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V
CrEditos

Mir & Cjuli2516zc

3
Mir & Cjuli2516zc

Maye
Srta. Ocst
Caronin84

Caronin84
Lectora

4
V
Indice

SINOPSIS CAPiTULO ONCE

PROLOGO CAPITULO DOCE

CAPITULO UNO CAPITULO TRECE


5

CAPITULO DOS CAPITULO CATORCE

CAPITULO TRES CAPITULO QUINCE

CAPITULO CUATRO CAPITULO DIECISEIS

CAPITULO CINCO CAPITULO DIECISIETE

CAPITULO SEIS CAPITULO DIECIOCHO

CAPITULO SIETE CAPITULO DIECINUEVE

CAPITULO OCHO CAPITULO VEINTE

CAPITULO NUEVE CAPITULO VEINTIUNO

CAPITULO DIEZ EPILOGO


LISTA DE REPRODUCCION SOBRE LAS AUTORAS

PROXIMO LIBRO

6
DEDICATORIA
V
A nuestros lectores que se deleitan en jugar nuestros juegos tortuosos.

Ker & K

7
V
SINOPSIS

E
l nombre de Vasiliev es poderoso.

Nosotros gobernamos con mano de hierro y lo hacemos bien.

Siendo el mayor, soy la mejor esperanza de padre para


mantenernos en la cima de la cadena alimenticia.

Todo lo que hago tiene un propósito.

Todo lo que hago tiene una razón.

Hasta ella.

Juego mis juegos pensando varios movimientos por delante.

Poder. Poder. Poder. 8

Hasta ella.

El próximo movimiento requiere que me case y pronto.

Esto nos fortalecerá y asegurará nuestra posición.

Pero no me voy a casar con ella.

Tengo que casarme con la mayor de los Volkov.

El problema es que su hermana menor es quien despierta mi corazón muerto.

Es a ella a quien quiero en mi cama y a mi lado para siempre.

A ella. A ella. A ella.

En este juego, sin embargo, no se trata de lo que yo quiero.

Pero tal vez se trate de lo que ella quiere.

Soy Vlad.

Vil. Vicioso. Villano. Vasiliev.


Y ganaré eventualmente.

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Los Juegos V, Elenco de Personajes
(En orden de poder e influencia)

Primeras Familias:

Familia Vasiliev (Anfitriones de los Juegos V – traficantes de


drogas/personas/armas)

Yuri: Padre (52)

Vera: Madre (45) Los dejó no mucho después de que nacieron los gemelos.

Vlad: Hermano mayor (22)

Vika: Gemela (18)

Viktor: Gemelo (18)

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Familia Vetrov (Tráfico de personas / agentes bienes raíces legales y


construcciones)

Yegor: Padre (59)

Anna: Madre (45) Fallecida.

Veniamin —Ven: Hermano mayor (28)

Niko: Segundo hermano (18) Fallecido.

Ruslan: Tercer hermano (17)

Familia Volkov (Dueños de VolkovSpirits y otros negocios)

Leonid: Father (55)

Olga: Madre (46)

Diana: Hermana mayor (24)

Irina —Sombra: Hermana menor (18)


Vas: Hijo de la criada (18)

Anton: Guardaespaldas de Diana (51)

Familia Voskoboynikov (Petróleo y gas)

Iosif: Padre (61)

Veronika: Madre (55)

Ivan: Hermano mayor (30)

Artur: Hermano más chico (28)

Alyona: Hermana menor (19)

Segundas Familias:

Familia Orlov (Enormes corredores de drogas)

Arkady: Primogénito (28)


11

Familia Koslov (Distribuidor de armas más pequeño)

Stepan: Hijo único (19) Nuevo aprendiz de Vlad en los Juegos V.

Familia Egorov

Otros personajes:

Oleg: Traficante de armas de Vlad

Darya: La chica en el sótano

Rada: Sirviente de los Vasiliev

Danill: Adquirente de mujeres de Vlad


Vil.
Vicioso.
Villano.
Vasiliev.

12
V
PROLOGO

Los Juegos V...

U
n padre cría a sus hijos y los moldea, a medida que crecen, para que
puedan ingresar al mundo como alguien con el potencial de ser
grandioso. Esto lo hacen, dando buenos consejos, aliento y
orientación.

Y sobre todo: amor.

O eso me han dicho.


13
Cuando eres un Vasiliev, no entras al mundo con el potencial de ser
grandioso, tú eres grandioso. Eres más que grandioso. Eres el mejor.

Porque padre lo exige.

Brillante. Astuto. Salvaje pero aún refinado.

Bajo el reinado de padre, aprendes no solo cómo jugar, sino cómo ganarlo
todo. Mujeres, poder, dinero, todo al alcance de la punta de tus dedos si sigues sus
estrictas instrucciones.

Los hombres Vasiliev no son débiles.

Los hombres Vasiliev no se inclinan ante nadie.

Los hombres Vasiliev son reyes.

Las reglas de padre, los juegos de padre, el mundo de padre.

Y porque compartimos su sangre, también es nuestro.

—Buena suerte, hermano —le susurro a mi hermano mientras aprieto su nuca


en un gesto afectuoso.
Viktor vuelve su mirada hacia mí. Sus ojos ámbar parpadean con
anticipación. A los dieciocho años, está a punto de ingresar a los Juegos V. Fuerte.
Inteligente. Un jugador maestro. Mi hermano ganará los juegos y solidificará aún
más el poder de mi familia en Kazan.

Los hombres Vasiliev no pierden.

—La suerte es para los débiles —dice, con una sonrisa pícara en su joven
rostro—. La suerte es para los perezosos que no quieren trabajar por lo que
quieren. —A pesar del carácter juguetón en su voz, no puedo dejar de notar cuánto
suena como padre.

La arrogancia es un rasgo Vasiliev que solo funciona bien en un anciano que


ha experimentado todo.

La arrogancia es tonta en un chico que acaba de volverse hombre.

Puede que sea mi hermano menor, pero mis instintos son probablemente más
paternales que los de nuestro padre. Quiero agarrar a Vik por los hombros y darle
una buena sacudida. Necesita una dosis de realidad. Las víboras en nuestro
mundo están a la espera, ansiosas por tomar los huevos de oro por los que hemos
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trabajado tanto en crear.

—Mantente vivo —le digo, sacudiendo la cabeza—. Desinfla tu cabeza un


poco y no ignores lo que esté justo frente a ti pensando que puedes eliminar todo
lo que se acerca sigilosamente detrás de ti. Tus ojos deben estar en todas partes,
dentro y fuera de la arena. —Ofrezco una daga que me dio mi padre—. Aquí
tienes. La necesitarás.

Toma la daga e inspecciona la cresta grabada en la hoja. Nuestro escudo


familiar. El águila imperial de dos cabezas. Cuando Viktor complete Los Juegos V,
se agregará otra cabeza.

Poderoso.

Inquebrantable.

Brutal.

Una trinidad de tres hombres que solidificará el futuro de nuestra familia,


gobernando fácilmente un mundo incontrolable, usando su lujuria y libertinaje
contra ellos. Un reino inventado donde no hay reyes ni campesinos literales. Un
mundo creado por mi padre para ser gobernado por sus hijos.
Los hombres Vasiliev aprovechamos sus ansias más profundas y más
oscuras. Nos encontramos con sus deseos más verdaderos dándoles un parque de
juegos del diablo dentro de Los Juegos V. Todo lo que hacemos es alentar su
oscuridad. Se los presentamos como un vial lleno de heroína esperando a ser
inyectado. Todo lo que tienen que hacer es apretar el gatillo.

Viktor asiente, sus ardientes ojos brillan con determinación. Su arrogancia se


queda atrás cuando la adrenalina lo impulsa hacia adelante. La mirada juvenil en
su rostro se endurece, convirtiéndose en la mirada asesina de nuestro padre.

Ganará.

Lo he entrenado justo como mi padre me entrenó.

Feroz. Mortal. Brutal. Astuto.

Solo para ganar.

Pensamos muchos, muchos, muchos movimientos por delante.

Es la forma en que lo hace un Vasiliev.


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—Bienvenido a Los Juegos V —ruge el locutor por el intercomunicador.

Una arena llena de espectadores estalla al otro lado de las puertas mientras la
adrenalina bombea en mis venas.

En otras veinticuatro horas, la misma arena goteará sangre, hedor a sexo, y


estará llena de cadáveres.

Mantente vivo, hermano.

Cuando las puertas se abren, la multitud se vuelve ensordecedora. Miro con


dientes apretados mientras mi hermano va de la seguridad a la refriega. Las
puertas se cierran detrás de sí, llevándose mi aliento junto con ellas.

—Le gusta ganar, Vlad —ronronea Vika, mi hermana y gemela de Viktor,


mientras llega a mi lado. Su perfume a rosas sofoca a cualquiera que se acerque, y
no soy inmune. Estoy seguro que es una movida ofensiva. Ella es una mujer, y las
mujeres Vasiliev tienen un papel muy diferente al de los hombres. Son peones en
nuestro juego: para casarse y fortalecer los lazos entre las familias que necesitamos
en nuestro tribunal. Intento contener el aliento, pero mis ojos se llenan de su hedor
enfermizo y floral. Huele a desesperación y debilidad. Ha estado derramando su
dulce inocencia últimamente en favor de este acto astuto. La he visto coqueteando
y tentando a los hombres que nos rodean para notar su desarrollo.
El problema con Vika es que nunca tuvo una figura materna, o de ninguna
mujer, que le mostrara la forma correcta de comportarse, y parece que está
imitando los roles de las putas de nuestro padre que han ido y venido a través de
los años. Es un juego que piensa que ha dominado, pero está equivocada. Linda e
inocente le habría servido mucho mejor que este acto desesperado.

—Los hombres Vasiliev siempre lo hacen —le digo con calma, sin inflexión
en mi voz a pesar de mi deseo de ofrecerle consuelo en este momento. El afecto
puede ser usado como un arma cuando se le da a las mujeres, especialmente una
tan astuta como nuestra querida hermana.

—Suenas como Otets. —Padre. Ella entrecierra los ojos.

Resoplo con un pequeño espectáculo de dominación.

—Tomaré eso como un cumplido.

Se enfurece, y contengo una sonrisa de suficiencia. Lo que mi hermana no se


da cuenta es, que puede llevar nuestro apellido, pero es otra víbora hambrienta por
un huevo de oro. Falsa y egoísta. La amo, pero no soy estúpido. Ella se escabulló a
hurtadillas con, mi una vez, mejor amigo, Niko Vetrov, pensando que tenía el
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poder de determinar su propio destino. Ella nació Vasiliev, por lo que la necesidad
de supremacía está en su sangre. Sin embargo, no siempre será así. Se casará y su
apellido cambiará. Mi hermana no cree haber sido atrapada compitiendo por la
atención del hermano mayor de su novio Niko, Veniamin. Ella quiere el siguiente
en la línea, no el segundo. El hermano más influyente. A pesar de casi destruir mi
amistad y la de Niko en el proceso. Me irrita que haya hecho tanto desastre para
salirse con la suya.

—¿Dónde está Niko? —pregunta, como si leyera mi mente, volviendo sus


ojos aleonados hacia mí. Brillan con satisfacción. Su mirada está desesperada por
encontrar cualquier signo de mi debilidad; una forma de entrar.

No encontrará ninguna.

Padre me enseñó bien.

—Tal vez deberías llamarlo —le digo, con una sonrisa agradable adornando
mis labios—. Es tu novio, no el mío.

Sus fosas nasales se ensanchan y cruza los brazos sobre su pecho. Quiere que
hable. Que me vuelva contra ella y la acuse de las cosas que ambos sabemos que ha
hecho. Mi hermana quiere tener el control, pero estos son mis juegos.
Podría decirle que tal vez debería revisar la habitación de Viktor ya que es allí
donde él anhela estar; solo para irritarla. Pero eso sería infantil. La forma en que
juego es mucho, mucho más oscura.

El afecto de Niko por mi hermano no es sutil, incluso si trata de hacerlo. Ese


es el por qué su emparejamiento con Vika fue una sorpresa. Sus planes de usar a
Niko para llegar a Ven son de novata y transparentes para todos, especialmente
para mí.

Sin embargo, es ingenua y solo ha pensado en un gran movimiento por


delante.

Y si bien puede pensar que ganó a corto plazo, tengo cada movimiento
mapeado hasta el día en que ella muera. Es parte de mi deber. Nuestro padre
insiste en eso. Ella es una pieza de ajedrez para ser utilizada cuando sea necesario,
así que le dejamos tener sus juegos por ahora. Se casará con Niko. Vika hizo su
cama, y ahora estará obligada a dormir en ella.

Sin embargo, no ganará el juego final.

Su futuro ya está escrito, y yo estoy sosteniendo el bolígrafo.


17
V
CAPITULO UNO

Una semana después…

E
stas cosas son tan aburridas e irritantes. Un desperdicio de tiempo. Me
pican los dedos por escribir en mi diario: garabatear todas las
frustraciones que hierven a fuego lento por dentro, solo esperando que
alguien me sacuda como una lata de gaseosa y vea el caos de la
explosión. En cambio, la tinta mostrará mis pensamientos, escritos en garabatos
urgentes tan pronto como llegue a casa y tire este vestido de regreso en el armario
de mi hermana, donde pertenece. Por qué debo asistir a estas cosas me
desconcierta. Usualmente, soy vista pero no escuchada; oculta bajo la sombra de 18
mi increíble hermana, Diana.

Francamente, estoy feliz de estar allí, si no puedo estar en otro lado.

Mi cerebro se está volviendo insensible, y estoy a punto de quedarme


dormida si este chico sigue hablando de cuán perfecto es –era– Viktor y cuán triste
e injusta es… fue, su muerte temprana.

Viktor era tan impulsivo y brutal como el resto de la familia Vasiliev. Su


muerte fue una sorpresa, pero estar aquí fingiendo que murió haciendo algo
heroico es una exageración.

De hecho, me gustaba. No es que alguna vez me haya notado, pero sí tenía


este aire sobre él. Un encanto hipnótico. Y es una pena, a los dieciocho años pensó
que tenía que demostrar su valía al entrar en un juego tan vicioso, degradante y
sádico. Lo que es más vergonzoso es que su padre se lo permitió. Lo alentó a
hacerlo.

Los Juegos son la columna vertebral de todos nuestros imperios familiares. Es


lo que nos mantiene en la cima de la cadena alimenticia. Alimenta a los ricos con
sus deseos y depravaciones, y mantendrán tus billeteras gordas y tu influencia a lo
largo y a lo ancho.
Mi padre es un patrocinador, y sin que yo lo supiera, antes de la muerte de
Viktor también esperaba una asociación a través del matrimonio. No el suyo, por
supuesto. Para eso es que se crían las hijas.

Bastardo.

Sacando una botella del bolsillo interior de mi chaqueta y destapando


discretamente la tapa, llevo la petaca a mis labios y tomo un fuerte trago. La
quemadura enciende un cálido camino por mi garganta y se instala en mi
estómago. Una señora mayor sentada a mi lado a la izquierda me mira, el
desagrado arruga sus labios con una mueca.

Que la jodan, señora.

Este es el segundo funeral que me han obligado a presenciar esta semana.


Viktor debió haber sido algo seguro. Los Vasiliev son los malditos Juegos por el
amor de Dios. Mi padre les hizo saber cuánta fe tenía en Viktor al dejar caer una
gran cantidad en él compitiendo.

Ahora, ese dinero se ha ido. Alguien le puso un precio a la cabeza de Viktor,


eso es lo que se sabe, pero quien lo ordenó podría nunca ser descubierto. Que Dios
19
los ayude si alguna vez se sabe. La regla es que no puede venir ninguna represalia
por una muerte llevada a cabo dentro de la arena, pero nuestro padre, el astuto
Leonid Volkov, no juega con las reglas de nadie más que con las suyas propias, y
los Vasiliev, seguro como el infierno que tampoco lo hacen.

Él está más que enojado.

Y cuando mi querido padre está enojado, se venga. En unos meses, a partir de


ahora, apuesto a que tendrá un plan para arreglar el puntaje. Me da escalofríos solo
de pensar en lo que eso podría significar.

El licor se acumula en mi estómago, instándome a comer algo para


absorberlo.

Beber es impropio de mí, pero la joven rebelde en mi interior está gritando


para que le permita tomar el control por un tiempo.

Ella me gusta.

Y una vez que sale, es difícil guardarla de nuevo.

El suave murmullo del viento que hace vibrar las puertas de la iglesia me
recuerda por qué nunca uso vestidos. Si no fuera por el alcohol calentando mi
sangre, sería una paleta helada ahora mismo. La iglesia está llena, pero hay un
extraño vacío en la atmósfera, provocando que un escalofrío me atraviese.

Mi mirada lo busca a él. Vlad Vasiliev. Fuerte. Formidable. Hermoso. Su


cabello oscuro está gelificado en un estilo que me hace anhelar pasar mis dedos a
través de él y desordenarlo. La idea de que tenga el cabello revuelto por una vez en
su vida hace que sofoque una risita muy inapropiada.

Tal vez debería calmarme y dejar de tomar de la petaca.

Dejo que mi mirada se fije en el tic de su mandíbula. Todo el humor se disipa


mientras aprecio el músculo de su cuello que se flexiona de vez en cuando. Me
pregunto a qué sabe allí mismo. Está sentado a la derecha, justo frente a mí. Si me
inclino hacia adelante, probablemente podría oler el champú que usa. Apuesto a
que es algo masculino y costoso.

Enderezo mi espalda y aprieto mis muslos. La señora a mi lado se mueve y


noto que me está observando mientras le echo un vistazo a Vlad. Ignorando su
labio curvado apenas contenido, continúo mi muestreo visual. No es frecuente que
pueda estar tan cerca de él y que pueda mirarlo fijamente descaradamente.
20
El traje que lleva se ajusta a sus anchos hombros como una segunda piel, y no
tiene ni una arruga o pelusa a la vista. Su aspecto pulido es como su armadura:
disuade a las personas de siquiera acercarse a él. Ciertamente yo nunca lo he
hecho.

Dominación, dinero y supremacía emanan de él en masa, como si un campo


de fuerza hubiera sido conjurado por pura voluntad.

Lo he estado observando desde el fondo desde que podía caminar.


Aprendiendo, desensamblando y anhelando a pesar que mi cerebro desearía que
no lo hiciera. Pero es imposible no hacerlo. Él es mi adicción favorita.

Lo asimilo como el aire para mis pulmones y respiro.

Parece más enojado que triste por la forma en que está apretando los dientes
y cuán tenso está. Parece que estos imbéciles probablemente están más enojados
porque su Viktor no logró salir, que por haber perdido a un ser querido.

Mi hermana me contó un secreto el día en que murió Viktor, uno que puso mi
vida de cabeza. Ella debía ser prometida a Viktor. Padre ya estaba en
negociaciones para su matrimonio arreglado, y ella iba a ser su esposa, una viuda
si Los Juegos hubieran sucedido medio año después. Otra razón por la que padre
estaba furioso. Es casi como que culpara a Yuri Vasiliev por sacrificar a su hijo
menor para evitar su unión.

Toda mi vida, mi madre prometió que nuestras vidas no serían como la suya.
Que nuestros matrimonios serían por nuestra elección y no por lo que beneficiara a
la familia.

Casi le había creído.

Sin embargo, cuando no pudo darle un hijo a mi padre, comenzó a entrenar a


mi hermana y a mí para el negocio familiar. Se aseguró de que domináramos cinco
idiomas y pagó por escuelas privadas y tutores para construir nuestro
conocimiento del mundo a nuestro alrededor. Incluso fue tan lejos como para
hacernos viajar para ser educadas con las culturas de los países que él pensaba
eran importantes. Él reforzó que, solo porque somos mujeres, no disminuía nuestro
valor o poder cuando se trataba de negocios, no si nosotras no queríamos.

No estaríamos obligadas a hacer feliz a un marido mientras dirigía un


imperio porque tendríamos nuestro propio imperio y amor. El deber no gobernaría
nuestro destino.
21
Mentiras. Mentiras. Mentiras.

Mi alma se desinfló el día que mi hermana me contó del plan de nuestro


padre para que se casara con Viktor. Él solo tenía dieciocho años, igual que yo.
Diana tiene veinticuatro, y para mi asombro y desilusión, iba a seguir adelante con
eso. Las palabras: “Será bueno para nuestra familia”, cayeron de sus labios como el
cianuro, envenenando el respeto y la admiración que había tenido por ella toda mi
vida. Ella sonaba igual que padre.

Y si él planea que ella se case, eso significa que iré detrás de ella y el negocio
que hemos estado aprendiendo a asumir, desde que pudimos hablar, se fusionará
con la familia Vasiliev. Es una buena estrategia de negocios, pero fortalece a los
Vasiliev más que cualquier otra cosa. Se espera que nos acostemos boca arriba y
produzcamos herederos para nuestros maridos como en mil ochocientos.

Me pregunto si Diana está triste porque su prometido se haya ido o si


secretamente está feliz...

Reflexionando sobre estos pensamientos, tomo otro trago, desesperada por


más del ardor entumecedor, y paso mi mano sobre el vestido negro recogido en
gruesas capas sobre mis muslos. El material pica y hay un calado que corre por la
parte posterior de mis piernas.
Un empujón en mi cadera hace que casi derrame el licor de la petaca.

Siseo y arrugo mi nariz hacia mi hermana sentada a mi derecha. Sus labios se


elevan en una sonrisa ladina, y luego vuelven a ser dos líneas rojas, regordetas y
estoicas. Solo mi hermana podría verse sofisticada con lápiz labial rojo en un
funeral.

Su mano se desliza sobre la mía, tomando la botella y colocándole la tapa.

Aguafiestas.

La recupero, pero mis manos están congeladas y busco a tientas para


agarrarla, causando que se me caiga de los dedos y resuene en el piso de la iglesia,
deslizándose bajo el banco frente a mí. Me estremezco internamente y empiezo a
retorcer mi arete para calmar mis nervios.

Los ojos de mi hermana se amplían con horror cuando Vlad se da vuelta en


su asiento frente a nosotras. Es casi en cámara lenta para mi corazón galopante.

Pum. Pum. Pum.

Me quedo sin aliento cuando sus oscuros orbes ambarinos se mueven 22


rápidamente en mi dirección. Entrecerrados. Irritados. Feroces.

Pum. Pum. Pum.

Maldición, mi cabeza gira como si hubiera estado bebiendo un licor con mil
por ciento de alcohol y no solo ochenta.

Mis párpados revolotean sin permiso, y se me revuelve el estómago. Es la


primera vez en toda mi vida que me ha mirado directamente como si me viera más
que solo una niña. Dieciocho años, y ni una sola vez alguien me ha impactado con
solo una mirada.

Mis entrañas se revuelven y mis pulmones luchan por respirar. Estoy


paralizada. Si las miradas incineraran, sería una nube de humo en este momento.

Su irritación me molesta y me excita a la vez. Encuentro que mis labios se


mueven a pesar que la mano de mi hermana se estira para apretar la mía en señal
de advertencia.

Quiero empujarlo y mantener su ira, sus ojos y su atención en mí. Disfrutarlo,


dejar que se empape en mi piel para que pueda recordar cómo se siente.
¿Por qué no era un ataúd abierto?, quiero preguntar. El gato curioso dentro de
mí se lo ha estado preguntando desde la noticia de la muerte. En cambio, apaciguo
a mi hermana y a padre, que se enojaría si supiera que había estado bebiendo e
interrumpiendo un funeral de una de las otras Primeras Familias.

—Lo siento —ofrezco con un tartamudeo y un encogimiento de hombros,


pero su cabeza ya ha regresado al frente y al centro, y mis palabras golpean el aire
y se dispersan en la nada. Envuelvo mis brazos a mi alrededor y me encojo en el
fondo, de nuevo en Irina, de nuevo en la sombra que siempre he sido.

No soy tan rebelde, no soy una mujer que podría estar con un hombre como
él.

Solo soy una niña, una niña Volkov, que hará lo que le digan y vivirá como
un pájaro con un ala rota, deseando tanto volar y hacer su propio camino, pero
atorada sin poder hacerlo.

Soy la tranquila. Mi hermana toma el asiento del conductor mientras yo me


siento, modesta y calculadora. Un sonido de lamento atrae la atención de la
mayoría de los invitados, y sigo su curiosidad para ver a Vika, la hermana gemela
de Viktor, sollozando y aferrándose a Veniamin Vetrov. Él la está sosteniendo con 23
un brazo, sin siquiera mirar hacia abajo, a su cuerpo doblado y flácido moldeado
contra él como si fuera helado derretido. Ella está usando un vestido rosa que es
casi inapropiado para un club, mucho menos para un funeral en una iglesia.

Vlad atrae mis ojos. De nuevo. Quiero ver su emoción, su empatía por su
hermana. En cambio, rueda la cabeza sobre esos hombros impresionantes, y el tic
en su mandíbula está de regreso.

Saco mi libreta de mi bolsillo y dejo que el lápiz revolotee sobre el papel. Mi


mente se aclara, y la habitación se cierra hasta que no hay nada más que oscuridad;
todo excepto Vlad frente a mí.

La calma me inunda mientras estudio sus rasgos, la piel bronceada oscura


estirada sobre su impresionante estructura ósea, la fuerte mandíbula, la nariz
pulcra y recta, los abanicos de pestañas negras rociadas sobre orbes oscuros y
penetrantes. Cuando me inmovilizó hace unos momentos, fue como rayos color
ámbar girando alrededor de un eclipse. Sabes que deberías apartar la mirada para
evitar el daño, pero es una vista tan rara, que no puedes evitar mirarlo fijamente.

Estoy cegada por él.


Un movimiento pasa de prisa a mi alrededor, expandiendo la habitación y
devolviéndome al presente. Todos se están yendo. Me levanto, metiendo la libreta
en mi bolsillo, y sigo los faldones de mi hermana.

Un agarre toma mi brazo, deteniendo mis pasos. Soy girada y me encuentro


frente a frente con la pared de acero que es Vlad. Él se eleva sobre mí, pero no
puedo mirarlo a los ojos por miedo a lo que verá en los míos. Su aroma me
envuelve, causando que mi cabeza se aligere. Huele masculino y caro, tal como lo
imaginé. Es terroso, como jacaranda, y calienta lugares en los que no he sido
tocada antes. Las solapas de mi chaqueta son abiertas con la mano que estaba
envuelta alrededor de mi bíceps, y mete mi petaca en el bolsillo interior,
acariciando mi pezón con el dorso de su mano cuando lo hace. No es intencional,
pero lo siento en todas partes. Hace que el aire que me rodea se condense y mis
pulmones se compriman.

Respira, me instruyo.

El zumbido de barítono de su voz me golpea como un arma cuando dice:

—Deberíamos almorzar mañana.


24
Pum. Pum. Pum.

Mi boca se abre mientras mi corazón retumba como la jaula de un guerrero


romano antes de la batalla. No sé qué decir, pero no tengo que decir nada porque
escucho el tono lírico de mi hermana.

—Claro, Vlad, lo arreglaré y te enviaré los detalles por correo electrónico.

Arrastrando mis ojos hacia arriba, veo que me ha esquivado y está mirando y
hablando con mi hermosa hermana.

Por supuesto.

Por supuesto, está hablando con Diana. No conmigo.

Sacudo la cabeza. Una risa burbujea en mi pecho, pero la engullo y los dejo
para tomar un poco de aire. Mi enamoramiento infantil por Vlad siempre ha sido
un secreto, y seguirá siendo solo eso.
CAPITULO DOS
V
Dos meses después de los Juegos V...

—L
os Vetrov no cederán —le digo a padre, con un dolor de
cabeza que me aturde desde adentro hacia afuera. Me
abstengo de frotarme las sienes y drenar el resto del vodka
en mi vaso.

Las cejas de padre se unen en su ceño fruncido. Incluso a los veintidós, ese
25
ceño fruncido me hace sentir como si tuviera nueve años otra vez y hubiera sido
atrapado pateando una pelota en su estudio cuando no se me permitía entrar.

Irritado.

Jodidamente molesto.

Decepcionado.

Yuri Vasiliev, mi padre, tiene una manera de hacerte sentir como si no


estuvieras siquiera intentándolo, a pesar que es posible que hayas hecho todo. Me
enseñó bien, pero una cosa de la que nunca puedo escapar, es la forma en que me
hace sentir cuando me está frunciendo el ceño con una mezcla de decepción y
exasperación.

Sabiendo que mi respuesta no será lo suficientemente buena, continúo:

—Yegor quiere la tierra cerca de la frontera. Quiere la tierra porque nosotros


también la queremos. No hay forma de convencerlo —digo entre dientes
apretados—. He pasado la mayor parte de las últimas tres semanas ofreciéndole
todo bajo el sol.

Pero es mentira.
No le he ofrecido lo que él más quiere.

Los ojos de mi padre se estrechan, es el único indicio de su estado de ánimo.


Sabe lo que quiero. La pregunta es, ¿me lo dará? Uno pensaría que me lo debe
después de lo que hizo. Envió lejos a mi hermano. Lo desterró de nuestra familia y
fingió su muerte. Lo desconectó cuando más lo necesitábamos. Se suponía que
fuéramos tres cabezas, no dos. Al cortar lo que él consideraba un eslabón débil, nos
dejó considerablemente frágiles.

Viktor era un activo valioso. Y mi jodido hermano.

Él no solo aniquiló durante Los Juegos V, sino que estaba aprendiendo muy
bien. Con más orientación, pudo haber sido tan bueno como estaba siendo
preparado para ser.

Ahora se ha ido.

Había sido enviado a América.

Padre expuso su propia debilidad al hacerlo. Un accidente. Un asesinato


imposible de rastrear. Algo con el desordenado garabato de mi padre escrito por
todas partes. Un mensaje a nuestro “reino”, que él no solo ve y sabe todo, sino que 26
no tolerará ningún tipo de falla. Ser gay no solo es un defecto ante los ojos de
padre, sino una traición.

Los hombres Vasiliev han de casarse “de la manera convencional” con


familias que fortalezcan nuestro poder. Y aunque Niko estaba en línea para unir
dos poderosas familias, iba a casarse con Vika, no con Viktor.

Era una desgracia que no se podía permitir.

Limpió su pequeño problema debajo de la alfombra proverbial y siguió


adelante. Sin el conocimiento de sus enemigos, a los que se les dijo que Viktor
recibió una herida mortal al final de Los Juegos V.

A pesar de mi enojo con mi padre, hay una punzada dentro de mi pecho.

Es la primera maldita cosa paternal que ha hecho en toda su vida.

Dejó ir a su hijo.

—Voy presionarlos. Los funcionarios del gobierno están en nuestro bolsillo.


Iré más allá de los Vetrov. Yegor renunciará a esa parcela de tierra de una forma u
otra. —Me reclino en mi silla de cuero y comienzo a recoger los papeles en mi
escritorio, como si acabáramos de establecer un plan.
Pero ambos sabemos que ese no es el plan.

Padre debe estar volviéndose viejo y cansado porque deja escapar un


profundo suspiro, una pequeña señal de que he ganado. Puede que Vika sea la
niña de papá, pero es muy manipuladora y nuestro padre no puede soportar la
desobediencia o que las mujeres intenten jugar juegos con los hombres.

—Vika se casará con un Vetrov —dice mordaz, con la mandíbula apretada.

Él odia ceder. Casi nunca lo hace. Pero él, como yo, ve la imagen más grande.
Siempre pensando en muchos movimientos por delante.

—Yegor es demasiado viejo —digo con una sonrisa.

Las fosas nasales de padre se ensanchan, una explosión de ira burbujea hacia
la superficie. Quiero jodidamente echar la cabeza hacia atrás y reírme de la
hilaridad de todo esto. Parecería que padre me enseñó demasiado bien. Puedo
jugar sus malditos juegos mejor que él.

—Yegor es un tonto. No voy a hacer que mi hija, una Vasiliev, se case con un
hombre que tiene que usar sus pantalones debajo de su estómago glotón. No tiene
orgullo de sí mismo, y no dejaré que se ponga en celo con mi niña como una bestia 27
salvaje durante la temporada de apareamiento —dice entre dientes, y la rabia lo
vence por un momento. Decir que Yegor y padre tienen sus desacuerdos es un
eufemismo—. Ella es mejor que ese cerdo.

—Ah, ya veo. —Arqueo una ceja—. Bueno, ella ciertamente ya no puede


casarse con Niko. —Nuestra hermana, a pesar de las reglas, conspiró con su
amante en un movimiento clandestino para eliminar a nuestro hermano después
de que fuera el claro vencedor de Los Juegos V. Niko, también un jugador en Los
Juegos, esperó hasta el último momento para hacer su golpe. Un movimiento
mezquino, directo del libro de jugadas de Vika. Sin embargo, Viktor encontró un
aliado, una chica flaca y luchadora que podía poner de rodillas a un hombre adulto
solo para cortarle la garganta, y ella salvó su cuello apuñalando a Niko cuando fue
por mi hermano.

Pero el aguijón de su traición me impactó más que nada en mi vida. Con una
madre que nos abandonó y huyó después que nacieron los gemelos, y un padre
que gobernaba con puño de hierro dejando el afecto a las niñeras y los sirvientes,
los tres formamos un vínculo más fuerte que el de los hermanos normales. Solo nos
teníamos a nosotros para confiar, y eso explotó el día que Vika decidió que su
orgullo y su propia agenda valían más que la vida de su hermano. Ella selló su
destino ese día. Ahora es mi hermana solo de nombre.
—Niko era débil, Vlad —dice padre entre dientes—. Ella se casará con
Veniamin.

Ante esto, quiero reírme. Veniamin puede querer jugar con los juguetes de su
hermano, pero no los conserva, y ciertamente no juega con mi hermana. Nunca lo
ha hecho. Sabe la odiosa traidora que es Vika. En cambio, le regreso sus palabras.

—Él es mejor que esa... —cerda. Los ojos de padre se estrechan, suplicando
que diga la palabra para que pueda rugir y enojarse conmigo. Pero como me gusta
molestarlo, simplemente continúo como si no hubiera estado a punto de llamar a
nuestra hermana perra repugnante—. Él es mejor que ese padre suyo.

Los labios de padre forman una línea.

—Por eso es que lo necesitas —le digo, incorporándome en mi silla. Sueno mi


cuello a la derecha, luego a la izquierda.

—Continúa —dice, la intriga enlaza su tono.

—Ambos sabemos que Vika es vengativa, lo que en realidad es un


eufemismo. En el momento que él la moleste, de alguna manera Ven terminará con
un cuchillo en la espalda. 28

Padre gruñe.

—¿Qué sugieres que hagamos?

Le sonrío, con mi sonrisa depredadora.

—Ella puede casarse con Ruslan.

—Es un niño y apenas capaz de proveer a mi Vika —espeta, la vena en su


cuello palpita. No veo a mi padre enojado a menudo, pero cuando lo hago, es
como cocaína corriendo por mi torrente sanguíneo. Estoy volando alto y ansío más.

—Lo cual es exactamente por qué él es perfecto para ella. ¿Crees que nuestra
—diabólica víbora manipuladora— dulce Vika puede persuadir a Ven? Él casi la dobla
en edad y es duro. Rus es joven, suave y flexible. Él es lo que necesitamos.

La furia de padre se desvanece y su expresión calculadora transforma sus


facciones. Ya estoy echando de menos su pérdida de control, pero gano de
cualquier manera. Cuando decida la disposición de que Ruslan y Vika se casen,
tendré la satisfacción de saber que ella se verá obligada a casarse con alguien poco
atractivo y débil, las dos cosas que más odia. Y como la desprecio por lo que le ha
hecho a nuestro hermano, eso es música para mis malditos oídos.
—Tendremos que esperar hasta que cumpla los dieciocho en un par de meses
—reflexiona padre en voz alta.

Tengo todo el tiempo del mundo.

—Sin embargo, el compromiso no tiene que esperar —le insto—. Podemos


tener esto resuelto y decidido para el final de la semana. Para esta hora la próxima
semana, estaremos borrachos y llenos de cerdo asado en una celebración, mientras
les deseamos lo mejor en su futuro matrimonio. —El animal en el fuego no será el
único cerdo asado.

Que te jodan, Vika.

Hiciste que enviaran lejos a la única persona a la que realmente me sentí cercano, y
ahora lo pagarás.

—Muy bien —coincide padre con un suspiro—. Me reuniré con Yegor y


resolveremos esto de una vez por todas. El matrimonio de Ruslan y Vika a cambio
de su parcela de tierra. Tan pronto como tengamos la tierra, quiero que se haga.
Necesitamos esa apertura con Nizhny Novgorod.

—Por supuesto, señor. 29

Se pellizca el puente de la nariz.

—Tendrás que darle la noticia. Tengo asuntos que atender. —Se levanta de la
silla y sale de mi oficina sin dar una mirada atrás.

Otra debilidad. No quiere tratar con mi hermana malcriada cuando tenga la


crisis del siglo. Estoy seguro que ve los ojos de nuestra madre mirándolo cuando
Vika se desata. Vika es la única persona que he visto levantarle la voz a nuestro
padre y vivir para contarlo.

Una sonrisa eleva las esquinas de mis labios.

—Estaré encantado de contarle a Vika las emocionantes noticias, padre —


pronuncio mucho después de que se ha ido. Le envío a Vika un mensaje de texto
para que me encuentre en mi oficina y cuento los segundos hasta que llegue.

En el momento en que capto el olor de su empalagoso hedor, miro hacia


arriba para ver a Vika de pie en mi puerta, en un prístino traje pantalón de color
crema. Me mira con la sospecha bailando en unos ojos idénticos a los de nuestro
hermano. Su cabello castaño oscuro, cortado en un estilo de moda que se adapta a
sus llamativos rasgos, ha sido alisado en mechones suaves y sedosos que brillan
bajo la luz del techo. Frunce sus labios rojo sangre mientras espera lo que tengo
que decir. A pesar del maquillaje, el cabello y la remilgada jodida ropa, es la réplica
exacta de nuestro hermano. Ya no es más la pequeña hermana bulliciosa que
alguna vez fingió ser; en su lugar, se encuentra esta serpiente poseída y
hambrienta de poder.

Una punzada de tristeza me recorre. Por perderla a ella al igual que a Viktor.

No voy a contactarlo, buscarlo o localizarlo de ninguna manera. Jodidamente


me mata porque sé que está herido y confundido. Se levantará de nuevo, pero
donde sea que esté, sé que está sintiendo el dolor de la pérdida de su familia.

Viktor hubiera estado mejor si padre simplemente lo hubiera matado.

Percatarme de ello me pone a la defensiva.

Padre no lo envió lejos para perdonarlo. No era una maldita debilidad. Lo


envió lejos para prolongar su sufrimiento. No era un perdón, era una maldita
sentencia de por vida.

Enderezo mi columna y archivo esa epifanía para diseccionarla más adelante.


Por ahora, disfrutaré de los frutos de mi trabajo. 30

—Por favor —le digo, señalando el asiento que mi padre recientemente dejó
vacante—. Toma asiento.

—Me quedaré de pie —contesta.

Empujo el mapa sobre mi escritorio en su dirección. Curiosa, entra a mi


oficina y lo inspecciona.

—¿Qué es esto? —pregunta, con voz tensa.

—Nuestro —le digo con una sonrisa lobuna.

Frunce el ceño.

—Dice Vetrov encima.

—Pronto, dirá Vasiliev.

—¿Cómo...? —Se calla, y sus ojos se amplían—. ¿Veniamin? ¿Me casaré con
Ven? —Me sonríe, y la expresión ilumina su rostro. Mi hermana es hermosa
cuando no está tramando el mal de su propia carne y sangre. Ven tendría suerte de
tenerla. Eso es... hasta que ella abriera la boca o vomitara su odio.
Me levanto y doblo el mapa prolijamente. Cuadrados precisos. Lentamente.
Solo para hacerla esperar. Cuando resopla, abandono mi tarea y la miro a los ojos.

—Una señora Vetrov, justo como querías.

No puede evitar el aturdimiento en sus ojos ante mis palabras. Puta.

—Tu compromiso será uno largo.

—¿Qué? —exige—. ¿Por qué? Quiero casarme con Veniamin ahora.

La miro por un largo momento, bebiendo su vulnerabilidad antes de entrar a


matar. Cuando he tenido suficiente esperando, chasqueo la lengua.

—Oh, Vika —digo, como si me doliera dar las noticias—, no es Veniamin.


Padre quiere que te cases con Ruslan.

Le toma un momento registrar lo que estoy diciendo. Las palabras en


realidad arremeten como un látigo de bola y la aturden haciéndola tropezar unos
pocos pasos. Entonces chilla con horror.

—¿Qué? ¡Eso es ridículo! ¡Él tiene diecisiete! ¡¿Has visto su rostro?!


31
—No seas tan dramática —digo en un tono seco—. Tú apenas tienes
dieciocho. Además, en unos pocos meses, será mayor de edad. Entonces ambos
pueden hacer muchos bebés Vetrov.

—Maldito imbécil —sisea—. Tú lo hiciste. Voy a hablar con padre y él...

—Él no hará nada —digo entre dientes apretados; mi propia ira rebosando
por la superficie—. Él no hará nada porque ya está decidido.

Grita mientras arremete contra mi escritorio y tira todos mis papeles al piso.
Sus rasgos presuntuosos han sido reemplazados por una expresión gruñona y
llena de ira. Los ojos ambarinos brillan como si el mismísimo diablo estuviera
dentro de ella, listo para causar estragos.

—No te saldrás con la tuya —susurra, su cuerpo temblando de ira—. Yo


ganaré. Ya lo verás.

Simplemente le sonrío.

—Ya lo veremos.

Con un rugido, sale corriendo de la habitación.


Sentándome de nuevo, abro un correo electrónico para enviarle a Ven. Le
explicaré que Vika se casará con Ruslan, y que su padre lo aceptará tras la
sugerencia de mi padre. Que estrechará el vínculo de nuestras familias si enviamos
a la futura señora Vetrov para vivir allí durante su compromiso, para que la pareja
feliz pueda tener un cortejo apropiado antes del matrimonio.

Y entre líneas, se dará cuenta que ahora me debe un gran favor.

Acabo de salvar su cuello sacrificando a su hermano ante el lobo hambriento


que es mi hermana.

Veniamin Vetrov cumplirá ese favor. Él nunca me decepciona.

Mi padre puede pensar que diseñó estos juegos, no solo Los Juegos V, sino
cada juego en la vida. Con lo que nunca contó fue con que alguien cambiara las
reglas.

Nueva Regla Número Uno: Si lastimas a mi hermano, yo te jodo.

32
CAPITULO TRES
V
L
as paredes en la oficina de Diana me vuelven loca. Por qué insiste en
plasmar art deco en todas partes es extraño para mí. Prefiero las
pinturas clásicas, el arte real, elaborado durante horas por una
columna vertebral arqueada y calambres en las manos con pinturas al
óleo y el ojo de tu mente.

—Sombra. —Mi hermana espeta el apodo que me dio mi padre desde antes
de que pueda recordar. Aparentemente, he estado viviendo a la sombra de mi
hermana desde que era una niña pequeña.

La miro desde el sillón que me permitió arrastrar hasta aquí. Su cabello 33


castaño está echado hacia atrás en un moño apretado. Sombra de ojos ahumada y
labios rojos oscuros decoran sus grandes rasgos. Se ve como una estrella de cine
incluso en la oficina. Su blusa de seda está metida cuidadosamente en su falda
tubo, mostrando su figura delgada y caderas curvas. Miro hacia abajo a mi propia
ropa y me avergüenzo. Mi camisa a cuadros tiene mayonesa del almuerzo untada
en el frente.

—¿Sombra?

—¿Eh? —Me sobresalto, recordando que me llamó.

Los feroces ojos azules que coinciden con los míos me fijan en el lugar.

—Irvac vendrá en un momento, así que presta atención.

¿Prestar atención? Sus palabras son un insulto. Siempre presto atención. Cada
detalle es capturado, registrado y almacenado para un uso posterior. Me doy
cuenta que está usando más maquillaje de lo habitual y los dos botones superiores
de su blusa están abiertos en lugar de cerrados como cualquier otro día. La calidez
en sus mejillas es notable, y sigue revisando su teléfono celular, y luego cruzando y
descruzando sus piernas.
—¿Estás segura que los números son incorrectos? —insta.

—Los números no mienten, Diana —le digo en un tono seco—. Las personas
que ingresan los números mienten.

Suspira y toma un trago de una taza sobre su escritorio. Ella bebe demasiado
café.

—Esto es desafortunado. Irvac ha estado con nosotros por mucho tiempo.

Muevo los dedos sobre mi computadora portátil y levanto la hoja de cálculo


para mostrarle la inexactitud. Tenemos más productos saliendo de nuestros
almacenes que el retorno que ingresa. Es pequeño en el gran esquema de cosas,
pero está ahí y los ladrones se vuelven codiciosos si quedan impunes.

Volkov Spirits es una de las compañías de más rápido crecimiento en Rusia,


con planes de expandir nuestras oficinas a París, Nueva York y Londres dentro de
siete años. Nuestro producto se exporta a más de treinta y cinco países hasta ahora,
y empleamos más de cinco mil personas, por lo que nuestra gestión debe ser leal y
capaz.

Nuestros negocios legítimos son la base para el otro lado de nuestro negocio, 34
y necesitan ser ejecutados con las mismas reprimendas para evitar que estos
eventos desafortunados vuelvan a ocurrir.

Un golpe en la puerta nos avisa de la presencia de Irvac. La oficina de Diana


está situada en la mansión de nuestro padre. Muestra su supremacía, y nos hace
menos vulnerables a los hombres en este negocio, que ven a las mujeres como
inferiores. Es un juego de poder, una muestra de dominio del tipo mi pene es más
grande que el tuyo. Mira dónde vivimos y mira el dinero y la influencia detrás de
nosotras.

—Entra, Irvac. —Diana lo recibe con un movimiento de la mano hacia la silla


enfrente del enorme escritorio de caoba que hizo que le tallaran a mano, con el
escudo de nuestra familia, y se lo enviaran desde Japón. Las solitarias alas de
halcón peregrino gigantes dentro de la cresta grabada se extienden a lo largo de
todo el escritorio. Largas y con puntas negras. En lugar de un pico curvo, ella tiene
la boca de un lobo. Gruñendo y vicioso. Me encanta que sea mujer. Padre no sabe
esto, pero he estudiado las marcas de los pájaros gigantes. El elegido para nuestro
escudo es definitivamente femenino. Su tamaño así lo indica, y también el hecho
de que tiene sus garras enroscadas alrededor de dos huevos en una forma
protectora y maternal. Ella es feroz y no toma mierda de nadie.
—Señora —saluda. Es ancho y alto y entra con pasos rápidos, tirando de su
chaqueta antes de tomar asiento.

Su espesa barba esconde la mitad de su rostro, pero si él es quien nos está


robando, sus ojos me dirán todo lo que necesito saber.

—Irvac, ¿nos estás robando? —pregunta abiertamente, tal como lo


practicamos. Es un viejo truco utilizado por mi padre para probar a los miembros
de su personal. Algunos se rompían a pesar que mi padre no tenía pruebas ni
motivos para preguntar. Es solo al azar y una señal del poder y el miedo que tiene
sobre las personas.

Irvac se sienta más erguido y entrecierra los ojos, su mirada va y viene entre
Diana y yo.

—Por supuesto que no.

Poniéndome de pie, camino hacia Diana y me inclino para susurrarle al oído.

—Me apetece mors1 para cenar —murmuro, y ella asiente. Con unas pocas
palabras que son confusas para los demás, indico que Irvac es un ladrón
mentiroso. 35

Sus dientes se tensan y sus ojos se entrecierran, preguntándose qué le estoy


diciendo. Me muevo de nuevo a mi asiento en la esquina, y ella cruza los brazos.

—Voy a darte la oportunidad de sincerarte esta vez.

Él se pone de pie y se pasa una mano por el cabello negro y largo que termina
justo arriba de sus hombros.

—Señorita Volkov —dice exasperado—. ¿De qué se trata esto?

Me muevo hacia ella otra vez y toco los botones en la computadora portátil
como si le mostrara algo.

Sus ojos me siguen, sus mejillas se calientan, y sus hombros se tensan.

—¿Qué pasa? —demanda, y sonrío cortésmente en su dirección.

1
Mors: es una bebida de fruta rusa no carbonatada preparada a partir de bayas,
principalmente de arándano rojo y arándano rojo (aunque a veces arándanos, fresas o frambuesas).
Diana hace un gesto hacia el asiento que ha dejado libre, pero la ignora y
comienza a pasear de un lado a otro.

—Tienes esta única oportunidad —le recuerda Diana.

Él sacude la cabeza.

—Iba a devolverlo.

Mentiroso.

—No pensé que se notaría y podría volver a colocarlo antes…

Ella levanta su mano para detenerlo. Hay gotas de sudor en su frente y mira
hacia la puerta.

Presiono mi mano sobre su hombro, otra de nuestras muchas señales,


haciéndole saber que me voy a buscar a Anton, el sujeto más leal de nuestro padre,
una especie de guardaespaldas.

Cuando paso a Irvac, me agarra del brazo y me tira hacia él.

—¿Qué le estás diciendo? ¿Es por tu culpa, siempre en la esquina con tu 36


maldita portátil? —dice con desdén, apretando mi brazo insoportablemente. Gimo
en contra de mi voluntad y trato de liberarme, pero él tiene su altura y fuerza sobre
mí.

—Suéltala. Ahora —exige mi hermana mientras carga la Glock desde debajo


de su escritorio, rompiendo la atmósfera tensa con el eco del metal.

Él me suelta con un duro empujón, y tropiezo hacia atrás contra una alta
biblioteca de cristal, atravesando el vidrio que llueve a mi alrededor como confeti
mortal. Los fragmentos salpican mis hombros y el impacto me roba el aliento.

Un sonido de una explosión suena en mis oídos cuando Diana aprieta el


gatillo, y el sonido de la forma pesada de Irvac cuando golpea el suelo hace que mi
corazón salte.

—Robar es una cosa, tocarnos a una de nosotras es otra completamente


diferente —dice y la furia gotea de ella con cada palabra.

La puerta se abre de golpe y Vlad está parado en la puerta, para nuestra


sorpresa. Diana no lo ha visto desde que la llevó a almorzar después del funeral de
su hermano. Quería interrogarla acerca de la cita, pero me mordí la lengua. Ella no
ofreció mucho tampoco.
Él mira el cuerpo aún caliente, y luego a mi hermana. Finalmente, sus
intensos ojos dorados revolotean hacia mí. Me fijo en sus labios carnosos mientras
pregunta casualmente:

—¿Estoy interrumpiendo algo? —Arquea una ceja, su único espectáculo de


breve diversión.

Recobro mi ingenio y recojo algo del vidrio de mi ropa. Diana se apresura


hacia mí, inspeccionándome el rostro y el cuello como una mamá gallina. Sus
gélidos ojos azules parpadean con preocupación. Mi hermana puede ser ruda la
mayor parte del tiempo, pero a veces, solo para mí, mostrará un vistazo de la chica
con la que solía correr a través de los bosques detrás de nuestra casa, mientras
pretendíamos ser reinas malvadas cazando a nuestros humildes campesinos. Casi
puedo escuchar sus carcajadas infantiles…

—¿Estás herida? —pregunta, la preocupación tira de sus cejas provocando


que frunza el ceño mientras me ayuda a ponerme de pie. Todos los rastros de la
hermana cariñosa, divertida con la que crecí se han ido. La poderosa y astuta
fuerza de mujer vuelve a estar en su lugar.

—Estaré bien —le aseguro, y mi voz es cortante. La paso, pero tengo que 37
parar cuando Vlad no se mueve de la entrada, impidiéndome huir. Lo miro,
esperando que esté estudiando a Diana o la escena que tiene delante, porque soy
invisible para él, para todos, pero nuestros ojos chocan y el mundo deja de
moverse.

Mi corazón late más lento, y la sangre corre por mis venas como el vino en
una copa durante una cena. Mirarlo de cerca es como ver las Siete Maravillas del
Mundo a la vez. Como escuchar mi canción favorita cantada en vivo y solo para
mí. Pasan los segundos, pero se sienten como horas. Sus ojos se deslizan de mis
ojos a mi nariz. Mis mejillas se calientan ante su cuidadosa inspección. En el
momento en que me sonrojo, una esquina de sus labios se contrae como si fuera a
sonreír. No lo hace. En cambio, continúa mirándome, esta vez aterrizando en mis
labios. Los separo levemente como para empaparme de él.

Puedo saborear su aliento.

Puedo sentir los latidos de su corazón.

Casi puedo escuchar sus pensamientos.

Mi propio corazón está susurrando: Reconóceme, y de repente, se aparta de mi


camino para tomar el asiento que Irvac acaba de desocupar y el momento se ha
ido. Todo el aire me deja apresuradamente, y me tropiezo desde la oficina hasta los
brazos de Anton, que atrapa mi caída.

—¿Qué pasó? —exige, moviéndome a un asiento a lo largo de la pared del


corredor.

—Está bien —murmuro—. Ha sido resuelto.

Me deja para ver cómo está Diana, y reúno mi fortaleza para pararme e ir a
mi habitación. Mientras corro por el laberinto de intrincados pasillos, trato de no
pensar en él, pero como la zanahoria colgante que nunca podré tener, los ojos
perfectos de Vlad están en primer plano en mi mente. Mirándome. Notando cada
pequeña peca que trato desesperadamente de esconder detrás de mi base.

Me quito la ropa de mi cuerpo pegajoso y siseo por el dolor de algunos de los


cortes en mi pecho. Yendo al baño, abro la ducha fría y entro debajo de su lluvia
punzante.

La sangre se aclara para mostrar pequeñas hendiduras en mi piel. Aflojo la


trenza en mi cabello y separo las hebras, dejando que el agua empape los largos
mechones rubios. A diferencia de mi hermana, tengo el cabello, la piel y el cuerpo
38
vírgenes. Los chicos nunca han estado en mi radar, aparte del encanto extraño que
Vlad tiene sobre mí. No soy fea, solo indiferente a la belleza. No trato de enfatizar
mis activos. El maquillaje es para las chicas femeninas. Yo siempre tengo la nariz
metida en libros y textos de estudio. Mi hermana dice que soy más bella que ella...
más como nuestra madre. Sé que solo lo dice para aumentar mi autoestima.
Nuestra madre es hermosa, pero siempre ha carecido de agallas, por lo que nunca
me animó a tener autoestima. Los ojos errantes de mi padre vencieron la confianza
de nuestra madre.

Cerrando el grifo, salgo de la ducha, me envuelvo en una toalla y espero a


que Diana venga y vende mis heridas. Ella es predecible, y en cinco minutos, está
empujando la puerta de mi baño con un botiquín de primeros auxilios.

—Anton se está ocupando del desastre. —Se apresura a decirme, colocando


un hisopo en mis cortes dando pequeños toques suaves. El escozor no es tan duro
como esperaba, y me encuentro jugando con la punta de la toalla.

—¿Y Vlad?

Me sonríe, y su sonrisa ilumina todo su rostro.


—Quiere llevarme a cenar. —Su alegría es palpable. Necesito estar
emocionada por ella, pero es difícil. La culpa me recorre.

—¿Siquiera te gusta? —Las palabras saltan de mis labios con un tono más
severo de lo previsto.

Ella entorna los ojos y se encoge de hombros.

—Tienes ojos, Irina. —Vaya, si te contara. Esos ojos no parecen dejar de


mirarlo cuando está cerca. Me guiña un ojo, y mi estómago se tuerce.

Él es hermoso. Como tú, Diana.

Dios, sus bebés serán impresionantes.

—No se trata solo de apariencia —replico, la amargura gotea de mi tono—. Él


es temperamental.

Su sonrisa llega a sus ojos y calienta mi corazón.

—Sería un gran partido. —Coloca un apósito sobre el último corte y se


levanta—. Padre lo aprobaría.
39
—Suenas como Vika —gruño, irritada por su respuesta—. Es de lo único que
habla cuándo estamos obligados a asistir a cualquiera de las funciones Vasiliev. —
La hermana de Vlad es una perra, simple y llana. Claro, ella desfila con una bonita
sonrisa, pero la he visto revolotear de persona a persona, susurrando mentiras a
quien quiera que escuche.

—Suficiente, Sombra —advierte, entrando en mi habitación.

La sigo, y la furia se acumula en mis entrañas.

—Deberías elegir a tu propio partido. ¿A quién le importa lo que padre


apruebe?

Se da vuelta bruscamente, con los ojos encendidos de ira.

—¡Suficiente, Irina! La vida no es tan clara y simple, y lo sabes. Ahora, vístete.


Padre quiere ver que estás bien.

Nos miramos con furia durante un largo momento.

Con una sonrisa fría que desafortunadamente coincide con la de nuestro


padre, escupo:
—Disfruta de la cena con tu partido. Avísame cuando sea la boda.

Me fulmina con la mirada, sacude la cabeza, y sale hecha una furia de la


habitación sin más palabras. En el momento en que se va, cierro de un portazo y
parpadeo las estúpidas lágrimas que se están formando en mis ojos.

40
V
CAPITULO CUATRO

El pasado...

—¿Dónde crees que guardan el vodka? —pregunta Niko, con una sonrisa en su
rostro. Le está creciendo un bigote, y se ve tan jodidamente idiota. Aparentemente, su padre
no es estricto como el nuestro. Padre dice que siempre debemos estar limpios y presentables
porque nunca sabrás a quién te puedes encontrar en cualquier momento.

—Todo lo que tienes que hacer es preguntar —murmuro, arrastrando mi mirada de


mi mejor amigo a la terraza acristalada justo al lado de la sala de estar de la casa de los
Volkov. Padre necesitaba reunirse con el señor Volkov. Insistió en que Niko y yo los
41
acompañáramos. Niko tiene algo por Diana, entonces no le importó en absoluto. Ella tiene
diecisiete, y Niko siempre tiene una erección cada vez que está cerca. Sin embargo, por
mucho que él lo odie, ella no tendrá nada que ver con su culo quinceañero. Y puede que yo
le guste por la forma en que me sonríe todo el tiempo, pero soy sensato.

Un Vasiliev tiene una reputación que cuidar.

Si padre pide que la vea, lo haré.

Sin embargo, él mantendrá sus opciones abiertas todo el tiempo que pueda, en caso de
que algo mejor aparezca. Siempre calculando tres movimientos por delante, tal como le
enseñó a Viktor y a mí en el ajedrez.

—Voy a explorar. ¿Vienes? —pregunta Niko.

Le doy un ademán de despedida.

—Estoy bien aquí.

Su mirada sigue a la mía hacia la pequeña artista, la chica sentada con las piernas
cruzadas en el suelo. Su cabello es un desorden rubio salvaje mientras pinta una imagen en
un lienzo mucho más detallado y bien hecho que cualquiera de los que he visto colgando en
nuestras paredes en casa. Es joven, tal vez de la edad de Viktor, diez u once, pero pinta
como si lo hubiera estado haciendo durante siglos. Es una de las razones por las que disfruto
venir con mi padre a sus reuniones con los Volkov.

—Es difícil creer que son hermanas —dice Niko—. Diana es tan jodidamente sexy, y
esa niña parece que tiene un padre diferente. Apuesto a que su madre se folló al
mayordomo. No hay forma de que vengan de...

—Creo que escuché al viejo Volkov decir que Diana está en la biblioteca —espeto,
cortándolo.

Se va sin otra palabra, dejándome mirar desde las sombras mientras la chica pinta un
amanecer detrás de una montaña cubierta de nieve. Los rayos son brillantes y casi una
réplica exacta de la forma que el sol entra por la ventana y se refleja en su cabello.

¿Qué haces con tus pinturas, pequeña Irina?

Como si me sintiera, se da vuelta y me mira con una expresión solemne. Hay puertas
de vidrio que nos separan, y sé que no puede ver mi rostro en este ángulo con el sol que se
refleja en ella desde el cristal. Donde Diana es toda sonrisas y ojos azules grandes y
brillantes, su hermana menor es seria. Ella mira fijamente en mi dirección, como si quisiera
que sus ojos me vieran. He visto su mirada perdida en mí cada vez que entro en una
42
habitación, estudiándome. Por un breve momento, me pregunto si alguna vez me pintó.
Estrecho mi mirada, pero no pestañeo. Si ella puede ver a través del vidrio, quiero que vea
un poco del verdadero yo, el yo que me permito ser cuando no estoy bajo el escrutinio
vigilante de padre.

Sus labios se tuercen en una mueca y sus cejas doradas se arrugan. Estoy a segundos
de entrar en el invernadero y preguntarle si le gustaría pintarme. Por alguna razón, la idea
de tener mi rostro, no el que veo en el espejo cada día, en un lienzo, es seductora.

—Chica tonta, siempre está pintando —dice Diana detrás de mí, con una sonrisa en
su voz. Me alegra que ella se preocupe por su hermana. A pesar de sus palabras, su tono
habla de amor y aceptación. Siento lo mismo por Viktor. En cierto modo, esto nos conecta.
Tal vez Diana y yo podríamos ser buenos juntos en nuestro futuro.

Si padre lo permite, por supuesto.

Las mejillas de Irina se ponen rosadas, y vuelve a su arte. Con un suspiro sofocado,
miro a Diana. Hoy, su cabello está alisado, y el castaño es atrapado por la luz de la lámpara
de techo. Tomo nota de que su cabello no tiene el mismo brillo que el de su hermana menor.
—Lo juro —dice, y sus labios rosados y regordetes se tuercen en una sonrisa—, te
vuelves más alto cada vez que te veo. —Sus dedos agarran mi bíceps a través de la chaqueta
que padre siempre me exige que use—. ¿Has estado haciendo ejercicio?

A diferencia de mi hermana, Diana realmente quiere saber. Ella no tiene ningún


motivo oculto. Me gusta Diana. Me gusta mucho.

—Sí, supongo. Me estoy preparando para Los Juegos. No falta mucho.

Su nariz se arruga con disgusto, pero fuerza una sonrisa.

—Ahhh. El segundo anual. ¿Y vas a entrar?

Hincho mi pecho con orgullo.

—Padre quiere que así sea.

La comprensión destella en su fría mirada azul. Si alguien entiende sobre crecer bajo
un hombre poderoso, es Diana Volkov.

—Ten cuidado. A algunos de nosotros nos gustaría verte llegar al otro lado.

—¿Porque te gustan mis bíceps? —bromeo con una sonrisa astuta. 43

—No, el traje. Un hombre bien vestido es un accesorio maravilloso para una dama. —
Hace un guiño, y con un movimiento de cabeza, gira sobre sus talones y desaparece dentro
de la casa. Un resplandor de cabello castaño dorado pasa corriendo a mi lado, y una capa
roja brillante fluye detrás de él. El hijo del ama de llaves favorita de los Volkov siempre ha
vivido aquí, pero por lo general no tiene permitido estar en la casa principal cuando los
Volkov tienen compañía. Vas se precipita en la terraza acristalada gritando sobre ser un
supervillano. Solo tiene diez u once años, la misma edad que Irina, y es una amenaza.
Supervillano le queda. Y fiel a la forma, él procede a aterrorizar a la pequeña Irina casi de
inmediato. Ella le chilla cuando él tira de la parte posterior de su cabello.

—¡Vas! ¡Vete o le diré a mi padre! —Sin embargo no lo hará. Si ella lo hiciera, el


pequeño sapo y su madre no estarían todavía aquí. Irina es demasiado amable para delatarlo
sabiendo que afectaría su sustento.

Él le sonríe maliciosamente y golpea con su puño a través del lienzo con un ¡A la


carga!, destruyendo la obra de arte. Ya estoy saltando allí antes de que pueda detenerme. Lo
agarro por el cuello de su camisa y lo jalo hacia mí para que estemos cara a cara.

—Si alguna vez te metes con ella otra vez o destruyes sus pinturas voy a pintar la
maldita pared con tu sangre —dijo furioso en un susurro violento. Probablemente es
demasiado, pero quiero asustarlo muchísimo, así dejará a Irina tranquila a partir de ahora.
Los ojos azules del niño se ensanchan sorprendidos, pero no con miedo. Algo no está
bien en la cabeza del pequeño tirano. Lo libero y él sale corriendo.

—Lo siento... —Mi voz se va apagando cuando noto que Irina ya no está en la
habitación—. Lo siento —me digo de nuevo a mí mismo.

Presente...

Estaciono bajo la marquesina de Myasnoy Dom, un famoso restaurante ruso


de cinco estrellas. Diana no dice una palabra, pero puedo sentir su decepción.
Cuando le pedí ir a cenar, creo que esperaba algo un poco m{s que “solo
negocios”; sin embargo aquí estamos, en un terreno neutral donde las familias
cenan y negocian. Los guardaespaldas permanecen afuera, y verifican tus egos en
la puerta. Las armas son permitidas dentro, pero bajo ninguna circunstancia deben
ser utilizadas. Nunca. Diana deja escapar un pequeño suspiro antes de mostrarme
su sonrisa perfecta, una que no alcanza sus ojos.

—Escuché que el cangrejo que recibieron recientemente es fenomenal —digo


44
antes de salir del vehículo y entregarle mis llaves al valet.

Cuando rodeo el auto, Diana ya está saliendo. Las mujeres Volkov no pierden
el tiempo en dejar que los hombres les abran las puertas. Respeto eso en Diana. A
pesar de ser la más hermosa, todavía se aferra a su fuego interior. Es una excelente
empresaria, y a menudo me he preguntado cómo lo hace. Verla sosteniendo un
arma y a uno de sus hombres en el suelo con una bala en la frente fue
sorprendente, pero no una total sorpresa. Las mujeres Volkov son conocidas por
tener columnas de acero: hacen lo que hay que hacer cuando llega el momento. Su
padre las crió de esa manera, preparándolas para hacerse cargo del negocio
familiar. Sin embargo, no tenía que haberse molestado. Una vez que lleve mi
apellido, me haré cargo de todo y llenaré su estómago con nuestro propio
heredero.

Padre finalmente ha dado la orden.

Voy a empezar a cortejar a Diana. Como si no hubiéramos sabido que esto


sucedería cuando ella tenía doce y yo tenía diez. Siempre hemos sabido que era
nuestro destino, y por ello me sorprendió que mi padre estuviera en negociaciones
para casarla con Viktor. No creo que él estuviera tan despistado sobre la atracción
de Viktor hacia el sexo opuesto como había fingido. Su idea debió haber sido más
por casarlo lo antes posible para evitar los chismes si alguna vez se supiera.
La docilidad de Diana era un contraste total con la joven Diana. Cuando
éramos niños, solía hablar todo el tiempo acerca de casarse con quien se
enamorara. Pero para el momento en que llegó a la pubertad y se convirtió en una
dama, sus puntos de vista cambiaron. El amor no es algo que tengamos el lujo de
encontrar por nuestra cuenta. Somos criados a la vieja escuela. Tenemos reglas y
tradiciones. Diana se centró en sus deberes. Ya no corría al bosque con su hermana
menor y mis hermanos. No, Diana comenzó a sentarse con su padre durante sus
reuniones. Con su espalda recta y la barbilla alzada, escuchando con atención y
asimilándolo todo. Lo sé porque observé cada uno de sus movimientos. Si tenía
que casarme con ella algún día, tenía que estar planeando, y el plan más grande era
conocer a la persona con la que me emparejaría, cada simple detalle.

A pesar de su fuego, me ofrece su codo, una muestra de respeto hacia mi


propia familia. Podemos ser iguales en un sentido, al ser ambos de las poderosas
Primeras Familias, pero no me humilla pavoneándose para avanzar, y eso me
agrada. Ese sería más el estilo de Vika. Diana inclina la cabeza y muestra cálidas
sonrisas a todo el que pasa. Es buena. Jodidamente buena. La mayoría de las
personas, hombres y mujeres, comen de la palma de su mano. Probablemente es
por eso que su padre ha dejado el negocio más en sus manos. Él siempre ha sido
una pequeña comadreja, y por lo general eso le pasa factura. Con Diana, se gana el 45
respeto en lugar de exigirlo.

—Este vestido te queda hermoso —le susurro al oído mientras atravesamos


las puertas en el ornamentado restaurante.

Ella bate sus pestañas hacia mí y me da una sonrisa que reconozco como real.

—Gracias, Vlad. Tú también te ves muy arreglado.

Contengo la risa que quiere filtrarse de mis labios. Ella nunca me ha visto de
otra forma que no fuera de traje. Nos acercamos al puesto del anfitrión donde un
hombre vestido todo de negro me hace una simple inclinación con la cabeza antes
de escoltarnos a la esquina cerca de las ventanas. Es la mesa siempre reservada
para mí. Diana se pone rígida a mi lado, pero no dice una palabra. Pasamos por su
propia mesa que permanecerá vacía esta noche. Esto se trata de unir a dos familias
ricas y poderosas. Ella lo sabe tan bien como yo, y a pesar de que fue criada para
hacerse cargo del legado de su familia, será una Vasiliev. Con ese título viene el
respeto que exigiré me muestre como su hombre y marido.

El apellido Vasiliev supera al Volkov ahora y siempre.


Aparto su silla y me aseguro que esté sentada antes de sentarme. Un mesero
llega discretamente con un poco de vino y destapa la botella frente a nosotros. Una
vez que nuestras copas están llenas, desaparece. Este restaurante no es normal. Te
sirven lo que el chef ha preparado. Cambia a diario. Esta noche, de acuerdo con la
pizarra cuando entramos, comeremos, en efecto, el famoso cangrejo.

Diana echa un vistazo al restaurante. Lo hace de una manera curiosa e


inocente, pero la conozco. Está evaluando qué familias cenan esta noche: un rápido
vistazo para ver quién está negociando con quién. Hice mi propia comprobación
cuando llegamos. Cinco familias cenan esta noche, tres de las cuales estaban
rígidas e infelices por ver a Diana en mi brazo.

Es un buen partido, sin lugar a dudas, si ya logramos enfadar a todos.

Estiro mi brazo sobre la mesa y tomo su mano, dándole un pequeño apretón.


Se trata de uno alentador de un viejo amigo a otro, pero para todos los que nos
rodean, puede parecer como el toque de un amante. Esto solidificará el hecho de
que esto no es solo una unión arreglada por nuestros padres, sino una en la que
ambos también estamos de acuerdo. Una asociación concreta. Inquebrantable e
irrompible. Definitivamente una declaración.
46
—Gracias, lyublyu. —Mi amor. Exhala un aliento nervioso.

Acerco su mano a mis labios y la beso.

—Por supuesto, moy prekrasnyy. —Mi hermosa. Me alejo y tomo un trago de


mi vino tinto. Prefiero vodka, pero no en una cita previa al compromiso. El vino
definitivamente marca el tono—. Tu padre habló contigo, ¿no?

Asiente mientras endereza sus hombros. Sus ojos azules se vuelven afilados e
intensos. Modo negocios. Admiro esto sobre la dulce Diana.

—Ahhh, lo hizo. Sin embargo, es una nueva revelación. ¿Podemos esperar un


cronograma?

—Mi padre quiere que se haga antes de los Juegos V anuales.

—Por supuesto —dice cortésmente—. Comenzaré a planear la boda. ¿Alguna


petición?

—Ninguna. —Porque no las tengo. Me voy a casar con Diana para fortalecer
nuestra posición familiar. Nada más. Hay opciones mucho peores que la Volkov
mayor. Ruslan, por ejemplo, ha sido emparejado con mi hermana, porque así lo
deseé. Opciones mucho peores, de hecho. Él está aquí esta noche con su padre y su
hermano, Ven.

—Ya veo. Un hombre simple —dice severamente, volviendo mi atención a


ella. Su tono es abrupto a pesar de la cálida sonrisa en sus labios—. Me encargaré
de que la boda sea hermosa e inolvidable. Una mujer sueña con este momento toda
su vida. —Un triste anhelo brilla en sus ojos por un momento antes de apagarse.
Sus labios se fruncen mientras me estudia—. Tengo peticiones, Vlad.

Levanto una ceja. Una revelación interesante.

—¿Sí?

—Conservaré a uno de mis hombres como mi guardaespaldas principal si


deseas que me quede con tu familia antes de las nupcias. Debes entender de dónde
vengo. —No hay malicia o acusación en su tono. Simplemente negocios. Ella
quiere protección de alguien que velará por su mejor interés sobre el mío y el de
nuestra familia, y puede tenerla, hasta que ponga ese anillo de bodas en su dedo.
En ese punto, aprenderá a someterse a mi voluntad y a obedecer a su marido.

Le sonrío.
47
—Por supuesto. ¿Algo más?

—Mi hermana —susurra, y su voz se quiebra levemente—. Me ayudarás a


asegurarme que ella no sea usada como un peón. Quiero que encuentre la felicidad
y el amor. El real, de tipo natural.

Estoy sorprendido por sus palabras.

—Irina debería casarse con un Voskoboynikov. —Y debería. Están arriba y


por encima de los Vetrov. También es por eso que hice lo que hice para asegurarme
que Vika continuara con el plan de casarse con uno de los hermanos de Niko
Vetrov en lugar de Ivan Voskoboynikov. La quería debajo de mi pulgar. Mi
matrimonio arreglado fortalecería el nombre Vasiliev. Todo lo que viniera con Vika
no era más que venganza de mi parte.

Imágenes de Irina bailan en mi mente al pensar en ella con un vestido de


novia casándose con un hombre al que apenas conoce. Él llevándola a su cama y
llegando a ser el primer hombre en tocar la delicada piel entre sus muslos.

—Vlad. —Diana sacude la cabeza.

—¿Sí?
—¿Estás bien? Gruñiste. —Arquea una ceja oscura.

Tomo un sorbo de mi vino y sonrío.

—Lo siento, no, estoy bien. Solo estaba pensando qué gran partido sería ese
para tu hermana.

Los ojos azules de Diana brillan con fuego mientras me clava una mirada
feroz. Estar bajo su mirada furiosa me da ganas de tirar del cuello de mi camisa
para poder respirar mejor y obligarla a arrodillarse para conocer su lugar cuando
esté conmigo. Puedo ver por qué dirige su negocio tan bien. Lo hace con ferocidad.
De nuevo, es bastante admirable. Tengo suerte de tenerla en mi cancha.

—Se casará con quien le plazca, Vlad. No hay negociación. Quiero tu palabra
sobre esto. La dejarás venir a vivir con nosotros y ella tendrá libre albedrío.

En esta conversación, Diana acaba de darse la vuelta y mostrarme su barriga.


Su hermana Irina. Interesante. Su pequeña sombra pura y angelical a menudo ha
sido un punto débil para mí también, especialmente ahora que se ha convertido en
una mujer. Si Diana debe ser mi esposa, también tendré que asegurarme de tener a
Irina bajo control. Haré que uno de mis hombres de confianza la siga y obtenga
48
toda la información que pueda. Diana nunca me ha demostrado que su hermana
significa más para ella que simplemente sangre. La intensidad en su mirada dice
que son más que hermanas. Mejores amigas, tal vez. Socias de negocios con
certeza. Y si me caso con una socia, necesito asegurarme de desacreditar a la otra.
Ninguna piedra queda sin remover. Nunca.

Irina es su mayor debilidad.

Y puedo ver por qué.

Ella tiene esta manera de ser.

He sido consciente de este atractivo hacia Irina desde que era un niño. Claro,
simple fascinación al principio. Curiosidad. Y luego, con su edad, llegó un encanto
tan intenso, que encontraba mis pensamientos vagando hacia ella por horas
después de haberla visto de paso solo unos segundos. Siempre asumí que mi lugar
sería con Diana, incluso desde niño, así que nunca le había mostrado a Irina el
impacto que su simple presencia tenía en mí. No está en mi naturaleza revelar mis
debilidades.

El deseo no gobierna mis acciones, y el control es una segunda naturaleza


para mí.
Irina no es mía.

No puedo tenerla, así que tendré la siguiente mejor opción.

Saco el anillo de compromiso de diamante amarillo de ocho quilates del


interior del bolsillo de mi chaqueta, y una vez más, tomo la mano de Diana. Ella
me permite deslizar la impresionante piedra en su delgado dedo anular. No es
necesaria la típica propuesta sobre una rodilla.

—Señorita Volkov —murmuro—. Te protegeré siempre, desde este momento


hasta que seas mía. Y si eso significa extender esa protección y tus deseos a Irina,
entonces que así sea. Tienes mi palabra.

Su rostro se transforma en una sonrisa impresionante que gana algunas


miradas de los hombres cercanos. Los celos no tienen cabida en mi corazón
calculador, pero el orgullo sí. Me encanta que vean que dos poderosas familias se
unen con un fuerte vínculo. A menudo, cuando las familias se unen, es por pura
necesidad. A veces odian a su pareja.

No odio a Diana en absoluto.

—Puedes tener hijos, ¿sí? —pregunto antes de poner otro beso en su mano y 49
liberarla.

Sus fosas nasales se ensanchan, su única señal de irritación.

—Valgo más que un útero funcional, señor.

Una risa estalla en mí, y asiento.

—Oh, no tengo dudas sobre eso, prometida. Simplemente estoy haciendo las
preguntas de las que mi padre quiere respuestas. —Mentiras. Ya sabemos las
respuestas porque hablé con su padre, Leonid, más sobre este compromiso de lo
que lo he hecho con ella. Ella está en perfecta salud y se le ha prohibido tener citas.
Los muchachos son una distracción, le dijo su padre, cuando de hecho él solo la
estaba manteniendo pura. Es difícil de creer que una mujer como Diana no hubiera
atendido sus necesidades. Nuestro trabajo es estresante. Pensamientos de ella
tocándose para aliviar la tensión pasa por mi mente y me lamo los labios. Estudio
sus dedos delgados mientras levanta su mano hacia la luz.

Sonríe e inspecciona el anillo.

—Esto es hermoso. —Sus ojos se levantan para encontrarse con los míos—.
Por lo que sé, estoy perfectamente saludable. —Una ceja se arquea hacia mí—. Me
reservaré para la noche de bodas, así que no tengas ninguna idea divertida. —Ja.
Ella lee mentes.

A pesar de su intento por suavizar la situación, la aprensión baila en sus ojos.


Bajo la guardia y hablo con ella, de amigo a amigo, una vez más.

—Seré bueno contigo —prometo—. Nunca te levantaré una mano ni te


lastimaré. Seré un buen marido si eres una buena esposa. —Le lanzo una extraña
sonrisa pícara—. Y me han dicho que soy un excelente amante. Si decides que
necesitas una prueba de la mercancía, sabes dónde estoy.

Deja escapar una risa lírica que una vez más atrae la mirada de muchos
hombres.

—Al menos no seré miserable por casarme con el gran Vlad. Él tiene buen
sentido del humor.

Somos interrumpidos en nuestra conversación cuando llega nuestra comida.


El mesero nos detalla cada elemento en nuestro plato y los ingredientes. Escucho a
medias mientras escaneo el restaurante. Mis ojos atrapan un par ámbar familiar.

Vika. 50

Fuego y furia llamean en su mirada. Está sentada entre Ruslan y Ven Vetrov.
Ven está en una acalorada discusión con su padre, mientras que Ruslan tiene el
brazo acomodado sobre la parte posterior de la silla de Vika. Ella no estaba con
ellos antes. Quizás estaba en el baño. Sus tetas están sobresaliendo de su vestido
rojo brillante. Ella es lo opuesto a Diana. Diana es clase, gracia y belleza atemporal.
Una adversaria digna. Un partido incluso mejor. Vika no es más que una puta. Y
verla debajo del brazo del joven bobalicón me hace sonreír.

Si las miradas pudieran matar, Vika me mataría violentamente con su mirada


furiosa. Ruslan debe sentir su repentino cambio porque la abraza hacia él. Su acné
está fuera de control. Por mucho dinero que tenga el nombre Vetrov, pensarías que
arreglarían el rostro de ese niño. Cuando miro a Ven, me sorprende por un
momento lo similar que es en apariencia a su hermano menor Niko. Niko y yo
éramos cercanos hasta que empezó a ver a Vika. Ella lo alimentó con cualquier
mierda con la que suele alimentar a los que la rodean y él se enamoró de eso. El
pobre bastardo se enamoró aún más del encanto de su gemelo.

Los pensamientos sobre mi hermano hacen que el cangrejo y el vino


reaccionen amargamente en mi estómago. Lo extraño. Mierda, cómo lo extraño.
—¿Está todo bien? —pregunta Diana. La amiga, no la mujer de negocios.

—A su debido tiempo —le prometo—. A su debido tiempo. —Cuando sea mi


esposa y pueda confiar en ella, la dejaré saber sobre Vika y la familia Vetrov. Hasta
que use mi apellido con orgullo como lo hace con mi anillo, la mantendré en la
oscuridad, donde pertenece.

Abre la boca para hablar cuando una conmoción resuena desde la cocina.

¡Pop! ¡Pop! ¡Pop!

Disparo.

Me levanto de mi silla, buscando mi arma dentro de mi chaqueta cuando


Diana se levanta también. Se sube el elegante vestido negro hasta el muslo donde
tiene una pequeña Beretta atada al interior. Sus delgados muslos dorados son una
distracción por un momento, pero luego estoy entrando sigilosamente en la cocina
con ella justo detrás de mí. Ven choca conmigo mientras intentamos cruzar la
puerta al mismo tiempo, nuestras armas desenvainadas y listas para disparar.

Un drogadicto hecho un manojo de nervios sostiene al chef a punta de pistola


y arrastra los pies de un lado a otro mientras nos asimila a todos. Está frenético, 51
sucio y cubierto de sudor. Pertenece a las alcantarillas, no al mejor establecimiento
en Rusia.

—Estoy aquí por una maldita Volkov. ¡Sé que ella está aquí! —grita—.
¡¿Dónde está Irvac, maldita puta?!

Antes que pueda formular una respuesta, Diana pasa a Ven y a mí con su
arma desenvainada. Sus palabras son frías y crueles mientras las entrega sin
miedo.

—Tu hermano era una serpiente ladrona. No te preocupes, imbécil, lo verás


en el infierno.

¡Pop!

Con impresionante puntería, le clava una bala en el ojo. Él cae al suelo y la


sangre burbujea de su cuenca. Lo mató. Dos asesinatos en un día. Diana Volkov es
despiadada, como un Vasiliev.

—¡Nada de armas! —ruge un hombre con un traje mientras entra


rápidamente desde atrás. En el momento en que pone sus manos sobre ella, mis
instintos entran en acción. Le hice una promesa a esta mujer, y tengo la maldita
intención de mantenerla.

Lo agarro por el cuello y lo aparto de ella. Mi puño se conecta con su nariz


con un crujido nauseabundo. Rota. Él se tambalea por un momento antes de cargar
hacia mí. Le lanzo otro golpe, pero me bloquea y me derriba al suelo de la cocina.
Es más grande, pero soy más astuto. Deslizo la mano entre nosotros y tomo su
garganta en un agarre violento. Él sisea, y yo lo volteo fácilmente. Con él
inmovilizado debajo de mí jadeando mientras su rostro se vuelve púrpura, busco a
Diana. Ven tiene un brazo envuelto su alrededor. Ella me mira como si estuviera
sorprendida de que simplemente la hubiera defendido.

Por supuesto que lo haré. Es mi deber ahora.

Va a ser una Vasiliev, y nadie jode con un Vasiliev.

—Vlad —dice una voz profunda y tranquila detrás de mí—. Suéltalo.

Padre.

Aprieto la garganta del idiota por un segundo más antes de soltarlo y


levantarme. Enderezo mi chaqueta y paso una mano por mi cabello para 52
asegurarme que esté en su lugar antes de acercarme a Diana y colocar un dedo
debajo de su barbilla para alzar su cabeza. Brillantes ojos azules parpadean hacia
mí. Confianza. Un destello, pero está ahí. Le doy una leve inclinación antes de
volverme para mirar a mi padre.

—Él vino por la sangre de mi prometida —le digo, con mi voz ahora
tranquila, como la de mi padre.

Sus ojos viajan al cadáver y chasquea la lengua.

—Cualquiera haría lo mismo.

Nadie ofrece la información de que Diana fue quien disparó el tiro mortal. No
es de la maldita incumbencia de nadie.

—No me di cuenta que estarías cenando esta noche —le digo, con una ligera
agudeza en mi voz. Los guardaespaldas se amontonan y comienzan a limpiar el
desorden.

Padre ofrece lo más parecido a una sonrisa que puede reunir.

—Estoy con algunos potenciales patrocinadores para Los Juegos. Estábamos


en la casa club arriba cuando fuimos alertados de un altercado.
—Ha sido resuelto —digo con frialdad mientras me enderezo la corbata.
Ofrezco mi mano a Diana. Ella sale del agarre de Ven y la toma—. Ahora, si me
disculpas, necesito acompañar a Diana a casa.

Padre asiente su aprobación y nos vamos sin otra palabra.

53
V
CAPITULO CINCO

L
as voces escaleras abajo me despiertan de mi sueño. Me pongo mi bata
de seda sobre el camisón y me froto el sueño de los ojos, comprobando
mi reloj. Todavía es temprano. Diana no debería estar en casa tan
pronto, sin embargo escucho su voz entre otras. Me apresuro para ver
de qué se trata la conmoción. Tan pronto como llego a la oficina de Diana, entro en
una escena de la que desearía poder volver a salir. Anton, mi padre, varios de los
hombres de Vlad, mi hermana y el propio Vlad hablan rápidamente y todos a la
vez. Pero lo que me hunde el corazón son Diana y Vlad y su proximidad. Ella está
hermosa como siempre usando un vestido de noche negro, pero sobre su vestido,
está usando la chaqueta del traje de Vlad como si ella le perteneciera. Mi estómago 54
se hunde. El mundo se expande a mi alrededor, y casi siento que estoy flotando.

Quiero preguntar qué sucedió, pero nadie me ve o se da cuenta de todos


modos. Aparentemente, fueron atacados en el restaurante. Diana le disparó a
alguien, y Vlad la protegió.

Está ocurriendo.

Respira.

Capto la luz de la reluciente piedra amarilla en su dedo y un dolor como


nunca antes he sentido se abre en mi pecho y el ácido se cuela.

Respira.

Están comprometidos.

Realmente está sucediendo.

Mis emociones son irracionales, y la traición me atraviesa profundamente


como un cuchillo caliente en mantequilla. Sabía que vendría. Diana me advirtió.
¿Pero tan pronto? Y verlo en carne y hueso es algo completamente diferente. Mi
pecho se aprieta y parpadeo para mantener a raya las lágrimas enojadas y
dolorosas. Él nunca fue mío. Necesito recordar eso.

Me muevo dentro de la habitación y a lo largo de la pared, quedándome en


las sombras. Mis ojos están sobre él, el que se casará con mi hermana, aplastando
mi alma con cada voto hablado. Pronto será mi cuñado. En poco tiempo, Diana
cambiará sus armas y reuniones de negocios por un vientre redondeado y la
planificación de un bebé.

Respira.

Por mucho que me gustaría tener una sobrina o un sobrino, no esperaba que
fuera así. Esto duele demasiado. Quiero que pare, quiero despertar en mi cama y
darme cuenta que esto es todo un sueño.

Vlad se aleja del lado de mi hermana para acercarse al bar en la esquina de su


oficina. Vierte dos dedos de vodka en un vaso y se lo toma. Tan pronto como lo ha
acabado, vierte más. Desesperada por ver su rostro, me deslizo hacia él. Mis pasos
no son escuchados por todos los fuertes ruidos sobre los eventos que acontecieron
esta noche.
55
Cuando me acerco a él, su aroma se fusiona con el mío, y me permito un
segundo para que me inunde. Para disfrutarlo. Su cuerpo se tensa, como si sintiera
la compañía a su lado.

—Noche interesante —murmuro mientras paso audazmente junto a él y tomo


la botella de vodka.

No muestra ningún signo de haberme escuchado. De hecho, creo que puede


estar ignorándome. Arde. Sin embargo, necesito esto para ser invisible.
Eventualmente, tal vez me desvanezca hasta convertirme en nada. Vierto más de lo
que debería en un vaso. Antes que pueda llenarlo hasta el borde, unos dedos
calientes y fuertes se enroscan alrededor de los míos y la botella es arrancada a la
fuerza de mi agarre.

—Suficiente, pequeña Irina.

Pequeña. Él dijo mi nombre.

Levanto la cabeza para mirar su rostro brutalmente guapo. El normalmente


feroz y compuesto Vlad Vasiliev está nervioso. Sus ojos ambarinos son la principal
exposición mientras resplandecen con una emoción que es incapaz de mantener
oculta detrás de su exterior normalmente relajado. Por lo general, no tiene un
cabello fuera de lugar, pero esta noche, un bucle oscuro de cabello castaño le
cuelga sobre la frente. Le da un atributo salvaje y juvenil que hace que mi corazón
se apriete con aprecio. Mis dedos pican por apartarlo de su frente. En cambio, me
bebo todo el vaso sin estremecerme ni apartar la mirada de él.

Un poco de vodka pasa por mi labio y corre hacia mi barbilla. Está a punto de
gotear de mi mandíbula cuando estira la mano con un dedo doblado y lo recoge.
Su tacto me electriza. Él lleva el dedo mojado a sus labios carnosos y su lengua
rosa sale para lamerlo de su piel. La habitación gira y el calor me inunda. Mis
bragas están empapadas y estoy horrorizada preguntándome si puede oler mi
flagrante excitación por él.

Es el prometido de mi hermana.

Su mirada se oscurece mientras desliza sus ojos de mi boca a mi garganta y a


mis pechos. Apenas están ocultos en el camisón y la bata transparentes. Mis
pezones se endurecen en respuesta.

—Ve a tu habitación —dice, con furia en su voz—. Ve a tu habitación,


pequeña Irina. Es inaceptable que uses eso cerca de los hombres.
56
Envalentonada por el vodka, lo fulmino con la mirada.

—No eres mi guardián.

Se acerca a mí, y el calor de su cuerpo amenaza con encender mi camisón en


llamas.

—Tu hermana está usando mi anillo. Todo lo que le importa, a mí también


me importa. Diana será una Vasiliev, y que me condenen si permito que su
hermana sea atrapada pavoneándose con su vestido transparente en una
habitación llena de hombres hambrientos —dice entre dientes apretados y
entrecierra sus ojos leonados hacia mí—. Ahora, vuelve corriendo arriba, antes que
termines tentando al hombre equivocado.

Mi ira se derrite mientras considero sus palabras.

¿Al hombre equivocado?

¿Así como, a él?

La esperanza, una sensación estúpida, me agarra del cuello. No puedo formar


palabras. En su lugar, bebo su elegante apariencia. Su corbata está
imperceptiblemente floja, y las mangas blancas de su camisa, salpicadas de sangre,
han sido enrolladas hasta los codos. Se restriega la mandíbula con su palma y su
antebrazo venoso se flexiona. Quedo atrapada mirando los intrincados tatuajes que
nunca pensé que existían a lo largo de sus brazos.

—Irina —gruñe.

Su voz reverbera en mi interior, y dejo escapar un gemido de dolor.

—¿Mmm?

Agarra mis caderas, clavando sus dedos en mi carne, y me da la vuelta.

—La gente te está mirando. Ve a tu cuarto.

Una risa burbujea en mis labios.

—Nadie me mira, Vlad. Soy una sombra.

Resopla, y es tan impropio de él que me vuelvo para asegurarme que, de


hecho, Vlad todavía está detrás de mí.

La intensidad en sus ojos hace que mis piernas se debiliten.


57
—Cuando miras fijamente al sol, no puedes ver una sombra. —Su voz es baja
y ronca.

Inclino la cabeza para estudiar los movimientos de sus labios. ¿Y eso que
significa?

—Ahora corre, solntce moyo. Vete. —Mi sol. No puedo respirar. Me urge para
que me mueva con un gesto de su cabeza. Me doy vuelta y tropiezo hacia adelante.
Cuando lo miro de nuevo, ya está caminando hacia la conversación. Diana le da
una sonrisa suave antes de volver a hablar con nuestro padre.

Él es de ella ahora.

Lo que sentí justo ahora fue real. No fue un juego o un movimiento ni nada
por lo que los hombres en nuestro mundo sean conocidos por jugar. Vlad me nota.
Lástima que su deber siempre prevalece, por lo que está de vuelta donde quiere
estar, con su brazo alrededor de mi hermana y una expresión estoica en su rostro.

Un rey nunca vacila.

Y Vlad Vasiliev es el hombre más majestuoso que conozco.

Yo solo soy una distracción.


Solntce moyo.

Mi sol.

No una sombra.

Sintiendo que puede ser mi última oportunidad de expresarme, le sonrío.


Nuestros ojos se encuentran, pero no muestra signos de su pequeño desliz de hace
unos segundos. Duro. Tenso. Feroz. Todas las paredes están de regreso en su lugar.

Mi sonrisa cae, y me escabullo hacia las sombras donde pertenezco.

No soy ningún sol.

Pero se sintió bien brillar como uno, aunque solo fuera por un momento.

Las voces finalmente se callan y la casa se queda en silencio. Siempre


mantengo la puerta de mi dormitorio abierta: un viejo miedo de la infancia a
quedar atrapada sola con el hombre de un viejo sueño que no pareció desaparecer
una vez que llegué a la edad adulta. Así es como escuché la conmoción más 58
temprano, pero esta noche, está cerrada. No quería que Diana o nuestros padres
me escucharan llorar mis penas en mi almohada.

¿Cómo se hace el luto de algo que nunca se tuvo?

No estoy segura, pero ciertamente estoy de luto. Me duele el corazón


físicamente. Nuestra madre se casó con nuestro padre, pero nunca hubo amor. No
como en los libros de cuentos que leíamos a escondidas. Diana me dejaba
acurrucarme junto a ella en su cama mientras leía historias de aventuras sobre
princesas que fueron valientes y aun así conseguían al apuesto príncipe al final. En
el fondo, siempre pensé que Diana y yo podríamos ser fuertes y que
encontraríamos el amor. ¿Por qué no podíamos tener ambos?

Sin embargo, nuestro mundo no es un libro de cuentos.

Los villanos merodean la noche; sin duda es más una pesadilla que un cuento
de hadas.

Nos tientan con alguien a quien podemos amar, y luego nos lo quitan. Somos
obligadas a seguir reglas que sangran la felicidad directamente desde nuestra
médula.

Debo aceptar que no hay finales felices para las chicas Volkov.
Hay un ligero golpe en la puerta, que me saca de mis pensamientos internos,
y mi hermana llama a través de la madera que nos separa.

—Irina, ¿estás despierta?

Me quedo quieta y callada, esperando que se vaya.

No tengo tanta suerte.

La manija de la puerta se gira, y la abre, dando un paso dentro de mi


habitación.

—¿Sombra?

Contengo la respiración y la escucho suspirar antes de irse, cerrando la puerta


detrás de sí. Inhalo para llenar mis pulmones hambrientos, y luego me inclino para
encender la lámpara. Dejo salir un chillido sobresaltado cuando veo a Diana
sentada en la silla en la esquina de la habitación, devolviéndome la mirada. Es
extraño verla en la esquina, pero no se ve como una sombra. Ella domina el
espacio. Mi hermana lo posee.

Al igual que como posee mi futuro. 59

Trago el dolor y encuentro su triste mirada.

—Te conozco de toda la vida, Irina —dice pesadamente, con sus cejas oscuras
fruncidas. Me recuerda a cuando éramos niñas y ella se preocupaba por mí. Tan
maternal y amorosa—. Sé cuándo estás durmiendo y cuándo no.

Los nervios bailan en mis entrañas como si hubiera un desfile dentro de mí.

—Estoy cansada, Diana —grazno, y los sentimientos de traición hacen


temblar mi voz—. ¿Qué es lo que quieres?

Se pone de pie, y me siento, bajo mi mirada para no tener que mirarla


directamente.

—Sé que no apruebas mis elecciones.

Suelto una risa descorazonada.

—No es tu elección. Ese es el punto.

—Padre no me obligaría a hacer esto, Irina, entonces es una elección y he


hecho lo correcto para las dos. —Su voz es firme e inflexible. Me enfurece que se
esté comportando como ellos. Como nuestra madre. Entregándose y dejando que
los hombres entren en nuestro mundo y controlen nuestro futuro.

Mi cabeza se levanta para mirar sus ojos azules.

—¿Qué significa eso?

Sentándose en la cama frente a mí, toma mis manos y sonríe.

—Vas a mudarte a la propiedad de los Vasiliev. No habrá arreglos


matrimoniales para ti. Harás tus propias elecciones cuando estés lista para esas
cosas. —Me sonríe como si yo fuera una prisionera y me acabara de ofrecer mi
libertad. Pero está equivocada. No tengo planes de someterme a la voluntad de
nuestro padre o la de cualquier otro hombre que piense que mi herencia y mi
apellido serían un buen negocio para él. No puedo mudarme a la casa de los
Vasiliev con ella. Estar cerca de Vlad constantemente, estar cerca de sus cosas, su
olor. ¿Observar cómo se unen y se enamoran? ¿Verlo tocarla en las formas que
quisiera que me tocara a mí? Sí, claro. Eso es tortura. Tortura cruel. Ojalá hubiera
tenido el coraje de decirle lo que sentía por Vlad cuando éramos más jóvenes, así
esto no estaría sucediendo ahora. Ella no me lastimaría así si supiera que está
haciéndolo. 60

—¿Lo amas? —me encuentro preguntando, aunque sé que no lo hace. No


todavía, de todos modos.

La esquina de sus labios se eleva y levanta un hombro encogiéndose.

—Aprenderé a hacerlo. —Se inclina hacia adelante y comienza a hacerme


cosquillas, lo que me hace temblar y chillar en rendición. No ha estado tan
juguetona desde que éramos pequeñas, y es refrescante. Me recuerda que nuestra
hermandad es todo.

Tal vez si ella puede aprender, yo también pueda aprender.

Aprenderé cómo no amarlo.

—Si él sigue besándome como lo hizo esta noche, puede ser más pronto que
tarde —admite con una risita, tirando de mí en la cama y colapsando junto a mí en
mi almohada. Los dos miramos al techo, respiramos pesadamente por el esfuerzo.
Sus palabras juguetean en mi mente.

Él la besó.

Se besaron.
Mi ritmo cardíaco se acelera al imaginarme cómo se sentirían sus labios
presionados contra los míos. Sedosos. Húmedos. Dominantes.

—¿Cómo fue? —pregunto. Sin querer saberlo, pero desesperada por hacerlo.

La diversión se evapora y el silencio cae. Juro que puedo escuchar el latido de


mi propio corazón tronando en mi pecho.

—Suave, pero fuerte —murmura, colocando las yemas de sus dedos sobre sus
labios—. Apasionado e intenso. —Se sienta y se inclina sobre mí—. Así. —Se
inclina y pone sus labios sobre los míos, empujando con fuerza, y todo lo que
puedo pensar es que sí saben a Vlad.

Ella se retira y sonríe.

—Pero con lengua —bromea, chasqueando la lengua para lamer la punta de


mi nariz. Chillo, y ella comienza a atacar mi rostro, lamiendo mi mejilla y mi
frente.

Esta es la hermana que amaba y extrañaba.

Últimamente, ha sido uno de ellos, pero ahora... en este momento, es solo 61


Diana.

—¡Basta! ¡Basta! —grito, riendo.

Me inmoviliza los brazos para que no pueda detenerla, y cuando finalmente


cesa su ataque, me mira. Sus cejas están hundidas y sus ojos están enfocados y son
serios.

—Siempre seré tu hermana mayor —promete—. Siempre haré lo mejor por ti.
Lo prometo, este matrimonio no nos cambiará.

Quiero que sus palabras sean verdad tan profundamente, pero mi corazón se
está marchitando, y ella no ve que me estoy muriendo por dentro. Estar cerca de él
será brutal.

¿Pero estar cerca de mi hermana?

Definitivamente valdrá la pena el dolor.

—Está bien, iré contigo —le susurro.

Muestra su sonrisa de mil megavatios y salta de la cama.


—Consigue dormir un poco, pequeña sombra. Tenemos una gran tarea por
delante.

Sí, la tenemos.

62
CAPITULO SEIS
V
E
sta noche fue un desastre. Primero, el idiota en el restaurante que
causó que se rompieran todo tipo de códigos de honor, luego tuve que
llevar a Diana a casa solo para encontrarme en una situación con Irina
que puso a prueba mis límites.

Su camisón apenas la cubría, y era tan inconsciente de su propia belleza en


exhibición para que todos la vieran, que era exasperante y tentador. Demasiado
jodidamente tentador. Nunca me costó levantar la guardia antes, mantener la
indiferencia en mis rasgos.
63
Ella no puede saber que me afecta de ninguna manera.

Nadie puede.

Diana, en especial, no puede saber que deseo a su hermana de una forma en


que quizás nunca la desearé a ella. Solo causaría conflictos. Ella no puede saberlo,
para mí, ella es la sombra. Y aunque es mi pareja, su hermanita siempre tendrá algo
que nunca le daré a ella o a ninguna otra.

Solntce moyo... qué brillante brillas.

Cuando finalmente se fue para regresar a su habitación, me ajusté


discretamente y tomé mi lugar justo al lado de Diana. Entonces, cuando surgió la
oportunidad, la arrastré lejos de su padre y presenté mis excusas para irme.

Ahora, estoy parado aquí con imágenes de Irina atormentándome cuando


miro los labios gruesos de Diana. Se parecen mucho a los de su hermana, solo que
están ligeramente hacia abajo cuando los de Irina son hacia arriba. Esto... esto aquí
mismo, no puede suceder. Compararlas y pensar en Irina cuando miro a Diana.
Pensar en la forma en que la onda de sus tetas se movía con los rítmicos golpes del
latido de mi propio corazón cuando estábamos tan cerca.

Maldición.
Alzando mis manos para tomar el rostro de Diana, estrello mis labios contra
los de ella. Duro, profundo, brutal. Separo sus labios con un golpe de mi lengua.
Ella sabe al vino tinto que ha estado bebiendo y es agradable. Sus labios se mueven
contra los míos con facilidad. Estoy definitivamente seguro que no es su primer
beso.

Ella definitivamente no es el mío.

Cuando me alejo, sus ojos están vidriosos, y por una vez, no está tan
compuesta. Sus labios están hinchados, y su lápiz labial rojo está un poco
manchado alrededor de su boca.

—Buenas noches, prometida —pronuncio, probando la palabra.

—Buenas noches —murmura, y palidece cuando su padre y su número dos,


Anton, vienen caminando hacia nosotros. Es posible que hayan visto nuestro
pequeño espectáculo, pero ella es legalmente mía ahora. No la estaba manoseando
como dos adolescentes en un baile. Alcanzo su mano y le doy un apretón
tranquilizador.

Entonces, me despido.
64

Cuando llego a casa, está en silencio. Una punzada me aprieta el estómago


cuando paso la sala de juegos y la risa de Viktor no se filtra por las puertas. Han
pasado dos meses, pero extrañarlo no se ha vuelto más fácil. Mis pies flaquean
cuando llego a la cocina y encuentro a la sirvienta colocando un sándwich delante
de Veniamin Vetrov.

¿Por qué demonios está aquí?

Mi interés se ha despertado mientras abro la nevera y saco dos botellas de


cerveza. Normalmente no soy un bebedor de cerveza, pero con Ven, no siento la
necesidad de pretender. Él y yo nos conocemos hace mucho tiempo. Puedo
relajarme un poco y ser solo yo, el yo debajo del traje de poder.

—¿Hambriento? —Levanto una ceja y le doy una botella.

Ven puede ser intimidante para la mayoría. Tiene la locura Vetrov encima.
Con barba y aparentemente descuidado. Apenas contenido debajo de un costoso
traje de Armani y zapatos de cuero italianos de mil doscientos dólares. Recuerdo al
Ven adolescente, cuando éramos más jóvenes, corriendo por el bosque en la nieve.
Mayor y más feroz que cualquiera de los otros chicos, incluyéndome a mí. Ven era
el único estúpido en correr por la nieve sin una camisa puesta. Como si eso lo
hiciera más rudo. En aquel entonces, prácticamente no tenía cabello como el resto
de nosotros. Ahora, su barba y su cabello rebelde coinciden con ese niño salvaje
que recuerdo. Su padre puede obligarlo a usar un traje e inculcarle modales, pero
Ven sigue siendo el buitre despiadado que la cima de su familia enuncia.

La toma con una sonrisa pícara, y sus dedos tatuados se enroscan alrededor
del cuello de la botella. Me hace preguntarme qué piensa el viejo Vetrov sobre los
tatuajes de su hijo mayor. Mi propio padre odia los míos, por eso trato de
mantenerlos ocultos debajo de mi traje. Ven usa los suyos, exponiéndolos para que
todos los vean.

—No pude terminar mi cena.

Ahhh, por supuesto que no.

El pequeño asesinato de Diana arruinó más noches además de la mía,


aparentemente.

—¿Cómo está? —Se está refiriendo a Diana. Al igual que yo, la conoce desde
65
que éramos niños, y si mal no recuerdo, solía molestar a Niko por su
enamoramiento con ella.

—Está bien. Es fuerte y mortal como tú sabes.

Hay cariño en sus ojos cuando hablo de Diana, y sé que se reflejan en los
míos.

—¿Ty khochesh’ yest’, señor Vasiliev? —pregunta la sirvienta, mirándome


con ojos de gacela. Está mucho mejor que la chica a la que reemplazó, quien
aparentemente tuvo un accidente en esta misma habitación.

—No, no quiero comer. Puedes retirarte.

La vemos salir corriendo antes que Ven asienta en señal de aprobación.

—¿Crees que son reales? —Sé que está hablando de las tetas de la chica sin
que tenga que explicarse. Son inusualmente grandes en un marco tan pequeño.

—Dudo que pudiera pagar el aumento de pechos —ofrezco.

Parece reflexionar sobre ese pensamiento.


—Tal vez las compraste para ella —medita en voz alta—. Vi la forma en que
Rada te miraba. —Sonríe mientras toma un trago de la botella de cerveza. Por
supuesto, él sabe su nombre. Ven parece saber el nombre de todos. Es cierto que es
algo en lo que es mucho mejor que yo. La gente.

—Pagarle a los sirvientes por placeres siempre fue el estilo de Niko, no el mío
—digo negándome a decir su nombre, mostrándole que no creo que se merezcan
que sepa su nombre en absoluto.

Se ríe, fuerte y honesto.

—Él era conocido por perseguir a la ayuda. Una vez, lo atrapé con su polla
entre el colchón y la base de su cama, pajeándose. Incluso le había pagado a
Ursula, nuestra cocinera de cincuenta años, para que le metiera una zanahoria por
el culo.

Casi me atraganto con esa imagen.

Él solo sacude la cabeza.

—Es verdad. Tenía diecisiete. Nuestra madre, que en paz descanse su alma,
habría matado a esa mujer si hubiera vivido lo suficiente para averiguarlo, y me da 66
miedo pensar lo que habría hecho nuestro padre si hubiera conocido esa
información.

—¿Una zanahoria? —resoplo.

—Me quitó las ganas de comer en casa, te puedo decir eso —agrega,
terminando el emparedado—. Lo extraño.

Asiento.

—Como yo, moy drug. —Mi amigo—. ¿Cómo se está acomodando Vika? —
digo con una sonrisa de suficiencia, ganando una mirada asesina.

—Pensé que con la desafortunada muerte de Niko, estábamos libres de esa


mujer —gruñe.

—Al menos no será en tu espalda en la que colocará el cuchillo.

Se traga los restos de su botella antes de apoyarla contra la encimera de


granito con un tintineo.

—Es verdad. Debo admitir, pensé que podría haber sido presentado como
una opción. Que yo me casaría con tu hermana menor. Y sin faltarte el respeto,
Vlad, pero de hombre a hombre, de amigo a amigo, prefiero casarme con una
campesina que con esa mujer.

—No me ofendo. —Levanto una ceja hacia él—. Pero me debes una.

Sus cejas oscuras se juntan y asiente. Me encanta la sensación de tener poder


sobre alguien. Y los favores debidos son mis favoritos.

—Deberías vigilarla de cerca —le digo—. Es astuta y usualmente obtiene lo


que quiere. Lo tenía planeado contigo por un tiempo.

—Soy muy consciente de lo que es capaz de hacer —refunfuña—. No te


preocupes por eso.

Su tono implica que hay más en lo que él quiere decir.

¿Sabe lo que hizo Vika?

Lo estudio mientras se pone de pie.

—Me iré entonces.

—¿Tan pronto? —me burlo y salgo de la cocina, sabiendo que me seguirá. 67

Siempre lo hace.

Cuando conoces a un hombre tanto como yo, lo has descifrado


completamente. Y Veniamin Vetrov no es diferente. Lo he estado estudiando desde
que yo era un enano y sabía que quería crecer para ser un rudo como él... pero
mejor.

Subiendo las escaleras de dos en dos, sonrío cuando escucho sus pisadas
detrás de mí. Juntos, caminamos por el pasillo en el ala norte hacia una de nuestras
muchas habitaciones extras y giro el picaporte. Reviso rápidamente mi reloj y mi
sangre se apresura directamente a mi polla cuando escucho el silbido de la ducha
desde el baño de la habitación. La sirvienta, o Rada, como tan amablemente me
recordó Ven, usa esta ducha cada noche a la misma hora, justo después de su
turno. Los cuartos de los sirvientes no están a la altura de sus estándares
aparentemente. Ella no sabe que conozco sus trucos, pero este lugar tiene cámaras
en cada esquina.

No hay un rincón que no pueda ver.

Mis ojos están en todas partes.


Ven conoce este juego. Es uno que hemos jugado antes. Él me palmea el
hombro y susurra:

—Uno por los viejos tiempos.

Me muevo por la habitación y me siento en el lujoso sofá junto a la cama. Ven


se sumerge en las sombras y esperamos. Pacientes, como los depredadores que
somos.

Finalmente, la puerta se abre, y allí está: sus enormes tetas y su pequeño


cuerpo confinado en una toalla que apenas la cubre. Su cabello oscuro está mojado
y se adhiere a su piel. Ella me ve casi al instante justo como lo planeé.

—Señor Vasiliev —dice con un susurro, agarrando fuerte la tela.

—Acércate —ordeno, y ella no cuestiona las instrucciones. Sus piernas


cumplen mientras se mueve hacia mí, deteniéndose a mis pies—. ¿Quieres jugar un
juego, malyshka? —Niña. Arqueo una ceja hacia ella.

Su respiración aumenta, y esas tetas reales comienzan a moverse a gran


velocidad. Abre su toalla y la deja caer al piso.
68
Lo tomaré como un sí.

Asiento y me levanto. Ven se mueve desde la oscuridad, como si hubiera sido


materializado allí, y camina silenciosamente hacia ella. Ella no lo sabe, sus ojos
están fijos en mí.

—¿Te gustan los juegos, malyshka? —murmuro, inclinándome en su espacio,


para que mi aliento pueda dispersarse sobre su carne enfebrecida. Su piel florece
con diminuta piel de gallina mientras su labio inferior tiembla de necesidad.

—Da —confirma ella. Sí. Bien, yo también.

Las manos de Ven rodean su cuello desde atrás, tirando de su cuerpo


sonrojado contra el suyo. Ella entra en pánico y alcanza sus manos, pero la
detengo, tomando las suyas en las mías.

—No luches, Rada.

—Es mejor cuando lo hacen —gruñe Ven.

Ella comienza a golpear con sus piernas hacia atrás, tratando de patearlo sin
éxito. Sus ojos brillan y su piel se ruboriza de un hermoso color rojo oscuro. Hago
un gesto con la cabeza hacia Ven, y él suelta su cuello, pero envuelve un brazo
alrededor de su cintura para mantenerla erguida. Ella inhala aire, sedienta de él.

—¡Ublyudok! —Bastardo. Su voz es ronca por haber sido ahogada.

Ven se ríe.

—Me han dicho cosas peores.

—¿Lo sientes? —le pregunto, colocando una palma en su corazón. Sus ojos se
inundan y me mira, herida—. ¿El aire que succionan tus pulmones? ¿La sangre
corriendo a través de tus venas, alimentando tu corazón? Permanecer en la cúspide
es éxtasis. Un regalo. Persigue el placer, maylshka.

Las manos de Ven se envuelven alrededor de su cuello una vez más, y esta
vez, ella no lucha contra eso. Sus pezones están duros y desesperados por alivio, y
sin sumergir mis dedos dentro de ella, sé que su coño estará goteando con sus
jugos. Sus labios, hinchados y palpitantes, suplican ser llenados y follados hasta
quedar en carne viva. Las venas en sus ojos casi ondulan mientras lucha por
mantenerlos bien abiertos, mirándome fijamente.

Él la lleva un poco más lejos, haciendo que su cuerpo se sacuda y en su piel 69


florezcan tonos púrpura. Cuando la libera, ella se ahoga, tosiendo y escupiendo.

Está lista.

La agarro por debajo de las axilas, levantándola y arrojándola en la cama. Su


cuerpo aterriza con un suave golpe. Las almohadas caen al suelo mientras se
desliza sobre las sábanas de satén. Merodeo por el borde de la cama mientras Ven
se quita la camisa. La tinta en su piel cobra vida con sus movimientos. Ella está
jadeando, y su cuerpo está temblando antes que él siquiera se le acerque.
Separando sus piernas, ella lo invita entre ellas, pero sus ojos están pegados a mis
movimientos. Jadea cuando él suelta su polla de la cremallera de sus pantalones.
Veniamin, como yo, no decepciona en ese departamento.

—Date la vuelta —exige con un gruñido.

Cumpliendo, se mueve hasta colocarse sobre sus manos y rodillas. Su culo


está en el aire y sus pesadas tetas tiran de su pecho hacia el colchón. Él entra en ella
duro y brutal, abofeteando su culo cuando lo hace. Ella grita, y luego lloriquea.
Agarrando un puñado de su cabello goteando, tira de su cabeza hacia atrás,
haciéndola jadear. Aflojando mi corbata, la libero de mi cuello y me acerco a la
cama. Sus ojos me siguen y bajan a mis pantalones. Quiere estar llena de polla.
Arrodillado en la cama frente a ella, agarro su mandíbula y hago un gesto con la
cabeza hacia Ven para que disminuya sus embestidas, así puedo meter mi corbata
en su boca.

Dentro, dentro, dentro, hasta que se ahoga.

Sus ojos se inundan de lágrimas y el pánico destella brevemente en ellos.

Gime algo alrededor de la tela, pero sus palabras no importan. Pellizco su


nariz con el índice y el pulgar, cortando su suministro de oxígeno. Las caderas de
Ven se clavan dentro de ella mientras su mano se desliza debajo para pellizcar y
abofetear su clítoris. Cuando las lágrimas se desbordan y caen por sus mejillas, me
acerco a su rostro para observarlas liberarse. Sus párpados revolotean y sus labios
comienzan a cambiar de color. Ligeramente azules al principio, y luego más
oscuros con cada segundo que pasa. Su cuerpo está cediendo el paso al ardor en
sus pulmones. Su cerebro hambriento hace que sus ojos se caigan por el
agotamiento. Las embestidas de Ven ganan impulso mientras tomo la pieza de tela
de la corbata y lentamente la saco para que coincida con cada sacudida hacia
adelante de sus caderas. Ella toma una bocanada de aire y escupe con cada
centímetro que libero. Cuando está completamente fuera, grita su orgasmo al
70
mismo tiempo que está intentando reponer su cuerpo con aire.

Mi propia polla se sacude en mis pantalones, ansiosa por llamar la atención,


pero la ignoro por ahora.

Me encanta el color de sus labios.

Azul. Azul. Tan azul.

Suspiro porque, a diferencia de Ven, no voy a tener un orgasmo con una


hermosa mujer.

Ella se derrumba en la cama mientras su cuerpo se estremece de placer. Sus


gemidos hacen eco alrededor de la habitación, convirtiéndose en sollozos de
éxtasis. El orgasmo fue tan intenso que es como masilla cuando Ven la gira sobre
su espalda y se extiende a horcajadas sobre su pequeño cuerpo. Él empuja su polla
entre sus tetas bamboleantes y las folla, apretándolas para que envuelvan su polla.
Él se frota un par de veces, y luego pinta su rostro con cintas blancas de semen.

Salgo de la habitación, cerrando la puerta detrás de mí, pero todavía siento


que ella me busca mucho después de haberme ido.

—No me follo a las empleadas domésticas, maylshka —le digo a nadie.


Una vez en mi propia habitación, me libero de mi armadura y me ducho. Las
gotas son frías y castigadoras. Pensamientos de Irina me asaltan endureciendo mi
polla. ¿Todavía me miraría con tanta devoción y necesidad si supiera que me gusta
ver las lágrimas de una mujer antes de ver su placer?

Lo dudo, y ella nunca lo descubrirá.

En lugar de pensar en la dulzura, la perfección y los pequeños pezones a


través de un vestido sedoso, empuño mi polla con imágenes de labios azules y
tetas gigantes y bamboleantes. No es lo que quiero, pero funcionará.

Saco toda distracción de mi mente y pienso en el control. Fuera lo que fuera


lo que hubiera entretenido brevemente en mi cabeza con Irina, no fue más que un
pequeño lapsus. Soy un Vasiliev. No perdemos nuestro control. De hecho, no
perdemos en absoluto.

Es hora de dejar de pensar como un cobarde y comenzar a jugar como un


maestro.

71
V
CAPITULO SIETE

D
iana está en una acalorada conversación con Anton cuando llego a su
oficina después de un desayuno tardío. Estoy agotada por las
revelaciones de anoche. No es típico en mí, pero por una vez, dormí
hasta tarde.

La conversación parece tensa si me guío por la frustración grabada en los


rasgos de Anton. Me deslizo dentro y me siento. Ambos me ignoran, pero mi
presencia es conocida. Diana está sentada detrás de su gran escritorio y gesticula
para que Anton se vaya con una inclinación de la barbilla.

Él no se mueve durante unos buenos cuatro segundos. Lo sé porque los 72

cuento.

Eventualmente, con un suspiro casi imperceptible, se levanta y se aleja. Sus


pisadas son pesadas con la intención de mostrar su disgusto ante lo que sea que
hayan discutido. Probablemente planea hacer que nos acompañe a la finca
Vasiliev. No es el trabajo al que está acostumbrado o incluso para el que es
adecuado, pero es el que hará si ella lo ordena. Anton es la mano derecha de padre.
Él hace todo el trabajo sucio de nuestro padre y lo hace con una sonrisa y un
asentimiento. Así que no hay duda de que cumplirá y nos acompañará. Diana se
asegurará de que padre también piense que es una buena idea. Diana siempre tiene
sus métodos con los hombres y nuestro padre no es inmune a su encanto.

—Te ves tensa —le comento, mirándola en busca de signos de querer echarse
para atrás.

—Hay mucho para lo que prepararse. —Su suspiro es pesado y resignado. Ya


no es más la mujer cautivada y emocionada de anoche.

Me levanto y camino hacia ella, sentándome en la esquina de su escritorio.

—¿Anton no quiere jugar al guardaespaldas para nosotras? —pregunto en un


tono juguetón, pero no rompe su humor agriado.
—Anton hará lo que le digan —dice entre dientes apretados; su voz es fría e
inquebrantable.

Levantando las manos en señal de rendición, regreso a mi silla.

—Como todos lo hacemos —le espeto.

Golpea su pluma contra el escritorio.

—Ahora no, Irina. Si vas a ser una mocosa, puedes trabajar desde tu propia
oficina.

Me quedo boquiabierta ante su arrebato. Mis ojos se dirigen a la puerta


contigua que separa nuestras oficinas. Nunca he usado la mía. Nunca. Ni siquiera
he estado en esa oficina desde que me la asignó mi padre hace más de un año. Ella
y yo trabajamos juntas. Es lo que hacemos.

Me duele el pecho, pero creo que está mintiendo. Me levanto y me muevo


hacia la puerta. Le enseñaré a Diana que no toleraré que me ataque como si fuera la
empleada doméstica. Antes que mi mano toque el picaporte, corre hacia mí.

—Detente —grita, y su voz se quiebra—. No quise decir eso. —Está parada 73


entre la puerta y yo, frunciendo el ceño con preocupación.

—Sé que no lo hiciste —digo entre dientes apretados—. Así que no digas
cosas que no quieres decir.

Se acerca y me aparta el cabello, colocándolo detrás de mi oreja.

—Está bien. Lo siento. No eres tú. —Suspira y toca sus labios con la yema del
dedo, su anillo de compromiso de diamantes amarillo canario se refleja
brillantemente—. Estoy un poco estresada.

Doblo los brazos y doy un par de pasos hacia mi silla. Ella camina de regreso
a su escritorio. Me giro abruptamente y abro la puerta de mi oficina. Su jadeo es
audible, y se apresura a cerrar la puerta. Sus ojos están tan redondos y brillantes,
que parecen lunas llenas.

—Yo-yo-yo duermo allí a veces —balbucea, y su voz titubea por los nervios—
. Cuando estoy trabajando hasta tarde en la noche.

Aunque es rápida para cerrar la puerta, ya he escaneado y almacenado


mentalmente lo que hay dentro.
Hay una cama que se extiende desde la pared del fondo, donde una vez
estuvo mi escritorio. Las cubiertas están desordenadas, y si no me equivoco, lo cual
nunca hago, hay un par de bragas partidas a la mitad al pie de la cama.

—Sombra —dice mi sobrenombre desesperadamente, y entonces me doy


cuenta que no he hablado. Cuando miro hacia su penetrante mirada, veo miedo.
No es algo que alguna vez haya visto en los ojos de Diana. Ella siempre es tan
segura de sí misma. Tan tranquila y lista—. A veces duermo allí cuando trabajo
hasta tarde —repite, como si volver a decirlo me hará creer de alguna manera esas
palabras.

Su habitación está a unas pocas puertas de distancia. No hay necesidad de


dormir allí. No me creo su historia.

—Irina, por favor —suplica; su voz es un susurro nervioso. Entiendo las


palabras no pronunciadas en su tono.

Por favor no hagas preguntas.

No le digas a nadie.

Nunca más vuelvas a mencionar esto. 74

Antes que pueda evocar un pensamiento, chillidos hacen eco por los pasillos.
Reconozco la voz de nuestra madre y me giro para seguir la interrupción. El
profundo tono de mi padre brama desde su oficina, y cuando llegamos a la puerta,
está entreabierta. Los sollozos de nuestra madre rebotan a través del espacio
abierto.

—¿Cómo pudiste no haberlo sabido? Luce igual a ti —llora.

—No tengo el hábito de mirar a los criados, Olga. ¿Me estás diciendo que lo
sabías? —gruñe.

—¿Crees que no puedo ver los ojos de mi propio marido mirándome? ¿Por
qué crees que los despedí?

—¡Vy Kunt! —Zorra. Su rugido resuena en las paredes y el chasquido de su


mano conectando con su carne es fuerte. Empujo la puerta para ver a nuestra
madre inclinada sobre su escritorio sosteniendo su mejilla.

Los ojos de nuestro padre se dirigen a mí, y luego a Diana, quien me siguió
adentro.
—¿Qué está pasando? —digo jadeando. Escaneo la escena delante de mí,
asimilando todo. Cuando mis ojos se posan en el hombre que está parado al lado
de nuestro padre, se me revuelve el estómago.

Él es tan familiar, lo reconozco al instante.

Vas.

Siempre estaba cerca de nosotras cuando éramos niñas. Un maldito pequeño


mocoso. Su madre era nuestra doncella más apreciada y la amábamos. Lloré
durante semanas cuando mi madre nos dijo que se había ido a trabajar a otro lado.
Ahora, mirándolo, veo a nuestro padre en cada centímetro de su rostro, su
complexión... maldición, incluso su postura es una réplica exacta.

—Chicas, esta no es la forma en que quería que escucharan esto... —Antes de


que él pueda terminar, nuestra madre se endereza, se pasa las manos por la parte
delantera de su elegante vestido, y se vuelve hacia nosotras.

—El hijo bastardo de su padre ha regresado al redil, moi docheri. —Hijas


mías—. Para quitarles el reino.

—Suficiente —grita padre su advertencia. 75

Ella siempre ha sido débil, pero en este momento, es fuego y belleza. Es


Diana. Feroz y formidable.

—Mírenlas —canturrea Vas, sosteniendo sus manos frente a él—. Tan


crecidas. Tan hermosas.

—Otets2 —dice Diana con un jadeo. Nuestro padre reacciona a su llamada


dolida y se mueve hacia ella, tomando sus manos.

—Descubrí recientemente que Vas es, de hecho, el resultado de mi


indiscreción —admite padre.

—Ella sabe que te follas a las criadas —espeta madre—. No son ciegas o
estúpidas. —Se estremece, y todo el fuego se apaga cuando padre deja caer las
manos de Diana y se mueve desenfrenadamente hacia ella.

—Ostorojno, jenshina. —Cuidado, mujer.

2Otets: Padre en ruso.


—¿Por cuánto tiempo lo has sabido? —Encuentro que las palabras caen de mí
mientras los últimos meses se reproducen una y otra vez en mi cabeza.

—Casi un año —responde Vas por nuestro padre.

¿Casi un año? Bastardo.

Es por eso que de repente quiere empeñarnos como piezas de ajedrez. No


necesita hijas. Tiene el hijo que siempre quiso. El vómito amenaza con derramarse
de mis labios. No le daré a Vas o a nuestro padre el placer de verme
fragmentándome; toda mi infancia se dispersa y se aleja como el humo de un
fuego.

Ha pasado una semana completa desde que mi padre dejó caer la bomba. Y
una semana fue todo lo que tomó para que empacáramos para mudarnos a la finca
Vasiliev. Padre estaba extremadamente entusiasmado cuando nos acompañó a
nuestro nuevo hogar. Está consiguiendo lo mejor de ambos mundos. Dos hijas que
puede tratar de usar como espías para obtener la sartén por el mango, y ahora un
hijo para gobernar el imperio que deja. 76

Lo odio.

Odio tanto a mi padre que podría gritar.

Y toda la furia de mamá murió una vez que la puso en su lugar. Ella se retiró
a su habitación y ahogó sus penas en el vodka más caro de padre, tomando
pastillas para el dolor como si fuera su trabajo. Eso es bueno ma. Esconderse detrás
de una bruma de entumecimiento mientras tus hijas son enviadas a la refriega para
hacer el trabajo sucio.

Cuando entramos en el adornado vestíbulo de la casa Vasiliev, me doy cuenta


que esta casa es cualquier cosa menos una pocilga. Todo es costoso y bien cuidado.
El servicio mira con disimulo desde las esquinas, tratando de echar un vistazo a los
nuevos premios que Vlad ha adquirido.

Eso es lo que somos, después de todo.

Premios.

Después de ver a Vas con mi padre y la forma en que mi madre se comportó


la semana pasada, tengo el corazón amargado y enojado. Diana se ha refugiado en
sí misma, pero yo estoy efervescente de ira. Esta vida que padre ha creado para
nosotras es una mierda. Sí, fuimos mimadas con todo lo que el dinero puede
comprar, pero no puede comprar la felicidad. Demonios, ni siquiera puede
comprar que estemos contentas. Nos estamos mudando a la mansión del enemigo
y se espera que nos comportemos.

Ya me cansé de comportarme.

—Por aquí —dice una mujer con grandes tetas y una sonrisa forzada. La
seguimos a través de una serie de pasillos hasta que se abren en una nueva ala de
la casa—. Esta es el ala norte. Cinco dormitorios, cinco baños, una pequeña cocina,
una biblioteca, una oficina y una sala de estar. Espero que estas instalaciones les
complazcan. —Otra sonrisa falsa—. Los baños, especialmente, son bastante
agradables.

Diana asiente y le devuelve la sonrisa. La sonrisa de mi hermana es hermosa.


Falsa igualmente, pero espléndida.

—Gracias, cariño. Esto es más que encantador.

—Soy Rada —dice la mujer—. Si necesitan algo, por favor presionen el botón
en cualquiera de los paneles en cada habitación y estaré a su servicio.
77
Cuando la mujer comienza a irse, Diana la detiene.

—Rada, ¿cuándo será servida la cena? ¿Supongo que cenaremos con mi


prometido, el señor Vasiliev?

Las mejillas de Rada se vuelven carmesí y frunce los labios.

—No estoy segura, señora. Alguien vendrá aquí para avisarle. —Rada inclina
la cabeza, luego se apresura para irse.

—No me gusta —me quejo.

—No te gusta nadie —se burla mi hermana. A pesar de su carácter juguetón


forzado, puedo sentir su aprensión. Estamos en la guarida del león. Vlad puede ser
un caballero y un viejo amigo, pero todavía es un Vasiliev. Astuto y despiadado.
Violento cuando la situación lo requiere.

—Debería hospedarme con ustedes en caso que surja algún problema —dice
Anton entre dientes—. Tendré que llegar a ustedes dos rápidamente.

Diana le da un asentimiento. Él se va para ver las habitaciones. Me acerco a


una silla de cuero en la sala de estar y me dejo caer. Mis ojos se deslizan sobre cada
detalle de la habitación. Unas cortinas oscuras y gruesas cubren las ventanas, lo
que permite que haya poca luz o ninguna. Una chimenea crepita con un fuego en
un extremo de la habitación. Ni una mancha de polvo cubre todo el espacio. La
casa está limpia e inmaculada, pero no es muy cálida y acogedora. Definitivamente
podría necesitar algunas mantas y un par de almohadas peludas.

Mi hermana me sonríe.

—No —advierte, y sus labios se vuelven en una amplia sonrisa.

—Solo estoy pensando —digo con un puchero.

—¿Y de qué color es este pensamiento?

Suelto una pequeña risita.

—Verde azulado. Me refiero a que el verde azulado y el chocolate van muy


bien juntos.

—Oh, Dios querido —dice, sacudiendo la cabeza—. ¿Te imaginas la mirada


en el rostro de Vlad si entrara a esta habitación solo para ver que la has redecorado
con tus requisitos?
78
Le saco la lengua, ganando otra risa.

—Solo pienso que estas casas grandes son melancólicas. Todo lo que tomaría
serían unas cuantas mantas de felpilla, un par de almohadones de piel de imitación
y un toque de color. Voila. Calabozo espeluznante convertido en mágico espacio
de lectura.

Asiente y me da una sonrisa de agradecimiento. Mi hermana quiere que trate


de hacer que esto funcione. Lo haré por ella. Nunca bajaré la guardia, pero si tiene
esperanzas de encontrar la felicidad, no la detendré.

—Hablaré con Vlad —promete—. Ordena lo que quieras y lo convenceré de


que nos deje arreglar el ala norte.

Levanto ambas cejas.

—Y ¿qué te hace pensar que el gran Vlad malo estará de acuerdo con la
felpilla y el verde azulado?

Mi hermana me guiña un ojo. Un guiño muy ladino.

—Puedo ser convincente cuando quiero serlo.


V
CAPITULO OCHO

A
rmas.

Los Juegos V no están completos a menos que seamos


orgullosos dueños de las mejores armas del planeta. Padre me ha
enviado detrás de las mujeres, pequeños juguetes sucios para ser
usados como peones y distracciones para los juegos del próximo
invierno, pero me estoy encargando de mi propia agenda también. Mientras él está
entrenando putas usadas para ser zorras sexuales engañosas, yo estaré entrenando
a alguien sobre cómo destripar a un hombre en tres segundos. Los juegos que yo
juego son mucho más viciosos. 79

Estoy entrenando a alguien nuevo.

Mi última persona fue arrancada de mi control la semana pasada.

Una ira, furiosa y explosiva, burbujea justo debajo de mi superficie.

A su debido tiempo, me ocuparé de ese error.

Vas siempre había sido un diablillo desviado, y aunque quise controlar al


pequeño terror cuando atormentaba a Irina, vi la oscuridad en su interior. Quise
embotellarla y sacarla cuando fuera el momento adecuado. Fue un excelente
aprendiz cuando lo rastreé hace casi un año, ya luchando en circuitos clandestinos
y dirigiendo su propio equipo de calle. No era más que un matón, pero uno astuto,
y dispuesto a aprender y a entrenar. Perfecto.

Le enseñé todo lo que sabía...

Y entonces Leonid me lo arrebató ahora que su sangre vale realmente algo.


Leonid supo que era suyo todo el tiempo que Vas entrenó conmigo, ambos lo
sabían, pero evitaron ofrecerme esa información; en cambio aprendieron lo que
podían mientras pudieron.
A su debido tiempo, entenderían su error.

—Me gusta esta —le digo a Oleg, el traficante de armas que ha viajado casi
ochocientos kilómetros de distancia para ofrecerme su alijo.

—¿Solo una? —pregunta; su voz es ronca por demasiados años de fumador.

—Para empezar —le digo mientras sostengo el cuchillo. Brilla bajo la luz del
techo. Es curvo como una garra rizada con una cuchilla afilada en ambos lados. La
punta tiene forma de un anzuelo de pesca. Quien se encuentre con el extremo de
esto no vivirá para contarlo—. ¿Qué más tienes?

Mi nuevo aprendiz, Stepan Koslov, de las Segundas Familias, que se


consideran menos que las Primeras Familias, no mueve un músculo a mi lado. Es
tan alto y ancho como lo es Vas. Así como sabía que Vas era solo el hijo de un ama
de llaves, sé que Stepan tiene linaje. Su padre, Nestor, es un pequeño comerciante
de armas. Nada del calibre de Oleg, pero es local y bueno para comprar si no hay
más remedio. Stepan habla mucho menos que Vas, lo cual funciona a su favor.
Pero donde Vas se movía sin vacilar, Stepan todavía está aprendiendo y piensa
demasiado antes de cada movimiento. Stepan puede ser el mayor de los dos a los
diecinueve, pero simplemente todavía no ha llegado allí. 80

Todavía.

Lo quebraré como quebré a Vas.

Lo convertiré en una máquina de matar despiadada y luchadora.

Un ganador.

Leonid puede irse a la mierda cuando pierda. No puedes enfrentarte con


alguien como yo y salir indemne. Siempre gano.

Le entrego el cuchillo a Stepan y él agarra la empuñadura. Encaja


perfectamente en su enorme mano. Mi corazón se aprieta en mi pecho cuando
recuerdo haberle dado una cuchilla a mi hermano antes de ingresar a Los Juegos
hace poco más de dos meses. Al menos con Stepan, no siento nada por él. Podría
entrar en esos Juegos dentro de diez meses y ser eviscerado como un pez en los
primeros momentos y el único arrepentimiento que tendría sería que no entrené a
alguien mejor.

Sin embargo, será el mejor.


—Esta —gruñe Stepan a mi lado mientras me devuelve el cuchillo—. Me
gusta esta.

Le doy un asentimiento mientras la guardo dentro de mi chaqueta y luego


sigo a Oleg a otro baúl lleno de armas. Me muestra lanzadores de granadas y
pistolas. Esos me interesan para vender a los vecinos del sur. Negocios no
relacionados con los Juegos V. Tamborileo mis dedos sobre el baúl y hago un
movimiento por la cosa completa.

Oleg deja escapar un silbido apreciativo mientras continuamos “comprando”.


Sobre la marcha escojo artículos únicos que algún día resultarán útiles para Stepan.
Una vez que he acumulado suficientes baúles para satisfacer a la mafia kazaja, me
muevo para que Oleg me siga. Stepan se queda atrás, protegiendo nuestro botín
sin tener que decírselo. Será un jugador formidable en Los Juegos. A diferencia de
Vas y Viktor, obedece mis malditas órdenes.

Salgo del garaje y entro a nuestra casa. Oleg conoce la rutina. Trae armas todo
el tiempo. Mi padre y él se conocen desde antes que yo naciera. Ahora que estoy
más o menos a cargo, yo trato con Oleg. Quién diablos sabe qué hace Padre estos
días además de inmiscuirse en mi negocio. Oleg roba una manzana de una canasta
y tengo que escuchar su crujido y sorbidos todo el camino hasta mi oficina. Si yo 81

fuera un hombre inferior, empujaría la fruta a medio comer por su tráquea y lo


dejaría asfixiarse. No hay nada peor que alguien que come haciendo ruido. Leal o
no, un día esa mierda lo matará.

Una vez dentro de mi oficina, Oleg acomoda su fornido cuerpo en una de las
sillas. Camino hacia un retrato gigante de mi padre, Vika y yo. El que solía incluir a
mi hermano, ha sido retirado de las instalaciones. Lo permití como un signo de
respeto hacia mi padre, pero el resto de las fotos de mi hermano y yo en mi oficina
se quedaron. Agarro la parte inferior izquierda del marco gigante y lo aparto de la
pared. Detrás de la odiosa pintura está mi gran caja fuerte. Mientras Oleg le hace el
amor a su manzana, tecleo mi código y abro la caja fuerte. Dentro hay un bolso
marinero lleno de dinero; dinero que ya ha sido negociado con Oleg. Él conoce la
rutina. Puede que me guste fingir que estoy decidiendo sobre las armas, pero
termino comprándolas todas.

Ningún hombre puede tener demasiado arsenal.

Anhelo mirar la pila de fotos en la parte posterior de la caja fuerte, pero ahora
no es el momento. Las fotos de mis hermanos y yo cuando éramos niños son
valoradas profundamente, junto con las joyas de mi madre y la vieja billetera de
Viktor. No existen fotos de mi madre. Todo lo que me queda de ella es lo que hay
en esta caja fuerte y los escasos recuerdos de su sonrisa. Pero con la billetera de mi
hermano, a veces puedo sostenerla contra mi nariz e inhalar la colonia persiste en
ella. Los recuerdos de él son más intensos y aún están grabados en mi mente.
Maldición, cómo extraño a mi hermano.

Me doy cuenta que me he detenido para tocar la billetera. Contengo un


gemido y rápidamente cierro la caja fuerte. Cuando me vuelvo para mirar a Oleg,
los jugos corren por su mandíbula sin afeitar y gotean sobre su camisa. Me pone
inquieto y me dan ganas de agarrar su gruesa garganta y arrastrarlo fuera de mi
prístina oficina. En cambio, tomo una página del libro de padre e ignoro lo que me
repugna. Coloco la bolsa de dinero a sus pies y luego desabrocho mi saco. Con un
rápido tirón, me lo quito y lo cuelgo de un gancho en la esquina.

Estoy tenso después de haber visto la billetera de Viktor.

Es un recordatorio constante de que se fue.

Una furia contra mi hermana prende fuego a mi alma. Desearía tirar de mi


corbata y aflojarla, pero me niego a mostrar debilidad, incluso frente a un hombre
que no se daría cuenta si la debilidad lo abofeteara. Pongo mis manos en mis
caderas y me paro atrás de mi escritorio, con las piernas ligeramente separadas. El 82
chaleco que llevo se ajusta perfectamente a mi marcada camisa de vestir blanca. Me
siento incómodo y me doy cuenta que debo estar pasando demasiado tiempo en el
gimnasio entrenando con Stepan. Me está quedando chica la maldita ropa.

—¿Las mujeres? —pregunto.

Oleg se mete uno de sus sucios dedos en la boca y sorbe los jugosos restos.
Con los ojos en su mano, me permito un momento para mostrar mi asco. Hago una
mueca y niego con la cabeza. Jodidamente repugnante. No puedo comprender
cómo padre aguantó esto durante décadas.

—Bueno —dice, una vez que está satisfecho de que está limpio—. Tengo
quince en el camión. Sucias como todo el maldito infierno, pero a Yuri le gustan de
esa manera. Cuanto más sucias, mejor. A algunas de las perras incluso les gusta la
humillación. —Se agarra su entrepierna y me sonríe salazmente.

—No necesitamos que les guste nada —digo mordaz—. Las necesitamos
fuertes y flexibles.

—¿El dinero?

—Sabes que ya está en la bolsa.


Gruñe y levanta su mano como si fuera a arrojar el centro de la manzana a
través de la habitación hacia mi cesto de basura. Sobre mi cadáver.

Antes que pueda abrir la boca para amenazarlo, fijo los ojos en un par azul
hielo mirándome desde un rincón oscuro de mi oficina.

La pequeña Irina.

Estoy tan aturdido por su repentina aparición, que dejo que la mierda arroje
—y falle, para el caso— el centro de la manzana en mi cubo de basura. Gruñe y se
levanta para ir a recogerlo. No puedo apartar la mirada de la niña escondida en mi
oficina, observando mis negocios como si fuera su derecho otorgado por Dios.

Está sentada finamente, con un vestido negro liso y ajustado. Su sedoso


cabello rubio ha sido alisado y cuelga frente a la protuberancia de sus pechos. Una
diadema negra mantiene el cabello fuera de sus ojos. Un extraño pensaría de ella
como una niña ordinaria, apenas una mujer.

Pero las chicas corrientes no espían a los mafiosos rusos sin miedo en los ojos.

No, un desafío baila en su mirada de ojos azules. Un desafío que, por un


momento, le habla directamente a mi polla. Se sacude, y aparto mi mirada de sus 83
labios flexibles e hinchados. Labios que mordisquearía. Tomaría ese sedoso cabello
suyo y lo envolvería apretadamente alrededor de su esbelta garganta. Observaría
sus ojos brillar con lágrimas. La llevaría al borde de la muerte, solo para
despertarla y mostrarle lo viva que realmente está.

—¿Necesitas ver la mercancía? —pregunta Oleg, arrastrándome de las


hermosas visiones en las que preferiría residir. Su mirada se dirige hacia la esquina
y silba—. Bueno, que me condenen, chico. ¿Es esta con la que te vas a casar? —
Hace un gesto, demasiado amistoso para un traficante de armas, haciéndole señas
para que vaya hacia él—. Ven aquí, cosita hermosa. Preséntate al tío Oleg.

Aprieto los dientes y le echo una mirada furiosa a Irina. Sabía que las damas
Volkov llegarían hoy, pero ciertamente no esperaba ver a ninguna hasta la cena.
Tenerla aquí resultará ser más difícil de lo que originalmente pensé. Tal vez ver a
las putas en el camión ayudará al estado de mi polla. También haría bien en poner
a mi pequeña sombra en su lugar. Ahora que están aquí, las cosas no funcionan
como lo hicieron alguna vez.

Ellas son simplemente peones.

Peones preciosos, sin duda, pero aún peones.


—Ven —digo abruptamente y chasqueo los dedos, señalando la alfombra
frente a mí.

Las mejillas de Irina se sonrojan, pero obedece. Eso realmente me pone la


polla dura. Imágenes de ella de rodillas frente a mí destellan. Sus mechones rubios
enredados en mi puño mientras follo su bonita boca. Lentamente, como si su
propio caminar estuviera destinado a seducirme, camina hacia mí. Noto cada
detalle mientras se mueve. La forma en que se muerde el grueso labio inferior que
me encantaría chupar. La forma en que su cuello se torna un poco rosa en mi
presencia. La forma en que sus tetas pequeñas rebotan debajo de su vestido con
cada paso que da.

Dulce, Irina, has mostrado tus cartas demasiado pronto.

Me deseas, pero no puedes tenerme, mi amor.

Se detiene frente a mí y levanta la mirada. Sus fosas nasales se ensanchan


mientras inhala mi olor. Eso hace algo en mi interior. Básico y masculino. Tengo
ganas de agarrar su esbelta garganta sin marcas, y apretarla hasta que guarde mi
recuerdo durante días.
84
¿Sus labios regordetes y rosados se pondrían azules?

¿Jadearía para respirar? ¿Arañaría mi chaleco y haría estallar los botones?

¿O gemiría, se retorcería y abriría sus piernas para mí?

¿La dulce Irina se correría, con mi nombre rebosando de sus labios que no
tendrían más tiempo para probar el aire?

Mi polla está increíblemente dura, y no me doy cuenta que estoy


impresionado simplemente por mirarla hasta que Oleg suelta una risita. Puede ser
cercano a mi padre, y por lo tanto ser mi aliado, pero lo que acaba de ver es motivo
de vencimiento. El de tipo permanente. Levanto la mirada en su dirección, y él
levanta sus manos en señal de rendición.

—No vi nada, niño —dice—. Te espero en el camión. —Se apresura para salir
de mi oficina y fuera de mi vista. Hombre sabio.

—¿Qué estás haciendo aquí? —exijo, y mi voz es baja y mortal. Mis ojos
todavía están en la entrada porque no puedo mirarla. Ella me debilita con su
mirada. Tan dulce y curiosa. No puedo lidiar con esto ahora mismo.

—Vine a hablar contigo. Quería preguntarte algo.


—¿Sí? —Me giro y miro su joven rostro.

No fue sino hace unos meses que ella no era más que una niña. Intocable,
fuera del alcance. Aun así, fantaseé con cosas que ningún hombre debería. Sueños
de sostenerla, extender sus cremosos muslos y empujarme dentro de su calor
apretado y virgen. A veces desearía que mi mundo no fuera tan complicado.
Renunciaría a mucho solo para tener una probada de lo que otros dan por sentado.
Algo tan simple como follar a una mujer a la que eres adicto, y yo soy adicto. Ella
tiene un poder sobre mí, y la atracción se está volviendo insoportable.

Su mirada viaja a mi boca, y luego a mi manzana de Adán. Continúa


trazando su mirada hacia abajo hasta que sus ojos se fijan en el bolsillo de mi
chaleco. Su mano se levanta y sus esbeltos dedos rozan mi bolsillo cuando arranca
una fibra perdida. Cuando va a soltar la fibra, agarro su delicada muñeca. Está
desnuda. Si fuera mía, me gustaría decorar sus delicadas muñecas con gemas
relucientes.

—No sueltes eso en mi piso —murmuro, y mi voz es ronca.

Una sonrisa tira de las comisuras de sus labios.


85
—¿Dejaste que tío Oleg tirara una manzana medio comida en tu oficina y
gotee jugo por toda tu silla, pero no puedo dejar caer un hilo suelto?

No me gustaría nada más que continuar con esta broma y coqueteo con la
preciosa chica. Desafortunadamente, el deber me llama, maldita sea. Ella es la
hermana de mi prometida. No puedo hacer esto. Incluso si egoístamente quisiera
follarla y tomar esa cereza madura que sé que tiene toda para mí, no puedo. Padre
pediría mi cabeza si estropeo este matrimonio arreglado.

—Ya es hora de que los Volkov vean cómo los Vasiliev hacen negocios —digo
entre dientes, y mi voz se vuelve fría. No puedo obligarme a liberar su mano—.
Cuéntame qué es eso que quieres, entonces haré que pagues por ello haciendo algo
por mí.

Sus cejas se fruncen cuando se da cuenta que nuestro momento se ha


disipado. Desearía poder poner la sonrisa de nuevo en su rostro, pero ahora no es
el momento. Posiblemente nunca. Intenta apartar su muñeca de mi agarre, pero la
aprieto. Si no puedo adornar su muñeca con joyas, puede usar mis moretones en
su lugar.

—Necesito un estudio.
Parpadeo hacia ella.

—Hay una oficina y me dijeron que Diana y tú compartían una antes de…

—No una oficina, un estudio. —Sus mejillas se vuelven rosadas mientras deja
caer su mirada de la mía—. Como la terraza acristalada en casa.

Para pintar.

Toda la feroz determinación de mantenerme enfocado cae a mis pies y se


rompe en un millón de piezas mientras mi mente zumba con posibles espacios
para un estudio en mi casa. Quiero mantenerla lejos del ala sur donde reside
padre. Quizás el ala oeste en su lugar. Conozco exactamente el lugar.

—Te buscaré un lugar —prometo, y mi voz es ronca una vez más.

Sus ojos azules se elevan y brillan de emoción. Mi corazón se retuerce en su


jaula. Esta mujer, la dulce pequeña Irina, es muy mala para mí. Me distrae cuando
lo que necesito es mantenerme concentrado y enfocado.

—Gracias, Vlad.
86
La miro por un momento más, imaginando lo hermosa que se verá con el sol
de la mañana cubriéndola mientras pinta en el invernadero justo al lado de la sala
de estar junto a mi habitación. Podría mirarla sin que ella lo supiera. Como en los
viejos tiempos. Mi polla se estremece contra mi muslo, ansioso por esta idea.

—Está arreglado —digo entre dientes, alejando todos los pensamientos sobre
Irina pintando en mi casa—. Ven conmigo.

Oleg abre la parte trasera del camión y muchos ojos miran desde la
oscuridad. Mujeres usadas, cansadas y agotadas nos miran fijamente. Muchas son
hermosas a pesar de su apariencia sucia. Padre estará contento.

Les hago un gesto para que me sigan. Susurran bajo entre ellas mientras salen
del camión. Irina sigue disparándome miradas asesinas, que solo sirven para
endurecer mi resolución. Ella hará esto porque es lo que se le pide. Si espera
protección de mi parte, y un maldito estudio, entonces puede hacer esto por mí.
Tiene más sentido que una mujer lo maneje de todos modos. Al menos no tengo
que preocuparme de que ninguna de ellas termine embarazada, violada o muerta
misteriosamente.
Irina resopla, murmurando furiosas maldiciones rusas en voz baja.

De acuerdo, entonces tal vez muertas... solo el tiempo lo dirá.

Las acompaño alrededor de la casa hasta la parte trasera donde se encuentra


un pequeño cobertizo. Dentro hay una escalera que conduce debajo de la casa.
Debajo de nuestro hogar es donde entrenamos a nuestros luchadores y a nuestras
putas. Las que sean inútiles de manipulación serán vendidas a gente como Ven
Vetrov y su familia. Siempre son buenos para traficar un puñado de mujeres sin
valor.

Saco un juego de llaves de mi bolsillo. El motor del camión hace eco en el


paisaje cubierto de nieve mientras Oleg se aleja. Stepan viene en la retaguardia,
asegurándose de que ninguna de las mujeres huye. No estoy seguro si Oleg
secuestró a estas mujeres o las tentó para venir aquí bajo el pretexto de mejores
condiciones de trabajo, pero de cualquier manera, he pagado por ellas y son mías.

—No puedo creer que hayas comprado estas mujeres —murmura Irina.

Ignorándola, abro el cobertizo y paso por la puerta. Me aparto y guío a Irina


hacia adentro. Su hombro, ahora cubierto con un grueso abrigo de invierno, se roza
87
contra mi pecho. Si no hubiera dieciséis personas detrás de nosotros, la empujaría
contra la oscura y lúgubre pared del cobertizo y le mostraría qué otras acciones
nefastas soy capaz de hacer.

La agarro del codo y la guío por la escalera escasamente iluminada.

—Por aquí.

Intenta apartar su brazo del mío, pero lo aprieto. La pequeña Irina va a lucir
muchos de mis moretones. Llegamos al fondo que se extiende en un área gigante
cubierta con esteras. Las paredes están llenas de habitaciones usadas para varias
cosas. En el caso de las mujeres, dormirán y entrenarán aquí. Por entrenar, me
refiero a que aprenderán a follar como si sus vidas dependieran de eso.

Porque lo harán.

Tan pronto como Stepan, Irina y yo nos vayamos, encerraremos a las quince
mujeres dentro. Serán alimentadas y cuidadas. Simplemente no podrán salir.

Me giro y miro a cada una, evaluándolas rápidamente. Elimino lo bueno de lo


malo en un vistazo rápido. Y la que se encoge detrás de una mujer de gruesa
cintura en la parte de atrás... bueno, ella será la favorita de padre. A él le gustan las
pequeñas de cabello oscuro. Las que parecen más chicas. Las que no pueden
soportar mucha pelea. Con un suspiro apenas sofocado, la señalo.

—¿Nombre?

Ella me mira como si pudiera ser su salvador. Grandes ojos marrones.


Cabello desordenado ocultándola del mundo que la rodea.

—Darya.

—Lleva a Darya al establo uno —le digo a Stepan—. El resto puede elegir su
propio establo.

Irina está rígida a mi lado, pero sabiamente no dice una palabra. Cuando
estoy al mando en mi elemento, la gente se doblega a mi voluntad. Se inclinan a
mis pies y obedecen mis órdenes. Incluso la dulce chica a la que me gustaría pasar
cada día follando.

—¿Establos? ¿Qué somos? ¿Ganado? —me desafía una rubia bocona con un
abrigo de piel raído.

—Llámense como quieran —digo con desprecio—. Pero ahora me pertenecen. 88


Si eres sabia, entrenarás, y tendrás éxito. Si te comportas, serás recompensada.
Simple.

—No suena muy simple en absoluto, imbécil —grita en respuesta.

Puta beligerante.

—Ven aquí —siseo, mi voz es baja y peligrosa.

La mujer mira una silla cercana. Con veneno en su mirada, la levanta y la


arroja hacia Irina.

Rabia.

Caliente, rápida, violenta.

No pienso mientras aparto la silla del camino antes de que derribe a Irina.

Sacando de mi bolsillo interior mi nuevo cuchillo de gancho favorito, me


lanzo a la mujer. Rajar. Tirar. Salpicar. Tan rápido. Tan eficiente. Miro hacia abajo
con asombro el desastre sangriento y macabro que sale de su estómago. Sus
intestinos se deslizan por los cortes que infligí y caen al suelo con un sonido como
sorbido. Varias mujeres jadean y lloriquean, pero es un sollozo suave que
reconozco el que me saca de mi furiosa neblina.

Empujo al ejemplo de mujer que todavía está en pie, pero rápidamente se está
vaciando, y colapsa en el suelo. Catorce mujeres ahora. Padre no estará contento.
Sin embargo, los agudos gritos cuando Stepan encierra a la joven en el establo uno
me dicen que pronto seré perdonado.

A padre le encantan las que gritan.

Con la sangre goteando de mi cuchillo, me giro y señalo a cada mujer. Todas


se encogen y corren hacia los establos, dejando a Irina jadeando hacia mí con
horror.

Dulce Irina, este juego es mortal y siempre gano.

Tu estúpido padre te arrojó a los lobos.

—E-eres un m-monstruo —dice, y sus dientes castañetean.

Me acerco a ella y paso un dedo ensangrentado por su mejilla cremosa.


89
—Como si no lo hubieras sabido, pequeña Irina.

—Solo era una mujer…

La interrumpo presionando mi dedo ensangrentado contra sus labios


regordetes.

—Solo diré esto una vez, así que escucha con claridad. Hago. Lo. Que.
Quiero. Ella era una puta, comprada y pagada, y ahora es un ejemplo para las otras
mujeres.

Sus ojos azules se abren y parpadea rápidamente. Comienza a alejarse de mí


y del monstruo que dice que vive en mi interior. Engancho su delicada garganta y
tiro de ella hacia mí.

Diana.

Los juegos.

Padre.

Intento enfocarme en todo eso, pero no puedo. Todo lo que veo es a ella. Los
labios rosados de Irina manchados con la sangre de la puta. Labios que se separan
para poder jadear por aire. Me inclino hacia adelante, liberando un poco mi agarre,
para que pueda absorberme. Necesita aprender que soy su amo ahora. En el
momento en que deslicé esa piedra en el dedo de su hermana mayor y Diana me
suplicó que cuidara también de Irina, ambas se convirtieron en mías. Irina es mía en
cierta medida, y puedo sentir mi control sobre su vida tensándose como un
tornillo. Saber que no solo no se casará con alguien que su padre desee, sino que no
se casará con nadie en absoluto, hace que mi polla se ponga dolorosamente dura.
La pequeña Irina morirá como una virgen pura y delicada porque yo lo ordeno.

Si no puedo tener su coño perfecto, nadie más puede.

—Señor —llama Stepan, su voz es cortante. Atraviesa mi bruma y lanzo mi


atención hacia él. Él no se esconde detrás de una fría actitud como Vas o Viktor.
Stepan usa sus emociones en su maldita manga. Otra lección que tendré que
enseñarle.

—¿Sí? —desafío. Está incómodo porque esté asfixiando a la hermana de mi


prometida. Puedo verlo en sus ojos. Pero él, de todas las personas, conoce todos los
niveles del juego.

—La mujer está segura.


90
—Bien. Asegúrate que padre sepa dónde está —le instruyo.

Su mirada es dura, como si me suplicara que suelte a Irina. La soltaré cuando


me dé la jodida gana.

—Puedes retirarte —le digo con frialdad.

Se queda un rato más antes de irse a trompicones del sótano. Voy a


encadenar su culo más tarde y hacer lo que solía hacer padre cuando los perros de
caza se portaban mal. Golpearlos con una vara hasta que lloraban y quedaban
sumisos para siempre.

Parte de la ira se ha desvanecido de mi mente y es entonces cuando me doy


cuenta que las dos manos de Irina agarran la muñeca de la mano que está
alrededor de su garganta. Estoy apretando solo lo suficientemente fuerte como
para mantenerla en su lugar. Tal vez lo suficientemente fuerte como para dejarle
un recordatorio morado de quién diablos está a cargo aquí.

En lugar de encontrar lágrimas, la veo mirándome fijamente. Una de sus


manos suelta mi muñeca y aparta un mechón de cabello que se cayó de su gel y
está colgando frente a mi ojo. El calor de su toque habla directamente con mi polla.
Cierro los ojos por un momento, saboreando su toque, antes de dejar escapar un
profundo suspiro y liberarla.

—Tu deber es entrenar a estas mujeres. Diana estará ocupada haciendo otras
cosas que le pediré, pero esto es algo que puedes hacer. Enséñales cómo actuar
como una dama. Enséñales cómo vestirse y comportarse. Haz que tomen un
maldito baño. —Enderezo mi abrigo y dejo que mi mirada recorra su estructura
temblorosa. La sangre manchando su rostro la hace lucir aún más sexy. Imágenes
sobre perforar su piel con mi cuchillo y untar su sangre por todas sus tetas
perfectas y jóvenes casi hacen que me corra en mis pantalones.

—¿Y si no lo hago? —desafía, su voz es áspera y ronca.

Le levanto una ceja.

—Sé una niña buena. Tu estudio te espera.

Frunce los labios, pero no discute. Y cuando le tiro las llaves, las atrapa y las
mete en su bolsillo.

—¿Supongo que estarás presentable para la cena? —pregunto, sin inflexión


en mi voz—. Muchos invitados asistirán esta noche. 91

Su mirada se dirige hacia el cadáver detrás de mí y traga.

—Sí.

—No uses nada atrevido. Sé que a tu hermana le preocupa tu virtud.

Una llamarada en sus ojos azules es la única reacción con la que me


recompensa.

Con una inclinación de cabeza, dejo a la pequeña dulce Irina a cargo de


catorce prostitutas y un cadáver.
V
CAPITULO NUEVE

M
iro fijamente mi reflejo en el espejo del tocador en mi nueva
habitación. Todo en este lugar se siente frío. Simplemente soy un
extraño de visita.

Más bien una prisionera.

Mis labios están pintados con el lápiz labial más rojo que poseo porque lo
juro, no importa cuánto froté mi boca, la sangre de la mujer permanecía en mis
labios. Un estremecimiento me recorre. He visto destellos del poder de Vlad, pero
nunca había visto eso. Lo que vi antes fue violento y aterrador. He visto gente
matar antes —diablos, Diana mató a un hombre por lastimarme— pero nunca ha 92
sido tan brutal.

Él. La. Mató.

A sangre fría.

Sin emoción.

Las lágrimas amenazan, pero las aparto parpadeando rápidamente. No le


conté a Diana sobre lo que sucedió antes en el sótano. La puerta de su habitación
estaba cerrada y la música estaba fuerte. Estaba contenta de que la puerta de Anton
también estuviera cerrada. Ninguno de los dos me vio pasar corriendo, sollozando,
y hecha un lío desordenado y sangriento. En cuanto Vlad se fue, cerré ese sótano y
me fui. La culpa me recorrió por dejar a esas mujeres, pero no soy idiota. En
nuestro mundo, los movimientos en falso te matan en un instante. No importa
quién sea tu hermana o tu padre.

La gente muere. Los “accidentes” pasan.

Frunzo el ceño cuando noto que se forma un hematoma morado en mi


garganta. Elegí un recatado vestido negro donde el escote no va por debajo de mi
clavícula. Él había sido claro en su advertencia. Que no usara nada atrevido. Hace
cinco minutos, acaté esa advertencia porque el temor me amenazó con tragarme
entera.

¿Pero ahora?

Valientemente, levanto mi barbilla y desabrocho el costado de mi vestido de


noche. Cae al suelo en un montón, dejándome en nada más que mi sujetador sin
tirantes negro, una tanga de encaje, y las medias hasta el muslo. La parte posterior
de mi sujetador se mantiene unida por dos finas cadenas plateadas, por lo que es
perfecto para vestidos de espalda abierta. No debería estar escondido detrás de
algo tan simple. Camino hacia el armario y hurgo hasta encontrar un vestido que
Diana se compró para ella, pero que no le quedaba por sus pechos más grandes.
Era un poco llamativo para mi gusto, así que nunca lo usé.

Saco el material gris plateado de la percha y lo deslizo hacia arriba por mis
muslos. Es largo y ajustado, apenas a un cabello del suelo, pero tiene una abertura
en el costado que atraviesa el material hasta llegar a mi cadera. Subo la cremallera
en el costado y me dirijo al espejo de cuerpo entero. El vestido tiene un escote
peligrosamente bajo, revelando mis pechos temblorosos que simplemente se ven
tan flexibles y maduros debido al estupendo sujetador. El material cuelga un poco
de mis hombros y se hunde en mi espalda, mostrando la piel justo por encima de la 93

grieta de mi culo.

Vaya.

Luzco…

Como una sombra cobrando vida.

La luz atrapa las diminutas lentejuelas cosidas que destellan.

Soy una sombra de pie bajo el sol.

Mi largo cabello rubio ha sido recogido en un moño elegante, pero decido


que quiero sedosos mechones a último minuto. Tiro de las horquillas y libero mis
ondas.

Soy hermosa.

La idea me atrapa el corazón.

Vlad puede ser un monstruo, el monstruo de Diana, pero por primera vez en
mi vida, me siento hermosa y libre de casarme con quien yo quiera.
Tal vez mientras Vlad se besa con mi hermana, su prometida, yo empiece a
poner mi punto de mira en otro lugar. Stepan, un hombre apuesto al que me
habían presentado antes, no sería un mal beso. Vi la forma en que sus ojos me
seguían por la habitación.

Diana me llama desde el pasillo. Tomo unos guantes negros de seda y los
deslizo por mis brazos. Entonces, salgo de mi habitación hacia mi hermana. Con su
espalda hacia mí mientras habla con un Anton muy bien vestido, admiro a mi
hermosa hermana. Es un ángel, una visión, con su vestido blanco ajustado que es
apto para una princesa. Brillante e inocente. Cualquier hombre en las
inmediaciones estará teniendo pensamientos sucios. No puedes mirar a una mujer
como Diana con un vestido así y no estar afectado. Anton la fulmina con la mirada
y sacude la cabeza antes de mirarme. Cuando me ve, su boca se abre.

—¿Listos? —pregunto mientras me acerco.

—Señorita Irina —dice Anton—. ¿Tal vez le gustaría llevar un chal?

Diana se da vuelta y me mira boquiabierta.

—¡Oh Dios mío! ¡Te ves preciosa! ¿Ese es el vestido que te di? —Deja escapar
94
un chillido de emoción mientras se apresura a mi alrededor para inspeccionarme
desde todos los ángulos.

—¿Está bien?

—No —dice mordaz Anton al mismo tiempo que Diana dice:

—Sí.

Ella se vuelve y lo mira.

—Está hermosa y usará el vestido.

Su mandíbula se aprieta, pero él no discute. Hace que mi pecho se apriete


para ver una mirada paternal de preocupación en el rostro de Anton. Es casi tan
viejo como mi padre, pero es mucho más paternal de lo que nuestro padre podría
llegar a ser. Quiero decir, él ha pasado todas nuestras vidas cuidándonos por
padre. Anton es un buen hombre y confío en él implícitamente. Sé que Diana
también.

—¿Alguna de las otras familias estará aquí esta noche? —pregunto, y mi voz
tiembla ligeramente.

Diana asiente.
—Los Vetrov estarán aquí. Veniamin, Ruslan y la hermana de Vlad, Vika.

Ambas compartimos una mirada que nos hace reír. A ninguna nos gusta Vika
en absoluto. Especialmente a Diana. Ella no me dirá qué pasó entre ellas cuando
eran más jóvenes, pero pase lo que pase, Vika muestra ira por mi hermana.

Diana une su brazo con el mío y Anton sigue detrás mientras caminamos a
través de los corredores hacia la sala principal. Al llegar al hueco de la escalera,
siento que los ojos están puestos en nosotras. Muchos ojos. La habitación de abajo
está llena de invitados y camareros. Mientras descendemos las escaleras, parecen
estar conteniendo la respiración. Busco a Stepan en la multitud, con la esperanza
de llamar su atención y encontrarlo desde el principio. Diana irá hacia Vlad, y me
quedaré sola. Ya estoy planeando mi ruta de escape.

Mi carne se calienta, y sé que los ojos de Vlad nos han encontrado. Intento no
mirarlo, pero mis ojos me traicionan. Él está de pie en la parte inferior de las
escaleras con una máscara de indiferencia. Pero veo el fuego ardiendo en su
mirada ambarina. El mismo fuego que ardió cuando destripó a esa mujer por
contestarle. Excepto, que él aparenta delante de todas estas personas. Incluso de mi
hermana. Nuestros ojos se encuentran y casi tropiezo. La risa de Diana es como
95
campanas tintineantes mientras se aferra a mí para evitar que caiga.

Los hombros de Vlad están tensos y la vena de su cuello late salvajemente.


Anteriormente, en su oficina, había admirado su físico sin su saco desde las
sombras. El chaleco se estiraba sobre su impresionante pecho y los botones tiraban
ligeramente como si pudieran salir volando en cualquier momento. Y cuando se
giró para introducir el código de su caja fuerte, había visto con asombro la forma
en que sus pantalones holgados abrazaban su culo firme, generalmente oculto por
su chaqueta. Un culo que me hizo la boca agua… que todavía me la hace.

Sin embargo, lo arruinó todo cuando me mostró su verdadera naturaleza.


Debí haber sabido que la promesa de un estudio no era más que un movimiento en
este gran juego que parece estar jugando siempre. Él me da lo que quiero, y yo le
doy lo que quiere a cambio.

Entrenarlas. Tales cosas están por debajo de mis capacidades. Con los
números es donde brillo. Podría ser una ventaja para su imperio si no fuera tan
ciego y testarudo. Quizás le enseñe matemáticas a sus putas en su lugar. Eso le
mostrará.

Un escalofrío me recorre y Diana se pone tensa.


Sus ojos se estrechan y se vuelven más severos, como si pudiera ver los
pensamientos cayendo de mi mente. Conociendo a Vlad, probablemente pueda. Él
es así de bueno.

—¿Tienes frío? Puedo enviar a Anton de vuelta por tu chal —dice ella con
preocupación.

—Estoy bien —prometo cuando llegamos al final.

—Diana. Irina. —El saludo recortado de Vlad me hace desviar la mirada


hacia otro lado. Fijo los ojos con un hombre guapo en la esquina. Dios, cualquier
cosa para evitar la mirada furiosa de Vlad ahora mismo.

Vlad se lleva a Diana y ella curva su mano alrededor de lo que sé que es su


enorme bíceps. Él se cambió de atuendo y ningún cabello está fuera de lugar.
Nunca sabrías que mató a una mujer a sangre fría hace solo unas horas. Vlad me
atrapa mirándolo cuidadosamente y sonríe con suficiencia. Es breve y solo para
mis ojos. Aparto mi mirada de él y le sonrío al chico guapo que no deja de
mirarme. El chico me da un asentimiento y comienza a caminar en mi dirección.

—Parece que alguien llamó su atención —le dice Diana a Vlad en voz baja
96
con orgullo en su voz.

Vlad mueve la cabeza hacia el chico.

—Artur Voskoboynikov —gruñe.

—En efecto —concuerda Diana, como si finalmente un desconocido plan de


ellos se pusiera en marcha.

Me detengo, y Artur camina el resto del camino. Alto, delgado, musculoso. Es


atractivo, sin duda. Lo mejor de todo es que parece amable. Ciertamente podría
perderme en un hombre del que no tuviera miedo de que me desgarrara si me
paso de la raya.

—Mi padre no mintió sobre la belleza Volkov —dice Artur con una sonrisa
lobuna.

Vlad se burla:

—Tal vez es lo único sobre lo que tu padre nunca mintió.

Artur toma el golpe de Vlad como una broma y se ríe. Profundo, fuerte, y
masculino. Me encuentro entusiasmada con él casi de inmediato. He oído hablar
de Artur, es diez años mayor que yo, pero nunca lo conocí en persona. Su
hermano, Iván, que tiene treinta años, sin embargo, tiene reuniones con mi padre a
menudo.

—Irina Volkov —digo, ignorando el furioso calor que irradia de Vlad. Él no


sacaría su aterrador cuchillo de gancho y masacraría a un Voskoboynikov enfrente
de todos. Ciertamente no—. Encantada de conocerte.

La sonrisa de Artur se ensancha y el calor me hace cosquillas al tener toda su


atención. ¿Es así como se siente Diana siempre? ¿Como si la atención de todos
estuviera solo en ella? Él toma mi mano y besa mis nudillos sobre mi guante. El
calor de su aliento a través del material envía temblores de emoción.

—Comamos —dice Vlad entre dientes.

La cena continúa por horas. Es aburrida y me encuentro tomando vino para


pasar el tiempo. Había asumido que mudarse a la guarida del león sería más
emocionante en la cena. En cambio, he escuchado dramas familiares similares a los
míos y otras tonterías por mucho tiempo. Vlad finalmente ha empezado a
ignorarme por completo mientras coquetea con mi hermana. 97

Son una pareja ahora.

Es lo que se espera de ellos.

Diana interpreta bien su papel. Se sonroja ante sus cumplidos. Se inclina por
sus gentiles besos en la mejilla. Le ofrece su oído cuando tiene un secreto del que
solo ella tiene conocimiento. A pesar de su resbalón monstruoso el día de hoy, él
ha vuelto a su yo habitual. Sereno y sofisticado. Imponente y poderoso. Las
mujeres lo miran con corazones en los ojos. Los hombres desean ser él.

Estoy a punto de caerme borracha de la silla cuando veo a Artur


observándome con una mirada depredadora. Él está hambriento de mí. Tal vez
quiero ser comida. Una risita se desliza más allá de mis labios, y Artur me
devuelve la sonrisa, y luego hace un gesto para que lo siga. Arrojo mi servilleta en
mi plato y me pongo de pie. La habitación gira, y me sujeto a la parte posterior de
mi silla para evitar caerme. Anton, que está sentado frente a Diana, entorna los ojos
hacia mí, pero no hace movimientos de seguirme. Ella siempre fue su favorita.
Vaya padre sustituto que es. Pongo los ojos en blanco y trato de no tropezarme al
salir de la concurrida habitación donde hay casi cincuenta personas cenando.
Escapo al pasillo y veo a Artur apoyado contra un pilar.
Él suelta una risita cuando me tiro en sus brazos. Brazos fuertes y capaces que
evitan que caiga al suelo.

—Eres la mujer más exquisita que jamás he visto —elogia, y su aliento


caliente me hace cosquillas en la parte superior de la cabeza.

Lo miro e inhalo su aroma masculino. Es costoso y varonil. No es


abrumadoramente adictivo como el de Vlad, pero ciertamente funcionará. Tal vez
Artur pueda distraerme de mis confusos pensamientos.

Vlad es un monstruo. Entonces, ¿por qué todavía lo deseo?

Intento besar la boca de Artur, pero choco los dientes contra su mandíbula
cuando fallo. Él se ríe, y el sonido es ronco y adorable.

—Busquemos un lugar para pasar el rato tranquilamente. Muéstrame tu


habitación —instruye.

Señalo hacia las escaleras. Cuando se da cuenta que apenas puedo caminar,
me recoge en sus brazos. Me aferro a él mientras me lleva rápidamente por los
escalones y por el pasillo como si no quisiera que nadie lo viera. Nadie más como
Vlad. Imágenes aterradoras revolotean a través de mi borrachera mientras imagino 98
qué tipo de cosas haría alguien como Vlad si supiera lo que está a punto de
suceder debajo de su techo. ¿Estaría enojado conmigo? ¿Sería lo que faltara para
extinguir cualquier aparente atracción hacia mí y enfocarse únicamente en mi
hermana? Decido que eso es lo que necesita ocurrir. Me besaré con Artur, tal vez
veré a dónde nos lleva la noche, y superaré a Vlad.

—Ahí —murmuro, mi voz es un mascullo espeso.

Él me lleva dentro de mi habitación y comienza a cerrar la puerta, pero lo


detengo. Un estremecimiento de miedo me atraviesa.

—Déjala abierta.

Su mirada se oscurece.

—Pervertida. Me gusta.

Soy arrojada a la cama y la habitación gira. Mi vestido se ha caído, y mi


sujetador se está mostrando. Él se quita la chaqueta, luego tira de su corbata. Las
cosas están moviéndose demasiado rápido, y no me siento muy bien. Cierro los
ojos para evitar vomitar. Alguien se aclara la garganta, se susurran palabras
violentas y luego la puerta se cierra.
—Oye —gimo, entrecerrando los ojos—. Déjala abierta.

—¿Esperabas que viera a Artur Voskoboynikov, de todas las personas,


follando a la hermana pequeña de mi prometida? —gruñe Vlad, y hay malicia en
su tono—. No lo creo.

Miro con horror mientras saca el mismo cuchillo curvo de antes. Brillante y
prístino. Ya no gotea con la sangre de esa mujer. Da un paso hacia la cama y yo me
siento apoyándome sobre mis codos, evaluando rápidamente mis rutas de escape.
Sus ojos siguen los míos hacia el baño y sacude la cabeza.

—No hay escapatoria, pequeña. Te equivocaste y necesitas ser castigada —


sisea.

—Puedo ver a quien quiera —espeto, la ira me invade.

Estira su mano y sujeta mi tobillo, tirándome hacia él en la cama. Grito y


pateo, pero en el momento en que el extremo del gancho del cuchillo se presiona
contra mi muslo donde termina la hendidura de mi vestido, me congelo.

—Pequeña Irina —dice, y su voz gotea furia—, tú no verás a nadie.


Absolutamente a nadie. Morirás como la virgen solitaria que vive en mi casa. 99

La tela se rompe cuando comienza a cortar hacia arriba. La cuchilla me toca la


cadera y luego la gira hacia mi estómago. Moriré en esta cama. Él me va a abrir
como a esa mujer y me desangraré aquí mismo. Mi pobre hermana.

—¿Entiendes las reglas? —gruñe, asegurándose de que la cuchilla raspe un


camino amenazador a lo largo de mi carne debajo del vestido mientras lo atraviesa.

—S-sí —tartamudeo, y un sollozo queda atrapado en mi garganta.

Continúa triturando el hermoso vestido hasta que llega al escote. Lo corta y


las partes sedosas caen a mis costados, descubriendo mi ropa interior para él. Su
mirada es perezosa mientras la desliza a lo largo de mis pechos, mi estómago, y
entre mis muslos.

—Eres más que bienvenida de darte placer mientras piensas en mí —


murmura, provocando mi pezón a través de la tela de mi sujetador de encaje con la
punta del cuchillo.

—Te odio —digo ahogándome.

Arquea una ceja y se encoge de hombros.


—Pero me perteneces.

—No pertenezco a nadie. Diana dijo que estabas de acuerdo con eso...

Antes que pueda pronunciar otra palabra, se abalanza sobre mí, su pesado
cuerpo se aplasta contra el mío en la cama. Su fuerte mano está en mi garganta otra
vez y su nariz está a centímetros de la mía. Dios, su olor es embriagador. Me odio
por estar atraída por él, incluso cuando está comportándose como un lunático.

—Ella me pertenece, por lo tanto, tú me perteneces. Simple.

Lucho contra él, pero se las arregla para meterse entre mis muslos. Su cuerpo
duro presionado contra el mío trae tantas fantasías sucias de hace años, estoy
teniendo problemas para centrarme en por qué estoy enojada porque todo lo que
noto es la forma en que mi centro late con necesidad.

Con un suave empuje, él aprieta su erección contra mi centro. Estoy mareada,


borracha y viendo estrellas de felicidad. Ya no tengo miedo de él y soy impulsada
por una lujuria ciega, intento levantar las caderas, buscando más fricción.
Lentamente, como si me estuviera castigando, se balancea contra mí, frotando justo
en el lugar correcto. El placer se está construyendo, y estoy desesperada por eso.
100
—Vlad —lloriqueo.

Sus feroces ojos ámbar me clavan en el lugar. Por un momento, su máscara se


ha deslizado y la locura que baila en su interior sale furiosa hacia fuera.

Embiste. Embiste. Embiste.

Me embiste, haciéndome caer desde el acantilado de mi mente.

Grito el éxtasis cuando un orgasmo rápido me ataca. Todo mi cuerpo tiembla


por la fuerza de eso. La mirada de Vlad se suaviza mientras mira mis labios.
Entonces, vuelve a ser él mismo, frío e indiferente, ya que se retira abruptamente.

—Viste un vestido como ese otra vez y lo cortaré frente a nuestros invitados.
No me pruebes, pequeña Irina. —Camina hacia la puerta, pero se detiene de
espaldas a mí—. Toca de nuevo a Artur Voskoboynikov y lo destriparé a tus pies.
—Se gira para darme una sonrisa siniestra—. Tú. —Me señala con su cuchillo
feroz—. Me perteneces. Incluso si nunca te uso. Eres mía.

Sin decir otra palabra, se va.

Arrojo mi vestido arruinado al suelo y me acurruco en posición fetal,


maldiciendo el mundo al que me han enviado.
V
CAPITULO DIEZ

C
uando bajo las escaleras Artur está merodeando en el vestíbulo. Se
pasea y se detiene cuando me ve.

—No iba a aprovecharme de ella. No soy así y lo sabes. Me gusta


—se defiende. Acaba de conocerla y de repente “le gusta”.

—No la conoces —digo entre dientes, corrigiendo su error.

—Bueno, me gustaría conocerla. Podríamos ser una buena pareja —dice, y su


expresión es seria.
101
Tengo que domesticar mis facciones. Quiero arrancarle la lengua de su cabeza
y sus manos sobonas de sus brazos, pero no puedo dejar que mis emociones se
muestren. Me rehúso a dejar ver que Irina me pertenece incluso si nunca pueda
tenerla como deseo. De la forma en que ella desea. Su rostro deshaciéndose debajo
de mí ahora está marcada en mi memoria para siempre. Es algo que visitaré para
derramar mi semilla cuando Diana no satisfaga mis necesidades.

—Ella no está buscando una pareja o perder su virginidad mientras está


borracha. Deberías saberlo antes de hacer esa escena bajo mi techo,
Voskoboynikov. Por respeto a tu hermano, voy a permitirte salir de aquí con una
advertencia y no con una paliza para enseñarte un poco de respeto y buenos
modales.

Traga, y su nuez de Adán se balancea. Hay irritación en sus ojos


entrecerrados, por ser mayor que yo y todo eso, pero sabe que es mejor no
desafiarme.

—Oh, ahí están los dos —canta Diana mientras viene caminando hacia
nosotros en su vestido blanco angelical.
Su perro no está muy atrás, manteniéndose en el fondo. Solía tener respeto
por Anton. Ha estado con Leonid por mucho tiempo y es un asesino despiadado,
pero esta nueva tarea está por debajo de él y es risible. Su disgusto es evidente.

—¿Dónde está Irina? —pregunta, viniendo a pararse a mi lado.

—Se retiró a su habitación —le informa Artur—. Me tengo que ir, pero
¿puedes dale esto por mí? ¿Quizás mañana cuando despierte? —Artur le da a
Diana una tarjeta de negocios con sus detalles estampados en letras demasiado
sofisticadas. Él lo intenta demasiado. Es patético.

La sonrisa que levanta los labios de Diana podría opacar el sol.

—Por supuesto, Artur. Estoy segura que estará encantada de llamarte. —Me
lanza una mirada que me dice que está emocionada por su hermana.

Buena suerte esperando que llegue esa llamada.

Él le devuelve su entusiasmo con una sonrisa de megavatios, mostrando


todas sus coronas compradas, antes de inclinarse y besar su mejilla.

—Vlad —gruñe con un movimiento de cabeza en mi dirección y luego se 102


retira.

Desafío aceptado. Hombre tonto.

—Debería comprobar a Irina. —Diana toca mi pecho y comienza a pasarme


para ir hacia las escaleras. Enrollo mi mano alrededor de su muñeca suavemente y
la dejo resbalar hacia su palma, deteniéndola.

—Ya lo hice. Está durmiendo. Déjala tranquila y termina la noche conmigo.

Sus largas pestañas se agitan mientras se estira para presionar sus labios en la
esquina de mi boca.

—En realidad estoy cansada —admite con un bostezo—. Me gustaría


retirarme a mi habitación si está bien.

—Por supuesto. —Sonrío fuertemente mientras ella se aleja y desaparece por


las escaleras. Me doy la vuelta para encontrar a Anton detrás de mí. No dice nada.
Siempre supo su lugar en este mundo. Asiente en reconocimiento y luego sigue los
pasos de Diana.

Miro hacia abajo a la tarjeta que tomé de la mano de Diana y froto mi pulgar
sobre el número de Artur. Luego rompo la tarjeta en pedazos.
Cuando regreso al comedor, todos se han ido. Todos menos Ven, Rus y Vika.
Ven está escribiendo en su teléfono celular mientras Vika le habla animadamente.
Él no la está escuchando y es lamentable. Bastante risible, de hecho. Los ojos de
Rus están clavados en ella, pero es demasiado egocéntrica para darse cuenta que
está molestando a su futuro esposo. No es que le importe de todos modos.

—¡Vika! —digo con furia.

La irritación se enciende en sus ojos ámbar ante mi presencia. Gira la cabeza


en mi dirección y luego se endereza en su silla, cruzando los brazos sobre su pecho
como una niña petulante. Sus tetas sobresalen en la parte superior de su vestido
para que todos lo vean. Imágenes de cuando era pequeña persiguiendo a Viktor se
repiten en mi mente, pero se apagan tan rápido como vienen.

Ya no es esa chica y Viktor se ha ido.

—Acompáñame a una copa —le digo. No es una solicitud, es una maldita


orden y lo sabe. No está casada todavía. Su bufido es audible, como lo es la silla
arrastrándose por el suelo cuando se levanta.

Sus tacones haciendo clic sobre los pisos de madera me alertan que está
103
siguiendo mi orden. Camino a mi oficina. Es el único lugar que, hasta esta tarde en
que Irina invadió el espacio, era privado y solo para mí.

—¿Qué quieres, Vlad? Sé que esto no es gracioso. —Pasa su mano por una de
las estanterías altas que adornan la pared trasera. Su nariz se arruga mientras finge
limpiar el polvo de su mano—. Este lugar realmente se está yendo cuesta abajo.
Deberías contratar ayuda que sepa como limpiar realmente y no solo pulir tu polla.

—Veo que tu boca vulgar todavía está intacta —me burlo, tomando asiento
detrás de mi escritorio.

Hace un sonido de humph antes de cruzar sus brazos y bailar hacia mi


escritorio, ignorando la silla situada frente a él. En cambio, se sienta en la esquina,
volteando un portalápices con un ruido.

—¿Pensaste que enviarme allí de alguna manera me domesticaría, brat3?

3Brat: hermano en ruso.


Mi piel se siente demasiado apretada sobre mis huesos. Hay un leve dolor
palpitando en mis sienes. He acabado con este día. Echo un vistazo sobre su
atuendo y respondo su pregunta.

—Sé que no te ha detenido de pavonearte por encima de Veniamin como una


de las putas más preciadas de padre.

Sus ojos se estrechan y sus labios se tuercen en las esquinas.

—¿Celoso?

¿Celoso? Qué cosa más absurda.

—¿De mi hermana? Lo dudo. Tú sabes hacerlo mejor que eso, Vika. —Casi
me río, pero eso sería una recompensa para ella. Ella no merece una reacción de
ningún tipo.

Hay un destello ladino en su ojo cuando se inclina sobre mi escritorio y


susurra:

—No de mí. De él. Parece que consigue a todas las chicas.


104
No estoy seguro de qué juego está tratando de jugar, o qué está insinuando.
Veniamin es un hombre apuesto que nunca ha tenido problemas para encontrar
compañeras de cama. Esto no es nuevo para mí y ciertamente no me importa.
Hemos compartido muchos juegos sucios los dos.

—¿Hay algo que estás tratando de decirme y fallando miserablemente,


hermana?

—Solo digo que Ven tiene un atractivo, que incluso el más estirado de
nosotros no puede negar. ¿Por qué no le preguntas a tu prometida, qué piensa? —
Con eso, sonríe con suficiencia y se pone de pie antes de salir de mi oficina como si
fuera la dueña del lugar.

¿Qué diablos quiso decir con eso? Me rehúso a dejar que me irrite. Es lo que
pretende y no soy tan fácil de jugar. Le preguntaré a Diana a qué se refería con sus
palabras y ella me dirá. Es Vika siendo Vika. Ven lo habría mencionado si Diana
hubiera hecho algún movimiento con él. ¿No es así?

Tocando los monitores de la habitación de Diana, veo su cama arrugada y el


sonido de su ducha a todo volumen. Mi dedo se cierne sobre la transmisión de la
habitación de Irina y mi cabeza se llena con mil abejas. Ella evoca esa respuesta en
mí, ni siquiera creo que sea humana. ¿Cómo puede tener tanto poder sobre mí?
Mi dedo hace clic en la transmisión, y su habitación se expande, llenando la
pantalla. Está tumbada sobre la cama, con el vestido hecho jirones en el suelo, y
todavía está usando solo sus bragas, sujetador, medias y tacones altos. Que visión
es. Sus mechones rubios se extienden en abanico a su alrededor como un halo, pero
no es un ángel. Es una seductora, un súcubo esperando saltar y chupar toda mi
fuerza de voluntad. Sacándome la polla de los pantalones, froto el líquido
formándose en la punta con la yema del pulgar. Quiero usar mis dientes en ella,
marcar su piel, causarle manchas que broten y piquen. Las huellas de mis manos se
verán maravillosas en su preciosa piel virgen. Espero que sea de las que gimen.
Atormentaré su cuerpo, la llevaré al borde de la euforia y la arrastraré de vuelta
gritando y suplicando por más. Mi lengua saboreará cada centímetro de ella,
saqueando su pequeño agujero apretado y estirándola. Sus gemidos se harán
añicos en gemidos de éxtasis.

Apretando mi eje casi al punto del dolor, lo libero y lo vuelvo a meter en mis
pantalones. Tengo una prometida para esta mierda. Poniéndome de pie, camino
hacia arriba por las escaleras y me deslizo en la habitación de Diana. La ducha
todavía está a todo volumen, pero se apaga algunos segundos más tarde. Sus
movimientos suenan a través de la puerta abierta, pero no la empujo para echar un
vistazo. 105

Ella me mostrará todo con el tiempo.

Que buena esposita será.

Golpeo mis nudillos en la puerta del baño y la escucho suspirar.

—Pensé que estarías enojado conmigo... —tartamudea las últimas palabras


cuando me ve de pie allí.

—¿Por qué estaría enojado?

Parpadea un par de veces y luego se encoge de hombros. Hay gotas de agua


sobre su carne bronceada. Ella es de piel más oscura que Irina. No es por
exposición al sol, es natural. Irina es como una muñeca de porcelana, preciosa y no
se puede jugar con ella.

—Porque ya había tenido suficiente entretenimiento —dice Diana, mirando


con recelo la puerta detrás de mí.

—Nadie me vio entrar aquí y vamos a casarnos —le aseguro, esperando


calmar sus preocupaciones mientras pongo mis manos sobre sus brazos desnudos
y la guío a la cama. Me siento y la maniobro suavemente entre mis piernas.
Apartando mis manos de ella, estudio su forma, desde los dedos de sus pies y las
pantorrillas tonificadas, a los muslos más gruesos, y luego la toalla.

Alzando la mano, toco la tela que sujeta como si fuera una balsa y se
estuviera ahogando.

—Suéltala —ordeno.

Traga profundamente, sus labios se crispan con desesperación por


desafiarme. Pero la miro fijamente a los ojos. No dejarla caer ahora sería perder.

Diana es una ganadora como yo.

Suelta la toalla y cae a sus pies. Su cuerpo es exactamente lo que esperaba. La


ropa que usa todos los días muestra las curvas debajo. No mucho está oculto de la
imaginación. Sus caderas son redondeadas, sumergiéndose en una cintura
pequeña y curva para acomodar sus grandes pechos. Se sienten pesados y llenos, y
sus pezones más oscuros están en punta por el frío en el aire.

—Date la vuelta —ordeno.

Su desafío se muestra en su tensa mandíbula. Con las mejillas sonrojadas, se 106


agacha y recupera su toalla.

—No soy un juguete o tuya para que me mandes, Vlad. Sabes que quiero
esperar a nuestra noche de bodas. —Se mueve hacia la puerta de la habitación y
traba la cerradura, encerrándonos dentro.

—¿Eres virgen? —pregunto directamente.

Descansa su cabeza en la puerta por unos momentos silenciosos, y luego gira.


La máscara de negocios está en su lugar.

—Si no lo fuera, ¿estaríamos aquí?

Eso dependería de cuántos amantes hubiera llevado a su cama, pero una


virgen es raro estos días en las mujeres de su edad, no importa cuán bajo control y
restringidas fueran sus opciones.

Su padre cree que lo es y una virgen atrae a cualquier hombre. Él sería un


mentiroso si dijera lo contrario. Explorar a una mujer que nunca ha sido tocada es
como encontrar un mapa del tesoro. Irina es una cosa así y quiero verla florecer
bajo mi mano. Para persuadir todo tipo de sonidos de sus labios. Verla abrirse
como una rosa en un caluroso día de verano es un premio que a menudo se
desperdicia.
—Vlad. —Diana me devuelve a la realidad—. ¿A ti te importaría?

—Háblame de Veniamin —exijo, haciendo caso omiso de su pregunta.

Ella es sorprendida por mi línea de preguntas, y la confusión arruga su


frente.

—¿Qué pasa con él?

—¿Has hecho avances hacia él en el pasado?

—¿Esto es un interrogatorio? —espeta—. No, Vlad, nunca hice avances hacia


Veniamin. ¿Eso es lo que te dijo? —Camina de un lado a otro frente a mí, y luego
se detiene abruptamente, soltando una risa sorprendida—. Dios mío, ¿te dijo que
nos besamos? ¿De eso se trata todo esto?

—¿Se besaron? —siseo, poniéndome en pie—. ¿Besaste a Veniamin?

—Hace años, Vlad, cuando éramos más jóvenes. Fue por culpa de que Vika lo
molestara todo el tiempo. Lo hicimos para que ella lo dejara en paz. No fue nada. Y
para que conste, ella no lo dejó en paz.
107
Vika, pequeña serpiente, entrando en mi mente y contaminándola con su
veneno de nuevo.

—¿Eres virgen? —pregunto de nuevo.

Exhala un aliento exasperado, y espeta:

—Sí, Vlad, soy virgen. ¿Contento?

Sí.

—Eso no habría roto el acuerdo —le digo, pasando a su lado.

Mentira.

Sin duda, podría haber sido un factor decisivo.

Necesito la mayor lealtad de alguien, dentro y fuera del dormitorio.

Me inclino y le doy un casto beso en los labios, luego destrabo la cerradura y


abro la puerta. Anton está de pie justo fuera, mirándome fijamente con una mirada
de sorpresa.

—Lo siento, señor —dice—. Venía a comprobar si la señorita Volkov se había


retirado por esta noche para poder retirarme también.
—Ella se ha retirado —le digo, viendo que sus ojos revolotean sobre mi
hombro, y sabiendo lo que está viendo.

—Claro —gruñe.

Y con eso, cierro su puerta y busco a Vika.

108
V
CAPiTULO ONCE

B
rillante.

Es demasiado brillante aquí.

Hay una banda de música dentro de mi cabeza. Me resisto


cuando mi mano roza mi estómago desnudo. Me pongo en pie y
observo la habitación y mi casi desnudez. Frunzo el ceño cuando
veo que todavía tengo un zapato puesto. Frotándome los ojos, recuerdo lo de
anoche, pero no me acuerdo de nada. Recuerdo la cena y luego... nada.

Dios, espero no haber hecho el ridículo delante de toda esa gente. 109

Moviéndome al final de la cama, noto tela tocando el piso y recojo una hebra.
Mi vestido de anoche.

¿Por qué lo cortaría?

Hay un toque ligero en la puerta de la habitación y examino rápidamente la


habitación en busca de mi bata. Está colgada sobre la silla donde la dejé la noche
anterior. La puerta está cerrada y hace que mis nervios reboten dentro de mi piel.

Odio que se cierre la puerta.

Tengo esta pesadilla recurrente de un hombre entrando en mi habitación


cuando tenía diez años, cerrando con llave mi puerta y subiéndose a mi cama. Su
mano, tan real como el día iluminando esta habitación. Puedo sentir el calor, los
vellos de su brazo, mientras serpenteaba dentro de mi ropa interior.

Diana, a los dieciséis años, también estaba en mi sueño, se había quedado


dormida en mi silla de lectura después de darse un atracón leyendo la saga
Crepúsculo conmigo. Su presencia lo asustó, y se retiró de mi habitación, como una
sombra arrastrándose. El sueño sigue siendo tan vívido que no estoy segura de si
realmente sucedió o si fue solo eso, un sueño. Un muy mal sueño.
Poniéndome la bata, me dirijo a la puerta y la abro. Diana está en el lado
opuesto sosteniendo una taza humeante y una sonrisa malvada.

—Pensé que podrías necesitar esto —dice mientras me da la taza y pasa junto
a mí a la habitación.

—Me duele la cabeza —me quejo, uniéndome a ella mientras toma asiento en
la cama.

Dirige su mirada al desorden de tela en el piso.

—¿Qué pasó?

Encogiéndome de hombros, arrugo mi nariz.

—¿Tal vez se quedó atascado, así que lo rompí? —supongo y sorbo el líquido
caliente.

—Te ves fatal. —Sonríe, extendiendo la mano para tratar de domar el cabello
de mi cama.

—Tú te ves perfecta. —Pongo los ojos en blanco.


110
Ella siempre se ve perfecta, y hoy no es diferente.

—Anoche tuve un visitante en mi habitación. —Se mira el regazo y luego


cruza las piernas. Mi corazón comienza a latir con fuerza en mi pecho. Diana me va
a decir que ella y Vlad hicieron el amor. Describiéndolo con increíble detalle, como
si fuera yo quien la experimentara y no ella. No estoy segura de poder manejar los
detalles. Realmente significaría que nunca habrá nada entre nosotros. Es tan
infantil y tonto pensar eso. Me desprecio por tener los pensamientos, pero no son
míos para controlar. Simplemente están dentro de mi cabeza. Soy esclava de los
químicos dentro de mi sangre diciéndome que lo necesito.

—Vlad —grazno.

Se pone rígida un poco, luego se relaja, se acuesta y mira hacia el alto techo.

—Sí, por supuesto, Vlad. ¿Quién más podría visitar mi habitación? —Deja
escapar un suspiro derrotado, frustración en su tono—. Me preguntó si soy virgen.

Un bufido, poco atractivo e incontrolable, se sale de mí.

—¿Él qué? ¿En qué tiempos estamos viviendo, Diana? Qué cosa tan ridícula
de preguntar.
Suspira y me mira.

—Sabes que no hay nada normal en nuestra educación, Irina, mi dulce y


pequeña sombra. Qué tan decidida estás a ser un espíritu libre. —Sonríe, el cariño
genuino y el amor llegan a sus ojos. Pongo mi taza sobre la mesita de noche y me
acurruco junto a ella, girando sus suaves mechones de sedoso cabello entre mis
dedos.

—Bueno, eres virgen, por lo que debería haber complacido a su ego —


bromeo.

Su cuerpo se tensa a mi lado. Miro su rostro y veo lágrimas en sus ojos.

—¿Diana? —susurro.

Gira su cuerpo hacia mí y me abraza con tanta fuerza que mis costillas se
sienten como si se pudieran romper bajo la presión.

Ella no es virgen

—No se lo digas a nadie —me suplica al oído.


111
Le regreso el abrazo, estrujándola igual de apretado.

—No lo haré. Lo prometo.

—¿Por qué está cojeando así? —le pregunto a Stepan, señalando a la chica
que Vlad separó de las demás cuando llegaron por primera vez. Darya, creo que
era su nombre. Camina como si se hubiera cagado y tiene moretones en la mejilla.

Si se supone que estas mujeres son atractivas para los pervertidos y


depredadores, entonces las palizas serán un problema. Ningún hombre quiere
cumplir una fantasía con una puta ya desfigurada, usada y abusada. Se supone que
es una seductora y ni siquiera puede caminar correctamente.

—Eso sería porque mi padre la llevó a jugar —canta Vika por encima de mi
hombro. Ni siquiera la escuché acercarse. Se desliza sin ser detectada.

—Vika, no me di cuenta de que aún vivías aquí. —Le sonrío con malicia. Es
sarcástico, pero me encanta verla con los pelos de punta.

—Oh, mi nombre sigue siendo Vasiliev, pequeña sombra. Puedo ir y venir


cuando me plazca. —Señala a la mujer que cojea de regreso a su celda. Pueden
llamarlo habitación, pero eso es endulzar lo que realmente es—. Ella se puede
poner con el resto del ganado, Stepan. Mi padre no volverá para repetir.

—¿Ganado, Vika? —Sacudo la cabeza con disgusto—. ¿En serio?

Su carcajada resuena en las paredes y me golpea burlonamente.

—Oh Dios, Vlad debe amar tenerte por aquí. La dulce inocencia es algo tan
raro en estos días. —Se acerca a mí con un delgado dedo y me acaricia un lado del
rostro.

—Escuché tus buenas noticias —corto. Dos pueden jugar este juego. Retiro su
dedo y cruzo mis brazos para defenderme de parecer tan frágil. Las serpientes
comen a sus presas cuando ven debilidad.

Soy todo menos débil.

Soy una Volkov.

—Ruslan Vetrov —me burlo—. Vaya. ¿Qué edad tiene él de nuevo? ¿Como
quince?
112
Su mano se levanta de golpe y empuña un puñado de mi cabello, tirando de
mi cabeza hacia atrás y cerrando el espacio entre nosotras para que su cuerpo roce
contra el mío.

—A mi hermano le gusta jugar. Me subestima. Viktor también lo hizo, y mira


lo que le sucedió. Cuidado, niñita, no me quieres como enemiga.

Los tacones que golpean el suelo de piedra atraen la atención de Vika. Mi


mente corre con toda la información que acaba de dejar caer sobre mí. ¿Ella tuvo
algo que ver con la muerte de Viktor? No, ella no lo haría. Sin duda. Él era su
hermano gemelo. ¿Por qué?

—¿Qué está pasando? —pregunta Diana, viniendo a mi lado. Fresca,


tranquila y serena. Juntas, las mujeres Volkov son un frente poderoso.

Vika suelta mi cabello, pero Diana agarra su muñeca antes que pueda
retraerla por completo. Ella se mueve entre nosotras, poniéndose justo en la cara
de Vika.

—He matado hombres por menos, Vika —gruñe Diana, con sus perfectos
labios rojos encogidos en odio—. No vuelvas a ponerle las manos encima a mi
hermana o perderás ambas. Tendrás que ponerte el anillo de Ruslan en una cadena
alrededor del cuello como el perrito sucio que eres. —El tono de Diana es frío como
el hielo. Violento y amenazante. Mi hermana quiere decir cada palabra.

Vika arranca su brazo y se burla antes de empujarnos, dejándonos de la


misma manera en que llegó.

—¿Qué demonios fue eso? —sisea Diana, volviéndose hacia mí.

Suelto un bufido y aliso mi cabello ahora enmarañado.

—Ella es solo una perra. Ya lo sabíamos.

—No la provoques, Irina —advierte—. Ella es astuta.

No tienes ni idea.

Ella mira nuestros alrededores y palidece.

—Anton dijo que estabas aquí abajo. ¿Por qué?

—¿Curiosidad? ¿Aburrimiento? Elije uno. —No le digo que su prometido


está negociando conmigo. Si quiero un estudio para pintar, tengo que ganármelo.
113
Frunce el ceño, sus cejas arrugadas mientras me mira, sin comprar mi historia
de mierda por un minuto. Afortunadamente, lo deja pasar.

—Bueno, necesito volver a casa de papá. Me han bloqueado todas las cuentas
comerciales y no puedo contactarlo por teléfono.

Eso es extraño.

—Iré contigo —le digo, pero me despide.

—No, no, quédate aquí. Llevaré a Anton. Sé que no quieres ver a papá ahora
mismo.

—¿Estás segura?

—Sí, simplemente no te quedes aquí abajo —murmura mientras lanza otra


mirada de desaprobación.

—Bien.

Me da un beso en la mejilla antes de dejarme con Stepan.

—Stepan, dale a esa chica algo de ayuda médica —murmuro—. Es inútil para
nosotros así.
—El médico está en camino para revisar a todas las mujeres, señora.

¿Señora?

—Por favor llámame Irina, o Sombra. —Sonrío y me mira como si hubiera


hablado chino.

—¿Por qué Sombra? —pregunta, líneas arrugándose alrededor de sus ojos


entrecerrados. Él es desconcertante. Hay una oscuridad allí, ubicado detrás de esos
ojos profundos. Creo que es guapo, sí, pero no se compara a Vlad.

—Es un apodo —le ofrezco encogiéndome de hombros, sintiendo el calor de


mis mejillas—. Porque estoy a la sombra de mi hermana, Diana. —Oh Dios, suena
tan patético pronunciar las palabras en voz alta.

—Eso es lo más estúpido que he escuchado en mi vida —resopla. No se está


burlando de mí —lo dice en serio—. Nunca podrías estar a la sombra de nadie.
Mírate —dice con convicción. Se me revuelve el estómago.

¿Qué significa eso?

—Irina —llama Diana desde la escalera—. Ven. 114

Inclino la cabeza y me giro para seguirla.

—Volveré para la cena, ¿está bien?

Es solo la hora del almuerzo, lo que significa que Diana planea irse toda la
tarde. Ya estoy aburrida.

—Ve a averiguar lo que está pasando —la animo, a pesar de que hay una
piedra en mis entrañas que crece rápidamente. Nuestro padre está retirando todo
lo que nos fue dado. Somos la razón por la que VolkovSpirits está tan en auge
como lo está. Ese fue nuestro proyecto. Nuestra empresa. Desafortunadamente, él
todavía tiene la llave de todo. No fue tan estúpido para entregarnos todos los
derechos.

Si él toma todo nuestro poder, ¿qué nos quedará?

Se pone la chaqueta y Anton le pasa una bufanda.

—¿Estás segura que no te importa que Anton me lleve?


—Estaré bien, Diana, ve. —Prácticamente la empujo fuera de la puerta y
suspiro cuando se cierra detrás de ella.

—Irina. —Me sobresalto cuando mi nombre es ladrado desde el balcón sobre


mí.

Mis ojos se levantan para ver a Vlad parado allí sosteniendo la barandilla.

—Ven aquí —instruye. La mocosa en mí quiere burlarse de él y pedirle que


diga por favor, pero por mucho que excite mi sangre, tiene una autoridad que no
puedo negar. Subo los escalones lentamente, contándolos en mi cabeza.

Uno… dos… tres…

Mi corazón revolotea en mi pecho y me tomo mi tiempo arrastrando mi mano


a lo largo de la barandilla mientras subo.

Cuatro... cinco... seis... siete... ocho...

Gradualmente. Deliberadamente. Exigiendo su atención, aunque sea por poco


tiempo.
115
Nueve... diez... once... doce...

Sé que lo frustrará, pero simplemente parece que no puedo evitarlo.

Trece… catorce…

Vlad.

Nuestros ojos se encuentran cuando llego a la cima. Su mirada arde con


emoción, una completa contradicción con la expresión impasible que usa tan bien.

Deteniéndome, atrapada en su mirada, lo miro con una sonrisa inocente.

Ahora tengo tu atención.


V
CAPITULO DOCE

N
ecesito un guardia en esta puerta para evitar que cualquiera
entre aquí.

Maldita Vika. ¿Por qué insiste en irritarme hasta el último


nervio? ¿No tiene a Ruslan para eso?

—Así que, obtienes dos por una, ya veo —espeta Vika


mientras entra a mi oficina. Estrecha esos ojos dorados y familiares sobre mí, y
trato de no ahogarme en su hedor empalagosamente dulce arremolinándose en mi
oficina junto con ella.
116
A veces duele mirarla. Tiene muchos de los rasgos de Viktor.

—Vika, qué sorpresa tan desagradable.

—Tu mascotita se está sintiendo como en casa —continúa, ignorando mi


pulla.

—Si te estás refiriendo a mi prometida, pisaría con cuidado. Ahora ella tiene
más derechos aquí que tú.

—No Diana —se burla—. La otra. La pequeña sombra.

Irina.

—Vienen como un paquete. ¿A ti qué te importa? —me burlo, relajándome en


mi silla y ocupándome con mi celular.

—Rus me dijo por lo que me cambiaron. ¿Tierra, Vlad? En serio, ¿eso es todo
lo que valgo para mi padre?

Dejando mi celular sobre el escritorio, la miro, buscando en sus ojos a la niña


que una vez conocí. Ella se extinguió hace mucho tiempo. En cambio, esta entidad
se encuentra aquí con sus ojos.
—Menos —me burlo—. Negocié por más, no porque crea que vales más, sino
porque puedo. Eres solo una marioneta, y yo soy el maestro que sostiene las
cuerdas. Deja de luchar contra lo inevitable, Vika.

—¿Y qué es eso, querido brat?

—Retribución. Para mí, para Niko, para Viktor.

—Sdelay eto svoim metodom, brat4. —Como quieras, hermano.

Sale de mi oficina como una tormenta, avanzando rápidamente y derribando


decoraciones a medida que avanza.

Recojo mi celular y sigo hojeando las imágenes que me enviaron a través de


un servidor seguro. Tenemos a nuestras putas que serán entrenadas en seducción,
pero Los Juegos son todo sobre la persecución. Las depravaciones que yacen
dentro de todos nosotros. Las mujeres jóvenes, inocentes y atemorizadas, son uno
de los encantos masivos para Los Juegos V y eso es algo que no se puede entrenar
en alguien. Estas mujeres tienen un costo y una selección especial. Sacadas de sus
vidas y forzadas a una pesadilla.

Los rostros que me miran a través de la pantalla son los de las chicas viviendo 117
su vida. No tienen idea de que no llegarán a casa hoy si yo lo apruebo.

Las palabras de Vika sobre Irina se reproducen en mi mente y me encuentro


saliendo de mi oficina y tomando las escaleras para ver cómo va su estudio. El
diseñador llegó hace una hora para evaluar la habitación y elaborar un plano.
Diana mencionó que iría a la finca de Volkov por la tarde. Tal vez Irina se haya ido
con ella.

La habitación está muy cerca de la mía, si ambas puertas se dejan abiertas,


puedo ver directamente al estudio. Quiero ver todos sus colores exhibidos a través
de su arte. Será algo para mí, un regalo de bodas, por así decirlo.

Si no puedo tenerla, la admiraré desde lejos.

Y nadie la tendrá.

4Ruso en el original.
—Señor Vasiliev, estaba terminando y viniendo a buscarlo. —La mujer alta y
rubia, Marina, fue quien diseñó la mayoría de las habitaciones de esta casa. Ella fue
mi primera llamada después de la petición de Irina.

—Te he ahorrado el problema. —Le ofrezco una sonrisa apretada y tomo los
planos que ella ha dibujado de su mano.

—Es un espacio perfecto, y la luz realmente funciona bien para el uso


previsto.

—Le echaré un vistazo y te informaré de cualquier cambio. Quiero que esto


comience hoy —le informo.

Los ojos de Marina se abren de par en par, pero asiente con entusiasmo.

—Por supuesto. Haré algunas llamadas.

Al llegar a la parte superior de las escaleras para dirigirme a mi oficina, las


voces suenan desde abajo, deteniéndome mientras escucho. Diana aún no se ha
ido.

—Volveré para la cena, ¿está bien? 118

—Ve a averiguar qué está pasando.

Pausa.

—¿Estás segura de que no te importa que Anton me lleve?

—Estaré bien, Diana, vete.

La puerta se cierra, y miro hacia abajo para ver a mi pequeño sol soplando un
mechón de cabello de su rostro.

—Irina —grito.

Su cuerpo se sacude y sus helados ojos azules se levantan, colisionando con


los míos.

—Ven aquí —exijo.

Frunce los labios como si estuviera luchando para evitar que las palabras se
derramen libremente, luego se mueve para obedecer. Buena chica. Se toma su
tiempo subiendo las escaleras, arrastrando su mano a lo largo de la barandilla
mientras casi se balancea hacia mí.
—Vlad —saluda. Su voz es cálida, y quiero decirle que se detenga... solo deje
de ser ella.

—Tu habitación ha sido movida.

Es espontáneo y sale de mi boca antes que el pensamiento se haya


manifestado completamente en mi mente. Solo mirándola y pensando en lo de
anoche, la necesito más cerca. Para asegurarme que nadie más piense que pueden
arrastrarse a su habitación con ella.

—¿Q-qué? —tartamudea—. Pero Anton…

Levanto mi mano para interrumpirla.

—Anton estaba demasiado ocupado siendo el perro faldero de tu hermana


para darse cuenta que habías desaparecido en tu habitación con Artur
Voskoboynikov. Si no hubiera intervenido cuando lo hice, estarías dando a luz a su
hijo dentro de nueve meses. —Hay un tono de ira en mi voz. La fricción de mis
emociones está empezando a irritarme causando una grieta en mi comportamiento.

Su boca se abre, formando una pequeña O. El torrente de rojo que florece


sobre la palidez de sus mejillas me recuerda cuando se deshizo con mi simple 119
contacto anoche.

Tan preciosa. Tan pura. Tan mía.

—Gracias —susurra, sorprendiéndome.

¿Gracias?

—No debería haber bebido tanto vino. No me sienta bien. Estoy tan
terriblemente avergonzada por mi comportamiento. Ni siquiera recuerdo que eso
ocurriera.

Envuelve un brazo en su cintura y se tuerce el lóbulo de la oreja con la otra


mano, un hábito nervioso que he llegado a adorar.

—Ven a mi oficina. —Cambio de tema. Ella no recuerda nada de anoche. No


recuerda cuando corté su vestido y la llevé al borde del éxtasis con solo presionar
mi entrepierna contra la suya. Probablemente sea mejor así.

—¿Me llamaste aquí para decirme que bajara las escaleras?

La niña tímida se ha ido y la valiente Irina está de vuelta en sus legítimos


zapatos.
Quiero obligarla a sostener la barandilla con ambas manos e inclinarse para
poder golpear su culo apretado hasta que se ponga rojo carmesí bajo mi palma.
Entonces usaría mi corbata alrededor de su cuello como un arnés, mientras me
metería en ella cruda y duramente. Ella querría gritar de placer, pero mis manos
apretando la tela la restringirían. La gente entraría y saldría por la puerta principal,
sin saber que la dulce hermanita virgen de mi futura esposa estaba siendo
instruida sobre quién era su dueño.

Tomaré, tomaré, tomaré de ella hasta que le fallen las piernas.

Tomaré su pureza, su cereza madura y de color cereza, su voz, sus orgasmos,


su corazón, su puta alma. Todo para mí.

—¿Vlad? —Se muerde el labio inferior, y salgo de la fantasía, enviándome a


una neblina llena de lujuria—. ¿Por qué me miras así? —Su voz es un susurro
curioso, que habla directamente a mi polla.

—¿Como qué? —digo con voz ronca.

Su pecho se levanta con una gran bocanada de aire.

—Como si tuvieras hambre y yo fuera un pastel. 120

Una sonrisa genuina levanta las comisuras de mi boca. Real. Qué analogía
perfecta. Apuesto a que también sabrá dulce, como el glaseado de cerezas.

—Porque me miras como si quisieras que te pruebe —respondo, acercando la


yema de mi pulgar a sus labios y acariciándolos. Todo el mal negro y dañado
dentro de mí se diluye cuando la toco, el sol expulsando la oscuridad dentro de mí.

Espero que se aleje, como debería, pero no lo hace. En cambio, envuelve sus
manos con las mías y abre su boca, deslizando mi pulgar dentro. Su boca caliente,
suave y húmeda, aprieta cuando cierra los ojos y suspira.

—Señor Vasiliev, bien, todavía está aquí —llama Marina desde detrás de mí.

Los ojos de Irina se abren y me saca de su boca. Dejando caer sus manos, se
da la vuelta para correr por las escaleras.

—¿Qué? —grito, volviendo mi mirada a la mujer.

Los pies de Marina vacilan y se pone blanca.

—Lo siento. Solo quería informarle que vendrán los de la mudanza para
despejar el espacio disponible para decorar mañana.
—Bien. —Eso es todo lo que consigue por interrumpir el delicioso momento
con mi pequeña adicción. Me alejo de ella hacia mi oficina. Una vez que entro,
llamo a Danill, mi adquirente de la carga femenina especialmente seleccionada.

—Da. —Sí.

—Ya vozmu ix vsex. —Las llevaré a todas. Termino la llamada sin esperar una
respuesta. A quien no coloque en Los Juegos, la venderé a otra persona. Ya tengo
compradores en mente.

—¿Más mujeres? —pregunta Irina desde la esquina de la habitación,


sobresaltándome.

Si mi padre supiera que ella estaba involucrada en algún negocio en el


imperio Vasiliev, me ordenaría que la pusiera en su lugar. De rodillas. Y a
cualquier otra persona, estaría de acuerdo con él.

Pero ella no es simplemente cualquiera.

Está sosteniendo una foto, trazando la imagen con su dedo. No me presiona


cuando ignoro su pregunta.
121
—Nadie habla de él —dice, poniéndose de pie y caminando hacia una de las
estanterías. Deja el marco, y es entonces cuando me doy cuenta de cuál. Una foto
de Viktor y yo hace un año, en su graduación. El pozo se abre en mi estómago y
quiero que se cierre.

Maldita sea, lo extraño.

—Todavía está fresco para algunos de nosotros. —Mis palabras son frías a
pesar de la herida abierta en mi pecho.

—Vika perdió a dos personas ese día —reflexiona, mirando otras fotos que se
muestran en la oficina.

—Nosotros perdimos dos personas ese día.

Ella me mira.

—Lo siento. Olvidé lo cercanos que eran Niko y tú.

No quiero hablar de esto no puedo.

—Aquí —le digo, sosteniendo los diseños para su estudio.


Da pasos cautelosos hacia mi mano extendida y me quita el papel. Sus
brillantes ojos azules lo hojean y luego se elevan hacia los míos, una sonrisa
extendiéndose por su bonito rostro.

—¿Un estudio? —pregunta asombrada.

Si hubiera sabido que obtendría una sonrisa tan impresionante, habría tenido
miles de estudios hechos para ella.

—Vlad —grita, un alegre chillido estallando de ella mientras salta hacia mí.
No tengo más remedio que atraparla. Su pequeña estructura se moldea a la mía
como si hubiera sido creada para encajar allí. Su cabello me hace cosquillas en la
mejilla y la mandíbula, y el olor explota en mis sentidos.

Madreselva.

Deslizándome por mi cuerpo y parándose sobre sus pies, me mira a través de


sus pestañas.

—Gracias.

Sus labios me atraen, y no puedo pensar con claridad. Todo lo que veo, oigo, 122
huelo, es a ella.

Maldición.

—Voy a besarte —le digo, mi voz es una cuestión de hecho.

Voy a arruinar todo.

Voy a arruinarla.

Sus ojos se abren de par en par.

—Te vas a casar con Diana.

—Lo sé —digo entre dientes, con frustración en mi tono—. Pero solo esta vez.
Solo un beso. —Lo digo más para mí que para ella.

Ella muerde su labio inferior y estoy desesperado por morderlo también. Esta
chica ordinaria me hace cosas extraordinarias.

—No puedo Vlad. —Respira, con un pequeño enojo en su tono—. Ella es mi


hermana. Está muy mal. —Claramente, me malentendió. No estaba preguntándole.
—Entonces di no —la desafío con una mirada. Por un momento, creo que
cederá. Sus labios se separan, pero luego parpadea lejos su aturdimiento.

—No. —Baja sus ojos. Agarro la parte posterior de su cuello y tiro su cuerpo
al mío, amando la forma en que sus tetas descaradas se presionan contra mi firme
pecho. Agarrando su mandíbula con mi otra mano, inclino su cabeza hacia atrás
para que se vea obligada a mirarme. Obligada a respirarme—. Vlad —suplica, pero
es débil. Los planos que sostenía revolotean en el suelo a nuestros pies.

La pequeña Irina es cualquier cosa menos débil.

Sin embargo, me encanta la idea de dominarla y someterla a mi voluntad.

—Dime que no —repito, mi voz es un gruñido grave y amenazante.

—¡No!

Pero su lenguaje corporal y sus ojos gritan sí.

Nunca traicionaría voluntariamente a su hermana.

Menos mal que no tengo tanta lealtad.


123
Aplasto mis labios con los suyos, ansiando su sabor más que cualquier
whisky escocés o vodka de mi costoso alijo. Quiero probar cada centímetro
delicioso de ella. Sus labios son suaves y flexibles. Los insto fácilmente a que se
abran con mi lengua e invado su boca. Sabe dulce, como esencia de vainilla. Sus
pequeños puños golpean mis hombros, pero sus labios bailan con los míos.
Desesperadamente. Con impaciencia. Peligrosamente. Una vez que se da cuenta de
que es víctima de mi beso y no la dejo ir, su cuerpo se ablanda contra mí. Muerdo,
chupo y saqueo su boca, tomando hasta saciarme.

Maldita sea, sabe a perfección.

Me alejo, para horror de mi polla. Podría pasar horas besando su boca dulce y
carnosa que sabe a pecado traído directamente del cielo. Una mezcla sobrenatural
y divina. Es una comida digna de un rey y quiero devorarla.

Nuestros ojos se encuentran por un momento. Los suyos están cubiertos de


lujuria, pero rápidamente sacude su aturdimiento antes de mirarme con ira y
murmurar una cadena de palabras y maldiciones rusas. Se tambalea mientras se
aleja, pero encuentra su equilibrio y sale disparada de mi oficina como si el diablo
la persiguiera.

Soy el diablo, sin duda.


Y quiero perseguirla, pero si lo hago, no me detendré con sus labios.

La devoraré toda.

124
V
CAPITULO TRECE

O
h Dios mío.

Mi corazón no ha dejado de correr desde esta tarde. Desde


que Vlad me agarró y me besó como si nuestras vidas
dependieran de ello. Estaba horrorizada. Horrorizada y
completamente excitada.

La culpa me desgarra y me angustio mientras busco en mi joyero algo que


ponerme para la cena. He traicionado a mi hermana de la peor manera. ¿Qué clase
de persona besa al prometido de su hermana?
125
Las lágrimas amenazan, pero las parpadeo. Ya he hecho demasiado de eso
esta tarde. Me encerré en mi nueva habitación al otro lado de la finca una vez que
Rada me la mostró y lloré durante horas. No soy de las que se quiebran y se
rompen, pero Vlad desordena mi cabeza. Algunos momentos lo odio y me
repugna, luego, otros momentos... lo deseo tanto, que juro que se me hace agua la
boca.

Abro el cajón inferior de mi joyero y saco un delicado brazalete con piedras


del color de mis ojos. No estaba aquí antes. Todas mis preocupaciones se dejadas
de lado cuando contemplo de dónde vino el brazalete. Por extraño que parezca,
coincide con el vestido que había planeado usar para la cena. Lo deslizo en mi
muñeca y admiro las piedras mientras brillan a la luz del techo.

—Te ves hermosa —murmura Diana desde la puerta. Todavía está vestida
con su abrigo y bufanda, sus mejillas sonrosadas por el frío.

No puedo mirarla a los ojos. No sin que mis ojos le digan lo que le hice. Me
muerdo el labio y miro el brazalete.

—Gracias.

Entra a la habitación mientras se quita la bufanda.


—¿Por qué te mudaste aquí?

Me encojo de hombros.

—No lo sé. —Mi voz tiembla y odio el sonido de eso.

—Es una habitación más bonita. —Se maravilla cuando se sienta en la cama—
. Sombra, ¿qué pasa?

—Nada —chillo—. ¿Cómo te fue en casa de papá?

Deja escapar un profundo suspiro, pero no responde. Levanto mi mirada


para encontrarla retorciendo su bufanda en sus manos. Abatida. Mi poderosa y
carismática hermana está abatida. Su nariz se pone rosa y me mira con ojos
llorosos.

—Lo siento —susurra.

Frunzo el ceño y doy un paso hacia ella.

—¿Por qué lo sientes?

Suelta una risa sin humor. 126

—Esto. —Sus manos hacen un gesto en el aire mientras sorbe por la nariz—.
Todo.

—Está bien. Las mujeres Volkov son fuertes donde sea que estén. Mientras
estén juntas —le digo firmemente. Lo que sea que haya sucedido entre Vlad y yo
nunca volverá a suceder. Me aseguraré de ello. Necesito que esto funcione por el
bien de Diana. Ella es brillante y exitosa. Lo que sea que esté pasando con padre
está tratando de arruinar eso. Su alianza con Vlad solo la fortalecerá.

Una lágrima rueda por su mejilla.

—Nos bloqueó. —Ella hipa mientras más lágrimas caen—. No tengo acceso a
ninguna de las cuentas.

Me apresuro a sentarme a su lado. El beso ya es cosa del pasado y es barrido


bajo la alfombra mientras tomo las manos de mi hermana.

—Estaremos bien. Te casarás con Vlad y continuarás haciendo lo que mejor


haces. Solo que para otra familia. Padre se hundirá sin nosotras. Hicimos de esa
compañía lo que es.

Me abraza y llora suavemente contra mi cabello.


—No sé lo que depara el futuro, Sombra. Yo no... Simplemente no lo sé.
Nunca quise que llegara a esto. Padre está forzando mi mano.

—Shhh —arrullo—. Hoy es solo un bache y mañana o pasado recordará que


somos nosotras quienes hemos estado haciendo que sus compañías sean lo que
son, especialmente Volkov Spirits. Estará bien. Lo prometo.

Se aleja y acuna mis mejillas en sus palmas.

—Te amo, mi dulce hermana.

Sonriéndole, abro mi boca para decirle las palabras cuando noto un moretón
en su garganta. No solo cualquier moretón. Un chupetón. Mi sonrisa cae.

—Diana, ¿qué es esto?

Sus ojos se agrandan y mira por encima del hombro antes de tratar de
cubrirlo con la mano. Lo aparto e inspecciono más de cerca.

—¿Quién te hizo un chupetón? —exijo, mis ojos se abran de par en par con
horror.
127
Frunce los labios y lanza su mirada a la puerta de nuevo antes de saltar de la
cama y correr hacia el espejo.

Suelta una maldición entrecortada.

—Blyad. —Mierda.

—¿Diana?

—No puedes decirle nada a Vlad —susurra, volviendo a sentarse a mi lado—.


A nadie.

—Dime —ordeno.

Traga y suelta un suspiro torturado.

—Un hombre. Él es mayor. Lo conozco desde hace un tiempo.

Parpadeo hacia ella confundida.

—¿Abusó de ti? —Vlad lo matará. Yo lo mataré.

Su nariz se arruga.
—¿Qué? No. Nosotros somos... nosotros... —Se calla, y más lágrimas brotan—
. Sombra, lo amo.

No.

¿Este viejo al azar?

Puaj.

—Diana... —comienzo, mi voz baja en advertencia.

Sacude la cabeza.

—Detente. No escucharé nada de eso. Tu corazón no puede evitar a quién


amas, incluso si es la persona equivocada. —Levanta la barbilla—. No me sentiré
avergonzada por lo que tenemos.

—¿Que tienes? —siseo—. No puedes tener nada con él si estamos bajo el


techo de Vlad y te vas a casar con él. Diana, esto es peligroso.

Se pone de pie y agarra su bufanda.

—¿Crees que no lo sé?¿No crees que no me preocupo cada segundo de cada 128
día, lo que podría significar si nos atrapan?

—¿Atrapan? —pregunto—. ¿Has... has tenido sexo con él?

Ríe, pero es frío.

—Dulce hermana, eres tan inocente. Por eso, me alegro. Sin embargo, tienes
mucho que aprender sobre el mundo exterior. —Se envuelve la bufanda alrededor
de la garganta y me frunce el ceño—. He estado durmiendo con él durante años.
Años, Irina. Eso es amor. Lo que tenemos es amor.

Mi estómago se hunde ante su confesión.

—Por favor no tengas sexo con él aquí. Si Vlad se entera... —Casi me


atraganto ante la idea de que Vlad corte a mi hermana como lo hizo con su puta.
No puedo perderla. Vlad no es del tipo que toma a la ligera las indiscreciones en su
propia casa.

—Casi lo descubrió —admite, con vergüenza en sus ojos—. Mi amante venía


a verme, pero Vlad llegó primero.

—Él te matará —lloriqueo—. Tienes que parar.


Da un paso atrás como si la hubiera golpeado. La mujer fuerte y poderosa
que conozco y amo tiene una mirada enloquecida en sus ojos. Enloquecida por el
amor. O... el cerebro lavado. La idea me alarma.

—Me encargaré de eso —dice finalmente, levantando su barbilla—.


Terminará una vez que me case. —Pero el parpadeo en sus ojos me dice lo
contrario.

—Diana, esta no eres tú.

Sacude la cabeza.

—No —dice, haciendo señas a nuestro alrededor—, esta no soy yo. Pero
todos tenemos un papel que desempeñar.

Antes que pueda responder, sale rápidamente de la habitación.

Puede que Vlad haya metido su lengua en mi garganta más temprano hoy,
pero no creo ni por un segundo que él tome lo mismo que está sucediendo contra
él a la ligera. Vlad es un jugador de un juego definitivo en el que siempre sale
como el ganador. Si hurga por ahí y descubre que Diana ha estado acostándose con
cualquiera bajo su propio techo, nada menos, querrá venganza. 129

Eso significa que necesito hacer mi parte.

Debo distraerlo.

Me dirijo a cenar sola.

Diana tardaba una eternidad en prepararse y necesitaba formular un plan.


Ahora lleva la marca de otro hombre. Si Vlad la ve, perderá la razón.

Necesito asegurarme de que eso no suceda.

—Señora, se ve impresionante esta noche —murmura una voz profunda.

Muevo la cabeza para ver a Stepan apoyado contra el marco de la puerta, su


traje se adapta agradablemente a su cuerpo. Sus ojos recorren la curva de mis senos
y luego mis muslos desnudos. Esta noche, opté por un vestido más corto. Si planeo
distraer a Vlad, mostrar un poco de pierna está a la orden.

—Gracias —digo—. ¿Has visto al Señor Vasiliev?


—¿Senior?

—Uh, no. Vlad.

Sacude la cabeza mientras camina en mi dirección, con un brillo lobuno en los


ojos. Una vez pensé que era lindo, pero ahora solo quiero escapar para encontrar a
Vlad. Tengo un juego más grande que el de enganchar a un chico guapo. Necesito
asegurarme de que mi hermana no sea asesinada.

Stepan se detiene a centímetros de mí y me mira fijamente.

—Permíteme acompañarte a cenar.

Me alejo de él, golpeando mi trasero contra la pared.

—Yo... uh...

—Yo la acompañaré a cenar —dice una voz fría y masculina—. Vete al sótano
y revisa a mi Darya.

Stepan se pone rígido y me da una mirada preocupada antes de irse, sin


darme un segundo vistazo mientras se va. Me quedo mirando directamente a los
130
fríos ojos de Yuri Vasiliev. Alto, hombros anchos, cabello oscuro con vetas grises,
es una versión más vieja de Vlad, guapo y regio. Pero algo en sus ojos grita
violencia. Siendo el monstruo que es Vlad, su padre es un millón de veces más vil.

—Señor —saludo con una sonrisa forzada.

Se acerca a mí, sus ojos recorriendo mi vestido mientras me evalúa. Sin


expresión de lo que piensa, me ofrece su brazo.

—El vestido te queda bien. Aunque, prefiero el de anoche antes que este.

Un destello de memoria me asalta.

Brillante y amenazante.

Un cuchillo.

No solo cualquier cuchillo, el espantoso cuchillo ganchudo de Vlad.

El pequeño corte en mi cadera pica al pensarlo. Me preguntaba qué había


pasado y ahora todo está regresando. Imágenes de Vlad encima de mí. Presionado
contra mí. Su polla frotando contra mi clítoris a través de nuestra ropa.

Me corrí.
Dios mío, me corrí.

El calor inunda mi garganta y pinta mi carne de lo que me imagino un rojo


brillante. Yuri no dice nada mientras me acompaña al comedor. Me estoy
volviendo loca por lo de anoche cuando un nuevo sentimiento se apodera de mí.

Conciencia.

La furiosa rabia se extiende a través del aire, tan palpable, que eriza los vellos
en mi brazo. Cuando levanto la vista del suelo, bloqueo miradas con la mirada
furiosa ámbar de Vlad. Todo lo relacionado con su postura y expresión indica lo
contrario, pero he aprendido a leer sus ojos reveladores.

Sus ojos me dicen todo.

No dicen, gritan.

Aléjate. De. Él.

Comienzo a alejarme de Yuri, pero su agarre se aprieta.

—Ah, niña, no tan rápido. Estamos jugando un juego. ¿Te gustan los juegos?
131
—Gira la cabeza y me levanta una ceja.

—¿Qué tipo de juego? —murmuro.

El calor de la mirada de Vlad quema mi carne. Quiero mirarlo de nuevo, pero


estoy atrapada en la mirada exigente de Yuri.

—Mi juego. Son todos mis juegos, después de todo. —Sus labios se levantan
de un lado. Este es el mismo hombre que le dio una paliza a la siempre amorosa
mocosa de Darya. ¿La violó también?

Enderezo mi espina dorsal y levanto mi barbilla.

—No quiero jugar contigo.

—Padre —dice Vlad con frialdad. Me sorprende que nos haya alcanzado tan
rápido.

Yuri le sonríe educadamente.

—Hijo.

—Permíteme escoltar a Irina a su asiento —gruñe Vlad, su voz ligeramente al


borde—. Insisto.
Su padre se ríe. Bajo y mortal.

—No esta noche, hijo. Ella es mía por esta noche. —Me mira con una sonrisa
diabólica—. Un anciano con una mujer joven y hermosa en el brazo por la noche,
no puedo pensar en una mejor manera de pasar la cena.

Vlad me lanza una mirada de advertencia. Algo brilla en sus ojos ámbar.
Miedo. Me sorprende la visión y casi tropiezo cuando Yuri me guía a la mesa. Él
saca una silla y hace un gesto para que me siente.

Tomo mi asiento y bebo agua de la copa. Evitaré el vino, lo último que


necesito es perder la cabeza mientras estoy bajo el control de Yuri Vasiliev. Vi lo
que le hizo a Darya. Que me condenen si me hace lo mismo. No toma asiento
inmediatamente mientras habla con el padre de Veniamin Vetrov, Yegor. Yegor es
tan viejo como Yuri, pero no es como Yuri. Yegor tiene un vientre gigante que
tensa los botones de su camisa de vestir. Yuri es poderoso y atemorizante junto a
Yegor, que es gordinflón y respira fuertemente. Noto a Veniamin sentado al otro
lado de la mesa con una expresión de complicidad, su estrecha mirada sobre mí.

De repente me golpea una horrible realización.


132
Ven.

Mi hermana está durmiendo con Ven.

Es mayor, y ella lo conoce desde siempre. Él siempre está en la casa de los


Vasiliev. Como si estuviera al tanto de mis pensamientos, Ven sonríe.

Oh Dios.

Recuerdo cuando era niña y los vi besarse en el pasillo de nuestra casa.


Cuando recientemente se había dejado crecer la barba y había ido a la universidad,
pero era demasiado viejo para besar a una adolescente. Me quedé pasmada, pero
Diana nunca volvió a hablar al respecto.

Porque él era su secreto.

¡Mierda!

Esto causará una guerra. Si mi hermana está jodiendo con Ven mientras está
comprometida con Vlad, eso pondrá en guerra a tres familias.

Su atención se dirige hacia la puerta y yo sigo su mirada. Diana entra al


comedor con una sonrisa confiada y una bufanda a la moda que va bien con su
vestido negro que abraza todas sus voluptuosas curvas. Dejo escapar un suspiro de
alivio al notar que su chupetón está escondido. Anton la sigue, siempre el buen
perro guardián. Ven se levanta y se acerca a ellos, haciendo que mi estómago se
hunda. Cuando la alcanza, ella le lanza una brillante sonrisa. Él toma su mano y
besa la parte superior.

¡Doble mierda!

¿Por qué alardearía descaradamente esto frente a todos?

Ven le ha lavado el cerebro por completo a mi hermana.

Comienzo a ponerme de pie para detener lo que sea que esté sucediendo,
pero luego todos toman sus asientos. Ven se sienta frente a mí mientras Yuri se
sienta a mi izquierda. Vlad se sienta a mi lado, y Diana se sienta frente a él con
Anton a su izquierda.

Mis ojos están pegados a ellos mientras Ven se rasca la barba oscura, una
sonrisa coqueta en su rostro mientras se inclina y le susurra algo a Diana. Ella se
ríe, y me hace rechinar los dientes. Puedo sentir a Vlad a mi lado mirándolos.

¡Triple mierda!
133
—Señorita Volkov —dice Yuri, sobresaltándome—. ¿Ha considerado
participar en los próximos Juegos V? Ciertamente tiene edad suficiente. Vlad entró
cuando era mucho más joven que tú.

Sorprendida por sus palabras, giro mi cabeza a la izquierda y lo miro.

—¿Q-qué? ¿Yo?

Se encoge de hombros mientras una camarera deja un plato humeante frente


a él. Luego nos sirve a mí y a Vlad, quien está conversando con un hombre a su
lado, antes de seguir. Trago saliva, el aroma del salmón al horno invade mis
sentidos.

—Sé lo de tu padre. Sobre ese hijo bastardo suyo que ahora favorece más que
a sus hijas. Lo sé todo, querida niña. Cómo dependes ahora de los Vasiliev para
asegurar tu futuro y bienestar. ¿Estoy equivocado?

Me pongo rígida, pero no respondo. Miro fijamente al salmón de aspecto


delicioso y trato de no retroceder ante las palabras de Yuri.

—Podría entrenarte... —murmura humildemente.

Sacudiendo la cabeza en su dirección, lo miro con furia.


—¿Como entrenaste a Darya?

Él sonríe, ignorando la mordida en mi tono.

—No, Darya es buena para una follada violenta. Ella grita, y vaya que grita
fuerte. Esos gritos atraerán incluso a los luchadores más concentrados. —Se inclina
hacia adelante y pasa la punta de su dedo a lo largo del exterior de mi brazo—.
Pero eres demasiado fuerte e inteligente para eso. Las chicas brillantes que pueden
manejar los negocios de su padre con los ojos cerrados merecen ser jugadoras
mucho más grandes que las que se acuestan boca arriba con las piernas abiertas.

—No, gracias. —Lo nivelo con una mirada dura.

—Ya veremos.

Me alejo de él y tomo mi tenedor. Estoy a punto de darle un mordisco cuando


veo a Diana mirando a Yuri.

—Irina es demasiado valiosa para arriesgar en Los Juegos —dice, escuchando


nuestra conversación a pesar de coquetear con su amante—. Nuestro padre puede
estar enamorado de su hijo recién descubierto en este momento, pero siempre ha
sido un hombre voluble. Su amor por nosotras no ha cambiado y siempre ha 134
sabido que bienes como nosotras no pueden arriesgarse en los apetitos de los
depravados dentro de Los Juegos.

Los ojos de Yuri brillan con fuego. Su mandíbula se aprieta como si apenas
pudiera evitar que las palabras viciosas e incontrolables salieran de su boca.

Vika muerde una fresa que sacó de su copa de champán y pregunta mientras
mastica:

—Si te quiere tanto, ¿por qué te ha sacado de sus negocios? —El brillo en los
ojos de Vika, como si hubiera ganado un premio, me da ganas de pincharle un ojo
con mi tenedor.

¿Cómo puede saber algo de esto?

Diana chasquea la lengua, una sonrisa en sus labios.

—Vika, ¿quién te llena la cabeza con esas cosas? Es cierto que las dinámicas
han cambiado, pero nuestro padre nos entrenó. Nos preparó para el mundo
despiadado y he estado a cargo del negocio por bastante tiempo. En ese tiempo, las
acciones se transfirieron a mi propio nombre. Volkov Spirits es una compañía que
Irina y yo construimos desde cero. Él puede tener el resto para pasárselo a Vas, si
eso es lo que él elige, pero Volkov Spirits es y siempre será nuestro.

Mi corazón golpea en mi pecho.

Vika se pone de un color rosado y bebe el resto de su bebida de un solo trago.


Justo cuando creo que va a callarse, habla de nuevo.

—Muchas familias envían a sus hijos a Los Juegos. Es un honor y un signo de


fortaleza. Durante casi una década, desde que Los Juegos han existido, ha sido así.
La mayoría de los hombres jóvenes sentados a esta mesa, como mi hermano,
entraron en Los Juegos como un rito de iniciación a la adultez, para dirigir a sus
familias. ¿Estás diciendo que tu familia es mejor que el resto de nosotros? ¿Por
qué? ¿Porque eres una mujer?

Es una perra. ¿Por qué siempre tiene que crear conflictos?

—No estoy diciendo eso en absoluto —responde Diana levantando la


barbilla—. Estoy diciendo que no necesitamos demostrar nuestro valor de esa
manera. Mujer o no.

—Es una mujer de negocios. Me gusta —dice Ven con una sonrisa, 135
juguetonamente tirando de la bufanda de Diana. Su flagrante coqueteo hará que la
maten antes que termine la noche. Antes de perder el valor, hago algo que no tiene
vuelta atrás: hago mi movimiento.
V
CAPITULO CATORCE

M
i atención se tambalea ante la escena que tengo ante mí, mientras
Arkady Orlov habla monótonamente a mi lado sobre un nuevo
proveedor de cocaína. Los Orlov son los mayores narcotraficantes
de este lado de Rusia. He querido robar una parte de su mercado y
los he estado vigilando de cerca.

Excepto ahora.

Ahora estoy viendo a mi prometida y a Ven haciendo el ridículo con el


nombre Vasiliev mientras prácticamente juegan a agarrarse el culo en la mesa del
136
comedor frente a todos. La acusé de eso, pero parece evidente que él se la está
follando.

Todos los pensamientos de los Orlov y la cocaína y el asesinato se disipan


cuando un pie empuja al mío. Al principio, creo que Irina tocó accidentalmente mi
pie, pero cuando la miro, sus mejillas están rosadas, mientras lo hace de nuevo. Un
pie desnudo se desliza por mi tobillo y se frota juguetonamente contra el costado
de mi pierna. Mi polla responde con una sacudida.

—Irina —gruño entre dientes.

Ella me mira debajo de sus fuertemente oscurecidas pestañas con rímel y me


sonríe. Tan malditamente inocente. Un angelito coqueteando con el diablo. Chica
traviesa. Chica traviesa, traviesa.

—Quiero pintarte.

La miro confundido. En una simple oración, ha sacudido mi mundo entero.


Encuentro mi máscara deslizándose mientras complazco a esta princesita.

—¿Oh?
Asiente, metiendo un mechón de cabello rubio detrás de su oreja. Los dedos
de sus pies siguen burlándose juguetonamente de mí debajo de la mesa y mi polla
se tensa en mis pantalones. Bien podríamos ser solo ella y yo en esta habitación.
Nadie más importa. Ni Diana. Ni el matrimonio. Ni el nombre Vasiliev, ni mi
horrible padre.

Solo Sombra, brillante como el sol.

—¿Por qué? —pregunto, curioso de sus repentinos coqueteos.

Se encoge de hombros.

—Porque eres algo hermoso. Me gusta pintar cosas hermosas. —No percibo
el engaño en sus palabras. Solo honesta verdad.

—Tal vez un día —le digo, volviendo mi cabeza hacia el sonido de la risa de
Diana.

Una delgada pierna se engancha sobre la mía bajo el mantel y vuelvo la


cabeza de golpe hacia Irina. Sus helados ojos azules brillan con determinación.
Labios llenos y carnosos que han sido pintados de un rojo seductor y me atraen.
Esos labios fueron míos esta tarde. Los poseí y los burlé. Los tendré de nuevo. 137
Saber que está abierta bajo la mesa me vuelve loco de necesidad. Deslizando mi
mano debajo de la tela, palmeo su muslo desnudo por encima de su rodilla
enganchado sobre mi pierna. Ella se estremece, pero no se aleja.

—¿Por qué el repentino cambio de opinión? —pregunto mientras tomo un


bocado de salmón con mi mano libre.

Imita mi acción y jadea ligeramente cuando acaricio su carne sedosa.

—Tengo necesidades —afirma sin rodeos.

Mastico lentamente y la miro. Esta noche está preciosa con un vestido negro
recatado pero corto que muestra lo guapísima que es. Casi me puse histérico al
verla antes al lado de mi padre. Si no hubiera causado una escena, la habría
arrancado de su agarre y la habría arrojado sobre mi hombro como un maldito
cavernícola. Todavía estoy tentado de hacer eso.

—Puedo ocuparme de esas necesidades —murmuro, deslizando mi mano


lentamente por su muslo desnudo.

Su aliento se detiene y tiembla.


—Vlad. —El gemido necesitado de su voz me tiene cegado por la lujuria.
Nunca he deseado tanto algo en toda mi vida.

Me voy a follar a la dulce pequeña Irina. La idea casi roba el aire de mis
pulmones. Me dije a mí mismo que no. Me comprometí con la idea de casarme con
Diana y no tomar lo que realmente quiero. Pero después de sentarme a cenar con
Diana riendo y tocando a Ven cada pocos segundos, he decidido que no le debo ni
una maldita cosa y lo que ella no sabe no puede hacerle daño de todos modos.
¿Verdad?

Oh, la dulce, pequeña Irina se correrá para mí. Extenderá sus muslos lechosos
y exploraré los tesoros que ningún hombre ha visto o tocado antes. Entonces, tal
vez la saque de mi sistema y pueda seguir adelante y convertirme en el esposo que
estoy designado a ser para su hermana.

No te preocupes, Sombra, obtendrás lo que tan desesperadamente anhelas.

Es una cuestión de hecho.

Ella ya debe saber esto para ahora.

Sucederá. 138

—Tu hermana está mirando —me burlo, mirándola por una reacción.

Frunce el ceño y rápidamente mira a Diana. Le sonríe a su hermana hasta que


deslizo mi palma más arriba de su muslo, robando esa sonrisa directamente de su
rostro.

La cena continúa, y mantengo mi palma firmemente adherida a ella. Apuesto


a que sus bragas gotean de excitación. Tengo ganas de probar su excitación.

En cuanto termina, toca mi bíceps.

—Me gustaría pintarte. —Fuego arde en su mirada—. Ahora.

Levanto una ceja en cuestión.

—¿Ahora?

—Ahora —repite.

—¿Pintar? —pregunta padre a su lado.


—Un regalo de bodas para Diana —dice Irina impecablemente, la mentira es
imperceptible para cualquier persona que no sea yo. Se desenreda de mí y se pone
de pie—. Disculpe.

—Tu estudio no está listo —le digo—, pero conozco un lugar.

Me levanto y ofrezco un asentimiento a mi padre. Diana está demasiado


absorta en lo que Ven dice para notar que me voy a poner mi polla dentro de su
hermana. Irina sale corriendo del comedor, su vestido negro rebotando alrededor
de ella. La acecho como si fuera mi presa. Tan pronto como entra al pasillo, se
quita los zapatos y sale corriendo. Se necesita un momento para que mi mente se
ponga al día con el hecho de que está huyendo de mí.

La persecución es siempre mi parte favorita.

La atraparé.

No pierdo el tiempo y corro tras ella. Puede que haga maldito frío en Rusia,
pero aun así hago al menos doce kilómetros por día corriendo en una cinta de
correr. Adentro. Donde hace calor. Ella nunca me superará. Escucho un portazo.
Ha entrado al ala de mi padre en la casa. Mi dulce y pequeña Irina tiene suerte de
139
que esté aquí para protegerla. Quedarse sola en la guarida de papá es un lugar
horrible para estar.

Abro la puerta de la sala de estar de padre y la encuentro con la espalda


apoyada en una estantería. Pateando la puerta detrás de mí, la acecho. Sus ojos
azules están muy abiertos y asustados, haciendo que mi corazón se acelere de
emoción.

—Vlad —comienza, su voz ronca y aterrorizada.

—Shhh. —Me acerco a ella y agarro su delicado cuello en mi mano, la misma


mano que estaba sobre su vestido antes. Sus zapatos caen al piso de madera con un
estruendo—. No puedes burlarte de un león y no esperar que te coma.

Grita cuando la fijo a la estantería y ataco su boca con la mía. Mi pulgar


acaricia el costado de su cuello, deleitándose en la forma en que su pulso se vuelve
salvaje bajo mi toque. Al principio, su beso es torpe e inseguro, pero luego está
arañando las solapas de mi chaqueta. Abandono mi agarre en su garganta para
tocarla en otros lugares. Mis palmas rozan sus costillas, luego se deslizan hasta su
trasero. La levanto y gimo cuando ella extiende sus delgadas piernas para
permitirme estar donde ambos sabemos que necesito estar.
Mi polla está dolorosamente dura y me aprieto contra su centro suave
mientras le muerdo el labio inferior. Su gemido es necesitado. Un dulce suplica.

—¿Recuerdas anoche ahora?

Gime de nuevo.

—Sí.

—Tu cuerpo es tan receptivo. Quieres esto, Irina. Quieres que destruya cada
parte de ti. Te encantará.

Asiente, deslizando sus dedos en mi cabello. Su agarre se aprieta alrededor


de mis gruesos mechones mientras profundiza nuestro beso. Los dos luchamos
desesperadamente para tener el control, y el infierno si ella no está ganando. Me
consume la necesidad de tenerla. Me muevo contra ella, ansioso por verla
desarmarse por mi culpa. La pequeña niña mala pierde el control y se balancea
conmigo en anticipación a su liberación. Saco una mano de su culo perfecto para
agarrar su teta alegre a través de su vestido. Los sonidos que provienen de ella son
salvajes y enloquecidos.

—Voy a follarte —gruño, mis dientes mordisqueando su labio, luego su 140


mentón. Grita cuando muerdo su garganta. Muevo mi boca cerca de su oreja y
mordisqueo la piel allí también—. Voy a follarte aquí contra los libros de mi padre.

Gime, mis palabras la envían al límite. Su cuerpo se rompe con un orgasmo.


Si se corre tan fácilmente solo por un pequeño roce, no puedo esperar para verla
perder la cabeza cuando use mi lengua.

Antes que baje de su euforia, deslizo mi mano entre nosotros y busco sus
bragas. Mojada. Empapada. Está tan caliente para mí que está haciendo un
desastre. Me vuelve loco. Deslizo sus bragas hacia un lado y un sonido
estrangulado se escapa de ella.

—Vlad... yo... esto no es... soy... no podemos hacer esto.

Tiro de mi cinturón, luego desabrocho mis pantalones. Está jadeando y


retorciéndose, pero no tratando de escapar. Cuando libero mi gruesa y dolorida
polla y la froto contra su clítoris, se sacude en mi agarre.

—Entonces dime que no —suplico, mi boca un susurro sobre la de ella.


—Vlad... —gime—. No, por favor. —Sus gemidos son necesitados. Dice lo
que su corazón le grita que diga para no traicionar a su hermana, pero su cuerpo
suplica todo lo contrario.

Quiere que yo sea el malo.

Menos mal que disfruto muchísimo de esa idea.

—Ya no hay vuelta atrás, pequeña sombra —amenazo, mis dientes


mordiendo su labio hinchado—. Empezaste esto y ahora lo terminarás.

Sus dedos arañan mi cuero cabelludo y asiente, pero susurra las palabras.

—No, no podemos.

—Por supuesto que podemos —gruño—. Y lo haremos.

Le beso la boca para amortiguar sus gritos mientras deslizo mi punta hacia su
estrecha abertura y la empalo con un empuje rápido y violento que hace caer los
libros del estante junto a nosotros.

Apretada.
141
Maldición, mi dulce pequeña virgen está apretada.

Su coño sofoca mi polla. Es su coño el sádico, no yo. Es el que se atraganta en


este momento, y todo lo que puedo hacer es dejar que me mate lentamente con
placer. Es la mejor maldita cosa en la que he metido mi polla.

—¡OW! —grita, sus dedos arrancándome el cabello—. No podemos hacer


esto. —Sus palabras son entrecortadas mientras sus manos me tiran, acercándome
más, contradiciendo las palabras que se escapan de su lengua.

Es lindo, la batalla de lo que suplica su corazón y dicta su cuerpo.

Me retiro lentamente y luego golpeo de nuevo dentro de ella. Un fuerte y


horrible sollozo sale de ella, así que la silencio con otro beso. La pérdida de la
virginidad de uno nunca es un evento placentero. Al menos no para la mujer. Le
dolerá durante días después, mientras recuerda cómo me hice cargo de su cuerpo
de adentro hacia afuera. Como el mismísimo diablo enviado para invadir su alma.

—Vlad —llora—, por favor. —Gime—. No podemos

—Pero lo estamos haciendo —le recuerdo, golpeando más fuerte en ella,


conduciendo a casa mi punto.
La follo fuerte y rápido, besando su boca perfecta.

—Vlad —suplica nuevamente—. Oh Dios.

—Lo sé, pequeña. Lo sé. Déjame poseerte.

Su agarre en mi cabello disminuye y desliza sus palmas al exterior de mi


cuello. Se relaja un poco, y mi pecho se llena de orgullo porque confía en mí para
cuidarla. Balanceo mis caderas hacia ella, asegurándome de apretar contra su
sensible clítoris con cada golpe. Su coño está goteando de su último orgasmo,
dándome toda la lubricación que necesito para entrar y salir fácilmente. Pasa de
tratar de escaparse a aferrarse a mí como si fuera una balsa salvavidas.

—Vlad...

—Tan perfecta. —Respiro contra su boca—. Tan mía.

Su cuerpo tiembla y tiembla, pero sé que no se correrá así. No su primera vez.


Así que la follo duro y bien. Pronto me tomaré horas sacando el placer de ella.
Cuando pueda disfrutarlo completamente sin dolor.

Y entonces… 142

Entonces la llevaré a mi mundo oscuro, donde el dolor es el rey del placer. Él


gobierna con puño de hierro. Y el placer se dobla a la voluntad del dolor. Le
mostraré mi reino. Será mi reina.

Gruño mientras mis pelotas se contraen con mi orgasmo. Es una prueba


importante para mi fuerza de voluntad, pero me las arreglo para salir de ella
mientras derramo mi semilla contra su estómago inferior. Los dos respiramos
pesadamente y se aferra a mí como si nunca quisiera soltarme.

Debido a aquellos en nuestro mundo, se verá obligada a soltarme y pronto.

Pero aquí mismo, en esta habitación, puede tenerme. Todo de mí. El verdadero
yo.

Acaricio mi nariz con la suya, luego apoyo mi frente contra la de ella.

—Irina.

—Vlad —susurra.

—Eres peligrosa para mí —admito, mi voz ronca y tosca.

—Sobrevivirás —bromea.
Alejándome, miro fijamente sus ojos brillantes. Una fuerte emoción brilla en
ellos, una que he visto aflorar a través de los años cuando miraba en mi dirección.
Una que fue más fuerte esta tarde cuando nos besamos. Una mirada que ahora casi
me derriba.

Cayendo.

Ella está cayendo tan duro.

La atraparé.

—Nadie puede saberlo. —Odio tener que arruinar este momento con la
verdad.

Su labio tiembla.

—Yo lo sé.

—Como yo. Somos los únicos que sabemos.

Me aparto y la pongo de pie. Todo su cuerpo tiembla cuando su vestido cae


en su lugar, mi semen crea un punto húmedo donde está su estómago. Le habla a
143
mi animal interno. Pensamientos posesivos y aplastantes me abruman.

Malditamente mía.

El pequeño sol llamado Sombra es mío.

—¿Vlad? —Su voz es suave e insegura.

—¿Sí, solntce moyo?

Me mira con una expresión suave.

—Todavía quiero pintarte.

Se me abre el pecho y dejo entrar a esta chica. Sé que es una tontería. Todos
los que dejo entrar mueren o me traicionan o me abandonan. Y aun así…

—Lo harás —le aseguro—. Hagámoslo. No he terminado contigo todavía.

No creo que termine algún día con ella.


Los eventos del día me afectan y me encuentro a la deriva durmiendo en el
sillón de la nueva habitación de Irina. Ella ha estado en su baño por lo que parece
una eternidad. Me duermo hasta que su suave voz me despierta.

—¿Vlad?

—¿Mmm?

—¿Puedes quitarte la chaqueta?

Parpadeo y abro los ojos para encontrarla sentada en el piso frente a mí. Sus
caballetes aún deben estar empacados, pero puedo ver donde ha sacado artículos
de las bolsas y los esparció a su alrededor. Pinturas y pinceles. Un lienzo en blanco.
Su cabello mojado está torcido en un moño desordenado y su rostro está libre de
maquillaje. Las pecas que generalmente están ocultas por el maquillaje hacen su
aparición, recordándome cuando ella era más joven.

—Eres hermosa —murmuro.

Me sonríe.

—Gracias. Ahora desnúdate. 144

—¿Desnudo? —Me río por su audacia, pero me levanto. Está tan


malditamente linda en una camiseta sin mangas negra y pantalones de yoga
ajustados y negros. Sus pies están desnudos y tengo ganas de besarlos. Nunca en
mi vida he querido besar los pies de alguien. Pero con sus pequeños dedos
pintados moviéndose, estoy pensando que besarle los pies es demasiado tentador.

Me quito la chaqueta y la pongo sobre el respaldo de mi silla. Sus cejas están


fruncidas mientras me mira. Tiro de los botones de mi chaleco y lo pierdo junto
con mi corbata. Lentamente desabrocho mi camisa de vestir, disfrutando de la
manera hambrienta en que me está mirando.

—¿Cómo está tu coño? —pregunto.

Sus mejillas arden de un rojo brillante.

—Bien.

Me río y me quito la camisa de los hombros. Cuando me quito la camiseta sin


mangas, la miro con una ceja levantada.

—¿Quieres que siga?


Traga y asiente.

—Sé lo que quiero pintar. Sigue adelante.

Divertido, desabrocho mi cinturón y envío mis pantalones al suelo,


pateándolos y sacándome los zapatos. Ella señala mis calcetines, y me río. Cuando
empiezo a quitarme los bóxers negros, me detiene.

—Déjalos y vuelve a sentarte. Puedes volver a dormir si quieres. —Su


vergüenza se desvanece mientras se ocupa de sus pinturas.

—Estaba seguro de que querías pintar mi polla —bromeo.

Suelta una linda carcajada.

—Típico hombre. No todo se trata sobre las pollas. Es sobre la forma


masculina. —Su piel se sonroja—. No cualquier hombre. Tú.

Me acomodo en la silla y extiendo mis piernas. Verla tan adorable en su


elemento hace que mi polla se endurezca de nuevo.

—Oye ahora —dice juguetonamente—, mantén esa cosa bajo control. Tengo
145
un hombre que pintar.

Me río. Es real y poco característico para mí. Ella me hace sentir libre, sin
carga y joven. Me hace sentir como un hombre y un niño, todo en uno. Nunca
antes me había sentido tan relajado con otra persona. Me quité la ropa, pero me
hace sentir desnudo. Como si estuviera mostrando no solo mi piel y mi cuerpo,
sino también mi alma.

Me rasco un lado de mi mandíbula mientras la miro fijamente. Es hermosa


cuando pinta. Sus ojos parecen brillar al ver partes del mundo que nadie más ve.
Me encuentro embelesado en su mirada. Después de un rato de pintar en silencio,
empiezo a dormirme de nuevo.

—¿Vlad?

—¿Mmm? —No abro los ojos.

—Sigue haciendo lo que estás haciendo.

¿Qué estoy haciendo?


Los sonidos de su respiración ligera me adormecen y sueños con ella me
bombardea mientras me sumerjo más profundamente en lo desconocido. Esto
entre nosotros no durará —no puede— pero quiero que dure. Con todo lo que soy.

¿Seguir haciendo lo que estoy haciendo?

Eso no debería ser un problema.

Incluso si tengo que seguir haciéndolo en secreto.

146
V
CAPITULO QUINCE

M
e despierto enterrada bajo una montaña de mantas. Un bostezo se
me escapa mientras aparto las mantas y entrecierro los ojos al sol
de la mañana. Miro hacia la silla en mi habitación, pero Vlad ya no
está allí. Vagamente, recuerdo que él me llevó a la cama después de
que me dormí.

Todo me duele.

Me siento magullada y usada.

Pero también me siento bien. 147

Me duele el coño, pero el triunfo se apodera de mí. Lo hice. Me las arreglé


para distraer y hacer que el gran Vlad Vasiliev me follara para que no matara a mi
hermana. Simple. Soy un genio.

Excepto que ahora siento que he hecho las cosas diez veces más complicadas.
Claro, permití que mi hermana durmiera con Ven sin interrupción al distraer a su
prometido para que tomara mi virginidad, y si eso no es jodido, no sé lo que es.

Salgo de mi cama y corro hacia mi pintura. Es tosco y desordenado, pero me


encanta. Vlad, dormido y vulnerable. Nunca he visto nada más hermoso, excepto
lo real, por supuesto. Podría mirarlo así durante horas.

¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!

—Irina —llama Diana desde el otro lado de la puerta. Es entonces que me


doy cuenta que está cerrado y bloqueado. No entré en pánico. Me sentí segura
anoche. El pensamiento es sorprendente, y lo guardo para reflexionar más tarde.

—¡Voy! —Meto el lienzo debajo de la cama y corro hacia la puerta.

Cuando lo abro, ella es una imagen de la perfección. Ya no usa una bufanda,


pero ha cubierto su chupetón con maquillaje.
—Buenos días, pompas perezosas. ¿Sabes qué hora es?

Me encojo de hombros.

—No. ¿Por qué?

—No es propio de ti dormir todo el día. Especialmente con todo ese alboroto
ocurriendo al final del pasillo. —Suspira mientras me mira—. Gracias.

Levanto las cejas.

—¿Por qué?

—Por distraer a Vlad. Sabía que estabas tratando de protegerme. He sido


descuidada y lamento que sintieras que necesitabas tomar el relevo. Gracias por
distraerlo. —Mira a su alrededor y ve las pinturas en el suelo—. Yuri dijo que
estabas pintando a Vlad para mí. ¿Dónde está la pintura?

—Uh, él la tomó. No puedes ver tu regalo de bodas antes de tiempo —digo


con exasperación. Rápidamente cambio el tema—. ¿Has…?

Parpadea lentamente y sonríe.


148
—Aprovechamos la oportunidad robada, sí. Hice el amor y luego lo eché de
mi habitación antes de que alguien lo notara. —Juega con un mechón de cabello
desordenado que se ha soltado de mi moño—. Un día, entenderás lo que se siente
tener sexo. No se parece a nada que puedas experimentar.

Oh, lo sé...

—Suena interesante —murmuro.

—Duele al principio —me dice, frunciendo el ceño—. Mi primera vez, lloré.


Mucho. —Se estremece y por un breve momento, mi hermana se ve demacrada.
Rota y deprimida. Odio esa mirada en ella. Esta no es mi Diana—. Pero llegas a
amarlo. Es como si entraran en tu mente y vivieran allí. Dicen todas las cosas
correctas que le cantan a tu corazón. —Suspira—. El amor es doloroso a veces.

—Diana. —Empiezo, pero las palabras se quedan cortas—. Solo quiero que
seas feliz.

Sus fosas nasales se ensanchan y frunce el ceño.

—La felicidad no está con Vlad Vasiliev. Lo supe cuando acepté casarme con
él. —Noto la amargura en su tono. Es tan extraño para mí porque siento lo
opuesto. Anoche, Vlad descubrió una nueva parte de mí. Esas horas después de
que tuvimos sexo y lo pinté, me sentí más cerca de él de lo que nunca me sentí con
nadie. Incluso Diana.

—Creo que se puede encontrar la felicidad con Vlad —murmuro, mis


palabras son más para mí que para ella.

—Tienes mucho que aprender, Sombra. —Me besa en la cabeza y se dirige


hacia la puerta—. Quiero que nos veamos más tarde. Tenemos que hacer un nuevo
plan de juego ahora que padre ha hecho un desastre.

—Por supuesto. Lo resolveremos —le aseguro.

Sonríe, pero no llega a sus ojos, y luego se va. Tan pronto como se va, entro al
baño y miro mi reflejo. Soy una persona terrible. Mintiendo a mi hermana.
Follando a su prometido a sus espaldas. Ugh. Me quito la camiseta sin mangas. Tal
vez una ducha limpiará esta sensación de suciedad. Cuando noto la pintura sobre
mi abdomen, jadeo.

Mía.

Pintura negra. 149

Escritura ordenada y precisa.

Paso los dedos por las letras y no puedo evitar la sonrisa en mis labios. Este
juego que Vlad y yo estamos jugando... me gusta. Me gusta mucho.

A diferencia de los recientes Juegos V, solo espero que un Volkov no pierda


ante un Vasiliev.

Algo me dice que las chicas tontas y esperanzadas no deberían estar jugando
con hombres violentos y magistrales.

Tal vez en algunos juegos hay dos ganadores...

Aprieto los muslos y me estremezco ante el dolor persistente.

Tal vez no.

Hay una atmósfera diferente por aquí hoy. Pero no estoy segura si es solo que
me siento diferente, más como una mujer, pero con la sensación atolondrada de ser
una niña también. Es diferente. Entro en la cocina para encontrar a Vika y a Vlad
en una discusión acalorada. Diana está parada cerca con los brazos cruzados sobre
el pecho y una mirada de molestia en sus bonitos labios fruncidos.

—¿Qué está pasando? —le pregunto en voz baja, acercándome a ella.

—Vika siendo una niña petulante, como de costumbre —sisea.

Arrastro mis ojos hacia los dos. El pulso de Vlad late en su cuello y su
mandíbula está tensa. Sus ojos son fuego y azufre mientras mira a su hermana.
Parece darse cuenta que está metiendo un tigre en su propia jaula y se desinfla.

—Bien —concede ella con un bufido exasperado—. Iré. Diana puede


acompañarme. —Dirige su enfermiza sonrisa en nuestra dirección, y Diana le
devuelve una sonrisa tensa—. Vamos a ser hermanas, después de todo.

—Por supuesto, me encantaría ayudarte a elegir tu vestido —dice Diana


dulcemente—. Tal vez pueda comprar el mío mientras estamos allí.

Imágenes de Diana vistiendo un vestido de novia de pie junto a Vlad se


evocan en mi mente y me marchito por dentro. Una flor moribunda hambrienta de
luz. Ella será una novia hermosa.
150
—Es un viaje largo, así que empaca una bolsa de viaje —le dice Vika a Diana
al salir de la cocina, arrojándose la bufanda sobre su hombro y azotándome en el
rostro con ella. Perra.

—Perfecto —resopla Diana, siguiendo la salida de Vika.

Veo cómo la puerta se cierra suavemente detrás de ella, luego miro a Vlad,
quien me está mirando fijamente con una feroz hambre en los ojos.

Estamos solos.

Estar a solas con él hace que mi piel se caliente y mi cuerpo arda de adentro
hacia afuera.

—¿Cómo dormiste? —pregunta, el tono áspero en su tono indica el mismo


efecto que tengo por él. Mi cabeza nada y el calor se extiende por todo mi
estómago, acumulándose en mi núcleo.

—Bien, gracias —chillo, mis nervios me ponen nerviosa—. Cielos, me muero


de hambre. ¿Quieres desayunar algo? ¿Puedo prepararte algo? —Escapo de su
cercanía y corro hacia la nevera. Mis piernas se sienten pesadas, como si estuviera
arrastrando pesas de plomo por la habitación.
Sus zapatos rechinan en el azulejo detrás de mí, señalando su acercamiento.

—Es mediodía, Irina —dice moderadamente, un ronco gruñido retumbando a


través de él—. Pero sí, podría comer. —Con eso, bloquea el camino entre el
refrigerador y yo, me agarra por debajo de los brazos y me sienta en el borde del
mostrador.

—¡Vlad! —susurro-grito, poniendo mis manos sobre sus hombros para


alejarlo. Su fuerza no es rival para mí. Él obliga a mis piernas a separarse y se
acuña entre ellas—. ¡Diana podría volver! —digo desesperadamente.

Ignorando mi preocupación, golpea el mostrador a cada lado de mis piernas.

—Recuéstate —instruye. Cuando lo miro, empuja mi vestido por mis muslos


y comienza a tirar de mis bragas. Vestir vestidos nunca ha sido lo mío, pero debo
decir que han sido tremendamente convenientes últimamente. Retiro todo lo
negativo que he pensado sobre ellos.

Mi corazón martilla dentro de mi pecho y mi cabeza nada con necesidad,


miedo y emoción todo en uno. Él levanta mis pies y los coloca en el borde del
mostrador, abriéndome para que sus ojos me devoren. Se mete mis bragas en su
151
bolsillo por seguridad. La vergüenza me invade, pero es reemplazada por un
gemido cuando baja la cabeza y me besa entre los muslos. Jadeo y colapso sobre el
mostrador, la fría superficie penetra mi carne febril a través de la tela de mi
vestido.

Oh Dios.

Su boca codiciosa. Su lengua caliente y resbaladiza. Sus poderosas y errantes


manos.

Demasiado.

Se da un festín conmigo, como si fuera un buffet presentado solo para él. Y lo


soy. Solo. Para. Él. Cálidos giros de su lengua viajan a lo largo de mis labios,
separándolos y encontrando el clítoris palpitante escondido dentro.

Agarro el costado del mostrador para ponerme en tierra. Siento que estoy
flotando en una nube de éxtasis. ¿Todos los hombres hacen esto? ¿Siempre se
siente así de bien?

Mi espalda se arquea mientras chupa mi clítoris en su boca. Siento un


remolino en mi estómago y el calor se extiende por todo mi cuerpo en oleadas.
Algo empuja mi apertura, y luego me llena con lo que creo que es su dedo. Duele y
da placer en el mismo aliento. Estoy volando. Me voy a deshacer aquí mismo en el
mostrador de la cocina.

Me asusto cuando la puerta de la cocina se abre y una voz masculina dice


ahogadamente.

—Blyad, prostite, gospodin. —Maldición, lo siento, señor.

Me apresuro a sentarme y empujar frenéticamente mi vestido para ocultar lo


que hemos estado haciendo. Vlad me mira como un lobo, un brillo de mis jugos
cubriendo su boca.

Él es el cazador y yo soy la presa.

Vlad murmura una orden para que solo yo la oiga.

—Zakroysvoiglaza, solntce moyo. —Cierra los ojos, mi sol.

Mis entrañas se crispan con preocupación y no puedo hacer lo que él me pide.


En cambio, miro con horror, llena de culpa mientras acecha hacia el hombre que
retrocede sabiendo que ha entrado en algo de lo que no saldrá.
152
—Vlad —suplica, pero Vlad es rápido, silencioso y tan mortal como es
posible. Levanta su brazo, y da un puñetazo cerrado en la garganta del hombre. El
hombre jadea en shock y agarra su laringe, emitiendo un sonido sibilante. Sus ojos
están muy abiertos y asustados. Vlad lo rodea, saca algo del bolsillo y rodea al
hombre con un brazo, colocándolo en una llave de cabeza.

Golpes rápidos y eficientes en el cuello, el objeto brilla cuando la luz lo


atrapa. Es un cuchillo. No el del anzuelo. Uno diferente, con su emblema grabado
en él. El águila imperial de dos cabezas. El hombre se hunde en sus brazos, la
sangre brota de las heridas en su cuello.

Normalmente sin emoción, los ojos tranquilos brillan con locura. La


expresión de Vlad está enloquecida por un momento antes de parpadear y liberar
al hombre. Cae al piso con un ruido sordo, la sangre se acumula en torno a él.

Me quedo mirando un segundo hasta que creo que me voy a enfermar. La


bilis sube por mi garganta y salto del mostrador para correr al fregadero. Tengo
arcadas y las lágrimas brotan en mis ojos. He visto hombres asesinados antes,
demonios, incluso mujeres, por la mano de Vlad, nada menos pero esto no fue por
algo que hicieron. Fue por algo que hicimos. Yo. Él nos estaba protegiendo, las
cosas horribles que estábamos haciendo. Eso significa que también soy un
monstruo.
—Irina —dice Vlad, su voz tranquila y serena. Dedos corren por mi columna
vertebral, ofreciéndome consuelo—. Él tiene una lengua suelta. Habría hablado. —
Continúa acariciándome, y me pregunto si está untando sangre por toda mi ropa.

Me estremezco y asiento, pasándome una mano por la boca.

—Lo sé —le digo, porque lo hago. Me lavo las manos rápidamente, pero no
elimina la suciedad que siento en este momento.

—Ve a ayudar a Diana a empacar para esta noche —urge, su tono es suave y
gentil. Es difícil llegar a un acuerdo con quién me está tocando y quién apuñaló a
un hombre hasta la muerte hace unos segundos—. Haré que te traigan comida
cuando haya limpiado este desastre.

—Está bien. —Me las arreglo para decir, luego me alejo del fregadero para
irme, mi cuerpo temblando violentamente.

Su mano agarra la mía antes de que me aleje demasiado. El calor y la


comodidad que me proporciona con su fuerte toque me enraíza. El temblor
disminuye a medida que sus dedos se extienden sobre mi palma. Me mira
fijamente, sus ojos haciendo promesas que de alguna manera entiendo hasta un
153
nivel celular.

Lo que sucede entre nosotros es imparable.

Un matrimonio arreglado. Su malcriada, entrometida hermana. Un hombre


potencial de labios sueltos.

Nada apagará lo que ha comenzado a rabiar entre nosotros. Un infierno. Una


ardiente explosión de proporciones épicas.

Nosotros somos el sol.

Esto no es solo lujuria apoderándose de nosotros. Esto es mucho más. Algo


que necesita ser protegido y mantenido lejos de todos los demás.

Nuestros dedos bailan el uno con el otro antes que nuestra conexión se
rompa. Con los ojos llorosos, pero una nueva determinación, empujo las puertas y
le permito hacer lo que mejor sabe hacer.

Tomar el control. Manejar las cosas. Hacer movimientos que le aseguren la


victoria.

Y esta vez, espero que gane, porque estamos en el mismo equipo.


V
CAPITULO DIECISEIS

S
tepan entra a la cocina cinco minutos después de llamarlo. Mira a uno
de los lacayos de mi padre y levanta una ceja inquisitiva. No es su
trabajo interrogarme, así que ignoro su pedido no dicho y le digo que se
encargue de eso.

Dejándolo en ello, me dirijo a mi oficina. Fui imprudente e insensato al tomar


a Irina así a plena vista, pero verla sonrojada por el sueño y saber que mi olor
permanecería en su piel desde anoche fue demasiado tentador. Había tantas cosas
que quería hacerle, que no tuve tiempo la noche anterior, que mis impulsos se
apoderaron de mí, y por una vez, los dejé. 154

Me pongo detrás de mi escritorio y abro los monitores de la cámara para la


cocina. Rebobino la transmisión y elimino la indiscreción grabada. Problema
resuelto.

Suspirando, me recuesto en la silla y saboreo su sabor aún persistente en mis


labios. Ella me consume. Ahora que la he probado, no creo que pueda parar.

Es mía.

Y eso no cambiará pronto.

Diana llama a la puerta de la oficina, pero antes que pueda entrar, es


empujada a un lado mientras Vika entra.

—El sirviente de Diana nos va a llevar —dice rápidamente, examinando sus


uñas—. ¿Papá sabe que ya me estás haciendo escoger mi vestido? —Su tono
sarcástico me da ganas de reír, pero no lo hago.

—A papá no le importa, Vika —le digo, sin emociones. Aburrido, incluso. Ya


estoy tan malditamente aburrido de ella—. ¿Por qué debería?

Escupe más veneno antes de girar sobre sus talones.


—Ya nenaviju tebya. —Te odio.

—No es un sirviente —le informa Diana al pasar.

—¿Qué? —espeta Vika.

—Anton —dice Diana fríamente—. Es un guardaespaldas, no un sirviente.

Poniendo los ojos en blanco, Vika huye de la habitación, dejándonos a Diana


y a mí solos.

Diana camina hacia mí y se detiene al lado de una foto de Viktor y mía. Es la


misma con la que Irina estaba jugando cuando estuvo aquí. La levanta y la estudia.

—Con la muerte de Viktor, pensé que te habrías acercado más, pero pareces
estar en desacuerdo con tu hermana.

Me levanto y rodeo la mesa, tomando la foto de su mano y colocándola en su


lugar.

—Vika siempre ha tenido sus propios intereses. A ella no le importa Viktor.

Sus cejas se fruncen mientras coloca una mano sobre mi corazón. 155

—Hablas de él como si todavía estuviera aquí.

—Todavía lo siento aquí —le digo con sinceridad.

—Tal vez no deberías haberle permitido ingresar a Los Juegos —agrega


descaradamente.

Estudio sus rasgos por un momento. Se supone que esta mujer pronto será mi
esposa. La irritación burbujea dentro de mí. A veces me pregunto si Diana y yo
somos demasiado parecidos para ser compatibles. Un día, su tendencia a
cuestionar mi autoridad me hará enojar y no terminará bien.

—¿Estás diciendo que no valoré la vida de mi hermano como tú la de Irina?


—Intento mantener mi voz firme, pero la ira hace que tiemble levemente. Ella está
caminando sobre hielo delgado. Viktor es un detonante para mi lado menos
calmado.

Deja caer su mano y se encoge de hombros.

—Solo digo que nunca hubiera arriesgado a Irina de esa manera.


—Conoces nuestra vida —espeto—. Viktor vivió para ingresar a Los Juegos.
Quería probarse a sí mismo ante mi padre.

—Bueno, no funcionó —dice con enojo—. ¿Lo hizo?

La ira me pone los nervios de punta. ¿Cómo se atreve a hablar de cosas que
no comprende?

—Shagay ostorojno, Diana. —Anda con cuidado, Diana.

Sus labios se fruncen y me da un leve asentimiento. Sabe que ha empujado


todo lo que puede por un día. Estoy a segundos de estallar.

—Regresaré mañana —dice, su voz es todo negocios mientras cambia de


tema—. Irina está tomando una siesta. Está agotada por alguna razón. Por favor,
asegúrate que coma algo de cenar.

—Lo haré.

Se pone de puntillas y planta un beso casto en mi mejilla.

—Vlad. —Con eso, camina hacia la puerta.


156
—Buen viaje —llamo a su forma retirándose. Ella no dice una palabra más
mientras se va.

Me siento en mi escritorio y sonrío ante la idea de que la pequeña y dulce


Irina necesite tomar una siesta. Piel suave y cremosa en exhibición. Un suave
puchero en sus labios flexibles mientras duerme. Precioso cabello rubio en
desorden. Mi polla se está poniendo dura solo de pensar en tirar de sus cobijas
para ver a la mujer deliciosa que sin duda estaría escondida debajo.

Toda la calidez es absorbida de la habitación mientras un escalofrío recorre


mi espina dorsal. Mi espalda se endereza cuando mi padre entra en mi oficina.
Casi nunca viene aquí. Si me quiere, me llama, y como el hijo leal que soy,
obedezco.

—¿Otets? —Sale como una pregunta más que un saludo. Comienzo a


levantarme, pero levanta su mano para detenerme.

—Siéntate —ordena. Se sirve un trago del canter que tengo en mi escritorio.


Tomarse su tiempo para ir al grano es otro de los juegos favoritos de padre. Para
mantener a la gente nerviosa y esperando. Pero sabiéndolo ya, simplemente lo
espero. Dos pueden jugar su juego. Ya no es el gobernante de mi mundo, a pesar
de lo que pueda pensar.
—El cumpleaños de Ruslan es el próximo mes —dice finalmente—. Vamos a
hacerle una fiesta y anunciar la fecha de matrimonio. Quiero que este matrimonio
se arregle de inmediato.

Perfecto. Cuanto antes mejor.

—Suena como una gran idea —coincido. Sus hombros están rectos mientras
bebe su vodka, una nueva marca, cortesía de mi prometida. Evidentemente, padre
no ha terminado de hablar.

—Quiero que traigan a Darya a la casa principal y le den alojamiento. —Sus


ojos color ámbar se entrecierran mientras me clava con una dura mirada,
desafiándome a estar en desacuerdo.

Me trago una sonrisa y me inclino hacia adelante, uniendo mis manos frente a
mí sobre el escritorio.

—¿Oh?

Nunca se ha interesado en uno de sus juguetes para follar.

Como si pareciera reflexionar sobre esta elección, frunce el ceño por un 157
momento antes de asentir con un leve movimiento. Baja el contenido de su vaso y
lo deja en alto.

—Ella me recuerda a tu madre. Creo que la tendré cerca por un mes o dos.

Mi corazón se acelera con la mención de mi madre. Él nunca habla de ella.


Ella se fue cuando era joven, y nunca la hemos vuelto a ver. Padre ni siquiera tiene
fotos de ella a su alrededor. Ella lo despreció, creó un animal a su paso. Es brutal
con las mujeres, nunca conserva una por mucho tiempo, y hacer que traigan a una
puta a la casa principal es algo inaudito. Para cualquiera de nosotros. Pero eso no
significa que voy a ser yo quien le diga que no a mi querido papá. En todo caso,
revela una debilidad, una debilidad que disfrutaré hincando y presionando
simplemente para ver los efectos de la misma.

—Haré que se hagan cargo —le aseguro, aunque no fue una petición.

—¿La chica Volkov más joven? —pregunta y un fuego se enciende dentro de


mí.

Se necesita todo en mí para no fruncir el ceño ante la mención de ella en su


lengua vil.

—¿Irina? ¿Qué hay de ella?


Me mira, estudiando mis rasgos por un momento. Sé lo que está haciendo. Lo
ha estado haciendo desde que tuve la edad suficiente para hablar. Padre busca
pequeños rumores y luego te despelleja con su lengua y sus viles palabras. Sin
embargo, no encontrará nada escrito en mis rasgos. Él me enseñó a actuar distante
hace muchos años. Aprendí del mejor.

—Estoy pensando que ella podría haber sido una mejor pareja para ti —dice,
sus cejas arrugándose mientras considera sus palabras.

¿Qué?

Una sensación inusual florece dentro de mí.

¿Esperanza?

Maldita sea, ¿qué tipo de juego está jugando?

Continúa sin que yo responda.

—Diana es una chica hermosa, pero demasiado testaruda. Necesitará que la


repriman, Vlad. Ponerla de rodillas y mostrarle que es posible que las mujeres
hayan dirigido el espectáculo en la casa Volkov, pero pronto será una Vasiliev y 158
criamos hombres. Ella criará hijos para ti, no dirigirá un negocio que cree que
todavía tendrá una vez que el anillo de bodas esté en su dedo.

—Ella sabrá cuál es su lugar, padre. —Casi gruño—. No te preocupes por


estas cosas. Soy el hijo de mi padre, después de todo. —Le lanzo una mirada
oscura.

Me sonríe y pasa una mano por su suave mandíbula.

—Ven parece enamorado de las mujeres Volkov. Creo que Leonid alentaría
ese acoplamiento.

Pum.

Mis manos se aprietan, las venas en mis brazos están listas para reventar y
pintar mi escritorio de rojo.

—Irina ha abandonado a su padre —digo con calma—. Dudo que a ella le


importe lo que él quiera. —Me recuesto, actuando indiferente a pesar de la furiosa
ira en mi interior.
—Este es el problema cuando crías a las mujeres para que piensen por sí
mismas —gruñe. Tamborilea los dedos en el brazo de la silla—. Tal vez esto pueda
funcionar a nuestro favor.

—¿En qué sentido?

Desearía que se callara.

Irina es mía.

Malditamente mía.

—Podemos empujarla en la dirección de quien serviría a nuestros intereses.


—Es astuto. Es de donde Vika saca sus maneras astutas.

—Diana no nos permitirá decidir el destino de su hermana —le informo. No


permitiré que la envíe a los malditos buitres.

Su rostro se arruga en una mueca de desprecio.

—Diana hará lo que demonios le digan —dice bruscamente—. La


enderezarás, Vlad, o yo lo haré por ti. —Con eso, se inclina hacia adelante como el
159
propio Hades mirando a sus súbditos—. Irina es el señuelo perfecto para un tonto.
La usaremos para atrapar un Voskoboynikov, tal vez. —Sonríe, poniéndose de
pie—. Por ahora, vamos a casar a Vika con un Vetrov y terminar con su lloriqueo
en mi oficina con la esperanza de que cambie de opinión.

Está loco si cree que permitiré que Ven o un Voskoboynikov se acerque a mi


dulce Irina.

—Tal vez Irina considerará mi sugerencia para que participe en Los Juegos.
Un heredero Volkov aún no ha demostrado su valía en Los Juegos y Leonid ha
expresado interés en invertir más dinero y poner su nombre en el círculo interno.
Dejarlo que demuestre su compromiso.

—Hay un hijo para eso ahora —le recuerdo.

Resopla.

—No hay honor en esa sangre diluida. Es el hijo de una criada. El único honor
que trae es deshonor. —Con eso, me deja solo para reflexionar sobre todo lo que
acaba de poner sobre mí.

La necesidad de reclamar a Irina me quema en la ingle. En el momento en que


mi padre está lejos de mi oficina, subo corriendo las escaleras, de dos en dos, y
descubro que su puerta está abierta y yace dormida en la cama para que cualquiera
la vea.

Entro en la habitación y cierro la puerta de golpe detrás de mí. Ella se


sobresalta y sus ojos se expanden. Tal como lo imaginé, su cabello rubio está
desordenado y sus labios hinchados. Se frota los ojos con su puño mientras me
mira con los ojos entrecerrados.

—Vlad, ¿qué pasa?

—Quítate la ropa —exijo, mi tono bajo y mortal.

Tira de las mantas hasta su pecho, mordiendo ese labio inferior suculento y
grueso y sacude la cabeza.

—Diana va a mirar los vestidos de novia, Vlad. No puedo hacer esto de


nuevo. Está mal.

Me acerco a ella, aflojando mi corbata y deslizando mi chaqueta por mis


hombros a lo largo del camino. Cuelgo la chaqueta sobre la silla en la que dormí
anoche. Ella observa cada uno de mis movimientos con ojos azules amplios y
brillantes. Me encanta su mirada sobre mí. Quiero cada parte de ella en mí. 160
Extendiendo la mano, agarro las sábanas, las aparto de su cuerpo y las arrojo al
suelo detrás de mí. Ella se aleja a cuatro patas, corriendo por la cama como un
animal asustado tratando de escapar de un depredador.

No hay escapatoria.

Siempre la capturaré.

Agarrándole el tobillo, la tiro hacia atrás, forzándola a desplomarse sobre su


estómago. Envuelvo la corbata alrededor de su tobillo y la amarro al poste de la
cama.

—Vlad, libérame —exige, y eso trae una sonrisa a mis labios.

—No.

—Gritaré —amenaza.

—Eso espero —bromeo.

Rasgando su ropa, los arranco de su cuerpo. Grita y pelea conmigo, tratando


de cubrirse pero es inútil. Sigue sin bragas desde antes. Olvidé que las había
metido en el bolsillo de mis pantalones. Las saco y las sostengo entre mis dientes
mientras rasgo mi camisa y la dejo caer al piso junto con mis pantalones.

Su cuerpo está temblando y la excitación húmeda se muestra en la parte


interna de sus muslos. Está desesperada, como yo. Me arrastro sobre su cuerpo y
descanso mi polla entre sus nalgas. Mi pecho roza su espalda y evito aplastarla con
mis codos.

—No puedo hacer esto. —Su voz es suave y carece de convicción mientras
me mira tímidamente por encima de su hombro.

—Entonces no lo hagas.

Su culo se aprieta. Está tan hambrienta por mí como yo por ella. La dulce
Irina no quiere ser mala, pero su cuerpo no recibió la nota.

—Vlad... —Es un gemido entrecortado mientras me muelo en su culo,


extendiendo sus mejillas y descansando mi polla contra sus lugares prohibidos.

—Si te digo que no y lo digo en serio, ¿escucharás? —pregunta, pero su voz


tiembla de necesidad.
161
—Por supuesto —miento.

—Entonces n… —Antes que pueda terminar, meto su propia ropa interior en


su boca, interrumpiéndola y enviando una onda de placer a través de mi propio
cuerpo. Murmura a través de la tela y estira la mano hacia ellas, así que agarro sus
manos y me siento a horcajadas sobre ella, inmovilizándolas detrás de sí,
descansando justo sobre los hoyuelos de su espalda baja.

—Shhh —susurro, mordisqueándole el lóbulo de la oreja y besándole el


hombro. Mis labios encuentran su camino a su columna vertebral. Su cuerpo se
relaja bajo mis labios y sonrío sabiendo que he ganado. Aflojo sus manos y le
muerdo la nalga cuando la paso. Obligándola a ponerse de rodillas, admiro su
lindo trasero y su coño rosa que ahora está en exhibición. Uso mi dedo para
deslizarme hacia su centro. Está empapada y gime bajo mi toque. Su culo se
contonea y se retuerce, y no puedo soportarlo más.

Necesito estar dentro de ella.

Poseerla.
Meto un dedo, luego otro, estirando sus paredes. Los saco y me los meto en la
boca. Su excitación es potente y deliciosa mientras invade mi lengua. Empujo sus
caderas hacia el final del colchón y alineo mi polla a su entrada.

—Sé que quieres esto —murmuro, mi punta burlándose de su hendidura


húmeda—. No lo admitirás, pero tu cuerpo me dice todo lo que necesito saber.

Entro en ella, brutal y rápido. Gime a través de las bragas mientras su cuerpo
se mece contra el mío, igualmente desesperada por la conexión. Sacudo mis
caderas en su interior, golpeando su piel con la mía. Su coño me estrangula,
suplicando por más.

Le daré más.

Le daré todo.

Aprieto su nalga con mi mano lo suficientemente fuerte para hacerle un


moretón antes de tirarla hacia un lado, exponiéndola ante mí. Mi pulgar acaricia su
agujero y lo presiono más allá del anillo apretado.

La quiero de todas las formas posibles.


162
Culo.

Boca.

Todo.

Mía.

Me deslizo fuera de ella y disfruto su lloriqueo. Inclinándome hacia adelante,


lamo el pliegue de su culo, saqueando el pequeño agujero con mi lengua. Su
cuerpo zumba y vibra mientras el placer la recorre. La pruebo hasta que tiembla,
justo al borde de la dicha.

Maldición, no puedo tener suficiente de ella.

Le desato el tobillo y le doy la vuelta. Un perfecto rubor rojo está pintando


toda su piel. Sus ardientes ojos azules se encuentran con los míos. Extendiendo la
mano, le quito las bragas de la boca y las arrojo. Se muerde el labio y me da una
mirada tan necesitada que tengo ganas de derramar mi semilla.

Es tan malditamente hermosa.


—Pon mi polla en tu boca, mi pequeño sol —murmuro, mis dedos recorren
su carne desnuda.

Espero que sea aprensiva o me recuerde que no va a hacer esas cosas


conmigo, pero me sorprende. La pequeña y dulce Irina siempre me sorprende. Se
sienta de rodillas, descubriendo sus alegres tetas. Su pequeña mano se enrosca
alrededor de mi circunferencia, apretando la base y explorando con sus ojos.

—¿Me ahogará? —pregunta, curiosa e inocente. Sus ojos son amplios e


inquisitivos.

—Eso espero. —Sonrío, abriendo su mandíbula con las yemas de mis dedos.
Envuelvo la corbata alrededor de su cuello y lentamente alimento mi polla en su
boca. Es cautelosa y tímida al principio, pero le doy un empujón alentador con una
de mis manos enredadas en su cabello y la otra tirando de la corbata para tensarla.

Se atraganta un par de veces, pero sorbe y chupa como si fuera un helado


derritiéndose y se estuviera deshidratando. La punta golpea el fondo de su
garganta y casi me corro.

—Sabes muy bien. —Gime, sacándome y volviendo a meterme.


163
—Tengo tu sabor, chica sucia —bromeo, sintiéndome mareado y listo para
explotar.

Esta chica sacude todos los cimientos que he construido y sobre los que me he
apoyado. Me hace perder el foco en el mundo debajo de mí porque estoy
demasiado ocupado mirando directamente al sol. Irina me ciega. Me debilita. Me
destruye con su dulzura. Y no puedo mirar hacia otro lado. De buena gana le
permito arruinar todo sobre mí.

Ya no soy Vlad, el gran mafioso ruso que juega mejor que nadie.

Soy suyo.

Tiro de la corbata y siento su garganta apretarse, apretándome la polla. Sus


uñas se clavan en mis nalgas, y me meto en su boca. Las lágrimas se forman y caen
de sus ojos, pero esta magnífica niña no se detiene. Sé que no puede respirar. Mi
polla está bajando por su garganta, privándola del aire, sin embargo, ella se
enciende.

Fuerte y resistente.

Mi Sombra, un sol ardiente.


La presión se acumula en mis entrañas y el calor explota en mi columna
vertebral mientras mi polla palpita. Semen corre por su garganta y llena su
estómago. Diana me pidió que la alimentara, y le hice caso.

Cuando mi polla deja de moverse, me deslizo fuera de su boca. Ella jadea por
aire y jala la corbata para aflojarla. Está jadeando y escupiendo un poco, pero luego
me mira con lujuria y devoción.

—Sabías tan bien. —Se lame los labios, y mis piernas casi se doblan. Nunca
había visto algo tan malditamente ardiente en mi vida.

¿Ella siquiera es real?

Me agacho y la pongo de pie. Acunando su garganta, corro besos por su


mejilla hasta su oreja.

—Vamos a bañarnos y limpiarnos. Voy a necesitar más de ti, y pronto —


admito, mi voz suena oscura y amenazante—. No saldrás de esta habitación esta
noche.

No he terminado con ella.


164
Ni por asomo.

Tenemos toda la noche.

Calor me envuelve, y me despierto con un sobresalto. No he dormido tan


bien en años. Los flexibles planos del cuerpo de Irina están moldeados a mi
costado, su cabello extendido sobre mi pecho. Mi corazón golpea rápidamente en
su jaula, y no me importa liberarlo. No mientras ella sea su ama.

Así es como debe sentirse la alegría.

Cálido y reconfortante.

Deslizándose perezosamente por tus venas y cada terminación nerviosa.

Perfección.

Ojalá no tuviéramos que salir de esta habitación. Pero tenemos que hacerlo. El
amanecer se arrastra en el horizonte y Diana volverá pronto. Un bostezo suena de
Irina mientras estira su cuerpo agotado. Está cubierta de moretones y marcas de
mordiscos. Todo lo cual tiene orgullo y posesividad masculina sobre ella surgiendo
a través de mí. Por supuesto, deberán esconderse de su hermana. No debí haber
marcado su piel, pero no pude evitarlo. Necesitaba estar en su carne, dentro de su
cuerpo, y existir en la misma estructura de su ser.

No puedo permitir que nadie más la tenga, sin importar lo que diga mi padre.

Ella es mía.

Nunca he estado más seguro de algo de lo que estoy sobre esto. El destino la
trajo aquí, y nunca estará lejos de mí. Cuando esté buscando entre los días oscuros,
ella iluminará el camino y me llevará a casa con ella.

Somos el uno para el otro.

Cumpliré con mi deber y me casaré con Diana, pero el hombre egoísta que
soy mantendrá a Irina también.

Encerrada en mi torre como Rapunzel. Ella me soltará su cabello para que


pueda trepar cuando lo desee. Y le daré un final feliz cada vez con mi lengua.

165
—Estás obsesionado con dejarme moretones —murmura Irina mientras se
mira en el espejo de la pared de mi oficina y pasa el dedo por mi marca más
reciente justo debajo de su oreja.

Me recuesto en mi silla de cuero y cruje. Debería molestarme que venga aquí


cuando quiera, pero no es así. Estoy metido hasta las rodillas en la preparación de
Los Juegos V, así como en todas las otras acciones de las que siempre soy
responsable, pero agradezco la distracción.

—Creo que te gustan —me burlo.

Me mira por encima del hombro y me bate sus pestañas.

—Los colores son bonitos.

Mi polla se crispa en mis pantalones. Hace cinco minutos, estaba estresado


por el mayor de los Egorov, un malhechor de la Segunda Familia que
recientemente estaba siendo investigado por las autoridades rusas. Soy bueno para
mantener mi mierda bajo el radar, pero, de todas las familias, confío menos en los
Egorov cuando se trata de no parlotear los negocios de la Primera y Segunda
Familia. Lo último que necesito son las autoridades en mi culo.
¿Pero ahora?

Todo lo que puedo pensar es regalarle a la dulce Irina marcas más coloridas
para que las admire.

—¿Te pusiste ese vestido solo para mí? —pregunto mientras tiro del nudo de
mi corbata. La habitación se ha calentado varios grados ahora que ella está aquí.
Hemos tenido cuidado de mantener nuestros momentos íntimos escondidos de los
demás desde el momento en que nos atraparon en la cocina y tuve que manejarlo.
No me puedo dar el lujo de que vuelvan a ocurrir percances como ese. Padre no es
estúpido, y ciertamente no lo necesito husmeando a mi alrededor en este
momento.

—¿Esta cosa vieja? —se burla mientras se mueve hacia adelante. Hoy lleva un
vestido de suéter negro que llega por encima de su rodilla y botas de cuero negro
que se detienen justo debajo de la rodilla. Esa pequeña vista de sus rodillas es
suficiente para volverme loco con la necesidad de volverlas de un rojo brillante con
quemaduras de alfombra.

—Cierra la puerta —ladro, mi voz ronca y áspera.


166
Arquea una ceja dorada y ríe. Maldita sea, es mi fantasía andante. Sus
sonrisas y risas son mi droga. Ese cuerpo suyo es mi sustento. La anhelo con todo
lo que hay en mí.

—¿Tendremos otra reunión? —dice insolente.

Reuniones.

Eso es lo que les decimos a todos.

Estamos teniendo una reunión sobre las mujeres en el sótano. A menudo,


discutimos sobre ellas y su progreso, pero, sobre todo, es una oportunidad para
que la desnude y grite de placer.

—Sí. —Gruño—. Reunión. Ahora. Mi escritorio.

Camina hacia la puerta de mi oficina y la cierra. Sus delgados dedos golpean


la cerradura antes de volverse hacia mí. Me encanta lo seductora que es sin
siquiera intentarlo. Muchas mujeres tienen que trabajar para ello y la dulce Irina
nació con eso.

—¿De qué se trata la reunión? —pregunta, sus ojos parpadeando con lujuria.

—Código de vestimenta.
Echa la cabeza hacia atrás y se ríe, el sonido llena el aire a mi alrededor. Mi
pecho se expande y le sonrío.

—Estás usando demasiada ropa —me quejo mientras froto mi erección a


través de mis pantalones.

Sus helados ojos azules siguen mi movimiento y tira sus regordetes labios
pintados de rojo sangre. Tuerce su pendiente nerviosamente antes de dejar escapar
un suspiro.

—Bien.

Me río y me muevo con la mano libre.

—Estamos esperando.

—¿Nosotros?

Agarro mi polla y la aprieto.

—Nosotros.

Pone los ojos en blanco, los nervios la abandonan y comienza a subir su 167
vestido por sus muslos. Bebo la carne cremosa mientras se revela hasta que sus
bragas negras de seda aparecen a la vista. El material continúa subiendo
lentamente, como si disfrutara el arte de la tortura en paralelo, y muestra su
estómago. Esbelto y delicado, pero con los últimos chupetones que le regalé. Mi
polla se sacude en mi agarre.

Nos gusta ver mucho esas marcas.

El vestido es apartado del camino y mi mirada cae sobre sus tetas saliendo de
su sujetador negro. Irina tiene el tipo de pechos que se ajustan perfectamente en la
palma de tu mano. Pero este sostén vudú suyo los tiene el doble de grande. Más
escote. Sexy como la mierda.

—Déjate puesta toda esa mierda sexy y ven aquí. Las botas también se
quedan —gruño, haciendo un gesto hacia la parte superior de mi escritorio frente a
mí.

Ella se pavonea hacia mí, cómoda en su propia piel. Me gustaría pensar que
tiene algo que ver conmigo. Cuando adoras el cuerpo de una mujer, pronto
comienza a amarlo también. Se muestra en su confianza. Mi sol está saliendo de las
sombras paso a paso.
—Escuché a Rada el otro día hablando con otra criada —murmura mientras
se sienta frente a mí. Ella levanta sus piernas, apoyando ambos pies en mis
rodillas.

—¿Y?

—Ella dice que a algunas mujeres les gusta estrangular.

Se me hiela la sangre.

—¿Y?

Irina muerde su labio inferior y su cuello se pone rojo.

—Ella le dijo a la otra chica que definitivamente no le va eso, pero...—Se


calla—. Estaba pensando…

No me tientes, hermosa jodida chica.

Sus pestañas parpadean inocentemente.

—Ya que te gustan los moretones y todo...


168
—Dilo —ladro.

—Tal vez podrías estrangularme. —Sus fosas nasales se dilatan, pero no se


encoge por sus palabras.

Dejo escapar un profundo suspiro.

—Una vez que abres esa puerta, no puedes cerrarla.

Sus cejas se fruncen.

—Quiero abrir todas las puertas contigo. Empezaste esto —corta. Con la
punta de su bota, aparta mi mano de mi polla y presiona contra mí—. Así que
termínalo, Vasiliev.

Con un gruñido, separo sus rodillas y me levanto. Sus ojos se abren ante mis
rápidos movimientos, pero no se aparta cuando agarro su garganta, suavemente al
principio.

—Toca tu coño a través de tus bragas. Ponte lista y mojada, mi sol.

Me sonríe mientras se frota contra sí misma con los dedos. Y me deleito con la
forma en que sus ojos se cierran.
Confianza.

Esta dulce jovencita confía en mí.

Un ángel dándole sus alas al demonio para que las guarde.

Al acercarme a ella, inhalo su delicioso aroma. Puedo oler las fresas del
desayuno aún en sus labios. Con un apretón, la dejo sentir el poder de mi agarre
mientras la beso suavemente. Hace un sonido entre un gruñido y un jadeo
mientras su lengua busca la mía. La beso a un ritmo desenfrenado a medida que
aumento la presión sobre mi agarre. Cuando la escucho succionar aire, me alejo.

—No tienes miedo —observo mientras estudio sus rasgos. Su rostro se ha


vuelto rojo brillante y sé que si sigo así, el azul eventualmente tomará el control
como el color dominante. Si tan solo pudiera ver los brillantes colores en su rostro.
Mi dulce Irina querría pintarlos—. Verte jadear por aire hace que mi polla se ponga
realmente dura —admito—. Quiero estrangularte hasta que te desmayes solo para
revivirte y hacerlo todo de nuevo. ¿Eso te asusta, pequeña Volkov?

Sus ojos brillan con fuerza. Tengo mi respuesta.

—Realmente eres perfecta —murmuro en voz alta. Aprieto mi agarre, y ella 169
lucha por mantener el ritmo mientras se toca—. No te preocupes, te ayudaré.

Tropiezo con mis pantalones, pero pronto libero mi polla. Le doy una
palmada a la mano frotando su coño con mi dura erección como una roca hasta
que la quita.

—Déjame entrar —ordeno.

Trata de negar con la cabeza y no puedo evitar la sonrisa que adorna mis
labios.

—No estaba preguntando —le advierto, apretando mi agarre.

Toma sus bragas sedosas empapadas y se las pone sobre su bonito coño rosa
para esconder sus delicias de mí.

Retiro una mano de su garganta, pero mantengo la presión con una mano. La
aparto de sus bragas, las agarro con mi puño y tiro hasta que se rompen.

Sus ojos brillan y entro en ella hasta que estoy completamente asentado. El
gemido que intenta escapar de su garganta es amortiguado por mi agarre. He
estrangulado a suficientes mujeres para saber lo difícil que es apretar sin
aplastarles la tráquea. Les das solo una brizna de aire. Suficiente para permanecer
coherente pero no cómoda. Lo suficiente para mantener un poco de miedo
corriendo por sus venas junto con la emoción.

La valiente Irina me mira con tanta confianza y deseo. Cree que me haré
cargo de ella y no la lastimaré de verdad. Me extiendo entre nosotros y acaricio su
clítoris mientras comienzo a empujar en su apretado coño. Mi mano se comprime
más fuerte. Sé que he tocado un nervio cuando se aprieta a mi alrededor. Sus
piernas a cada lado de mí comienzan a temblar.

Maldición, es hermosa.

Morada.

Tan morada.

Pensé que prefería el azul, pero eso era porque no tenía esto. Este era el color
por el que estaba luchando. El mismo color del tono más oscuro en muchas de las
puestas de sol que pinta. Le contaré esto más tarde para que también pueda
apreciar el color.

Mi boca se aplasta contra la de ella en un beso. Sus movimientos son lentos y


perezosos, ya debilitados por mi agarre mortal sobre ella. Podría mantenerla en 170
este agarre, y finalmente, se desmayaría. Casi me corro con el pensamiento y entro
en ella con tanta fuerza que el escritorio se sacude hacia adelante.

—Eso es —murmuro contra su boca abierta. Le muerdo la lengua y la saco


con los dientes, saboreando lo seca que ya está. Sus labios gordos son rojo sangre.
Algún día, la conseguiré así bajo una ducha y bajo las brillantes luces del baño para
poder ver cómo sus labios se tiñen de colores. Cuando chupo su labio en mi boca,
su coño se aprieta a mi alrededor otra vez. Me estoy deshaciendo. Cerca. Tan cerca.
Pero quiero que pierda la cabeza primero. Nos volveremos locos juntos.

Sus manos se levantan y me imagino que me alejará. En cambio, sus dedos se


enredan en mi cabello peinado hacia atrás y enreda sus dedos en él, arruinándolo.
Con sorprendente fuerza, me devuelve a su boca, desesperada por otro beso
sofocante. Moldeo mi boca con la de ella y la beso con fuerza, sin parar ni por un
segundo. Su cuerpo tiembla e inclina su cabeza hacia atrás, rompiendo nuestra
conexión.

Golpeo en su interior, intensificando mis esfuerzos en su clítoris, admirando


su perfecto rostro morado.

—¡Irina! —grito, sacándola de su aturdimiento.


Abre los ojos, ahora inyectados en sangre y mira directamente a mi maldita
alma. La dejo entrar. Maldición, realmente la dejo entrar. Se le saltan las lágrimas
por las comisuras de los ojos y se estremece violentamente ante mí. Su coño se
aprieta fuertemente alrededor de mi polla y sus jugos se vuelven más espesos a
medida que cede a un orgasmo silencioso pero poderoso.

—Mi hermosa niña —siseo mientras me corro. Mi calor explota fuera de mí,
cubriendo sus entrañas. En cuanto su temblor disminuye, libero su garganta y la
atraigo contra mi pecho. Envuelvo un brazo alrededor de su cintura y la llevo
conmigo mientras me siento en mi silla—. Mira qué perfecta eres —le susurro
mientras le beso las tetas llenas y la clavícula.

Sus dedos se deslizan de nuevo hacia mi cabello y se tensan. Tira


bruscamente hasta que la miro. Mi semen se escapa de ella, empapando mis
pantalones, pero ni siquiera me importa. Lo que acabamos de hacer fue tan
jodidamente caliente quiero hacerlo más. Mucho más.

—Me gustó eso —dice con voz áspera, su voz es apenas audible. Una sonrisa
tira de sus labios hinchados.

Inclinándome hacia adelante, le muerdo la barbilla. 171

—¿Te gusta ser estrangulada?

Sus ojos brillan con adoración.

—Me gusta la mirada que me das cuando me estrangulas.

—¿Y qué mirada es esa?

Se encoge de hombros.

—Tendré que mostrarte un día. Lo pintaré.

—Asegúrate de agregar una de esas puestas de sol moradas detrás de mí —


digo con una sonrisa.

—Consideraría que es una petición extraña, pero como acabo de decirte que
quería pintar tu rostro mientras me asfixias, supongo que no es tan extraño en el
gran esquema de las cosas.

La abrazo y acaricio su cabello.

—No es extraño pa…


¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!

—¡Estamos en una reunión! —gritamos al unísono.

172
CAPITULO DIECISIETE
V
Un mes después…

L
as últimas cuatro semanas han pasado tan rápido. Soy completamente
adicta a un hombre que no es mío.

Él siempre ha sido tuyo.

Surgen pensamientos confusos en mi mente, e intento darles sentido.


Algunos días quiero convencerme de que lo que Vlad y yo estamos haciendo está
bien. Que nos merecemos esto. Otros días, apenas puedo encontrar la mirada de mi
hermana. La culpa me consume. Lo único que no me hace perder los estribos es el 173
hecho de que sé que está enamorada de Ven. Vlad es solo otro acuerdo de
negocios.

Incluso ella ha titubeado un par de veces mientras paseaba por su habitación,


diciéndome que no puede hacerlo. Luego, en el siguiente aliento, está hablando de
lo que es mejor para nosotras ahora, su deber. Él es solo un medio para darle un
nombre más influyente, pero para mí...

Él es todo.

Mi pensamiento al despertar y al cerrar mis ojos.

Sus ojos me siguen a donde sea que vaya, y le robo miradas al apuesto
hombre que conoce mi cuerpo mejor que yo.

Diana ha estado hablando de Volkov Spirits con padre y Vas, pero todo lo
que quiero hacer es ahogarme en el embriagador aroma de Vlad. Envolver mis
piernas alrededor de su cintura delgada y montarlo como un preciado semental.
Está bajo mi piel, tan profundo, que no creo que lo saque nunca.

—Entonces, Vas estará aquí esta noche. Quiero que estés en guardia —dice
Diana, rizando el último mechón de mi cabello en un tirabuzón flojo—. Es un
resbaloso, lo sé. —Reuniendo mi cabello, une los rizos en un sofisticado recogido,
dejando caer unos mechones para enmarcar mi rostro. Acaricia con un dedo la
parte posterior de mi cuello y me sonríe en el espejo—. Tienes un cuello tan
elegante, Irina. Es como el de mamá.

Copio su sonrisa y acaricio mi vestido con una mano. Es un rojo atrevido,


para atrapar a un toro, y me encanta. Diana lo trajo de su viaje con Vika.

Se pone frente a mí y pinta mis labios del mismo color carmesí que la tela.

—Padre también vendrá esta noche —dice, haciendo una mueca de dolor—.
¿Estás lista? —pregunta, tendiéndome su mano para que la tome.

—Sí.

Música resuena en los corredores mientras nos dirigimos a la gran sala. Las
personas se mezclan, las copas tintinean y los tacones hacen clic sobre los pisos de
madera. Hay una fragancia dulce por los arreglos florales colocados en todas
partes.

—¿No se supone que es una fiesta del dieciocho cumpleaños? —me burlo-
susurro a Diana, quien sonríe y aprieta mi brazo con más fuerza. 174

—Y una fiesta de compromiso. Vlad me dijo que anunciarán la fecha de la


boda de Ruslan y Vika esta noche —revela. Mi corazón cae. Es ridículo e irracional
odiar el hecho que Diana ha estado hablando con Vlad en privado, pero los celos
seguidos por la culpa me golpean de todos modos. Ella puede tener
conversaciones con él, pero es a mi cama donde ha estado yendo casi todas las
noches durante el último mes.

—Oh, mira, ahí está Ven —canta Diana. Tiro de su brazo para detener su
partida. Se da la vuelta para mirarme y frunce el ceño—. ¿Qué pasa?

—No puedes seguir alardeando de tu aventura así —siseo, furiosa porque ya


no parece importarle—. No es tan discreto como crees, Diana.

Todo el color se drena de sus mejillas.

—¿Quién sabe? —Respira, mirando alrededor de la habitación. Las lágrimas


se acumulan en sus ojos, así que tomo sus manos en las mías y les doy un apretón
tranquilizador.
—Nadie lo sabe todavía. Pero por la forma en que tú y Ven coquetean, la
gente comenzará a darse cuenta —explico, bajo y urgente. Ella se ve perpleja por
un momento, luego comienza a reírse. Es ligero y despreocupado. Real.

—Oh, Dios, Irina —dice entre risas—. Ven y yo solo somos amigos.

Levanto una ceja pulcramente depilada.

—¿Él no es tu amante?

—No, por supuesto que no —me asegura, su sonrisa cayendo. Sus pestañas
fuertemente maquilladas golpean rápidamente sus mejillas como si se estuviera
preguntando cómo llegué a esta conclusión—. Él no me ve de esa manera.

Está loca. Todos los hombres la ven de esa manera.

—Entonces, ¿quién? —pregunto, estupefacta. Estaba segura que era


Veniamin.

—Diana, Irina, ambas están preciosas. —La voz de Vas nos envuelve, seguida
por sus brazos. Nos besa a ambas en la mejilla, y quiero decirle que salte de un
puente, pero el hecho es que no es culpa suya quién es su padre. Él es nuestro 175
hermano. Tenemos un hermano.

—¿Dónde está padre? —pregunta Diana, mirando a su alrededor como si


hubiera una bomba a punto de explotar.

—No se sentía bien, así que estoy aquí en su lugar para representar a nuestra
familia y desear suerte a la feliz pareja.

—Ja. Él va a necesitarla —resoplo. Pobre Ruslan. Qué pesadilla dejó caer en


su regazo.

—Oh, no sé —canta Vas, arrastrando los ojos por el cuerpo de Vika. Puaj.

—Ella es Medusa, Vas —refunfuña Diana—. Mira lo suficiente y te


convertirás en piedra.

Sonríe ante la advertencia de Diana.

—Bueno, una parte de mí ciertamente lo ha hecho.

Arrugo mi nariz con disgusto.

—Asqueroso. —Diana se encoge. Vas se ríe con ganas y en voz alta, ganando
la atención de los otros asistentes de la fiesta.
—Voy a tomar un trago —les digo y los dejo para encontrar un sirviente.
Siento los ojos de muchos hombres sobre mí, mirando cuando paso junto a ellos, y
los nervios se forman en mi estómago. Me aventuro hacia el fondo de la habitación
y salgo por las puertas francesas para tomar un poco de aire. Nunca he sido buena
en estos ambientes, y no estoy acostumbrada a ser tan visible y notada. Diana suele
ser la fantasía en las mentes de las personas y el cumplido en su lengua, pero ha
habido un cambio dentro de mí, y es visible en el exterior para los demás.

Estoy saliendo de las sombras y la gente se está dando cuenta.

La puerta se abre detrás de mí, y tiemblo del frío. Un suspiro de aliento


aliviado se me escapa cuando veo a Vlad uniéndose a mí en el aire de la noche.

—Te vi escabullirte aquí. Esta helando, Irina —retumba mientras se detiene


directamente detrás de mí, envolviéndome con su calor corporal—. ¿Qué estás
haciendo?

—Están aquí afuera —discuto y asiento a algunos de los asistentes a la fiesta


que se mezclan en el patio. Son fumadores que respetan la casa Vasiliev al no
fumar dentro.
176
—Ellos no son tú. —Presiona su cuerpo contra mi trasero, y me relajo contra
él—. Hueles divinamente. —Su aliento caliente en mi oído me causa escalofríos—.
Tienes frío.

Es una declaración, no una pregunta.

Le respondo de todos modos.

—Sí.

—Entonces debería calentarte. Cogerás una neumonía aquí.

Con eso, desliza mi vestido por mis piernas.

—Vlad —le advierto, pero no escucha. Nunca lo hace

Apoyo mis manos en la pared de piedra que me separa de la caída de seis


metros donde están todos los fumadores. Sus dedos se deslizan bajo la tela y
mueven mis bragas hacia un lado.

—Inclina tu pelvis, mi sol —urge. Escucho su cremallera bajando y buscando


a tientas para liberarse. Su gruesa polla golpea mi culo y una excitación húmeda
inunda entre mis piernas. Empujo mis caderas hacia atrás para darle acceso, y
gime, separando mis piernas con su muslo.
Su polla se desliza contra mí otra vez, y luego está dentro. La quemadura
enciende el furioso fuego en mi interior, y me estoy quemando, completamente en
llamas. Empuja hacia adelante, y quiero gritar, pero me muerdo los labios para
callarme. Manos fuertes agarran mis caderas, usándome como le plazca. Dejo caer
mi mano y bajo la tela de mi vestido, encontrando mi palpitante clítoris. Rodeo mis
dedos allí como Vlad me enseñó a través de muchas de nuestras indiscreciones este
mes.

—Pellízcalo, Irina —exige y obedezco. Las estrellas bailan en el cielo sobre mí


mientras la música suena desde el interior de la casa. Gimo en voz alta, incapaz de
detenerme. Vlad mete sus dedos en mi boca, y muerdo con fuerza, deshaciéndome.

El orgasmo se potencia en mí, debilitando mis piernas y enviando temblores a


través de mis huesos, curvando los dedos de mis pies.

Las embestidas de Vlad aumentan, y luego siento que su semilla me inunda.


Una vez que su polla deja de latir su liberación, sale de mí y desliza mis bragas en
su lugar, dejando caer mi vestido y besando mi cuello.

—La luna está hermosa esta noche —digo, sintiendo que estoy soñando todo
esto. 177

—Eres la luna más brillante, Irina. No hay nada más hermoso que tú.

Mi respiración queda atrapada y una lágrima perla en el rabillo de mi ojo.


Ojalá nuestras vidas no fueran tan complicadas. Que pudiéramos regresar allí,
tomados de la mano, pararnos como leones feroces enfrentando a nuestras familias
como un frente unido. Decirles que nuestro emparejamiento es uno que elegimos y
que pueden irse al infierno.

—Deberíamos volver a entrar —refunfuña, su tono suena mucho a como me


siento por dentro—. Te vas a congelar.

—Está bien —murmuro—. Entraré primero. —Toda la felicidad de momentos


antes se desvanece de mi cuerpo. Me alejo de él y me dirijo a las puertas.

—Irina —grita, deteniéndome.

Me giro para verlo acechándome, con feroz determinación brillando en sus


ojos color ámbar. Agarra mi rostro con ambas palmas y me lleva a sus labios,
aplastándome bajo su reclamante beso. Sus manos se deslizan por mi garganta y
luego por mis caderas. Me envuelve en un abrazo, sosteniéndome tan fuerte que
apenas puedo respirar. Me besa crudo y sin prisas.
Este momento es nuestro

Su lengua se bate a duelo con la mía y en ese momento, sé que vamos a estar
juntos...

Simplemente no sé cómo.

Entro a hurtadillas y me dirijo al baño más cercano. Mis bragas están


arruinadas. La semilla de Vlad ha salido de mí y las ha empapado así que me las
quito y las meto en el bote de basura.

Me lavo y regreso con los invitados antes que Diana envíe un equipo de
búsqueda. Estoy saliendo del baño cuando me golpeo contra la pared de acero que
es Stepan, sorprendiéndome.

—Hola —digo ahogadamente, sorprendida por verlo merodear fuera del


baño. Sus ojos se clavan en mí como si leyera la culpa escrita en toda mi piel
calentada por el sexo. Intento pasarlo, pero bloquea mi camino—. Stepan —digo
bruscamente, tragando la inquietud que crea ahora cada vez que está cerca—. 178
¿Qué estás haciendo?

Me mira fijamente, arrastrando su mirada a lo largo de mis rasgos y se


detiene en mis labios.

—Soñé contigo. —Sus cejas se arrugan y su ojo se crispa. Estoy un poco


aturdida y no sé cuál es la respuesta adecuada para eso—. Estabas durmiendo tan
pacíficamente en el sueño —murmura—. Tan perfecta.

Mi estómago se tensa con los nervios.

—Me estoy poniendo un poco incómoda —pronuncio, sangrando honestidad


por mis palabras.

—No —dice rápidamente, cerrándose a mi alrededor. Mi corazón comienza a


precipitarse en mi pecho—. Quiero decir, no tienes que tenerme miedo. —Su tono
es urgente. Se agarra a la pared a cada lado de mí, su aliento se mezcla con el mío.

—No te temo —miento, tratando de no estremecerme.

—Sin embargo, no fue un sueño —dice.

—¿Qué?
—Me encontré pasando por tu habitación —explica—. Mantienes la puerta
abierta por la noche.

Pum.

—Pensé que era un sueño —murmura y sacude la cabeza tratando de


aclararlo—. Mis pensamientos pueden volverse caóticos, así que no estaba seguro,
pero ese tipo estaba en tu habitación.

Pum.

—¿Qué tipo? —Me voy a enfermar. ¿Está hablando de Vlad? ¿Él lo sabe?

—El guardaespaldas de tu hermana. Te estaba mirando dormir.

¿Qué?

¿Está hablando de Anton?

—Es inofensivo —digo, perpleja—. Probablemente solo estaba revisándome.

Traga y una mirada de pura maldad pasa por sus ojos. Están desolados, como
si estuviera estudiando un portal al mismísimo infierno. 179

—Se estaba tocando a sí mismo. —Me agarra de los brazos y me sacude como
si fuera el punto clave.

¡¿Qué?!

No. No. Anton es como un padre para nosotras.

—Estás equivocado —digo ahogadamente, lágrimas calientes brotan en mis


ojos mientras me retuerzo en un intento de dejar su agarre.

No es verdad.

Stepan está claramente loco y no sabe lo que vio.

—Lo mataré —sisea, saliva aterrizando en mi rostro—. Por ti, lo mataré. —Se
inclina hacia adelante e inhala mi cabello.

Creo que está un poco loco y confundiendo los sueños extraños que ha tenido
con la realidad.

—Gracias, pero me encargaré de esto yo misma.


Me suelta, retrocede e ingresa al baño. Me deja libre y completamente
extrañada. Hay un error en su código, eso es seguro. Corro por el pasillo, ansiosa
por alejarme de él. Necesito procesar lo que me dijo y lejos de él en eso.

Vika está en una acalorada conversación con Ven cuando me acerco a un


camarero de pie cerca de ellos. Mi corazón se acelera cuando veo a Vlad parado
justo detrás de ellos. La expresión de su rostro me congela la sangre. Violento y
furioso. Es el rostro del asesino acostado bajo su piel. Lo que sea que estén
discutiendo, no le gusta.

Quiero correr hacia él y rogarle que me abrace. Suplicarle que me diga que
todo está bien. Que lo que acaba de suceder hace unos momentos fue solo tonterías
de un loco. No puede ser verdad. Mi mente no lo permitirá.

Ven agarra el brazo de Vika y le gruñe algo, pero Vlad da un paso atrás y
luego se va. Me apresuro a seguirlo y rastrearlo hasta su oficina. Cuando llego a la
puerta, ya está sentado, mirando al monitor de su computadora. La repugnancia
está pintada con una mueca de desprecio en su hermoso rostro.

—¿Vlad? —digo ahogadamente mientras corro dentro de su oficina—. ¿Qué


pasa? 180
CAPITULO DIECIOCHO
V
S
u olor está sobre mí, y hace que mi mente se acelere. Acabo de estar
dentro de ella, y aun así la anhelo. Es como una droga de la que no
puedo prescindir. Necesito una calada constantemente.

La busco en la habitación, pero no está en ninguna parte. Hice un lío con ella,
por lo que es más que probable que este limpiándose. Tomo un trago de un mesero
y bebo el contenido. Vas-el-nuevo-Volkov se acerca, y no he bebido lo suficiente
para tratar con él ahora mismo.

—¿Vlad, o debería llamarte hermano ahora? —pregunta, con una sonrisa en 181
su rostro—. Te vas a casar con mi hermana, después de todo.

Resoplo.

—Puedes llamarme señor o maestro, Vas.

Estrecha sus ojos azules, y puedo imaginar las formas en que está pensando
en hacerme pedazos. Tendría los mismos pensamientos si me hablaran así.
Pasando una mano por su traje barato, mira la habitación como le enseñé.

—¿Así es como Diana te llama? —se burla, tratando de meterse bajo mi piel.
Niño tonto.

—De hecho, sí —digo para atormentarlo—. O papi cuando el estado de


ánimo lo permite.

Rechina los dientes, luego comete su primer error.

—Padre y yo hemos decidido que Irina regresará a casa a donde pertenece.


Tengo planes para ella.

Furia fría y helada me envuelve en su gélido agarre.


—Ella pertenece aquí, y nadie se la llevará —digo apretando los dientes en
advertencia.

—Tienes a Diana, Vlad —dice—. Irina vuelve al redil.

Mi puño se aprieta y me muero por golpear su estúpida nariz como lo he


hecho cientos de veces cuando me respondió en el sótano. En cambio, lo fulmino
con la mirada.

—No vengas a mi casa y me hagas demandas —respondo con un gruñido—.


Es una sentencia de muerte.

—No es una demanda para ti —dice, ignorando mi amenaza—. Es para ella.


—Deja su vaso y se dirige a la multitud.

Lo mataré y se lo daré de comer a su estúpido papi si trata de quitarme a


Irina.

Ella es jodidamente mía.

Veo a un mesero y me dirijo a él, deteniéndome cuando escucho a Vika


hablando con Veniamin. 182

—Es cierto, Ven, la preciosa Diana y ese viejo, Anton, no hacen nada bueno a
espaldas de mi buen hermano.

—Tus mentiras matarán a inocentes, Vika —dice Ven entre dientes—. Diana
no se parece en nada a ti, así que deja de proyectarte. —La toma del brazo,
mofándose de ella.

Ella se libera de su agarre y le responde mordaz.

—Los vi con mis propios ojos. Se estaban besando como estudiantes de


secundaria en el baile de graduación y luego desaparecieron en su cuarto de hotel
cuando nos fuimos a comprar mi vestido.

Mi cabeza comienza a palpitar con una sobrecarga de información. ¿Diana


está follando a Anton? Él es tan viejo como mi maldito padre. ¿Han estado
haciendo eso debajo de mi techo? ¿Bajo mis narices durante más de un mes? ¿Es
por eso que ella quería que él viniera aquí con ella? ¿Cómo se me pasó esto por
alto?

No me pierdo nada.

La ira explota dentro de mí.


No es frecuente que me sorprendan, y cuando sucede, hago que los hijos de
puta paguen.

Camino a mi oficina, necesitando respuestas y enciendo la computadora.


Traigo la información de la primera semana desde que llegaron a la habitación de
Diana y avanzo rápidamente hasta que mi corazón se detiene.

Anton entra a su habitación.

Maldita sea.

Sabía que ella no era virgen.

No puedo ver a ese viejo tirándosela. Adelanto la grabación hasta que él sale
de su habitación y cambio a las cámaras del corredor. Deben ser estúpidos y tener
ganas de morir por hacer esta mierda en mi casa. No es el hecho de que Diana está
follando a otra persona, es quién y el engaño, la deslealtad descarada. Ella me dijo
que era virgen e insistió en traer a ese hombre aquí. Leonid perderá la cabeza por
esto. Si sale a la luz que permití que esto sucediera bajo mi techo sin ninguna
retribución, seré un hazmerreír.

Miro insensiblemente a la pantalla, mi mente corriendo con un enojo 183


creciente.

Han pasado diez minutos desde que Anton ha vuelto a su habitación cuando
abre su puerta de nuevo.

¿Cuántas veces puede hacerlo a su edad?

Pero no es la habitación de Diana en la que se mete esta vez. Es la de Irina. Mi


corazón parece que va a explotar de las costillas que lo contienen.

No.

Por favor, maldición, no.

Si ella también está durmiendo con él, me voy a enfermar.

Mis tripas se retuercen mientras hago clic en la pantalla de su habitación.

—¿Vlad? ¿Qué pasa? —llama la voz de Irina desde la puerta. Ella flota hacia
mí, y tengo que levantar la mano para detenerla. Si esto muestra algún signo de
Anton y ella tocándose, no puedo confiar en mí mismo para no matarla.
Aparto los ojos de Irina y miro a la pantalla. Está dormida en su cama, ajena
al hecho de que incluso él está allí. Él se detiene al pie de su cama y saca su polla
de sus pantalones.

Hijo de puta.

—Oh, Dios —grita Irina. Ni siquiera la había notado acercándose a este lado
de la habitación.

Se le llenan los ojos de lágrimas y se agarra el estómago como para contener


la enfermedad que claramente está sintiendo.

—Era él —jadea, casi ahogándose.

—¿Qué era él? —exijo, mi sangre se enciende con furia.

—Pensé que era un sueño.

—¡¿Qué, Irina?! —grito, perdiéndolo. Sé lo que va a decir. Lo puedo sentir en


mis huesos. No quiero escucharlo, pero lo necesito.

Sus ojos están abiertos de par en par y llenos de terror como un ciervo
184
atrapado en los faros.

—Alguien me tocó cuando era una niña —susurra, las lágrimas en sus ojos se
derraman por sus mejillas—. Solo una vez, y la presencia de Diana los asustó.
Pensé que era un sueño, pero está volviendo a mí. Lo bloqueé, pero ahora está tan
claro. Fue Anton.

La furia que había estado subiendo a la superficie explota. Me levanto,


haciendo que mi silla se aleje como un rayo de mí y agarro mi monitor. Con un
rugido furioso, lo lanzo al otro lado de la habitación y se estrella contra la pared. El
sonido es satisfactorio, pero mi furia no tiene ninguna esperanza de apagarse. El
hombre tranquilo y sereno se ha evaporado. En su estela se encuentra la bestia, el
monstruo listo para llover un infierno sobre esta tierra.

Abriendo un armario en el fondo de la habitación, agarro mi cuchillo de


anzuelo y un manojo de cuerdas.

Alguien va a morir.

—Vlad —llama Irina—. ¡Vlad!

No puedo escuchar. No puedo parar. Me estoy volviendo loco. Mi cabeza gira


con ese hijo de puta tocando a mi mujer, mi Irina.
Viejo cochino.

Mi rostro será lo último que verá cuando lo corte en pedazos.

Choco con Diana y Ven cuando salgo de mi oficina como un tornado. Diana
choca contra Ven, y él tiene que sujetarla para evitar que caiga al suelo.

—¿Vlad? —pregunta Diana, el miedo escrito en sus rasgos.

Bien, puta. Ten miedo. Ten tanto maldito miedo. Esta mierda termina esta
noche.

—¿Dónde está Anton? —digo con un gruñido tan mortal, que ella palidece y
comienza a llorar.

—Vlad —suplica, con los ojos llenos de lágrimas de traición. Ella sabe. Ella
sabe lo que hizo y yo también lo sé.

—Diana —digo bruscamente.

Salta ante mi tono.

—Y-yo le pedí qu-que se quedara en su habitación es-esta noche — 185


tartamudea, solloza haciendo temblar su cuerpo.

Subo las escaleras de tres en tres. Irina y Diana me siguen, mi nombre en sus
labios mientras me llaman, pero soy más rápido que ellas dos.

Abro la puerta de Anton de una patada, y él se levanta de la silla en la que


está sentado.

—¿Qué está pasando? —pregunta, el miedo brillando en sus ojos. Él sabe. Él


sabe que su vida termina esta noche.

Lo golpeo con fuerza con el puño cerrado, saboreando el crujido de su


mandíbula. Su cabeza gira hacia un lado, y luego ataca. Pero he entrenado toda mi
vida y esquivo fácilmente sus golpes. Con movimientos rápidos que no puede
seguir, le rodeo el cuello con la cuerda, lo empujo hacia el corredor y ato el otro
extremo de la cuerda a la barandilla.

—¡Vlad! —gritan Diana e Irina al unísono.

Pero es muy tarde. Estoy en una bruma de rabia, y nada me alejará de eso.
Saco mi cuchillo, y con suficiente impulso, lo meto en su ingle, clavando la cuchilla
hasta la empuñadura.
—¡No! —grita Diana mientras arrastro el cuchillo por su estómago, rasgando
la carne, cortando una abertura hasta su pecho. Me quedo atrás, luego lo pateo por
encima de la barandilla.

Gritos resuenan a mi alrededor, y desde abajo. El fuerte chasquido de su


cuello cuando se rompe y el sonido de sus intestinos golpeando el piso de piedra
causa otra oleada de gritos.

Los puños de Diana me golpean con sorprendente fuerza.

—¡No! ¡Tú, monstruo! Oh Dios, ¿qué has hecho? —Solloza histéricamente


mientras me golpea y me araña.

—Él era un animal —gruño, apartando sus manos de mí.

—¡Lo amo! —grita, sus sollozos se rompen.

Agarro sus muñecas y la arrastro a su habitación.

—Lo amabas. Lo amabas, Diana. Pero no puedes amarlo ahora porque está
muerto. Ahora, recoge tu mierda y lárgate de mi casa —grito. Doy un portazo,
dejándola empacar sus cosas. 186

Sus sollozos rebotan en las paredes al otro lado de la puerta.

Veniamin se ha unido a Irina, y ambos están mirando a Anton balanceándose.


Debí haber saboreado esa muerte, mantenerlo respirando por unos días, haberle
quitado su polla putrefacta, luego sus dedos, manos, lengua.

—¿La lastimaste? —pregunta Veniamin, mirando hacia la puerta de Diana.

No puedo lidiar con esta mierda de él también.

—¿También la estás follando? —grito, empujándolo lejos de mí.

Lanza un puñetazo, y me golpea en la mandíbula. Mi cabeza se inclina hacia


un lado, y me río. Es real y desde las entrañas. Escupo sangre y siseo hacia él.

—Qué error fue eso, drug. —Amigo.

Me estrello contra él con un hombro contra su pecho. Nos peleamos,


chocamos contra las paredes y tiramos cuadros al piso. Un golpe en su rostro, un
golpe en el mío.

—¡Para! ¡Para, Vlad, maldito seas! —grita Irina, tratando de separarnos.


Ven se las arregla para alejarme de él, y caigo directamente sobre Irina. Lo
siento, mi peso chocando con ella, y sus piernas cediendo. Cae lejos de mí. Levanto
la mano para agarrarla, pero no alcanzo nada más que aire.

Los suaves golpes mientras baja por las escaleras detienen mi corazón.

Ven y yo corremos en su ayuda, pero está en el fondo antes que podamos


alcanzarla, aterrizando en el charco de sangre y tripas de Anton.

Mi padre y Vas están de pie al final de las escaleras mirándome fijamente.

Antes que pueda alcanzarla, Vas toma a Irina en sus brazos. Ella se mueve y
agita sus ojos hacia mí. La sangre cubre su piel y empapa su vestido. Sus ojos están
dolidos.

No puedo respirar.

—Estoy bien —murmura, tratando de apartarse de su agarre, pero está


demasiado débil—. Estoy bien. —Él aprieta su agarre, y se aleja del ensangrentado
desastre con mi mujer en sus brazos.

Me desplomo, aliviado de que no esté seriamente herida. Comienzo a ir hacia 187


ella, pero Veniamin baja corriendo las escaleras, pasando por delante de mí y
saliendo por la puerta principal.

Bastardo.

Mi padre me fulmina con la mirada, con rabia en sus ojos. Quiero arrebatarle
a Irina a Vas y correr un millón de kilómetros lejos de aquí. Estoy a punto de hacer
exactamente eso cuando una puerta se cierra de golpe y veo a Diana con una bolsa
en los brazos mirando entre lágrimas la cuerda atada a la barandilla donde cuelga
su enfermo amante muerto.

Llevo mi mirada de regreso a Irina, pero se ha ido.

Esto no ha terminado.

Esto nunca terminará.

Todo mi cuerpo ondea de furia mientras aprieto el volante. Diana llora


silenciosamente a mi lado. Ni siquiera puedo sentir pena por ella. Mi amiga de
toda la vida lo arruinó soberanamente. Claro, estaba durmiendo con su hermana,
¿pero follar con su guardaespaldas bajo mi maldito techo? Un hombre que se
aprovechó de su hermana menor. Diana me faltó el respeto en mi propia casa.
Mintiéndome. Pero, lo que era peor, estaba dejando que ese bastardo le metiera la
polla, una polla que parecía mucho más interesada en meterse en su hermanita.

—¿A dónde vamos? —murmura, abrazando su bolso contra su pecho.

Ignorándola, paso por las calles cubiertas de nieve. Ni siquiera me molesté


con un abrigo. Mi enojo ha calentado mi carne a niveles poco saludables. Hasta que
no vuelva a tener a mi Irina en mis brazos, no me tranquilizaré ni me calmaré. Sé
que mi padre está perdiendo la cabeza por la escena que causamos, pero ni
siquiera puede importarme eso ahora mismo.

Todo lo que me importa es ella.

Dulce Irina.

La necesito.

Jodidamente la necesito.

—¿Vas a matarme? —pregunta, tragando. Levanta la barbilla valientemente y


me mira. Lo he pensado. Pero el dolor de Irina me perseguiría. 188

—Nop —escupo.

Ella se hunde.

—Lo siento si te hice daño…

—Tú. No. Me. Heriste. —Sacudo la cabeza en su dirección y escupo mis


palabras—. Me pusiste en ridículo frente a todos. —Al menos si hubiera estado
follando a Veniamin, hubiera sido con un hombre respetable. Todavía necesitaría
venganza, ¿pero Anton? Él no era más que un sirviente. Un viejo y maldito
sirviente muerto.

Comienza a llorar nuevamente.

—Vlad, por favor... —Se pasa la nariz por el abrigo y sorbe—. Haré todo lo
que pueda para arreglarlo. Lo prometo.

—Estás acabada —siseo. —No quiero volver a verte nunca más.

—N-No, puedo a-arreglar esto —parlotea, sollozos abarrotando su garganta.


Se estira hacia mí y agarra mi polla—. Podemos tener sexo. Puedo ser una buena
esposa. Por favor, Vlad. Puedo arreglar esto. Déjame arreglar esto.
Agarro su muñeca lo suficientemente fuerte como para tenerla gritando y
alejándose de mí.

—Me estoy follando a tu hermana.

Su tristeza se desvanece cuando una intensa furia la supera.

—¿Qué? ¡No! No te creo.

—Ella grita tan bien cuando entro en ella —me burlo mientras me detengo en
la entrada de mi ubicación—. Me gusta arruinarla para cualquier hombre. Algo así
como la forma en que Anton te arruinó. Eres una puta, y que me condenen si me
caso con una vagabunda usada.

—Tú y yo fuimos amigos primero —intenta—. Ten compasión.

—Esto es compasión, y no por ti —dijo furioso—. Es por Irina.

Inclina la cabeza mientras sus hombros tiemblan con sus sollozos.

—Dime que estás mintiendo sobre ti y ella.

—A diferencia de ti, Diana, ella era virgen. —Me detengo y le sonrío 189
maliciosamente—. Pero uso el término a la ligera porque la he follado de nueve
formas desde el domingo.

—Ublyudox. —Bastardo.

Comienza a rebuscar en su bolso y saca una pistola. Ya estoy fuera del auto y
rodeando el vehículo. El aguanieve mezclado con nieve me cubre el rostro, pero no
hace nada para enfriar la ira que burbujea dentro de mí. Abro la puerta y le quito el
arma. Lanza un disparo que resuena a nuestro alrededor, pero se la arranco y la
arrojo a la nieve. Luego la agarro por el cabello con una mano y cojo su bolso con la
otra mientras la llevo a la inmensa finca, casi rodeada por espesos bosques.
Cuando llego a la puerta de entrada, se abre, y Ruslan me mira sorprendido.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—¿Dónde está Yegor? —exijo, pasando más allá de él.

—Por favor —suplica Diana—. No me traigas aquí. Vlad.

Sus palabras no hacen nada para calmarme. En cambio, la arrastro a través de


la casa oscura hasta que encuentro la oficina de Yegor. Dentro, está sentado en su
escritorio, con su vientre gordo frente a él. Ven se encuentra cerca. En cuanto Ven
me mira, saca un arma y me apunta. Vika y Rus entran detrás de nosotros y se
acercan junto a Yegor, una muestra de fortaleza. Ridículo.

—¿Qué diablos estás haciendo? —exige Ven, su mirada feroz y malvada. Me


da satisfacción ver que su ojo se está poniendo negro y su labio inferior está
partido.

—Ya tienes una puta que va a usar el apellido Vetrov. ¿Qué es una más?
Parece que te gusta mucho, Veniamin —grito. El control que normalmente tengo
con la correa tan apretada se ha ido. Se ha ido completamente al carajo.

Ven da un paso adelante, pero detengo sus movimientos empujando a Diana


con fuerza contra él. La atrapa y evita que caiga al suelo. Saco mi cuchillo
enganchado cosido con la sangre de Anton y desgarro su bolso.

—Oh, cómo han caído los poderosos —resopla Vika a Diana. El sonido del
dorso de la mano de Yegor golpeando a Vika resuena en la habitación, y ella
golpea el piso como una piedra que cae al océano. Otro signo de poder. Es débil, y
poco sabe él, me importa un carajo Vika. Ni tampoco sus hijos por lo que parece.
Veniamin está demasiado ocupado observándome y consolando a Diana. Patético.
190
—Eres un jodido imbécil —dice Ven, abrazando a Diana. Ella tiembla y llora
y me pone jodidamente loco de ira.

—Empieza a entrenarla —le digo a Ven fríamente mientras destrozo todo lo


que hay en su bolso—. Padre quiere que un Volkov pruebe su nombre en Los
Juegos. Creo que ella se ha ganado ese honor. —Lanzo la bolsa al suelo y la
inmovilizo con una mirada furiosa—. Diviértete en el infierno.
V
CAPITULO DIECINUEVE

—E
stoy bien —digo por décima vez en los últimos
cinco minutos.

Vas me mira con los ojos entrecerrados y me


da un pequeño asentimiento. Él es más o menos un
imbécil, pero fue útil para alejarme de la locura de
lo que sucedió esta noche.

Anton.

Muerto. 191

Intento acceder a los sentimientos que me permiten sentir lástima por él, pero
no puedo. Se lo merecía. Era un depredador. Pero lo que me mata son los gritos de
horror que continúan persiguiéndome, gritos que salían de mi hermana mientras
veía que la persona que amaba era brutalmente asesinada frente a todos.

Me estremezco, pero eso hace que me duela el cuerpo. La caída por las
escaleras dolió, y sé que voy a tener moretones por días, pero en general, estoy
bien. Solo quiero cambiarme de este vestido arruinado y sumergirme en un baño
caliente.

Mi mente sigue a la deriva en la expresión de su rostro.

Ojos ámbar ardiendo de odio.

Cierro los míos para tratar de enfocarme en ellos. Estaba enojado por mí.
Mató a Anton por mí. Lo sé con cada gramo de mi ser. Quería venganza. Matar al
hombre que me lastimó. A pesar de todas las peleas y la muerte de esta noche, una
pequeña pizca de calidez me reconforta.

Mañana, iré a ver a Diana, y luego iré con él.


—Hoy te quedarás aquí —dice padre, como si leyera mis pensamientos,
mientras entra a su oficina donde Vas y yo hemos estado esperando. Levanto la
cabeza y abro los ojos. Me duele el cuello en señal de protesta. Él mete su celular en
su bolsillo.

—¿Q-qué?

—Diana ha hecho una burla de nuestro nombre, y no voy a poner en peligro a


mi otra hija. Necesito limpiar este desastre. —Sentándose frente a mí, me da una
sonrisa petulante, luego empuja el libro de contabilidad sobre la mesa—. Además,
tienes trabajo que hacer aquí. Trabajo que parece que no se hace de la manera
correcta en tu ausencia.

Vas se pone rígido a mi lado. Por un momento, lo siento por él. El amor de
padre es fugaz, y Vas pronto lo sabrá. Espero que haya disfrutado su tiempo en el
centro de atención porque ahora pasará el resto de su vida sin ser lo
suficientemente bueno para Leonid Volkov. Ninguno de sus hijos lo es.

Comienzo a alcanzar el libro mayor, pero me estremezco de dolor. Vas llega


más allá de mí y lo agarra. Lo coloca en mi regazo antes de sentarse rígidamente a
mi lado, concentrado en mí. 192

—Puedo ayudarte con los libros, pero mañana, quiero irme a casa —le digo a
mi padre, mi voz ligeramente quebrada. No es frecuente que le haga frente.

Él se burla.

—No seas tonta, niña. Nunca volverás allí. Enviaré a Vas por tus cosas, pero
estás en casa ahora. A salvo. Y harás lo que te digan hasta que pueda arreglar tu
matrimonio con Artur Voskoboynikov.

—¡No me voy a casar con él! —chillo.

—Irina —dice Vas a mi lado mientras toca mi rodilla.

Lo aparto de un golpe.

—No, no soy como Diana. No me obligarán a casarme con alguien a quien no


amo.

Padre se ríe, y es cruel y burlón.

—¿Amor? Eres una Volkov, querida. No amamos. Hacemos negocios, y


somos buenos en eso. Tú, niña, eres un peón en esto y harás tu parte. Todos harán
su parte.
—Nos lo prometiste —digo ahogadamente con tono acusador—. Nos
prometiste a las dos que éramos tan buenas como los hombres de nuestro mundo.
Que podemos gobernar el imperio y casarnos con quien elijamos.

Golpea su escritorio con la palma de su mano.

—Suficiente. Tu madre llenó tu cabeza con esa tontería, no yo. Te casarás con
quien yo determine que nos beneficia más.

—No… —empiezo de nuevo, pero padre me despide con un gesto de su


mano.

—Harás lo que te diga —gruñe.

—Tengo que ir a ver a Diana —digo entre dientes mientras me levanto.


Todavía estoy débil y mareada, y la habitación gira. Vas se levanta y me rodea con
un brazo para evitar que caiga al suelo. Puede ser un idiota, pero en este momento,
es el mejor idiota en la habitación.

—Diana está a salvo —dice padre—. Acabo de hablar por teléfono con Yegor
Vetrov. Ella se quedará allí por el momento. Con suerte, podrá usar sus encantos
con uno de los hombres de Vetrov y redimir la vergüenza que ha traído sobre 193
todos nosotros. —Me frunce el ceño—. El mayor siempre ha sido codiciado. Ni
siquiera la pequeña Vika Vasiliev pudo conseguir a Veniamin. Pero tu hermana lo
intentará si valora la reputación de su familia. Tiene una deuda con nosotros. Y
ahora los Vasiliev querrán retribución. Necesitamos fortalecer nuestro nombre con
el de nuestros aliados. Así finalmente podemos eliminar a los Vasiliev. Nos
convertiremos en la familia más poderosa con Vas al frente aquí, Diana casándose
con Veniamin, y tú con Artur.

—¡No me voy a casar con Artur! —grito, mis rodillas doblándose.

Vas me abraza y respira contra mi cabello.

—Cállate, Irina. Solo déjalo ir por ahora.

Me retuerzo contra él, pero estoy demasiado débil, y Vas está construido
como una máquina.

—Por favor, padre.

—Está hecho. Negociaré con Iosif para ver si Iván se casará contigo. Eso sería
mejor que Artur, pero no puedo hacer que los milagros sucedan. Esto es lo mejor
que podemos esperar en ese momento.
Un fuerte estruendo resuena desde algún lugar de la casa, luego varios
disparos fuertes. Grito de horror y Vas me arrastra a la esquina de la oficina fuera
de la línea de fuego. Saca un arma con su mano libre y apunta hacia la puerta.
Padre ya tiene su arma apuntando a la puerta.

Los vellos de mi brazo se erizan como si viniera una tormenta. Puedo sentir la
carga en el aire. El crujido y el zumbido cuando la entidad se acerca. Mi corazón
salta en mi pecho e intento alejarme de Vas.

—Irina —sisea Vas.

Una bestia entra a la habitación. Salvaje e indómito. Cabello oscuro colgando


en sus ojos, su rostro salpicado de sangre.

Vlad.

Lleva una ametralladora y la mantiene apuntando a mi padre mientras sus


ojos violentos me buscan. En el momento en que bloquea su mirada con la mía,
brillan con alivio. Dejo salir un sollozo y estiro un brazo tembloroso en el aire.

—Irina, ven —gruñe Vlad, su voz baja y mortal. Nunca lo había visto así.
Como si fuera un demonio recientemente escapado del infierno, determinado a 194
causar estragos en la tierra.

Comienzo a alejarme, pero Vas me abraza más fuerte a él.

—No —responde bruscamente.

—Ella no es tuya —dice entre dientes padre a Vlad—. Has echado a Diana, y
eso es todo.

Los ojos de Vlad brillan con furia y la vena de su cuello late salvajemente. Es
absolutamente impresionante. Un príncipe oscuro que viene a salvar a su princesa
en apuros.

—Eso no es todo —dice Vlad furioso—. La puta de tu hija se burló del


nombre Vasiliev, Leonid. Ella puede pudrirse en el infierno por lo que a mí
respecta, pero eso no es todo.

Me estremezco por su odio por mi hermana, pero mi necesidad por él lo


eclipsa por ahora.

—Vlad —murmuro.
—Dámela. Ahora, —sisea Vlad, su rabia apenas contenida. Si siguen
presionando, me temo que mi padre va a comerse un montón de balas.

—No entrarás en mi casa, muchacho, y…

Los ojos de Vlad se oscurecen.

—No me pongas a prueba, viejo.

Sintiendo la explosión inminente, Vas me empuja hacia Vlad. Me tropiezo, y


Vlad camina rápidamente hacia mí, tomándome con su brazo libre. Mis brazos se
envuelven alrededor de su sólido cuerpo, y entierro mi rostro contra su pecho.

Caliente.

Seguro.

Protegida.

—¡No puedes simplemente entrar aquí y llevarte a mi hija! —brama padre.

El tono de Vlad es helado mientras escupe sus palabras.


195
—Y una mierda que no puedo, Volkov. —Besa la parte superior de mi
cabeza—. Me debes una puta esposa.

Está en silencio todo el camino a casa, pero se ha calmado considerablemente.


En el momento en que subimos a su auto, sus dedos se entrelazaron con los míos y
no los ha soltado. Todo duele, y estoy preocupada por Diana. Padre dijo que ella
debía hacer avances con Ven. Eso tiene mis nervios calmándose un poco. Ven es su
amigo, y no creo que le haga daño. Probablemente sea el lugar más seguro donde
podría estar. Mis pensamientos aún se mezclan cuando Vlad se detiene en su casa.
Sale, luego camina alrededor del auto para buscarme. Comienzo a caminar, pero
no lo permite, tomándome en sus poderosos brazos. Todavía está temblando de
furia, y ansío calmarlo de cualquier manera que pueda.

—Vlad —murmuro mientras acaricio el cabello oscuro de sus ojos.

Los cierra y se detiene. La nieve cae pesadamente y se pega a su cabello y


pestañas. Es hermoso. Un hermoso y furioso monstruo. Todo mío.
Paso mis dedos por su cabello e inclino su cabeza hacia abajo. Mis labios
rozan los suyos. Presiona un fuerte beso en mis labios, pero luego se aleja.
Angustiados ojos ambarinos se encuentran con los míos.

—Necesito limpiarte y evaluar cuán mal estás herida —dice, su voz es un


sonido bajo y gutural en la garganta.

—Estoy bien —murmuro.

Su mirada se intensifica.

—Si estás bien, entonces te limpiaré y te follaré hasta que no estés bien.

Le sonrío.

—Lo siento.

Las oscuras cejas se juntan mientras me mira.

—¿Por qué?

—Siento que las cosas no hayan sido fáciles desde el principio. Siento que
haya pasado todo lo demás para conseguir esto. 196

Apoya su frente contra la mía.

—Yo no lo siento. Ni siquiera un poquito. Te tengo ahora, y nadie nunca te


alejará de mí. Ni tu padre. Ni el mío. Nadie.

—Llévame a casa entonces —susurro.

Y lo hace.

Vlad se apoya contra el mostrador del baño mientras la ducha se calienta. Su


baño es mucho mejor que el mío. Una cabina de ducha con cuatro cabezales de
ducha en las paredes de azulejos pizarra. Estoy mareada solo pensando en cómo se
sentirá en mi dolorido cuerpo.

La mayor parte de la violencia ha dejado la mirada de Vlad, pero las chispas


se encienden aquí y allá. Nunca lo había visto completamente desatado hasta esta
noche. Conocer, finalmente, el monstruo que vive dentro, de alguna manera me
reconforta en lugar de asustarme. Con movimientos lentos y temblorosos, me quito
el vestido y lo dejo caer al piso a mis pies. Sus ojos se deslizan por mi cuerpo,
parpadeando cada vez que ve un moretón infligido por la caída y no su boca. Una
vez que ha terminado de evaluar, me quito el sujetador. Todavía me faltan las
bragas de antes. Estoy desnuda y toda suya.

Con un asentimiento satisfecho, comienza a sacarse su traje arruinado. Pieza


tras pieza las arroja al suelo hasta que está completamente desnudo frente a mí. Su
polla es gruesa y orgullosa, sobresaliendo hacia mí. Admiro la forma en que sus
músculos se ondulan a lo largo de su pecho tatuado con cada respiración que
toma. El águila imperial de dos cabezas. El nombre de su hermano está escrito en
las plumas del cuello de un pájaro y su propio nombre está en el otro. Viktor y
Vlad. A menudo, en el último mes, he pasado la punta de los dedos sobre su carne
musculosa y he querido hacer preguntas. Un día, cuando crea que está listo, le
preguntaré y espero que él responda.

Merodea hacia mí y desliza un brazo alrededor de mi espalda baja.


Levantándome, me lleva hasta que estamos bajo el rocío caliente. Dejo escapar un
gemido de alegría. Se siente bien contra mi espalda maltratada. Me pone de pie y
recoge mi cabello con sus manos, inclinando mi cabeza hacia atrás. El agua corre
por mi cabello y baja por mi rostro, untando mi rímel sobre mis mejillas. Sé que 197
debo parecer un espanto.

A Vlad no le importa.

Vlad ve más allá de las pinturas, vestidos y las sombras.

Vlad me encuentra.

Los riachuelos de agua caliente bajan por su rostro, llevándose la sangre de


Anton y Ven. Bajo los rociadores, dejamos que la noche de los horrores
desaparezca por el desagüe.

—Me has atraído durante tanto tiempo —admite, su voz ronca—. Jugué los
juegos de mi padre, pero era un chico egoísta. Yo quería cosas que se suponía que
no debía tener. —Su nariz corre a lo largo de la mía—. Yo te quería.

—¿Siempre?

—De alguna manera u otra desde el día en que te conocí. Cuando eras una
niña, solo quería que me pintaras. Para hacer que algo feo y destinado a la
destrucción fuera hermoso. Sólo una vez. Quería ser algo hermoso y digno, aunque
solo fuera por un momento. Capturar el yo real en un instante y encerrarme allí.
Quería ser tuyo, entonces y para siempre. No tenía sentido, pero mi corazón me
susurraba estas cosas. Prometí que te tendría un día. Harías más que pintarme, te
pintarías a ti misma en toda mi alma.

Paso mis dedos por su cabello resbaladizo y separo mis labios.

—Soy tuya —le aseguro—. Siempre te observé. Enamorada de ti desde lejos.


Un hombre hermoso del que no debía. Pero lo hacía. Te deseaba muchísimo, Vlad.

Gime mientras sus labios chocan contra los míos. Su mano fuerte agarra mi
culo magullado, y me levanta. De buena gana envuelvo mis piernas a su alrededor
y lo invito, a todo de él, que entre en mí. Resbalosa entre nosotros, su polla erecta
se desliza hasta que está profundamente. Ambos gemimos en nuestro beso,
necesitando desesperadamente esta unión más que cualquier otra cosa en nuestras
vidas.

—Me voy a casar contigo, Irina —murmura contra mi boca mientras se


balancea contra mí—. Vas a dejar la píldora, y voy a llenar tu estómago con mis
hijos. Seremos todo lo que ellos no creen que podamos ser. Una fuerza poderosa.
Una pareja consolidada por nuestros apellidos, pero ligada a algo mucho más
profundo.
198
Lo beso fuerte. Siempre hemos sido más. Un zumbido silencioso bajo la
superficie. Algo poderoso esperando a ser desatado y revelado. Vlad y yo
estábamos destinados a ser. En el fondo de mi corazón lo sé. Y aunque la idea del
matrimonio y ser una máquina para bebés nunca me atrajo, con él, lo quiero todo.

Me folla crudo y bellamente en su ducha. Con la forma en que me hace el


amor, sé que está haciendo promesas. Votos tan palpables que puedo sentirlos
corriendo por mis venas directamente a mi corazón.

Esto somos nosotros.

Somos una unidad ahora e imparable.

Su padre, mi padre, todo el mundo... son solo escalones. Insignificantes e


indignos.

Sus dedos fuertes se deslizan entre nosotros, y Vlad me frota de la manera


más experta que me hace perder la cabeza. Mi clítoris palpita por él y lo toca como
un instrumento. Pronto, estoy gritando en éxtasis, y su semilla bombea dentro de
mí, violenta y fuera de control. Mi coño se aprieta a su alrededor, tratando de
ordeñar su propia esencia.
A medida que su polla se suaviza, se aleja para darme dulces besos por todo
el rostro hasta que estoy riendo. En un raro y robado momento de belleza, Vlad me
sonríe. Real e impresionante Todo para mí. Sólo para mí. Se me sale el corazón del
pecho.

—Te amo. —Respiro, mis ojos fijos en los suyos.

Su mirada se oscurece, y apoya su frente contra la mía.

—Lo que siento por ti es mucho más poderoso que el amor, pequeña sombra.

199
CAPITULO VEINTE
V
H
e evitado a todas las personas de mi casa. Incluyendo a padre.
Todavía no hemos hablado desde que maté a Anton hace más de
una semana, y no estoy listo para hablar con él. Todavía estoy
demasiado volátil. Necesito estar frío y tranquilo cuando hablemos.

Hoy, hablaré con él, y luego todo continuará como si Diana y Anton nunca
hubieran sucedido. Todavía tenemos una boda que planear. Solo acabo de
reemplazar a la novia. 200

—Mmmm —murmura Irina en sueños, su palma frotando mi músculo


pectoral.

Deslizo mis dedos por su cabello, una sonrisa alzando mis labios. Tenerla en
mi cama todas las noches y despertar con ella en mis brazos ha sido el paraíso. Un
demonio como yo no se merece un ángel, pero tengo uno de todos modos. Y nunca
la dejaré ir.

—Buenos días —dice, su voz ronca por el sueño. Se sienta sobre su codo y me
da una linda sonrisa. El sol brilla desde la ventana, haciendo que sus mechones
rubios se iluminen. Nunca me canso de mirarla. Nunca. De hecho, es bastante
distractora en ese sentido.

—Buenos días, hermosa. —Me inclino hacia adelante y beso sus labios
regordetes. Estoy a punto de llevar las cosas más lejos cuando mi teléfono suena
desde la mesa. Gimo mientras lo agarro—. ¿Qué?

—Esa no es forma de hablarle a tu padre —gruñe padre.

—Buenos días, padre.


Me abstengo de hablarle mal y me relajo contra las almohadas. Irina
comienza a besar mi pecho, haciendo todo lo posible para mejorar mi estado de
ánimo. Ella sabe cómo mi padre arruina mis días.

—La luna de miel ha terminado, hijo. Sé que tienes a la joven Volkov


escondida en tu habitación. Ella se está convirtiendo en una debilidad —se queja.

—¿Es por esto que llamaste? —pregunto, la irritación intensificando mi tono.

—En parte —dice mordaz—. Pero tengo más asuntos para discutir. Mi oficina
en diez.

—Nop —respondo—. Si es importante, solo dilo ahora. Estoy ocupado.

La línea se corta por un momento. Irina me parpadea y, cuando le lanzo una


sonrisa alentadora, comienza a besar más abajo de mi torso. Su mano agarra mi
erección, y me trago un gemido. Mi pequeña zorra sucia envuelve sus labios
alrededor de mi polla, totalmente empeñada en hacerme perder la calma mientras
hablo por teléfono con mi padre.

—Anunciarás tu compromiso esta noche —dice después de un minuto—.


Sugiero que encuentres un anillo. Quiero que el matrimonio finalice dentro de un 201
mes.

Irina me sonríe alrededor de mi polla, su pesado anillo de compromiso


atrapando la luz del sol y casi cegándome.

—Puedo hacer eso —gruño. Él no necesita saber que la robé de la finca hace
tres días, la llevé a la ciudad, encontré el anillo más costoso que pude, y luego le
propuse matrimonio de forma romántica mientras caminábamos por la nieve de
camino a un restaurante. Esos momentos son solo para nosotros. No para
entrometidos o personas que usan tales cosas contra hombres poderosos. Aparte
de mi explosión de la semana pasada, nadie nunca sabrá lo absolutamente
obsesionado que estoy con esta mujer.

Nadie más que ella.

—¿Eso es todo? —Mis palabras salen como un siseo cuando Irina agarra mis
bolas y toma mi polla profundamente en su garganta.

—¿Cómo están las mujeres?

—Irina las ha estado entrenando. Estarán listas y perfectas —le digo,


gruñendo. Cada noche, Irina y yo hemos bajado a ver cómo están las mujeres. Yo
trabajo con Stepan, y ella con las mujeres. Es inteligente y les enseña cosas que
podrían ser útiles en Los Juegos. Para el próximo invierno, esas mujeres serán
seductoras inteligentes y astutas.

—Las otras mujeres —dice padre.

—Serán entregadas hoy. Se mantendrán al borde de la cordura y serán el


encanto perfecto para nuestros jugadores más depravados. Y con Irina trabajando
con las demás, estos pueden ser nuestros mejores Juegos hasta el momento.

Se ríe desdeñosamente.

—¿Qué sabe la pequeña Irina sobre mostrarles cómo tomar dos pollas a la
vez?

—No es ciencia de cohetes, padre.

Un gruñido resuena desde su extremo.

—Asegurémonos que sus coños se mantengan apretados. Una puntada o dos


asegurarán esto.
202
—Hmmm. —Es todo lo que respondo. Mi mujer se está tragando mi polla,
por lo que no estoy completamente interesado en lo que mi padre tiene que decir.

—Y, Vlad, tal vez debería probar lo que han aprendido hasta ahora. Voy a
querer elegir entre ellas —refunfuña.

Por supuesto que sí.

—¿Darya se está volviendo aburrida?

En lugar de responder, escucho el golpeteo de carne. El grito de una mujer


resuena en el otro extremo, lo suficientemente fuerte como para que Irina suelte mi
polla y me frunza el ceño.

—Darya está aprendiendo cómo tomar un puño en su coño. Ella está bien.

Irina folla lentamente mi polla con su mano, pero ya no está interesada en


chuparla mientras trata de escuchar nuestra conversación.

—Ahora, ¿ya hemos terminado? —le digo bruscamente.

—Discutiremos el resto más tarde. Dale a mi futura nuera mis saludos.

Cuelgo sin decir adiós.


—¿Por qué te detienes?

—¿Qué le estaba haciendo a ella? —exige, ignorándome. El fuego brilla en sus


ojos azules. Es una de las cosas que amo de ella. Es una tormenta bajo su exterior
calmado. Me gusta desatarla de vez en cuando.

—¿Realmente quieres saber?

—Sí.

—Podría mostrarte —bromeo.

Sus cejas se levantan, pero no retrocede ante mi desafío.

—Entonces muéstrame.

Le lanzo una sonrisa lobuna antes de atacarla. Sus chillidos son adorables
cuando le doy la vuelta y la clavo en la cama. Cuando alcanzo el lubricante sobre la
mesa, me mira con recelo. Hago un gran espectáculo de verterlo sobre mi mano y
untar el lubricante en mis dedos. Sus ojos están tan amplios como platos.

—Extiende tus muslos.


203
—Vlad —murmura—. ¿Qué crees que vas a hacer?

Corro el nudillo resbaladizo de mi dedo medio a lo largo de su hendidura,


aumentando la presión contra su clítoris.

—Divertirme contigo —bromeo.

Sus ojos se entrecierran, pero no me dice que no. Incluso si lo hiciera, no es


como si fuera muy bueno para escuchar esa palabra de todos modos. Deslizo un
dedo, y luego dos, hacia ella fácilmente. Deja escapar un gemido cuando los doblo
y los acaricio contra su punto G. Me encanta hacerla ronronear como un gatito. Su
cuerpo cede a mis órdenes y obedece tan bellamente.

—Vlad...

—Shhh —digo mientras empujo un tercer dedo en su coño.

Su gemido es fuerte, y sus ojos se han cerrado. Froto mi pulgar contra su


clítoris mientras le pongo el dedo meñique. Su coño está demasiado apretado para
empujar más allá de los nudillos y deslizar más de mi mano allí. Me hace
preguntarme cómo le está yendo a la pobre Darya.

—Por favor…
—¿Qué es lo que estás rogando, pequeña sombra?

—Tú. Te necesito.

Deslizo mis dedos fuera de ella y agarro mi polla con mi mano resbaladiza.
Gime cuando me burlo de su apertura. Con un empujón rápido, me conduzco
dentro de su cuerpo. Busco su boca con la mía y la beso con fuerza. Mis caderas
chocan violentamente contra las suyas, y la follo demasiado duro por la mañana.
Pero mi dulce niña lo toma. Ella coincide con mi paso y arrastra sus uñas
dolorosamente por mis hombros.

Muerdo su labio. Ella muerde mi lengua.

Empuño su cabello. Ella agarra el mío.

Estamos empeñados en escalar uno dentro del otro.

Pronto, a través del matrimonio, nos convertiremos en uno.

Y todo el país temblará bajo nuestro régimen.

—Oh Dios —grita, su orgasmo apoderándose de ella.


204
Su apretado coño se aprieta a mi alrededor cuando se corre, enviándome al
borde. Entro en ella, y como todos los días de esta semana, me pregunto si la dejaré
embarazada. Me he obsesionado completamente con llenarla con mi semen y
dejarla embarazada. La quiero embarazada y con mi apellido. Y como ya no está
tomando la píldora y está oficialmente comprometida conmigo, esas cosas podrían
suceder en el futuro cercano.

Una vez que mi polla se ablanda y mi semen se agota, levanto la vista para
mirarla. Sus ojos parpadean perezosamente y sonríe. Sus sonrisas serán mi muerte.

O tal vez el comienzo.

Todos estos años, he jugado según las reglas de los juegos de mi padre.

Pero luego tomé a Irina y la hice mía. Esas reglas y esos juegos no son los que
me interesa jugar.

Tengo un nuevo juego.

Y yo hago las reglas.

Es un juego donde ella y yo ganamos.


Todas y cada una de las malditas veces.

Un mes después…

—¿Todo bien? —pregunto mientras me acerco a ella.

Ella mira por la ventana de la suite de luna de miel de nuestro hotel y asiente.

—Es agridulce, ¿sabes?

Me acerco por detrás y la abrazo. Todavía usa un vestido de novia, y yo mi


esmoquin. El asunto fue íntimo, con solo nuestras familias presentes. Diana no
vino. Transmitió a través de Veniamin Vetrov a Irina que ella tenía otros
compromisos que atender. Pero lo que la dulce Irina no sabe es que lo prohibí. Su
hermana mayor no es bienvenida en mi casa nunca más. Leonid acompañó a Irina
al altar y, a pesar de sus problemas, me dio su bendición para casarme con ella. Un
Vasiliev casándose con un Volkov siempre fue el plan. Pudo haber habido alguna
disputa entre las dos familias, pero al final, la tradición y el poder se impusieron. 205

—Lo siento. Ella lo hubiera logrado si hubiera podido —le ofrezco,


apretándola hacia mí.

Se da vuelta en mis brazos y levanta una ceja.

—No soy estúpida, Vlad. Ella no tenía permitido venir. No comencemos este
matrimonio con mentiras.

No se le escapa nada.

Debí haberlo sabido.

La vergüenza, una sensación inusual y extraña, me invade. ¿Soy tan imbécil


que no podría permitirle esta única cosa?

Lo soy, desafortunadamente.

Se lo compensaré, pero era algo en lo que simplemente no me echaría para


atrás.

—Oye —murmura, sus palmas cubriendo mis mejillas—. Entiendo por qué no
se le permitió venir. Pero eso no cambia el hecho de que doliera que mi hermana
mayor no me viera en mi gran día. —Las lágrimas brillan en sus orbes azul
cristalino—. Sin embargo, estoy feliz. Muy feliz contigo. Quiero hacer esto bien. No
como nuestros padres. Somos mejores que ellos. Más inteligentes y más fuertes. Tú
y yo, Vasiliev. Somos tú y yo contra nuestro mundo.

Me relajo y me inclino hacia adelante para besar su frente.

—Tengo suerte de tenerte.

—Claro que sí —dice descaradamente.

Riendo, me alejo y miro a mi hermosa esposa. La palabra se siente extraña en


mi lengua. A la mayoría de los hombres de nuestro mundo les molesta tener una
esposa, prefiriendo a las amantes sobre las que llevan a sus hijos. No me puedo
imaginar alguna vez follando a otra mujer. No cuando tengo esta. Ella es todo para
mí. Preciosa, feroz, inteligente como un látigo, y lo mejor de todo: leal.

Es hora.

De entregarle la llave de mí.

Nunca me he entregado por completo a otra persona, pero mi sol —mi 206
Sombra— se ha ganado este derecho simplemente por ser ella.

—Ven y siéntate —le digo mientras me dirijo hacia un sofá de nuestra suite.

Ella se aleja y se pavonea en su brillante vestido blanco que es más brillante


que la nieve cuando el sol se asoma y la ilumina. Tal vez sea la persona que usa el
vestido. Ciertamente tiene un resplandor que no puedo ignorar. Mientras se sienta,
me acerco a mi bolsa de mensajero que tiene mi laptop y algunas fotos que llevo
conmigo. Agarro la bolsa y me siento a su lado.

Siempre paciente, permanece callada con las manos unidas en su regazo. Los
dos anillos que la atan a mí están ubicados pesadamente en su delicado dedo. Me
encanta lo escandalosos y costosos que son, prácticamente gritándole a cualquiera
que tenga ojos que no solo la tomaron, sino que la tomo el maldito Vlad Vasiliev.

Primero saco las fotos y se las doy. Las hojea, se ríe de algunas, dice "aww"
cuando se encuentra con fotos de bebés y mira largamente a uno de mis hermanos
y a mí cuando los gemelos eran bebés y yo un niño en edad preescolar. En
realidad, es mi foto favorita porque, aunque no puedes verla en la foto, mi madre
está sosteniendo a los gemelos en su regazo. Padre, hace mucho tiempo, cortó su
cabeza de la foto, de todas las fotos. Pero ella todavía está allí, y ver sus manos en
la foto ayuda a que mis recuerdos pinten el resto de su apariencia.
—Estas son dulces —dice cuando termina.

Los tomo y los pongo en la mesa de café.

—Amaba a mis hermanos. Padre era un idiota y no tenían madre. Los cuidé y
los mantuve fuera de problemas. Vika, como sabes, era precoz y andaba por ahí
aterrorizando a todo el mundo. ¿Pero Viktor? Él era mi pequeño camarada. Lo
hacíamos todo juntos. Lo amaba tanto... lo amo, más bien.

—Lamento tu pérdida. —Respira—. No puedo imaginarme que le pase algo a


mi hermana.

Saco mi laptop y la abro. En un archivo encriptado, abro una serie de


videoclips. El primero es de los Juegos V del año pasado. Muestra a Niko
acercándose por detrás a mi hermano, tratando de apuñalarlo. Entonces, Kami,
una hábil luchadora dentro de Los Juegos, apuñala a Niko, pero él sigue de pie. El
reloj marca el final de Los Juegos, y luego, momentos después, muestra a Niko
siendo triturado por los gemelos navaja —grandes hijos de puta que usan pinchos
en su ropa— y muriendo después que el evento finalizó oficialmente. Más tarde
descubrimos que, después de revisar el video, Niko Vetrov fue ordenado a ser
asesinado por mi hermana, algo que obviamente los Vetrov no saben. Vika, padre, 207
Viktor, yo mismo, y ahora mi esposa somos los únicos que lo sabemos.

—Eso es tan brutal —murmura Irina.

En vez de responder, abro video conversación tras video conversación de


Vika planeando con Niko eliminar a Viktor. Ella le recordaba, una y otra vez, que
su relación amorosa con su gemelo era enfermiza y repugnante. Que nuestros
padres solo estarían de acuerdo con un resultado, ella y Niko casados,
produciendo herederos a diestra y siniestra. Incluso en los videos, podía decir que
mi mejor amigo en ese momento estaba destrozado. Amaba a Vika, realmente lo
creo, pero amaba más a Viktor. Esencialmente, siendo que eran gemelos, era como
si él pudiera tener lo mejor de ambos mundos. Ella de alguna manera lo convenció
de matar a Viktor. Afortunadamente, falló. Y como póliza de seguro, se aseguró de
que Niko muriera para tapar todas sus huellas y que su familia no la persiguiera.

Vika moriría antes de dejar que Niko durmiera con su gemelo durante su
matrimonio. Al sacar a Niko de la escena, se vengó de Viktor. Mi hermana
destruye todo lo que toca.

Irina jadea y su bonita boca se abre.

—¿Viktor y Niko? —Respira.


—Ya sabes cómo sería eso en nuestro mundo, Irina.

Reproduzco un clip de Vika revelando la bisexualidad de Viktor a nuestro


padre. Mi padre se puso loco, incluso yendo tan lejos como para golpear a mi
hermana en un ataque de ira antes de destruir todo en su oficina. Hay más videos
de su reunión con los gemelos navaja y pagándoles dinero. Sin duda, su póliza de
seguro si Niko no cumplía con sus órdenes de manera adecuada. Para cuando
todos los clips han terminado, estoy furioso de nuevo.

—Entonces, Vika ordenó a Niko que matara a Viktor, pero falló y se ordenó
que lo mataran por eso —murmura, señalando el primer clip—. Pero si falló,
¿cómo murió Viktor?

La tomo de la mano y le beso los nudillos.

—Llévate esto a tu tumba, Sombra.

Sus ojos azules se abren como platos.

—Él no está muerto.

Mi corazón golpea mi pecho. Padre lo ha plantado justo en Estados Unidos en 208


un estado llamado Arkansas. Justo en medio de la nada. Castigo para su príncipe
malcriado. Ser un don nadie. Tener que mezclarse con gente normal.

—Está muy vivo —le aseguro cuando abro otra carpeta. En el interior hay
información sobre la ubicación de mi hermano—. Si algo me sucede, es tu deber
como mi esposa asegurarte que él continúe siendo atendido.

Ella asiente con énfasis.

—Sin lugar a dudas, Vlad.

—Diana nunca puede saber esto. Sé que la amas, pero nadie sabe que él está
bien. Padre fingió su muerte por una razón —obligar a mi hermano a vivir en la
vergüenza y estar solo por el resto de su vida. —Un gruñido retumba a través de
mí, el odio por mi padre y Vika desborda a la superficie—. Pero recuerda mis
palabras, Irina, algún día lo traeré de vuelta a casa. Encontraré una manera. Veré,
tramaré y jugaré este maldito juego. Y un día, cuando sea el momento adecuado...
—Me callo.

—Irás a buscar a tu hermano —responde, sus ojos azules brillando con


ferocidad.

—Maldita sea, lo haré.


Sonríe mientras toma la laptop de mi agarre y la pone sobre la mesa. Luego,
se sienta a horcajadas sobre mi regazo con su vestido vaporoso colocado entre
nosotros. Sus cejas surcadas y un brillo maligno baila en su mirada.

—¿Y Vika?

—V es por venganza —murmuro—. V es por Vetrov.

Se ríe y me besa rápidamente.

—¿Qué te hizo el pobre Ruslan Vetrov para merecer eso?

—No es mi problema.

—Alguien debería enviarla a ella a Los Juegos —refunfuña—. Ella es horrible.


La odio por lo que le hizo a tu corazón.

Ya somos dos.

—Con Yegor como suegro, me imagino que todos los días son como los
Juegos con ella. Yegor es conocido por darle una paliza a una víbora por contestar.
Y eso es todo lo que Vika sabe hacer. Seguramente, su vida es un infierno allí,
209
especialmente ahora que se ha casado con Ruslan. Ese niño es un idiota como su
padre.

—Bien. —Sus fosas nasales se ensanchan.

Ninguno de los dos habla del hecho de que Diana tendrá el mismo destino.
Pero a diferencia de mi hermana, Diana es una jugadora mucho mejor. Aterrizando
con los Vetrov, supuestamente con Ven, a menos que Yegor decida lo contrario, era
su mejor resultado posible. La alternativa habría sido encontrar el mismo destino
que Anton.

Diana recibió un perdón porque amo a su hermana.

—Estos juegos —dice Irina, frunciendo el ceño—. Siempre los estamos


jugando.

Enredo mis dedos en su cabello y la atraigo a mi boca. Pasando la lengua por


su carnoso labio inferior me deleito de la dura ingesta de su aliento.

—Pero ahora jugamos para el mismo equipo.

—El mejor equipo —está de acuerdo, sus manos deslizándose hacia mis
hombros.
Gruño.

—El único equipo.

Nos besamos duro y profundo, sellando otro voto.

Irina y yo somos una pareja imparable.

Vil.

Viciosa.

Villana.

Vasiliev.

210
V
CAPITULO VEINTIUNO

Cinco meses después…

H
emos estado casados durante cinco meses, pero todavía se siente
como ayer. El período de luna de miel que mi padre me aseguró que
se esfumaría a las pocas semanas de ser esposos, de hecho todavía
está en pleno apogeo. Mi padre nunca ha amado a una mujer como
yo a Irina. Si lo hubiera hecho, nunca habría permitido que escapara de sus garras.
211
Me vuelvo hacia ella y le paso una mano por el culo, que está más lleno de lo
que solía ser. A ella le gusta su comida, y me gustan las nuevas curvas que le da a
su cuerpo. Podría navegar las olas de su cuerpo para siempre y nunca hartarme.
Ella es mi luz, ilumina mi cielo. Mi mundo. Cuando estamos juntos, las chispas
vuelan, encendiéndonos a ambos, y nadie puede opacar nuestro brillo.

—Me encanta lo redondo que está tu trasero estos días, solntce moyo —le
digo antes de morderlo como si fuera un melocotón.

Se ríe y me aleja de un golpe.

—Mi ropa se ha puesto un poco ajustada.

—Te gusta tu comida —bromeo.

—Estoy cargando a tu hijo.

Sus palabras dan vueltas en mi mente, pero no puedo entenderlas.

—¿Mi hijo? —pronuncio, buscando la verdad en su rostro—. Irina.

Se muerde el labio, sus ojos bailan con amor. Así debe ser como se siente la
verdadera felicidad.
—Dilo de nuevo —le ordeno.

Pone los ojos en blanco y grita:

—¡Estoy embarazada!

—Estás embarazada —estallo, alegría brotando de mí. Giro su cuerpo para


que ahora esté de espaldas y apoyo mis manos sobre su estómago ligeramente más
grueso, algo que no había notado hasta ahora. El estómago con mi semilla adentro
creciendo y floreciendo.

—Gracias —murmuro. Es lo más vulnerable que me he permitido estar


delante de alguien y digo la palabra en serio. Ella trajo partes de mí que pensé que
había perdido. Me recuperó de las profundidades de la oscuridad, el dolor de
perder a mi hermano. Me iluminó con su luz y calentó mi corazón helado. Subo
por su cuerpo y beso sus labios—. Te amo —revelo con un gruñido.

Y luego le muestro cuánto.

212

Reviso mi reloj y me pregunto si dos horas es tiempo suficiente para que Irina
se recupere de nuestro profundo hacer el amor esta mañana. Basándome en cómo
se desmayó inmediatamente después, completamente agotada, creo que le vendría
bien otra hora. Después de todo, está gestando a mi hijo, y lo ha estado haciendo
durante los últimos tres meses, reveló más tarde.

Al salir de mi oficina, veo a Stepan al pie de las escaleras, sus manos


descansando sobre los hombros de Irina mientras ella deja caer sus ojos al suelo.

¿Qué demonios?

Él quita sus manos cuando me ve acercarme, e Irina limpia una lágrima que
cae de su mejilla. Mis instintos protectores me hacen estirar la mano y agarrarlo
por el cuello, estrellándolo contra la pared.

—¡Vlad! —grita Irina, tirando de mi brazo.

No lo creo, dulce niña.

—Tienes dos segundos para decirme por qué tenías las manos encima de mi
esposa —gruño, rociando su rostro con saliva.
No se inmuta ni lucha contra mí. Es más listo.

—Solo le pedí que protegiera a Diana en Los Juegos —grita Irina, exasperada.

Aprieto los dientes, luego libero a Stepan. Él rueda la cabeza sobre sus
hombros gruesos y endereza su camisa.

Ah, sí, Los Juegos V.

Los Juegos se acercan rápidamente, y el zumbido de la anticipación abunda.


Diana ingresará a los Juegos en solo tres cortos meses. Había descartado mis
deseos, no esperaba que nadie escuchara. Sin embargo, Yegor y Leonid han hecho
un cambio recientemente. No pensé que Ven le permitiría entrar, pero ha pasado
algo de lo que no tenemos conocimiento.

Todavía.

Lo averiguaré.

Lo sé todo, y también sabré sobre esto.

No envié una víbora a su casa solo para castigarla. Vika es útil para obtener
213
información. Una pequeña serpiente astuta.

—Vienes a mí en el futuro, solntce moyo. Ahora, ve a comer. Estás comiendo


por dos ahora. —La beso en la parte superior de la cabeza.

—Lo siento, Vlad. Ella es mi hermana.

—Y yo soy tu esposo. Tu corazón y a quien ama son míos para proteger. Yo


siempre te protegeré.

Resopla y pasa una mano por mi mejilla.

—Te amo —susurra. Me consuela su toque y lamento cuando se va. Miro


cómo se retira mientras sube las escaleras y desaparece de la vista.

Volviendo mi atención a Stepan, sigo su mirada mientras sigue los pasos de


Irina con sus ojos.

—¿Está embarazada? —Suena derrotado.

—¿Es asunto tuyo? —Gruño. Mirándolo, sus ojos se han quedado demasiado
tiempo en Irina, demasiadas veces. Me acerco a él—. Me representarás en Los
Juegos, honrando la habilidad de los Vasiliev de entrenar guerreros de verdad.
Diana hizo su propio destino.
Un pliegue se forma en su frente.

—¿Qué hay sobre lo que Irina me pidió?

Una vez más agarro su garganta y aprieto.

—¿Irina es tu maestro?

Se necesita un apretón extra, pero luego sus ojos se llenan de agua sin su
permiso, la furia que he estado persuadiéndolo se desborda.

—No, señor, usted es mi maestro —dice asfixiado.

—Así es. Lo soy. —Lo libero y me inclino a su oído—. ¿Quién es tu objetivo


en Los Juegos?

—Artur Voskoboynikov —responde, y sonrío.

—Bien.

Muy bien.

214

Busco a Irina y la encuentro en su estudio. Sé que es una locura, pero cuando


no la he visto por un tiempo, la extraño. Sus labios, su aroma, sus palabras, su
lindo coñito. Si no está sentada en la silla frente a mi escritorio todos los días
tecleando en su laptop mientras revisa números no solo de Volkov Spirits, sino de
todas mis cuentas, está pintando en su estudio. Los números la hacen sentir útil,
pero la pintura la hace sonreír. Ella es muy feliz, lo que me hace muy feliz.

—Hola, mi bella esposa —saludo con una sonrisa—. Te traje algo de comer.
—Entro en su espacio y coloco el sándwich que hice preparar a Rada. Tan pronto
como las mujeres Volkov entraron a mi casa hace muchos meses, Rada retrocedió y
dejó de tratar de llamar mi atención. Ahora solo hace su maldito trabajo como le
pagan por hacerlo.

—Tengo algo que mostrarte. —Sonríe, puntos de pintura dándole pecas de


colores.

—¿Oh? —pregunto, deslizándome por el suelo y tomándola en mis brazos.


Sus labios son suaves y cálidos, y mi polla se endurece cuando su lengua húmeda
serpentea para provocar a la mía.
—Me cautivaste, Vlad, desde que era una niña. Para mí, ardes más brillante
que cualquier sol, y no hay lugar en el que prefiera estar más que aquí en tus
brazos. Usando tu anillo. Llevando a tu hijo. Cuando te miro, es una vista perfecta.
Eres mi musa. —Respira, alejándose de mí. Levanta un lienzo, lo gira y lo coloca en
un soporte.

Mis ojos siguen la imagen que me devuelve la mirada. Soy yo. El sol
iluminando mi rostro. Hay colores dentro de mí que nunca había visto antes, todos
capturados en una versión mía que ella debe ver. Las pinceladas son delicadas y
precisas. Hay una sonrisa en mis labios mientras miro a través de mis pestañas. Es
la expresión que debo tener cuando la miro antes de devorarla.

Es el yo que siempre quiero ser.

—Es hermoso, solntce moyo.

—Eres hermoso, moye luna.

215
V
EPILOGO
Diana
Los Juegos V...

H
an pasado tantas cosas en un año.

Mi hermana, me he enterado a través de los Vetrov, está


hinchada con el hijo de Vlad. Una sobrina o un sobrino. Parte
engendro del diablo y parte ángel. Pero aun así, la mitad de mi
dulce hermana. La tristeza me invade por todo lo que he
perdido, siendo ella la mayor pérdida.
216
¿Cómo terminé aquí?

El odio me atraviesa como un monzón.

Hombres.

Los hombres son la razón.

Hombres malos.

Malditos hombres con derechos, que piensan que pueden hacer lo que
jodidamente quieran.

Perdí todo por culpa de los hombres. Despojada de mi poder, mi compañía,


mi dignidad, mi hermana, mi vida.

Creen que moriré en Los Juegos. Lo sé, y en parte, creo que mi padre lo
preferiría. Borrón y cuenta nueva, como la familia Vasiliev hizo con el pobre
Viktor. Esos hijos de puta tienen otra cosa por venir.

No van a acabar conmigo.

Palpo la empuñadura de un cuchillo que mi hermana me había enviado y que


está metido en la cintura de mis pantalones debajo de mi camisa. Vino envuelto
bajo la apariencia de un bonito vestido, una foto reciente de mi hermana muy
embarazada, junto con algunas bufandas. Mi hermana, aunque vive con el
enemigo, no me ha olvidado. Ella me envió el mismo artículo que fue usado para
matar a Anton. Ha sido limpiado y afilado, pero lo usaré para destripar a los
monstruos en Los Juegos.

Los mataré a todos.

Bueno, a todos menos uno...

Vivir bajo el mismo techo que Vika ha demostrado ser útil. Ella se quiebra y
revela verdades con ira. Su lengua es como una olla de oro para alguien que
colecciona municiones contra las Primeras Familias.

Todos conocerán mi ira.

Cualquiera que alguna vez se haya cruzado conmigo probará el acero de mi


hoja.

—No necesitas hacer esto —dice Irina, agarrando mi mano. Me arrastran de


mis sedientos pensamientos llenos de odio y le presto atención a mi hermana. No
la he visto desde que Vlad me sacó tan crudamente de su casa y me dejó caer en la 217
de otro.

Ella es hermosa.

Madura y elegante.

Una reina en nuestro mundo.

Me siento dividida entre desearle toda la felicidad y esperar que su horrible


esposo muera mil muertes, dejándola sola a ella y a su hijo. La culpa, porque aún
amo a mi hermana, prevalece. Quiero que ella sea feliz. Ella, de todas las personas,
se lo merece.

—Déjame hablar con Vlad —susurra, apretando mi mano—. O con padre.


Quizás Veniamin. Hablaré con todos ellos.

Pero es muy tarde.

Estoy aquí. Ya está decidido.

Lucharé hasta la muerte en Los Juegos.


Si ella supiera que Vlad puso esto en marcha hace muchos meses y padre lo
aceptó.

El dolor se propaga en mi pecho.

Por él.

No Vlad.

Veniamin.

No quería que las cosas salieran de esta manera. Nunca quise quebrarlo tanto.

Pero lo hice.

Y este es mi castigo.

No me estoy refiriendo a Los Juegos, sino al dolor aplastante en mi pecho. El


apretón de mi corazón y la deflación de mi alma.

Lo rompí.

Me rompí 218

Nos rompí.

Con un triste suspiro, acaricio con mis dedos el cabello sedoso de Irina antes
de acercarla a mí y abrazarla fuertemente. La amo tanto, pero mi mente es un
desastre. Mi pequeña sombra se deslizó detrás de mí y tomó todo lo que se
suponía que era mío.

No la odio por eso. No podría odiarla nunca. Estas acciones me llevaron a


donde mi alma realmente pertenecía.

A él.

A Veniamin.

Si las cosas no hubieran salido como lo hicieron, nunca hubiera conocido el


verdadero amor y la devoción en los últimos meses. Lo que tuve con Anton fue
diferente. Confuso e incorrecto. Tomó meses y meses de reflexión darme cuenta de
eso. Anton vino a mí cuando tenía solo dieciséis. Hizo cosas que ningún hombre de
la edad de mi padre debería haberle hecho a una adolescente. No hablé de eso.
Simplemente lo dejaba usar mi cuerpo porque juró que me amaba y estábamos
destinados a ser. Era una estúpida, estúpida chica y caí con cada palabra
manipuladora.
Ven, cuando vine a vivir con ellos, me abrió los ojos y me ayudó a ver. Me
hizo darme cuenta del monstruo que era Anton. Por un momento en el tiempo,
pensé que finalmente había encontrado la felicidad. Y luego todo se fue a la
mierda.

Echando un vistazo por encima de la cabeza de mi hermana mientras nos


abrazamos, busco en la habitación a Ven, pero él no está aquí. Él ni siquiera podía
mirarme a la cara. Ni siquiera para decir adiós. Ciertamente no lo culpo.

—Diana —saluda Vas.

Irina se aleja mientras Vas me atrae a sus brazos. Se lo permito, pero no le


regreso el abrazo.

—Padre me pidió que te diera esto. —Me da la espada de la familia, nuestro


emblema estampado en la empuñadura—. Trae honor a su apellido —me dice.

Agarro el arma por la hoja, cerrando mi palma alrededor de esta y


saboreando el aguijón mientras me corta. Irina jadea y retrocede cuando mi sangre
gotea en su zapato.

Golpeo el arma contra el pecho de Vas y me burlo. 219

—Esa es la única sangre que derramaré por esta familia. Ganaré Los Juegos
por mí, nadie más. Él no tiene honor.

—Diana —susurra Irina, pero no soy la hermana que una vez conoció. He
sido endurecida por el dolor y el desamor.

—Irina, vamos —llama Vlad, llamando a mi hermana. Su voz es más fría y


dura de lo que recuerdo. Sin embargo, no retrocedo. Soy más fría y más dura
también.

Nuestros ojos chocan brevemente, pero la furia que una vez vi en ellos se ha
disipado con el tiempo. Mi traición me convirtió en basura, pero que él hiciera lo
mismo con mi hermana le consiguió una esposa y Volkov Spirits. Le otorgó un
niño creciendo dentro del estómago de Irina.

Sonrío en su dirección, sin miedo.

No derramaré lágrimas, ni sangre por las oportunidades perdidas. Él no es


digno de mi venganza. Tengo mi venganza puesta en el hombre que me robó la
vida.

Yegor Vetrov.
Me muevo hacia el baúl de armas y saco mis piezas favoritas. El reloj suena a
mi derecha, y la baranda sube detrás de mí, separándome del resto de la gente en
la habitación.

Irina me grita:

—Ya lyublyu tebya. —Te amo.

—Buena suerte —dice Vas y asiente.

Unto la sangre de mi palma sobre mi camisa y sonrío. Voy a ganar Los


Juegos. Ganar mi libertad e ir por el imperio que es legítimamente mío.

Todos cosecharán lo que siembran.

Y entonces habrá un nuevo maestro en este mundo retorcido. Todos los


hombres aprenderán a inclinarse a mis pies. Yo los gobernaré a todos.

Fin por ahora...


220
LISTA DE REPRODUCCION
V
Escúchala en Spotify aquí.

“Change (In the House of Flies)” de Deftones

“War of Hearts” de Ruelle

“Sucker for Pain” de Lil Wayne, Wiz Khalifa, Imagine Dragons

“Dark Side” de Bishop Briggs

“Killing in the Name” de Rage Against the Machine

“Bullet With Butterfly Wings” de The Smashing Pumpkins 221

“Cupid Carries a Gun” de Marilyn Manson

“Cumbersome” de Seven Mary Three

“The Morning After” de Meg Myers

“Alive” de Pearl Jam

“Heathens” de Twenty One Pilots

“Monster” de Meg Myers

“Run, Run, Run” de Tokio Hotel

“Everybody Wants to Rule the World” de Lorde

“Dark Nights” de Dorothy

“Going to Hell” de The Pretty Reckless

“Devil Side” de Foxes

“I Put a Spell on You” de Annie Lennox


“Terrible Lie” de Nine Inch Nails

“What’s Your Fantasy (Featuring Shawna)” de Ludacris

“The Red” de Chevelle

“Heart Heart Head” de Meg Myers

“Black” de Pearl Jam

“Every Breath You Take” de The Police

“What’s Up?” de 4 Non Blondes

“Oh My” de Big Wreck

“Uninvited” de Alanis Morissette

“Deficiency” de Bad Pony

“Testosterone” de Bush

222
V
PROXIMO LIBRO

223

Ven
El apellido Vetrov viene con expectativas.

Mi papel en este mundo es simple: hacer lo que mi padre me pide

Y vivir mi vida tal como él la planificó.

Mi futuro ya está escrito: gobernar el imperio

Valores antiguos. Regla antigua. Dinero antiguo.

Hasta ella.

Todo lo que hago carece de propósito.


Todo lo que hago es vacío.

Mujeres. Dinero. Poder. No significaban nada.

Hasta ella.

Cuando la rosa Volvok apareció en mi casa como un paquete deshonrado,


entregada en mano por un príncipe Vasiliev, comencé a crear mi propio camino.

Juré hacerla florecer una vez más.

Ella me consumió.

Ella. Ella. Ella.

Pero no puedes amar a una rosa y esperar no ser dañado por sus espinas.

Ella me cortó demasiado profundo.

Y me desangré.

Mi alma huyó.

Todo lo que queda es un monstruo frío y calculador. 224

Soy Veniamin.

Volcánico. Victorioso. Valiente. Vetrov.

Cuando entres a mi mundo para jugar, prepárate para perder.

Al final, siempre encuentro la espina en mi costado y la arranco sin vacilar.


V
SOBRE LAS AUTORAS

Todos mis libros tienden a ser romance oscuro, al


borde de su asiento, la angustia llena al lector.

Mi consejo para mis lectores al iniciar uno de mis


títulos... es prepararse para lo inesperado.

Siempre he tenido pasión por la narración, ya sea a 225


través de las letras o cuentos para dormir con mis
hermanas adolescentes.

También solíamos hacer representaciones para


interpretar historias.

Quise convertirme en actriz desde temprana edad


para poder vivir muchos papeles, pero por desgracia
aprendí desde el principio que mi mente era demasiado activa... (Yo terminaría
queriendo cambiar el guión).

Veía películas o programas de televisión y pensaba en maneras en que


podían haber mejorado la historia si tomaran otra dirección, así que pensé que era
mejor que yo contara la mía.

Mi mamá siempre tenía un libro en su mano cuando yo era joven y me


transmitió su amor por la lectura, inspirándome a aventurarme a escribir el mío.

Tiendo a tener un borde muy oscuro en mi escritura.

No todas las historias de amor son hechas de luz; algunas se crean en la


oscuridad, pero son tan poderosas y dignas de ser contadas.
Cuando no estoy perdida en el mundo de los personajes me encanta pasar
tiempo con mi familia.

Soy una mamá y eso está en primer lugar en mi vida, pero cuando tengo
tiempo libre me encanta asistir a conciertos de música o sesiones de lectura con mi
hermana menor.

226
Es la autora de docenas de libros románticos
en muchos géneros diferentes, incluyendo
romance contemporáneo, romance histórico,
romance paranormal y romance erótico. Cuando
no está pasando tiempo con su esposo con el que
lleva casada doce años y sus dos adorables hijos,
participa activamente en las redes sociales y se
conecta con sus lectores.

Sus otras pasiones además de escribir


incluyen la lectura y el diseño gráfico. A K siempre
se la puede encontrar frente a su computadora
persiguiendo su próxima idea y tomando cartas en
el asunto. Espera el día en que vea uno de sus
títulos en la pantalla grande.

¡Puedes encontrar fácilmente K Webster en Facebook, Twitter, Instagram, 227


Pinterest y Goodreads!
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