siempre estaban afligidas y agotadas debido a la
lucha cotidiana en esta indómita parte del país.

Esperaba que Emma nunca perdiera esa inocencia que la envolvía, y que
siempre estuviera sana y tuviese ese brillo en la cara que mostraba ahora.

Y por Dios, mientras estuviese bajo sus cuidados seguiría teniendo ese brillo
saludable y casi inocente, pero ahora necesitaba comer.

Sacudió su brazo suavemente para despertarla.

— Emma.

No recibió respuesta y tuvo que sacudirla un poco más fuerte.

— Emma, dulzura, despierta.

Emma gimió y su virilidad, que ya estaba rígida dentro de sus pantalones,


aumentó más su tamaño al escuchar ese pequeño sonido.

El deseo primitivo que lo consumía le invadió un instante, haciendo que su


voz sonara más aguda de lo previsto.

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— ¡Emma!

Emma abrió los ojos y casi se cayó de la mecedora cuando despertó de


repente y vio que alguien se cernía sobre ella.

El reconocimiento fue lento en llegar y Luke tuvo que presenciar el pánico y


el temor que brilló en sus ojos mientras gemía.

— Shh, soy yo, tranquila, todo está bien. Estás a salvo —La tranquilizó,
mientras trataba de contener la excitación que recorría su cuerpo a traición.

Tenía que alimentarla y conseguir que se fuera a dormir cómodamente en


una cama... sola.

Emma estaba completamente despierta cuando le reconoció, pero su cerebro


confundido todavía intentaba comprender el estado de ánimo que percibía en
él ahora. No era fácil, ya que su nerviosismo crecía cada vez más al advertir
su intensa mirada, pero veía las arrugas de tensión que rodeaban su boca y
sus fuertes piernas apoyadas a ambos lados de la mecedora, como si
estuviera preparado para repeler un ataque por parte de ella, algo que no
tenía mucho sentido.

Mientras que una oleada de aprensión quemaba su interior, tuvo que


esforzarse para tranquilizarse. Después de todo, él era la misma persona
exigente y arrogante de antes, pero seguía estando segura que no le haría
daño. Si era fuera su intención ya lo hubiera hecho hace mucho tiempo.

Le observó mientras trataba de entender los cambios en su comportamiento.

— ¿Pasa algo malo? —preguntó con voz ronca debido a la interrupción del
sueño.

— No. No pasa nada —replicó, volviéndose para coger el plato y colocarlo en


su regazo.

Emma extendió la mano para sujetarlo y sin querer, se sobresaltó al rozar el


muslo de Luke, una reacción ridícula. ¡Por Dios! No estaba desnuda, llevaba
un vestido y dos enaguas, pero aún así, ese simple roce lo sintió como un
rayo de fuego recorriendo su cuerpo.

Lo miró hechizada por la ardiente mirada que vio en sus ojos.

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Luke respiraba con fuerza cuando se levantó, exhibiendo su robusto cuerpo


mientras se alejaba y se sentaba en la otra mecedora.

— Luke, yo...

Luke sintió su voz golpeando su interior y una nueva ola de excitación


atravesó su cuerpo.

¿Tenía que elegir ese momento para llamarlo tan espontáneamente por su
nombre de pila?

— Come —La interrumpió.

Emma se lamió los labios y miró el plato. El pan fresco y el queso amarillo
hicieron que su boca comenzara a salivar. Estaba más hambrienta de lo que
pensaba. No había comido nada desde el desayuno, excepto un refrigerio
apresurado en la diligencia.

Luke la observó mientras cogía uno de los sándwiches y con pequeños y


silenciosos mordiscos lo devoró entero. Cuando terminó, él le entregó el vaso
de leche.

Emma se bebió la mitad antes de apoyar el vaso en la mecedora y


lentamente levantar la vista hacia él.

— Bébetela toda.

— ¿Qué me beba toda la leche? —dijo consternada por el tono de su voz.

— Sí.

— No puedo más.

— Sí puedes.

Alarmada por la orden, el pánico se apoderó de nuevo de ella.

Que la obligaran a comer o beber algo cuando ya estaba llena o cuando no


le gustaba era uno de sus más grandes temores, a pesar de saber que era
una reacción absurda. Pero había tenido que enfrentarse, junto con los
demás niños del orfanato, a dos años siendo aterrorizados por una
encargada controladora que sentía placer forzándoles a comer, aunque ya no
pudieran más.

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Sintió un nudo de miedo en la garganta y como sabía que no sería capaz de


beber ni una gota más, comenzó a temblar hasta que recordó que era una
adulta y nadie podía obligarle a hacer algo que no quisiera.

Al notar el cambio en su expresión y su continuo silencio, Luke le preguntó.

— ¿Por qué me miras así?

Emma ignoró la pregunta y trató de calmarse.

— Me llevaré el vaso a la cama. Ahora estoy muy cansada. ¿Podrías


mostrarme dónde voy a dormir?

— Bébetela ahora y te enseñaré tu habitación.

Luke se sorprendió cuando su petición fue recibida por una negativa de su


cabeza y lágrimas brillando en sus ojos.

¿Lágrimas? ¿Qué demonios había dicho para que estuviera llorando?

Extendió la mano y cogió el vaso cuando vio que acabaría cayéndose encima
de ella, al notar que su mano temblaba incontrolablemente.

Tenía que averiguar por qué estaba tan asustada. ¿Pensaba que él quería
que compartieran la cama?

La idea de que no confiara en él hizo que frunciera el ceño.

En el momento en que dejó el vaso a un lado Luke sintió que ella se calmaba
ligeramente.

— ¿Estás bien?

— Sí.

Cuando Emma volvió a mirarle, el color ya estaba volviendo a sus mejillas y


los temblores habían disminuido considerablemente.

Ahora que ya estaba más tranquila Luke necesitaba algo de paz esta noche y
no la encontraría mientras Emma aun estuviese por allí.

— ¿Estás segura que ya has comido suficiente?

Luke vislumbró lágrimas de nuevo.

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— Por favor, Luke, no me obligues a beber más, estoy tan llena que no podré
hacerlo —Su expresión le afectó más que sus palabras.

— ¿Obligarte a beber? —rugió, echándose hacia atrás de golpe y moviendo


violentamente la mecedora—. ¿De dónde has sacado la idea de que te
obligaría a beber? ¿Y por qué iba a hacerlo?

Emma negó con la cabeza mientras buscaba la mejor manera de


responderle.

— Dijiste que me la bebiera toda —respondió mirando su regazo.

— Pensé que era eso lo que tenía que decir.

Luke miró su cabeza inclinada y pensó una respuesta adecuada para calmar
su temor.

— No era mi intención que pensaras que te estaba obligando. Dios. Sólo


estaba preocupado por ti. Supuse que no habías comido ni bebido nada en
todo el día y no quise que enfermaras.

Emma no podía creer que hubiera entendido tan mal toda la situación. Tenía
que aprender a confiar en este hombre. A pesar de su evidente tono que no
admitía ninguna negativa, podía rechazar sus órdenes y salir indemne de
cualquier situación, ¿verdad?

— Lo siento. No te entendí bien. Sé que aún no nos conocemos, pero tengo


una pequeña fobia cuando alguien me dice cuánto debo comer o beber.

Luke la estudió mientras hablaba. Emma advirtió que la mirada de enfado en


su rostro no iba dirigida a ella.

— ¿El orfanato? —preguntó en tono amenazante.

— Sí —respondió Emma comprendiendo de inmediato lo que le preguntaba.

Luke asintió con la cabeza y extendió la mano para ayudarla a levantarse.


Sujetando su barbilla, la alzó para que le mirara.

— Tienes razón, todavía no nos conocemos muy bien, pero puedo


garantizarte algo en este momento, nunca te obligaré a comer o beber nada
que no quieras, ni tampoco te forzaré a hacer algo que no desees. Sé que
soy un hombre rudo y la mayor parte del tiempo soy bastante grosero, pero

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cuando conozcas a María mañana, te dirá que soy una persona muy sencilla
de tratar.

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Capítulo 3

— ¿Qué él dijo qué...?

María se volvió y abandonó por completo la tarea de lavar los platos del
desayuno para mirar fijamente a Emma.

— Me dijo que era una persona muy sencilla de tratar, ¿es verdad?

Cuando Emma vio la expresión de asombro en el rostro de la mujer echó un


vistazo alrededor de la cocina, descubriendo satisfactoriamente que la luz del
día la hacía más confortable de lo que esperaría en un rancho de Colorado.

En el centro de la cocina había una gran estufa, con un sistema de


eliminación de humos al exterior, la bomba de agua conectaba directamente
con la cocina, algo muy cómodo, y la mesa era lo suficientemente grande
para dar cabida a unas doce personas cómodamente en unas robustas sillas.

Toda la porcelana era azul y blanca y adornaba los armarios con puertas de
cristal. Se fijó en que los cubiertos eran de plata.

Era una habitación preciosa y las cortinas junto con las hierbas que crecían
en recipientes en el alféizar de la ventana, la hacían aún más acogedora.

Cuando Luke la acompañó a su habitación la noche anterior no tuvo tiempo


para mostrarle el resto de la casa, sólo el lavabo y el lugar donde él dormía
por si necesitaba algo, y con un rápido “buenas noches” huyó a su cuarto.

Emma había dormido toda la noche de un tirón, seguramente a causa del


agotamiento. Cuando se despertó vio por primera vez la habitación.

Había dormido en una robusta cama con dosel, con un cómodo colchón de
plumas y un edredón acolchado y muy colorido.
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Los muebles del dormitorio estaban tallados como la cama, hechos de


madera de caoba y adornados con intrincados diseños. También vio un
tocador con espejo y un pequeño y femenino escritorio con una hermosa silla
a juego.

La habitación resultaba bastante confortable, muy diferente a las que había


estado antes de haberse hospedado durante unos días en un hotel de St.
Louis. Encontrar un rancho en medio de Colorado con esos lujos demostraba
que Luke Butler era muy rico.

Queriendo conocer mejor al dueño de la casa comenzó a charlar con María


sobre el tamaño del rancho. El ama de llaves se mostró confusa y le
respondió que se extendía por todas partes, lo que hizo que Emma se
preguntara qué significaba exactamente “por todas partes”.

Antes de salir de su habitación se había lavado con rapidez, emocionada por


ver el rancho dónde probablemente permanecería durante una semana o
algo así. Al no tener su equipaje, tuvo que conformarse con dormir con una
enagua y ponerse el mismo vestido que había usado el día anterior.

Mientras se dirigía indecisa a la cocina no vio a Luke por ninguna parte, pero
su presencia estaba por todas partes, había varios sombreros idénticos al
que llevaba amontonados junto a la puerta y una taza de café descansaba en
la cabecera de la mesa, en la que sin duda había desayunado.

Allí había encontrado a María y con timidez se presentó ofreciéndole su


ayuda para cualquier cosa que necesitase.

María era muy agradable, con un alma pura, sabios ojos de color marrón
oscuro y hoyuelos en sus mejillas que mostraban una constante alegría.

Después de una agradable charla, Emma se sorprendió al descubrir que le


gustaba esa mujer mayor, y parecía que al ama de llaves también le gustaba
ella.

Se arrepentía de haberle hecho esa pregunta sobre Luke, ya que ahora tenía
que contarle que le había preparado un refrigerio la noche anterior y hecho
sentir cómoda diciéndole que era menos rudo de lo que parecía.

Ahora María estaba frente a ella con la boca abierta por la sorpresa y
aparentemente, incapaz de encontrar una respuesta de una única palabra.

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Emma secó la olla y las sartenes que estaban en la mesa, y volvió su silla
hacia María mientras continuaban trabajando juntas y conversando al mismo
tiempo. Pero se quedó paralizada intentando interpretar la expresión de
María y acabó explicando su curiosidad por Luke.

— No me he relacionado con muchos hombres y él parece una persona tal y


como aparenta.

— ¿Y qué aparenta? —preguntó María.

La boca de Emma se curvó en una media sonrisa.

— Es terco —respondió mirando a María—. Malhumorado...

— Sí, así es Luke.

— No creo que sea tan fácil de tratar como me dijo.

La boca de María se torció en una mueca.

— No sé exactamente por qué te diría eso. ¿Luke dócil? Definitivamente no


—miró a Emma un momento y cuando esta no dijo nada, añadió—. Es un
buen hombre, ¿pero suave? No —movió la cabeza como para confirmar esa
declaración.

— Pero no es malo, ¿no?

— ¿Malo? No, rotundamente no, es sólo que actúa de una forma muy ruda,
pero un hombre que se encarga de un rancho de este tamaño y es
responsable de varios vaqueros, tiene que tener mano firme, ¿no estás de
acuerdo?

Emma asintió distraída.

Esa descripción sonaba exacta al hombre que había conocido, aunque aún no
se había hecho una idea muy clara sobre si Luke era, o no, una persona
justa.

Lo que sabía era que cuando Luke se dio cuenta de su angustia con el
episodio del vaso de leche, dejó de presionarla y tranquilizó sus temores.

Tenía que descubrir más cosas sobre ese hombre.

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Emma no se sentía muy feliz con la mentira de su “tobillo torcido”. Era


evidente que Luke se lo había contado a María. El ama de llaves la estaba
tratando como una inválida, cuando lo que realmente quería era salir y
explorar, pero no podía a causa de su supuesta “lesión”.

Por eso ahora estaba sentada obligatoriamente en una cómoda silla, con la
pierna apoyada en una almohada mientras leía un ejemplar del “Almanaque
de los agricultores”, algo especialmente monótono ya que a pesar de no
saber mucho sobre agricultura, tampoco es que tuviera un gran interés en
aprender. Aunque sabía que tenía que conformarse con esta situación, su
mirada se desviaba continuamente a la ventana para disfrutar de la vistas
del huerto. Era una ironía estar leyendo sobre agricultura en lugar de estar
paseando por ahí, que es lo que realmente quería hacer.

Los colores eran sorprendentes. María se mostró muy orgullosa al contarle


que el huerto era su responsabilidad, pero cuando Emma sugirió con
entusiasmo que quería verlo de cerca, ella le prometió que se lo enseñaría
personalmente cuando se “curara” su tobillo.

Se veían flores amarillas rodeando el perímetro, como centinelas de un


castillo, seguidas de una explosión de diferentes colores como el naranja,
verde y rojo. Más allá podía ver tomates, pepinos, pimientos y calabazas.

Cuando estuvo en el orfanato siempre le había gustado trabajar en el jardín.


Era uno de sus recuerdos favoritos.

Como nunca tuvo familia, ni una madre que la amara, el jardín fue su refugio
año tras año y una fuente de alimentación con la que siempre podía contar.

Veinte minutos más tarde, mientras Emma seguía sentada y soñando con el
huerto, María le informó que iba a marcharse durante una hora para llevar el
almuerzo a su marido, explicándole que lo hacía cada día y después
regresaba para preparar la comida a Luke.

Así que cuando la puerta se cerró detrás de María, Emma no perdió el


tiempo, se levantó rápidamente y salió por la puerta de atrás directamente al
huerto. Comprobando que no había nadie a su alrededor, Emma paseó por
los senderos entre las verduras.

Distinguió rábanos, nabos, patatas y zanahorias. Cogiendo un tomate Cherry


se lo llevó a la boca.

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El sabor del tomate junto al calor del sol la golpeó tan intensamente que
abrumada cerró los ojos, disfrutando de estar en un verdadero huerto por
primera vez en su vida.

Emma se arrodilló y comenzó a quitar algunas malas hierbas, verificando que


no necesitaba agua. Sólo después de terminar se levantó lentamente.

Las verduras estaban listas para cosechar, algo que habría que hacer
rápidamente o empezarían a descomponerse.

Con todo el trabajo que María tenía que hacer, seguro que necesitaría ayuda
para esa tarea.

Emma estaba decidida a ofrecerse si se quedaba algunos días. Le encantaría


pasar algún tiempo recogiendo las verduras y preparándolas para consumir.

No pudo evitarlo y recolectó cinco calabazas amarillas, sujetándolas cerca de


su pecho mientras desandaba con cuidado el camino de vuelta a la casa.

Al volverse demasiado rápido tropezó con una piedra que sobresalía y tuvo
que sofocar un grito mientras un inmenso dolor atravesaba su pierna
derecha, cayendo al suelo junto con las calabazas. Apretando los dientes
ante el dolor punzante de su pie, se reprendió en silencio por no haber sido
más cuidadosa.

Sentándose en el suelo húmedo se frotó el pie para aliviar el dolor. Se miró


increpándose por su descuido, ahora su único vestido estaba cubierto de
barro.

Lentamente, se levantó recogiendo las calabazas, no iba a dejar que se


echaran a perder. Con más cuidado volvió a casa, su pie derecho todavía
estaba dolorido. Notó con ironía que ahora sí que se lo había herido
realmente y eso entorpecía aun más su pierna defectuosa.

Acababa de salir del huerto cuando vio que Luke avanzaba rápidamente en
su dirección hasta que estuvo frente a ella sin decir nada.

Emma sujetó fuertemente las verduras, sintiéndose como una niña


sorprendida en una travesura. Luke se elevaba en toda su altura. Su
nerviosismo aumentó y se mordió el labio inferior mientras le observaba.

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Luke miró fijamente su boca durante mucho rato, el pulso de Emma se


aceleró y pasó la lengua por sus labios, repentinamente secos, hasta que la
volvió a mirar a los ojos.

— ¿Qué estás haciendo aquí? —El tono de Luke era engañosamente suave.

— ¿Recogiendo algunas verduras?

— ¿Me estás preguntando o respondiendo? No pareces estar muy segura de


la respuesta —dijo en un tono más alto.

— Sí. Estaba recogiendo algunas verduras.

— ¿Y quién te ha dicho que lo hicieras? —Un oscuro ceño cubría su rostro.

— Nadie —murmuró.

— ¿No te dije que tenías que descansar tu tobillo?

— Eh, creo que sí.

— ¿Y lo estás haciendo ahora? —Luke se burló de ella.

— No.

Se hizo el silencio entre ellos.

Emma movió los pies para aliviar un poco su dolor, pero cuando Luke lo notó
maldijo en voz baja.

Con un movimiento suave la cogió en brazos y la llevó a la cocina,


sentándola en una silla junto a la mesa.

Emma se echó hacia atrás hasta chocar con el respaldo.

Luke agarró las verduras y las dejó en la mesa, era necesario que ella
entendiera de una vez lo que era la vida en su rancho. Agachándose, apoyó
las manos en la silla y la encaró.

— No sabes muy bien cómo comportarte, ¿verdad?

— ¿Cómo?

— Tienes que hacer lo que te ordene.

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— ¿Quieres que te obedezca?

— ¡Sí, por supuesto! Yo ordeno algo y tú obedeces.

— No soy una niña.

Luke bajó su implacable mirada y la posó en sus labios, descansando allí


unos instantes, antes de fijarla en sus pechos.

— No. Es evidente que no eres una niña.

Emma sintió un hormigueo en sus pechos ante la cálida mirada que


lentamente se deslizó por su cuerpo, provocando una vergonzosa humedad
entre sus muslos. Respirando profundamente, descubrió que él la miraba con
deseo y que su cuerpo respondía a sus intenciones.

Ningún hombre la había mirado así, o por lo menos no podía recordarlo.

Las contadas veces que fue capaz de captar la atención de un hombre duró
muy poco tiempo, pues tan pronto como se daban cuenta de su cojera la
miraban con pena, arrepintiéndose por haberla tratado como a una mujer
normal.

Pero Luke la miraba de tal manera que la hacía sentirse como una mujer
completa, algo que no había experimentado jamás.

Aunque no duraría mucho, eso nunca sería posible, pero por ahora Luke no la
miraba como si fuera imperfecta y no lo suficientemente buena para un
hombre. Era una sensación embriagadora, su intuición femenina, que
acababa de descubrir, le estaba diciendo que mientras él pensara que su
lesión era temporal seguiría mirándola así.

Era una idea muy tentadora mantener esa mentira por un tiempo, aun
sabiendo que estaba mal, pero en ese momento había un diablillo rojo en su
cabeza susurrándole que nunca tendría una oportunidad como esta otra vez,
la posibilidad de que un hombre la viera como una mujer y no como una
inválida.

Su estómago se llenó de mariposas mientras pensaba en todas las


posibilidades. No sabía cuánto tiempo se quedaría en su rancho, pero era
muy tentador probar algo que todas las mujeres esperaban que ocurriera
algún día.

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El beso de un hombre.

Ya tenía veintidós años y nunca había estado tan cerca de un hombre, su


corazón latía acelerado con sólo mirar a Luke.

La luz del día que entraba por las ventanas sólo confirmaba lo que pensó
ayer por la noche. Era increíblemente apuesto.

Si lo miraba como una experiencia y no con otra intención, puede que su


conciencia no fuera tan crítica.

No iba a echarse atrás en cuanto al beso, posó los ojos en sus labios
pensando cómo sabrían. Se veían tan fuertes y masculinos, su mandíbula
estaba esculpida en mármol, sin embargo, parecían increíblemente suaves.

Era tan ridículo que acabó reprendiéndose mentalmente.

¿Cómo podrían ser suaves?

Sus ojos recorrieron sus anchos hombros y su esculpido pecho. No, no había
nada suave en él.

Emma se sobresaltó cuando una mano áspera le levantó la barbilla y la miró


con deseo.

— Ya sé que no eres un niña... y eso es sólo la mitad del problema.

Emma intentó controlar su agitada respiración.

— ¿Por qué es un problema?

Luke no contestó y volvió a su tema original.

— Tienes que hacer lo que te diga Emma. Estás en un rancho del Oeste y no
en una sala de estar del Este, no estás acostumbrada a esto y no tienes ni
idea de lo que te podría suceder —frotó tentadoramente su mejilla con el
pulgar—. Y además estás herida, tendrás que permanecer en el interior de la
casa y dar tiempo para que sanes bien.

Emma estaba paralizada por la caricia de su mano, pero al mismo tiempo


sabía que este era el momento adecuado para decirle la verdad. Su
conciencia le gritaba; ¡Díselo ahora!

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Si se lo confesaba podría ocuparse del huerto, salir al sol, y quizás se


acercaría hasta el establo y vería los animales que había en el rancho.

Pero el pequeño diablo de su cabeza estaba encantado con esa caricia y sólo
pudo mover la cabeza para afirmar. Si seguía mirándola de esa manera,
podría tocarla de nuevo y quién sabe... incluso besarla.

Y deseaba desesperadamente ser besada antes de morir.

— Me gusta el huerto y lo poco que he visto de tu rancho me parece muy


hermoso.

Su sinceridad tocó profundamente a Luke, haciendo que entrecerrara los ojos


de placer y ahuecara su mejilla con la mano.

— Me alegra que te guste, pero eso no cambia las cosas. No puedes estar de
pie hasta por lo menos una semana.

— Pero dentro de una semana me habré ido.

Luke se tensó.

— Tal vez no.

Emma no quería seguir con esta dolorosa discusión y movió la cabeza


mostrándose de acuerdo.

— Intentaré permanecer de pie el menor tiempo posible.

— Vas a hacer mucho más que intentarlo, Emma.

Ella se mordió el labio al oír su tono, preguntándose si esto sería como la


noche anterior, un simple comentario o una orden. ¿Esperaba que hiciera
todo lo que le ordenara?

No podía llegar a una conclusión y él parecía muy serio. Su voz sonaba muy
autoritaria.

— Sí, señor.

Luke gruñó.

— Te dije que no me llamaras así.

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Sus manos se movieron rápidamente agarrando sus hombros. Emma vio


como se ensombrecía su rostro mientras hacía todo lo posible para no
desmayarse.

El rostro de Luke parecía de granito, su figura vestida enteramente de negro


era enorme, estaba muy cerca, como si quisiera ocupar el mismo espacio.

La agarraba tan fuerte que parecía como si ella fuera de su posesión, como si
tuviera todo el derecho a tocarla de esa manera, sus músculos tensos eran la
viva imagen de su propia fuerza. Tenía la cabeza inclinada y de repente, su
proximidad terminó haciendo que todos los nervios de Emma se dispararan.

Ella se apartó y dijo lo primero que se le ocurrió para desviar su atención,


porque pensar en ser besada y que eso sucediera, eran cosas
completamente diferentes.

— ¿Crees que el sheriff irá tras los hombres que robaron la diligencia?

Luke se congeló con la pregunta y después de un momento apretó la


mandíbula y se alejó.

— Ha salido de madrugada con sus hombres. Estoy totalmente seguro que


los capturará.

— ¿Cuánto...? ¿Cuánto sabe él de mí? Quiero decir... ¿Sabe que estaba en la


diligencia y ahora estoy aquí?

— Si, ya lo sabe.

— ¿Cómo?

— Envié a uno de mis hombres a la ciudad con un mensaje. Sabe que estás
aquí conmigo, ilesa, es decir, excepto por la torcedura —Se calló un instante
pero enseguida continuó con voz fría—. Sabe que estás bajo mi protección.

Emma sintió que su pulso aumentaba. El calor ruborizó su rostro y sus


palabras enviaron un temblor de miedo y excitación que recorrió su espalda.

Bajo su protección.

Parecía un comentario muy inocente, pero no creía que su significado fuera


tan inofensivo. Notaba algo en su tono que nunca había escuchado a nadie.

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— ¿Cuánto tiempo tendré que quedarme aquí?

— No lo sé con certeza, pero Cody regresará esta noche y me informará de


lo que está ocurriendo en la ciudad.

— ¿Y mi equipaje? No tengo otra ropa y mi vestido está sucio. Me lo manché


cuando estuve en el huerto.

— Eso no habría pasado si te hubieras quedado en casa.

— Tienes razón —asintió suavemente.

— Le pediré a María que encuentre algo para que puedas ponerte mientras
lava tu vestido.

— No quiero causar ningún problema y puedo lavar mi propia ropa.

— Creo que deberías haber pensado en eso antes de salir correteando por
todo el campo —dijo con sarcasmo.

— ¿Por todo el campo? ¡Si sólo he salido al patio trasero! —replicó


ligeramente irritada.

La mirada que le dirigió Luke indicó que no estaba satisfecho con su


protesta.

— Pero no te hubieras caído sobre tu bonito trasero y regresado a la cocina


toda sucia si me hubieras hecho caso, ¿verdad?

— ¿Qué más quieres que te diga? Ya me he disculpado antes, te dije que lo


sentía y que intentaré tener más cuidado —dijo temblorosa.

— No quiero que lo intentes Emma, quiero que lo hagas. Y será mejor que
me hagas caso porque esta es todavía una tierra muy salvaje. ¿Has pensado
que podrías haberte encontrado una serpiente en el camino? ¿O un indio?

— ¿Un indio? —Su voz tembló aún más.

Luke estaba mintiendo, por supuesto, una amenaza de los indios en su


rancho era casi imposible, pero intentaba asustarla, hacer que sintiera un
poco de miedo hasta que se curara. Por eso tenía que evitar que se paseara
por el exterior de la casa.

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— Podría suceder —respondió él tan casualmente como pudo.

Luke y Emma escucharon el ruido de una cesta siendo colocada de golpe en


la encimera. Se giraron a la vez para ver a María, que con las manos en las
caderas y el ceño fruncido miraba a Luke como si fuera un intruso.

— ¿Pero qué montón de tonterías le estás contando? —dijo irritada.

Luke hizo un gesto a María y Emma se dio cuenta que el ama de llaves no
diría nada más delante de ella. La mirada de Luke era suficiente para
silenciar a la mujer.

Poniéndose el sombrero miró a su ama de llaves.

— Emma estaba en el huerto y se cayó. Necesita algo que pueda ponerse


mientras lavas su ropa —Y sin esperar una respuesta, salió por la puerta
dando un portazo sin haber almorzado.

María miró a Emma.

— ¿Por qué estaba tan enfadado?

Emma se aclaró la garganta y murmuró.

— Porque no obedecí sus órdenes de permanecer en el interior de la casa.

— Ah —contestó el ama de llaves poniendo los ojos en blanco.

— ¿Te ayudo con el almuerzo? —Emma cambió de tema rápidamente.

María sonrió y respondió con una carcajada cuando vio lo que estaba encima
de la mesa.

— Creo que tendré que usar calabazas en el próximo menú, ¿no crees?

  
Una hora más tarde, Emma estaba repleta de la sopa cremosa de tomate
que había comido en el almuerzo. También se había bañado y ahora llevaba
uno de los vestidos de María que aunque la cubría decentemente, una de las
mangas se empeñaba en deslizarse de su hombro todo el rato, mientras
cortaba calabazas para la cena sentada junto a la mesa.

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Escuchó como María hablaba alegremente.

— Y nuestra hija tiene ahora tres hijos y vive en otra ciudad.

— ¿Dónde?

— En Denver con su marido y sus suegros.

— Tiene que alegrarte mucho que vivan en el mismo Estado y no más lejos.

— Sí, tienes razón, pero tengo que confesar que siento un poco de envidia de
la otra abuela. Ella tiene la oportunidad de ver a los bebés todos los días,
mientras que yo sólo puedo verlos una vez al año más o menos.

— Debe ser maravilloso tener una familia tan grande y feliz. Se te ve muy
orgullosa de eso —Emma metió la calabaza en una cazuela con cebolla,
manteca y harina, mientras soñaba con una gran familia.

— Sí, me siento muy orgullosa y agradezco esa bendición todos los días.

— Yo nunca he tenido familia —Emma no tenía la intención de compartir su


melancolía, pero con toda esa charla sobre la familia se le había escapado.

— ¿No? ¿No tienes ningún pariente? —María la miró sorprendida.

— No. Me crié en un orfanato de St. Louis y nunca supe quiénes eran mis
padres.

— Eso es muy triste Emma —La mujer dejó lo que estaba haciendo y la
observó con una expresión indescifrable en el rostro.

— Ya es pasado y no fue tan malo en realidad. Me crié con una chica


maravillosa, Evelyn Turner. Todavía seguimos siendo amigas —respondió
intentando sonar alegre y levantando la vista con una sonrisa para
tranquilizar a la mujer.

María se inclinó sobre el asado con una cuchara grande.

— ¿Qué hiciste cuando abandonaste el orfanato?

— Estuve hasta los dieciocho años, y después me consiguieron un trabajo


como acompañante de una viuda en la ciudad. Le leía, la acompañaba a la
iglesia los domingos, ayudaba con las tareas domésticas y administraba su

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casa, ese tipo de cosas. Falleció recientemente —susurró Emma mientras


pensaba en la anciana que se había convertido en una buena amiga para
ella.

— Bueno, ¿y cuándo vas a encontrar tiempo para casarte?

La pregunta dejó pálida a Emma y bajó la mirada. María debió pensar que
había tocado un tema delicado porque continuó.

— ¿Es algo de lo que no quieres hablar?

Emma asintió con la cabeza.

— Y ahora te diriges a una aventura en el Oeste. Es una pena lo que te pasó


ayer.

— Sí.

Emma se levantó para poner la cacerola en la estufa. Sus pasos eran más
torpes de lo habitual, ahora sí que estaba segura que realmente se había
lastimado el pie.

— Vas a hacerte más daño si sigues apoyando el peso en ese pie y Luke me
arrancará la cabeza si te ve.

Emma volvió a sentarse en la silla tratando de leer el mismo libro de antes.

Debió quedarse dormida, porque la despertó un ruido fuerte y al mirar hacia


arriba vio a Luke observándola en silencio, a un par de metros de distancia.

Lo miró con cautela mientras levantaba la mano para apartarse el cabello


que había caído sobre su cara.

Luke siguió el gesto y de repente Emma miró hacia abajo descubriendo que
el escote de su vestido se había resbalado de su hombro. Tiró de él
completamente ruborizada.

Luke se tensó cuando la sangre bajó hasta su miembro y se transformó en


una erección completa. Susurró una maldición al endurecerse contra su
voluntad por la vista de un hombro suave y blanco y la curva superior de un
pecho, que probablemente estaría cubierto por una enagua o incluso dos.
Pero eso no parecía importarle a su rebelde cuerpo.

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Apretando los dientes se obligó a recuperar el control.

— La cena ya está lista, te ayudaré a llegar a la mesa.

— No, gracias, puedo...

— ¿Tienes que contradecir cada maldita cosa que diga?

Emma abrió mucho los ojos al ver que su temperamento se disparaba como
un tiro sin ningún motivo aparente.

— No he querido molestarte.

Luke se acercó y le tendió la mano.

— Vamos entonces.

Emma agarró su mano.

— Gracias, pero puedo...

Se interrumpió de golpe cuando cogiéndola en brazos, Luke la llevó hasta la


cocina y enseguida estuvo sentada en una silla.

En la mesa estaba el asado y la cacerola de calabaza, pero no se veía a María


por ninguna parte.

Emma se quedó en silencio por temor a que la volviera a acusar de discutir


por todo, mientras Luke le servía una gran porción en su plato. Pero era
demasiado y a ella siempre le habían enseñado a no desperdiciar la comida.

— Luke... —dijo con suavidad, mirándolo a los ojos.

— ¿Demasiado?

— Sí.

Le quitó la mitad antes de servirse en su propio plato y sentarse a su lado.

Emma esperó hasta que él cogió el tenedor y comenzó a comer. El asado de


María era delicioso.

Luke la observó mientras comía. La figura de su ama de llaves era más


robusta que la de Emma, por eso el vestido le venía muy grande y hacía que

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estuviera comiendo con una mano mientras con la otra se lo sujetaba en el


cuello.

— Ese vestido es demasiado grande para ti. Tu ropa estará aquí por la
mañana.

— Gracias.

Luke la miró fijamente, notando el momento exacto en el que se ruborizó y


bajó la vista avergonzada por su penetrante y ardiente mirada.

— ¿Cuánto hace que murió tu marido? —preguntó secamente.

Emma le miró a través de las pestañas y vio que la observaba con


intensidad. No le gustaba decir mentiras, pero estaba tan inmersa en esa
que ya no sabía cómo salir.

— Hace un tiempo.

— ¿No te gusta hablar de eso? —Sus ojos eran duros, oscuros e insondables.

— No es eso, sólo...

— ¿Cómo era? —Nubes de tormenta se reunieron en su rostro.

— ¿Qué quieres decir?

— ¿Fue duro contigo? ¿Obtenía su placer y a ti te dejaba deseándolo?

— ¿Deseando qué? —preguntó en un susurro.

— ¿No sabes lo que quiero decir? —La miró con incredulidad—. ¿No sabes lo
que eso significa?

— ¿Cómo puedes hacer esas preguntas? Ni siquiera nos conocemos.

Emma no se sentía cómoda con esa conversación, aunque realmente no lo


había estado desde que lo conoció. Pero esto sólo empeoraba la situación.

— No estamos cenando en un lujoso hotel del Este, dulzura. Tú y yo estamos


solos en mi casa, en medio de mi territorio —pronunció con firmeza la
palabra “solos”.

— ¿Tu territorio? —repitió confusa.

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— ¿Ves otro jefe por aquí?

— No.

— Tal vez aun no te has dado cuenta, pero yo soy el que dicta las normas
aquí. Soy el único responsable de la gente que trabaja para mí y mi palabra
es la ley dentro de mis dominios.

— Pero yo no trabajo para ti.

— No, ya lo sé. Pero por el momento eres una invitada en mi rancho y


mientras estés aquí tendrás que aceptar mis normas.

La suave amenaza no pasó desapercibida para Emma.

— No pretendo ser desagradable de ninguna manera.

— Por eso quiero que entiendas que sólo estamos charlando para conocernos
un poco más, a pesar de no tener la misma formalidad aquí a la que estás
acostumbrada. Siento curiosidad por ti, eso es todo. Me pareces muy
inocente y creo que ya lo he mencionado antes, pero tu inocencia no se
ajusta mucho a una mujer casada. En este momento no pareces saber lo que
sientes o lo que piensas con respecto a este asunto.

— No deberíamos estar hablando de esto —Emma intentó hablar con el tono


más agradable que pudo conseguir.

— Ya te he dicho que estamos solos, en mi casa y en mi mesa, y ten la


certeza que hablaremos de lo que crea conveniente.

Emma se quedó en silencio mientras lo miraba fijamente, pero acabó


fracasando y perdiendo por completo el apetito. Bajando la cabeza, miró las
manos cruzadas en su regazo.

El ruido de una silla arrastrándose rompió el silencio. Emma no alzó la vista


cuando Luke apareció al lado de su silla.

— ¿Has terminado?

Ella asintió con la cabeza.

— ¿Sabes lo que viene después?

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Sus palabras sonaron amenazadoras y Emma pálida, levantó la vista.

Luke sacudió la cabeza al ver la expresión de su rostro.

— Te llevaré a tu habitación.

— Puedo andar, no tienes que llevarme —La voz le salió temblorosa debido a
la confusión.

— No tengo que hacer nada, pero es lo que quiero hacer —dijo con tono
seductor y una expresión decidida ayudándola a levantarse.

Emma estaba demasiado cerca de ese gran cuerpo masculino. Sus botas
añadían un par de centímetros más a su ya enorme altura y sus ojos
quedaban al nivel del pecho de Luke

Él deslizó lentamente un dedo por su hombro y la parte superior de su


pecho, acomodándole el vestido para cubrirlo.

Emma jadeó ante la sensación, estaba rendida a él, completamente


indefensa, apenas era capaz de sostenerse sobre sus propios pies.

Jadeó frenéticamente cuando el dedo se movió a su barbilla y la levantó para


que viera el fuego que ardía en sus ojos.

— Eres preciosa —susurró con voz ronca.

Emma se derritió de placer, era la primera vez que recibía un cumplido por su
apariencia y ese susurro hizo que varios escalofríos recorrieran su columna.
No conseguía encontrar su propia voz para agradecérselo.

— ¿Tu marido te dijo lo hermosa que eres? ¿Te lo decía mientras estabas
desnuda en sus brazos?

Esas palabras la impactaron cuando las comprendió. Tuvo que apoyar una
mano en el esculpido estomago de Luke para mantener el equilibrio,
cubriendo sus fuertes músculos con la mano mientras, inconscientemente,
extendía los dedos y exploraba lo que podía alcanzar.

Un calor intenso se propagó por su cuerpo y volvió a sentir un extraño


hormigueo entre sus muslos, agradable y un poco incómodo al mismo
tiempo.

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Los ojos de Luke eran de un marrón chocolate cuando se miraban de cerca y


Emma tuvo que desviar la mirada cuando las sensaciones se apoderaron de
ella.

Luke soltó su barbilla y volvió a su hombro donde, lentamente, bajó el


vestido hasta que disfrutó de la vista de su pálida piel. La tela cayó por
debajo de su pecho mientras él deslizaba el dedo suavemente siguiendo el
movimiento del tejido.

Emma suspiró cuando sintió que su pezón se endurecía contra la blanca y


delgada tela de su camisola, al mismo tiempo que se quedaba fascinada y
jadeaba al mirar su hombro y su pecho casi desnudo.

— Si te tuviera desnuda entre mis brazos, si me pertenecieses, te diría todo


el tiempo lo hermosa que eres, lo dulce que es el aroma de tu cuerpo, lo
suave que es tu piel y cuánto te deseo.

Emma se sentía cautivada, hechizada por su aroma. Unas lágrimas


resbalaron de sus ojos al oír esas seductoras palabras.

Luke le limpió las lágrimas con un dedo.

— ¿Por qué las lágrimas?

Emma negó con la cabeza lentamente, no podía formar una respuesta


coherente.

Nadie le había dicho cosas tan dulces, ni siquiera la habían abrazado así, era
una sensación increíble y muy peligrosa.

Luke sintió el efecto que ella le provocaba como un buen vino con el
estómago vacío. Emma era pequeña, delicada y muy hermosa, tenía una piel
de porcelana. Pertenecía a cualquier lugar civilizado y no a un rancho en
medio de Colorado. Tenía que estar en una ciudad donde la gente pudiera
cuidar de ella.

Pero la sola idea le angustiaba, no estaba seguro de si algún día la dejaría


marchar. El problema era que internamente sabía que ya era demasiado
tarde para los dos.

Controlando su deseo se inclinó y suavemente la levantó en brazos,


llevándola a la habitación que había utilizado la pasada noche. Entró en el

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cuarto y la dejó con cuidado en la cama, retrocediendo mientras cubría su


erección. Observó a Emma en la cama, removiéndose rápidamente en una
maraña de brazos y piernas para cubrir su hombro. De repente, estar en el
mismo dormitorio que ella le pareció más peligroso que la noche anterior.

Emma le miraba como un ratón alrededor de un gato que estuviera


merodeando.

Luke le dirigió una mirada penetrante y se alejó hacia la puerta, pero se


detuvo un momento cuando llegó al umbral.

— Eso no ayudará y lo sabes, es inútil tratar de cubrirte, ya te he visto,


Emma —Sus ojos la taladraban—. Te deseo.

Y dándose la vuelta cerró la puerta con un golpe seco dejándola sola.

Emma soltó el aire que retenía en sus pulmones con un gran suspiro y se
desplomó de espaldas en la cama mientras se tapaba el rostro con las
manos.

¿Dónde se había metido? ¿Y qué iba a hacer ahora?

Oh, Dios mío, oh Dios mío, oh Dios mío.

Luke era todo lo que podía esperar en un hombre. Alto, moreno, con el
rostro de un ángel caído y el cuerpo de un pecador.

Y le decía con tanta audacia que la deseaba.

¿Qué es lo que iba a hacer ahora?

Oh, Dios mío, oh Dios mío, oh Dios mío.

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Capítulo 4

Al día siguiente Luke desmontó cerca del corral y entregó las riendas del
caballo semisalvaje a Jesse. Después, mientras escuchaba el sonido de sus
espuelas contra la tierra, se encaminó hacia la casa.

Hacía media hora que había visto al sheriff en el extremo norte de su


propiedad dirigiéndose hacia su casa, pero como estaba en el lado sur le
había costado más llegar. Aunque eso no impidió que varios gruñidos de
impaciencia y frustración salieran de su boca por la demora mientras recorría
el camino.

Había pocas razones para que Reed Elgin viniera a su rancho. En realidad
sólo había un motivo...

El hombre sentía curiosidad por Emma.

Apretó los dientes ante esa conclusión.

Sabía por la conversación que había tenido con Cody que su mensaje fue
transmitido al representante de la ley, mencionándole que sólo había una
única superviviente de esa masacre, una mujer, y que estaba a salvo en su
rancho.

El sheriff debía ser el último hombre en el mundo que tenía tiempo de sobra
para preocuparse por el bienestar de una mujer solitaria, sobre todo cuando
tenía tanto trabajo que necesitaba hacer con urgencia.

Luke se quitó los guantes de cuero y los metió en el bolsillo trasero de sus
vaqueros, apresurando aún más el paso.

Con el ceño fruncido por la irritación descubrió que la rabia que hervía dentro
de él no tenía ninguna razón justificada. Pero eso no impidió que cuando
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llegó a su casa abriera la puerta bruscamente y entrara con cara de poco


amigos.

Emma levantó la vista de donde estaba sentada en la cocina cuando escuchó


el portazo reverberando como un tiro.

Estaba muy confusa. El sheriff Elgin había llegado hace media hora y desde
entonces no había hecho otra cosa que intentar que regresara con él a la
ciudad.

Cuando salió de su habitación por la mañana se sintió aliviada al ver que


Luke ya no estaba. María estaba en la cocina y le informó que su equipaje
había llegado la noche anterior.

Emma no estaba segura si debía desempaquetar sus cosas, pero María la


ayudó a llevar el equipaje a su habitación convenciéndola para que lo
deshiciera y ayudándole a quitar las arrugas de la ropa. Habían pasado una
mañana muy agradable trabajando juntas.

Ahora se sentaba tan tiesa como una tabla mientras el sheriff estaba en
cuclillas delante de ella, sosteniendo su mano en un íntimo apretón y
tratando de hacerla cambiar de opinión. María se cernía sobre ellos
revoloteando como una gallina tratando de proteger a su polluelo.

Dirigió la mirada a Luke cuando cerró la puerta y se detuvo un momento


observando la escena. Emma amplió los ojos y su respiración falló cuando vio
que él parecía crecer en estatura, sus hombros se tensaban, cerraba las
manos en puños y una expresión negra y amenazante se extendía por su
rostro.

Un fuerte zumbido comenzó en sus oídos mientras continuaba mirándolo


todavía inmovilizada por el asombro. Un extraño sentimiento de culpa se
apoderó de ella e intentó, sin éxito, soltar la mano del sheriff.

Sintió un momento de indefensión, como si fuera un hueso tirado entre dos


perros.

Luke se acercó mostrando una engañosa calma hasta que se detuvo en


medio de la cocina y en voz baja, pero mortal, sólo le dijo una palabra al
sheriff.

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— Suéltala.

— Luke... —El sheriff no la soltó.

— Suéltala —repitió con un siseo amenazador que prometía represalias si no


obedecía de inmediato.

Reed dejó caer la mano de Emma y levantándose se enfrentó a Luke


preguntándole con voz ronca.

— ¿Así mejor?

— Sí —contestó Luke con una tajante y simple sílaba antes de volverse hacia
Emma—. ¿Estás bien?

— Si —Su corazón se aceleró ante su directa mirada.

Luke la recorrió con la vista haciendo que se ruborizara. Exhibió una


expresión de satisfacción al ver el vestido y las suaves zapatillas que Emma
llevaba.

Su inmovilidad y su actitud indiferente eran alarmantemente engañosas. La


intensa mirada que le dirigía la ponía nerviosa, como si Luke estuviera
mirando algo de su propiedad... Algo que era sólo de él.

De pronto, María se aclaró la garganta interrumpiendo ese momento. El


redondeado y envejecido rostro del ama de llaves evidenciaba su tensión al
mirar de Luke al sheriff.

— Me voy a casa. Volveré enseguida —dijo cogiendo una cesta. Y mirando a


Emma una vez más, se marchó tranquilamente de la cocina alejándose de
los dos hombres que todavía se enfrentaban.

Emma se estremeció y deseó poder irse tan fácilmente como María. La


tensión en la cocina enrarecía el aire. Luke volvió a mirar al sheriff.

— ¿Has encontrado a esos hombres? —Su voz resonó en la cocina.

— No, todavía no.

El rostro de Luke era una máscara que ocultaba muy bien sus emociones.
Con los labios apretados cuestionó a Reed con un filo de acusación en su voz.

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— Y entonces, ¿por qué estás aquí? Creo que aprovecharías más tú tiempo
buscando en otro lugar que no fuera en mi cocina.

— Tenía que hacer a Emma algunas preguntas. Comprobar si podía


acordarse de algo más mientras todo estuviera reciente —Reed apretó los
dientes como si no estuviera acostumbrado a ser interrogado.

Luke se tensó aún más.

— ¿Ya ha respondido a tus preguntas?

— Sí.

— Entonces, supongo que ahora volverás a la ciudad.

— Creo que ella debería venir conmigo, Luke —dijo el sheriff aun sabiendo
que iba a recibir un rechazo a su propuesta.

— No —La respuesta de Luke fue firme. La autoridad sonaba irrefutable.

— No puedes simplemente retenerla aquí.

— Claro que puedo hacerlo.

— Eso no está bien.

— Es mi tierra, mi rancho y mi decisión —replicó muy serio.

— Es ella quien debe decidir eso, Luke.

Luke no respondió pero sus ojos se posaron en la pálida cara de Emma,


suavizando sus facciones mientras la devoraba con la mirada. Enseguida
volvió a ponerse rígido cuando el sheriff comenzó a hablar de nuevo.

— No estás pensando con sensatez. Emma tiene que ir a la ciudad para que
la vea un médico. Además de la conmoción que sufrió todavía tiene un tobillo
que necesita atención.

Emma contuvo la respiración mientras los dos hombres discutían cómo si ella
no estuviera allí. Ya había escuchado todos los argumentos del sheriff antes,
no hizo otra cosa desde que llegó más que intentar convencerla de que
regresara a la ciudad con él, pero había admitido que no sabía cuándo podría
llegar a su destino. El telegrama que había recibido de la oficina de Denver le

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informó que hasta que los ladrones no fueran detenidos la diligencia no


regresaría al sur por algún tiempo, haría otra ruta más larga y segura para
llegar a Denver.

El sheriff le había ofrecido una escolta armada hasta la siguiente ciudad de


esa nueva ruta, pero reconoció que no podría arreglarlo todo hasta dentro de
unas semanas.

Estaría atrapada allí por un tiempo y sólo tenía que decidir si quería quedarse
en la ciudad o en este hermoso rancho. También tenía que tener en cuenta
que no conocía a nadie en la ciudad, excepto al sheriff, y que no tenía dinero
suficiente para una estancia prolongada en un hotel, además, se sentía
cómoda en el rancho con María.

Pero en el fondo de su conciencia sabía la razón por la que quería quedarse


aquí. Esa razón era imponente, grande y amenazante y en ese momento
estaba a pocos metros de distancia.

— Emma se queda.

Reed maldijo entre dientes.

— Luke, se razonable, no te pertenece. Piensa con la cabeza.

Luke aspiró aire con los dientes apretados y perforó al otro hombre con una
mirada que dejó a Emma completamente paralizada. Se podía sentir la
tensión de sus músculos de acero cuando levantó la barbilla antes de
contestar.

— Nunca dije que me pertenecía, pero estoy seguro que no necesita ir


contigo. Su tobillo se curará solo y no necesita un maldito doctor. Te aseguro
que puedo protegerla mejor aquí que tú en la ciudad.

— Esa no es una decisión que debas tomar tú, después de todo, Emma es
una mujer adulta y puede pensar por sí misma.

Los ojos de Luke eran heladores al girarse y mirarla.

— Dile que quieres quedarte, Emma —pidió con un tono seguro y lento, sin
ni siquiera dudar que ella estaría de acuerdo con él.

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Emma no quería discutir. Aunque la incomodara lo que él la hacía sentir no


era un sentimiento desagradable, sólo diferente a lo que jamás había
experimentado y tenía la intención de explorarlo más a fondo. Además, si se
marchaba a la ciudad no volvería a verlo y no estaba dispuesta a dejar que
eso sucediera todavía.

Y añadida a todas esas sensaciones que asaltaban su cuerpo y su mente,


existía también la ansiedad de ir a un lugar desconocido, con gente
desconocida y además, no tener una fuente de ingresos suficientes para
permanecer allí.

Es cierto que la idea de ir a Denver era aún más alarmante, pero era algo a
lo que había tenido tiempo de acostumbrarse.

Aunque la ciudad de Burnet fuera una buena opción, reconocía que quedarse
más tiempo en el rancho era lo que quería hacer.

— Quiero quedarme contigo —Sus ojos estaban clavados en Luke—. Ya se lo


había dicho al sheriff.

Sus miradas se entrelazaron mientras él hacía un breve gesto de aprobación,


en ese momento un rayo de calor incendiario pasó entre ellos. Emma
saboreó ese pequeño momento hasta que él desvió la vista hacia Reed.

— ¿Es verdad, Reed? ¿Emma ya te había dicho que no quería ir contigo? —El
tic nervioso en su rostro era indicativo de la ira que reflejaban sus ojos.

El sheriff no estaba dispuesto a dejar que se quedara sin discutirlo un poco


más.

— No puedes esperar que Emma tome una decisión adecuada en este


momento. Está sola y todavía conmocionada. Este territorio en el fin del
mundo no es un buen lugar para una mujer sola.

— María está aquí para hacerle compañía durante todo el día y confía en mí
cuando digo que no voy a dejar que ningún hombre se acerque a ella —El
rostro de Luke mostraba una expresión indescifrable.

— No estoy preocupado por los otros hombres, Luke —hizo una pausa
mientras parecía encontrar el valor para seguir enfrentándose con el
musculoso ranchero—. Estoy más preocupado por ti.

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— No tienes que preocuparte de mí —miró al sheriff como una serpiente a


punto de atacar—. No es asunto tuyo lo que pase en mis tierras —Su tono
era tan afilado como las uñas de un gato, aunque enseguida adquirió un tono
más conciliador—. Aprecio que hayas venido personalmente para comprobar
su estado, pero no necesitas volver a verificarlo.

La amenaza se mezclaba con el agradecimiento, aunque era sólo una


fachada para encubrir su verdadero significado.

El sheriff fijó la mirada en Luke durante un incómodo momento hasta que se


giró y cogiendo su sombrero de la mesa se lo puso. Sólo dio dos pasos hasta
la puerta antes de darse la vuelta por última vez y decirle a Emma.

— ¿Estás segura de esto, Emma?

Emma vaciló sólo un momento.

— Sí, estoy segura. Gracias por tu preocupación.

El sheriff Elgin la miró una última vez antes de sacudir la cabeza, abrir la
puerta y salir.

Luke se volvió hacia Emma con una mirada mordaz que significaba que debía
quedarse donde estaba y siguió a Reed para asegurarse que se marchara de
su casa, ya que así podrían hablar sin que ella los oyera.

Una vez que estuvieron fuera comenzaron a discutir de nuevo.

— No estás utilizando el cerebro, Luke.

— Eso no es asunto tuyo.

— Emma es muy frágil. Necesita gente a su alrededor y no sólo un montón


de vaqueros andrajosos. Te aseguro que la protegeré y haré que ella...

— No digas nada más —Luke interrumpió bruscamente—. Esto no está


abierto a discusión. Perdiste la oportunidad de protegerla cuando me
enviaste allí para que comprobara la situación. ¡Olvida que está aquí! Emma
ya no existe para ti. Ni siquiera pienses en ella.

— Dios Santo, Luke, no estás pensando con sensatez.

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— Maldición, deja de empujarme. Soy la única ayuda que tienes a este lado
de Silver Creek, y lo que necesitas ahora es centrarte en ese asunto. Sabes
mejor que nadie que jamás le haría daño. Calma tu maldita conciencia y
termina el trabajo que tienes que hacer. Encuentra a la escoria que hizo esto
tan pronto como sea posible, porque no me gusta la idea de que sigan vivos
después de que Emma les viera el rostro.

Los dos se miraron fijamente durante un instante y cuando Luke ya pensaba


que Reed no se echaría atrás, al final terminó cediendo.

Reed subió a su caballo y con un ligero gesto de despedida con la cabeza, se


puso en marcha.

— Voy a encontrarlos y traerlos para que puedan responder de sus actos,


pero no hagas que me arrepienta por haberla dejado aquí.

El sheriff mostró una sonrisa burlona, pero Luke no tuvo tiempo de


responderle ya que Reed salió al galope. Titubeó un momento antes de
volverse y regresar a la cocina.

Cuando llegó al lado de Emma le levantó la barbilla.

— ¿Seguro que estás bien?

Emma estaba muy confusa. ¿Realmente estaba bien? Físicamente sí,


después de todo había salido ilesa del robo de la diligencia. Aquí se sentía
protegida y cuidada.

Pero, ¿emocionalmente? Sus sentimientos eran un desastre y su conciencia


le gritaba más que en toda su vida, claro que esto se debía a las mentiras
que había contado.

Su corazón latía velozmente, nunca antes había estado sola en compañía de


un hombre... y mucho menos un hombre como Luke Butler.

La única respuesta que pudo darle fue un pequeño gesto de asentimiento con
la cabeza.

Luke soltó su barbilla y deslizó la mano por su brazo en una suave caricia
hasta que llegó a su cintura y la levantó. Ese movimiento la hizo tropezar
contra él, lo que aprovechó Luke para abrazarla estrechamente.

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— En media hora Elgin estará demasiado lejos para que uno de mis hombres
pueda perseguirlo y traerlo de vuelta. Aun te queda tiempo para decidirte.

Un brazo de acero se envolvía alrededor de su espalda, mientras que el otro


trazaba líneas en su columna en una suave caricia.

— Pensaba que ya me había decidido.

— Necesitas pensar más en la situación antes de tomar una decisión


adecuada.

Emma estaba fascinada por la intimidad que su tono seductor le provocaba.


Como todo era una novedad para ella se quedó en silencio, concentrándose
en su respiración que en ese momento parecía no llenar suficientemente sus
pulmones.

— Esta es una seria advertencia, Emma —Su tono era suave y áspero al
mismo tiempo.

— ¿Una advertencia?

— Tengo que hacerte entender cómo será tu estancia aquí mientras aun
tienes todavía la oportunidad de marcharte. Ya te he dicho que en media
hora esa opción ya no te valdrá de nada.

— Estoy segura —contestó titubeando y no muy convencida.

— ¿En serio? —Su mirada se desvió a su boca y sus ojos se oscurecieron


tormentosos—. Me gustaría oírte repetir eso en unos minutos.

Emma no escuchó otra advertencia antes de que la boca de Luke se


apoderara de la suya.

El asombro y la excitación la invadieron con ese beso, paralizando su cerebro


por completo cuando la lengua de Luke invadió su boca y le robó el aliento.
No podía pensar en nada, estremeciéndose casi con violencia. Él la acercó
fuertemente contra su cuerpo, mientras implacable saqueaba su boca.

El corazón de Emma se paralizó, sintiendo como su lengua exploraba su


boca.

Había oído hablar de besos así cuando los adolescentes del orfanato lo
contaban por las noches, pero nunca había experimentado nada parecido. A

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través de una nube de deseo, rápidamente se dio cuenta que Luke esperaba
que conociera esa intimidad y decidida, imitó tímidamente los movimientos
de su lengua. Sus respiraciones se mezclaban, haciéndola gemir y
estremeciendo su piel dónde él la tocaba. Empezó a sentir lo mismo en otras
zonas en las que sorprendentemente deseaba ser acariciada por él.

Emma trató de comprender lo que estaba sucediendo, memorizar la


sensación de tenerlo contra ella, en caso de que no volviera a ocurrir.

Luke murmuró una oración, agradeciendo el hecho de que fuera una mujer
que conocía los deseos de los hombres y no una tímida virgen con la que
tuviera que ir con calma, algo que sería prácticamente imposible debido a
que su olor y su sabor se le subía a la cabeza más rápido que un fuerte
whisky.

La sintió temblar contra él y la agarró con firmeza mientras seguía


saboreando su dulzura.

Ah... Emma era deliciosa.

Allí en sus brazos, una imagen de ella a solas con otro hombre durante el
largo viaje a la ciudad le resultó inaceptable.

Era tan dulce y suave... y olía a fresas y a sol. Empujó de nuevo contra ella y
sintió su miembro hinchándose más. Jugó con su lengua, probando el
exquisito sabor de sus labios. En ese momento su mente estaba
completamente en blanco, concentrado solo en la mujer que tenía entre sus
brazos. Femenina. Suave.

Nunca había tenido una mujer disponible en su casa y ese hecho le ponía
más duro que una roca. Sólo podía tratarse de eso... Al menos eso era lo
único que permitiría que fuera.

Sus manos se deslizaban por los costados de su estrecha cintura, la


perfección que sentía en esas suaves curvas al lado de su cuerpo más duro
fue un contraste que liberó sus instintos de posesión, sujetándola con una
ferocidad que no sabía que poseía.

Exploró los recovecos de su boca conociéndola, memorizándola, mientras la


besaba sin descanso y la alzaba ligeramente de puntillas para alinear su
parte femenina con su virilidad.

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Su piel de seda se sentía deliciosa al tacto, no recordaba haber


experimentado antes algo así. Continuó con su exploración recorriendo su
delicado rostro y acariciando su cabello, tan suave y sedoso como su piel.

Estaba completamente intoxicado y con una última pizca de cordura se


preguntó si realmente tenía algún control cuando se trataba de ella. Pero su
boca continuó dominándola hasta que Emma se separó para recuperar el
aliento y giró la cabeza en busca de aire.

Luke siguió besando su mejilla, deslizando su boca hasta la oreja y


atrapándola entre sus dientes.

La enlazó con fuerza con un brazo alrededor de su cintura antes de girarle la


cara hacia él y saquear otra vez su boca con ferocidad. La besó de una
manera salvaje, provocando que al cabo de unos instantes Emma volviera a
quedarse sin aliento.

Emma volvió la cara pero Luke la sujetó fijando la vista en sus abiertos y
brillantes ojos.

Su respiración era tan desigual como la de ella y cuando él gruñó un poco,


Emma distinguió la expresión feroz que cubría su rostro.

— ¿Entiendes hacia dónde nos lleva esto? —dijo con voz ronca.

Emma le observó en silencio.

— Emma... —Luke la sacudió ligeramente.

Ella le hizo un gesto de afirmación y un pequeño gemido escapó de sus


labios al sentir que su mano se deslizaba hasta su pecho y lo cubría con la
palma.

Le acarició el pezón con el pulgar, mientras Emma sentía que un rayo


atravesaba su espalda al mismo tiempo que notaba una caliente humedad
entre sus muslos.

— ¿Estás segura?

Dios mío.

La mente de Emma estaba en blanco. El brazo que la sostenía por la cintura


se arrastró hasta su trasero y la otra mano presionó suavemente su pezón.

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— Emma...

Respirando profundamente, ella se apartó y salió del círculo de sus brazos.

Luke siguió sus movimientos marcándola con su ardiente mirada. Emma


reparó en que no la dejaría salir de la cocina hasta que respondiera a su
pregunta.

— Sí, lo estoy —Al mirarlo de nuevo hubiera jurado que lo que vio en su
rostro fue alivio.

Luke le hizo un breve gesto con la cabeza y se dirigió a la puerta.

Pero Emma necesitaba que le respondiera a una pregunta antes de irse.

— Luke...

Él se volvió con la mano en el pomo de la puerta y esperó.

— ¿Qué...? ¿Qué hubieras hecho si yo hubiera dicho que no? —Le preguntó
intentando desesperadamente disimular el temblor de su voz.

Recorriéndola con la mirada, Luke apretó los dientes mientras su rostro


mostraba claramente su terquedad.

— No lo has dicho.

— Pero, ¿y si lo hubiera dicho?

Luke la miró fijamente y volvió a recorrer su cuerpo lentamente, antes de


subir la mirada y encontrarse con sus ojos de nuevo. Despacio, negó con la
cabeza y se marchó.

Emma sabía que sólo había dos maneras de interpretar su respuesta, o se


negaba a darle una respuesta, o le estaba diciendo que no le hubiera
permitido marcharse.

Estaba totalmente segura que habría tenido una pelea en sus manos si
hubiera elegido la otra opción.

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Capítulo 5

Emma se encontraba a solas con sus pensamientos cuando María regresó.

El ama de llaves la miró y se movió con rapidez hacia la estufa para poner la
tetera a hervir.

Emma se sentó otra vez y cruzó las manos en su regazo.

— ¿Ha sido muy malo? —preguntó María.

Emma no sabía cómo responder a esa pregunta y se limitó a morderse el


labio.

— ¿Discutieron mucho? —insistió el ama de llaves.

— Sí.

— ¿Por ti?

— Sí. El sheriff quería que fuera con él a la ciudad y Luke se negó.

Las dos se estudiaron en silencio un momento.

— Luke no va a dejarte marchar. He notado la forma en que te mira.

— ¿Cómo...? ¿Cómo me mira?

— Como si fueras el último trozo de pastel de chocolate y él no estuviese


dispuesto a compartirlo.

Emma sintió un escalofrío de emoción ante esa respuesta.

— ¿Realmente lo crees?
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— Lo conozco desde hace mucho tiempo y ya he visto esa mirada antes, pero
nunca dirigida a una mujer y debo advertirte que cuando a Luke se le mete
una idea en la cabeza, nada ni nadie se la puede quitar.

— Eso es muy difícil de creer, quiero decir, sólo tienes que mirarle. Él es
tan... —Se detuvo un segundo—. Y yo soy tan...

— ¿Eres tan qué?

Emma negó con la cabeza cuando se dio cuenta que no había una manera
fácil de explicar lo que sentía. Luke era tan guapo, tan masculino y de
acuerdo con las condiciones del rancho, tan rico. Ella en cambio no tenía
nada, sólo era una huérfana tullida, sin familia y mucho menos dinero. Era
demasiado sosa.

— Soy muy sencilla.

— ¿Muy sencilla? —exclamó María—. ¿A quién estás tratando de engañar,


niña? No hay nada sencillo en ti.

— ¿Qué quieres decir? —preguntó Emma sorprendida.

— Eres una mujer dulce, amable y gentil, todo lo que un hombre podría
desear en su compañera.

— Pero soy muy simple y tengo varios hábitos... molestos.

— No eres simple, Emma. Nada de eso. ¿Estás buscando más elogios? Tienes
un rostro muy bonito y una figura redondeada. Y si miraras más
atentamente, verías que Luke no aparta los ojos de ti y confieso que me he
marchado antes porque me daba miedo lo que podría pasar con el sheriff.

— ¿Sabías que Luke quería que me quedase?

— Aquí no hay secretos. Somos las únicas mujeres en este rancho. ¡Por
supuesto que lo sabía! ¿De verdad me estás diciendo que no te has dado
cuenta?

A Emma le alegraba haber encontrado una amiga en María, pero de


momento no estaba muy dispuesta a contarle todo lo que realmente sentía.

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— Supongo que todavía no puedo hacerme una idea de cómo es en realidad.


Sé que es arisco y rudo, pero de ninguna manera es mezquino. Y después de
la visita del sheriff... creo que realmente quiere que me quede.

— Bueno, yo noté eso en el primer instante en que os vi a los dos en la


misma habitación, pero debo advertirte que necesitas decidir qué es lo que
realmente quieres darle. Luke es un hombre que no se anda con rodeos y
marca su propio destino, y nada de lo que diga yo, o cualquiera, le impedirá
conseguir lo que quiere. La única que puedes detenerlo eres tú, por eso
tendrás que tomar una decisión.

  
Unas horas más tarde, Emma estaba sentada en un confortable sillón en la
sala de estar con la costura que había recuperado, junto con su equipaje, de
la diligencia. Se alegraba de poder ocupar sus manos... y su mente.

Con movimientos rápidos de la aguja bordaba una pequeña rosa en el cuello


de encaje de una de sus blusas. A menudo añadía esos adornos en su
sencilla ropa, ya que la única manera de poder disfrutar de cosas hermosas
era haciéndoselas ella misma.

La noche comenzaba a caer mientras reflexionaba sobre su situación, cuando


Luke llegó a cenar.

Más tarde, Emma estaba a solas en la cocina con Luke. María hace tiempo
que había limpiado la cocina y regresado a su casa.

El silencio pesaba entre ellos y sentía que la estaba mirando fijamente.

Emma recorría la habitación con la mirada, tratando desesperadamente de


mantener sus ojos apartados de Luke.

Un escalofrío recorrió su espalda. Aunque era muy tentador quedarse a solas


con él por la noche, no estaba preparada para ser sólo un blanco fácil,
fácilmente a su alcance y listo para ser derribado en cualquier momento.
Tuvo que poner los ojos en blanco ante su propio pensamiento.

Necesitaba hacer algo para desviar su atención, algo que evitara que se
quedara mirando embelesada su boca.

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De repente se le ocurrió.

— ¿Jugamos a algo?

— ¿Jugar? —dijo Luke con voz ronca, pero cuando finalmente la entendió su
rostro mostró una expresión de incredulidad.

— Sí, un juego, damas o algo así. ¿Tienes una baraja de cartas?

— Tengo un tablero de ajedrez y fichas —contestó perplejo, como si no


hubiera jugado en años.

— Me encantaría jugar a las damas —dijo con nostalgia, intentando


persuadirle.

— Bueno, jugaremos —Él se levantó y abrió un armario del aparador—. Hace


años que no juego, pero la última vez que lo vi estaba aquí.

Encontró el juego y en cuestión de segundos lo puso en la mesa sentándose


a continuación.

— ¿Quieres jugar aquí en la cocina? —Le preguntó Emma ansiosa por


empezar a jugar al ver el antiguo tablero de damas y las piezas de madera,
la mitad de madera oscura de caoba y la otra mitad de madera de pino
mucho más clara.

Emma acarició suavemente las marcas del tablero mientras pensaba en toda
la gente que habría jugado con él.

— Este un lugar tan bueno como otro —respondió Luke con voz lenta
observando cómo Emma deslizaba los dedos por el tablero.

— Es un juego muy antiguo, ¿siempre ha sido de tu familia?

Luke vio la expectativa en el rostro de Emma y por un momento deseó tener


una historia interesante que contar sobre el juego, algo digno de ser
transmitido de una generación a otra, pero no era así.

— Venía con la casa.

— ¿Venía con la casa? —repitió Emma sin entender.

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— Ya estaba aquí, junto con algunos muebles antiguos, cuando adquirí la


casa y el rancho.

Emma le miró cuando acabó de ordenar las fichas en el tablero.

— ¿Cuánto tiempo hace que vives aquí?

— Diez años. Gané la casa, el establo y alrededor de doscientos mil acres


jugando al póquer.

— ¡Jugando al póquer! —exclamó incrédula.

— Sí.

— ¿Qué edad tenías? —Emma se detuvo inmediatamente, era una pregunta


muy personal—. No es necesario que me respondas si no quieres.

Luke la miró con ternura.

— No me importa, Emma. Puede que no te responda a alguna cosa, pero


pregúntame lo que quieras —Su mirada pasó de su rostro a su garganta,
donde un botón de perla de su chaqueta estaba desabrochado—. Tenía veinte
años.

— ¡Eras muy joven! ¡Y jugando al póquer! —exclamó con un ligero tono de


reproche.

— Tenía que ser bueno en algo, y era el póquer o el tiro, así que elegí el
póquer —Le dirigió una mirada mordaz—. Aunque también soy bastante
bueno con un arma.

Emma se humedeció los labios y movió una ficha cuando Luke indicó con un
gesto de la mano que debía comenzar el juego.

— ¿Y por qué un chico tan joven necesitaría ser bueno en el póquer o con un
arma?

Luke deslizó su ficha.

— ¿Crees que yo era un inocente niño a los veinte años?

— No, no lo creo —reformuló su pregunta anterior—. ¿Por qué un joven tiene


que ser bueno en alguna de esas cosas?

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— Soy huérfano Emma, igual que tú y todo lo que tenía en ese momento era
un caballo, una montura y un arma. Vivía de mi ingenio y estaba decidido a
tener mucho más en la vida. Y como no quería ser un asesino me centré en
el juego. Estaba convencido que la búsqueda de una mina de oro o plata era
sólo un sueño para locos.

— ¿También estuviste en un orfanato?

— Hasta que cumplí once años, entonces huí del lugar.

Emma estaba asombrada. Por supuesto que sabía que muchos niños huían
de los orfanatos pensando que había algo mejor para ellos por ahí. A veces
se escapaban algunas niñas, pero ella siempre tuvo mucho miedo de probar.
Incluso cuando cumplió la mayoría de edad y se vio obligada a dejar el
orfanato, estaba completamente asustada.

— ¿Qué hiciste después de huir? ¿Y cómo conseguiste un caballo? —preguntó


mientras pensaba cuánto costaría un caballo.

Luke la miró con el ceño fruncido.

— Luchando.

— ¿Luchando, cómo?

Emma se sintió como una idiota repitiendo todo lo que decía Luke.

— Bueno, luché para ganar los cincuenta dólares que era el premio al
ganador en esa época.

— ¿Participaste en peleas con otros? ¿Físicamente?

Emma estaba horrorizada y no podía contener la emoción en su voz.

— Sí, a puñetazos.

— ¿Luchabas con sólo veinte años?

— En realidad tenía dieciocho cuando empecé.

Emma se quedó inmóvil mientras se imaginaba la escena.

— ¡Pero si eras un niño! ¿Cómo hiciste para sobrevivir a eso?

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Luke escuchó el horror en su voz notando que aunque los dos habían vivido
en orfanatos, su experiencia era muy diferente a la suya.

Apartando de su cabeza la posibilidad de soltar todos esos botones de perla


que se alienaban en el frente de su vestido, respondió divertido.

— Supongo que me agachaba mucho durante las peleas.

Los ojos de Emma se ampliaron antes que su boca se curvara en una


pequeña sonrisa.

— ¿Y después ganaste este rancho?

— Sólo la mitad. Desde entonces he adquirido más terrenos a través de los


programas de gestión de tierras del gobierno y comprando más parcelas.

— ¿Y no te sentiste mal al ganar en el juego las tierras de otro?

— ¿Después de que él fuera tan estúpido como para tirarlo todo por la
borda? —Luke se enfrentó a su mirada acusadora sin dudar—. Si te hace
sentir mejor, el hombre era muy viejo y se estaba muriendo. Hasta un ciego
veía que no le quedaba mucho tiempo de vida. Le permití vivir sus últimos
meses en la casa y yo me alojé en el barracón con los hombres.

Emma permaneció en silencio mientras la imagen de un joven de apenas


veinte años, sin familia y sin nadie que le cuidara, le encogía el corazón. Lo
que debía de haber sufrido de niño era algo que ella conocía muy bien, pero
asociarlo a un joven con la amabilidad suficiente para dejar que un
moribundo se quedara en su casa, era algo que cambiaba todo lo que
pensaba de él.

— No me mires así, Emma. Nunca cometas el error de pensar que soy un


santo o algo por el estilo. Te aseguro que eso está muy lejos de la realidad.

Emma miró el tablero pero seguía pensando en un joven solitario con las
únicas posesiones de un caballo y su inteligencia.

Luke movió su ficha y ella escuchó unos pequeños golpeteos. Cuando volvió
a centrarse en el juego descubrió que había perdido significativamente.

— Fin del juego. ¿Qué gano con la victoria? —preguntó él con tono bajo y
sensual.

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Los asustados ojos de Emma volaron a su cara.

— ¿No podemos jugar otra vez? —dijo agitada.

— Hoy no. Tengo que levantarme temprano. Estaré todo el día marcando
ganado.

¿Marcando ganado?, pensó Emma con curiosidad.

— Me gustaría verlo.

— Tal vez pasado mañana. Necesitas descansar más ese tobillo, además, hay
mucho ganado y no se puede hacer todo en un solo día.

— Pero Luke...

Luke la interrumpió.

— Vamos, te acompañaré a tu habitación. ¿Puedes caminar?

— ¡Por supuesto! —dijo irritada alejándose de él cojeando ligeramente y


dirigiéndose a su habitación.

— Me alegra que tu tobillo esté cada vez mejor. Si sigue mejorando así
dentro de unos días te enseñaré todo el rancho.

Emma se detuvo en la puerta de su cuarto. Su tobillo estaba “mejorando”


como él decía, gracias a que afortunadamente no se había hecho más daño
cuando tropezó con la piedra en el huerto. Sintiéndose culpable, se volvió
hacia él.

— Buenas noches y gracias por jugar conmigo a las damas —dijo


cortésmente y se giró hacia el dormitorio.

— No tan rápido.

Luke se acercó a ella apoyando una mano en el marco de la puerta por


encima de su cabeza y sujetando su rostro con la otra.

— Creo que he ganado el juego —miró sus labios mientras continuaba


hablando—. Merezco un premio.

Y sin decir nada más su boca bajó hasta la de Emma, separando sus labios y
hundiéndose profundamente buscando su dulzura.

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Emma descubrió que la misma caliente excitación de la primera vez que la


besó, atravesaba su cuerpo. Posó las manos involuntariamente en su pecho y
lentamente las levantó hasta sus hombros.

Luke bajó la mano hasta su cintura, acercándola tanto a su cuerpo que podía
sentir sus piernas entrelazadas con las suyas enredándose en su falda.

Su corazón latía acelerado intentando desesperadamente ajustar su


respiración a la de Emma, pero su boca era tan suave y tentadora que no
pudo reprimirse y tomó lo que deseaba de ella.

Emma tembló por el inmenso y caliente placer que atravesaba su columna y


terminaba entre sus piernas, asombrada por la punzada que sintió y la
dureza del muslo de Luke que presionaba su feminidad.

Cuando gimió, Luke levantó la cabeza, sus ojos eran oscuras grietas.

— ¿Sabes lo que deseo de ti? —murmuró él con un tono profundo y ronco,


como la ardiente marea de pasión que corría entre los dos. Para demostrar
su deseo la apretó más contra su muslo y lo mantuvo allí mientras alzaba la
mano y la posaba en su pecho.

Las chispas saltaban entre ellos. Emma se debatía entre la lujuria y el


asombro de una virgen al experimentar esas sensaciones por primera vez.
Gimiendo quiso alejarse, pero él se lo impidió.

Luke sintió su retirada y tuvo que luchar furiosamente para mantener bajo
control su palpitante deseo.

Nunca se había sentido tan caliente o excitado, o preparado para tomar a


una mujer como lo estaba ahora con Emma en sus brazos. Saber que su
cama estaba sólo a un par de metros no facilitaba nada las cosas, ya que
sabía que lo único que tenía que hacer para conquistarla era empujarla
dentro de la habitación, y con sólo unas pocas palabras y algunas caricias
conseguiría seducirla para que se quitara la ropa.

La deseaba tanto que incluso podía sentir su sabor en la lengua, pero intuía
que no era una mujer muy experimentada y lo único que agradecía era que
fuera viuda y no una joven virgen. Pero al mismo tiempo que daba gracias
por eso, también maldecía que no fuera el primer hombre para ella. Otro
hombre la había tocado por primera vez y tomado su virginidad.

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Sintió una fuerte necesidad de eliminar ese recuerdo de Emma y poseerla,


para que olvidara cualquier memoria que tuviera de otro hombre.

Se moría por besar su cuerpo, desde su rostro hasta sus pequeños pies, sin
olvidar ningún pedazo de su piel satinada.

Pero todavía no estaba lista.

A pesar de ser viuda se notaba que era demasiado inexperta. Emma exhibía
un aire de inocencia que le obligaba a dejarla en su habitación, sola en su
cama... por lo menos una noche más.

Se apartó ligeramente y cuando ella se balanceó la sujetó por la cintura para


estabilizarla.

Cuando estuvo seguro que estaría bien, la soltó y se alejó. Mirando por la
habitación advirtió que sus cosas adornaban la cómoda y se sintió satisfecho
al ver esa ocupación de su hogar.

— No te acomodes mucho en este dormitorio, Emma —La recorrió otra vez


con la mirada—. Dentro de poco te mudarás al mío.

  
Emma se despertó a la mañana siguiente recordando todo lo sucedido la
noche anterior, desde el juego de damas hasta el premio que Luke había
exigido por haber ganado.

Ese pensamiento consiguió que su rostro se calentara y sintiera el estómago


lleno de mariposas.

Ese hombre era peligroso.

Entonces recordó la triste historia de su juventud. Luke había tenido muchos


motivos para seguir el camino más fácil y sombrío, pero gracias a Dios había
elegido el camino correcto.

Después de vestirse se dirigió a la cocina para encontrarla vacía. María le


había dejado una nota junto al desayuno. Mientras se tomaba el café y unas
galletas con mermelada pensaba en lo que haría hoy.

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El ama de llaves le informaba en la nota que estaría fuera la mayor parte del
día ya que Red, el cocinero de los trabajadores del rancho, estaba enfermo y
ella se tendría que hacer cargo de prepararles la comida.

Emma se imaginaba que los hombres estarían muy hambrientos después de


un duro día de trabajo.

Le gustaría ver lo que estaba pasando por allí y maldijo por haberse
inventado esa mentira. Si le hubiera contado a Luke la verdad desde el
principio, ahora estaría junto a María, observándolo todo e incluso
ayudándola a preparar la comida de los hombres.

Pero en lugar de eso tenía que quedarse allí, sin salir, todo por su culpa.

De repente descubrió que estaba sola y no había nadie para impedirle hacer
lo que quisiera, siempre y cuando fuese cuidadosa y no la vieran. No le
pasaría nada si salía de casa y echaba un vistazo al rancho. Miró por la
ventana y no vio a nadie.

El cielo era tan azul y la hierba tan verde, que casi podía olerla desde dónde
estaba.

No existía ninguna razón por la que tuviera que quedarse encerrada todo el
día, después de todo, a su tobillo no le pasaba nada y no tenía que cuidarlo
como Luke creía.

Y como Luke y María no estarían en todo el día, haría lo que estaba deseando
y daría un paseo.

Tomada esa decisión regresó a su cuarto y se puso unos zapatos resistentes


antes de salir al exterior.

  
Luke alejó el hierro caliente de la vaquilla y se apartó de los dos hombres
que la sujetaban.

Apretando los dientes miró a su alrededor sin encontrar nada fuera de lugar,
sin embargo, seguía sintiendo una alarma sorda en su cabeza que le indicaba
que algo no estaba bien. No podía explicarlo, pero no importaba las veces
que intentara concentrarse en el trabajo, no lo conseguía.

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Todavía no estaba hecho ni la mitad de lo que había que hacer hoy, pero algo
estaba martilleando en su estómago advirtiéndole que tendría que estar en
otro lugar. De nuevo trató de ignorarlo y volver a su trabajo.

Finalmente se dio por vencido y diciéndole a Jesse que tenía algo que hacer,
montó en su caballo y cabalgó hasta su casa.

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Capítulo 6

Emma movió lentamente el pie para aliviar la rigidez de su pierna y miró


aterrada las serpientes de cascabel que casi la rodeaban por completo. Se
concentró en tomar respiraciones lentas y profundas y encontrar una manera
de salir de este lío.

¿Cuánto tiempo exactamente llevaba allí? ¿Y cuánto podría continuar?

Al haberse criado en la ciudad nunca había visto una cascabel antes, pero no
tenía ninguna duda que las que tenía delante eran serpientes venenosas.

No sabía que vivían en grupos. Nunca se lo hubiera imaginado.

La forma y el ruido de las serpientes hizo que recordara el libro que había
leído sobre el tema, la forma de diamante de sus cabezas y el color marrón
de sus cuerpos, proclamaban inconfundiblemente lo que eran.

Problemas... Problemas mortales.

Si no tuviera la lesión de su pierna las serpientes no serían un gran


problema. Las tres serpientes estaban lo suficientemente lejos para poder
escapar corriendo rápidamente.

Pero no era tan rápida.

Emma desvió la mirada el tiempo suficiente para mover lentamente la


cabeza y mirar hacia atrás. No... No podía retroceder porque había un
profundo barranco en el suelo cubierto de maleza y no quería ni imaginarse
lo que habría allí.

Ahora las tres serpientes la rodeaban como un arco, tendría que pasar a su
lado para huir, no lo conseguiría.
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Irguiéndose, esperó inmóvil, tratando de no hacer ruido para no atraer la


atención no deseada de las serpientes.

¿El veneno de cascabel la mataría rápidamente? ¿O sería una muerte larga,


dolorosa y terriblemente lenta?

El sol estaba alto en el cielo pero eso sólo era un pequeño inconveniente en
comparación con las serpientes, aunque sentía la nariz y las mejillas
quemadas. El sudor se deslizaba por su espalda sintiendo que la humedad
atravesaba la ropa y la pegaba a su piel.

El dolor en su pierna que rara vez le molestaba, ahora era insoportable,


provocando que tuviera que esforzarse para no gritar mordiéndose el labio y
sintiendo el sabor de su sangre en la boca.

Estaba completamente desesperada y sólo se mantenía en pie debido al


terror que sentía.

Con la vista fija en las serpientes pensó que este era un buen momento para
empezar a rezar.

Ni siquiera había terminado su primera oración cuando escuchó ruidos de


pasos y desvió la mirada el tiempo justo para ver a Luke acercándose a ella.

Terminó de rezar rápidamente agradeciendo a Dios su pronta respuesta,


antes de regresar de nuevo la atención a Luke.

Era evidente que él se había dado cuenta de todo porque no le preguntó


nada, ni hizo ningún ruido, sólo la miró un instante indicándole que se
estuviera quieta.

Emma obedeció, no tenía otra elección y además estaba muerta de miedo.

Luke evaluó la situación lamentando haber dejado el rifle en su caballo a


unos pocos metros de distancia. No podía perder el tiempo buscándolo,
cuando regresara podría ser demasiado tarde.

También le preocupaba que alguna esquirla de su revólver golpeara a Emma.


Tendría que disparar de lado para no hacerle daño y además necesitaría una
ronda completa de munición para acabar con las tres que estaban más cerca
de ella. Y con otra que estaba escondida en un arbusto y que seguramente
ella no había visto.

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Tenía seis tiros para cuatro serpientes, sus tiros tenían que ser muy precisos.
Emma estaba en peligro inmediato, nunca la había visto tan asustada.

En cuestión de segundos decidió disparar a las tres serpientes más cercanas,


porque si fallase todavía le quedarían dos balas para volver a intentarlo antes
de rematar a la cuarta.

Sacó el revólver de la funda de cuero en su cintura observando cómo Emma


levantaba lentamente las manos, cerraba los ojos y se tapaba la cara.

Con una rápida sucesión de fuego disparó seis veces.

Mientras aun resonaba en sus oídos el ruido de los disparos y el olor de la


pólvora llegaba a su nariz, Emma bajó las manos y miró con asombro las
tres serpientes muertas. Se sentía mal por alegrarse de que estuvieran
muertas, pero la verdad es que prefería verlas así.

Entonces sus ojos se encontraron con los de Luke y de repente se sintió más
aterrorizada de lo que había estado hace unos momentos.

Su rostro se veía salvaje y su postura mostraba tal rigidez que de inmediato


empezó a estremecerse.

— Ven aquí —dijo Luke rudamente.

Emma dio un paso y cuando vio el caos sangriento creado por las serpientes,
sus pies se congelaron.

— Pero...

— Pero nada, Emma, te estoy esperando.

La calma de Luke no consiguió calmar sus nervios y empezó a decir


mentalmente el alfabeto mientras se acercaba con cuidado.

Cuando sólo le faltaban tres metros volvió a pararse y no pudo seguir


avanzando.

— Ven.

— No puedo andar...

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— Cariño, no quiero asustarte, pero aún no estás totalmente fuera de


peligro. Estás demasiado cerca de su madriguera para mi tranquilidad.
Ahora, camina.

— ¿Madriguera? —susurró.

— Sí, está detrás de ti. Si creías que esas cuatro estaban solas, estás muy
equivocada. Ahora ven aquí, será mejor para los dos que no me enfades
más.

¿Cuatro? Emma contuvo la respiración mientras daba los últimos pasos.

Luke no tardó ni un instante en sujetarla del brazo y alejarla del lugar hasta
que pensó que era seguro.

— ¿Dejas que las serpientes vivan en madrigueras en tu rancho? —susurró


Emma sin saber muy bien lo que estaba diciendo. Estaba demasiado
asustada para mirarle directamente y se sentía mejor hablando, aunque lo
que dijese no tuviera sentido.

Luke soltó una risa despectiva.

— Estás bromeando, ¿verdad? ¿Dejarlas vivir en mi rancho? Demonios, un


par de veces al año tengo que quemar alguna de sus guaridas. ¿Y quieres
saber algo divertido sobre las cascabel? Viven donde quieren y no les
importa para nada mi opinión sobre el asunto.

— Oh...

— Podrías haber resultado herida, Emma —Luke la miró ferozmente—. Y


ahora mismo no estoy muy feliz contigo.

Luke respiró hondo y siguió mirándola furioso. Quería enseñarle una lección
que no olvidara nunca, pero incluso sintiendo el deseo que llenaba su cuerpo,
todavía estaba alterado por el incidente. Por muy rápida que hubiera sido, no
podría haberse librado de esas malditas serpientes si él no hubiese sentido
esa extraña sensación y descubierto que la causaba.

Le daban ganas de sacudirla, tumbarla en sus rodillas y azotar su trasero tan


fuerte que nunca lo olvidara y después... desnudarla y aliviar el
enrojecimiento causado por su mano recorriéndola con su boca, algo que lo

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más seguro es que acabara en otros lugares más inapropiados. Sintió su


excitación crecer y su pene endurecerse contra sus pantalones.

Una emoción primitiva mezclada con ira atravesaba su sangre. Una


combinación muy peligrosa para los dos, tuvo que hacer verdaderos
esfuerzos para controlarse.

Levantó el revólver y abriéndolo, lo giró para sacar los cartuchos vacíos que
cayeron al suelo. Emma no se movió de su sitio, sólo lo miraba en silencio,
pero notaba el temblor que sacudía suavemente su cuerpo. Estaba a punto
de recargar el arma, pero su perfume y su rabia hizo que se lo pensara dos
veces.

Con un ligero movimiento cerró el cargador aun vacío y deslizó el arma por el
vestido de Emma, desde su hombro a su clavícula, bajándola lentamente
hasta apoyar la punta del arma entre sus pechos.

Emma sintió una oleada de excitación y cerró los ojos, mientras él frotaba el
cañón del revólver de arriba abajo entre el valle de sus pechos. El arma aún
estaba caliente y sentía su calor filtrándose por la ropa y calentando su piel.

— Has sido una chica mala, Emma —El tono de Luke era como el whisky,
suave y seductor.

Emma temblaba de pies a cabeza. A pesar de saber que el arma estaba


vacía, la sensación de fricción contra su cuerpo enviaba una astilla de
aprehensión a su sangre. En ese momento se sentía impotente,
completamente indefensa ante él. La estaba advirtiendo de una forma muy
evidente que él era el que tenía el control y a pesar de su calma al hablar,
ella sabía perfectamente que eso era totalmente engañoso.

Luke estaba muy enfadado.

Agarrando suavemente su cabello, obligó a Emma a echar la cabeza hacia


atrás y levantar la barbilla hasta que sólo unos centímetros separaban sus
bocas.

Emma jadeó irregularmente cuando movió el cañón del revolver por un


pecho y acarició su pezón, una exhibición tan indecente que se tensó contra
él. Por un momento se olvidó de todo y su respiración se hizo más

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superficial. El aroma de Luke la llenó y fue entonces cuando descubrió que


no escaparía completamente ilesa.

— Estoy tratando de averiguar qué castigo te mereces —dijo Luke con voz
ronca.

Emma no podía imaginar lo que se proponía hacer para castigarla y cuando


abrió los ojos de nuevo se quedó sin habla.

— Yo sé lo que quiero hacer contigo, pero me temo que eso no te gustaría y


sé que te resistirías —Sus ojos brillaban y Emma vio la excitación y la rabia
palpitando en su cara, algo que aumentó su miedo mientras él seguía
hablando tranquilamente, al mismo tiempo que rozaba el revólver contra su
pezón.

— Te pediría que prometieras que vas a obedecerme, pero los dos sabemos
que tus promesas no significan nada.

Emma volvió a cerrar los ojos ante esa declaración. Siempre había pensado
que era una persona honesta, buena y justa, y no una mentirosa. Se sentía
mal al reconocer que ahora sí que lo era y se lo había buscado ella misma.

— Así que te lo advierto, Emma, es mejor que no me retes de nuevo o


empeoraras la situación.

Emma se vio sacudida por una ola de pánico y alarma y se quedó inmóvil.
Todavía con los ojos cerrados sintió que retiraba el arma de su pecho y
rápidamente volvía a recargarla antes de guardarla en la funda.

Luke extendió la mano y la agarró de la muñeca. Ella supo que estaba al


límite de su paciencia cuando empezó a arrastrarla de vuelta a casa.

Emma tropezó y él se detuvo un segundo para que recuperara el equilibrio,


pero cuando volvió a tambalearse la cogió en brazos sin decir una palabra y
siguió andando como si no pesara nada.

  
María se dirigía hacia la casa, cuando ellos cruzaron el patio. Luke le gritó
una orden brusca para que se quedara donde estaba y Emma sólo tuvo un

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segundo para mirar por encima de su hombro y ver la expresión de asombro


en el rostro del ama de llaves.

El miedo la congeló y no le importó lo que le había advertido antes, no podía


simplemente quedarse quieta. Empezó a forcejear demasiado asustada como
para estar a solas con él y con su estado de ánimo.

Sus brazos eran como tornos de acero cuando los apretó más a su alrededor.

— Quédate quieta, Emma.

El sonido áspero de su voz en su oído sólo la asustó más y luchó


salvajemente para liberarse.

La abrazó con tanta fuerza que ella pensó que se ahogaría, pero en pocos
segundos abrió la puerta de su casa y cerró con llave, dejándola en el suelo.

Emma se dio la vuelta con la intención de alejarse lo más rápido posible,


pero él la agarró y girándola, la inmovilizó con las manos en su cabello.

— Será mejor que te tranquilices. Ya sabes lo que viene ahora —dijo Luke
con dureza, decidido a castigarla.

— ¿Qué? —susurró—. ¿Qué es lo que viene?

A Emma nunca la habían golpeado, pero en ese momento, observándole, vio


que el terror que había sentido por ella lo estaba llevando al límite.

— Te dije una vez que era mejor que me obedecieras. Creo que eso no es tan
difícil, ¿verdad?

— ¡Lo siento! —intentó calmarlo con una disculpa.

— No, no creo que lo sientas, pero cambiarás de opinión dentro de un rato.

Emma se paralizó con la amenaza, su cuerpo temblaba y su corazón latía


descontrolado. No podía hablar y se humedeció los labios repentinamente
secos cuando él la abrazó con fuerza y ella pensó que iba a sacudirla.

Pero no lo hizo.

Lentamente, le soltó el cabello y la sujetó hasta que sus rostros estuvieron a


escasos centímetros.

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— Mejor escucha... Y escucha con atención. Este es mi rancho y mientras te


quedes aquí harás lo que te diga, sin hacer preguntas y sin ninguna
explicación de mi parte. Que te quede muy claro que no tengo que explicar
nada que no quiera, ¿entendido?

Hablaba con tanta brusquedad que Emma empezó a arrepentirse por haberle
irritado. Asintió, dispuesta a mostrarse de acuerdo con todo lo que dijese y
acabar de una vez por todas con esa lección de dominación masculina.

Pero Luke aun no había terminado y continuó reprendiéndola como si fuera


una niña.

— No estoy tratando de ser un bastardo, Emma, ya lo soy y necesito meter


en tu cabeza dura que este rancho tiene miles y miles de acres de tierra
árida, y que no hay ninguna ley aquí, excepto mi arma y yo. Existen muchos
peligros alrededor. Esta tierra es muy dura para una mujer con una lesión,
hoy podrías haber tropezado y las serpientes te habrían atacado.

Se detuvo un minuto para quitarse el sombrero y arrojarlo en la mesa. Movió


la cabeza de lado a lado mientras se pasaba la mano por el oscuro cabello,
como si así estuviera tratando de controlar la agitación que sentía.

— No debería haber dejado que te quedaras, tendría que haberte enviado a


la ciudad con el sheriff. Una mujer con una torcedura de tobillo está expuesta
a toda clase de peligros en este lugar. Es culpa mía.

El terror que ahogaba a Emma dio paso a la desesperación y ese sentimiento


se hundió en su pecho cada vez más. Sabía perfectamente que la única
razón por la que ella aun estaba allí, la miraba de esa manera y la besaba
con tanta pasión, era porque él pensaba que su herida era temporal. Si
hubiera descubierto que cojearía para el resto de su vida, ya hace tiempo
que la habría enviado a la ciudad.

Cuando lo conoció y notó su interés, se planteó experimentar un beso o dos


y eso ya había pasado. Era lo que siempre había soñado y mucho más, pero
eso era todo lo que conseguiría, a pesar de esos sentimientos insidiosos que
se arrastraban por su cabeza diciéndole que podría tener más. Sólo eran
pensamientos absurdos, jamás lograría algo más de Luke.

Lo único real era la vida que conocía antes del robo de la diligencia. No podía
dejarse llevar por sueños tontos o ideas locas.

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Pero al menos sería algo que conservaría en su corazón y en su memoria el


resto de su vida.

Luke no estaría dispuesto a quedarse con ella y como ya había


experimentado su beso, ahora era el momento de confesarle todo. Respiró
profundamente y miró sus angustiados ojos.

— No es culpa tuya, Luke —dijo suavemente pero con firmeza.

— ¡Y un infierno que no!

Emma se sobresaltó ante esa maldición, pero reafirmó su decisión de


contarle la verdad. Un destello de aprehensión pasó por su columna,
esperaba que no volviera a tener un arrebato de furia. Tenía que decírselo
cuanto antes.

— Te mentí.

Luke apretó las manos en sus brazos ante ese anuncio, mostraba una
expresión preocupada intentando comprender lo que le estaba contando.

— ¿Sobre qué me has mentido?

— No me torcí el tobillo.

— ¿Qué estás diciendo? Sigues cojeando, aunque lo hagas menos que


cuando llegamos y... —dijo mirándola fijamente.

No podía soportarlo y lo cortó abruptamente.

— Tropecé con una piedra en el huerto y me hice algo de daño, por eso mi
cojera era más pronunciada, pero ya estoy bien.

Él la miró completamente desconcertado.

— ¿Cojeas normalmente?

— Si, es a causa de una lesión que me hice hace años —Con el estómago
apretado se obligó a decir lo que probablemente terminaría su estancia en
este maravilloso rancho—. Nunca mejorará.

Luke la observaba en silencio. Su cara era un contraste de emociones que no


podía ocultar, confusión, pena y furia, todo mezclado con una expresión

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seria. Cuando volvió a hablar su tono fue bajo y profundo, inquietándola


todavía más.

— Me has mentido.

Emma solo pudo asentir con la cabeza evitando mirarle a la cara.

— ¿Por qué diablos me mentiste sobre eso? —espetó en tono de reproche.

Ella no quería decirle la verdad, que le había mentido por la forma en que la
miraba. Todo había sido tan maravilloso y agradable que hizo que deseará
más, esa fue la razón principal por la que continuó con la mentira.

— No lo sé exactamente, sólo sé que estaba confundida y asustada y no


sabía quién eras o qué querías de mí. Cuando llegaste a la diligencia
necesitaba creer que eras de los buenos, pero tenía demasiado miedo de que
no lo fueses y eso me aterraba. Vi tu expresión cuando descubriste el cuerpo
del conductor y parecías... distante, como si no te importara. Después te
fumaste un cigarro con tanta tranquilidad que no vi ninguna razón para
confiar en ti. En ese momento no pensaba con claridad.

Luke se sintió devastado. El hecho de que pensara que no era más que un
monstruo sin corazón, le causaba un dolor en el estómago que ni siquiera
reconocía. Le dirigió una mirada oscura antes de ofrecerle impaciente una
explicación.

— Vi tus pertenencias en el asiento de la diligencia y supe de inmediato que


una mujer había estado allí durante el asalto. Preferí creer que te estabas
escondiendo cerca, porque si no era así significaba que, o bien te habían
llevado con ellos o encontraría en las proximidades tu cuerpo desnudo y
herido. Las dos últimas situaciones me resultaron muy duras de imaginar y
me convencí firmemente pensando que te estabas ocultando. Tenía que
olvidarme del conductor e intentar encontrarte, ya no había ni una maldita
cosa que pudiera hacer por él.

Emma escuchó la sinceridad de su declaración y se sintió doblemente


culpable por haberle mentido con su cojera y no sólo eso, sino por todas las
demás mentiras.

Agitada pensó en decirle toda la verdad, pero sabía que la mandaría a la


ciudad rápidamente, necesitaba el manto de respetabilidad que la viudez le

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aportaba. No podía correr el riesgo de que alguien se enterara. Era una


armadura con la que había vivido desde hace mucho tiempo.

Emma interrumpió sus pensamientos cuando sintió que él la levantaba en


brazos y la llevaba a la habitación que ella estaba usando.

Con cuidado la sentó en la cama. El corazón de Emma latía descontrolado


cuando Luke se arrodilló frente a ella.

— ¿Cómo pasó? —preguntó con voz áspera, como si tuviera todo el derecho
del mundo a conocer su historia.

Emma estaba demasiado sorprendida para hablar mientras Luke le levantaba


el pie y le quitaba el zapato y la media.

Cuando no respondió de inmediato, él se detuvo con su pie desnudo en las


manos y mirándola seriamente, le exigió una respuesta.

— Emma, ¿cómo sucedió?

Ella movió la cabeza haciendo que el pelo revoloteara alrededor de su cara.

— ¿Qué...? ¿Qué crees que estás haciendo?

— Comprobándolo —respondió roncamente.

Emma se quedó paralizada cuando él empujó la falda y las enaguas hasta la


mitad del muslo, mostrando su pierna desnuda.

Finalmente encontró la voz.

— ¡Basta ya! —gritó.

Luke le dio una ligera palmadita en el muslo desnudo que la sorprendió.

— ¡Estate quieta!

Estaba tan desconcertada por su intención que dejó de resistirse cuando


pasó las manos por su pierna, como si estuviera examinándola igual que
haría para buscar una lesión en su caballo.

Su tacto era rápido e impersonal, tocándole con sus ásperas manos desde el
tobillo hasta la rodilla, inmovilizándola.

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Luke le rodeó el muslo con las manos y con movimientos firmes lo masajeó
examinando donde estaba el problema. Emma sintió que sus manos se
detenían y la falda se subía hasta casi mostrar la “V” entre sus piernas.
Respirando hondo, sujetó el vestido firmemente.

Luke la examinó hasta que estuvo satisfecho y volvió a observar su tobillo,


apoyándolo en los duros músculos de su estómago. Emma jadeó.

— ¿Como sucedió, Emma? —preguntó acariciando su pie distraídamente.

— ¿Puedes soltar ya mi pie, por favor?

— No, no puedo —Le agarraba firmemente el tobillo—. Responde la


pregunta.

Su cuerpo temblaba con sus caricias y una oleada de placer comenzó a


extenderse por sus terminaciones nerviosas. Sus emociones eran muy
confusas y pensó que sería mejor responder la pregunta, tal vez entonces la
soltaría.

— De niña me caí de un árbol.

— ¿Cuántos años tenías?

— Doce.

— ¿Eras un chicazo?

— Sí.

— Pobrecita.

Las manos de Luke seguían deslizándose por su pierna.

— ¿Fue una mala rotura?

— Si. Tuve una segunda y tercera opinión pero todos coincidieron en que el
médico que me trató en primer lugar era muy competente. Apenas me
quedaron secuelas —Se interrumpió un instante como si estuviera reviviendo
un recuerdo terrible—. El hueso sobresalía de la piel.

— ¿Aquí? —La mano de Luke recorrió una cicatriz debajo de la rodilla.

— Si.

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Luke la miraba mientras seguía acariciando la zona como si así pudiera


calmarla.

— ¿Todavía te duele? —preguntó con voz ronca.

— En muy raras ocasiones, sólo cuando abuso de ella —respondió


esforzándose para que su tono sonara firme.

— ¿Cómo hoy? —frunció el ceño al reprenderla.

Emma se dio cuenta que había cometido un error tan pronto como abrió la
boca y optó por no decir nada más.

Sujetando su otra pierna, él le quitó rápidamente el zapato y la media.

— ¿Qué haces? —Emma sentía que el vello se le erizaba en una reacción


inusual que atravesó su cuerpo.

— Acostarte en la cama. Tienes que descansar la pierna.

— Pero no estoy herida.

Ignorándola, levantó sus piernas y la tumbó en la cama, entonces agarró el


edredón que estaba doblado y la tapó con él.

— Lo sé, pero creo que necesitas descansar y eso es lo que vas a hacer.

Ella se subió el edredón hasta la barbilla y se apoyó en las almohadas.

— Estás siendo irracional.

En lugar de discutir eso, Luke cambió de tema completamente.

— ¿Cuántos años tienes?

— Veintidós —Emma no sabía a donde quería llegar con esa pregunta.

Levantándose, Luke metió los zapatos debajo de la cómoda y se dirigió a la


puerta.

— ¿Quién ha cuidado de ti desde que murió tu marido?

Esa pregunta la hizo sentir como una imbécil y tuvo que cerrar las manos
bajo las sábanas para no darle un puñetazo.

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— Yo me sé cuidar sola.

Luke se detuvo con la mano en la puerta, mirando de arriba abajo su cuerpo


cubierto por el edredón. Con una ligera sonrisa que más parecía contener
una advertencia en lugar de humor, habló suavemente.

— Tú no sabes cuidar de ti misma.

Y con esas palabras resonando en sus oídos, la puerta se cerró detrás de él.

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Capítulo 7

Aunque creyó que sería imposible dormirse debido al horror pasado con las
serpientes y el olor de Luke como un recordatorio físico de lo que había
sucedido en su dormitorio, Emma terminó cayendo en un profundo sueño y
pasó gran parte de la tarde descansando.

No se dio cuenta de lo tarde que era hasta que se miró en el espejo del
tocador para arreglar su cabello y escuchó un solo golpe en su puerta. Luke
entró en su habitación sin previo aviso.

Emma bajó las manos de su cabello y las apoyó en la cómoda cuando lo vio
entrar con una bandeja que dejó en la mesilla.

El aroma de pan fresco y guiso de carne removió fuertemente su estómago.

Ajustó la luz de la linterna de queroseno y la tenue iluminación del ocaso se


fortaleció con la incorporación de la lámpara.

Con sólo una mirada superficial en su dirección Luke se giró para salir tan
rápido como había entrado, sin embargo antes de huir le informó.

— María está demasiado ocupada cocinando para tantos hombres, y yo


estaré fuera hasta mañana.

Cuando iba a marcharse Emma gritó para detenerlo.

— Espera.

Luke se volvió hacia ella.

— Puedo ayudarla.

— No, no puedes.
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— ¿Por qué?

— No tienes ni idea de la cantidad de hombres que salen y entran del


comedor.

— Supongo que muchos, por eso pienso que a María le vendría muy bien un
par de manos extra.

— No.

— ¿Por qué?

— Te quedarás aquí hasta que vuelva y si llegó pronto te presentaré a los


demás hombres del rancho.

Emma desistió, por ahora, de ayudar a María y cambió de tema.

— ¿Adónde vas?

Luke levantó una ceja oscura como si cuestionase su derecho a hacer esa
pregunta.

— Cody y yo vamos a ver a uno de los refugios de abastecimiento que están


en el camino, pero ya habrá oscurecido cuando lleguemos allí y tendremos
que quedarnos a pasar la noche. Tengo que comprobar a uno de mis
empleados.

Aunque hablaba con normalidad, Emma intuyó que le ocultaba algo y la


aprensión empezó a crecer en su interior.

— ¿Crees que le ha pasado algo?

— Puede ser. El hombre debería haber vuelto hace dos días con los
suministros.

Ella ya había notado que Luke era un hombre de pocas palabras y a pesar de
la concisa explicación, se dio cuenta que iba a asegurarse de que el hombre
estaba bien.

— Ten cuidado.

Al instante sintió un ardor en las mejillas mientras la vergüenza la envolvía.

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¿Cómo reaccionaría Luke a esas palabras que no había sido capaz de


controlar antes de que se derramasen de su boca?

Enseguida supo la respuesta cuando Luke se acercó a ella y le levantó la


barbilla.

— ¿Te preocupas por mí?

Emma se lamió los labios y sus ojos se posaron en su boca.

Luke deslizó el pulgar por su labio inferior y ella sintió que el calor la
inundaba con ese toque tan íntimo.

— Tendré cuidado, Emma —dijo con voz profunda y controlada.

Su pulgar siguió recorriendo su labio.

— María te traerá las comidas y se asegurará que estés bien. Estará muy
ocupada hasta que Red se ponga bien de nuevo. No voy a estar aquí para
vigilarte y María tampoco puede hacerse cargo de ti. Tendrás que utilizar el
cerebro que existe en esta pequeña cabeza y permanecer dentro de casa.
¿Crees que podrás hacerlo?

A Emma le irritó el sutil tono de sarcasmo en su voz.

— Por supuesto.

Se sintió atravesada por un rayo cuando él tiró de ella hasta que sus frentes
se juntaron y las respiraciones se mezclaron. De repente le resultó imposible
salir de ese capullo entre sus brazos.

— Espero que lo hagas, porque cuando vuelva a casa quiero encontrarte de


una pieza —La rozó con los labios suavemente—. Realmente te quiero ver
entera cuando regrese, Emma.

Arrastró el índice sobre su cara y Emma sintió el deseo escurriendo como


miel caliente atravesando su cuerpo.

Volvió a besarla, pero esta vez con firmeza.

Emma se arqueó hacia él pensando que estaba a punto de devorar su boca,


cuando de repente, se incorporó y se apartó. La miró un instante antes de
dar media vuelta y caminar hacia la puerta.

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— Quédate en casa.

Una vez más, la puerta se cerró detrás de él.

  
Emma se quedó en casa durante día y medio buscando algo para hacer,
hasta que encontró una cesta de ropa. Le preguntó por ello a María durante
una de sus breves visitas.

La ropa era de Luke y necesitaba que la arreglaran. Emma se ofreció a


hacerlo y María se lo agradeció ya que ahora no tenía tiempo para zurcir.

Sentada durante horas en el silencio de la casa, a solas con sus


pensamientos y el acto íntimo de reparar la ropa de Luke, su mente empezó
de nuevo a tomar un rumbo peligroso mientras cosía los botones que
faltaban o remendaba sus camisas. Pensaba en cómo se sentiría cuidando su
ropa, algo que era el deber de una esposa.

Su imaginación se desbordaba mientras pensaba que si la casa fuera suya y


Luke su marido, ella sería la que cuidara de todo.

Mientras que el montón de ropa arreglada crecía, el ocaso comenzó a caer.


Empezaba a cuestionarse si Luke regresaría a casa esa noche, cuando
escuchó que se abría la puerta y el sonido de unos pasos.

De repente él estaba frente a su silla mirándola.

— Has vuelto.

A Luke le brillaban los ojos cuando notó el montón de ropa a su alrededor.

— ¿Estás bien?

Emma recorrió inconscientemente su cuerpo con la mirada buscando algo


fuera de lugar, pero no vio nada que indicara que estuviera herido.

— Sí, el caballo de Buck cayó en el arroyo y tuvimos que sacrificarlo. Cody


volverá mañana para ocuparse de él.

— Oh... Qué triste.

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Él se mostró de acuerdo con una breve inclinación de cabeza.

— Creo que has encontrado algo para mantenerte ocupada.

Emma giró los ojos ante su tono de voz.

— Sí, lo he encontrado —respondió con descaro. Intuía que no quería hablar


más del caballo perdido.

— Me muero de hambre, ven a hacerme compañía mientras como.

El placer corrió por su espalda cuando él se marchó a la cocina esperando


que hiciera exactamente lo que había ordenado, pero no tenía ni la más
mínima intención de rechazar esa orden.

Lo siguió hasta la cocina observándole mientras devoraba la comida que


María había dejado. La curiosidad se deslizó por su columna.

¿Cómo sería su vida si él fuese suyo?

¿Cómo se sentiría compartir la misma cama?

Sólo sabía lo básico de las relaciones, es decir, el hombre plantaba la semilla


en la mujer y así se hacía un bebé.

La única experiencia que tenía con el deseo o la excitación la había aprendido


de él.

— ¿En qué estás pensando que te has quedado tan seria de repente? —Se
bebió un vaso de agua después del último bocado, observándola
atentamente.

— En nada —respondió con la cara roja de vergüenza.

Luke la miró fijamente preguntándose en qué estaría pensando para estar


tan avergonzada.

Tendría que tener paciencia, pero al final conseguiría descubrir todos sus
secretos.

— ¿Quieres jugar a algo? —sugirió él.

— ¿A qué?

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Luke estrechó los ojos y empezó a sentir la excitación que siempre estaba
presente cuando se encontraba frente a ella.

— ¿A las cartas?

— Sí, está bien.

Abriendo un cajón, sacó la baraja de cartas y fue hasta la puerta trasera,


cerrándola con cerrojo.

El sonido metálico resonó en la habitación.

Volvió a la mesa y notó que Emma miraba la puerta cerrada y bloqueada.

Hizo caso omiso de la mirada en su rostro acercándose con la silla y


sentándose mientras dejaba el mazo de cartas entre ellos.

Cruzando los brazos se inclinó sobre la mesa, invadiendo su espacio.

— ¿A qué jugamos?

— No... no lo sé —respondió con voz débil con la mente todavía en la puerta


cerrada.

— ¿A póquer?

— ¡Póquer! —exclamó sorprendida y un poco recelosa por la elección.

— Bueno, tú elegiste la última vez, ¿no es así?

— Sí, es verdad.

— No conozco muy bien otros juegos de cartas, así que prefiero jugar al
póquer.

— ¿Pero el póquer no es un juego de azar? —preguntó Emma con el ceño


fruncido.

— Sí.

— ¿Y no es pecado jugar a eso?

— ¿Es pecado de dónde vienes?

Emma miró de las cartas a su cara.

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— No, pero creo que es incorrecto —respondió audazmente.

— Bueno, no vamos a jugar con dinero, por eso la razón de si es correcto o


no es irrelevante.

— Es cierto, pero si piensas que voy a ser tan estúpida para jugar por dinero
con un hombre que ganó su rancho en un juego de póquer, te equivocas por
completo —cruzó los brazos sobre el pecho y levantó la barbilla mirándole
con irritación.

— Eso es muy inteligente de tu parte Emma —admitió Luke con una sonrisa.

— ¿Y qué vamos a apostar?

— Besos —respondió barajando las cartas como si no hubiese dicho nada


importante.

— ¡Besos!

— Sí, besos.

Emma sacudió la cabeza rechazando la idea.

— De eso nada, no quiero apostar besos, piensa en otra cosa.

— ¿Ropa?

— ¿Para qué quieres mi ropa? —preguntó confundida.

Luke podía ver su mente trabajando mientras trataba de entender por qué
quería su vestido. Cómo estaba lo suficientemente cerca notó enseguida el
cambio en su expresión cuando al final lo comprendió. El rostro de Emma
pasó del blanco al rojo intenso y su boca formó una “oh” para cerrarla
inmediatamente.

— No te preocupes dulzura, sólo estaba bromeando, ¿qué tal si jugamos con


cerillas? —dijo riéndose.

— ¿Cerillas?

— ¿Eso es algo aceptable para apostar? —Notando que el rubor desaparecía


de su rostro decidió escandalizarla una vez más—. Si quieres volvemos a la
idea de los besos.

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— No... Las cerillas están bien.

Levantándose Luke sacó una caja de cerillas de un cajón y volviendo a


sentarse las empezó a repartir.

— ¿Te parece aceptable o prefieres contarlas?

Emma miró con recelo los dos montones de cerillas. Parecían iguales, pero
como sabía que él era bueno jugando no quiso arriesgarse a que le hiciera
alguna trampa.

— ¿Puedo elegir mi montón?

— Claro.

Su respuesta fue casual y antes de elegir la más cercana lo volvió a mirar


para descubrir si la estaba engañando, pero no pudo distinguir nada.

— Está bien.

Emma examinó las dos pilas mientras él esperaba sonriendo como un gato a
punto de lamer la crema. Eso hizo que frunciese el ceño cuando empujó una
hacia Luke y se quedó con la otra.

Al ver el modo en que sujetaba las cerillas, Luke se levantó de nuevo y


agarró del armario una botella de whisky y dos vasos.

— ¡No puedo beber licor!

— Claro que puedes —Le contradijo vertiendo una pequeña cantidad de


whisky en cada vaso.

— Señor But...

— ¿Otra vez volvemos al señor Butler, cariño? —Se burló riéndose y


percibiendo que Emma lo miraba como si no se hubiera imaginado que podía
ser capaz de reírse.

— Luke, no puedo beber whisky.

— Quieres jugar según las reglas, ¿no?

— Sí, pero no creo que una de las reglas del juego sea que hay que estar
borracho para jugar.

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Luke la contemplaba divertido, sintiendo la vibración de su excitación.

— ¿Crees que te haría trampa?

— ¡Sí, creo que sí!

Él se echó a reír y levantó su vaso antes de tomar un sorbo y empujar el otro


hacia ella.

— Sólo toma un sorbo y empezaremos el juego.

Vio como ella miraba el vaso como si tuviera veneno y sonrió dándose cuenta
que hacía mucho tiempo que no se divertía de esa manera.

Lentamente Emma agarró el vaso, la mano le temblaba ligeramente.

— Sólo un pequeño sorbo. El whisky debe ser un gusto adquirido, primero


acércalo a tu nariz y aspira su olor.

Emma siguió sus instrucciones pero rápidamente retiró el vaso de su cara.

— ¿Nunca has bebido whisky?

— ¡No, claro que no!

— ¿Y vino?

— Sí, un par de veces.

— El whisky es lo mismo, sólo que un poco más fuerte —explicó mojando un


dedo en su vaso y acercándoselo al rostro —. Prueba su sabor, Emma.

Emma miró su mano y tuvo la repentina sensación que él no le estaba


ofreciendo saborear el whisky o enseñarle a jugar al póquer. Su intensa
mirada estaba fija en ella. Entonces, con cuidado y lentamente abrió la boca.

— Pruébalo —pidió él con voz ronca.

Sus ojos marrones la hipnotizaban y se inclinó hasta estar lo suficientemente


cerca de su dedo. Luke no se movió, por alguna razón quería que fuera ella
la que se acercara.

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Aproximándose, Emma lamió suavemente su dedo cerrando los ojos por el


inmenso placer que atravesó su cuerpo. El alcohol y el placer se unieron para
provocarle mariposas en el estómago.

Abriendo los ojos notó que él dejaba su dedo en el labio inferior durante un
segundo, antes de mojarlo de nuevo en el vaso y volver a ponerlo en su
boca.

— Te gusta, ¿verdad, cariño?

Esa pregunta le hizo pensar que estaba hablando de algo diferente a la cata
de whisky.

— Es muy fuerte —logró responder con el sonido de la palabra “cariño”


reverberando abrasadoramente por su cuerpo.

Luke mojó su dedo otra vez.

— A veces lo fuerte también es bueno.

Sus labios rozaron su dedo suavemente y Emma se sorprendió al descubrir


que lo estaba besando. Se apartó y levantó el vaso hasta su boca.

— Toma un sorbo pequeño, pero sólo uno.

Emma bebió un poco más que lo que había probado de su dedo. El alcohol
se extendió por su sangre en oleadas de calor.

— Eso es, dulzura —comentó satisfecho, y bebiendo un trago agarró las


cartas y empezó a barajar a una velocidad que casi la mareó.

— ¿Dónde aprendiste a hacer eso? —preguntó con asombro al ver su rapidez


al manejar las cartas.

— No me acuerdo. Hace ya mucho tiempo.

— ¿Me puedes enseñar?

Luke levantó la cabeza bruscamente mirándola fijamente, hasta que bajó


hasta sus pechos y de nuevo a sus ojos.

— Si. Te enseñaré.

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Su silla chirrió cuando se levantó y se puso detrás de ella, envolviéndola con


sus brazos.

— ¿Qué haces? —preguntó en un susurro, sintiendo que su aroma la


envolvía, un aroma picante totalmente masculino mezclado con una cálida
sensualidad que comenzó a extenderse como un flujo de lava por sus venas,
antes de posar las manos en sus hombros.

— Enseñarte a barajar. Todavía quieres aprender, ¿no?

Emma cerró los ojos haciendo un esfuerzo para no derretirse a sus pies.
Mordiéndose el labio decidió que cualquier tormento sensual que él le
impusiera, ella se lo haría pagar el doble.

— Sí, aun quiero aprender —Cogiendo el vaso, tomó otro sorbo de ese fuego
líquido que envió una oleada de coraje por su cuerpo como nunca había
sentido.

Luke le quitó el vaso y lo puso fuera de su alcance.

Aún con sus brazos alrededor de ella dividió el mazo en dos mitades, usando
sólo el pulgar para controlar la mitad superior de las dos, mientras que los
otros dedos sujetaban firmemente la parte inferior.

— Tienes que tener una mano firme, Emma —susurró tan cerca de su oído
que ella sintió su aliento en el cuello. Su cuerpo tembló mientras él
continuaba con la lección—. Ese es el secreto, dulzura, sólo sujeta
firmemente el lugar correcto... —Se interrumpió cuando unió las cartas en un
barullo lento produciendo un ruido amortiguado.

— ¿Lo has entendido bien?

— Sí —murmuró Emma con los ojos cerrados sin estar muy segura. Todos
sus sentidos estaban hechizados por su voz y su proximidad.

— ¿Quieres probar? —El significado de su pregunta era misterioso, pero


como ya estaba en trance, lo único que pudo hacer ella fue estar de acuerdo.

— Si.

Luke sintió remolinos de lujuria cuando Emma susurró “sí” dos veces
seguidas. La lección le había provocado una erección que presionaba contra

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sus pantalones y no se iría si no conseguía algún alivio urgente. Y sabía qué


tipo de alivio deseaba en este momento.

El esbelto cuerpo de Emma, desnudo y en su cama.

Se alejó de la tentación y regresó a su silla.

— ¿Preparada para jugar? —preguntó con voz grave, concentrándose en las


cartas para quitarse esa imagen de su mente.

— No sé jugar.

— Sólo hay una cosa sobre el póquer y otros juegos que siempre tienes que
recordar. Nunca... repito, nunca, te juegues lo que no puedas permitirte el
lujo de perder.

— Muy bien —respondió memorizando el consejo y mirando como repartía


cinco cartas para cada uno.

Emma se concentró en las cartas y no en sus manos, pero era casi imposible,
esos dedos eran largos, curtidos por el sol y sin lugar a dudas, muy
masculinos.

— Hay muchas variaciones del juego, a veces las cartas están a la vista,
otras ocultas o una mezcla de las dos. Normalmente están ocultas.
Empezaremos con lo básico y las miraremos mutuamente para que pueda
explicártelo mejor.

Emma asintió.

— El objetivo es tener la mejor mano para ganar el bote.

— Creía que se necesitaba mucha habilidad y que esa era la mejor garantía
para ganar, ¿dónde está esa habilidad?

— Buena pregunta, dulzura. No hay ninguna habilidad y lo aprenderás a


medida que vayamos jugando.

Ella lo miró con desconfianza, como si le estuviera ocultando algo que


necesitara saber.

— No me mires así, no estoy tratando de engañarte de ninguna manera.

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Luke volvió las cinco cartas de los dos, ella tenía un par de tres, pero lo que
era peor es que él no tenía nada.

— Si no tuvieses ese Par de tres te ganaría con una carta alta, porque mi
Jota vale más que tu carta más alta que es un diez, pero como tienes un par,
tú ganas. Un par de cualquier naipe gana a las cartas de una sola letra —La
miró para ver si estaba siguiendo su explicación—. ¿Entendido?

— Creo que sí.

Él se echó a reír y tomó un trago de whisky, saboreándolo.

— Bebe un poco y continuamos.

Emma sujetó el vaso y bebió. Vio que él miraba su boca con una expresión
que causaba que la atracción entre ellos creciera cada vez más.

No sabía si era debido a su proximidad, al whisky, o a las dos cosas, pero en


ese momento se sentía casi mareada.

Se miraron en silencio hasta que él volvió la atención a las cartas.

— Sigamos. Dos pares de algo son mejor que un par.

El sorbo de whisky la estaba calentando interiormente y le sonrió.

— Sí, señor —Se quedó sorprendida al oír la burla en su tono.

— Un Trío de un naipe gana a dos pares, preciosa.

Ella abrió mucho los ojos.

— No me mires así, ya sabes que eres muy bonita.

El estómago de Emma se agitó con el fuego del elogio y el tacto de su mano


en su barbilla.

— Eres hermosa. Tus labios rosas, tu pelo sedoso... en realidad todo en ti es


bello. No puedo creer que tu marido no te lo dijera todo el tiempo.

Luke apreció su piel cremosa bajo los dedos y sintió un momento de culpa
por estar tan feliz de que el otro hombre estuviera muerto, pero no había
nada que pudiera hacer para cambiar ese hecho. En realidad estaba más que

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feliz, porque si él estuviera vivo, Emma no estaría sentada en su cocina,


sonrojándose como las llamas y a punto de perder jugando al póquer.

— Una Escalera gana a un Trío —Sus ojos estaban fijos en su boca mientras
pasaba el dedo por sus labios.

— ¿Sabes qué es una Escalera?

Cuando ella movió la cabeza para negarlo, Luke sintió que el deseo se
deslizaba por su columna y tuvo que luchar para controlarlo.

— Las Escaleras son cinco cartas seguidas en orden numérico de distintos


naipes. Una Escalera de color gana a una simple Escalera. Una Escalera de
color son cinco cartas del mismo naipe, sin importar los números.

Ella le observaba distraída.

Luke trató de acelerar las explicaciones para terminar rápidamente con los
conceptos básicos.

— Lo siguiente es un Full, tres cartas de un naipe y un par.

Emma permaneció en silencio. Luke intuía que el alcohol circulaba ya por su


cuerpo y probablemente no se había enterado de nada desde que empezó a
explicarle cómo se jugaba.

— ¿Me estás siguiendo?

Emma asintió.

— Un Póquer de ases son cuatro ases y una carta alta y ganan a un Full. A
continuación viene la Escalera real, que son cinco cartas correlativas del
mismo naipe.

Luke siguió explicándole las manos restantes, sabiendo que con toda
seguridad Emma no recordaría ni la mitad de lo que le había enseñado.

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Capítulo 8

Emma se sentía cautivada al escuchar el lento ritmo de la profunda voz de


Luke. El sabor del whisky le resultaba repulsivo, pero la sensación
embriagadora que le causaba merecía la pena y superaba su desagradable
sabor.

Hacía mucho tiempo que ya no se enteraba de las explicaciones del póquer,


pero fingió prestar atención. Se negaba a admitir que no tenía ni idea de
cómo jugar a ese complicado juego.

Sólo se acordaba de la advertencia de Luke: No apuestes lo que no quieras


perder. Parecía una regla bastante simple y estaba bastante segura que si la
seguía podría jugar sin perder nada importante.

Vio como Luke repartía una nueva mano, esta vez con las cartas boca abajo,
y las levantó, pero después de mirarlas no hizo ningún movimiento.

— Míralas —Le indicó Luke.

Emma recogió las cartas y trató de recordar sus explicaciones, descubriendo


que tenía un par de cincos, uno negro y el otro rojo.

¿Eso era bueno?

Esperó a ver lo que Luke hacía a continuación. Él mostró sus cartas.

— No tengo nada, ¿y tú?

Ella sonrió y mostró sus cincos.

— Muy bueno.

Siguieron jugando de esa manera hasta que se familiarizó con el juego.


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Entonces empezaron a jugar en serio.

— Marca tu apuesta —dijo Luke.

— ¿Qué? —preguntó ella ante una expresión que no había oído en su vida.

— Veinticinco cerillas.

Los dos contaron rápidamente las cerillas.

— ¿Estás segura?

— Si —contestó sin estar muy convencida.

Luke repartió cinco cartas para cada uno.

— Echa un vistazo a tus cartas y haz tu apuesta sin decirme nada.

— No tengo casi nada —dijo ella.

— Entonces no apuestes todas tus cerillas.

Emma apostó cinco al mismo tiempo que Luke hacía lo mismo.

— Igualo la apuesta.

Mientras Emma examinaba sus cartas, él le explicaba su valor. Casi podía ver
como trabajaba su cerebro para hacer la mejor jugada.

Emma eliminó dos cartas y cogió dos nuevas, lo que hizo que de inmediato
se retorciera en su asiento mientras miraba a Luke.

Esto sería como quitarle un caramelo a un niño.

Luke desestimó tres cartas y las reemplazó con otras.

— Ahora puedes apostar cinco o doblarlas, pero como ya no tienes tantas


cerillas, te aconsejo que apuestes sólo cinco.

Después de apostar, Luke enseñó sus cartas y Emma ganó la ronda


fácilmente.

Luke dejó que ella ganara casi todas las manos para que no sospechara,
antes de ponerse a jugar en serio y vencer en todas las partidas,
apoderándose de casi la totalidad de las cerillas.

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Emma se quedó atónita, estaba segura que Luke la había engañado.

— ¡No es justo! ¡He perdido todas mis cerillas!

Luke se rascó la barbilla mientras fingía pensar en eso.

— Cuando estás jugando y te encuentras en un mal momento como este,


debes decidir cuáles son tus opciones y lo que vas a hacer a continuación.

— ¿Mis opciones?

— Bueno, por lo general igualar una apuesta en el póquer es algo aceptable,


pero debes estar totalmente segura de que tienes una mano ganadora, o te
encontrarás con un agujero aún más grande de lo que puedes pagar. Por eso
no tienes que jugarte algo que no quieras perder.

Emma miró sus cartas de nuevo y se lo pensó.

— Sé que mi jugada va a ganar.

— ¿Estás segura, cariño? —Le preguntó con un brillo en los ojos y una
sonrisa en los labios.

— Estoy segura —respondió Emma enseñándole la lengua.

— Bien, entonces tienes que ofrecer algo para apostar, ya no tienes cerillas.

— No tengo nada más que ofrecer —Después de pensar un momento


añadió—. Ah, ya sé. ¿Qué te parecería que te hiciera mañana galletas si
pierdo? ¡Hago las mejores galletas del país!

— ¿En serio? —No podía apartar los ojos de ella. Se veía tan sonrojada y
emocionada con el juego, con un brillo de felicidad en su mirada.

— Te lo aseguro.

— Me lo creo. Pero ya estoy muy gordo, piensa en otra cosa.

Emma lo miró con escepticismo. Luke no tenía ni un gramo de grasa de más.


Estaba delgado y su fuerza muscular era como un farol que hacía días que la
atraía. Puede que no le gustaran los dulces, después de todo, ella nunca le
había visto comer pasteles ni nada parecido.

— ¡Te he arreglado toda la ropa! —exclamó fingiendo enfado.

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— Ya sé que lo has hecho —La diversión cruzó su rostro.

Emma se dio unos golpecitos en la boca con los dedos mientras pensaba. No
se le ocurría nada.

— ¿Volvemos a la primera opción? —preguntó él con voz profunda y casi


salvaje mientras la observaba.

— ¿Cuál?

— Tu boca.

— Luke...

— Emma.

— Creo que decidimos no apostar besos.

— No, en realidad tú decidiste no apostar eso.

— Lo decidimos...

— Siempre puedes mostrar tus cartas y terminar el juego. En ese caso


ganaría yo.

— No. ¡Mi jugada es muy buena y yo ganaré!

— Me parece bien. En realidad prefiero besos a cerillas.

— ¿Cuántos besos? —preguntó muy seria.

— Hum. Si tú ganas te quedas con todas las cerillas y aumento la apuesta


con un paseo a caballo por el rancho para mañana.

Emma contuvo el aliento ante su oferta.

— No sé montar a caballo.

— Empezaremos poco a poco, hasta que te acostumbres —declaró


suavemente, como si hablara de otra cosa que no fueran caballos.

— ¿Y si pierdo?

— Tres besos —respondió firmemente, haciendo una oferta que parecía


innegociable.

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— ¿Tres besos? —repitió ella sintiendo un calor que atravesó su cuerpo. Ya


había descubierto que le gustaban demasiado sus besos. Esta era una
apuesta que podía permitirse el lujo de perder.

— Tres besos de buenas noches.

— ¿Eso significa que si pierdo me darás tres besos esta noche antes de irme
a dormir?

— No. Quiere decir que te daré un beso durante tres noches seguidas, a
partir de hoy.

Emma estaba segura que Luke jugaba con ella como un gato con un ratón.
La observaba como si quisiera devorarla y eso hacía que se sintiera confusa y
halagada al mismo tiempo.

Esa sensación la llevaba a aceptar la apuesta aunque perdiera, pero el


premio que conseguiría hizo que se lo pensara mejor. Montar a caballo a su
lado mientras paseaban por el rancho sería muy agradable.

Por esa razón quería ganar la apuesta, aunque la idea de tener que besarlo
tres noches seguidas era demasiado atractiva.

— ¿Por qué quieres besarme? —La pregunta salió antes de que pudiera
detenerla.

— Porque eres preciosa, dulce y tu sabor es delicioso.

— Pero cojeo y...

El rostro de Luke se puso rígido de impaciencia.

— ¿Y qué demonios tiene eso que ver con todo, Emma? No tiene
absolutamente nada que ver con lo dulce que eres. Ahora, ¿aceptas la
apuesta o no?

— Sí.

— Tres besos de buenas noches contra un paseo a caballo —Le hizo un gesto
a sus cartas con un movimiento brusco de cabeza—. Vamos a ver lo que
tienes.

Emma mostró sus cartas con orgullo, tenía un par de cincos y tres nueves.

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A Luke le brillaron los ojos cuando después de examinarlas un instante


mostró las suyas. La miró sin un ápice de humildad, todo lo que se podía ver
en sus ojos era una gran satisfacción.

— ¡Cuatro dieces! —exclamó abriendo mucho los ojos cuando él la agarró y


sin perder un solo instante tiró de ella hasta que aterrizó en su regazo.

Con el corazón acelerado notó que le acariciaba suavemente el cabello antes


de enredar los dedos y observarla fijamente.

— Todavía te llevaré a montar mañana, pero quiero mis besos —Emma jadeó
cuando le echó la cabeza hacia atrás para encararla—. A partir de ahora.

Con la maravillosa promesa de montar a caballo retumbando en sus oídos y


su boca sobre la de ella, un enorme placer explotó en su cuerpo. Emma se
acurrucó en sus brazos, excitada y aturdida por el inmenso deseo que sentía.
Nunca había sentido nada parecido.

Se sorprendió ligeramente al notar la dureza de Luke presionando bajo su


trasero, mientras la abrazaba tan fuerte que sus curvas se amoldaban
perfectamente a su musculoso pecho.

En cuestión de segundos jadeaba contra su boca y la respiración de Luke


también estaba agitada. Él levantó su boca y dijo con voz ronca.

— Bésame otra vez —Y se apoderó de nuevo de su boca.

Emma le devolvió el beso ansiosamente, reparando en el gemido que soltó él


y la fuerza de su abrazo.

— Te deseo, Emma.

Luke deslizó la boca por su rostro hasta que se detuvo en su garganta y


succionó, causando que las terminaciones nerviosas de Emma se dispararan
y suspirara al notar una humedad acalorada entre sus muslos.

Cuando Luke bajó la mano desde su cabello a su pecho, una sensación de


hormigueo pasó por ella y gimió, moviéndose ligeramente para aliviar esa
frustración que no terminaba de entender.

— Esto es más que un beso, Luke —murmuró encontrando la voz.

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— Todavía no —respondió con voz ahogada, capturando de nuevo su boca y


moviendo su pulgar por la creciente punta de su pezón.

Un placer intenso y ardiente la apuñaló. Temblorosa, se aferró a él de nuevo


y le devolvió el beso profundamente con toda la pasión que sentía.

Luke casi sucumbió cuando sintió el cambio de Emma, era dulce y flexible en
sus brazos y al mismo tiempo, cálida y dispuesta. No sabía cómo iba a ser
capaz de detener todo y conformarse solamente con sus besos, pero tenía
que hacerlo.

El poco whisky que ella había tomado la estaba desinhibiendo, pero no


existía ni una maldita oportunidad de que él se aprovechara de la situación.
Luke quería que lo deseara de corazón y si lo conseguía, estaría ganando
algo más que su cuerpo. Aunque todavía no podía dejarla.

Emma olía a sol mezclado con canela y azúcar. Luke estaba seguro que
nunca se había sentido de esta manera, hechizado y adicto a la suavidad de
su piel. Cuando le rodeó el cuello con sus pequeños brazos, él se perdió por
completo y la estrechó fuertemente.

El deseo que había sentido la primera vez que la vio se estaba convirtiendo
en una necesidad y su cabeza empezó a hacer planes para el día siguiente.
Le había prometido enseñarle a montar a caballo, pero estaba más que
dispuesto a darle también una lección de sensualidad.

Emma sintió que Luke se endurecía aun más antes de apartarle los brazos de
su cuello y romper el beso.

— Ya es suficiente.

La confusión invadió su mente. Los besos compartidos habían sido


abrasadores, mucho más de lo que se había imaginado, por eso cuando se
alejó y puso fin a todo, Emma se sintió devastada.

— ¿Ocurre algo?

— No, a menos que quieras que te arranque toda la ropa y entre


profundamente dentro de ti en los próximos treinta segundos —Le explicó
ásperamente en un tono duro.

Emma se estremeció cuando esa imagen tan íntima se deslizó en su cerebro.

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Nunca había pensado que algo entre ellos iría mucho más allá que unos
cuantos besos. Y mucho menos habría esperado que él siguiera deseándola
después de enterarse que su lesión era permanente.

Era una sensación increíblemente irresistible.

Luke la ayudó a levantarse, sujetándola hasta que ella se estabilizó.

— Será mejor que te vayas a la cama mientras todavía conserve el suficiente


control para dejarte ir.

Por alguna razón, Emma encontró su declaración muy gratificante, aunque la


tentación sería más difícil cada día. Luke había admitido que la deseaba y
eso le provocaba una reacción que la sorprendía.

Mirándole por última vez se dio la vuelta, pero tuvo que detenerse cuando
sintió un tirón en la mano.

— Recuérdalo Emma —Luke hizo una pausa acariciando su frenético pulso


con el dedo—. Sigues en deuda conmigo.

Emma se durmió esa noche con esa seductora advertencia en la cabeza.

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Capítulo 9

Emma ató el lazo de su sombrero debajo de la barbilla y avanzó rápidamente


hacia la cocina donde Luke la esperaba.

Él miraba por la ventana bebiendo un vaso de agua. Aun no se había dado


cuenta de su llegada y aprovechó para admirar su figura, sintiendo de nuevo
el fuego que atravesaba sus venas.

Disfrutó sin pudor de la vista de sus anchos hombros musculosos, reparando


en que las mangas de su camisa estaban enrolladas hasta los codos y la
parte de atrás húmeda por haber trabajado desde el amanecer.

Ella debió de hacer algún ruido porque él se volvió y la miró de arriba a


abajo, atragantándose y escupiendo el agua de su boca otra vez al vaso.
Dejando el vaso con un golpe, se aclaró la garganta sin dejar de recorrerla
con la mirada.

— ¿Qué diablos llevas puesto? —rugió.

— Pantalones —respondió, perpleja por la pregunta.

— ¿De dónde los has sacado?

— Los compré en St. Louis.

Luke la miraba como si estuviera a punto de pedirle que se cambiara de


ropa.

— No es un crimen que las mujeres lleven pantalones, Luke —dijo


entrecerrando los ojos.
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— ¿Y por qué no llevas una falda para montar? —preguntó con un ligero
reproche en su voz.

— Una falda de esas me hubiera costado tres veces más que los pantalones,
además con ellos me siento mucho mejor.

Luke observó las curvas femeninas que destacaban todavía más con los
pantalones, encendiendo un fuego en su interior y sintiendo que su pene,
semierecto siempre en su presencia, ahora estaba completamente hinchado
y duro. Durante unos instantes se dedicó a pensar que esa mujer sería su
muerte.

— Está bien, vámonos ya.

Luke sujetó la puerta para que ella saliera y pasó junto a él inhalando
profundamente el limpio aroma del día soleado.

Libertad.

Eso era todo lo que podía pensar en ese momento. Al fin salía de casa sin
tener que esconderse.

— ¿No has montado nunca? —preguntó Luke cuando caminaban hacia el


establo.

— Cuando era pequeña me monté en un poni.

— ¿Tu falta de experiencia se debe a la pierna?

— No. No teníamos caballos en el orfanato y la señora Carson, mi antigua


patrona, decía que una dama no debe montar a caballo, a pesar de tener un
carro y un caballo. Aprendí a conducirlo bien.

— ¿Por qué no estás con ella?

— Porque murió.

— Y ahora quieres convertirte en modista.

— Tengo que ganarme la vida, ¿no?

— ¿Por qué no te casas otra vez?

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¿Cómo se suponía que tenía que responder a eso? Luke no parecía darse
cuenta que su lesión era un impedimento y la razón por la que no podía
casarse. No se le ocurría ninguna respuesta adecuada.

— No me preocupa mucho el tema del matrimonio —contestó al fin, notando


el aumento de color en su rostro, al mismo tiempo que advertía que él se
había adelantado y lo más seguro es que no hubiera escuchado su respuesta.

Luke estaba acariciando a una pequeña y bonita yegua, cuando de repente


se volvió para mirarla.

— A mí tampoco me preocupa mucho.

Por alguna razón, su respuesta envió una punzada de dolor al corazón de


Emma.

— ¿Por qué no?

— No sé, simplemente no le presto mucha atención.

La única pareja casada que conocía bien era María y Jesse. Y aun así era muy
difícil verlos juntos, ya que cuando Jesse estaba trabajando, María se
ocupaba de la casa.

Aunque sabía que los dos se llevaban muy bien y habían construido una
buena familia. Entonces, ¿por qué no quería casarse?

Cuando era más joven siempre tenía la posibilidad y el deseo de ir hasta la


ciudad cada sábado por la noche para divertirse. Iba al Saloon en busca de
una buena partida de póquer, un trago de whisky y una mujer dispuesta a
disfrutar de lo que la vida podía ofrecer. Pero ahora que era más mayor,
acercarse hasta Burnet era más una carga que un placer, hasta que incluso
buscar sexo, algo que solía darle un gran placer, se había convertido en
solamente una necesidad.

El tiempo pasaba muy rápido mientras trabajaba, pero últimamente, todo lo


que quería hacer con su tiempo libre era relajarse en el porche con una taza
de café o un trago de whisky y mirar la puesta de sol. La sola idea de tener
que ir a la ciudad un sábado por la noche no le causaba el mismo placer que
cuando era más joven.

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Pero aun así, el matrimonio le parecía como atarse una cuerda al cuello.
Aunque su rancho era próspero y tenía abundantes recursos, siempre supo
en lo más profundo de su ser que si algo salía mal podía ensillar su caballo y
marcharse a encontrar un nuevo lugar para echar raíces. Si tuviera una
esposa bajo su responsabilidad nunca sería capaz de hacer eso, y menos si
concebían niños.

Luego estaba el aspecto sexual y emocional del matrimonio. No le molestaba


la idea de acostarse con la misma mujer el resto de su vida. Lo que le
incomodaba era elegir a la mujer equivocada.

El matrimonio no era algo de lo que se podía salir con facilidad, era un


compromiso para el resto de su vida. ¿Y si se casaba con una bruja? ¿Una
mujer que no le soportara o incluso que no le gustase acostarse con él?

Recordó la partida de damas y póquer que jugó con Emma, convenciéndose


que el matrimonio debía ser exactamente así. Esas pocas horas que habían
pasado juntos, incluso estando excitado la mayor parte del tiempo, habían
resultado ser muy relajantes. Ella era una buena compañía, poco exigente y
con un rostro y un cuerpo muy agradable a la vista. De hecho, no podía
recordar ningún momento anterior en que se lo hubiera pasado tan bien.

Sus sentimientos eran muy volátiles alrededor de Emma y eso comenzaba a


inquietarle. Antes no se había preocupado de las vidas o los actos de los
demás, pero con Emma era diferente y el recuerdo del día que la encontró
rodeada de serpientes todavía le perseguía. Aún sentía la angustia
paralizante que surgía cada vez que pensaba lo cerca que estuvo de ignorar
la incómoda sensación de que algo andaba mal. Emma podía haber muerto
fácilmente, y cuando la encontró y la llevó a casa estaba tan furioso con ella
que sintió el fuerte impulso de ponerla sobre sus rodillas y darle unos azotes.
Aunque sabía que no lo hubiera hecho, su necesidad de protegerla era más
fuerte que todo lo demás y ese sentimiento era lo que más le preocupaba.

Pero ese día se volvió casi salvaje. Si no se hubiera controlado, le habría


arrancado la ropa y mostrado lo que sentía de una manera sexual.
Afortunadamente fue capaz de calmarse y asegurarle que siempre estaría
segura con él, aunque su mayor deseo fuera acostarla y cubrirla con su
cuerpo mientras la abrazaba y se hundía profundamente en su interior,
sintiendo sus corazones latiendo al mismo ritmo y ahuyentando todos sus

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miedos. Pero no podía hacerlo, no estaría bien que se acostara con ella
mientras estuviera furioso. Tuvo que resistir el impulso de golpear su trasero
desnudo, hasta que entendiera el miedo que había sentido y el peligro en el
que se puso para que no volviera a hacer una cosa igual.

Emma necesitaba estar en una ciudad agradable, con gente agradable y


agradables médicos si necesitaba alguno. A pesar de no estar casado, sabía
que la mujer a la que eligiera como esposa debía estar hecha de un material
más fuerte, ser capaz de ensillar su propio caballo y de realizar varias tareas
del rancho si se necesitaba su ayuda. Y sobre todo, soportar una dura vida
en un rancho aislado como el suyo.

Emma no podría hacer nada de eso, era pequeña y delicada, y su pierna le


negaba la capacidad de llegar rápidamente a cualquier lado.

Pero cuando recordó los abrasadores besos que habían compartido la noche
anterior, y los besos que tenía la intención de darle antes de que el día
terminase, y juzgando su respuesta, Emma sería la amante que elegiría sin
dudar. Era suave y hermosa, llena de calor y deseo, pero no podía retenerla
para siempre, incluso aunque tuviera la intención de convertirla en su
amante antes de marcharse a Denver.

Su voz fue más aguda de lo que pretendía cuando volvió a hablar.

— Dudo que no vuelvas a casarte pronto, pero mi caso es distinto, la vida en


un rancho es muy difícil para una mujer.

Emma se acercó a él para poder acariciar a la yegua.

— A María parece que le gusta mucho esta vida —dijo distraída con toda la
atención puesta en el animal.

— María es una mujer mayor y tú todavía eres muy joven.

— ¿Qué quieres dar a entender con eso? —Emma se volvió hacia él con una
expresión confusa.

Luke la observó fijamente, intentando descubrir que pasaba en ese momento


por la mente de Emma.

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— Sólo estoy dejándote claro que aunque los dos estemos disponibles para el
matrimonio, nunca encajarías como una posible candidata —advirtió con más
dureza de lo que pretendía, pero buscando dejar muy claro su decisión.

Los ojos de Emma se llenaron repentinamente de lágrimas. Luke vio un


atisbo de inmensa tristeza en su mirada, pero fue algo muy breve antes de
que se irguiera y lo mirara con rigidez.

— No recuerdo haberte pedido matrimonio.

— No fue mi intención herir tus sentimientos, Emma.

— No lo hiciste y no podrías aunque quisieras.

— Entonces, ¿por qué lloras?

— No estoy llorando. Yo no soy la que invento motivos para besarte y nunca


me he insinuado a ti. No necesito que me recuerdes que no soy lo
suficientemente buena para ti o tu rancho. No soy tan estúpida como para
creer que te gusta una mujer que no es más que una lisiada —terminó
abruptamente y temblando, alejándose de él.

Luke sintió un sentimiento perturbador e indeseado, a pesar de saber que


debería sentirse culpable por su comentario, la única emoción que corría por
sus venas y golpeaba su estomago era rabia.

Estaba enfadado porque ella lo había entendido mal, sentía rabia porque se
considerara una lisiada y por estar molesta cuando él era el único que no
podía tenerla.

Sujetándola de la cintura por la espalda, la presionó contra la pared del


establo. Emma aplastó su mejilla contra la madera áspera cuando ladeó la
cabeza.

— Ni eres estúpida ni una lisiada —murmuró en su oído—. Y será mejor que


no te vuelva a oír describirte de esa manera. Sólo eres terca, la mujer más
obstinada que he conocido. No vuelvas a tergiversar mis palabras o hacer
que se vea como si hubiera dicho algo que no debería.

Emma estaba inmóvil y en silencio mientras le escuchaba, notando como


abrazaba su vientre y recorría su figura femenina bajo la ropa que llevaba
puesta.

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Luke deslizó una mano a su pecho y lo sujetó firmemente, mientras


deslizaba la otra entre sus muslos y ahuecaba su feminidad a través de sus
pantalones.

Emma jadeó. Luke la abrazaba implacable.

— El caso es que te deseo demasiado Emma y te tendré. Siento tu cuerpo


gritando por mí en este momento y tenemos que hacer algo al respecto. No
hay ninguna maldita razón para negárnoslo, después de todo, ya no eres
inocente, conoces los deseos de los hombres. Sería muy diferente si fueras
virgen, pero ya que no lo eres...

Luke frotó la palma de su mano en su calor femenino y sintió el momento en


que ella se derritió en sus brazos y su cuerpo ardió con ese fuego que a él
tanto le seducía.

Emma gimió y empezó a mecerse suavemente contra su mano. Por un


segundo, Luke consideró acostarla en el heno y poseerla rápidamente, pero
no quería que su primera vez fuera así. Deseaba su suave cuerpo desnudo en
la cama, brillando bajo la luz de la lámpara y donde pudiera abrazarla
cuando todo acabara.

— Me muero por hacerte el amor, Emma —declaró sin rodeos—. Pero no


quiero malentendidos sobre adonde nos llevará eso. Soy sincero cuando te
digo que tengo que renunciar a ti, pero no creas ni por un instante que no
me gustaría tener tu dulce cuerpecito encadenado a mi cama por el resto de
mi vida, porque bien sabe Dios que lo haría si pudiera.

Sus palabras sorprendieron a Emma y la sacaron del letargo sexual en que


había caído cuando el placer explotó en su cuerpo, se giró en sus brazos para
encararle.

— Pero...

De repente fue interrumpida por una voz que llegaba desde la puerta del
establo.

— ¿Luke? ¿Estás ahí?

Escuchó la maldición de Luke mientras la soltaba.

— Estoy aquí.

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Cody se acercó adaptando la vista a la penumbra del interior del establo.

— Tenemos problemas Luke.

Emma todavía estaba cerca de él y pudo sentir la tensión que surgía de Luke
esperando para recibir las noticias.

— ¿Qué pasa?

— Jesse está herido, ese toro Monroe logró atraparlo.

— Mierda. ¿Es grave?

— No lo sé, le ha corneado el muslo y ahora está sangrando mucho, pero no


parece que haya afectado una arteria.

— ¿Dónde está?

— Su casa era la más cercana y María está con él. Ahora mismo le está
atendiendo.

— Estaré allí en cinco minutos.

Luke despidió al otro hombre y se volvió hacia Emma.

— Lo siento, tendremos que dejar el paseo para otro día.

— Por supuesto.

Emma alejó inmediatamente la decepción de tener que posponer el paseo a


caballo, además, estaba muy preocupada por María y Jesse.

— ¿Puedo ayudar?

— ¿Sabes coser heridas? —Le preguntó mientras salían del establo.

— No y no quiero interponerme en tu camino, pero puedo ayudar. No me


asusta la sangre.

— María no querrá marcharse de su lado. Sería un alivio para ella si le


aseguras que te ocuparás de la casa durante unos días.

— Claro que sí. Nos vemos luego —comenzó a caminar hacia la casa, pero él
la siguió.

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— Te acompañaré primero.

— No seas tonto, puedo llegar sola.

— No estoy haciendo el tonto Emma, es sólo que no me concentraré hasta


que no sepa que estás segura.

— Yo...

— Cállate y date prisa.

Emma suspiró y tropezó cuando Luke se acercó y le dio una palmada en el


trasero después de hablar.

— ¡Maldita sea! Lo siento —exclamó sujetándola. Emma pensó que era para
estabilizarla, pero se quedó sin aliento cuando la cogió en brazos y echó a
andar con pasos rápidos hacia casa.

— Bájame, puedo andar. No tienes que llevarme todo el tiempo.

— Tal vez quiera hacerlo —contestó con voz profunda, con un leve tono de
asombro.

— Y tal vez yo no quiero que lo hagas —argumentó por el simple hecho de


discutir. La realidad era que no podía negar que le encantaba la sensación de
estar entre sus brazos.

— Sabes cariño que puedes pelear conmigo en cualquier momento que


quieras de estos asuntos sin importancia. Me hará muy feliz hacerte cambiar
de opinión. Pero ahora Jesse me necesita y no tengo tiempo para callar esa
boca tan dulce, tendrás que esperar hasta que vuelva.

Emma no dijo nada y se limitó a rodearle el cuello con los brazos. En un


momento llegaron a casa, mucho más rápido de lo que hubieran llegado a su
ritmo. Luke la dejó en la puerta de atrás, abriéndola para que entrara.

— ¿Sabes cocinar?

— Bastante bien, pero creo que tendrás que comprobarlo tú mismo.

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— No salgas fuera y no quemes la casa —dijo levantándole la barbilla y


mirándola con seriedad—. No quiero tener que preocuparme también por ti,
aun me debes algo —Después de decir eso se dio la vuelta y se fue.

A Emma le costó un momento comprender lo que había querido decir, pero


cuando al fin lo entendió él ya se había ido. Observó su marcha, esperando
que Jesse estuviera bien y que María tuviera todo bajo control, y deseando,
con una punzada de culpa, que Luke llegara a casa a tiempo para la cena.

  
Luke no volvió a casa a la hora de la cena, lo que hizo que guardara su
comida en la fresquera, tan elegante como las que había visto en la ciudad.
Finalmente se dirigió a su habitación para dormir, aunque antes de acostarse
estuvo paseando por su cuarto hasta que su pierna empezó a doler.

Los médicos le habían dicho que el ejercicio era muy bueno para su pierna,
por eso cada día se ejercitaba un poco más.

Dejó la puerta abierta y bajó la luz de la lámpara, metiéndose en la cama


después de ponerse el camisón y rezar sus oraciones, añadiendo una
plegaria por la recuperación de Jesse. Intentó dormir, pero su cabeza no
dejaba de dar vueltas al accidente de Jesse y a cómo la hizo sentir Luke en el
establo. El sueño la seguía eludiendo y empezó a contar al revés desde cien,
pero lo dejó en el ochenta y cinco. Después pasó sin éxito a contar ovejas.
Su mente no dejaba de recordar el momento en que la mano de Luke ahuecó
su centro y se quedó allí de una manera muy íntima. Ya era tarde cuando por
fin se durmió.

Emma pensó que estaba soñando cuando sintió los labios de Luke contra su
boca. Eso era imposible. Sólo cuando el lado de la cama se hundió con su
peso al sentarse y apoyó la mano suavemente en su estómago, descubrió
que él realmente estaba allí.

Aun estaba aturdida y medio dormida cuando Luke la besó de nuevo,


rozando con su lengua sus labios.

— Buenas noches, Emma.

— Buenas noches —murmuró contra su boca.

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Luke deslizó su dedo desde su cara, bajando por su garganta hasta


detenerse en el valle de sus pechos, extendiendo la mano para acariciarlos.
Su boca continuaba torturándola mientras la besaba una y otra vez.

— Buenas noches —susurró.

— Buenas noches —repitió Emma sin estar completamente despierta, ni


entender que él estaba reclamando la apuesta que le debía.

Con renuencia y sabiendo que tenía que dejarla dormir, Luke se levantó y
caminó hacia la puerta, ya tenía la mano en el pomo cuando Emma
preguntó.

— ¿Jesse está bien? —Su tono era somnoliento, pero firme.

— Sí.

— Necesitó unos puntos. Cody tenía razón cuando dijo que no afectó ninguna
arteria, gracias a Dios. Está con una ligera fiebre, pero María lo mantendrá
estabilizado.

— ¿Estás bien?

— ¿Por qué no habría de estarlo? —preguntó con tono serio.

— No... No lo sé.

— Estoy bien, vuelve a dormir, ¿de acuerdo?

Luke la observó a través del cuarto y Emma se dio cuenta de una terrible
verdad. A pesar de lo que él le había dicho en el establo, estaba dispuesta a
entregarle su corazón. Tenía que luchar con todas sus fuerzas para que no
ocurriera.

— Hice la cena y te la dejé en la fresquera

— He comido algo en el barracón. Mañana la probaré.

Esa contestación no daba pie para continuar la conversación.

— Buenas noches, Luke.

— Buenas noches, Emma —Sus ojos la recorrieron en silencio durante unos


segundos.

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Cuando se marchó de la habitación, Emma se recostó en la almohada y cerró


los ojos.

El fuerte acento de su voz todavía resonaba en sus oídos, el sabor de sus


labios permanecía en su boca, así como el recuerdo de que nunca tendrían
un futuro juntos. La advertencia tan directa que le hizo le causaba un agudo
dolor en el corazón.

Estuvo despierta mucho tiempo, antes de caer finalmente en un sueño


inquieto.

  
Emma no esperaba ver a María al día siguiente y Luke seguía durmiendo
cuando se despertó. Era evidente que estaba muy cansado de la jornada
anterior, así que decidió no perder el tiempo y después de lavarse
rápidamente, se dirigió a la cocina y empezó a hacer el desayuno.

Su cabeza aun daba vueltas con lo que descubrió la noche anterior. Tenía que
proteger su corazón y dejar el rancho tan pronto como fuera posible. Pero
ahora, con Jesse herido, tenía que tomar por un tiempo el lugar de María en
la cocina, después de todo, se lo debía a la mujer por ser tan amable y darle
la bienvenida con los brazos abiertos.

Sabía que a pesar de ocuparse de la casa de Luke necesitaba prepararse


para cuando tuviera que irse.

Tal vez si el sheriff se enteraba que no quería quedarse más tiempo,


conseguiría encontrar una manera de enviarla a Denver. O puede que
buscara un trabajo en Burnet.

No, descartó de inmediato esa idea. Quería una ruptura total con Luke y si
estaba cerca, sabía que nunca sería capaz de olvidarse de él y seguir
adelante. Con ese plan en la cabeza, fue lo primero que le contó cuando se
presentó a desayunar.

Su mano temblaba mientras servía el café y eso sólo reforzó su decisión.

— Una vez que Jesse mejore y María regrese, creo que me tendría que ir a la
ciudad.

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Luke levantó la vista y la miró, confundiendo deliberadamente el significado


de esa declaración.

— ¿Necesitas algo de la ciudad? Cody irá el martes y puede traerte lo que


quieras.

— No necesito nada, sólo creo... Creo que debo irme allí —dijo sin mirarle.

Cogió un paño de cocina y se dispuso a recoger la mesa, pero cuando pasó a


su lado, Luke agarró su muñeca y dijo con voz grave y profunda.

— Tú no vas a ir a ninguna parte.

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Capítulo 10

Emma intentó soltarse, pero su fuerza era muy superior a la de ella.

— Ya llevo mucho tiempo aquí, Luke.

— Eso no es verdad. No tiene nada que ver con el tiempo que llevas aquí,
sino con lo que te dije ayer, ¿no es así?

Estaba molesto. Más molesto con él mismo que con ella.

— No —torció el brazo en un intento de liberarlo.

— No te creo.

— ¿Por qué iba a mentir?

— Bien, esa sí que es una pregunta interesante, ¿no, Emma? —preguntó con
sarcasmo, recordándole que ya le había mentido antes.

El pulso se le aceleró y tuvo miedo que pudiera sentirlo mientras sujetaba su


muñeca.

— ¿Qué quieres que diga Luke?

— No quiero que digas nada que realmente no sientas, sólo quiero que
admitas...

Emma le interrumpió furiosa.

— ¡No siempre puedes conseguir lo que deseas Luke!

— Si consiguiera siempre lo que deseo, en este momento estarías desnuda y


en mi cama. En realidad estarías allí desde el primer día que te traje a mi
casa —estrechó los ojos y levantándose se acercó un paso, haciéndola
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tropezar—. Si consiguiera lo que deseo, ya habría probado tu feminidad con


mi lengua, admirado tus pechos desnudos y sabría cómo gimes mientras
alcanzas el placer.

Emma suspiró y sacudió su muñeca de nuevo. Sólo entendía la mitad de lo


que estaba diciendo y precisamente por eso era tan seductor. No estaba
segura si deseaba saber lo que significaba el resto.

Luke pensaba que ya lo sabía. Tenía que decirle la verdad. Cuando lo supiera
no estaría agarrando su muñeca, sino apartándose de ella y llevándola
rápidamente a la ciudad.

El dolor floreció en su pecho, pero lo resistió valientemente. No podía


contárselo aun. Al final decidió esperar un tiempo y pensarlo mejor.

— Suéltame.

— No.

— Me marcharé a la ciudad —declaró con voz firme aunque sabía que no


tenía ninguna posibilidad de ganar esta discusión.

— No, no lo harás —Luke endureció la mandíbula, sujetándola con fuerza.

— Me iré y no podrás impedirlo —gritó, enderezando los hombros.

— No —repitió con tranquilidad.

Emma golpeó con furia el suelo con el pie.

— ¡No me puedes detener, Luke!

— Puedo hacerlo con bastante facilidad.

— No puedes mantenerme prisionera —No tenía miedo, sólo estaba enfadada


por su gran arrogancia.

— Yo puedo hacer cualquier maldita cosa que quiera, Emma.

— El sheriff te detendrá —tiró de su brazo de nuevo, pero fue inútil, la


sujetaba como una cadena de acero.

— Nunca lo sabrá —respondió con una sonrisa de suficiencia.

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— ¡De alguna manera conseguiré hablar con él y te arrestará, incluso puede


que te cuelgue!

Luke se echó a reír.

— Eso no sucederá, Emma. Somos amigos desde hace años.

Emma dejó de luchar mientras asimilaba esa declaración antes de preguntar


incrédula.

— ¿Sois amigos?

— Sí —afirmó acariciando con un dedo su pulso.

— Pero el otro día... Parecía que los dos no os gustabais... Parecíais


enemigos.

— No me gustó que te cuestionara, dulzura. En realidad no me gustó nada y


además, quería llevarte a la ciudad y eso me molestó bastante.

— Pues si antes quería que fuera con él a la ciudad, imagínate lo que diría si
se entera que me retienes aquí como una rehén.

— ¿Eso es lo que estoy haciendo contigo?

— ¡Tus intenciones no tienen nada de honorables, Luke!

— Es por lo de ayer, lo sabía —replicó furioso y con un ligero tono arrogante.

— Eso no tiene nada que ver. Además estoy lista para irme. Tengo que
reanudar mi viaje a Denver.

— No vas a ir a Denver, todavía —afirmó con rotundidad.

— Por supuesto que voy a ir —replicó girando la cabeza como si él no


existiera.

— Sólo dame unos días más, Emma. En este momento necesito tu ayuda. Y
María también. Si todavía quieres irte después, entonces te llevaré yo mismo
a Burnet.

Emma contempló su expresión para comprobar si estaba mintiendo.

— ¿De verdad?

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— Si, de verdad.

Ella se quedó en silencio al sentir la enloquecedora fricción del roce de su


pulgar en su muñeca.

— Y ahora, ¿puedo desayunar? —preguntó Luke, con el tono seductor de un


ángel caído.

  
Cuando terminó de desayunar, Luke se dirigió al establo maldiciendo su
estúpida boca.

¿Por qué diablos tenía que ser tan condenadamente sincero con ella?

A partir de ahora no le daría más munición para que la utilizara contra él,
después de todo ya le había explicado la situación y sería un idiota si lo
repetía todo de nuevo.

Se aseguraría que fuera feliz durante el tiempo que estuviese en el rancho,


cocinando para él, jugando al póquer con él y feliz de compartir sus besos
sólo con él.

Y... muy feliz de dormir con él.

Sí, a partir de ahora mantendría su maldita boca bien cerrada.

  
Luke volvió a casa para el almuerzo con un mayor control de sus emociones.
La comida ya estaba en la mesa. Emma se encontraba al lado del armario
con tres cajones abiertos y varias toallas y paños de cocina a su alrededor.

El olor de la comida hizo gruñir su estómago recordándole lo hambriento que


estaba. Había tenido que realizar el trabajo de Jesse además del suyo propio
y ahora lo único que necesitaba era un descanso.

— Huele muy bien —dijo mientras se dirigía a la bomba de agua.

Se lavó las manos y la cara y agarró uno de los paños de cocina para
secarse.

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Emma no dijo ni una palabra, pero le había sonreído distraídamente cuando


entró.

— ¿Qué estás haciendo? —Le preguntó sentándose a la mesa.

— Compruebo el estado de las toallas, me di cuenta que algunas necesitan


algún arreglo, pensé hacerlo después del almuerzo.

Luke se sirvió el guiso que estaba en una olla frente a él.

— ¿Y mi ropa? Creía que la estabas cosiendo.

— Terminé esta mañana.

— ¿Ya?

Emma asintió.

— Pero había un buen montón.

— Sí, pero necesitaba muy pocos arreglos, algunos zurcidos y botones que
faltaban.

— Así que ahora es el turno de las toallas, ¿no?

— Sí. No te importa, ¿verdad?

— ¿Por qué me iba a importar?

— ¿Y a María?

— No sé por qué tendría que importarle.

— Muy bien. Zurcirlas me llevará algo de tiempo.

— Siéntate y come conmigo.

— Ya he comido.

— Pues entonces siéntate y hazme compañía.

— ¿No estoy ya lo suficientemente cerca para hacerte compañía?

— ¿Siempre tienes que discutir por todo?

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Emma levantó la vista del montón de toallas y se enfrentó con los ojos
marrones que se estrechaban en su dirección. Encogiéndose de hombros
suavemente, se sirvió un vaso de agua y se sentó en el sitio de siempre
cuando jugaban.

— ¿Así mejor?

Él sólo gruñó, cogió la cuchara y empezó a comer.

— ¿Cómo está Jesse?

— Está mejor, la fiebre ha desaparecido y afortunadamente fue algo


superficial, podría haber sido mucho peor.

— Me alegro. ¿María no necesita mi ayuda? Puedo sustituirla cuidando a


Jesse si quiere descansar.

— Cody fue durante la noche para que durmiese un poco.

Él siguió comiendo mientras la observaba desde el otro lado de la mesa.

— Muy bien.

— Me gusta el guiso, creo que sabes cocinar —dijo con un tono que
demostraba su asombro.

— Pareces sorprendido —Se burló ella.

Luke la miró desde la cabeza hasta los pechos y volvió otra vez a sus ojos
color miel.

— Emma, nada de ti me sorprende.

— ¿Eso es algo bueno o malo?

— Es algo bueno. No me asombran mucho las sorpresas, sean buenas o


malas.

Emma no respondió, se quedó en silencio observándolo. Cuando terminó


empujó su silla hacia atrás y poniéndose el sombrero se acercó a ella.

— Cocinas muy bien, Emma.

Su mirada era penetrante.

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— Una carita preciosa con una disposición muy dulce —susurró distraído
rozando su boca con el dedo—. Nunca he probado besos tan dulces en toda
mi vida. Un hombre haría cualquier cosa por ti...

Él se agachó y le dio un tierno beso antes de ir hacia la puerta.

— Volveré muy tarde, Emma. Será mejor que no me esperes despierta.

Ella todavía tuvo suficiente valor después de ese devastador ataque de sus
sentidos para preguntarle.

— ¿Ese fue el tercer beso?

Se giró hacia ella.

— No te creas eso ni por un momento, cariño —Y salió por la puerta.

  
Emma pasó el resto del día entre cocinar y coser. Después de su indirecta de
que tenía que obedecer y quedarse en casa, prefirió obedecerle. Todavía
recordaba las serpientes y su promesa de dar un paseo a caballo, así que le
costó muy poco hacer lo que Luke le había ordenado.

Tenía varias cosas que hacer y no se sintió como una prisionera ni por un
momento.

Terminó sus tareas rápidamente y decidió aprovechar su ausencia para tomar


un baño. Calentó bastante agua y cerró la puerta, así se aseguraría de poder
disfrutar de su baño.

Se lavó el cabello dos veces, frotándose cada centímetro de su cuerpo.

Cuando terminó pasó mucho tiempo peinándose el pelo y secándolo con una
toalla mientras estaba sentada en la confortable silla de su dormitorio,
vestida sólo con su camisola y las calzas.

Ya había dejado a Luke un plato de comida en la mesa y ahora se sentía muy


relajada con el sonido de los grillos del exterior y la luz de la luna filtrándose
por las cortinas.

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  
Luke se terminó la cena que le había preparado Emma, antes de ir a
buscarla. Era muy tarde y no gritó su nombre en caso de que ya estuviera
acostada.

La encontró dormida en la silla, con el cabello ligeramente ondulado


alrededor de su cara y una toalla mojada en su regazo. Llevaba una simple
camisola blanca como fondo para su belleza, que estaba empezando a ser
una adicción con la que no podía luchar.

Entrando en la habitación, observó su sueño. Su fascinación era seductora,


tenía una belleza tan tranquila que le había atrapado antes de que pudiera
reunir cualquier defensa contra ella.

Si fuera una mujer más adecuada sabía que estaría tentado de quedarse con
ella, pero no lo era y tenía que seguir recordando varias veces al día que era
pequeña y débil. Además su pierna era un impedimento para este lugar. No,
no podía quedarse con ella, sólo tenía que pensar que pronto, muy pronto,
sería su amante.

Pero eso no era suficiente para aliviar el deseo primitivo de conquistarla que
corría por sus venas. Realmente desearía retenerla y a duras penas pudo
contenerse antes de maldecir a su Creador por no permitir que fuera posible.

No podía ser tan egoísta.

Tenía que estar agradecido por el tiempo que habían pasado juntos y
conseguir que se prolongara todo lo que pudiera.

En ese momento Emma hizo un movimiento inquieto y la luz de la luna se


derramó por la habitación, lo suficiente para ver que su camisola se estiraba
sobre sus pechos. Podía ver el contorno de su pezón o quizás se lo estaba
imaginando, pero su reacción al verla era siempre la misma; sentía una
intensa excitación y sus pantalones le incomodaban cuando su erección
crecía y presionaba contra la bragueta.

Respiró hondo y trató de calmar los salvajes latidos de su corazón.

Nunca en toda su vida había deseado a una mujer tanto como deseaba a
Emma.

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Sólo había deseado de una mujer sexo y un orgasmo, pero nunca quiso
involucrarse con ninguna. En el pasado se contentaba con el cuerpo caliente
de una mujer, pero ahora estaba aterrado pensando que tendría que
permanecer el resto de su vida deseando sólo a Emma.

Su viudedad era tanto un regalo del cielo como una maldición. El hombre que
la tuvo primero hacía que fuera posible que Luke la sedujera.

La ausencia de su virginidad significaba que no tendría que seducir a una


inocente, eso iba contra su código de honor. Pero ese hombre también era
una maldición, porque Luke sentía unos afilados e irracionales celos por
haberla tocado antes que él.

No la culpaba a ella, pero no conseguía dejar de pensar que debería de


haberla conocido antes de que se casara, aunque racionalmente supiera que
no había manera de que eso hubiera ocurrido.

Se peleaba con los sentimientos y emociones que inundaban su pecho,


sintiéndose aliviado porque hubiera entrado en su vida y maldiciendo al
mismo tiempo poder abrazarla y saborearla, cuando no podía quedarse con
ella para siempre.

Tendría que vivir con su recuerdo y el conocimiento que ella estaría en algún
lugar con otro hombre con derecho a abrazarla, tocarla y llamarla suya.

Siseó con el pensamiento de que alguien tuviera el derecho de hundirse en


su cuerpo, sintiéndola alrededor de su virilidad y presenciar todos los días su
aroma, su sabor y sus gemidos cuando alcanzara el clímax.

El ruido que hizo debía de haberla despertado porque Emma se incorporó


lentamente en la silla y su mirada se dirigió en su dirección.

Ella suspiró suavemente.

— ¿Luke? ¿Pasa algo malo?

— No.

— ¿Qué hora es?

— Pasadas las once.

— ¿Qué...? ¿Qué estás haciendo en mi habitación?

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— He venido a reclamar lo que es mío.

— ¿Reclamar?

— Mis besos de buenas noches, ¿recuerdas?

— ¿Besos? —Emma resaltó el plural.

— ¿Crees que nos detendremos solo con uno?

Emma se aclaró la garganta, sacudiendo la cabeza para despejarse.

Luke todavía estaba en silencio al otro lado de la habitación, con su


musculoso cuerpo amenazando su paz.

Sentimientos de anticipación y excitación se filtraron en su torrente


sanguíneo, disolviéndose en un leve charco de calor entre sus muslos.

Él no se movió, solamente se apoyaba en la puerta en silencio, observándola.


Enderezándose en la silla, esperó.

La tensión crecía en su pecho mientras los segundos pasaban, pero él seguía


sin moverse.

Emma notaba su corazón latiendo acelerado, forzándola a hacer algo,


cualquier cosa, pero Luke, al fin, cerró la puerta y se acercó.

— Hueles muy bien, Emma. ¿Te has bañado?

Ella se lamió los labios y asintió con la cabeza.

— ¿Puedes hacer eso sola?

— No estoy totalmente inválida, Luke.

— Ya lo sé, sólo quiero saber si alguien te ayudó a traer el agua hasta aquí.

— ¿Quién me hubiera ayudado?

— No lo sé, por eso te lo preguntó. Tengo más de cien hombres trabajando


en el rancho y quiero saber si uno de ellos estuvo aquí, eso es todo.

— No. Nadie ha venido a casa, ni siquiera María. Lo he hecho todo yo sola.

— No ha sido tan difícil de responder, ¿no es así?

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— No, lo siento, pensaba que estabas siendo sarcástico.

— Eso no es sarcasmo, son celos.

— ¿Estás celoso?

— Me inquieta bastante pensar en otro hombre a solas contigo, Emma.

Un rápido e intenso placer recorrió su espalda y se acurrucó en su corazón,


pero no tuvo mucho tiempo para disfrutarlo ya que Luke apoyó las manos en
los apoyabrazos de la silla, aprisionándola.

— Mientras estés aquí eres mía.

Emma estaba demasiado sorprendida para reaccionar y permaneció en


silencio.

— ¿Entiendes lo que digo?

— Sí.

Él empezó a deslizar el dedo por su mejilla y bajó hasta que llegó a su pecho
y lo sostuvo con suavidad. Emma sintió la excitación atravesando su cuerpo.

Luke la movió hacia el borde del asiento y agarrando el dobladillo de su


camisola, se la subió hasta los muslos y acariciando sus rodillas, le abrió las
piernas ampliamente mientras se posicionaba en medio.

Después rodeó su cintura con una mano mientras que la otra aterrizaba en el
pecho que había abandonado momentáneamente,

Sin perder tiempo poseyó su boca en un beso lleno de avaricia y lujuria,


haciendo rodar el pezón entre sus dedos, al mismo tiempo que su lengua se
movía dentro de su boca, en un asalto a sus sentidos que anulaba su
capacidad de pensar y la convertía en una marioneta en sus brazos.

Si lo que le había hecho sentir en el establo era deseo, entonces era mucho
más de lo que alguna vez se hubiera imaginado. Estaba totalmente
hechizada y todos sus pensamientos se difuminaban sintiéndole solo a él.

Escuchó un gemido y se sorprendió al descubrir que lo había emitido ella.

Como si estuviera esperando esa señal él la levantó en brazos.

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Ese movimiento hizo que retirara su boca y la dirigiera a su oreja, rozándola


brevemente mientras a regañadientes le decía con sensualidad.

— Buenas noches.

La llevó junto a la cama y la deslizó por su cuerpo hasta que pisó el suelo de
madera. Levantando su barbilla la acarició con una mirada apasionada,
acariciando sus hombros y manteniéndola inmóvil.

— Buenas noches —dijo Luke como si fuera una tortura alejarse de su boca—
. Buenas noches —Una luz sensual se reflejó en sus ojos.

Su mirada era tan oscura que le transmitió un calor con un fuerte


magnetismo, hechizándola de tal manera que apenas se dio cuenta que le
había agarrado las manos, apoyándolas en su musculoso pecho y
subiéndolas acto seguido para que le rodeara el cuello.

Ella esperó en silencio, casi sin aliento, anhelando otro de sus profundos e
íntimos besos. Sus ojos se posaron en sus labios inconscientemente.

— Buenas noches —repitió Luke mirando su boca.

Emma luchó contra el impulso de arquearse contra él, pero no importó lo


mucho que lo intentara, no lo consiguió. Su cuerpo temblaba por sus
caricias, y a pesar de saber que lo que le hacía sentir era perturbador, no
pudo resistir la tentación de ofrecerle su cuerpo.

Cuando Luke levantó la vista, sus pupilas apenas eran visibles por la llama
ardiente que crecía más y más dejándola sin respiración.

El aire a su alrededor estaba lleno de chispas, recordando a una gran


tormenta de verano. Sus cuerpos estaban muy pegados.

Emma respiró rápidamente, antes de que él volviera a poseer su boca con un


beso suave.

Los pensamientos que cruzaban por su cabeza eran crudos e intensos, pero
aun así no tenía miedo. Se sentía como si estuviera a punto de caer por un
precipicio y él estuviera allí para sujetarla.

La besó con una pasión salvaje y fuera de control, saboreándola con delirio,
mientras le subía la camisola hasta la cintura y entrelazaba sus piernas.

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Emma no sabía lo que era más embriagador, su olor, su sabor o sus caricias,
todo mezclado con un placer fascinante que volvía su mutua atracción en
algo irresistible. Su respiración se alteraba cada vez más con sus besos.

Luke agarró su trasero cubierto sólo por las calzas, aumentando todavía más
la excitación de Emma, y se inclinó para susurrarle al oído en un tono
profundo que vibró por todo su cuerpo.

— Me encantan los besos de buenas noches.

— A mi también —respondió ella antes de que él la besara de nuevo.

Un hambre voraz la llenó cuando cambió de posición y sus piernas se


entrelazaron más íntimamente, sintiendo que su virilidad empujaba entre sus
piernas. La sensación era intoxicante. Su cuerpo se fundía, volviéndose
flexible entre sus brazos.

Luke la levantó del suelo como si fuera una pluma, sosteniendo su peso
contra su cuerpo mientras continuaba con besos calientes y húmedos,
entonces, deslizó las manos para amoldar su trasero. Emma suspiró notando
la humedad entre sus muslos y se estremeció, un gesto que él confundió
erróneamente con dolor en su pierna lesionada.

— ¿La pierna te está molestando?

— Un poco —respondió con sinceridad, aunque en realidad no lo había


notado hasta que lo mencionó.

Luke se giró rápidamente con ella en brazos y se sentó en la cama


acomodándola entre sus muslos. Subió su pierna derecha a la cama para que
descansara y sujetando las manos de Emma, las puso en sus hombros para
que se equilibrara con la izquierda.

— ¿Así está mejor? —Le preguntó con voz suave, acariciando sus curvas.

Emma asintió sin poder pensar con claridad cuando comenzó a besarla de
una manera que le aseguró que no se iba a detener.

No estaba asustada, ni mucho menos, estaba preparada, lista para acostarse


con él. A pesar de saber que tenía que dejarle, por lo menos le quedaría el
recuerdo.

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Levantando la mano a la fila de botones de su camisola empezó a


desabrocharla.

Cuando terminó, la empujó por los hombros dejando que cayera al suelo.

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Capítulo 11

Emma se quedó de pie llevando sólo las calzas y cruzando los brazos sobre
sus pechos, repentinamente avergonzada por mostrarse casi desnuda.

Luke le retiró el cabello detrás de los hombros mientras miraba los brazos
que ocultaban sus pechos.

— No quiero que te preocupes, Emma. Seré cuidadoso y no te dejaré


embarazada.

Cuando dijo esas palabras Emma retrocedió un paso. De repente, lo que


estaban a punto de hacer la golpeó con fuerza. El conocimiento de que
podrían hacer un bebé no se le había ocurrido antes.

No era sólo eso, cuando Luke comentó las posibles consecuencias, daba por
hecho que ella sabía todo el proceso necesario para hacer el amor y tener
hijos, pero la realidad es que no sabía nada.

Aunque estaba decidida a que no lo descubriera antes de experimentar sus


caricias, porque sabía perfectamente que aunque nunca se hubiera casado y
en realidad fuera virgen, deseaba a Luke con todo su corazón. Y ciertamente
no quería quedarse embarazada, al menos mientras estuviera soltera.

Cómo iba a evitarlo Luke, de momento tendría que quedar sin respuesta, se
imaginaba que ya se enteraría cuando estuvieran haciendo el amor.

Le preocupa que él descubriera que todavía era virgen y la rechazara. Tenía


que fingir que conocía todo lo que iba a ocurrir.

— Bien.
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Emma no quería que continuara hablando, así que le besó como él le había
enseñado a hacer.

No estaba preparada para sentir la intensidad de su deseo, porque después


de unos pequeños besos Luke se apartó y la agarró por las caderas con tanta
fuerza que casi le hacía daño.

— Emma. Eres preciosa.

La cabeza de Emma empezó a flotar, sintiendo fuegos artificiales explotando


en sus venas sólo con aquellos besos suaves. No sabía cómo iba a poder
soportar cuando él se quitara la ropa y se quedara desnudo.

— Quiero que me prometas algo —Su voz tenía una intensidad implacable,
con una demanda que ella tendría que escuchar y aceptar sin discusión.

— Lo que quieras —Emma sólo quería que continuase lo que estaba


haciendo.

— Prométeme que sólo pensarás en mí y no en él, cuando esté dentro de ti.

Emma cerró los ojos cuando sintió una momentánea punzada de culpa. Si no
le hubiese mentido, Luke no tendría que preocuparse por nada ahora, pero al
mismo tiempo, si no lo hubiera hecho esto nunca habría ocurrido.

— Te lo prometo, Luke. Sólo pensaré en ti.

Ella dejó de pensar por completo cuando él le separó firmemente los brazos,
hasta que pudo ver sus pechos desnudos. La observó en silencio, el único
sonido en la habitación eran sus agitadas respiraciones que convertía su
excitación en algo todavía más tórrido.

Luke se levantó y retiró las mantas hacia los pies de la cama, levantándola y
acostándola en el centro. Girándose hacia la mesilla, aumentó la intensidad
de la luz de la lámpara.

Avergonzada, Emma rápidamente cogió la colcha y la sostuvo con fuerza


bajo su barbilla.

— ¿Por qué necesitamos tanta luz?

— Quiero verte —respondió él desabrochando su camisa y tirándola al suelo,


sin apartar la vista de Emma en ningún momento.

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Después se sentó en la cama y se desprendió de las botas para a


continuación seguir con el cinturón del revólver y dejarlo en la mesilla.

Entonces, sus manos se dirigieron a los botones del pantalón. Emma se


quedó aturdida cuando descubrió que iba a quedarse desnudo. Intentó volver
la cabeza, trató desesperadamente de cerrar los ojos, pero no pudo, su
mirada insistió en seguir fija mientras se quitaba los pantalones.

Nunca había visto a un hombre desnudo... hasta Luke. La vista de su trasero


desnudo era impresionante. Fuerte y musculoso, era un espécimen
masculino increíble.

Su corazón latió salvajemente cuando él se dio la vuelta y sin ningún pudor,


le quitó la colcha que la cubría y se metió en la cama.

Lo había hecho con tanta rapidez que no le dio tiempo de admirarlo bien,
apenas pudo ver músculos y el vello de su pecho... y un apéndice que la
habría asustado mucho más si lo hubiera visto con más detenimiento.

Aunque el recuerdo de esa breve visión fue suficiente para enviar una ráfaga
de nerviosismo por todo su cuerpo. Volvió a cubrirse los pechos con las
manos.

Apoyándose en un codo, Luke la miró reflejando el deseo que sentía en sus


ojos, hasta que acarició las manos que tapaban sus pechos.

— Déjame verte, cariño.

Una oleada de lava caliente se extendió por el cuerpo de Emma, hasta llegar
al calor femenino entre sus muslos. No podía moverse, los ojos marrones de
él la hipnotizaban.

— Puedo seducirte en sólo diez segundos para que apartes tus manos—lamió
sus labios antes de fijar de nuevo la vista en sus pechos—. Pero no lo voy a
hacer, quiero que seas tú la que lo hagas por propia voluntad.

Emma se estremeció y respiró hondo.

— ¿Todo gira conforme a lo quieres, Luke?

— No, eso no es cierto, más bien tiene que ver con lo que tú desees. ¿Qué
decides Emma? —dijo acariciando su ombligo.

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Emma jadeó ante la sensación, entonces Luke la besó.

— ¿Qué decides Emma? —preguntó de nuevo, rodeando su ombligo una y


otra vez.

— No lo sé.

— Por supuesto que lo sabes dulzura. Quieres que esté tan profundamente
sumergido dentro de ti, que no sepas donde terminas tú y empiezo yo —Y se
apoderó de su boca, moviendo su lengua lenta y decididamente mientras le
desataba las cintas de sus calzas empujándolas por sus piernas.

Emma jadeó y no se resistió, sólo levantó las caderas para ayudarle a


quitárselas.

Luke sintió que su corazón iba a estallar, ella era tan suave y dulce que
apenas podía controlarse para no penetrarla en ese mismo instante. Recorrió
con su mano todo su cuerpo, parándose en su cintura.

Lentamente, ella levantó las manos y acarició los músculos de sus brazos
hasta que las colocó en sus hombros y le abrazó, mostrándole su rendición
sexual.

Abrazados, con sus cuerpos alienados perfectamente, Luke tuvo que parar
un momento para recuperar el control. No iba a ser capaz de durar mucho
tiempo sin estar enterrado en ella por completo.

Esa imagen envió un calor incendiario por su columna y la besó con rudeza,
casi con violencia, pero a ella no pareció importarle, sólo abrió la boca para
darle aún más acceso y empezó a mover sus caderas contra él. Luke gimió
antes de bajar la boca hasta sus pechos y mordisquear y lamer un pezón
rosado, mientras pellizcaba suavemente el otro con la mano.

— Luke... —exclamó ella moviendo la cabeza de un lado a otro debido al


placer.

Ante el sonido de su voz él succionó más fuerte, sintiendo como una oleada
de lujuria bajaba hasta su pene, endureciéndolo completamente.

— Luke —gimió Emma de nuevo.

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— ¿Qué ocurre? —preguntó él dejando sus pechos y subiendo hasta su boca.


Se movió para abrir las piernas de Emma con las rodillas y acomodarse entre
ellas. Entonces la besó con todo el fuego que sentía y ella le imitó, hasta que
tuvieron que separarse para buscar aire—. ¿Qué ocurre? —repitió.

— No... No lo sé.

Luke volvió a apoderarse de su boca deslizando la mano hasta detenerse


entre sus piernas y encontrar la perla de su feminidad. Empezó a mover el
dedo en la entrada de su núcleo, penetrándola un segundo y notando que
estaba caliente y húmeda.

— ¿Estás preparada? —preguntó con un gruñido.

— Si.

Luke no podía esperar más, quiso hundirse en ella desde el primer momento
en que la vio y desde ese momento, su deseo no había hecho más que
aumentar.

Sabía que la desearía hasta su último aliento.

Apoyándose en los codos, se desplazó hasta que la amplia cabeza de su pene


se encontró con la entrada de su centro. Estaba preparado para enterrarse
totalmente, pero antes de hacerlo le ahuecó el rostro.

— Abre los ojos, Emma.

El corazón de Emma latía tan rápido que en otro momento habría pensado
que se estaba muriendo, pero ahora en lo único que podía pensar era en
cómo la hacía sentir Luke. Abrió los ojos.

— Nunca tendrás un hombre que te desee más que yo —Y fijando su mirada


en ella, gimió y se introdujo de un golpe en su interior.

Emma sintió que el placer se desvanecía tan pronto como él la embistió y


penetró su cuerpo.

Luke descubrió su virginidad un segundo antes de que ella se encogiera.


Girándole la cara la miró, descubriendo que le había mentido una vez más.

Ya había ido demasiado lejos para que su cerebro funcionara correctamente,


pero pudo sentir primero un instante de alegría que fue reemplazado

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inmediatamente por furia. Solo cuando pudo apartar esos sentimientos de su


cabeza, su cuerpo asumió el mando de sus acciones, recordándole el hambre
que sentía por ella.

Se quedó inmóvil unos segundos para que se adaptara a él, entonces acarició
su rostro al mismo tiempo que embestía otra vez, notando que el
movimiento la retraía una vez más.

— Ah, Emma, has sido una chica mala de nuevo.

Los ojos de Emma se abrieron y lo miró con los ojos brillantes de lágrimas.

— ¿Cómo lo sabes? —susurró sintiendo otro empujón y volviendo a cerrar los


ojos, sin poder evitar que una lágrima rodara por su rostro.

— Lo sé —Luke trató de controlar su furia, a pesar de saber que la rabia


volvería después. Aunque ahora todo lo que sentía era un alivio enorme,
fuerte y ensordecedor explotando en sus oídos. Era suya y no sólo en este
momento, si no para siempre.

Emma había perdido la oportunidad de decidir desde el mismo instante en


que él descubrió su mentira.

Limpiándole las lágrimas con el dedo, la besó de nuevo, sólo que esta vez
con más ternura mientras seguía penetrándola lenta y constantemente.

Su control lo abandonó, sabía que ya estaba muy cerca. Ahora comprendía


que Emma no supiera nada de lo que le dijo, sintiéndose aliviado porque
tenía todo el tiempo del mundo para enseñarle.

— Dulzura, ¿te acuerdas de los besos que me debías? Bien, ahora soy yo el
que estaré en deuda contigo —Tensándose, empujó tres veces más y
saliendo de su cuerpo derramó su semilla en el estómago de Emma.

Se derrumbó encima de ella, quedándose unos segundos así hasta que se


apoyó en un codo para no aplastarla.

Emma sintió el líquido caliente en su estómago, pensando que había sido


probablemente mejor de lo que esperaba.

Abrió los ojos y se encontró con su oscura e impenetrable mirada. Intuía que
estaba enfadado, pero como seguía en silencio no tenía forma de saber lo

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que pasaba por su cabeza. Aunque de cualquier manera estaba muy segura
que se lo diría dentro de poco. Lo único que sabía era que él había llegado a
su corazón demasiado rápido.

— ¿Tu apellido es realmente Martin?

— Sí.

— Entonces, eres señorita Martin —Era una afirmación, no una pregunta.

— Sí.

— Tu destino ya está sellado, señorita Martin —dijo con voz ronca y


controlada.

— ¿Qué...? ¿Qué quieres decir?

— Que ahora eres mía, Emma.

Luke rodó hasta que la espalda de Emma se amoldó con su pecho y la


abrazó.

Emma intentó descifrar el significado de esas palabras al notar que Luke


había hecho esa declaración con rotundidad.

Finalmente ganó la curiosidad y se giró para mirarle, pero él apretó su brazo


más a su alrededor y la inmovilizó en su lugar.

— Quédate quieta o me tendrás de nuevo dentro de ti.

¿Hacerlo de nuevo?

Emma tragó intentando tranquilizarse, pero era imposible. Necesitaba saber


lo que había querido decir o no podría dormirse.

— Luke...

— Mañana iremos a la ciudad y nos casaremos —dijo él firmemente como si


hubiera leído su mente, sin dar lugar a ninguna disputa o negociación.

— ¿Qué?

— ¿Qué demonios esperabas que sucediera, Emma?

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Ella se removió inquieta hasta que él sujetó su cadera, notando como se


endurecía contra su trasero.

— Estate quieta —Incluso mientras lo decía empujaba más contra ella—. A


menos que no estés dolorida. ¿Lo estás? —La mano de la cadera comenzó a
deslizarse por su cuerpo con un movimiento seductor.

Emma sentía una ligera molestia pero no demasiado intensa como para que
él no hiciera lo que estaba sugiriendo. El problema era que el dolor agudo del
acto todavía estaba tan fresco en su mente, que le impedía desear probar de
nuevo y también necesita tiempo para tranquilizar sus nervios.

— Me duele un poco.

— Entonces, intenta quedarte quieta y dormir un poco.

— No creía que te enterarías.

— ¿De qué eras virgen?

— Sí.

— ¿Así que no me lo ibas a contar nunca?

— Supongo que no.

— Fingirías que tenías experiencia y entonces, ¿qué...? ¿Seguirías tu camino


alegremente después de acostarnos?

— No pensé nada de eso.

— ¿Y en qué demonios estabas pensando? ¿Qué pensabas cuando me


contaste que eras viuda si nunca te has casado? ¿O ese era tu plan desde el
principio? Conseguir que yo me casara contigo —La decepción en su voz
afligió a Emma.

— No, no tenía ningún plan, Luke. Nunca he pensado que el matrimonio


fuera una opción para mí y como ya me habías advertido de todas las
razones por las que no soy buena para ti, sabía que eso no sucedería.

— ¿Por qué el matrimonio no es una opción para ti?

— Por la misma razón que dijiste que yo no sería una esposa adecuada.

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— Nunca dije eso.

— Dijiste que no podía vivir en un rancho y que no tenía la fuerza necesaria


para hacer ningún trabajo duro.

Luke la empujó hasta que ella estuvo sobre su espalda y se incorporó


apoyándose en un codo.

— Bueno, pues ahora me has quitado la oportunidad de elegir —La ira se


reflejaba en su voz.

— ¿Por qué? No te entiendo, la única razón por la que fingía ser una viuda
era porque así tengo más libertad que una soltera. Hiciste todo lo que
pudiste para seducirme cuando pensabas que era viuda. Lo que hemos hecho
no es ningún delito... Ni siquiera es ilegal.

— Es inmoral, Emma. Va contra mi código de honor seducir vírgenes y no


voy a dejar, de ninguna manera, que te marches después de haber tomado
tu inocencia. Si quisieras buscar marido, eso sería una gran desventaja y no
puedo permitirlo.

— Nunca me casaré. Ningún hombre va a quererme con esta pierna coja...

— Esa es una completa estupidez, Emma, eres dulce y...

Emma le interrumpió irritada.

— Si tú no me quieres por ese mismo motivo, ¿qué te hace suponer qué otro
hombre me quiera?

Luke dejó escapar un profundo gruñido de impaciencia y se colocó encima de


ella, apoyando una mano en cada lado de su cabeza.

— Siempre te he deseado mucho más de lo permitido, estoy hablando de los


hombres que viven en la ciudad... Las ciudades están llenas de miles de
malditos petimetres que darían hasta su último centavo para tenerte en sus
camas.

Emma se quedó completamente inmóvil, fascinada por la forma en que la


rabia transformaba su rostro y sorprendida porque pensara que a otros
hombres les encantaría tenerla como esposa.

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Se miraron fijamente durante un rato, hasta que al final con un gemido de


necesidad e impaciencia, Luke la besó con una pasión cruda. Emma sintió
que el deseo la invadía y tensaba su cuerpo cuando él se abrió camino entre
sus piernas y se elevó sobre ella otra vez.

— Aunque de todos modos eso no importa ya. No está abierto a discusión,


porque nadie va a tenerte. Ni un hombre de una maldita ciudad, ni otro
vaquero que posea un rancho, ni nadie en toda la tierra. Sólo yo —La ira y la
lujuria se mezclaban en su rostro.

— No puedes casarte conmigo cuando todo lo que sientes por mí es rabia.

— Oh, sí puedo Emma —La amenazó suavemente—. Ya te lo he dicho antes,


puedo hacer cualquier maldita cosa que desee. Tu lo has querido así y ahora
tendrás que aceptar las consecuencias —Su rodilla abrió aún más sus piernas
y la punta de su pene rozó amenazadoramente la entrada de su cuerpo.

Él deslizó la mano y empezó a acariciar su pezón. Emma cerró los ojos y su


cuerpo se suavizó cuando le acarició su núcleo con su erección.

— ¿Estás muy dolorida? —preguntó con voz áspera.

Emma estaba segura que ahora no habría nada que pudiera pararle, no
importaba cuál fuera su respuesta. Aunque realmente no tenía ninguna
intención de hacer que se detuviera. El dolor que Emma sentía estaba
desapareciendo a causa de la salvaje excitación que hervía en su sangre.

— No mucho.

Luke le sujetó las muñecas por encima de su cabeza y con la otra mano le
obligó a encararlo, mientras la penetraba lenta e inexorablemente.

La sensación fue tan impactante como un relámpago. Emma sintió que la


estiraba más allá de lo que resultaría cómodo, pero no había dolor, incluso
cuando él empujó más y más hasta que sumergió profundamente toda su
virilidad dentro de ella.

Era una evidente declaración de posesión masculina.

— No me ha dolido.

— No, no te dolerá de nuevo —afirmó, volviendo a empujar.

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— ¿Estás seguro? —preguntó vacilante y llena de aprensión.

— Sí, estoy seguro —dijo bajando la cabeza y besándola con lujuria.

Emma jadeaba cuando retiró su boca, notando otra embestida que la sacudió
con una marea de ardiente placer.

— ¿Me darás problemas mañana? —dijo él con los dientes entrecerrados y


empujando de nuevo.

Ella no pudo ocultar su reacción cuando sintió otra punzada de placer. Sus
ojos se cerraron y aunque trató de detenerse fue prácticamente imposible y
terminó arqueándose contra él.

— Emma.

— ¿Qué?

— ¿Estás pensando en darme problemas mañana?

— ¿Qué quieres decir con eso? —Su voz sonaba tan confundida como se
sentía en ese momento.

— Que si vas a pelear para no casarte conmigo mañana. Necesito saber si


planeas ponérmelo difícil... O si vas a discutir.

Emma intentó soltar las manos, pero su agarre se apretó más y no la soltó.

— ¿Por qué necesitas saberlo en este momento?

— Porque esta vez quiero estar dentro de ti hasta el final.

Emma se ruborizó.

— La primera vez me derramé en tu estómago. Será más placentero para los


dos si estoy en tu interior, pero primero necesito saber si vas a casarte
conmigo —Le explicó acariciándole la mejilla.

— Eso era... Era la semilla que hace bebés, ¿no? —dijo recordando el líquido
caliente y espeso de su vientre.

Luke se sintió completamente pasmado con esa pregunta. La inocencia de


esta mujer lo iba a matar al final.

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— Sí, cariño.

— Y tú quieres... ¿Quieres acabar dentro de mí? —La vergüenza hizo que su


rostro se ruborizara.

— Cielos. Por supuesto que quiero —respondió con un empujón, seguido


rápidamente por otro.

Ella se retorció contra él, el placer de sus movimientos se volvía cada vez
más agudo e intenso, golpeándola con fuerza. Arqueándose, fue al encuentro
de sus embestidas.

— Respóndeme ahora. ¿Te casarás conmigo mañana? —repitió Luke,


sintiendo que su control estaba a punto de estallar y necesitando saber su
decisión. No quería dejarla embarazada si se negaba a casarse con él. Estaba
seguro que podría obligarla a hacer lo que él quisiera, pero deseaba que la
decisión fuera suya. Esperó durante un agónico instante hasta que ella
respondió.

— Sí —dijo al fin con un suspiro, mientras empujaba de nuevo contra él.

Su respuesta fue como un regalo del cielo, sabía que estaba al límite. Emma
era como fuego en sus brazos, pero tenía aguantar un poco más de tiempo,
esta vez conseguiría que ella se corriera, algo que no sucedería si seguía
estando arriba.

Con la decisión tomada, soltó sus muñecas, la agarró firmemente por las
nalgas y se giró al mismo tiempo, colocándola arriba sin separar sus cuerpos
ni un milímetro.

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Capítulo 12

Emma se sorprendió al estar en una posición tan dominante, pero ese


pensamiento pasó rápidamente al sentir la plenitud de Luke en su interior. Se
sentía increíblemente lasciva.

Era una sensación decadente, algo que no podía ni siquiera describir.

Entonces él la puso a horcajadas. Emma tuvo que apoyarse en su pecho para


equilibrarse.

— Así, dulzura —gruñó, deslizando la mano hasta sus pechos y endureciendo


sus pezones.

— Luke... —Un calor líquido inundó su núcleo, necesitaba moverse.

— Está bien, cariño, sólo siente —Agarrando su cintura, la levantó hasta casi
salir por completo, para enseguida volver a dejarla caer, enfundando de
nuevo su pene al mismo tiempo que empujaba hacia arriba.

Ella dejó escapar un fuerte gemido.

Ese sonido le envió una corriente de deseo tan grande que aumentó su
empeño de mantenerla encerrada en su habitación para siempre. Apretó los
dientes luchando contra la necesidad de girarla y acabar con varias
estocadas profundas. En vez de eso decidió enseñarle hasta que ella empezó
a montarle en serio, gimiendo suavemente mientras aprendía por primera
vez el verdadero sabor del deseo.

¿Cómo podía haber estado furioso con ella por ser virgen?
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Nunca en toda su vida había sentido, ni visto, algo tan fascinante como
Emma haciendo el amor por primera vez. Él había sido su primer amante... y
el último.

Ella comenzó a moverse frenéticamente como si necesitara algo que no


entendía.

— Eso es, cariño. Déjate llevar —dijo acariciando su clítoris rítmicamente.

Emma sintió sus precisas caricias provocándole un poco de alivio, pero no el


suficiente. Siguió levantándose sobre él una y otra vez, en lo que parecía ser
un bálsamo para el frenético deseo que se acumulaba en su interior.

Era vagamente consciente de que la respiración de Luke era tan jadeante


como la suya, mientras tocaba su núcleo y hacía rodar su pezón entre los
dedos.

De repente sintió como si un rayo la hubiera alcanzado, una corriente de


energía recorrió su cuerpo, junto con la sensación de estar atravesada por un
millón de descargas de placer que se extendían por su sangre.

Su cuerpo se tensó mientras que una increíble satisfacción la traspasaba,


encontrando al fin el remedio que buscaba para saciar ese maravilloso placer,
dejándola sin fuerzas.

El agotamiento se apoderó de su cuerpo y cayó sobre el pecho de Luke,


descubriendo rápidamente que aún no habían terminado cuando él la agarró
por las caderas, levantándola cuatro, cinco, seis veces, mientras gimiendo la
embestía con fuerza hasta que Emma sintió su cálida y húmeda liberación
dentro de su vientre.

Cuando Luke se quedó quieto, ella recostó la cabeza en el hueco de su


cuello. Sus cuerpos estaban húmedos por el sudor y los latidos salvajes de
sus corazones se ralentizaban lentamente.

Se quedaron así durante mucho tiempo. Se sentía totalmente saciada,


sintiendo que una satisfacción diferente a nada que hubiera conocido se
filtraba por todo su ser.

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Luke la acariciaba suavemente. Emma se estaba adormeciendo cuando notó


que sus caricias disminuían, imaginándose que él también estaba a punto de
dormirse.

— Así es cómo se supone que tiene que ser —susurró él antes de que ella
cayera en un sueño profundo.

  
Emma estaba al lado de Luke en la carreta, intentando no quedarse mirando
continuamente el anillo de oro que lucía en su dedo anular.

El humor de Luke no era exactamente sombrío, pero tampoco estaba muy


feliz y eso era algo que ella podía notar desde muy lejos.

Antes del amanecer la había despertado para informarle que se marcharían


pronto. Emma se había puesto su mejor vestido con su sombrero más
elegante, y preparó un desayuno rápido antes de salir hacia Burnet.

Luke planeaba buscar inmediatamente al juez de la región para que los


casara, aunque sabía que podía suceder que el juez estuviera en otra ciudad,
lo que realmente ocurrió. Parando el carro frente a la oficina del sheriff, la
ayudó a bajar.

Reed Elgin no perdió el tiempo cuando los vio y de inmediato les informó que
había detenido a los culpables del robo de la diligencia y estaban en espera
de juicio. Parecía un caso fácil de resolver. Iban a ser declarados culpables
porque los habían sorprendido en flagrante delito con varios artículos
robados. Y no solo del robo del que Emma había sido víctima, sino de otros
anteriores.

Estaban presos en la cárcel de una cercana ciudad a Burnet, lo que hizo que
Emma se sintiera aliviada. Le atemorizaba saber que los asesinos estaban
por ahí libres y que habían visto su rostro. Soltó un profundo suspiro de
alivio.

Luke agarró su mano y cambió de tema rápidamente.

El sheriff escuchó atentamente los planes de Luke de encontrar al juez, sin


mostrar más que un leve tic en la mejilla debido a la sorpresa.

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Reed recorrió a Emma con la mirada como si supiera lo que habían hecho en
la cama, sintiendo que se ruborizaba cuando percibió que él ya se imaginaba
hasta dónde habían intimado.

— El juez volverá dentro de dos semanas. Tendréis que esperar hasta


entonces —dijo Reed frunciendo el ceño—. Creo que la señora Martin
necesita un poco más de tiempo para asegurarse si está haciendo lo correcto
casándose contigo.

Emma se quedó sin aliento ante el insulto dirigido a Luke. Notó el momento
en que él lo entendió porque se quedó rígido y miró fijamente al sheriff.

— Es señorita Martin y la boda no puede esperar dos semanas.

Los ojos del sheriff aterrizaron en Emma de nuevo.

— ¿No eras viuda?

Emma miró sus zapatos y sacudió la cabeza, sintiendo como el calor se


extendía por su rostro.

— Maldición, Luke, eso cambia totalmente las cosas, tu otra opción es el


predicador. Dadas las circunstancias podrás conseguir que esté de acuerdo
en celebrar una ceremonia rápida.

— ¿Está en la iglesia?

— Creo que sí.

El sheriff se quitó el sombrero y se dirigió a Emma.

— Buena suerte, Emma —Sus ojos reflejaban un brillo pícaro—. Vas a


necesitarla.

Emma todavía seguía mirando al sheriff cuando Luke cogió su mano y


empezó a tirar de ella en dirección a la iglesia para buscar al predicador. Se
notaba que quería alejarse rápidamente de Reed.

El predicador consiguió dos testigos en cuestión de minutos y antes de darse


cuenta, Emma ya había pronunciado sus votos convirtiéndola en la señora de
Luke Butler.

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Después de la ceremonia, Luke la llevó al restaurante del hotel y


compartieron una tranquila comida. Después de tres intentos de iniciar una
conversación sin recibir ninguna respuesta, se dio por vencida y se centró en
la comida. Para ella era un regalo disfrutar de una comida en un restaurante
y trató de fijarse en todos los detalles para poder recordar ese día en el
futuro.

Recorrió con el dedo el grabado de los cubiertos de plata y admiró la copa de


agua cuando se la llevó a los labios.

— ¿Qué estás haciendo? —Él había notado su fascinación por los enseres de
la mesa.

— Intento recordar para siempre los detalles del día de nuestra boda.

  
Cuando por fin regresaron a casa Emma estaba muy agitada.

La actitud de Luke fue cambiando a medida que se aproximaban al rancho, a


pesar de continuar con una expresión más seria de lo habitual. En este
momento parecía más pensativo que enfadado.

No podía dejar de pensar en la noche anterior y las cosas que hicieron en la


cama. Recordaba continuamente lo que había dicho Luke; Así es cómo se
supone que tiene que ser.

Emma guardaba ese tierno recuerdo en su corazón.

Luke se detuvo frente a la casa y saltando de la carreta rápidamente se


dirigió hasta su lado y la ayudó a bajar. Caminaron juntos hasta la puerta
principal y la abrió. Pero antes de que Emma pudiera moverse, él la levantó
en brazos y entró en casa.

— ¿Qué haces? —preguntó sorprendida.

— Cruzando el umbral de nuestro hogar.

— Oh —exclamó mortificada por no haber recordado esa tradición. Al


principio pensó que la razón por la que lo hacía era su pierna, como en

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ocasiones anteriores. Por eso le alegraba que Luke hubiera recordado esa
tradición romántica.

El día había sido largo y ya era de noche. Acomodándola cuidadosamente en


una silla de la sala de estar, Luke se giró para irse.

— Tengo que comprobar a Jesse y asegurarme que está bien. Volveré tan
pronto como pueda.

Y poniéndose el sombrero se marchó.

Tan simple como eso, pensó Emma, levantándose y mirando a su alrededor,


dándose cuenta que ahora esta era su casa para siempre y no sólo por unas
semanas. La alegría atravesó su corazón y de repente la casa le pareció
maravillosa.

Su mirada se deslizó por los robustos muebles antes de entrar en la cocina,


acariciando el aparador de caoba y el espejo. Recorrió la habitación tocando
de vez en cuando algún objeto hasta que vio la baraja de cartas sobre el
mostrador.

Una sonrisa maliciosa se extendió por su rostro y se prometió que sería la


mejor esposa que Luke pudiera imaginar.

  
Ya era tarde cuando Luke regresó después de haber comprobado que todo
estuviera bien. Jesse estaba mejor y Red se encontraba lo suficientemente
bien como para volver a cocinar para los hombres. María se ocupó de los
asuntos internos del rancho, mientras que Cody le había asegurado que no
se produjeron problemas durante su ausencia y la de Jesse.

Sólo había estado ausente un día y realmente no esperaba nada diferente.

Tiró su sombrero encima de la mesa de la cocina y se pasó la mano por el


pelo. Emma le había dejado un plato de comida y la luz encendida.

Hambriento y molesto por haber tardado tanto, se sentó y devoró la cena


antes de levantarse de nuevo para buscar a su esposa.

Su esposa.

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Le gustaba el sonido de esa palabra.

Hasta ahora no había pensado mucho en el tema del matrimonio, pero no


podía negar que le producía una enorme satisfacción saber que Emma ya no
podía escapar de él. Y a pesar de las circunstancias, no sentía ninguna culpa
por cómo la había conquistado.

Era cierto que la había seducido, pero ella estaba más que dispuesta y no se
puede culpar a un hombre por desear lo que le ofrecen. El recuerdo de su
seducción todavía estaba fresco en su mente mientras apagaba la luz y salía
de la cocina.

Se dirigió a la sala de estar pensando que se habría quedado dormida allí


esperándolo. A pesar de que su aroma flotaba en el aire, no estaba allí, sólo
se veía su chal en el sofá y no pudo resistirse a acariciar la brillante tela azul,
preguntándose si lo había dejado en ese lugar a propósito.

Era el mismo chal que había usado para ir a Burnet, y mientras le prometía
obediencia. Sonrió con resignación al recordar que cuando Emma repitió sus
votos de “amarle, honrarle y obedecerle”, él había levantado una ceja y ella
tuvo el descaro de sonreírle.

Dejando el chal en el sofá se dirigió hacia la habitación que ella había


utilizado durante su estancia en el rancho, pero el cuarto estaba a oscuras,
sólo iluminado por la luz de la luna que se reflejaba en la cama mostrándole
que todo estaba ordenado y tampoco se encontraba allí. Miró hacia la silla
dónde la encontró dormida la noche anterior, nada, estaba vacía.

Empezó a sentir una punzada de miedo por su ausencia, pero pronto se dio
cuenta que nada malo podía haberle ocurrido en el interior de la casa.
Entonces el temor se convirtió en irritación preguntándose a qué estaba
jugando, al mismo tiempo que se mostraba intrigado por su desaparición.

De repente una idea seductora sacudió inmediatamente su virilidad y se


encaminó por el pasillo hacia su habitación. Se detuvo frente a la puerta
cerrada sintiendo el aumento de su excitación que se preparaba para lo que
esperaba encontrar dentro.

Abrió la puerta e incluso en la oscuridad pudo identificar un pequeño bulto en


el centro de su cama. Invadido por una ráfaga de placer se desnudó con
rapidez, acercándose a la cama.

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Metiéndose bajo las sábanas su primer pensamiento fue poseerla duro y


rápido, cómo había soñado hacer desde que la conoció, pero cuando sintió el
calor de su cuerpo dormido sus intenciones cambiaron. Así que se limitó a
abrazarla y escuchar con satisfacción como ella murmuraba su nombre en
sueños.

Acariciando suavemente su brazo, agarró su pequeña mano y observó


complacido la alianza de oro.

Aspiró su perfume y pensó en todas las noches que disfrutaría teniendo en


sus brazos su cuerpo desnudo, en las partidas de póquer que compartirían y
en las puestas de sol que admirarían en el porche. Con esos pensamientos se
quedó dormido, sintiéndose más feliz de lo que se había sentido nunca.

  
Ya era muy tarde cuando Emma se despertó en la cama de Luke y miró la
huella profunda en la almohada a su lado. No había soñado que él había
estado allí, abrazándola toda la noche.

Su boca se curvó en una suave sonrisa, que inmediatamente se transformó


en una enorme de felicidad al ver la margarita que le había dejado. Estaba
un poco marchita ya, pero aún así le parecía un detalle maravilloso.

Levantó la flor y aspiró el dulce olor de verano.

Era un nuevo día, un día feliz. Salió muy animada de la cama, lavándose
rápidamente y dirigiéndose a la cocina para empezar su primer día como la
señora de Luke Butler.

  
Las siguientes semanas pasaron rápidamente para Emma. Luke parecía más
que dispuesto a seguir junto a ella y tener un matrimonio feliz.

Los días que tenía tiempo libre la llevaba a pasear en caballo, como le había
prometido, y como era una alumna muy rápida Luke se sentía orgulloso con
el resultado de sus enseñanzas.

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Más de una vez se detenían en un pequeño valle donde dejaban a los


caballos pastar libremente, y después, lentamente, la seducía para que se
acostase con él en la suave hierba.

María comentaba alguna vez las manchas verdes en sus vestidos


preguntándole si se había caído, lo que hacía que Emma se sonrojara
violentamente.

Las noches del primer mes después de la boda fueron muy románticas.
Pasaban las veladas en el columpio viendo la puesta de sol, o jugando al
póquer. Luke le había enseñado a jugar apostándose la ropa y como
resultado terminaba todas las noches desnuda en su cama, donde se
quedaba dormida después de que le hiciera el amor lentamente.

Su matrimonio funcionaba bien y Emma estaba exultante por la profundidad


de su felicidad.

Se había resignado a no casarse y ahora que su sueño se cumplía, esperaba


que muy pronto fueran bendecidos con una familia.

Quería desesperadamente darle hijos a Luke.

Cuando comenzó a hacer preguntas tentativas a María, la mujer sin rodeos le


preguntó si estaba embarazada.

Emma confesó que no sabía nada al respecto y que no sería capaz de


decírselo aunque lo estuviera.

Entonces María le explicó todo claramente, la ausencia de su periodo, las


molestias, las nauseas y terminó su discurso contándole que el olor de
ciertos alimentos, o simplemente pensar en otros, le revolvería el estómago.

Emma la escuchaba atentamente pensando que aún no había tenido ninguno


de esos síntomas.

Tenía la esperanza que tal vez, muy pronto los tendría.

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Capítulo 13

Después de unas semanas, Emma había ido tantas veces al establo que solía
visitar a menudo la yegua que le regaló Luke para darle alguna golosina.

Por lo general llevaba una manzana o una zanahoria y se quedaba admirando


a Belleza.

Era un nombre muy simple. A veces pensaba que la yegua se merecía un


nombre más elegante, pero Emma la había empezado a llamar así porque
era muy hermosa pensando que ya se le ocurriría un nombre más apropiado,
hasta que un día se dio por vencida y su yegua se quedó con “Belleza”.

— Belleza —La llamó, acariciándola mientras dejaba a su mente vagar.

Ya no tenía ninguna duda, estaba completamente enamorada de su marido y


aunque aún no se lo había dicho, las palabras casi se escapaban de su boca
en la intimidad de la noche, cuando él estaba en su interior amándola con
una intensidad tan inquebrantable que le hacía pensar que nunca dejaría que
se marchara de su lado.

Pero, ¿Luke la amaba?

Emma no se atrevía a preguntárselo. Aunque siempre era abierto y sincero


con ella, seguía siendo reservado cuando estaban por las noches en la
intimidad de su habitación. En esos momentos, Emma sentía su fuerza
implacable mientras la abrazaba y la forma en que parecía adorar su cuerpo
le aseguraba que tenía sentimientos profundos por ella.

Pero entonces llegaba la luz del día y aunque él todavía era cortés, Emma
sentía como si se pusiera una máscara que le robaba todas las emociones
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hasta que el sol se hundía de nuevo en el horizonte. Entonces él se relajaba


y ella volvía a alejar esos sombríos pensamientos de su cabeza.

Esa rutina se había vuelto normal entre ellos. A menudo pensaba que Luke
no se daba cuenta de sus sentimientos y otras veces no estaba tan segura,
disimulando su inquietud para que sus dudas no le afectasen a él.

No quería romper la armonía entre los dos, ni crear discordia en su


matrimonio. Y todavía no tenía el valor suficiente para preguntarle por qué
se comportaba de esa manera tan distante durante el día.

El amor que sentía por él era algo muy nuevo, muy reciente como para sentir
la seguridad que necesitaba e interrogarlo al respecto.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por el chirrido de una bisagra y


cuando volvió la cabeza vio a Luke en la entrada, inmóvil, mientras se
acostumbraba a la penumbra del establo.

Su rostro no mostraba ninguna actitud tranquilizadora, eso era suficiente


como para dejarla nerviosa e irritada. Ya sabía exactamente como se
comportaba en la oscuridad de la noche, pero durante el día seguía sin saber
cómo iba a reaccionar ante ella.

Luke se acercó a zancadas echando un vistazo a su alrededor y comprobando


los caballos, el suelo y las paredes, para terminar centrándose en ella de
nuevo.

— ¿Qué estás haciendo aquí? —dijo secamente. Era evidente que esperaba
una respuesta inmediata a su pregunta.

— Le he traído un regalo a Belleza —contestó con suavidad, intentando fingir


que estaba respondiendo al mismo hombre que la abrazaba tiernamente
todas las noches y no al extraño que parecía en ese momento.

Deseaba desesperadamente que durante el día fuera el mismo hombre cuya


pasión y ardor la llevaba a pensar que sus sentimientos hacía ella eran muy
profundos. Emma sabía que tenía un rancho que cuidar y no podía dedicarle
todo su tiempo. Lo entendía y lo asumía, pero no quería ese distanciamiento
tan cortés entre ellos cuando no estaban juntos en la cama.

— No me gusta que vengas sola, ya te lo he dicho.

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— No dijiste que no pudiera venir —replicó. No buscaba irritarlo, pero


tampoco iba a obedecerle dócilmente y quedarse prisionera en su propia
casa.

Se rebelaría contra él si insistía en esa idea, pero en este momento la


tensión se adivinaba claramente en cada músculo de su cuerpo. Emma se
obligó a replantearse la forma de explicarle con más calma lo que realmente
deseaba.

Luke era un hombre que hacía las cosas a su manera sin importarle lo que
pensaran los demás. No toleraba ninguna oposición a sus deseos, eso ya se
lo había explicado en el mismo instante que lo conoció. Pero ahora se daba
cuenta que tenía que ser ella la que marcara el rumbo de su matrimonio. No
quería discutir con él por sus autoritarias imposiciones y que eso terminara
consiguiendo que lo perdiera, además de crear un muro indestructible entre
los dos.

O podía obedecer sus órdenes de momento y hacerle cambiar de opinión con


sutileza femenina, o peleaba contra él y terminaba alejándolo de ella.

Luke era bastante territorial y posesivo, además de rudo. Pero su rudeza se


debía a su necesidad de protegerla, incluso podía llegar a ser obsesivo en su
objetivo de mantenerla a salvo. No estaba intentando dominarla, por eso
Emma le permitía ese comportamiento tan intolerante.

Le amaba cada vez más. Adoraba sus defectos que le hacían ser como era.
Quería que su matrimonio fuera tranquilo y agradable, pero si discutían
constantemente nunca sucedería.

Instintivamente sabía que la respuesta estaba en algún lugar escondido de


esa reserva impenetrable que aparecía cada vez que no estaban en la cama.
Si pudiera romperla, averiguaría porque actuaba así y entonces tendrían una
unión feliz. O al menos eso esperaba.

Luke permanecía en silencio con el ceño fruncido mostrando claramente la


impaciencia. Impaciencia y... algo más.

El aire se espesó entre los dos. De repente Emma sintió la misma cruda
pasión que sentía cada noche cuando él se metía desnudo en la cama.

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Se quedó sorprendida al ver esa mirada mientras estaban en el establo, sin


embargo, rápidamente sintió el deseo que siempre la invadía al ver el ardor y
la lujuria que mostraban sus ojos, incluso aunque el sol aún estuviera alto en
el cielo. El resto del mundo desapareció en ese instante.

El rubor se extendió por su rostro cuando Luke se volvió hacia la puerta y la


bloqueó con un tablón de madera, dándoles privacidad.

— ¿Cuándo vas a aprender a hacer lo que te diga?

— Nunca me has dicho que no pudiera venir.

— ¿Necesito ordenártelo? —Su voz reflejaba autoridad.

— Por favor, no lo hagas —suplicó Emma.

— Es demasiado peligroso que salgas de casa.

— No... No lo es.

— Te podría pasar cualquier cosa —dijo amenazadoramente, rozando con la


mano sus pechos.

Emma se quedó mirando su torso, sintiendo el deseo como un flujo


constante y caliente cuando apretó suavemente su pezón. Imágenes
seductoras cruzaron por su mente con lo que sucedería si seguía haciendo
eso.

— Emma —susurró rozándole la oreja con la boca—. Sólo quiero que estés a
salvo.

— Estoy a salvo, Luke. No hay nada que pueda hacerme daño en el rancho.

Apretando su trasero, la atrajo hacia él y continuó rodeando con el dedo su


pezón.

— Eso no es cierto, cariño. ¿Recuerdas las serpientes?

Su cerebro derretido intentó concentrarse en la conversación, aunque su


cuerpo se estaba ahogando de deseo.

— Eso... Fue diferente... Me alejé demasiado del rancho. En ese momento no


lo sabía.

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— Algo como eso te podría suceder de nuevo.

— No... Tendré más cuidado.

— Eso es lo que me está volviendo loco todos los días, pensar que algo te
pueda pasar...

— No me va a pasar nada. Me has enseñado a disparar y me has enseñado


todo el rancho... —Se interrumpió abruptamente cuando empezó a
desabrocharle el vestido con movimientos frenéticos y rápidos. Al descubrir
sus pechos cubiertos por la camisola Luke se detuvo y soltó un largo y
tembloroso suspiro.

— No debería haber sido tan egoísta como para casarme contigo y obligarte
a vivir en un lugar tan aislado.

— No me obligaste a nada.

— No te di ninguna opción al respecto.

— Yo no quería ninguna elección.

— Eres muy pequeña —dijo sujetándola por los hombros y admirando la


curva de su garganta. Su piel era demasiado suave y blanca para este tipo
de vida—. Eres muy delicada... Tu pierna es un impedimento en cualquier
situación, no debería haber pensado que alguna vez funcionaría —Se
apoderó de su boca casi con violencia.

Emma se rindió a ese beso antes de apartarse con el pecho agitado.

— No me alejes de ti, por favor... No me rechaces sólo por mi pierna...

Luke la levantó hasta que sus pies no tocaron el suelo.

— ¡Nunca te abandonaré! —La miró con una expresión salvaje—. No voy a


renunciar a ti. Aunque tenga que deshacerme de este maldito rancho, no te
dejaré marchar.

Emma parpadeó cuando el significado de sus palabras penetró en su cerebro.


Las lágrimas asomaron a sus ojos cuando acarició su rostro amado.

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— Está bien Luke, no tienes que preocuparte por eso. Puedes seguir en el
rancho y conmigo, te prometo que no me pasará nada. Siempre tengo
cuidado y no tengo intención de correr riesgos innecesarios.

— Si me entero que te acercas a ese semental, te pondré sobre mis rodillas y


no podrás sentarse durante una semana.

El animal al que se refería era el semental que utilizaba para inseminar a las
yeguas. Mantenían al caballo en un cercado y Emma ya le había mencionado
que creía que estaba muy solo. Luke le había advertido en repetidas
ocasiones que el caballo era demasiado peligroso.

Ella se quedó sin respiración cuando sus dedos rozaron tiernamente su


pezón. El deseo gritaba en su interior. Cerró los ojos.

— ¿Lo entiendes?

— Sí, lo entiendo... —Una necesidad feroz la envolvió—. No me acercaré al


semental.

— Será mejor que no —dijo frunciendo el ceño.

— Te prometo que siempre seré cuidadosa.

— Tengo miedo de lo que puedas hacer.

— No tienes qué temer nada.

— ¡Bueno, yo soy así! —apretó la mandíbula, agitado—. Sólo hay una cosa
que me calma, una cosa que tú...

Luke se detuvo repentinamente mientras la empujaba hacia atrás, hasta que


sus piernas se enredaron y terminaron acostados en el suelo.

Metió una de sus rodillas entre sus piernas y la besó con una intención tan
clara, que Emma deseó que no acabara nunca.

Sin perder ni un instante, él desabrochó el resto de los botones del vestido.

Lo hizo tan rápido que ella se sorprendió cuando volvió a asaltar su boca y
con un solo movimiento le quitó el vestido, arrojándolo lejos. Se incorporó
inquieta sobre sus codos, aunque la puerta estuviera cerrada, el suelo del

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establo no era un lugar en el que se hubiera imaginado que terminarían


haciendo el amor.

Estaba completamente segura que Luke sería cuidadoso, lo que había dicho
hace un momento le indicaba que se preocupaba por ella, incluso más de lo
que quería admitir. Pero su deseo era demasiado fuerte y ella no podía evitar
que su cuerpo se sintiera atraído, y un poco atemorizado, con toda esa
dominación masculina.

Su corazón empezó a latir sin control.

Luke percibió los nervios de Emma, se movía inquieta bajo él con una mirada
de asombro en su rostro, sin duda debido a la posición en que estaba, pero
también vio que tenía un aura sensual, una curiosidad irresistible brillando en
sus ojos que inflamó su excitación.

Su cuerpo estaba atrapado en un torbellino de furioso deseo y su rígida


erección se hinchó en toda su plenitud, gritando que la poseyera de
inmediato, pero su mente le decía que primero tenía que tranquilizarla, por
que cuando estuviera desnuda bajo su cuerpo, ella no sería capaz de luchar
contra lo que deseaba.

Pero al quitarle el vestido solo encontró más y más tela. Luke soltó un
gruñido por esa restricción y antes de poder evitarlo, la sentó y le quitó las
enaguas, dejando su esbelto cuerpo cubierto solo por la camisola.

La cabeza le empezó a palpitar y su garganta se cerró, permitiéndole apenas


aspirar suficiente aire mientras miraba la delicada camisola de encaje blanco
que era todo lo que la protegía de su mirada hambrienta.

Sin dudar, la terminó de desnudar con movimientos rápidos y precisos, para


inmediatamente bajar la cabeza y succionar un pezón, acomodándose entre
sus piernas y levantándolas para que le rodeara la cintura.

— Me muero por estar dentro de ti. Siempre te desearé.

Incorporándose ligeramente, desabotonó sus pantalones y dejó libre su


erección.

Entonces Luke le levantó las manos por encima de la cabeza, obligándola a


mirarle, buscando algo en sus ojos.

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— No quiero que te pase nada malo, mi amor —declaró al mismo tiempo que
empujaba sus caderas y la penetraba con una fuerza inexorable.

Emma jadeó sin apartar la mirada de sus ojos.

— No te preocupes. Tendré cuidado —suspiró cuando la cabeza le empezó a


dar vueltas.

Luke acarició el nudo de su feminidad para conducirla a un inmediato


orgasmo. La besó con ternura, amándola, rogando su participación para
forjar un vínculo entre los dos, en contraste directo con sus duras
embestidas que requerían su plena rendición.

Emma le dio todo generosamente.

Cuando él la abrazaba con tanta fuerza y amor, Emma estaba


completamente segura que la amaba y que su distanciamiento durante el día
se debía a su necesidad de protegerla y mantenerla a salvo.

De repente su mente se quedo en blanco cuando un placer enloquecedor se


deslizó por su espalda. Gimió, sintiendo la boca de Luke todavía torturando
su pezón. Empezó a sentir que flotaba hacía ese alivio sensual.

Los músculos internos de Emma se apretaron cuando el orgasmo empezó a


recorrerla, sintiendo que Luke también era arrastrado por el placer.

Olvidándose que tenía que protegerse y con la certeza que siempre estaría a
salvo en sus brazos, Emma confesó mientras el poderoso clímax le cerraba
los ojos.

— Te amo.

Luke gimió notando que su simiente explotaba en su interior. Sujetándola


con firmeza continuó empujando con fuerza implacable hasta que se vació
completamente.

Se abrazaron hasta que sus respiraciones fueron disminuyendo poco a poco.


Levantándose ligeramente, él apoyó su peso en los codos y le acarició el
cabello.

— Dilo de nuevo —Le ordenó con voz ronca.

— Te amo.

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El placer, junto a una oleada de alivio, atravesó a Luke.

— Te amo, Emma, más de lo que nunca sabrás.

— Lo sé Luke. Y eso me hace muy feliz —Ella acarició su rostro.

Un tierna sonrisa suavizó el rostro de Luke cuando bajó su boca y la besó


nuevamente.

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Epílogo

Su primer hijo llegó poco después de ese día y los dos siguientes le siguieron
en rápida sucesión. Luke estaba encantado con la situación, sobre todo
cuando empezó a sentir un placer perverso enseñándole a Emma otras
maneras de hacer el amor y retrasar la llegada del siguiente miembro de su
pequeña familia.

Emma era una alumna rápida e incluso después de cinco años de casados, el
fuego que había entre ellos no se había enfriado ni un poco.

María y Jesse eran una gran ayuda, asumiendo el papel de abuelos adoptivos
y disfrutando de cada segundo de esa situación.

Luke y Jesse tuvieron que construir una valla alta de madera alrededor de la
casa, con suficiente espacio para permitir que los niños corrieran libres y al
mismo tiempo, a una distancia lo suficientemente cercana para que Emma
no tuviera problemas persiguiéndolos cuando fuera necesario.

La actitud protectora de Luke no había disminuido nada y ahora se extendía


también a sus hijos.

Emma estaba en ese momento sentada en el columpio del porche con su hija
en brazos, mirando como Luke hacía su ritual diario de la mañana, revisando
la valla buscando visitantes no deseados que pudieran ser una amenaza para
su familia.

Toby y Conner corrían detrás de su padre todo lo rápido que podían con sus
pequeños pies. De repente Toby, su hijo menor, se cayó al suelo y empezó a
llorar sin poder levantarse. Emma estaba a punto de ir a ayudarle cuando
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Luke lo cogió en brazos y le limpió la suciedad, abrazándole durante un


instante mientras le susurraba algo al oído. Toby levantó la cabeza y
poniendo sus manitas en el rostro de su padre, sonrió.

Luke le dio un beso en la frente y lo dejó otra vez en el suelo viendo como se
marchaba corriendo para reunirse con su hermano.

Emma observó cómo su marido miraba en su dirección y se acercaba


rápidamente. Cuando llegó al porche, paró el columpio y miró con adoración
a Emma y al bebé que tenía en brazos.

— Te amo —dijo en su tono de voz lento y sexy.

— Yo también te amo —Le respondió ella sonriendo feliz, algo que hacía
todos los días.

— La pequeña Grace está dormida.

— Lo sé.

— Acuéstala en la cuna.

— Grace necesita un poco de aire fresco y sol.

Emma vio como Luke después de mirarla fijamente unos segundos, se dirigía
a la puerta y llamaba a María.

El ama de llaves apareció enseguida con una mirada interrogante.

— ¿Puedes cuidar a los niños durante un rato? —Le preguntó cogiendo a su


hija suavemente de los brazos de Emma y dejándola en los de la mujer.

Los ojos de María mostraron todo su cariño y aceptación mientras


acomodaba a Grace y se sentaba en el columpio.

Entonces Luke agarró la mano de su esposa y arrastrándola hasta su


habitación, cerró la puerta con llave.

Emma lo observó en silencio hasta que no pudo evitar soltar una carcajada.

— No puedo creer que hayas hecho eso.

Luke la empujó al círculo de sus brazos y levantó una ceja.

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— Pues créelo mi amor, es justo lo que he hecho.

Y sin más explicaciones, sus labios se apoderaron de su boca.

FIN

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