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SINOPSIS
TRADUCIDO Y CORREGIDO POR ML
PARA AEBks
CONTENIDO
SINOPSIS ......................................................................... 2
CONTENIDO ..................................................................... 3
Capítulo 1 ......................................................................... 4
Capítulo 2 ....................................................................... 23
Capítulo 3 ....................................................................... 38
Capítulo 4 ....................................................................... 58
Capítulo 5 ....................................................................... 70
Capítulo 6 ....................................................................... 82
Capítulo 7 ....................................................................... 96
Capítulo 8 ..................................................................... 110
Capítulo 9 ..................................................................... 118
Capítulo 10 ................................................................... 131
Capítulo 11 ................................................................... 145
Capítulo 12 ................................................................... 157
Capítulo 13 ................................................................... 166
Epílogo ......................................................................... 175
Capítulo 1
Luke Butler salió del almacén de suministros de la ciudad, miró al cielo y vio
que el sol empezaba a desaparecer en el horizonte. Sabía que si quería estar
de vuelta en su rancho antes de que anocheciera tenía que darse bastante
prisa.
El viaje a la pequeña ciudad de Burnet, en Colorado, era una tarea que tenía
que hacer todos los meses. Por más que deseara ser autosuficiente en su
rancho, había algunas comodidades que la ciudad ofrecía y que eran
indispensables para él, como café, tabaco y mujeres, por nombrar algunas.
Sólo llevaba un día allí, pero cuanto más oscurecía, más anhelaba volver a
casa.
Mirando al cielo una vez más pensó que no llovería hasta llegar a casa, pero
no quería correr ningún riesgo.
Por precaución, cubrió la parte trasera de la carreta con una lona mientras
observaba que el sheriff se acercaba a él con rapidez.
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Lynda Chance
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Luke había vivido en esta parte de Colorado casi toda su vida, así que
conocía a la mayoría de los habitantes de la ciudad, incluso aunque nunca
hubiera hablado con ellos.
La voz del otro hombre sonaba seria y Luke pudo oír la preocupación en su
tono.
Luke intentaba buscar otras razones que pudieran provocar un retraso tan
grande, pero se detuvo al instante al percibir que el sheriff ya había pensado
en esas posibilidades.
El sheriff miraba sin cesar de un lado a otro de la polvorienta calle, con las
manos en las caderas mientras movía la cabeza. En ese momento mostraba
un ceño fruncido tan cerrado que marcaba aun más su semblante ya
oscurecido.
— Sí, el telegrama que recibí antes decía que salió en el horario establecido.
Incluso con una rueda rota o algo así, ya debería haber llegado hace mucho
tiempo.
Dejando a un lado la idea de llegar a casa antes del anochecer, pensó en las
personas inocentes que ahora estarían en una situación aún más difícil que la
suya.
Bajando del carro respiró hondo e hizo la pregunta que cualquier hombre
decente haría ante esa situación.
— ¿Necesitas mi ayuda?
— Aprecio mucho tu gesto Luke, pero necesito esperar hasta mañana para
reunir tantos hombres como pueda. Empezaremos con la primera luz del
amanecer y los caballos descansados para perseguir a los hombres que lo
han hecho.
Luke asintió con la cabeza sin dejar de pensar en el retraso que le acarrearía
ese cambio de ruta.
— Las posibilidades de que quede alguien con vida son muy pequeñas.
Emma Martin estaba acurrucada en un pequeño barranco debajo de una
roca, con un rifle en la mano que no tenía ni idea de cómo usar. La situación
se agravaba al notar que debido al frío, sus dedos se habían entumecido
desde hace tiempo.
El sol hace tiempo que se había convertido en una bola de fuego naranja y
estaba hundiéndose en el horizonte. Ahora, todo lo que quedaba del día era
un vívido resplandor púrpura que iluminaba las pocas nubes en el cielo.
En otro momento habría sido una bonita vista pero ahora, con la oscuridad
acercándose, era sólo algo más que temer.
En este momento necesitaba el sol... Cuando más necesitaba la luz del día
tenía que conformarse viendo lo rápido que oscurecía y además, aceptar ese
hecho añadiéndolo a su miedo.
¿Cuánto tiempo tenía que esperar todavía para que llegara la ayuda? Era la
única pasajera, ya que las dos últimas personas que iban con ella se bajaron
en la parada anterior.
Le costó algún tiempo superar el miedo y darse cuenta que los bandidos no
volverían, así que bajó de la diligencia con la determinación de no flaquear si
necesitaba hacer lo que fuera para defenderse.
Decidió mantenerse alejada del camino, no se sentía segura en esa zona tan
expuesta. Cualquiera podía encontrarla allí y convertirse en un blanco fácil si
regresaban los ladrones. O cualquier persona sin ley que pudiera llegar y
descubrirla sin ninguna protección.
La lesión que sufrió hace diez años le dolía hoy con intensidad. Normalmente
sólo sentía una pequeña y molesta incomodidad todos los días, por no hablar
de cómo tenía que caminar más lento que los demás y cojeando un poco.
Todo ese tiempo había tenido que soportar las miradas de lástima que veía
tanto en los rostros de la gente conocida, como en el de los extraños.
Pero hoy era más que una inconveniencia, ya que le impedía marcharse de
allí y también le recordaba que no podía echarse a correr si necesitaba salvar
su vida, o enterrar el cuerpo del hombre inocente que había muerto a tiros a
unos pocos metros de donde estaba.
Como no había forma de cambiar lo que pasó hace tanto tiempo, prefirió
cambiar el rumbo de sus pensamientos, ahora mismo ya tenía bastantes
problemas de los que preocuparse.
Sintió que una oleada de miedo la recorría al pensar lo fácil que sería que
esos bandidos cambiaran de opinión acerca de matarla y volvieran para
terminar el trabajo. Con mucha fuerza de voluntad pudo alejar ese
pensamiento, aunque sólo fuera porque había otros asuntos más inmediatos
que requerían su atención.
Pronto necesitaría agua y ya había visto una serpiente de cascabel. Sólo Dios
sabía lo que habría por alrededor ahora que la noche estaba cayendo.
Emma cerró los ojos y dejó que la imagen calmante de una casa con
chimenea calmara sus alterados nervios.
Abrió los ojos cuando los sonidos de los coyotes resonaron más cerca de
donde estaba. Por mucho que odiase la situación, tendría que volver a la
diligencia y esperar dentro. No podía pasar la noche a la intemperie sin
ningún refugio.
Era desalentador tener que regresar, pero la situación era muy peligrosa y
tenía miedo de no poder volver a subir al carro.
El viento helado traía el sonido del lado oeste o... ¿era del sur?
Emma espió por encima de la roca justo cuando un carro conducido por un
hombre se detuvo a una buena distancia de donde estaba. Cómo la luz se
desvanecía rápidamente no era posible distinguirle bien, pero pudo ver que
se quedó completamente inmóvil haciendo una evaluación de la situación.
El hombre era alto y fuerte, y sostenía el arma de una manera tan suave y
segura que hizo que la escena le pareciera aún más aterradora de lo que era.
Si utilizaba esa fuerza contra ella estaba segura que no tendría ninguna
oportunidad de luchar.
El hombre se movió un poco pero lo hizo con mucha cautela, recorriendo con
la mirada el horizonte en busca de cualquier movimiento y dirigiendo sus
ojos hacia la diligencia, observando cautelosamente el interior antes de
avanzar hacia el conductor.
Se agachó al lado del hombre. Emma vio que estaba buscando señales de
vida y al no encontrar nada se levantó, guardó su arma en la funda y
sacando una pequeña bolsa de su bolsillo, empezó a liar un cigarrillo
lentamente.
Su rostro era duro como el granito, con la piel bronceada por el sol y un
perfil fuerte que no mostraba señales de suavidad o calor.
Exhibía una gran fuerza. La forma relajada y confiada con que saboreaba el
cigarrillo se reflejaba en su rostro, incluso con esa destrucción a su
alrededor.
Emma sintió un arrebato de histeria cuando dijo con voz alta y seria.
Emma cerró los ojos con fuerza cuando el terror se deslizó por su espalda y
se instaló en su estómago.
Ese hombre no podía saber que estaba escondida en ese lugar, tenía que
estar simplemente tratando de engañarla para que apareciera.
La mujer se defendió con las piernas, haciendo que Luke se protegiera justo
antes de que una patada de sus agiles pies le golpearan y dejaran sin aliento
unos instantes, pero su rápido movimiento sólo protegió su ingle, causando
que su espinilla sufriera el pequeño pero doloroso golpe.
Emma se retorcía contra él, pero a medida que pasaba el tiempo se fue
deteniendo al darse cuenta que su resistencia no le serviría de nada.
Tenía que calmarla y llevarla a su casa antes de que se olvidara actuar como
un caballero.
Luke se maldijo en silencio por perder los estribos y asustarla todavía más.
— Una mujer callada, eso me gusta —dijo con una pizca de sarcasmo,
aflojando un poco los brazos—. Dígame como se llama y le prometo que una
vez que entienda que no le haré daño la soltaré.
Ella se puso rígida. Su respiración se hizo muy perceptible para Luke, que no
pudo dejar de mirar el movimiento de sus pechos subiendo y bajando
mientras expulsaba el aire con fuerza.
Una excitación feroz le puso aun más duro al sentir sus pequeños pechos
rozando su antebrazo.
— ¿Cómo se llama?
— Emma Martin.
Luke sintió que su voz removía todo dentro de él y sin darse cuenta bajó la
boca para hablar directamente a su oído.
— Señora Martin.
— Ya no.
— Parece que ha sufrido una gran tragedia. ¿Era la única pasajera cuando
ocurrió?
— Lo entiendo —dijo con una voz que sonaba casi resignada, aunque él no la
creyó totalmente.
Luke la soltó lentamente, con cautela, deslizando las manos hasta sus
caderas para asegurarse que no se cayera en ese terreno irregular, o que no
huyera de nuevo.
El cuerpo de la mujer era esbelto y suave bajo sus manos y tuvo que hacer
un gran esfuerzo para dejar de tocarla y dar un paso atrás. Notó que ella
arrastró su pierna derecha torpemente cuando se giró hacia él.
— No debería haber intentado huir de mí, fue una idea estúpida y sólo ha
conseguido que esta situación empeore.
Emma comprendió que si él creía que su lesión era reciente también creería
que sanaría pronto, y eso hacía que la tratara como a las demás mujeres.
— Señor Butler.
— Luke —dijo con una entonación rápida que parecía dar su aprobación para
la informalidad.
— Deténgase.
— ¿Podría recuperar mis cosas antes de irnos, por favor? —dudó más de lo
necesario al hablar, pero no podía irse sin sus objetos personales.
Volvió a levantar las riendas y Emma apenas tuvo tiempo suficiente para
atrapar una antes de que empezaran a moverse de nuevo.
— ¿Casa?
— Si, a mi casa.
— No, no puedo.
— Bien. ¿Prefiere quedarse con los coyotes? El sheriff llegará por la mañana.
Si quiere puede esperarle aquí.
— ¿Nada que decir sobre eso, señora Martin? —replicó con un ligero
sarcasmo. Era obvio que la amenaza de dejarla allí tenía la intención de
silenciarla.
— Está muy claro que no puedo quedarme aquí sola, así que no voy a seguir
discutiendo sobre ese tema —replicó Emma con un tono suave, pero lleno de
ácido.
— Pareces una joven razonablemente inteligente y estoy seguro que una vez
que lo pienses un poco, descubrirás que no es algo bueno enfadarme. Mira a
tu alrededor cariño, estás en mi territorio, con un tobillo torcido y esos
coyotes que oyes están husmeando alrededor pensando en la tentadora cena
que serías. Es mejor que aprendas rápidamente la forma de no irritarme
más.
— ¿Cómo lo sabe?
— Oh, por supuesto —Emma sabía que algunos hombres podían seguir
rastros y descubrir lo que había sucedido, pero habiéndose criado en un
orfanato de St. Louis, nunca había conocido a nadie con ese tipo de
habilidad.
Emma se calló de repente cuando él paró los caballos y se volvió hacia ella
una vez más.
— No.
— No, no tenían esa intención. El hombre más alto que estaba a cargo le dijo
al otro que tenían que acabar conmigo —Emma hizo una pausa y se aclaró la
garganta al recordarlo—. El alto cargaba los objetos robados y se distrajo. Yo
estuve en la diligencia todo el tiempo, vi que el otro me miraba y levantó el
arma. Me miró mucho rato y entonces disparó a la izquierda de mí, fallando
a propósito.
— Tuviste suerte.
— Sí.
— ¿Cómo sabes que no puedes quedarte conmigo? Tal vez tenga esposa y
cinco hijos.
De alguna manera Emma sabía que su vacilación para quedarse con él tenía
más que ver con su estado de soltera, que con la carga que ella podría ser
para él y su familia. Se aclaró la garganta.
— Tengo una empleada, Emma. Es una buena mujer que vive en el rancho y
está casada con uno de mis hombres. Puedes tranquilizarte, estarás a salvo
y ella te acompañará, si esa es la causa de tus nervios. Dios Santo, estamos
en Colorado y no en un salón público de Boston.
— Ya estamos otra vez, realmente necesitas perder esa actitud tan formal —
dijo seriamente—. ¿De dónde eres?
Emma intentó mantener las riendas de sus frágiles emociones. Nunca antes
había estado bajo el control de un hombre, ni conocido a un hombre como él
en toda su vida.
— ¿Adónde ibas?
— A Denver.
— No.
— No, cariño, no lo soy —Su voz sonó tan suave como el whisky.
— ¿Qué es entonces?
Capítulo 2
— ¿Estás bien?
— Sí, gracias.
— ¿Puedes caminar?
Claro que podía andar, no perfectamente, pero sin duda podía hacerlo sola.
— Tal vez todavía necesitas que te lleve —Había una nota de reto en su tono
que a Emma le sonó como una amenaza.
Emma miró alrededor mientras intentaba caminar sin cojear, aunque eso era
casi imposible. A lo lejos vio la luz de una lámpara de queroseno que estaba
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— No están aquí.
— Esta es mi casa. Ellos viven en una cabaña detrás del granero, en esa
dirección —Luke levantó la mano y apuntó en dirección opuesta.
— No creo haber utilizado ese término en ningún momento, sólo dije que
tengo un ama de llaves y nada más.
— Pero...
— ¡Señor Butler!
Sus ojos estaban entrecerrados bajo las marcadas cejas. Podía sentir su
poder y fuerza en su bien definida boca. Las líneas fuertes y rígidas de sus
facciones mostraban la pura masculinidad de su rostro.
— ¿Por qué?
— ¿No te entiendo?
— ¿Por qué estás tan nerviosa? Eres viuda, ¿no? Una mujer a la que se le ha
muerto el marido... —Le recordó la definición de viuda, esperando
pacientemente su respuesta.
— Luke.
— Si que puedes y es lo que deseo —Su tono arrogante parecía innato en él.
— No, supongo...
Luke la llevó hasta un par de mecedoras que estaban cerca de una chimenea
apagada.
Emma se agitó al darse cuenta que estaba tan cerca de él que hasta podía
oler su aroma. Un perfume masculino procedente tanto de su ropa como de
su cuerpo. Era algo seductor y nuevo estar tan cerca y ser capaz de oler su
esencia a cuero y a caballos.
Emma sintió que su pulso se disparaba mientras él frotaba el pelo entre sus
dedos.
¿Cómo podía pensar eso? ¿Por qué le decía esas cosas? ¿Cuáles eran sus
motivos? ¿Y por qué la retenía aun entre sus brazos?
Pero ahora y de repente, sentía como si esa mentira fuera indecorosa. Estaba
mintiendo a alguien y siendo deshonesta.
Sólo había una respuesta que podía darle sin revelar la verdad, que aun no
estaba dispuesta a contarle. Tragó para deshacer el nudo de su garganta.
— Si.
Una mirada que sólo podía ser descrita como desafío cruzó el semblante de
Luke.
No encontraba la fuerza para negarle nada y tenía razón, ¿qué le podía pasar
si decía su nombre y lo trataba con informalidad?
— Luke.
Emma estaba tan aturdida y totalmente bajo su hechizo que no notó que
hablaba en pasado, como si ya no fuera a ir a Denver.
— ¿Sabes coser?
— Sí, sé coser.
— ¿A mano o a máquina?
Emma notó una gran satisfacción con esa afirmación. Había esperado mucho
tiempo para olvidar las restricciones que tuvo que aguantar, tanto en el
orfanato, como después en St. Louis donde trabajó los últimos años.
Denver iba a ser una aventura y aunque el día había sido horrible, era joven,
resistente y fuerte de espíritu. Había sobrevivido al pasado y ahora, con un
poco de suerte, sólo esperaba un futuro digno y feliz.
Luke se dio cuenta que Emma estaba tratando de ser fuerte, pero notaba el
cansancio en su voz y aunque le gustaría quedarse un rato más hablando con
ella, sabía que tenía que descansar. Una buena noche de sueño haría
desaparecer los círculos oscuros bajo sus ojos color miel y las líneas de
preocupación de su frente.
Ahora era asunto del sheriff y sus ayudantes. A él sólo le importaba quedarse
en su rancho y proteger a la única superviviente que había visto los rostros
de los bandidos.
Sus manos eran tan pequeñas y blancas que no pudo resistirse y pasó
cuidadosamente un dedo por su palma. Hizo una mueca de irritación cuando
notó las pequeñas callosidades. No podía explicar por qué, pero no le gustó
descubrirlo, desearía que sus manos fueran suaves y no ásperas a causa del
trabajo.
Esperaba que Emma nunca perdiera esa inocencia que la envolvía, y que
siempre estuviera sana y tuviese ese brillo en la cara que mostraba ahora.
Y por Dios, mientras estuviese bajo sus cuidados seguiría teniendo ese brillo
saludable y casi inocente, pero ahora necesitaba comer.
— Emma.
— ¡Emma!
— Shh, soy yo, tranquila, todo está bien. Estás a salvo —La tranquilizó,
mientras trataba de contener la excitación que recorría su cuerpo a traición.
— ¿Pasa algo malo? —preguntó con voz ronca debido a la interrupción del
sueño.
— Luke, yo...
¿Tenía que elegir ese momento para llamarlo tan espontáneamente por su
nombre de pila?
Emma se lamió los labios y miró el plato. El pan fresco y el queso amarillo
hicieron que su boca comenzara a salivar. Estaba más hambrienta de lo que
pensaba. No había comido nada desde el desayuno, excepto un refrigerio
apresurado en la diligencia.
— Bébetela toda.
— Sí.
— No puedo más.
— Sí puedes.
Extendió la mano y cogió el vaso cuando vio que acabaría cayéndose encima
de ella, al notar que su mano temblaba incontrolablemente.
Tenía que averiguar por qué estaba tan asustada. ¿Pensaba que él quería
que compartieran la cama?
En el momento en que dejó el vaso a un lado Luke sintió que ella se calmaba
ligeramente.
— ¿Estás bien?
— Sí.
Ahora que ya estaba más tranquila Luke necesitaba algo de paz esta noche y
no la encontraría mientras Emma aun estuviese por allí.
— Por favor, Luke, no me obligues a beber más, estoy tan llena que no podré
hacerlo —Su expresión le afectó más que sus palabras.
Luke miró su cabeza inclinada y pensó una respuesta adecuada para calmar
su temor.
Emma no podía creer que hubiera entendido tan mal toda la situación. Tenía
que aprender a confiar en este hombre. A pesar de su evidente tono que no
admitía ninguna negativa, podía rechazar sus órdenes y salir indemne de
cualquier situación, ¿verdad?
cuando conozcas a María mañana, te dirá que soy una persona muy sencilla
de tratar.
Capítulo 3
María se volvió y abandonó por completo la tarea de lavar los platos del
desayuno para mirar fijamente a Emma.
— Me dijo que era una persona muy sencilla de tratar, ¿es verdad?
Toda la porcelana era azul y blanca y adornaba los armarios con puertas de
cristal. Se fijó en que los cubiertos eran de plata.
Era una habitación preciosa y las cortinas junto con las hierbas que crecían
en recipientes en el alféizar de la ventana, la hacían aún más acogedora.
Había dormido en una robusta cama con dosel, con un cómodo colchón de
plumas y un edredón acolchado y muy colorido.
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Mientras se dirigía indecisa a la cocina no vio a Luke por ninguna parte, pero
su presencia estaba por todas partes, había varios sombreros idénticos al
que llevaba amontonados junto a la puerta y una taza de café descansaba en
la cabecera de la mesa, en la que sin duda había desayunado.
María era muy agradable, con un alma pura, sabios ojos de color marrón
oscuro y hoyuelos en sus mejillas que mostraban una constante alegría.
Se arrepentía de haberle hecho esa pregunta sobre Luke, ya que ahora tenía
que contarle que le había preparado un refrigerio la noche anterior y hecho
sentir cómoda diciéndole que era menos rudo de lo que parecía.
Ahora María estaba frente a ella con la boca abierta por la sorpresa y
aparentemente, incapaz de encontrar una respuesta de una única palabra.
Emma secó la olla y las sartenes que estaban en la mesa, y volvió su silla
hacia María mientras continuaban trabajando juntas y conversando al mismo
tiempo. Pero se quedó paralizada intentando interpretar la expresión de
María y acabó explicando su curiosidad por Luke.
— ¿Malo? No, rotundamente no, es sólo que actúa de una forma muy ruda,
pero un hombre que se encarga de un rancho de este tamaño y es
responsable de varios vaqueros, tiene que tener mano firme, ¿no estás de
acuerdo?
Esa descripción sonaba exacta al hombre que había conocido, aunque aún no
se había hecho una idea muy clara sobre si Luke era, o no, una persona
justa.
Lo que sabía era que cuando Luke se dio cuenta de su angustia con el
episodio del vaso de leche, dejó de presionarla y tranquilizó sus temores.
Por eso ahora estaba sentada obligatoriamente en una cómoda silla, con la
pierna apoyada en una almohada mientras leía un ejemplar del “Almanaque
de los agricultores”, algo especialmente monótono ya que a pesar de no
saber mucho sobre agricultura, tampoco es que tuviera un gran interés en
aprender. Aunque sabía que tenía que conformarse con esta situación, su
mirada se desviaba continuamente a la ventana para disfrutar de la vistas
del huerto. Era una ironía estar leyendo sobre agricultura en lugar de estar
paseando por ahí, que es lo que realmente quería hacer.
Como nunca tuvo familia, ni una madre que la amara, el jardín fue su refugio
año tras año y una fuente de alimentación con la que siempre podía contar.
Veinte minutos más tarde, mientras Emma seguía sentada y soñando con el
huerto, María le informó que iba a marcharse durante una hora para llevar el
almuerzo a su marido, explicándole que lo hacía cada día y después
regresaba para preparar la comida a Luke.
El sabor del tomate junto al calor del sol la golpeó tan intensamente que
abrumada cerró los ojos, disfrutando de estar en un verdadero huerto por
primera vez en su vida.
Las verduras estaban listas para cosechar, algo que habría que hacer
rápidamente o empezarían a descomponerse.
Con todo el trabajo que María tenía que hacer, seguro que necesitaría ayuda
para esa tarea.
Al volverse demasiado rápido tropezó con una piedra que sobresalía y tuvo
que sofocar un grito mientras un inmenso dolor atravesaba su pierna
derecha, cayendo al suelo junto con las calabazas. Apretando los dientes
ante el dolor punzante de su pie, se reprendió en silencio por no haber sido
más cuidadosa.
Acababa de salir del huerto cuando vio que Luke avanzaba rápidamente en
su dirección hasta que estuvo frente a ella sin decir nada.
— ¿Qué estás haciendo aquí? —El tono de Luke era engañosamente suave.
— Nadie —murmuró.
— No.
Emma movió los pies para aliviar un poco su dolor, pero cuando Luke lo notó
maldijo en voz baja.
Luke agarró las verduras y las dejó en la mesa, era necesario que ella
entendiera de una vez lo que era la vida en su rancho. Agachándose, apoyó
las manos en la silla y la encaró.
— ¿Cómo?
Las contadas veces que fue capaz de captar la atención de un hombre duró
muy poco tiempo, pues tan pronto como se daban cuenta de su cojera la
miraban con pena, arrepintiéndose por haberla tratado como a una mujer
normal.
Pero Luke la miraba de tal manera que la hacía sentirse como una mujer
completa, algo que no había experimentado jamás.
Aunque no duraría mucho, eso nunca sería posible, pero por ahora Luke no la
miraba como si fuera imperfecta y no lo suficientemente buena para un
hombre. Era una sensación embriagadora, su intuición femenina, que
acababa de descubrir, le estaba diciendo que mientras él pensara que su
lesión era temporal seguiría mirándola así.
Era una idea muy tentadora mantener esa mentira por un tiempo, aun
sabiendo que estaba mal, pero en ese momento había un diablillo rojo en su
cabeza susurrándole que nunca tendría una oportunidad como esta otra vez,
la posibilidad de que un hombre la viera como una mujer y no como una
inválida.
El beso de un hombre.
La luz del día que entraba por las ventanas sólo confirmaba lo que pensó
ayer por la noche. Era increíblemente apuesto.
No iba a echarse atrás en cuanto al beso, posó los ojos en sus labios
pensando cómo sabrían. Se veían tan fuertes y masculinos, su mandíbula
estaba esculpida en mármol, sin embargo, parecían increíblemente suaves.
Sus ojos recorrieron sus anchos hombros y su esculpido pecho. No, no había
nada suave en él.
— Tienes que hacer lo que te diga Emma. Estás en un rancho del Oeste y no
en una sala de estar del Este, no estás acostumbrada a esto y no tienes ni
idea de lo que te podría suceder —frotó tentadoramente su mejilla con el
pulgar—. Y además estás herida, tendrás que permanecer en el interior de la
casa y dar tiempo para que sanes bien.
Pero el pequeño diablo de su cabeza estaba encantado con esa caricia y sólo
pudo mover la cabeza para afirmar. Si seguía mirándola de esa manera,
podría tocarla de nuevo y quién sabe... incluso besarla.
— Me alegra que te guste, pero eso no cambia las cosas. No puedes estar de
pie hasta por lo menos una semana.
Luke se tensó.
No podía llegar a una conclusión y él parecía muy serio. Su voz sonaba muy
autoritaria.
— Sí, señor.
Luke gruñó.
La agarraba tan fuerte que parecía como si ella fuera de su posesión, como si
tuviera todo el derecho a tocarla de esa manera, sus músculos tensos eran la
viva imagen de su propia fuerza. Tenía la cabeza inclinada y de repente, su
proximidad terminó haciendo que todos los nervios de Emma se dispararan.
— ¿Crees que el sheriff irá tras los hombres que robaron la diligencia?
— Si, ya lo sabe.
— ¿Cómo?
— Envié a uno de mis hombres a la ciudad con un mensaje. Sabe que estás
aquí conmigo, ilesa, es decir, excepto por la torcedura —Se calló un instante
pero enseguida continuó con voz fría—. Sabe que estás bajo mi protección.
Bajo su protección.
— Le pediré a María que encuentre algo para que puedas ponerte mientras
lava tu vestido.
— Creo que deberías haber pensado en eso antes de salir correteando por
todo el campo —dijo con sarcasmo.
— No quiero que lo intentes Emma, quiero que lo hagas. Y será mejor que
me hagas caso porque esta es todavía una tierra muy salvaje. ¿Has pensado
que podrías haberte encontrado una serpiente en el camino? ¿O un indio?
Luke hizo un gesto a María y Emma se dio cuenta que el ama de llaves no
diría nada más delante de ella. La mirada de Luke era suficiente para
silenciar a la mujer.
María sonrió y respondió con una carcajada cuando vio lo que estaba encima
de la mesa.
— Creo que tendré que usar calabazas en el próximo menú, ¿no crees?
Una hora más tarde, Emma estaba repleta de la sopa cremosa de tomate
que había comido en el almuerzo. También se había bañado y ahora llevaba
uno de los vestidos de María que aunque la cubría decentemente, una de las
mangas se empeñaba en deslizarse de su hombro todo el rato, mientras
cortaba calabazas para la cena sentada junto a la mesa.
— ¿Dónde?
— Tiene que alegrarte mucho que vivan en el mismo Estado y no más lejos.
— Sí, tienes razón, pero tengo que confesar que siento un poco de envidia de
la otra abuela. Ella tiene la oportunidad de ver a los bebés todos los días,
mientras que yo sólo puedo verlos una vez al año más o menos.
— Debe ser maravilloso tener una familia tan grande y feliz. Se te ve muy
orgullosa de eso —Emma metió la calabaza en una cazuela con cebolla,
manteca y harina, mientras soñaba con una gran familia.
— Sí, me siento muy orgullosa y agradezco esa bendición todos los días.
— No. Me crié en un orfanato de St. Louis y nunca supe quiénes eran mis
padres.
— Eso es muy triste Emma —La mujer dejó lo que estaba haciendo y la
observó con una expresión indescifrable en el rostro.
La pregunta dejó pálida a Emma y bajó la mirada. María debió pensar que
había tocado un tema delicado porque continuó.
— Sí.
Emma se levantó para poner la cacerola en la estufa. Sus pasos eran más
torpes de lo habitual, ahora sí que estaba segura que realmente se había
lastimado el pie.
— Vas a hacerte más daño si sigues apoyando el peso en ese pie y Luke me
arrancará la cabeza si te ve.
Luke siguió el gesto y de repente Emma miró hacia abajo descubriendo que
el escote de su vestido se había resbalado de su hombro. Tiró de él
completamente ruborizada.
Emma abrió mucho los ojos al ver que su temperamento se disparaba como
un tiro sin ningún motivo aparente.
— No he querido molestarte.
— Vamos entonces.
— ¿Demasiado?
— Sí.
— Ese vestido es demasiado grande para ti. Tu ropa estará aquí por la
mañana.
— Gracias.
— Hace un tiempo.
— ¿No te gusta hablar de eso? —Sus ojos eran duros, oscuros e insondables.
— No es eso, sólo...
— ¿No sabes lo que quiero decir? —La miró con incredulidad—. ¿No sabes lo
que eso significa?
— No.
— Tal vez aun no te has dado cuenta, pero yo soy el que dicta las normas
aquí. Soy el único responsable de la gente que trabaja para mí y mi palabra
es la ley dentro de mis dominios.
— Por eso quiero que entiendas que sólo estamos charlando para conocernos
un poco más, a pesar de no tener la misma formalidad aquí a la que estás
acostumbrada. Siento curiosidad por ti, eso es todo. Me pareces muy
inocente y creo que ya lo he mencionado antes, pero tu inocencia no se
ajusta mucho a una mujer casada. En este momento no pareces saber lo que
sientes o lo que piensas con respecto a este asunto.
— ¿Has terminado?
— Te llevaré a tu habitación.
— Puedo andar, no tienes que llevarme —La voz le salió temblorosa debido a
la confusión.
— No tengo que hacer nada, pero es lo que quiero hacer —dijo con tono
seductor y una expresión decidida ayudándola a levantarse.
Emma estaba demasiado cerca de ese gran cuerpo masculino. Sus botas
añadían un par de centímetros más a su ya enorme altura y sus ojos
quedaban al nivel del pecho de Luke
Emma se derritió de placer, era la primera vez que recibía un cumplido por su
apariencia y ese susurro hizo que varios escalofríos recorrieran su columna.
No conseguía encontrar su propia voz para agradecérselo.
— ¿Tu marido te dijo lo hermosa que eres? ¿Te lo decía mientras estabas
desnuda en sus brazos?
Esas palabras la impactaron cuando las comprendió. Tuvo que apoyar una
mano en el esculpido estomago de Luke para mantener el equilibrio,
cubriendo sus fuertes músculos con la mano mientras, inconscientemente,
extendía los dedos y exploraba lo que podía alcanzar.
Nadie le había dicho cosas tan dulces, ni siquiera la habían abrazado así, era
una sensación increíble y muy peligrosa.
Luke sintió el efecto que ella le provocaba como un buen vino con el
estómago vacío. Emma era pequeña, delicada y muy hermosa, tenía una piel
de porcelana. Pertenecía a cualquier lugar civilizado y no a un rancho en
medio de Colorado. Tenía que estar en una ciudad donde la gente pudiera
cuidar de ella.
Emma soltó el aire que retenía en sus pulmones con un gran suspiro y se
desplomó de espaldas en la cama mientras se tapaba el rostro con las
manos.
Luke era todo lo que podía esperar en un hombre. Alto, moreno, con el
rostro de un ángel caído y el cuerpo de un pecador.
Capítulo 4
Al día siguiente Luke desmontó cerca del corral y entregó las riendas del
caballo semisalvaje a Jesse. Después, mientras escuchaba el sonido de sus
espuelas contra la tierra, se encaminó hacia la casa.
Había pocas razones para que Reed Elgin viniera a su rancho. En realidad
sólo había un motivo...
Sabía por la conversación que había tenido con Cody que su mensaje fue
transmitido al representante de la ley, mencionándole que sólo había una
única superviviente de esa masacre, una mujer, y que estaba a salvo en su
rancho.
El sheriff debía ser el último hombre en el mundo que tenía tiempo de sobra
para preocuparse por el bienestar de una mujer solitaria, sobre todo cuando
tenía tanto trabajo que necesitaba hacer con urgencia.
Luke se quitó los guantes de cuero y los metió en el bolsillo trasero de sus
vaqueros, apresurando aún más el paso.
Con el ceño fruncido por la irritación descubrió que la rabia que hervía dentro
de él no tenía ninguna razón justificada. Pero eso no impidió que cuando
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Estaba muy confusa. El sheriff Elgin había llegado hace media hora y desde
entonces no había hecho otra cosa que intentar que regresara con él a la
ciudad.
Ahora se sentaba tan tiesa como una tabla mientras el sheriff estaba en
cuclillas delante de ella, sosteniendo su mano en un íntimo apretón y
tratando de hacerla cambiar de opinión. María se cernía sobre ellos
revoloteando como una gallina tratando de proteger a su polluelo.
— Suéltala.
— ¿Así mejor?
— Sí —contestó Luke con una tajante y simple sílaba antes de volverse hacia
Emma—. ¿Estás bien?
El rostro de Luke era una máscara que ocultaba muy bien sus emociones.
Con los labios apretados cuestionó a Reed con un filo de acusación en su voz.
— Y entonces, ¿por qué estás aquí? Creo que aprovecharías más tú tiempo
buscando en otro lugar que no fuera en mi cocina.
— Sí.
— Creo que ella debería venir conmigo, Luke —dijo el sheriff aun sabiendo
que iba a recibir un rechazo a su propuesta.
— No estás pensando con sensatez. Emma tiene que ir a la ciudad para que
la vea un médico. Además de la conmoción que sufrió todavía tiene un tobillo
que necesita atención.
Emma contuvo la respiración mientras los dos hombres discutían cómo si ella
no estuviera allí. Ya había escuchado todos los argumentos del sheriff antes,
no hizo otra cosa desde que llegó más que intentar convencerla de que
regresara a la ciudad con él, pero había admitido que no sabía cuándo podría
llegar a su destino. El telegrama que había recibido de la oficina de Denver le
Estaría atrapada allí por un tiempo y sólo tenía que decidir si quería quedarse
en la ciudad o en este hermoso rancho. También tenía que tener en cuenta
que no conocía a nadie en la ciudad, excepto al sheriff, y que no tenía dinero
suficiente para una estancia prolongada en un hotel, además, se sentía
cómoda en el rancho con María.
— Emma se queda.
Luke aspiró aire con los dientes apretados y perforó al otro hombre con una
mirada que dejó a Emma completamente paralizada. Se podía sentir la
tensión de sus músculos de acero cuando levantó la barbilla antes de
contestar.
— Esa no es una decisión que debas tomar tú, después de todo, Emma es
una mujer adulta y puede pensar por sí misma.
— Dile que quieres quedarte, Emma —pidió con un tono seguro y lento, sin
ni siquiera dudar que ella estaría de acuerdo con él.
Es cierto que la idea de ir a Denver era aún más alarmante, pero era algo a
lo que había tenido tiempo de acostumbrarse.
Aunque la ciudad de Burnet fuera una buena opción, reconocía que quedarse
más tiempo en el rancho era lo que quería hacer.
— ¿Es verdad, Reed? ¿Emma ya te había dicho que no quería ir contigo? —El
tic nervioso en su rostro era indicativo de la ira que reflejaban sus ojos.
— María está aquí para hacerle compañía durante todo el día y confía en mí
cuando digo que no voy a dejar que ningún hombre se acerque a ella —El
rostro de Luke mostraba una expresión indescifrable.
— No estoy preocupado por los otros hombres, Luke —hizo una pausa
mientras parecía encontrar el valor para seguir enfrentándose con el
musculoso ranchero—. Estoy más preocupado por ti.
El sheriff Elgin la miró una última vez antes de sacudir la cabeza, abrir la
puerta y salir.
Luke se volvió hacia Emma con una mirada mordaz que significaba que debía
quedarse donde estaba y siguió a Reed para asegurarse que se marchara de
su casa, ya que así podrían hablar sin que ella los oyera.
— Maldición, deja de empujarme. Soy la única ayuda que tienes a este lado
de Silver Creek, y lo que necesitas ahora es centrarte en ese asunto. Sabes
mejor que nadie que jamás le haría daño. Calma tu maldita conciencia y
termina el trabajo que tienes que hacer. Encuentra a la escoria que hizo esto
tan pronto como sea posible, porque no me gusta la idea de que sigan vivos
después de que Emma les viera el rostro.
La única respuesta que pudo darle fue un pequeño gesto de asentimiento con
la cabeza.
Luke soltó su barbilla y deslizó la mano por su brazo en una suave caricia
hasta que llegó a su cintura y la levantó. Ese movimiento la hizo tropezar
contra él, lo que aprovechó Luke para abrazarla estrechamente.
— En media hora Elgin estará demasiado lejos para que uno de mis hombres
pueda perseguirlo y traerlo de vuelta. Aun te queda tiempo para decidirte.
— Esta es una seria advertencia, Emma —Su tono era suave y áspero al
mismo tiempo.
— ¿Una advertencia?
— Tengo que hacerte entender cómo será tu estancia aquí mientras aun
tienes todavía la oportunidad de marcharte. Ya te he dicho que en media
hora esa opción ya no te valdrá de nada.
Había oído hablar de besos así cuando los adolescentes del orfanato lo
contaban por las noches, pero nunca había experimentado nada parecido. A
través de una nube de deseo, rápidamente se dio cuenta que Luke esperaba
que conociera esa intimidad y decidida, imitó tímidamente los movimientos
de su lengua. Sus respiraciones se mezclaban, haciéndola gemir y
estremeciendo su piel dónde él la tocaba. Empezó a sentir lo mismo en otras
zonas en las que sorprendentemente deseaba ser acariciada por él.
Luke murmuró una oración, agradeciendo el hecho de que fuera una mujer
que conocía los deseos de los hombres y no una tímida virgen con la que
tuviera que ir con calma, algo que sería prácticamente imposible debido a
que su olor y su sabor se le subía a la cabeza más rápido que un fuerte
whisky.
Allí en sus brazos, una imagen de ella a solas con otro hombre durante el
largo viaje a la ciudad le resultó inaceptable.
Era tan dulce y suave... y olía a fresas y a sol. Empujó de nuevo contra ella y
sintió su miembro hinchándose más. Jugó con su lengua, probando el
exquisito sabor de sus labios. En ese momento su mente estaba
completamente en blanco, concentrado solo en la mujer que tenía entre sus
brazos. Femenina. Suave.
Nunca había tenido una mujer disponible en su casa y ese hecho le ponía
más duro que una roca. Sólo podía tratarse de eso... Al menos eso era lo
único que permitiría que fuera.
Emma volvió la cara pero Luke la sujetó fijando la vista en sus abiertos y
brillantes ojos.
— ¿Entiendes hacia dónde nos lleva esto? —dijo con voz ronca.
— ¿Estás segura?
Dios mío.
— Emma...
— Sí, lo estoy —Al mirarlo de nuevo hubiera jurado que lo que vio en su
rostro fue alivio.
— Luke...
— ¿Qué...? ¿Qué hubieras hecho si yo hubiera dicho que no? —Le preguntó
intentando desesperadamente disimular el temblor de su voz.
— No lo has dicho.
Estaba totalmente segura que habría tenido una pelea en sus manos si
hubiera elegido la otra opción.
Capítulo 5
El ama de llaves la miró y se movió con rapidez hacia la estufa para poner la
tetera a hervir.
— Sí.
— ¿Por ti?
— ¿Realmente lo crees?
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— Lo conozco desde hace mucho tiempo y ya he visto esa mirada antes, pero
nunca dirigida a una mujer y debo advertirte que cuando a Luke se le mete
una idea en la cabeza, nada ni nadie se la puede quitar.
— Eso es muy difícil de creer, quiero decir, sólo tienes que mirarle. Él es
tan... —Se detuvo un segundo—. Y yo soy tan...
Emma negó con la cabeza cuando se dio cuenta que no había una manera
fácil de explicar lo que sentía. Luke era tan guapo, tan masculino y de
acuerdo con las condiciones del rancho, tan rico. Ella en cambio no tenía
nada, sólo era una huérfana tullida, sin familia y mucho menos dinero. Era
demasiado sosa.
— Eres una mujer dulce, amable y gentil, todo lo que un hombre podría
desear en su compañera.
— No eres simple, Emma. Nada de eso. ¿Estás buscando más elogios? Tienes
un rostro muy bonito y una figura redondeada. Y si miraras más
atentamente, verías que Luke no aparta los ojos de ti y confieso que me he
marchado antes porque me daba miedo lo que podría pasar con el sheriff.
— Aquí no hay secretos. Somos las únicas mujeres en este rancho. ¡Por
supuesto que lo sabía! ¿De verdad me estás diciendo que no te has dado
cuenta?
Unas horas más tarde, Emma estaba sentada en un confortable sillón en la
sala de estar con la costura que había recuperado, junto con su equipaje, de
la diligencia. Se alegraba de poder ocupar sus manos... y su mente.
Más tarde, Emma estaba a solas en la cocina con Luke. María hace tiempo
que había limpiado la cocina y regresado a su casa.
Necesitaba hacer algo para desviar su atención, algo que evitara que se
quedara mirando embelesada su boca.
De repente se le ocurrió.
— ¿Jugamos a algo?
— ¿Jugar? —dijo Luke con voz ronca, pero cuando finalmente la entendió su
rostro mostró una expresión de incredulidad.
Emma acarició suavemente las marcas del tablero mientras pensaba en toda
la gente que habría jugado con él.
— Este un lugar tan bueno como otro —respondió Luke con voz lenta
observando cómo Emma deslizaba los dedos por el tablero.
— Sí.
— Tenía que ser bueno en algo, y era el póquer o el tiro, así que elegí el
póquer —Le dirigió una mirada mordaz—. Aunque también soy bastante
bueno con un arma.
Emma se humedeció los labios y movió una ficha cuando Luke indicó con un
gesto de la mano que debía comenzar el juego.
— ¿Y por qué un chico tan joven necesitaría ser bueno en el póquer o con un
arma?
— Soy huérfano Emma, igual que tú y todo lo que tenía en ese momento era
un caballo, una montura y un arma. Vivía de mi ingenio y estaba decidido a
tener mucho más en la vida. Y como no quería ser un asesino me centré en
el juego. Estaba convencido que la búsqueda de una mina de oro o plata era
sólo un sueño para locos.
Emma estaba asombrada. Por supuesto que sabía que muchos niños huían
de los orfanatos pensando que había algo mejor para ellos por ahí. A veces
se escapaban algunas niñas, pero ella siempre tuvo mucho miedo de probar.
Incluso cuando cumplió la mayoría de edad y se vio obligada a dejar el
orfanato, estaba completamente asustada.
— Luchando.
— ¿Luchando, cómo?
Emma se sintió como una idiota repitiendo todo lo que decía Luke.
— Bueno, luché para ganar los cincuenta dólares que era el premio al
ganador en esa época.
— Sí, a puñetazos.
Luke escuchó el horror en su voz notando que aunque los dos habían vivido
en orfanatos, su experiencia era muy diferente a la suya.
— ¿Después de que él fuera tan estúpido como para tirarlo todo por la
borda? —Luke se enfrentó a su mirada acusadora sin dudar—. Si te hace
sentir mejor, el hombre era muy viejo y se estaba muriendo. Hasta un ciego
veía que no le quedaba mucho tiempo de vida. Le permití vivir sus últimos
meses en la casa y yo me alojé en el barracón con los hombres.
Emma miró el tablero pero seguía pensando en un joven solitario con las
únicas posesiones de un caballo y su inteligencia.
Luke movió su ficha y ella escuchó unos pequeños golpeteos. Cuando volvió
a centrarse en el juego descubrió que había perdido significativamente.
— Fin del juego. ¿Qué gano con la victoria? —preguntó él con tono bajo y
sensual.
— Hoy no. Tengo que levantarme temprano. Estaré todo el día marcando
ganado.
— Me gustaría verlo.
— Tal vez pasado mañana. Necesitas descansar más ese tobillo, además, hay
mucho ganado y no se puede hacer todo en un solo día.
— Pero Luke...
Luke la interrumpió.
— Me alegra que tu tobillo esté cada vez mejor. Si sigue mejorando así
dentro de unos días te enseñaré todo el rancho.
— No tan rápido.
Y sin decir nada más su boca bajó hasta la de Emma, separando sus labios y
hundiéndose profundamente buscando su dulzura.
Luke bajó la mano hasta su cintura, acercándola tanto a su cuerpo que podía
sentir sus piernas entrelazadas con las suyas enredándose en su falda.
Cuando gimió, Luke levantó la cabeza, sus ojos eran oscuras grietas.
Luke sintió su retirada y tuvo que luchar furiosamente para mantener bajo
control su palpitante deseo.
La deseaba tanto que incluso podía sentir su sabor en la lengua, pero intuía
que no era una mujer muy experimentada y lo único que agradecía era que
fuera viuda y no una joven virgen. Pero al mismo tiempo que daba gracias
por eso, también maldecía que no fuera el primer hombre para ella. Otro
hombre la había tocado por primera vez y tomado su virginidad.
Se moría por besar su cuerpo, desde su rostro hasta sus pequeños pies, sin
olvidar ningún pedazo de su piel satinada.
A pesar de ser viuda se notaba que era demasiado inexperta. Emma exhibía
un aire de inocencia que le obligaba a dejarla en su habitación, sola en su
cama... por lo menos una noche más.
Cuando estuvo seguro que estaría bien, la soltó y se alejó. Mirando por la
habitación advirtió que sus cosas adornaban la cómoda y se sintió satisfecho
al ver esa ocupación de su hogar.
Emma se despertó a la mañana siguiente recordando todo lo sucedido la
noche anterior, desde el juego de damas hasta el premio que Luke había
exigido por haber ganado.
El ama de llaves le informaba en la nota que estaría fuera la mayor parte del
día ya que Red, el cocinero de los trabajadores del rancho, estaba enfermo y
ella se tendría que hacer cargo de prepararles la comida.
Le gustaría ver lo que estaba pasando por allí y maldijo por haberse
inventado esa mentira. Si le hubiera contado a Luke la verdad desde el
principio, ahora estaría junto a María, observándolo todo e incluso
ayudándola a preparar la comida de los hombres.
Pero en lugar de eso tenía que quedarse allí, sin salir, todo por su culpa.
De repente descubrió que estaba sola y no había nadie para impedirle hacer
lo que quisiera, siempre y cuando fuese cuidadosa y no la vieran. No le
pasaría nada si salía de casa y echaba un vistazo al rancho. Miró por la
ventana y no vio a nadie.
El cielo era tan azul y la hierba tan verde, que casi podía olerla desde dónde
estaba.
No existía ninguna razón por la que tuviera que quedarse encerrada todo el
día, después de todo, a su tobillo no le pasaba nada y no tenía que cuidarlo
como Luke creía.
Y como Luke y María no estarían en todo el día, haría lo que estaba deseando
y daría un paseo.
Luke alejó el hierro caliente de la vaquilla y se apartó de los dos hombres
que la sujetaban.
Apretando los dientes miró a su alrededor sin encontrar nada fuera de lugar,
sin embargo, seguía sintiendo una alarma sorda en su cabeza que le indicaba
que algo no estaba bien. No podía explicarlo, pero no importaba las veces
que intentara concentrarse en el trabajo, no lo conseguía.
Todavía no estaba hecho ni la mitad de lo que había que hacer hoy, pero algo
estaba martilleando en su estómago advirtiéndole que tendría que estar en
otro lugar. De nuevo trató de ignorarlo y volver a su trabajo.
Finalmente se dio por vencido y diciéndole a Jesse que tenía algo que hacer,
montó en su caballo y cabalgó hasta su casa.
Capítulo 6
Al haberse criado en la ciudad nunca había visto una cascabel antes, pero no
tenía ninguna duda que las que tenía delante eran serpientes venenosas.
La forma y el ruido de las serpientes hizo que recordara el libro que había
leído sobre el tema, la forma de diamante de sus cabezas y el color marrón
de sus cuerpos, proclamaban inconfundiblemente lo que eran.
Ahora las tres serpientes la rodeaban como un arco, tendría que pasar a su
lado para huir, no lo conseguiría.
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El sol estaba alto en el cielo pero eso sólo era un pequeño inconveniente en
comparación con las serpientes, aunque sentía la nariz y las mejillas
quemadas. El sudor se deslizaba por su espalda sintiendo que la humedad
atravesaba la ropa y la pegaba a su piel.
Con la vista fija en las serpientes pensó que este era un buen momento para
empezar a rezar.
Tenía seis tiros para cuatro serpientes, sus tiros tenían que ser muy precisos.
Emma estaba en peligro inmediato, nunca la había visto tan asustada.
Entonces sus ojos se encontraron con los de Luke y de repente se sintió más
aterrorizada de lo que había estado hace unos momentos.
Emma dio un paso y cuando vio el caos sangriento creado por las serpientes,
sus pies se congelaron.
— Pero...
— Ven.
— No puedo andar...
— ¿Madriguera? —susurró.
— Sí, está detrás de ti. Si creías que esas cuatro estaban solas, estás muy
equivocada. Ahora ven aquí, será mejor para los dos que no me enfades
más.
Luke no tardó ni un instante en sujetarla del brazo y alejarla del lugar hasta
que pensó que era seguro.
— Oh...
Luke respiró hondo y siguió mirándola furioso. Quería enseñarle una lección
que no olvidara nunca, pero incluso sintiendo el deseo que llenaba su cuerpo,
todavía estaba alterado por el incidente. Por muy rápida que hubiera sido, no
podría haberse librado de esas malditas serpientes si él no hubiese sentido
esa extraña sensación y descubierto que la causaba.
Levantó el revólver y abriéndolo, lo giró para sacar los cartuchos vacíos que
cayeron al suelo. Emma no se movió de su sitio, sólo lo miraba en silencio,
pero notaba el temblor que sacudía suavemente su cuerpo. Estaba a punto
de recargar el arma, pero su perfume y su rabia hizo que se lo pensara dos
veces.
Con un ligero movimiento cerró el cargador aun vacío y deslizó el arma por el
vestido de Emma, desde su hombro a su clavícula, bajándola lentamente
hasta apoyar la punta del arma entre sus pechos.
Emma sintió una oleada de excitación y cerró los ojos, mientras él frotaba el
cañón del revólver de arriba abajo entre el valle de sus pechos. El arma aún
estaba caliente y sentía su calor filtrándose por la ropa y calentando su piel.
— Has sido una chica mala, Emma —El tono de Luke era como el whisky,
suave y seductor.
— Estoy tratando de averiguar qué castigo te mereces —dijo Luke con voz
ronca.
— Te pediría que prometieras que vas a obedecerme, pero los dos sabemos
que tus promesas no significan nada.
Emma volvió a cerrar los ojos ante esa declaración. Siempre había pensado
que era una persona honesta, buena y justa, y no una mentirosa. Se sentía
mal al reconocer que ahora sí que lo era y se lo había buscado ella misma.
Emma se vio sacudida por una ola de pánico y alarma y se quedó inmóvil.
Todavía con los ojos cerrados sintió que retiraba el arma de su pecho y
rápidamente volvía a recargarla antes de guardarla en la funda.
María se dirigía hacia la casa, cuando ellos cruzaron el patio. Luke le gritó
una orden brusca para que se quedara donde estaba y Emma sólo tuvo un
Sus brazos eran como tornos de acero cuando los apretó más a su alrededor.
La abrazó con tanta fuerza que ella pensó que se ahogaría, pero en pocos
segundos abrió la puerta de su casa y cerró con llave, dejándola en el suelo.
— Será mejor que te tranquilices. Ya sabes lo que viene ahora —dijo Luke
con dureza, decidido a castigarla.
— Te dije una vez que era mejor que me obedecieras. Creo que eso no es tan
difícil, ¿verdad?
Pero no lo hizo.
Hablaba con tanta brusquedad que Emma empezó a arrepentirse por haberle
irritado. Asintió, dispuesta a mostrarse de acuerdo con todo lo que dijese y
acabar de una vez por todas con esa lección de dominación masculina.
Lo único real era la vida que conocía antes del robo de la diligencia. No podía
dejarse llevar por sueños tontos o ideas locas.
— Te mentí.
Luke apretó las manos en sus brazos ante ese anuncio, mostraba una
expresión preocupada intentando comprender lo que le estaba contando.
— No me torcí el tobillo.
— Tropecé con una piedra en el huerto y me hice algo de daño, por eso mi
cojera era más pronunciada, pero ya estoy bien.
— ¿Cojeas normalmente?
— Si, es a causa de una lesión que me hice hace años —Con el estómago
apretado se obligó a decir lo que probablemente terminaría su estancia en
este maravilloso rancho—. Nunca mejorará.
— Me has mentido.
Ella no quería decirle la verdad, que le había mentido por la forma en que la
miraba. Todo había sido tan maravilloso y agradable que hizo que deseará
más, esa fue la razón principal por la que continuó con la mentira.
Luke se sintió devastado. El hecho de que pensara que no era más que un
monstruo sin corazón, le causaba un dolor en el estómago que ni siquiera
reconocía. Le dirigió una mirada oscura antes de ofrecerle impaciente una
explicación.
— ¿Cómo pasó? —preguntó con voz áspera, como si tuviera todo el derecho
del mundo a conocer su historia.
— ¡Estate quieta!
Su tacto era rápido e impersonal, tocándole con sus ásperas manos desde el
tobillo hasta la rodilla, inmovilizándola.
Luke le rodeó el muslo con las manos y con movimientos firmes lo masajeó
examinando donde estaba el problema. Emma sintió que sus manos se
detenían y la falda se subía hasta casi mostrar la “V” entre sus piernas.
Respirando hondo, sujetó el vestido firmemente.
— Doce.
— ¿Eras un chicazo?
— Sí.
— Pobrecita.
— Si. Tuve una segunda y tercera opinión pero todos coincidieron en que el
médico que me trató en primer lugar era muy competente. Apenas me
quedaron secuelas —Se interrumpió un instante como si estuviera reviviendo
un recuerdo terrible—. El hueso sobresalía de la piel.
— Si.
Emma se dio cuenta que había cometido un error tan pronto como abrió la
boca y optó por no decir nada más.
— Lo sé, pero creo que necesitas descansar y eso es lo que vas a hacer.
Esa pregunta la hizo sentir como una imbécil y tuvo que cerrar las manos
bajo las sábanas para no darle un puñetazo.
— Yo me sé cuidar sola.
Y con esas palabras resonando en sus oídos, la puerta se cerró detrás de él.
Capítulo 7
Aunque creyó que sería imposible dormirse debido al horror pasado con las
serpientes y el olor de Luke como un recordatorio físico de lo que había
sucedido en su dormitorio, Emma terminó cayendo en un profundo sueño y
pasó gran parte de la tarde descansando.
No se dio cuenta de lo tarde que era hasta que se miró en el espejo del
tocador para arreglar su cabello y escuchó un solo golpe en su puerta. Luke
entró en su habitación sin previo aviso.
Emma bajó las manos de su cabello y las apoyó en la cómoda cuando lo vio
entrar con una bandeja que dejó en la mesilla.
Con sólo una mirada superficial en su dirección Luke se giró para salir tan
rápido como había entrado, sin embargo antes de huir le informó.
— Espera.
— Puedo ayudarla.
— No, no puedes.
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— ¿Por qué?
— Supongo que muchos, por eso pienso que a María le vendría muy bien un
par de manos extra.
— No.
— ¿Por qué?
— ¿Adónde vas?
Luke levantó una ceja oscura como si cuestionase su derecho a hacer esa
pregunta.
— Puede ser. El hombre debería haber vuelto hace dos días con los
suministros.
Ella ya había notado que Luke era un hombre de pocas palabras y a pesar de
la concisa explicación, se dio cuenta que iba a asegurarse de que el hombre
estaba bien.
— Ten cuidado.
Luke deslizó el pulgar por su labio inferior y ella sintió que el calor la
inundaba con ese toque tan íntimo.
— María te traerá las comidas y se asegurará que estés bien. Estará muy
ocupada hasta que Red se ponga bien de nuevo. No voy a estar aquí para
vigilarte y María tampoco puede hacerse cargo de ti. Tendrás que utilizar el
cerebro que existe en esta pequeña cabeza y permanecer dentro de casa.
¿Crees que podrás hacerlo?
— Por supuesto.
Se sintió atravesada por un rayo cuando él tiró de ella hasta que sus frentes
se juntaron y las respiraciones se mezclaron. De repente le resultó imposible
salir de ese capullo entre sus brazos.
— Quédate en casa.
Emma se quedó en casa durante día y medio buscando algo para hacer,
hasta que encontró una cesta de ropa. Le preguntó por ello a María durante
una de sus breves visitas.
— Has vuelto.
— ¿Estás bien?
— ¿En qué estás pensando que te has quedado tan seria de repente? —Se
bebió un vaso de agua después del último bocado, observándola
atentamente.
Tendría que tener paciencia, pero al final conseguiría descubrir todos sus
secretos.
— ¿A qué?
Luke estrechó los ojos y empezó a sentir la excitación que siempre estaba
presente cuando se encontraba frente a ella.
— ¿A las cartas?
— ¿A qué jugamos?
— ¿A póquer?
— Sí, es verdad.
— No conozco muy bien otros juegos de cartas, así que prefiero jugar al
póquer.
— Sí.
— Es cierto, pero si piensas que voy a ser tan estúpida para jugar por dinero
con un hombre que ganó su rancho en un juego de póquer, te equivocas por
completo —cruzó los brazos sobre el pecho y levantó la barbilla mirándole
con irritación.
— Eso es muy inteligente de tu parte Emma —admitió Luke con una sonrisa.
— ¡Besos!
— Sí, besos.
— ¿Ropa?
Luke podía ver su mente trabajando mientras trataba de entender por qué
quería su vestido. Cómo estaba lo suficientemente cerca notó enseguida el
cambio en su expresión cuando al final lo comprendió. El rostro de Emma
pasó del blanco al rojo intenso y su boca formó una “oh” para cerrarla
inmediatamente.
— ¿Cerillas?
Emma miró con recelo los dos montones de cerillas. Parecían iguales, pero
como sabía que él era bueno jugando no quiso arriesgarse a que le hiciera
alguna trampa.
— Claro.
— Está bien.
Emma examinó las dos pilas mientras él esperaba sonriendo como un gato a
punto de lamer la crema. Eso hizo que frunciese el ceño cuando empujó una
hacia Luke y se quedó con la otra.
— Señor But...
— Sí, pero no creo que una de las reglas del juego sea que hay que estar
borracho para jugar.
Vio como ella miraba el vaso como si tuviera veneno y sonrió dándose cuenta
que hacía mucho tiempo que no se divertía de esa manera.
— ¿Y vino?
Abriendo los ojos notó que él dejaba su dedo en el labio inferior durante un
segundo, antes de mojarlo de nuevo en el vaso y volver a ponerlo en su
boca.
Esa pregunta le hizo pensar que estaba hablando de algo diferente a la cata
de whisky.
Emma bebió un poco más que lo que había probado de su dedo. El alcohol
se extendió por su sangre en oleadas de calor.
— Si. Te enseñaré.
Emma cerró los ojos haciendo un esfuerzo para no derretirse a sus pies.
Mordiéndose el labio decidió que cualquier tormento sensual que él le
impusiera, ella se lo haría pagar el doble.
— Sí, aun quiero aprender —Cogiendo el vaso, tomó otro sorbo de ese fuego
líquido que envió una oleada de coraje por su cuerpo como nunca había
sentido.
Aún con sus brazos alrededor de ella dividió el mazo en dos mitades, usando
sólo el pulgar para controlar la mitad superior de las dos, mientras que los
otros dedos sujetaban firmemente la parte inferior.
— Tienes que tener una mano firme, Emma —susurró tan cerca de su oído
que ella sintió su aliento en el cuello. Su cuerpo tembló mientras él
continuaba con la lección—. Ese es el secreto, dulzura, sólo sujeta
firmemente el lugar correcto... —Se interrumpió cuando unió las cartas en un
barullo lento produciendo un ruido amortiguado.
— Sí —murmuró Emma con los ojos cerrados sin estar muy segura. Todos
sus sentidos estaban hechizados por su voz y su proximidad.
— Si.
Luke sintió remolinos de lujuria cuando Emma susurró “sí” dos veces
seguidas. La lección le había provocado una erección que presionaba contra
— No sé jugar.
— Sólo hay una cosa sobre el póquer y otros juegos que siempre tienes que
recordar. Nunca... repito, nunca, te juegues lo que no puedas permitirte el
lujo de perder.
Emma se concentró en las cartas y no en sus manos, pero era casi imposible,
esos dedos eran largos, curtidos por el sol y sin lugar a dudas, muy
masculinos.
— Hay muchas variaciones del juego, a veces las cartas están a la vista,
otras ocultas o una mezcla de las dos. Normalmente están ocultas.
Empezaremos con lo básico y las miraremos mutuamente para que pueda
explicártelo mejor.
Emma asintió.
— Creía que se necesitaba mucha habilidad y que esa era la mejor garantía
para ganar, ¿dónde está esa habilidad?
Luke volvió las cinco cartas de los dos, ella tenía un par de tres, pero lo que
era peor es que él no tenía nada.
— Si no tuvieses ese Par de tres te ganaría con una carta alta, porque mi
Jota vale más que tu carta más alta que es un diez, pero como tienes un par,
tú ganas. Un par de cualquier naipe gana a las cartas de una sola letra —La
miró para ver si estaba siguiendo su explicación—. ¿Entendido?
Emma sujetó el vaso y bebió. Vio que él miraba su boca con una expresión
que causaba que la atracción entre ellos creciera cada vez más.
Luke apreció su piel cremosa bajo los dedos y sintió un momento de culpa
por estar tan feliz de que el otro hombre estuviera muerto, pero no había
nada que pudiera hacer para cambiar ese hecho. En realidad estaba más que
— Una Escalera gana a un Trío —Sus ojos estaban fijos en su boca mientras
pasaba el dedo por sus labios.
Cuando ella movió la cabeza para negarlo, Luke sintió que el deseo se
deslizaba por su columna y tuvo que luchar para controlarlo.
Luke trató de acelerar las explicaciones para terminar rápidamente con los
conceptos básicos.
Emma asintió.
— Un Póquer de ases son cuatro ases y una carta alta y ganan a un Full. A
continuación viene la Escalera real, que son cinco cartas correlativas del
mismo naipe.
Luke siguió explicándole las manos restantes, sabiendo que con toda
seguridad Emma no recordaría ni la mitad de lo que le había enseñado.
Capítulo 8
Vio como Luke repartía una nueva mano, esta vez con las cartas boca abajo,
y las levantó, pero después de mirarlas no hizo ningún movimiento.
— Muy bueno.
— ¿Qué? —preguntó ella ante una expresión que no había oído en su vida.
— Veinticinco cerillas.
— ¿Estás segura?
— Igualo la apuesta.
Mientras Emma examinaba sus cartas, él le explicaba su valor. Casi podía ver
como trabajaba su cerebro para hacer la mejor jugada.
Emma eliminó dos cartas y cogió dos nuevas, lo que hizo que de inmediato
se retorciera en su asiento mientras miraba a Luke.
Luke dejó que ella ganara casi todas las manos para que no sospechara,
antes de ponerse a jugar en serio y vencer en todas las partidas,
apoderándose de casi la totalidad de las cerillas.
— ¿Mis opciones?
— ¿Estás segura, cariño? —Le preguntó con un brillo en los ojos y una
sonrisa en los labios.
— Bien, entonces tienes que ofrecer algo para apostar, ya no tienes cerillas.
— ¿En serio? —No podía apartar los ojos de ella. Se veía tan sonrojada y
emocionada con el juego, con un brillo de felicidad en su mirada.
— Te lo aseguro.
Emma se dio unos golpecitos en la boca con los dedos mientras pensaba. No
se le ocurría nada.
— ¿Cuál?
— Tu boca.
— Luke...
— Emma.
— Lo decidimos...
— No sé montar a caballo.
— ¿Y si pierdo?
— ¿Eso significa que si pierdo me darás tres besos esta noche antes de irme
a dormir?
— No. Quiere decir que te daré un beso durante tres noches seguidas, a
partir de hoy.
Emma estaba segura que Luke jugaba con ella como un gato con un ratón.
La observaba como si quisiera devorarla y eso hacía que se sintiera confusa y
halagada al mismo tiempo.
Por esa razón quería ganar la apuesta, aunque la idea de tener que besarlo
tres noches seguidas era demasiado atractiva.
— ¿Por qué quieres besarme? —La pregunta salió antes de que pudiera
detenerla.
— ¿Y qué demonios tiene eso que ver con todo, Emma? No tiene
absolutamente nada que ver con lo dulce que eres. Ahora, ¿aceptas la
apuesta o no?
— Sí.
— Tres besos de buenas noches contra un paseo a caballo —Le hizo un gesto
a sus cartas con un movimiento brusco de cabeza—. Vamos a ver lo que
tienes.
Emma mostró sus cartas con orgullo, tenía un par de cincos y tres nueves.
— Todavía te llevaré a montar mañana, pero quiero mis besos —Emma jadeó
cuando le echó la cabeza hacia atrás para encararla—. A partir de ahora.
— Te deseo, Emma.
Luke casi sucumbió cuando sintió el cambio de Emma, era dulce y flexible en
sus brazos y al mismo tiempo, cálida y dispuesta. No sabía cómo iba a ser
capaz de detener todo y conformarse solamente con sus besos, pero tenía
que hacerlo.
Emma olía a sol mezclado con canela y azúcar. Luke estaba seguro que
nunca se había sentido de esta manera, hechizado y adicto a la suavidad de
su piel. Cuando le rodeó el cuello con sus pequeños brazos, él se perdió por
completo y la estrechó fuertemente.
El deseo que había sentido la primera vez que la vio se estaba convirtiendo
en una necesidad y su cabeza empezó a hacer planes para el día siguiente.
Le había prometido enseñarle a montar a caballo, pero estaba más que
dispuesto a darle también una lección de sensualidad.
Emma sintió que Luke se endurecía aun más antes de apartarle los brazos de
su cuello y romper el beso.
— Ya es suficiente.
— ¿Ocurre algo?
Nunca había pensado que algo entre ellos iría mucho más allá que unos
cuantos besos. Y mucho menos habría esperado que él siguiera deseándola
después de enterarse que su lesión era permanente.
Mirándole por última vez se dio la vuelta, pero tuvo que detenerse cuando
sintió un tirón en la mano.
Capítulo 9
— ¿Y por qué no llevas una falda para montar? —preguntó con un ligero
reproche en su voz.
— Una falda de esas me hubiera costado tres veces más que los pantalones,
además con ellos me siento mucho mejor.
Luke observó las curvas femeninas que destacaban todavía más con los
pantalones, encendiendo un fuego en su interior y sintiendo que su pene,
semierecto siempre en su presencia, ahora estaba completamente hinchado
y duro. Durante unos instantes se dedicó a pensar que esa mujer sería su
muerte.
Luke sujetó la puerta para que ella saliera y pasó junto a él inhalando
profundamente el limpio aroma del día soleado.
Libertad.
Eso era todo lo que podía pensar en ese momento. Al fin salía de casa sin
tener que esconderse.
— Porque murió.
¿Cómo se suponía que tenía que responder a eso? Luke no parecía darse
cuenta que su lesión era un impedimento y la razón por la que no podía
casarse. No se le ocurría ninguna respuesta adecuada.
La única pareja casada que conocía bien era María y Jesse. Y aun así era muy
difícil verlos juntos, ya que cuando Jesse estaba trabajando, María se
ocupaba de la casa.
Aunque sabía que los dos se llevaban muy bien y habían construido una
buena familia. Entonces, ¿por qué no quería casarse?
Pero aun así, el matrimonio le parecía como atarse una cuerda al cuello.
Aunque su rancho era próspero y tenía abundantes recursos, siempre supo
en lo más profundo de su ser que si algo salía mal podía ensillar su caballo y
marcharse a encontrar un nuevo lugar para echar raíces. Si tuviera una
esposa bajo su responsabilidad nunca sería capaz de hacer eso, y menos si
concebían niños.
miedos. Pero no podía hacerlo, no estaría bien que se acostara con ella
mientras estuviera furioso. Tuvo que resistir el impulso de golpear su trasero
desnudo, hasta que entendiera el miedo que había sentido y el peligro en el
que se puso para que no volviera a hacer una cosa igual.
Pero cuando recordó los abrasadores besos que habían compartido la noche
anterior, y los besos que tenía la intención de darle antes de que el día
terminase, y juzgando su respuesta, Emma sería la amante que elegiría sin
dudar. Era suave y hermosa, llena de calor y deseo, pero no podía retenerla
para siempre, incluso aunque tuviera la intención de convertirla en su
amante antes de marcharse a Denver.
— A María parece que le gusta mucho esta vida —dijo distraída con toda la
atención puesta en el animal.
— ¿Qué quieres dar a entender con eso? —Emma se volvió hacia él con una
expresión confusa.
— Sólo estoy dejándote claro que aunque los dos estemos disponibles para el
matrimonio, nunca encajarías como una posible candidata —advirtió con más
dureza de lo que pretendía, pero buscando dejar muy claro su decisión.
Estaba enfadado porque ella lo había entendido mal, sentía rabia porque se
considerara una lisiada y por estar molesta cuando él era el único que no
podía tenerla.
— Pero...
De repente fue interrumpida por una voz que llegaba desde la puerta del
establo.
— Estoy aquí.
Emma todavía estaba cerca de él y pudo sentir la tensión que surgía de Luke
esperando para recibir las noticias.
— ¿Qué pasa?
— ¿Dónde está?
— Su casa era la más cercana y María está con él. Ahora mismo le está
atendiendo.
— Por supuesto.
— ¿Puedo ayudar?
— Claro que sí. Nos vemos luego —comenzó a caminar hacia la casa, pero él
la siguió.
— Te acompañaré primero.
— Yo...
— ¡Maldita sea! Lo siento —exclamó sujetándola. Emma pensó que era para
estabilizarla, pero se quedó sin aliento cuando la cogió en brazos y echó a
andar con pasos rápidos hacia casa.
— Tal vez quiera hacerlo —contestó con voz profunda, con un leve tono de
asombro.
— ¿Sabes cocinar?
Luke no volvió a casa a la hora de la cena, lo que hizo que guardara su
comida en la fresquera, tan elegante como las que había visto en la ciudad.
Finalmente se dirigió a su habitación para dormir, aunque antes de acostarse
estuvo paseando por su cuarto hasta que su pierna empezó a doler.
Los médicos le habían dicho que el ejercicio era muy bueno para su pierna,
por eso cada día se ejercitaba un poco más.
Emma pensó que estaba soñando cuando sintió los labios de Luke contra su
boca. Eso era imposible. Sólo cuando el lado de la cama se hundió con su
peso al sentarse y apoyó la mano suavemente en su estómago, descubrió
que él realmente estaba allí.
Con renuencia y sabiendo que tenía que dejarla dormir, Luke se levantó y
caminó hacia la puerta, ya tenía la mano en el pomo cuando Emma
preguntó.
— Sí.
— Necesitó unos puntos. Cody tenía razón cuando dijo que no afectó ninguna
arteria, gracias a Dios. Está con una ligera fiebre, pero María lo mantendrá
estabilizado.
— ¿Estás bien?
— No... No lo sé.
Luke la observó a través del cuarto y Emma se dio cuenta de una terrible
verdad. A pesar de lo que él le había dicho en el establo, estaba dispuesta a
entregarle su corazón. Tenía que luchar con todas sus fuerzas para que no
ocurriera.
Emma no esperaba ver a María al día siguiente y Luke seguía durmiendo
cuando se despertó. Era evidente que estaba muy cansado de la jornada
anterior, así que decidió no perder el tiempo y después de lavarse
rápidamente, se dirigió a la cocina y empezó a hacer el desayuno.
Su cabeza aun daba vueltas con lo que descubrió la noche anterior. Tenía que
proteger su corazón y dejar el rancho tan pronto como fuera posible. Pero
ahora, con Jesse herido, tenía que tomar por un tiempo el lugar de María en
la cocina, después de todo, se lo debía a la mujer por ser tan amable y darle
la bienvenida con los brazos abiertos.
No, descartó de inmediato esa idea. Quería una ruptura total con Luke y si
estaba cerca, sabía que nunca sería capaz de olvidarse de él y seguir
adelante. Con ese plan en la cabeza, fue lo primero que le contó cuando se
presentó a desayunar.
— Una vez que Jesse mejore y María regrese, creo que me tendría que ir a la
ciudad.
— No necesito nada, sólo creo... Creo que debo irme allí —dijo sin mirarle.
Capítulo 10
— Eso no es verdad. No tiene nada que ver con el tiempo que llevas aquí,
sino con lo que te dije ayer, ¿no es así?
— No te creo.
— Bien, esa sí que es una pregunta interesante, ¿no, Emma? —preguntó con
sarcasmo, recordándole que ya le había mentido antes.
— No quiero que digas nada que realmente no sientas, sólo quiero que
admitas...
Luke pensaba que ya lo sabía. Tenía que decirle la verdad. Cuando lo supiera
no estaría agarrando su muñeca, sino apartándose de ella y llevándola
rápidamente a la ciudad.
— Suéltame.
— No.
— ¿Sois amigos?
— Pues si antes quería que fuera con él a la ciudad, imagínate lo que diría si
se entera que me retienes aquí como una rehén.
— Eso no tiene nada que ver. Además estoy lista para irme. Tengo que
reanudar mi viaje a Denver.
— Sólo dame unos días más, Emma. En este momento necesito tu ayuda. Y
María también. Si todavía quieres irte después, entonces te llevaré yo mismo
a Burnet.
— ¿De verdad?
— Si, de verdad.
Cuando terminó de desayunar, Luke se dirigió al establo maldiciendo su
estúpida boca.
¿Por qué diablos tenía que ser tan condenadamente sincero con ella?
A partir de ahora no le daría más munición para que la utilizara contra él,
después de todo ya le había explicado la situación y sería un idiota si lo
repetía todo de nuevo.
Luke volvió a casa para el almuerzo con un mayor control de sus emociones.
La comida ya estaba en la mesa. Emma se encontraba al lado del armario
con tres cajones abiertos y varias toallas y paños de cocina a su alrededor.
Se lavó las manos y la cara y agarró uno de los paños de cocina para
secarse.
— ¿Ya?
Emma asintió.
— Sí, pero necesitaba muy pocos arreglos, algunos zurcidos y botones que
faltaban.
— ¿Y a María?
— Ya he comido.
Emma levantó la vista del montón de toallas y se enfrentó con los ojos
marrones que se estrechaban en su dirección. Encogiéndose de hombros
suavemente, se sirvió un vaso de agua y se sentó en el sitio de siempre
cuando jugaban.
— ¿Así mejor?
— Muy bien.
— Me gusta el guiso, creo que sabes cocinar —dijo con un tono que
demostraba su asombro.
Luke la miró desde la cabeza hasta los pechos y volvió otra vez a sus ojos
color miel.
— Una carita preciosa con una disposición muy dulce —susurró distraído
rozando su boca con el dedo—. Nunca he probado besos tan dulces en toda
mi vida. Un hombre haría cualquier cosa por ti...
Ella todavía tuvo suficiente valor después de ese devastador ataque de sus
sentidos para preguntarle.
Emma pasó el resto del día entre cocinar y coser. Después de su indirecta de
que tenía que obedecer y quedarse en casa, prefirió obedecerle. Todavía
recordaba las serpientes y su promesa de dar un paseo a caballo, así que le
costó muy poco hacer lo que Luke le había ordenado.
Tenía varias cosas que hacer y no se sintió como una prisionera ni por un
momento.
Cuando terminó pasó mucho tiempo peinándose el pelo y secándolo con una
toalla mientras estaba sentada en la confortable silla de su dormitorio,
vestida sólo con su camisola y las calzas.
Luke se terminó la cena que le había preparado Emma, antes de ir a
buscarla. Era muy tarde y no gritó su nombre en caso de que ya estuviera
acostada.
Si fuera una mujer más adecuada sabía que estaría tentado de quedarse con
ella, pero no lo era y tenía que seguir recordando varias veces al día que era
pequeña y débil. Además su pierna era un impedimento para este lugar. No,
no podía quedarse con ella, sólo tenía que pensar que pronto, muy pronto,
sería su amante.
Pero eso no era suficiente para aliviar el deseo primitivo de conquistarla que
corría por sus venas. Realmente desearía retenerla y a duras penas pudo
contenerse antes de maldecir a su Creador por no permitir que fuera posible.
Tenía que estar agradecido por el tiempo que habían pasado juntos y
conseguir que se prolongara todo lo que pudiera.
Nunca en toda su vida había deseado a una mujer tanto como deseaba a
Emma.
Sólo había deseado de una mujer sexo y un orgasmo, pero nunca quiso
involucrarse con ninguna. En el pasado se contentaba con el cuerpo caliente
de una mujer, pero ahora estaba aterrado pensando que tendría que
permanecer el resto de su vida deseando sólo a Emma.
Su viudedad era tanto un regalo del cielo como una maldición. El hombre que
la tuvo primero hacía que fuera posible que Luke la sedujera.
Tendría que vivir con su recuerdo y el conocimiento que ella estaría en algún
lugar con otro hombre con derecho a abrazarla, tocarla y llamarla suya.
— No.
— ¿Reclamar?
— Ya lo sé, sólo quiero saber si alguien te ayudó a traer el agua hasta aquí.
— ¿Estás celoso?
— Sí.
Él empezó a deslizar el dedo por su mejilla y bajó hasta que llegó a su pecho
y lo sostuvo con suavidad. Emma sintió la excitación atravesando su cuerpo.
Después rodeó su cintura con una mano mientras que la otra aterrizaba en el
pecho que había abandonado momentáneamente,
Si lo que le había hecho sentir en el establo era deseo, entonces era mucho
más de lo que alguna vez se hubiera imaginado. Estaba totalmente
hechizada y todos sus pensamientos se difuminaban sintiéndole solo a él.
— Buenas noches.
La llevó junto a la cama y la deslizó por su cuerpo hasta que pisó el suelo de
madera. Levantando su barbilla la acarició con una mirada apasionada,
acariciando sus hombros y manteniéndola inmóvil.
— Buenas noches —dijo Luke como si fuera una tortura alejarse de su boca—
. Buenas noches —Una luz sensual se reflejó en sus ojos.
Ella esperó en silencio, casi sin aliento, anhelando otro de sus profundos e
íntimos besos. Sus ojos se posaron en sus labios inconscientemente.
Cuando Luke levantó la vista, sus pupilas apenas eran visibles por la llama
ardiente que crecía más y más dejándola sin respiración.
Los pensamientos que cruzaban por su cabeza eran crudos e intensos, pero
aun así no tenía miedo. Se sentía como si estuviera a punto de caer por un
precipicio y él estuviera allí para sujetarla.
La besó con una pasión salvaje y fuera de control, saboreándola con delirio,
mientras le subía la camisola hasta la cintura y entrelazaba sus piernas.
Emma no sabía lo que era más embriagador, su olor, su sabor o sus caricias,
todo mezclado con un placer fascinante que volvía su mutua atracción en
algo irresistible. Su respiración se alteraba cada vez más con sus besos.
Luke agarró su trasero cubierto sólo por las calzas, aumentando todavía más
la excitación de Emma, y se inclinó para susurrarle al oído en un tono
profundo que vibró por todo su cuerpo.
Luke la levantó del suelo como si fuera una pluma, sosteniendo su peso
contra su cuerpo mientras continuaba con besos calientes y húmedos,
entonces, deslizó las manos para amoldar su trasero. Emma suspiró notando
la humedad entre sus muslos y se estremeció, un gesto que él confundió
erróneamente con dolor en su pierna lesionada.
— ¿Así está mejor? —Le preguntó con voz suave, acariciando sus curvas.
Emma asintió sin poder pensar con claridad cuando comenzó a besarla de
una manera que le aseguró que no se iba a detener.
Cuando terminó, la empujó por los hombros dejando que cayera al suelo.
Capítulo 11
Emma se quedó de pie llevando sólo las calzas y cruzando los brazos sobre
sus pechos, repentinamente avergonzada por mostrarse casi desnuda.
Luke le retiró el cabello detrás de los hombros mientras miraba los brazos
que ocultaban sus pechos.
No era sólo eso, cuando Luke comentó las posibles consecuencias, daba por
hecho que ella sabía todo el proceso necesario para hacer el amor y tener
hijos, pero la realidad es que no sabía nada.
Cómo iba a evitarlo Luke, de momento tendría que quedar sin respuesta, se
imaginaba que ya se enteraría cuando estuvieran haciendo el amor.
— Bien.
La Inocente Conquista del Ranchero
Lynda Chance
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Emma no quería que continuara hablando, así que le besó como él le había
enseñado a hacer.
— Quiero que me prometas algo —Su voz tenía una intensidad implacable,
con una demanda que ella tendría que escuchar y aceptar sin discusión.
Emma cerró los ojos cuando sintió una momentánea punzada de culpa. Si no
le hubiese mentido, Luke no tendría que preocuparse por nada ahora, pero al
mismo tiempo, si no lo hubiera hecho esto nunca habría ocurrido.
Ella dejó de pensar por completo cuando él le separó firmemente los brazos,
hasta que pudo ver sus pechos desnudos. La observó en silencio, el único
sonido en la habitación eran sus agitadas respiraciones que convertía su
excitación en algo todavía más tórrido.
Luke se levantó y retiró las mantas hacia los pies de la cama, levantándola y
acostándola en el centro. Girándose hacia la mesilla, aumentó la intensidad
de la luz de la lámpara.
Lo había hecho con tanta rapidez que no le dio tiempo de admirarlo bien,
apenas pudo ver músculos y el vello de su pecho... y un apéndice que la
habría asustado mucho más si lo hubiera visto con más detenimiento.
Aunque el recuerdo de esa breve visión fue suficiente para enviar una ráfaga
de nerviosismo por todo su cuerpo. Volvió a cubrirse los pechos con las
manos.
Una oleada de lava caliente se extendió por el cuerpo de Emma, hasta llegar
al calor femenino entre sus muslos. No podía moverse, los ojos marrones de
él la hipnotizaban.
— Puedo seducirte en sólo diez segundos para que apartes tus manos—lamió
sus labios antes de fijar de nuevo la vista en sus pechos—. Pero no lo voy a
hacer, quiero que seas tú la que lo hagas por propia voluntad.
— No, eso no es cierto, más bien tiene que ver con lo que tú desees. ¿Qué
decides Emma? —dijo acariciando su ombligo.
— No lo sé.
— Por supuesto que lo sabes dulzura. Quieres que esté tan profundamente
sumergido dentro de ti, que no sepas donde terminas tú y empiezo yo —Y se
apoderó de su boca, moviendo su lengua lenta y decididamente mientras le
desataba las cintas de sus calzas empujándolas por sus piernas.
Luke sintió que su corazón iba a estallar, ella era tan suave y dulce que
apenas podía controlarse para no penetrarla en ese mismo instante. Recorrió
con su mano todo su cuerpo, parándose en su cintura.
Lentamente, ella levantó las manos y acarició los músculos de sus brazos
hasta que las colocó en sus hombros y le abrazó, mostrándole su rendición
sexual.
Abrazados, con sus cuerpos alienados perfectamente, Luke tuvo que parar
un momento para recuperar el control. No iba a ser capaz de durar mucho
tiempo sin estar enterrado en ella por completo.
Esa imagen envió un calor incendiario por su columna y la besó con rudeza,
casi con violencia, pero a ella no pareció importarle, sólo abrió la boca para
darle aún más acceso y empezó a mover sus caderas contra él. Luke gimió
antes de bajar la boca hasta sus pechos y mordisquear y lamer un pezón
rosado, mientras pellizcaba suavemente el otro con la mano.
Ante el sonido de su voz él succionó más fuerte, sintiendo como una oleada
de lujuria bajaba hasta su pene, endureciéndolo completamente.
— No... No lo sé.
— Si.
Luke no podía esperar más, quiso hundirse en ella desde el primer momento
en que la vio y desde ese momento, su deseo no había hecho más que
aumentar.
El corazón de Emma latía tan rápido que en otro momento habría pensado
que se estaba muriendo, pero ahora en lo único que podía pensar era en
cómo la hacía sentir Luke. Abrió los ojos.
Se quedó inmóvil unos segundos para que se adaptara a él, entonces acarició
su rostro al mismo tiempo que embestía otra vez, notando que el
movimiento la retraía una vez más.
Los ojos de Emma se abrieron y lo miró con los ojos brillantes de lágrimas.
Limpiándole las lágrimas con el dedo, la besó de nuevo, sólo que esta vez
con más ternura mientras seguía penetrándola lenta y constantemente.
— Dulzura, ¿te acuerdas de los besos que me debías? Bien, ahora soy yo el
que estaré en deuda contigo —Tensándose, empujó tres veces más y
saliendo de su cuerpo derramó su semilla en el estómago de Emma.
Abrió los ojos y se encontró con su oscura e impenetrable mirada. Intuía que
estaba enfadado, pero como seguía en silencio no tenía forma de saber lo
que pasaba por su cabeza. Aunque de cualquier manera estaba muy segura
que se lo diría dentro de poco. Lo único que sabía era que él había llegado a
su corazón demasiado rápido.
— Sí.
— Sí.
¿Hacerlo de nuevo?
— Luke...
— ¿Qué?
Emma sentía una ligera molestia pero no demasiado intensa como para que
él no hiciera lo que estaba sugiriendo. El problema era que el dolor agudo del
acto todavía estaba tan fresco en su mente, que le impedía desear probar de
nuevo y también necesita tiempo para tranquilizar sus nervios.
— Me duele un poco.
— Sí.
— Por la misma razón que dijiste que yo no sería una esposa adecuada.
— ¿Por qué? No te entiendo, la única razón por la que fingía ser una viuda
era porque así tengo más libertad que una soltera. Hiciste todo lo que
pudiste para seducirme cuando pensabas que era viuda. Lo que hemos hecho
no es ningún delito... Ni siquiera es ilegal.
— Si tú no me quieres por ese mismo motivo, ¿qué te hace suponer qué otro
hombre me quiera?
Emma estaba segura que ahora no habría nada que pudiera pararle, no
importaba cuál fuera su respuesta. Aunque realmente no tenía ninguna
intención de hacer que se detuviera. El dolor que Emma sentía estaba
desapareciendo a causa de la salvaje excitación que hervía en su sangre.
— No mucho.
Luke le sujetó las muñecas por encima de su cabeza y con la otra mano le
obligó a encararlo, mientras la penetraba lenta e inexorablemente.
— No me ha dolido.
Emma jadeaba cuando retiró su boca, notando otra embestida que la sacudió
con una marea de ardiente placer.
Ella no pudo ocultar su reacción cuando sintió otra punzada de placer. Sus
ojos se cerraron y aunque trató de detenerse fue prácticamente imposible y
terminó arqueándose contra él.
— Emma.
— ¿Qué?
— ¿Qué quieres decir con eso? —Su voz sonaba tan confundida como se
sentía en ese momento.
Emma intentó soltar las manos, pero su agarre se apretó más y no la soltó.
Emma se ruborizó.
— Eso era... Era la semilla que hace bebés, ¿no? —dijo recordando el líquido
caliente y espeso de su vientre.
— Sí, cariño.
Ella se retorció contra él, el placer de sus movimientos se volvía cada vez
más agudo e intenso, golpeándola con fuerza. Arqueándose, fue al encuentro
de sus embestidas.
Su respuesta fue como un regalo del cielo, sabía que estaba al límite. Emma
era como fuego en sus brazos, pero tenía aguantar un poco más de tiempo,
esta vez conseguiría que ella se corriera, algo que no sucedería si seguía
estando arriba.
Con la decisión tomada, soltó sus muñecas, la agarró firmemente por las
nalgas y se giró al mismo tiempo, colocándola arriba sin separar sus cuerpos
ni un milímetro.
Capítulo 12
— Está bien, cariño, sólo siente —Agarrando su cintura, la levantó hasta casi
salir por completo, para enseguida volver a dejarla caer, enfundando de
nuevo su pene al mismo tiempo que empujaba hacia arriba.
Ese sonido le envió una corriente de deseo tan grande que aumentó su
empeño de mantenerla encerrada en su habitación para siempre. Apretó los
dientes luchando contra la necesidad de girarla y acabar con varias
estocadas profundas. En vez de eso decidió enseñarle hasta que ella empezó
a montarle en serio, gimiendo suavemente mientras aprendía por primera
vez el verdadero sabor del deseo.
¿Cómo podía haber estado furioso con ella por ser virgen?
La Inocente Conquista del Ranchero
Lynda Chance
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Nunca en toda su vida había sentido, ni visto, algo tan fascinante como
Emma haciendo el amor por primera vez. Él había sido su primer amante... y
el último.
— Así es cómo se supone que tiene que ser —susurró él antes de que ella
cayera en un sueño profundo.
Emma estaba al lado de Luke en la carreta, intentando no quedarse mirando
continuamente el anillo de oro que lucía en su dedo anular.
Reed Elgin no perdió el tiempo cuando los vio y de inmediato les informó que
había detenido a los culpables del robo de la diligencia y estaban en espera
de juicio. Parecía un caso fácil de resolver. Iban a ser declarados culpables
porque los habían sorprendido en flagrante delito con varios artículos
robados. Y no solo del robo del que Emma había sido víctima, sino de otros
anteriores.
Estaban presos en la cárcel de una cercana ciudad a Burnet, lo que hizo que
Emma se sintiera aliviada. Le atemorizaba saber que los asesinos estaban
por ahí libres y que habían visto su rostro. Soltó un profundo suspiro de
alivio.
Reed recorrió a Emma con la mirada como si supiera lo que habían hecho en
la cama, sintiendo que se ruborizaba cuando percibió que él ya se imaginaba
hasta dónde habían intimado.
Emma se quedó sin aliento ante el insulto dirigido a Luke. Notó el momento
en que él lo entendió porque se quedó rígido y miró fijamente al sheriff.
— ¿Está en la iglesia?
— ¿Qué estás haciendo? —Él había notado su fascinación por los enseres de
la mesa.
— Intento recordar para siempre los detalles del día de nuestra boda.
Cuando por fin regresaron a casa Emma estaba muy agitada.
ocasiones anteriores. Por eso le alegraba que Luke hubiera recordado esa
tradición romántica.
— Tengo que comprobar a Jesse y asegurarme que está bien. Volveré tan
pronto como pueda.
Ya era tarde cuando Luke regresó después de haber comprobado que todo
estuviera bien. Jesse estaba mejor y Red se encontraba lo suficientemente
bien como para volver a cocinar para los hombres. María se ocupó de los
asuntos internos del rancho, mientras que Cody le había asegurado que no
se produjeron problemas durante su ausencia y la de Jesse.
Su esposa.
Era cierto que la había seducido, pero ella estaba más que dispuesta y no se
puede culpar a un hombre por desear lo que le ofrecen. El recuerdo de su
seducción todavía estaba fresco en su mente mientras apagaba la luz y salía
de la cocina.
Era el mismo chal que había usado para ir a Burnet, y mientras le prometía
obediencia. Sonrió con resignación al recordar que cuando Emma repitió sus
votos de “amarle, honrarle y obedecerle”, él había levantado una ceja y ella
tuvo el descaro de sonreírle.
Empezó a sentir una punzada de miedo por su ausencia, pero pronto se dio
cuenta que nada malo podía haberle ocurrido en el interior de la casa.
Entonces el temor se convirtió en irritación preguntándose a qué estaba
jugando, al mismo tiempo que se mostraba intrigado por su desaparición.
Ya era muy tarde cuando Emma se despertó en la cama de Luke y miró la
huella profunda en la almohada a su lado. No había soñado que él había
estado allí, abrazándola toda la noche.
Era un nuevo día, un día feliz. Salió muy animada de la cama, lavándose
rápidamente y dirigiéndose a la cocina para empezar su primer día como la
señora de Luke Butler.
Las siguientes semanas pasaron rápidamente para Emma. Luke parecía más
que dispuesto a seguir junto a ella y tener un matrimonio feliz.
Los días que tenía tiempo libre la llevaba a pasear en caballo, como le había
prometido, y como era una alumna muy rápida Luke se sentía orgulloso con
el resultado de sus enseñanzas.
Las noches del primer mes después de la boda fueron muy románticas.
Pasaban las veladas en el columpio viendo la puesta de sol, o jugando al
póquer. Luke le había enseñado a jugar apostándose la ropa y como
resultado terminaba todas las noches desnuda en su cama, donde se
quedaba dormida después de que le hiciera el amor lentamente.
Capítulo 13
Después de unas semanas, Emma había ido tantas veces al establo que solía
visitar a menudo la yegua que le regaló Luke para darle alguna golosina.
Pero entonces llegaba la luz del día y aunque él todavía era cortés, Emma
sentía como si se pusiera una máscara que le robaba todas las emociones
La Inocente Conquista del Ranchero
Lynda Chance
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Esa rutina se había vuelto normal entre ellos. A menudo pensaba que Luke
no se daba cuenta de sus sentimientos y otras veces no estaba tan segura,
disimulando su inquietud para que sus dudas no le afectasen a él.
El amor que sentía por él era algo muy nuevo, muy reciente como para sentir
la seguridad que necesitaba e interrogarlo al respecto.
— ¿Qué estás haciendo aquí? —dijo secamente. Era evidente que esperaba
una respuesta inmediata a su pregunta.
Luke era un hombre que hacía las cosas a su manera sin importarle lo que
pensaran los demás. No toleraba ninguna oposición a sus deseos, eso ya se
lo había explicado en el mismo instante que lo conoció. Pero ahora se daba
cuenta que tenía que ser ella la que marcara el rumbo de su matrimonio. No
quería discutir con él por sus autoritarias imposiciones y que eso terminara
consiguiendo que lo perdiera, además de crear un muro indestructible entre
los dos.
Le amaba cada vez más. Adoraba sus defectos que le hacían ser como era.
Quería que su matrimonio fuera tranquilo y agradable, pero si discutían
constantemente nunca sucedería.
El aire se espesó entre los dos. De repente Emma sintió la misma cruda
pasión que sentía cada noche cuando él se metía desnudo en la cama.
— No... No lo es.
— Emma —susurró rozándole la oreja con la boca—. Sólo quiero que estés a
salvo.
— Estoy a salvo, Luke. No hay nada que pueda hacerme daño en el rancho.
— Eso es lo que me está volviendo loco todos los días, pensar que algo te
pueda pasar...
— No debería haber sido tan egoísta como para casarme contigo y obligarte
a vivir en un lugar tan aislado.
— No me obligaste a nada.
— Está bien Luke, no tienes que preocuparte por eso. Puedes seguir en el
rancho y conmigo, te prometo que no me pasará nada. Siempre tengo
cuidado y no tengo intención de correr riesgos innecesarios.
El animal al que se refería era el semental que utilizaba para inseminar a las
yeguas. Mantenían al caballo en un cercado y Emma ya le había mencionado
que creía que estaba muy solo. Luke le había advertido en repetidas
ocasiones que el caballo era demasiado peligroso.
— ¿Lo entiendes?
— ¡Bueno, yo soy así! —apretó la mandíbula, agitado—. Sólo hay una cosa
que me calma, una cosa que tú...
Metió una de sus rodillas entre sus piernas y la besó con una intención tan
clara, que Emma deseó que no acabara nunca.
Lo hizo tan rápido que ella se sorprendió cuando volvió a asaltar su boca y
con un solo movimiento le quitó el vestido, arrojándolo lejos. Se incorporó
inquieta sobre sus codos, aunque la puerta estuviera cerrada, el suelo del
Estaba completamente segura que Luke sería cuidadoso, lo que había dicho
hace un momento le indicaba que se preocupaba por ella, incluso más de lo
que quería admitir. Pero su deseo era demasiado fuerte y ella no podía evitar
que su cuerpo se sintiera atraído, y un poco atemorizado, con toda esa
dominación masculina.
Luke percibió los nervios de Emma, se movía inquieta bajo él con una mirada
de asombro en su rostro, sin duda debido a la posición en que estaba, pero
también vio que tenía un aura sensual, una curiosidad irresistible brillando en
sus ojos que inflamó su excitación.
Pero al quitarle el vestido solo encontró más y más tela. Luke soltó un
gruñido por esa restricción y antes de poder evitarlo, la sentó y le quitó las
enaguas, dejando su esbelto cuerpo cubierto solo por la camisola.
— No quiero que te pase nada malo, mi amor —declaró al mismo tiempo que
empujaba sus caderas y la penetraba con una fuerza inexorable.
Olvidándose que tenía que protegerse y con la certeza que siempre estaría a
salvo en sus brazos, Emma confesó mientras el poderoso clímax le cerraba
los ojos.
— Te amo.
— Te amo.
Epílogo
Su primer hijo llegó poco después de ese día y los dos siguientes le siguieron
en rápida sucesión. Luke estaba encantado con la situación, sobre todo
cuando empezó a sentir un placer perverso enseñándole a Emma otras
maneras de hacer el amor y retrasar la llegada del siguiente miembro de su
pequeña familia.
Emma era una alumna rápida e incluso después de cinco años de casados, el
fuego que había entre ellos no se había enfriado ni un poco.
María y Jesse eran una gran ayuda, asumiendo el papel de abuelos adoptivos
y disfrutando de cada segundo de esa situación.
Luke y Jesse tuvieron que construir una valla alta de madera alrededor de la
casa, con suficiente espacio para permitir que los niños corrieran libres y al
mismo tiempo, a una distancia lo suficientemente cercana para que Emma
no tuviera problemas persiguiéndolos cuando fuera necesario.
Emma estaba en ese momento sentada en el columpio del porche con su hija
en brazos, mirando como Luke hacía su ritual diario de la mañana, revisando
la valla buscando visitantes no deseados que pudieran ser una amenaza para
su familia.
Toby y Conner corrían detrás de su padre todo lo rápido que podían con sus
pequeños pies. De repente Toby, su hijo menor, se cayó al suelo y empezó a
llorar sin poder levantarse. Emma estaba a punto de ir a ayudarle cuando
La Inocente Conquista del Ranchero
Lynda Chance
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Luke le dio un beso en la frente y lo dejó otra vez en el suelo viendo como se
marchaba corriendo para reunirse con su hermano.
— Yo también te amo —Le respondió ella sonriendo feliz, algo que hacía
todos los días.
— Lo sé.
— Acuéstala en la cuna.
Emma vio como Luke después de mirarla fijamente unos segundos, se dirigía
a la puerta y llamaba a María.
Emma lo observó en silencio hasta que no pudo evitar soltar una carcajada.
FIN