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El filósofo de la sensate^

Su sano eclecticismo pudo concordar Por Eduardo ZEPEDA-HENR/QUEZ


las opuestas doctrinas de sus maestros (De la Academia Nicaragüense de ia Lengua)

ON Andrés Bello perteneció a la a la vez, le acercó a la ¡dea de la la cual, sin querer dar razón inútilmen­
D raza de los humanistas de las razón «relacional» de nuestros días.
grandes épocas, porque su obra es una Aquí también habla don Andrés
te del modo en que se efectúa el co­
nocimiento ni de la comunicación del
rosa de los vientos de la sabiduría. Bello de las percepciones, que él divide sujeto y el objeto, nos concretamos a
Poeta en quien la naturaleza ameri­ en intuitivas, sensitivas y de relación, distinguir uno de otro, afirmando el
cana se hizo carne en español por vez apuntando que las últimas revelan el hecho de entender, como lo que la
primera; legislador del pueblo y de la dinamismo creador del espíritu. «En conciencia testifica, es decir, que cual­
lengua; pedagogo de nacimiento y todo juicio concebimos una relación», quier «representación del mundo ex­
varón justo de profesión; apóstol de precisa el mismo Bello. Y esa idea terior —con palabras de William Ha­
la física experimental, y agudo psi­ del espíritu «que crea» está enfrentada milton, en sus Lectures— supone este
cólogo que se nutría siempre del con­ a la de la materia, porque el sabio ve­ mundo directamente conocido».
tacto con la tierra firme de la realidad. nezolano, aunque trate indistintamen­ La vinculación de la gramática ge­
Su estilo en prosa no tiene luz propia, te de «alma» y «espíritu», sin trascen­ neral con aquella disciplina filosófica
pero sí claridad; no es cincelado, pero der totalmente lo biológico, proclama que el siglo XIX llamó «ideología»,
resulta ejemplar porque es didáctico. la actividad espiritual como actividad sirvió al pensador de Venezuela para
Es el estilo del hombre que armoniza­ productora de algo superior. A su vez, exponer su filosofía del lenguaje junto
ba en su espíritu la cultura caudalosa las percepciones intuitivas son aquellas con su teoría del conocimiento. Par­
y la vocación de lo positivo. en que el espíritu se percibe a sí mismo, tiendo de la «idea», concebida como
Bello fue filósofo de la sensatez, y en que tiene conciencia de sus modi­ signo o «re-presentación» de los ob­
en este sentido merece estudiarse su ficaciones; mientras que a las per­ jetos sensibles y espirituales, como
«Filosofía del Entendimiento», que es cepciones sensitivas, verdaderos ca­ percepción recordada, Bello nos lleva
un tratado de psicología racional, pero lidoscopios del mundo en torno, les a través de un moderado empirismo
con atisbos de las psicologías espe­ debemos la captura de lo objetivo. que denuncia a sus maestros inmedia­
cializadas de hoy, principalmente la Bello considera el tacto como el sen­ tos. Porque, para él, las ideas no son
evolutiva y la diferencial. Y estamos tido primordial, acaso por ser el único conocimiento, sino las propias cosas
ante un recorrido de lo menos explo­ capaz de abrazar, literalmente, al ob­ en tanto que son percibidas, al modo
rado en los dominios de Bello: su jeto, y a pesar de ser la vista y el oído berkeleyano. No niega, sin embargo,
pensamiento filosófico, que incluye los solos sentidos conductores de la las ideas generales, que coloca en
la fe religiosa en el plano de una «razón belleza. Y el siguiente grado corres­ primer término de una clasificación a
práctica» renovada. Bello, en filosofía, ponde a la vista, por sus funciones la cual pertenecen asimismo las ne­
fue poco sistemático. Por ello, lo im­ táctiles, es decir, como sentido sig­ gativas —como la nada y el infinito—
portante es saber situarse ante sus nificativo del tacto. y las denominadas «ideas-signos», es­
¡deas, sin esperar allí «caza mayor» o to es, aquellas que en el espíritu hacen
alturas metafísicas; pero atrapando to­ las veces de otras que no podemos
FILOSOFIA DEL LENGUAJE,
das aquellas intuiciones, esquivas co­ formar. Y, anticipándose a Bergson,
TEORIA DEL CONOCIMIENTO
mo liebres, por las cuales don Andrés Bello aplica a las ideas generales su
Bello se vuelve nuestro coetáneo. Tratando siempre de la percepción, tesis cualitativa de la relación de se­
Bello empieza definiendo la filoso­ Bello nos abre su teoría del conoci­ mejanza; cualidad en la que consiste
fía, y esa definición nos da el alcance miento, la cual nació de un roce con la conciencia, y que no puede redu­
de su propio vuelo. Filosofía —dice— la Escuela Escocesa y, por lo mismo, cirse a lo cuantitativo y espacial, por­
es «el conocimiento del espíritu huma­ de su contacto. Porque Bello se opuso que la memoria —la temporalidad—
no y la acertada dirección de sus a Thomas Reid, sosteniendo la hipó­ es lo que unifica la misma conciencia.
actos». Se trata de una idea articulada tesis del conocimiento representativo, En cuanto a la asociación de las
en dos piezas: una que se refiere al que, en una u otra forma, viene de los ideas, don Andrés Bello excluye las
estudio del alma misma, y otra relativa «ídolos» y «fantasmas» del antiguo de contraste, y llama de «coexistencia»
a la conducta. Psicología y Etica son empirismo griego y de la interpreta­ a las de contigüidad. A su juicio, el
los polos filosóficos de don Andrés ción escolástica del «nous patético» lenguaje es el ejemplo más eminente
Bello, porque su propia Lógica es un y el «nous poético» de Aristóteles. de esas leyes de asociación; y sus
lenguaje de la «praxis», y su metodolo­ Pero, a la vez, don Andrés Bello par­ ideas al respecto tienen verdadero
gía, presa de la introspección, dejó al ticipaba de la tendencia fenomenoló- carácterfenomenológico. Bello esquien
autor a medio camino. De aquí que gica de los escoceses y creía, como dice que la causalidad exige la suce­
Bello fijara su atención en dos facul­ ellos, en la unidad del testimonio de sión y semejanza de los fenómenos,
tades humanas: el entendimiento y la conciencia, ya purificado por las leyes salvándose del sensualismo a fuerza
voluntad; pero no para escudriñar la hamiltonianas de «parsimonia» o ex­ de dar categoría intelectual a la pura
naturaleza de las mismas, sino para clusión de cuanto nuestro espíritu debe sucesión. Pero ese carácter descriptivo
describir sus operaciones. Esa actitud a los puros hábitos; de «integridad» de su pensamiento le condujo a una
suya resulta moderna, aunque el inte- o aceptación plena de los hechos por especie de nominalismo en materia
lectualismo de la época le hiciera mu­ la conciencia certificados, y de «ar­ de lenguaje; y así afirma que «los
tilar el campo psicológico, al eludir monía» o sola legitimidad de aquello nombres son signos» y que la natu­
el análisis de los sentimientos. Y el de que da fe la misma conciencia. raleza «sugirió el arbitrio de dar un
maestro de Venezuela delimitó en los Así el sabio venezolano disentía única­ mismo nombre a los objetos semejan­
términos siguientes su concepto de mente de la doctrina del conocimiento tes». Prima en esta doctrina el aspec­
entendimiento o razón: es «la facul­ «inmediato», que no toma la idea como to psicológico; y'el signo de que habla
tad de concebir relaciones»; definición representación, sino como modifica­ Bello es una señal verbal, pero no un
que libró a Bello del sensualismo y, ción del entendimiento; doctrina por principio de conocimiento. Ese signo

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tiene una función indicativa o, cuando y trascendental del tiempo, incluso en Don Andrés Bello negó, pues, la sus-
más, expresiva; pero nunca una fun­ la concepción aristotélica de «medida tancialidad de la materia, ya que sólo
ción significativa, que es lo que le del movimiento», y, por lo mismo, consideraba en ésta «lo percibido»,
daría sentido a la simple expresión. también su relación con la ¡dea de estando a punto de negar también la
Estamos, pues, ante un signo que no «eternidad», en griego y en cristiano. existencia de la materia misma, di­
«crea su creación», que es una repre­ Bello, además, temporalizó la noción suelta en puros fenómenos. Por el
sentación de realidades y no una rea­ de espacio, como se ha hecho mo­ contrario, la ¡dea de sustancia significa,
lidad. dernamente: «La antigua Mitología de algún modo, «subsistencia», esto
—escribe— pudo haber figurado este es, lo que permanece, lo mismo en lo
PSICOLOGISMO Y FENOMENISMO concepto, haciendo al espacio hijo del material que en lo incorpóreo. Y Bello
EN SU PENSAMIENTO tiempo.» Y lo explica añadiendo que puso en la Sustancia Divina, a mane­
sólo se puede concebir el espacio ra de leyes generales, los modos de la
Los únicos temas rigurosamente me- por medio de extraposiciones o suce­ causa material. El fue quien expresó
tafísicos en la obra de Bello, y que él siones. Desde luego, hay que conce­ que «la idea de sustancialidad en los
apenas rozó desde ese ángulo, son el derle a Bello cierta dosis de origina­ cuerpos no es hasta aquí otra cosa que
de la causa, el de la sustancia y el lidad; pero, en definitiva, se trata del la idea de causalidad», añadiendo:
del tiempo, porque su pensamiento pensarhiento de Leibnitz, para quien «Pero este poder que causa la sensa­
oscilaba entre psicologismos y feno- el tiempo es «un orden de sucesiones», ción existe necesariamente en algo
menismo. La relación causal no es así como el espacio es un orden de real. ¿Nos figuramos esta identidad
una simple relación, como quiso Bello. coexistencias. real en lo que llamamos materia?
Si algo tiene la posibilidad de originar ¿O la colocaremos en el Grande Es­
otras cosas, lo debe más al hecho de píritu, Creador y Conservador?»
ser sustancia que al del ser causa. BELLO MAS MODERNO
Porque ser sustancia es ser principio QUE BALMES
de las transformaciones propias y de LA DOCTRINA DE BELLO
las demás sustancias; es decir, que Bello quiso coronar su psicología EN LA LINEA DE LEIBNITZ
debemos concebir toda causa como con un Apéndice sobre uno de los
un modo de revelarse la sustancia en problemas que tradicionalmente in­ Finalmente, la doctrina del tiempo
cuanto tal. Pero sólo en cierto sentido quietaron a los estudiosos de la psi­ en Bello desciende en línea recta de
la causa es un «principio», y ambos no cología comparada: el del alma de los Leibnitz y de Kant, porque el tiempo,
se identifican. Este último produce brutos. Y en esto resulta el pensamien­ según él, es la duración misma, en­
algo de una manera general, mien­ to de Bello más moderno que el de tendida como algo común a los entes
tras que lo causal obra positiva y es­ Balmes, su contemporáneo. La inma­ que coexisten en el universo, pero sin
pecíficamente: actúa. Por tanto, el terialidad del alma de los brutos fue pertenecer exclusivamente a ninguno.
efecto no es una pura consecuencia, siempre sostenida por los escolásticos; Bello concibe, pues, el tiempo como
sino que proviene «necesariamente» pero su intento de explicar las opera­ «temporalidad». Pero la «duración» de
de la causa; necesidad que Bello no ciones de la misma por el «instinto», que trata el maestro venezolano no
consideró, debido a que su noción es uno de los fantasmas de la Escuela. es una duración «real», porque no
de causa no nacía de lo ontológico. Don Andrés Bello lo advierte sin ro­ considera el tiempo como una cosa
El empirismo de don Andrés Bello des­ deos: «Del instinto con que se ha pre­ en sí, y, por el contrario, lo considera
conoció el carácter universal de las tendido explicar la inteligencia de los como obra de la imaginación, o acaso
causas, reduciéndolas casi a antece­ animales, se tienen ¡deas tan vagas y como una forma de intuición «a prio­
dentes fenomenológicos, a condicio­ obscuras que creemos necesario fijar­ ri», que decía Kant. El tiempo en Bello
nes reales, tanto positivas como nega­ las.» Y añade: «Lo que se llama ins­ obedece a un material ni espiritual:
tivas. No obstante. Bello admitía la tinto es una forma particular de la «no sería contrario a la sana filosofía
causa primera, como hombre de «bue­ inteligencia.» El pensador venezolano —escribe— el sostener que las almas
na fe», y sus palabras son terminantes: no sustituyó la doctrina del instinto de los brutos se reducen a la nada».
«La primera causa lleva en sí misma por la del automatismo de las bestias, Pero don Andrés Bello, entendimiento
su necesidad, su razón suficiente; sin como Gómez Pereira y Descartes, sino positivo a la inglesa, no creía en som­
eso no sería primera. En otros térmi­ que, convencido de la inutilidad de bras, y por ello recurrió a lo que la
nos, ha existido por sí misma con una introducir una nueva facultad deno­ experiencia le testimoniaba, como en
existencia independiente, necesaria de minada «instinto», optó por aclarar el ejemplo suyo que sigue: «El perro
necesidad absoluta.» la naturaleza y las propiedades de bastaría para probar que los fenóme­
En lo que a la sustancia se refiere, éste, expresando —dentro de la genea­ nos de la inteligencia de los brutos
el polígrafo venezolano se echó en logía de Luis Vives y de Francisco no pueden explicarse por la mera
brazos de un idealismo escéptico. Vallés— que los brutos poseen esti­ sensibilidad...»
Bello negaba la sustancia, metafísica- mativa, diversa de la humana en grados Bello no tuvo ocasión de exponer
mente hablando, como sustrato o so­ y en esencia. «Los brutos—dice literal­ sus doctrinas éticas; pero, seguramen­
porte de los accidentes, es decir, que mente Bello— tienen incontestable­ te, su buen sentido habría superado
ese «supuesto» no era para él sino una mente una especie de inteligencia.» la atmósfera utilitaria en que le tocó
«suposición» aristotélica. Sin embar­ Y vale advertir que Descartes tomó vivir, así como su sano eclecticismo
go, lo admitía como «sustancia pen­ de la Antoniana Margarita, de Gómez pudo concordar, en suprema síntesis,
sante»; y así leemos, en su Filosofía Pereira, la tesis de automatismo, re­ las opuestas filosofías de sus maestros
del Entendimiento, lo que sigue: «Pro­ produciendo en la quinta parte de su inmediatos. Pero Bello no era un
piamente no percibimos otra sustan­ «Discurso del Método» hasta los ar­ simple expositor de ideas ajenas, sino
cia que la del yo individual, y ésta nos gumentos del filósofo español. un pensador independiente cuyo es­
sirve de tipo para representarnos la En cambio, Jaime Balmes, en su tudio de la conciencia no tiene pa­
que por una instintiva e irresistible ana­ Filosofía Fundamental, declaró que ralelo en Hispanoamérica. Y si, como
logía atribuimos al psicologismo ce­ ignoraba en qué consistía el alma de metafísico, se quedó sólo a las puer­
rrado, en el cual no cabe aquel sen­ los animales y, sin embargo, creyó tas de la filosofía; también es cierto
tido de permanencia que le dieron los en el instinto. He aquí sus palabras: que inauguró entre nosotros la litera­
griegos. Porque, entre los griegos, el «el alma de los brutos es un ser tura filosófica. El, pues, se anticipó
llamado tiempo psicológico mismo es simple dotado de la facultad de sentir al pensamiento hispanoamericano de
una realidad que se vive, una realidad y de instintos y apetitos en el orden hoy, y al más riguroso; pero no lo hizo
azorante que participa de una "pre­ sensible». Balmes agrega que «esa alma como quien da los primeros pasos,
sencia", y por eso "es"». La mente de perecerá por aniquilación, al no ser sino como auténtico «pre-cursor», es
Bello rechazaba la noción ontològica otros seres inteligentes y sensibles». decir, el que corre delante.—■

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