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DE LA MUJER CASADA Y LA MUJER SOLTERA.

Hay cierto rumor por ahí que un personajillo de aquellos dignos de exposición
planea una arremetida en mi contra… paso a decir al señor jurado, porque hay
varios por ahí desempeñando tal papel, sabiendo que no tienen velas en el entierro.
Y es que a la hora del muerto todos tienen a quien acusar pero no quien se haga
cargo del crimen.
De soltera pensaba yo que me iba a quedar a vestir santos pues tenía las piernas
delgaduchas y flacas, el pelo desarrapado y reseco, lo reconozco niñata de muy
poca gracia, pero siempre de mentalidad rebelde y apariencia sumisa y apacible.
Nunca hice lo que hacen muchas en mi antigua condición de poca gracia, nunca
amarré a San Antonio, ni le pedí a Santa Rita la abogada de los casos imposibles
que me mandara un novio, jamás pensé en tener hijos aunque me considero una
mujer tierna y tal vez infantil. En mi condición jamás pensé encontrar amante, marido
y mucho menos esposo. Pero a pesar de eso no faltó quien me pusiera los ojos
encima y es que hubiera preferido que esos ojos se hubieran desviado para la
vecina.
El suplicio empezó cuando ya estaba casada, quería estar con otros hombres, hay
si la niñata de poca gracia se convirtió cada vez en una mujer más llamativa y
atractiva a los devoradores ojos de los galanes de turno.

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