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0.0. Demos El Primer Paso - Cartilla Completa
0.0. Demos El Primer Paso - Cartilla Completa
2017
1
2
Conferencia Episcopal de Colombia
Carrera 58 Nº 80-87 – PBX: (57-1) 4375540
Bogotá D.C. – Colombia
ISBN:
Equipo redactor:
Impreso por:
3
PRESENTACIÓN
El papa Francisco, como sucesor de San Pedro, Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia
universal, visita a Colombia para animarnos y confirmarnos en la fe (cf. Lucas 22, 32),
guiarnos como el pastor orienta a sus ovejas hacia los mejores pastos (cf. Salmo 23), y
ayudarnos en las necesidades y dificultades que tiene nuestro país, por medio de su
magisterio y discernimiento. Por tanto, el Santo Padre viene a darnos una palabra en el
Espíritu, que sin duda será aliento de vida para afrontar, con fe, esperanza y caridad, los
muchos desafíos que tenemos. Por esta razón, consideramos que esta visita apostólica
será un momento de bendición, alegría y esperanza para todo el país.
Con este propósito en mente, nos estamos preparando de diversas maneras para
que, después del paso del Santo Padre por nuestra nación, podamos cosechar frutos y
seguir cultivando otros a largo plazo. En este sentido, una de las preparaciones que
consideramos fundamentales en este proceso es la disposición personal, tanto de mente
como de corazón.
El material que tiene en sus manos es una herramienta para disponernos, espiritual y
actitudinalmente, a esta visita apostólica. Cada uno de los temas y de los momentos
que están planteados en los siguientes diez encuentros, para ser realizados en los meses de
junio y agosto, se ha pensado con la intención de que los católicos (ministros
ordenados, religiosos y fieles cristianos) que peregrinamos en Colombia avivemos la
experiencia de fe como bautizados, y fortalezcamos el hecho de ser discípulos misioneros
de Jesús, para que podamos avanzar en el cambio integral de esta nación.
También haremos llegar estos materiales por medio de programas radiales y de televisión
semanales, que serán transmitidos por las emisoras diocesanas o comunales y por
los canales de televisión católicos. A través de estos medios esperamos llegar a personas
que, por distancia, edad o enfermedad, no pueden acercarse a los templos parroquiales o
centros de formación para recibir dicha capacitación.
Por otra parte, daremos a conocer los encuentros a través de los periódicos diocesanos, para
que también desde los hogares puedan trabajarlos en el ámbito familiar. De igual forma,
estarán publicados en las páginas web, tanto de la Conferencia Episcopal de
Colombia
como la de la visita del Papa al país. Así mismo, transmitiremos los valores que
trabajamos en estos encuentros a los niños y jóvenes, por medio de subsidios
especialmente creados para ellos, elaborados con pedagogía acorde a sus edades. De igual
forma, buscaremos la manera de promover la divulgación de estos valores cristianos a
todos los colombianos que no creen o no se acercan a los templos parroquiales, por medio
de estrategias comunicacionales y de publicidad.
A medida que avancen los días hacia el mes de septiembre, estaremos publicando
unas Horas Santas para ser celebradas con la comunidad parroquial, en especial
durante la solemnidad de Pentecostés. Pero habrá una para la solemnidad de los apóstoles
Pedro y Pablo y, finalmente, otra para los días previos a la llegada del Papa al país.
Estamos seguros de que estos materiales trabajados en las distintas comunidades eclesiales
dispondrán los corazones de los bautizados, para que asuman esta visita como un
momento de gracia y una oportunidad para el bien de todos los que vivimos en Colombia.
Con miras a cumplir el objetivo, las metas y los procesos que están planteados en estos
materiales, lo invitamos a detenerse un momento para que conozca la estructura de los
encuentros y la metodología que manejan.
1. Lema de la visita
Demos el primer paso para comenzar, con Cristo, algo nuevo en bien de
todos.
2. Objetivo
Avivar la experiencia de la fe en los bautizados y fortalecer el hecho de ser discípulos
misioneros de Jesús, para poder dar el primer paso en la transformación integral de
Colombia.
3. Metas
4. Contenido
El contenido está desarrollado en torno a valores que consideramos se deben
fortalecer o recuperar entre los colombianos. Son valores que surgen de la Palabra de
Dios y que alimentan la experiencia de discipulado pero que, además, favorecen el
desarrollo integral del ser humano y su convivencia con los demás.
5. Metodología
Cada encuentro está pensado para ser realizado, semanalmente, en el lapso de 45 minutos
a una hora. Dichos encuentros se han de desarrollar desde la mitad de junio hasta finales
de agosto.
3. Signo. Al inicio del encuentro se propone un signo sencillo, que puede servir de
elemento pedagógico en la comprensión del tema o como motivación para la
confrontación. No obstante, se puede disponer de otro signo que se considere
oportuno.
4. Oremos. Iniciamos todos los encuentros con un breve momento oracional, para
disponer los corazones y ofrecer este trabajo de reflexión a Dios.
10. Recordemos. Se deja una frase de la Palabra de Dios que refuerce el valor
trabajado y anime al compromiso personal.
Al finalizar el camino de los encuentros se propone, una semana antes de la llegada del
Santo Padre a Colombia, realizar en todo el país una celebración penitencial con confesión
individual. De tal modo que se favorezca, como culmen de esta preparación, la disposición
plena de los corazones, y se logre el objetivo de que esos días sean realmente un tiempo
de bendición para todos los colombianos.
SIGLAS
Padre de misericordia,
Tú has sembrado en nosotros la semilla de la
fe,
para que seamos hijos tuyos y discípulos misioneros de
Jesucristo. Haz que nuestra vida sea testimonio visible de tu
Reino
y demos a conocer a todos tu Palabra.
Meta
Conocer los criterios pastorales y los objetivos que se esperan de la visita apostólica
del papa Francisco a Colombia.
Signo
Afiche de la visita del Papa a Colombia.
1. Oremos
Coordinador:
“Al día siguiente, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos.
Fijándose en Jesús que pasaba, dice: “He aquí el Cordero de Dios”. Los dos
discípulos lo oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que le
seguían, les dice: “¿Qué buscan?”. Ellos le respondieron: “Rabbí – que quiere decir,
Maestro – ¿dónde vives?”. Les respondió: “Vengan y lo verán”. Fueron, pues, vieron
dónde vivía y se quedaron con Él” (Juan 1, 35-39).
Todos:
Señor Jesús, te hemos seguido desde el bautismo porque sabemos que tú eres
el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo y otorga la salvación a
la humanidad. En esta preparación a la visita del papa Francisco, Vicario tuyo y
sucesor de san Pedro, haz que seamos reafirmados en la fe y renovados en nuestro
seguimiento a Ti. Te pedimos que a la pregunta que nos haces: ¿Qué buscan?
Respondamos como
tus apóstoles, deseamos conocerte más, permanecer contigo, para que nuestras
vidas sean testimonio de ti y transformemos, con nuestras palabras y obras, los
ambientes por donde pasemos, para gloria tuya y bien de nuestros hermanos. Amén.
2. Dialoguemos
Así dice Yahvé, que trazó camino en el mar, y vereda en aguas impetuosas. El que hizo
salir carros y caballos a una con poderoso ejército; a una se echaron para no
levantarse, se apagaron, como mecha se extinguieron. ¿No se acuerdan de lo pasado,
ni caen en la cuenta de lo antiguo? Pues bien, Yo estoy por hacer algo nuevo: ya está
germinando, ¿no se dan cuenta? Sí, pondré un camino en el desierto y ríos en la
estepa.
3. Profundicemos
3.1. Una historia con dos caras
Por desgracia, durante décadas hemos tenido que sufrir hechos de violencia que nos han
producido fracturas profundas, miserias, injusticias y mayores retos para todos los
colombianos. Estos hechos son la causa de que, en muchos ambientes, hayamos perdido la
confianza en nosotros mismos, en los demás y en nuestro país. No nos miramos con ojos
de misericordia sino, por el contrario, insistimos en nuestros fracasos y recordamos los
proyectos de reformas institucionales que se han malogrado.
1
Cf. Conferencia Episcopal de Colombia, Mensaje de la CI Asamblea Plenaria del Episcopado. Bogotá, 8
de julio de 2016.
5. Vacíos en el sistema educativo, que se manifiestan en permanentes ensayos y
copias de modelos pedagógicos de otros lugares, olvidando nuestra identidad. Así
mismo, en no pocos casos, la tarea educativa de nuestro país se ha convertido en el
cultivo de lo racional, sin pensar en una verdadera e integral formación de las
personas.
7. Inequidad social, que en Colombia sigue siendo uno de los factores que
genera mayor violencia, la cual crece de día en día, aumentando la enorme brecha
entre ricos y pobres, no solo en relación con las personas sino también con las
regiones.
A causa de estas raíces, los colombianos aprendimos a convivir con la violencia. Durante
mucho tiempo la aceptamos y la justificamos. El dolor se hizo parte de nuestra historia y
permitimos que permeara el corazón de millones de ciudadanos. Así mismo, generó
que nos separáramos como nación, que nos sentáramos en diferentes orillas y nos
olvidáramos del dialogo y de la escucha al prójimo. Fue por eso que terminamos
vistiéndonos con diversos colores, rótulos y marcas sociales, que nos hicieron enemigos y
sembraron en lo más profundo de nuestro ser el sentimiento de la desesperanza,
alimentado por las huellas del dolor y el odio. Todos estos sentimientos, que nos han
llevado a irrespetarnos y a violentar la dignidad humana, el valor de la vida y la confianza
mutua, nos han hecho un gran daño. Estas raíces de la violencia nos robaron la posibilidad
de soñar con un país diferente, un país en paz.
Por esta razón, consideramos que la visita del Santo Padre será un momento de
bendición, alegría y esperanza para todo el país. Su visita debe ser vista como la de un
“padre que consuela e ilumina”, que con su voz profética bendice a su pueblo y lo
invita a gestos
concretos de reconciliación, perdón y misericordia; un Pastor que nos exhorta a ser
artesanos de la paz que Jesús nos regala, para construir juntos la nueva patria que todos
soñamos y que queremos dejar a las futuras generaciones.
Para lograr esta transformación es necesario que acrecentemos el compromiso de ser una
“Iglesia en salida”2, que privilegia el trabajo con los “descartados de la sociedad”3 y
todos aquellos que se encuentran en las “periferias existenciales”4. De la misma forma,
debemos favorecer y propiciar la “cultura del encuentro”, como lo hizo Jesús: no solo
viendo sino mirando, no solo oyendo sino escuchando, no solo cruzándonos con las
personas sino parándonos con ellas, para que, en un futuro próximo, los enemigos se
vuelvan a dar la mano y los que no cuentan para la sociedad sean acogidos como
hermanos5.
Así mismo, se insistirá en que todos los colombianos deben sentirse invitados a recibir
al
Santo Padre y a escuchar su
voz.
La visita del papa Francisco es “un punto de partida para comenzar algo nuevo”, sin
dejar de mirar atrás, con memoria agradecida, lo que hemos construido como pueblo que
cree en Cristo Jesús. Por eso, esta preparación y el trabajo posterior a la visita están
inspirados en el texto de Isaías 43, 18-19, resaltando el versículo 19: “Yo estoy por
hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta? Sí, pondré un camino en el
desierto y ríos en la estepa”.
Para alcanzar este algo nuevo es necesario que cada uno se comprometa, con su propia
existencia, a construir con palabras y acciones concretas una nueva realidad. Es por eso
que
2
Cf. FRANCISCO. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2013, n.
20.
3
Cf. FRANCISCO. Discurso a la Asamblea General de la Naciones Unidas (ONU). New York, 25
de septiembre de 2015.
4
Cf. FRANCISCO. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2013, n.
21.
5
Cf. FRANCISCO. Homilía 13 de septiembre de 2016.
el lema de esta visita es: Demos el primer paso para comenzar con Cristo algo nuevo en
bien de todos.
Dar el primer paso significa que cada uno de nosotros está invitado a reconocer y
entender el sufrimiento de otros; a perdonar a quienes nos han herido; a sanar nuestros
corazones; a volvernos a encontrar como colombianos; a descubrir el país que se esconde
detrás de las montañas; a construir la nación que siempre hemos soñado. En definitiva, a
“primerear”6, como dice el papa Francisco, es decir, tomar la delantera y dar ejemplo.
Por otra parte, la figura del Papa caminante, en el afiche que promueve esta visita
a Colombia, tiene la intención de ser un signo para animarnos a dar ese primer paso, con
él, hacia esos anhelos que tenemos para nuestro país. El Papa viene a nuestro encuentro y
quiere, con su testimonio y enseñanzas provenientes del Evangelio, ayudarnos a
emprender este camino de la reconciliación, del perdón, de la justicia y de la paz.
Próximos a la visita del Santo Padre a nuestro país y a la luz de esta reflexión, podemos
prepararnos con los siguientes compromisos:
• Ofrecer una oración diaria por la visita del Papa a Colombia y aprendernos
la oración oficial.
• Disponernos para participar en los encuentros y celebraciones preparatorias a
la visita del Papa.
• Invitar a familiares, amigos y vecinos a participar en estos encuentros
y celebraciones.
5. Celebremos
Canto
(Se propone uno a continuación, pero se puede escoger otro que se considere
apropiado)
6
Cf. FRANCISCO. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2013, n.
24.
Juntos como hermanos
Un largo caminar
por el desierto bajo el sol,
no podemos avanzar
sin la ayuda del Señor.
Oración de fieles
6. Recordemos
“Yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta?” (Isaías 43, 19).
Encuentro 2
Y tú Pedro: confirma en la fe a tus hermanos
Meta
Conocer la misión que desempeña el Papa, como testigo de Cristo y sembrador de la fe,
en la Iglesia y en el mundo, y comprender su fundamento.
Signo
Imagen del papa Francisco.
1. Oremos
Coordinador:
Todos:
Señor Jesús, que salías al encuentro de las multitudes que se agolpaban en torno a
ti para oír la Palabra de Dios, y con gusto les dirigidas tus enseñanzas, danos la gracia
de saber escuchar y aceptar las enseñanzas que tú tienes hoy para darnos desde la
barca de Simón Pedro, en la persona del Papa Francisco. Concédenos corresponderte y
ser fieles a todas las gracias que derramas en nuestra tierra. Señor, prepara el corazón
de la multitud colombiana, para que sea tierra buena que produzca fruto abundante al
saber acoger y vivir tus enseñanzas; haz germinar en nosotros el don de la fe. Amén.
• Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
…
• Canto al Espíritu Santo
2. Dialoguemos
Compartamos el conocimiento que tenemos acerca del Santo Padre, dialogando sobre
las siguientes preguntas:
Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos:
“¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?”. Ellos dijeron: “Unos, que
Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas.”. Les dice
él: “Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?”. Simón Pedro contestó: “Tú eres el Cristo, el
Hijo de Dios vivo.”. Replicando Jesús le dijo: “Bienaventurado eres Simón, hijo de
Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en
los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia, y las puertas del abismo no podrán vencerla. A ti te daré las llaves del Reino
de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en
la tierra quedará desatado en los cielos”. Entonces mandó a sus discípulos que no
dijeran a nadie que él era el Cristo.
• ¿Qué respuesta dieron los discípulos a la pregunta: “¿Quién dice la gente que es
el
Hijo del hombre?”.
• ¿Qué respondieron los discípulos a la pregunta que Jesús les hizo: “Ustedes,
¿quién dicen que soy yo?”.
• ¿Qué significa el signo de la entrega de las llaves del Reino de los Cielos a
Pedro?
4. Profundicemos
La Biblia nos muestra algo significativo: cada vez que Dios cambia el nombre de una
persona no es por casualidad, sino por una razón importante. El dato cobra especial
relieve si se tiene en cuenta que, en el Antiguo Testamento, el cambio del nombre por lo
general implicaba la encomienda de una misión (cf. Génesis 17, 5). Por tanto, el
nombre corresponde a la identidad, función y/o ministerio que ha de asumir, en medio del
pueblo, quien ha sido llamado por el Señor. Esto también sucedió con los Apóstoles, en
particular con uno de ellos.
Cuando Jesucristo llamó a los Doce, los instituyó a modo de colegio, es decir, de grupo
estable, al frente del cual puso a Pedro, elegido de entre ellos mismos (cf. Juan 21, 15-
17)7. Este nombramiento proviene del mismo momento en que el apóstol profesa su
fe ante Jesús: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (Mateo 16, 16). Frente a esta
profesión, el Señor le manifiesta: “Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te
ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (Mateo 16,
17). Y es en este momento cuando Jesús llamó a Simón “Cefas”, del arameo “roca”,
nombre que luego fue traducido en griego por “Petros”, en latín “Petrus”, masculino de
la palabra “petra”, que significa: piedra. Fue traducido precisamente porque no era solo un
nombre, era un mandato que Pedro recibía así del Señor, para ser la piedra de su Iglesia.
Junto a este nuevo nombre y misión, le entregó las llaves del Reino de los Cielos, con
el poder de atar y desatar (cf. Mateo 16, 18-19), y lo nombró pastor de todo el rebaño (cf.
Juan 21, 15-17).
El papa Benedicto XVI, nos recordó que Cristo es la piedra angular sobre la que se
edifica la Iglesia y desde la cual crece la fe y el amor a ella. No obstante, el Señor ha
querido delegar unas tareas específicas al Apóstol, en bien de esa edificación: “Pedro será
el cimiento de roca sobre el que se apoyará el edificio de la Iglesia; tendrá las llaves del reino
de los cielos para abrir y cerrar a quien le parezca oportuno; por último, podrá atar o desatar, es
decir, podrá decidir o prohibir lo que considere necesario para la vida de la Iglesia, que es y
sigue siendo de
Cristo. Siempre es la Iglesia de Cristo y no de Pedro”8.
7
LG 19; CEC 880.
8
BENEDICTO XVI. Audiencia general, miércoles 7 de junio de 2006.
1. Pedro será el cimiento de roca sobre el que se apoyará el edificio de la Iglesia. Esta
simbología surge a partir del cristianismo primitivo, en el cual era muy difundida la
idea de Iglesia como edificio o templo; por tanto, la imagen de roca transmite
estabilidad, firmeza, perennidad (perdurabilidad – eternidad), a pesar de las posibles
luchas a las que pueda verse avocada. Sin embargo, cabe recordar que la piedra angular
sobre la que se funda la Iglesia es Cristo, como nos lo dice Mateo 21, 42: “La piedra
que rechazaron los constructores, esta ha llegado a ser piedra angular”. Jesús mismo,
en la parábola de los viñadores homicidas, hace una síntesis de la historia de la
salvación para mostrar que, en muchas ocasiones y de diferentes maneras, el hombre
había rechazado la voluntad de Dios y su proyecto. No obstante, manifiesta que Él y
su Reino se mantendrán firmes hasta la eternidad, porque Él es el fundamento y el
culmen de todo lo creado.
2. Tendrá las llaves del Reino de los Cielos. La llave significa autoridad para incluir o
excluir, para abrir y cerrar (Lucas 11, 52). Esta afirmación tiene un trasfondo teológico
interesante, sobre todo por aquello de abrir el Reino a los hombres. Otro ejemplo de ese
abrir el cielo está en Hechos 2 y en Hechos 8, 7-14, después de la predicación de
Felipe; también en Hechos 10, al predicar a los gentiles.
Esta metáfora de las llaves nos lleva nuevamente a la centralidad en Cristo, porque es
Él quien posee estas llaves del Reino de los cielos: “Esto dice el santo, el Veraz, el
que tiene la llave de David: si él abre, nadie puede cerrar, si él cierra, nadie puede
abrir (Apocalipsis 3, 7). Jesús entrega estas llaves a Pedro para convertirlo en portero–
administrador. La misión de Pedro consiste en abrir a los hombres, en nombre de
Cristo, el Reino de los Cielos, concretamente a través de su interpretación autorizada de
la fe cristológica, que ha proclamado y es fruto de la especial revelación del Padre.
En consecuencia, el Papa viene como Vicario de Cristo a abrir el Reino de los Cielos a
todos los colombianos y, por esta razón, es necesario que nos
prepararemos
espiritualmente, para acoger su mensaje con corazón dócil y hacer posible que un
día esas puertas del Reino nos sean abiertas.
3. Podrá atar o desatar, es decir, podrá decidir o prohibir lo que considere necesario
para la vida de la Iglesia, que es y sigue siendo de Cristo. Siempre es la Ig lesia de
Cristo y no la de Pedro. En esta imagen se condensan roca y portero, esto es, fiador
firme y garante de las enseñanzas de Jesús para que ellas abran las puertas del
cielo a la humanidad. Su misión es hacer valer, sin negociaciones, las enseñanzas
de Jesús y buscar todos los caminos posibles para lograr que la voluntad de Dios sea
conocida y vivida fielmente en la existencia de los creyentes.
En Lucas 22, 32, Jesús anunció a Pedro la negación en la que caería, le manifestó
su oración por él y le reafirmó en su misión: “Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus
hermanos”, es decir, el Apóstol ha de suscitar un servicio en favor de la unidad de la
Iglesia, en la fe y en la comunión. De ahí que su preocupación fue visitar las diversas
comunidades nacientes y sostenerlas en su respuesta al Señor, desde los inicios de su
ministerio apostólico.
En las alegrías de la Pascua, Jesús se apareció a orillas del lago de Tiberíades e invita
a Pedro por tres veces a declarar su amor para con Él: “Simón de Juan, ¿me amas más que
estos?”, y a las respuestas de Pedro, Jesús le confió el cuidado de su rebaño:
“Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas, apacienta mis ovejas” (cf. Juan 21, 15-17).
Para comprender en qué consiste esta misión de confirmar o cuidar del rebaño,
recordemos las palabras del papa Francisco9:
Tres ideas sobre el ministerio petrino, guiadas por el verbo “confirmar”. ¿Qué
está llamado a confirmar el Obispo de Roma?
9
FRANCISCO. Homilía en la fiesta de los santos apóstoles Pedro y Pablo, 2013.
que la humanidad vive; a pesar del pecado, es posible decirle a Jesús: “Tú sabes
que te amo Señor”.
Esta divina misión, confiada por Cristo al apóstol Pedro, ha de perpetuarse hasta el fin del
mundo (cf. Mateo 28, 20). Por eso, los apóstoles cuidaron de establecer sucesores en esta
sociedad jerárquicamente organizada, para que continuaran y consolidaran la obra
comenzada por ellos (cf. Hechos 20, 28)10. En consecuencia, el Papa es el sucesor de san
Pedro y el obispo de Roma, a quien le compete ser principio y fundamento perpetuo
y visible de la unidad, tanto de los ministros ordenados y consagrados como de los fieles
en todo el mundo. A él le corresponde confirmar en la fe a todos sus hermanos, es
decir, a todos los cristianos católicos, y pastorear a todo el pueblo de Dios disperso por el
mundo 11. De la misma forma, ha de acompañar a todos los hombres y mujeres de buena
voluntad.
Después de varios años de haberse iniciado la era cristiana, a inicios del s. III, surgió en
Occidente la designación de Papa, en signo de respeto y afecto a los obispos 12.
Posteriormente, en referencia al obispo de Roma, apareció en una inscripción del diácono
Severo a san Calixto: “Jussu Papae sui Marcellini”, que significa: por orden del Papa
Marcelino. De esta manera, a finales del s. IV, el título quedó reservado al obispo de
Roma con la expresión “Papa Urbis Romae” (Papa de la ciudad de Roma).
El papa Francisco, el “Pedro” número 266, llega a Colombia para confirmar en la fe a sus
hermanos, es decir, a todos los cristianos católicos, en el seguimiento de Jesucristo
y pastorear a todo el pueblo de Dios disperso por el mundo 13. De igual forma, viene
a acompañar y a sembrar la fe en todos los hombres y mujeres de buena voluntad; a ser
principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad, tanto de los ministros ordenados
y
consagrados como de los fieles en todo el
mundo.
10
LG 20.
11
CEC 881.
12
CIPRIANO. Ep 8,8.23,30; 31,36.
13
CEC 881.
5. Para nuestra vida
Ante la proximidad de la visita del Santo Padre a nuestro país y a la luz de esta
reflexión, podemos prepararnos con los siguientes compromisos:
6. Celebremos
Canto
(Se propone uno a continuación o se puede escoger otro que se considere apropiado)
Iglesia somos
Yo le veré, envejecer,
pero a mi madre aun con arrugas y defectos la
querré, la quiero más, pues sé muy bien
que ha envejecido sin dejarme de querer.
7. Recordemos
“Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mateo 16, 18)
Encuentro 3
Avivemos la fe que el Señor ha sembrado
Meta
Redescubrir la alegría del kerigma anunciado por la Iglesia para que, aceptando el amor de
Dios, avivemos la fe que hemos recibido desde el bautismo.
Signo
Imagen de Jesús siendo bautizado.
1. Oremos
“Estaban hablando de estas cosas, cuando Él se presentó en medio de ellos y les dijo:
“La paz con ustedes”. Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu. Pero Él les
dijo: “¿Por qué se turban? ¿Por qué se suscitan dudas en su corazón? Miren
mis manos y mis pies; soy yo mismo. Pálpenme y vean, porque un espíritu no tiene
carne y huesos como ven que yo tengo”. Y, diciendo esto, les mostró las manos y
los pies. Como no acababan de creerlo a causa de la alegría y estaban asombrados,
les dijo: “¿Tienen aquí algo de comer?” (Lucas 24, 36-40)
Todos:
Señor Jesucristo, sembrador que sales a sembrar la buena semilla en todo tipo de tierra,
con la esperanza de que algún día sea buena tierra que dé fruto abundante, siembra en
quienes vivimos en Colombia las semillas de la alegría abundante de creer en Dios, de
alegrarnos con tu presencia de resucitado, de asombrarnos gozosamente al escuchar tu
saludo: “La paz con ustedes”. Esta alegría disipa dudas y oscuridades y nos aferra
al
encuentro personal contigo, el cual nos invita a la conversión, a creer y vivir el gozo
de ser alimentados por ti. Amén.
2. Dialoguemos
Juan 3, 16-18
Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el
que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su
Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que
cree en Él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha
creído en el
nombre del Hijo unigénito de Dios.
Palabra del Señor
Volvamos sobre el texto ayudados por los siguientes
interrogantes:
4. Profundicemos
En los escritos del Nuevo Testamento san Pablo es el primero en utilizar la expresión
“kerigma”. La riqueza de este anuncio se ve reflejada de la siguiente manera: Dios quiere
comunicar su salvación a todos los hombres (cf. Romanos 10, 12-13); este misterio se va
manifestando poco a poco a los hombres, hasta que se revela plenamente en Cristo (cf.
Efesios 1, 9-11). La fuerza del misterio del amor de Dios alcanza la plenitud en la
Pascua de Jesucristo, muerto y resucitado (cf. Romanos 8, 31-39). Este anuncio debe
producir ardor y alegría en quien lo recibe (cf. Filipenses 4, 4-9).
El kerigma para nosotros los cristianos es, por tanto, anuncio, proclamación y pregón
público, dirigido a todas las personas, que se hace en voz alta y no tiene un
carácter privado. Es gozoso porque se realiza con alegría, con júbilo, nunca con tristeza,
pues lo que se anuncia es la felicidad misma, la persona de Jesucristo, nuestro
salvador. Jesús es el centro del anuncio, Él es la persona que anunciamos, muerto y
resucitado, como eje central del gran misterio de fe para los cristianos.
Este anuncio del “kerigma” no es algo superficial o pasajero, sino que produce una
adhesión personal entre el hombre y Dios, gestando la fe, arraigando a la persona a
la Verdad revelada y suscitando la confianza plena en el Creador. De la misma forma,
lleva a los hombres a depositar toda su existencia en Aquel que Él ha enviado, “su Hijo
amado”, en quien ha puesto toda su complacencia (Marcos 1, 11). Pero, a la vez, esta
fe en Dios Padre e Hijo no puede estar desligada del creer en el Espíritu Santo, quien
revela a los hombres quién es Jesús, porque “nadie puede decir: Jesús es Señor, sino con
el Espíritu Santo” (1Corintios 12, 3b). Por tanto, para conocer lo íntimo de Dios y creer en
ello, necesitamos de la fe en el Espíritu Santo14.
14
CEC 150-152.
15
DV 5.
compartidas con todos los hombres. De esta manera, la experiencia de la fe acontece en
una doble dinámica de respuesta a Dios y de testimonio a los hermanos.
Muchas veces hemos cantado que “el amor del Señor es maravilloso”, y lo es, pues este
Dios que nos ama a todos es el mismo que profesamos en el credo; es el Dios de nuestro
padre en la fe (cf. Romanos 4, 12-16), es “el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios
de Jacob” (Marcos 12, 26), es decir, el Dios de Israel, el Dios de Moisés y, sobre
todo, es “Dios y Padre de nuestro señor Jesucristo” (Romanos 15, 6). Lo afirmamos
cuando decimos: “Creo en Dios Padre”. Es el único e idéntico Dios, del que nos dice la
Carta a los Hebreos que, “muchas veces y de muchas maneras habló Dios en el pasado a
nuestros padres por medio de los profetas. En estos últimos tiempos nos ha hablado por
medio del Hijo a quien instituyó heredero de todo” (Hebreos 1, 1-2). Esta presencia y su
obra de salvación se ofrecen, permanentemente, por su infinita liberalidad y amor
hacia cada persona que acepta su llamada y acoge su voluntad como norma de la
existencia.
Dios nos ama a todos y nos ama de forma personal, a cada uno nos llama por
nuestro nombre a la existencia y nos quiere llevar a la realización plena de su plan de
amor, “así dice Yahvé, tu creador, Jacob, tu plasmador, Israel: “No temas, que yo te he
rescatado, te he llamado por tu nombre. Tú eres mío”“ (Isaías 43, 1). Estas palabras de
elección y de ternura han de penetrar cada vez más en nuestro corazón, para que nos
lleven a transformar nuestra vida conforme a la Buena Noticia y, así mismo, a
testimoniar que hemos sido amados con amor eterno (cf. Jeremías 31, 3).
Dios nos ama con amor entrañable porque es nuestro Padre, y un padre ama a sus hijos no
por lo que ellos le dan, sino por su naturaleza misma de Padre, “como un padre se
encariña con sus hijos, así de tierno es Yahvé con sus fieles” (Salmo 103, 13). Dios nos
ama porque Él es bueno, no porque nosotros lo seamos. Dice Isaías: “¿Acaso olvida
una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues, aunque
ellas llegaran a olvidar, yo no te olvido” (Isaías 49, 15).
Por el contrario, este don de la fe lo rechazamos cuando faltamos al amor a Dios, a los
hermanos y a la creación misma, y esto nos lleva a la condición de pecado, obstáculo
que no nos permite gozar de la gracia divina. Por fortuna, la acción misericordiosa de
Aquel que no nos abandona puede liberarnos de las cadenas de nuestros malos actos y
darnos la posibilidad de volver a gozar de la alegría de creer. Jesús invita a los pecadores
al banquete del Reino, cuando afirma: “No vine a llamar a justos sino a pecadores”
(Marcos 2, 17; cf.
1Timoteo 1, 15); invita a la conversión, sin la cual no se puede hacer parte de su mesa, y
les
muestra con palabras y con hechos la misericordia del Padre hacia los pecadores.
La conversión de uno solo produce una inmensa alegría en el cielo (cf. Lucas 15, 7).
En la proximidad de la llegada del Vicario de Cristo, que nos viene a confirmar en la fe,
estamos invitados a hacer actuales las palabras del apóstol Pablo a Timoteo: “Por eso te
recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti por la imposición de mis
manos” (2Timoteo 1, 6). Esta visita nos invita a reavivar el don de la fe, lo cual implica
una respuesta a Dios por medio de la conversión, que nos lleva necesariamente a
acoger la Buena Noticia y adherirnos a Jesucristo como única fuente de verdad, amor y
salvación. Pero, además, nos lleva a manifestar esta Buena Nueva en la Iglesia, como
madre de todos los creyentes, porque “la fe de la Iglesia precede, engendra, conduce y
alimenta nuestra fe”17.
Si así lo hacemos, estaremos colocando nuestro grano de arena para que Colombia
comience una transformación desde sus bases, que permita que la persona humana sea
respetada en su dignidad y en sus derechos; que posibilite la siembra de los valores del
Evangelio, que traen consigo plenitud y verdadera felicidad a todos sin distinción.
En consecuencia, avivar la fe, creer significa buscar a Dios, caminar con Él, seguir
dócilmente las enseñanzas de su Hijo; es aceptar, libre y amorosamente, sus designios y
luchar de forma permanente contra todo aquello que nos aleja de su proyecto salvífico.
Además, significa dar testimonio, con palabras y obras, de lo que creemos a todas las
personas que nos rodean.
Ante la proximidad de la visita del Santo Padre a nuestro país y a la luz de esta reflexión,
podemos prepararnos con los siguientes compromisos:
16
Cf. CEC 161.
17
CEC 181.
• Comuniquemos a la familia, amigos y compañeros de trabajo el gozo de tener a
Cristo en nuestras vidas (compartir experiencias).
• Acompañemos, con nuestras palabras y acciones, a aquellas personas que
más necesitan de la misericordia de Dios.
• Dediquemos un momento ante el Santísimo Sacramento, para pedir al Señor
que avive nuestra fe y nos disponga a la llegada del papa Francisco.
6. Celebremos
Canto
(Se propone uno a continuación o se puede escoger otro que se considere apropiado)
Oración de fieles
7. RECORDEMOS
“Por eso te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti por
la imposición de mis manos” (2Timoteo 1, 6)
Encuentro 4
Crezcamos en la esperanza
Meta
Signo
Cartel con la imagen de una escalera o conseguir una
escalera.
1. Oremos
Todos:
Señor Jesucristo, sembrador que sales a sembrar la buena semilla y la dejas caer en la
tierra buena de los corazones, te pedimos que, con estas catequesis preparatorias a la
visita del papa Francisco y con sus enseñanzas, se siembren las semillas de la
esperanza en los surcos del dolor y la desesperanza de los colombianos, para que
gemine de nuevo la esperanza y podamos dar un nuevo paso. Con el salmo, hoy te
decimos: “¡Líbrame, Dios mío, de la mano del impío, de las garras del perverso y el
violento! Pues tú eres mi esperanza, Señor, mi confianza desde joven, Yahvé. En ti
busco apoyo desde el
vientre, eres mi fuerza desde el seno materno. ¡A ti dirijo siempre mi
alabanza!”
(Salmo 71, 4-6)
• Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo…
• Canto al Espíritu Santo
2. Dialoguemos
Compartamos el conocimiento que tenemos acerca de la virtud de la esperanza,
dialogando sobre las siguientes preguntas:
Romanos 8, 18-25
Porque estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la
gloria que se ha de manifestar en nosotros. Pues la ansiosa espera de la creación
desea vivamente la revelación de los hijos de Dios. La creación, en efecto, fue sometida
a la caducidad, no espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza de
ser liberada de la esclavitud de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de
los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y
sufr e dolores de parto. Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias
del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de
nuestro cuerpo. Porque nuestra salvación es en esperanza; y una esperanza que se ve,
no es esperanza, pues ¿cómo es posible esperar una cosa que se ve? Pero si
esperamos lo
que no vemos, aguardamos con paciencia.
Palabra de Dios
Como nos dice el papa Benedicto XVI: “si falta Dios, falta la esperanza. Todo pierde
sentido. Es como si faltara la dimensión de profundidad y todas las cosas se oscurecieran,
privadas de su valor simbólico; como si no centraran en la mera materialidad”19. Por lo
tanto, la esperanza cristiana es la que le da sentido a toda la existencia, la que permite
mirar la vida como un peregrinar hacia Dios, culmen y meta de la vida humana. El mismo
san Agustín lo reconocía cuando decía: “Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón
está inquieto, hasta que descanse en Ti”20. En este sentido, la esperanza es una virtud
teologal, porque proviene de Dios, de ahí la necesidad de pedirla y buscarla a lo
largo de la existencia.
Se desvela en todo este recorrido de salvación que el hombre de Dios está llamado a
vivir en esperanza. Si la esperanza se desvanece todo se acaba, como lo afirma el
profeta Ezequiel: “Se ha desvanecido nuestra esperanza, todo ha acabado para
nosotros”
(Ezequiel 37, 11).
18
Cf. CEC 1812-1822.
19
BENEDICTO XVI. Creer, manual de la fe y de la vida cristiana. Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2012.
20
SAN AGUSTÍN. Confesiones 1.1.1.
En el Nuevo Testamento, el mensaje de Jesús está lleno de esperanza. Su Buena Nueva
realiza la salvación esperada, se anuncia presente entre nosotros, pero con una tensión de
responsabilidad y cumplimiento total en el futuro. Las bienaventuranzas prometen el
futuro cumplimiento de la esperanza (cf. Mateo 5, 1-12). San Pablo nos recuerda que la
esperanza está hecha de espera, confianza y paciencia. Por tanto, la esperanza del cristiano
se fundamenta en la posesión de los bienes de la redención obrada por Cristo, bienes
presentes y futuros. La esperanza vinculada con las promesas de Cristo no defrauda; por el
contrario, se convierte en fuente de alegría, seguridad y gloria, de ahí que, “la esperanza
no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu
Santo que nos ha sido dado” (Romanos 5, 5; cf. 2Corintios 3, 12; Hebreos 3, 6)
Como decíamos anteriormente, la esperanza es una semilla sembrada por Dios en nuestros
corazones, ya como anhelo de felicidad, búsqueda de los bienes eternos o vivencia de las
primicias, a través del Espíritu Santo que se nos ha dado y ha vertido el amor de Dios en
nuestros corazones. Sin embargo, es al mismo tiempo responsabilidad de cada uno
sembrar y cuidar esa semilla en el corazón. Se aprende y se ejercita en la esperanza cuando
tenemos la capacidad de ver la realidad con los ojos de la fe, con ánimo positivo; cuando,
ante la realidad difícil, dolorosa y fatigosa, mantenemos la mirada puesta en la luz, en las
soluciones, sin desanimarnos, sabiendo que la historia, aunque no lo parezca, está dirigida
por Dios, y que la última palabra la tiene Él con su soberano poder y amor por cada uno
de nosotros.
El papa Benedicto XVI nos indica algunos lugares para aprender y ejercitar la esperanza:
la oración, la acción, el sufrir y el juicio.
21
BENEDICTO XVI. Encíclica Spe Salvi. Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2017, nn. 32-34.
b. El actuar y el sufrir. “Se aprende y se ejercita la esperanza en el esfuerzo
cotidiano por continuar nuestra vida, en continuar con el deseo de actuar a
pesar de las frustraciones; en comprender que el obrar, a veces exigente y
doloroso, y el sufrimiento forman parte de la existencia humana. Ni el sufrimiento
ni la exigencia de obrar cotidianamente destruyen la esperanza en el hombre
porque él vive en la esperanza gracias al poder indestructible del Amor, gracias al
cual tienen para él sentido e importancia las realidades de su vida, sólo una
esperanza así puede en ese caso dar todavía ánimo para actuar y continuar” 22.
c. El Juicio de Dios: “Ya desde los primeros tiempos, la perspectiva del Juicio ha
influido en los cristianos, también en su vida diaria, como criterio para ordenar la
vida presente, como llamada a su conciencia y, al mismo tiempo, como esperanza
en la justicia de Dios. La fe en Cristo nunca ha mirado sólo hacia atrás ni sólo
hacia arriba, sino siempre adelante, hacia la hora de la justicia que el Señor había
preanunciado repetidamente. Este mirar hacia adelante ha dado la importancia
que tiene el presente para el cristianismo”23.
América Latina ha sido llamada el continente de la esperanza, no solo por saber integrar la
oración, el sufrimiento y las acciones cotidianas en la búsqueda de la voluntad de Dios,
sino por ser un continente que vibra con la fe. En nuestro continente, aun con
dificultad, se valora la dignidad de la persona, la sabiduría ante la vida, la pasión por la
justicia, la esperanza contra toda esperanza y la alegría de vivir aun en condiciones muy
difíciles que mueven el corazón de nuestras gentes 24.
Hoy más que nunca damos gracias a Dios y nos alegramos por la fe, la solidaridad y la
alegría, características de nuestros pueblos trasmitidas a lo largo del tiempo por los
abuelos, los padres, los catequistas y tantas personas anónimas, cuya caridad ha mantenido
viva la esperanza en medio de las injusticias y adversidades 25. Gracias a esta esperanza
que hemos recibido hoy, anunciamos a nuestro pueblo colombiano que Dios nos
ama, que su existencia no es una amenaza para el hombre, que está cerca con el
poder salvador y
liberador de su Reino, que nos acompaña en la tribulación, que alienta
incesantemente
22
Ibíd., nn. 35-40.
23
Ibíd., n. 41.
24
Cf. DA 7.
25
Cf. DA 26.
nuestra esperanza, en medio de todas las pruebas. Por tanto, los cristianos somos
portadores de buenas noticias para la humanidad y no profetas de desventuras 26.
En este momento histórico de nuestra nación, el papa Francisco llega como un sembrador
que sale a sembrar, a esparcir la semilla del Evangelio, a sembrar en nuestros corazones la
esperanza. Acojamos sus palabras y mensajes con cariño, con aprecio, y cuidemos esa
semilla para que germine, crezca y dé abundante fruto.
En medio de tantas sombras que van apareciendo y parecieran cubrir toda nuestra realidad,
nos alegra inmensamente tener una mirada de fe y descubrir el amor de Dios que
nos impulsa a mantener viva la esperanza. Entre otras muchas semillas de esperanza,
agradecemos a Dios la religiosidad de nuestro pueblo, que resplandece en la devoción a
Cristo sufriente y a su Madre bendita, en la veneración a los santos, en el amor filial y
sincero al Papa y a los demás pastores, en el amor a la Iglesia universal, en el querer ser la
gran familia de Dios, a la cual nunca el Padre misericordioso deja sola o en la
miseria. Toda esta esperanza se ve alimentada por la multitud y la alegría de nuestros
niños, los ideales de nuestros jóvenes, el heroísmo de muchas de nuestras familias que, a
pesar de las crecientes dificultades, siguen siendo fieles al amor 27.
Esto es motivo de gratitud para con Dios y para con sus colaboradores, que durante toda
nuestra historia han plantado, regado y permitido el crecimiento de la fe, como dice san
Pablo: “Yo planté, Apolo regó; mas fue Dios quien hizo crecer.” (1Corintios 3, 6). El
compromiso con el Evangelio ha llevado a muchos a ejercer su responsabilidad con la
evangelización, hoy nos corresponde ser verdaderamente discípulos misioneros del Señor
Jesús, asumir con entereza y humildad la labor de ser colaboradores de Dios en la
construcción de su Reino, “ya que somos colaboradores de Dios, y ustedes, campo de
Dios, edificación de Dios” (1Corintios 3, 9). En consecuencia, la visita del Papa nos anima
a ser, al mismo tiempo, campo en el que se siembra la esperanza y colaboradores de Dios
para sembrar en nuestros niños, jóvenes, adultos y ancianos semillas de esperanza. Hay
que esparcir esta buena nueva en todos los corazones. No podemos claudicar en nuestro
anhelo de vivir en fraternidad, paz y reconciliación. ¡No nos dejemos robar la esperanza28!
Ante la proximidad de la visita del Santo Padre a nuestro país y a la luz de esta reflexión,
podemos prepararnos con los siguientes compromisos:
26
Cf. DA 30.
27
Cf. DA 127.
28
FRANCISCO. Exhortación Apsotólica Evangelii Gaudium. Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2013, n. 86.
• Dialoguemos con los niños y los jóvenes sobre la importancia de la esperanza en
la construcción de un país honesto, justo, reconciliado y en paz.
• Evitemos, en nuestra vida cotidiana, cualquier acto de deshonestidad, corrupción
e injusticia que destruya la esperanza en nuestro país.
• Sembremos esperanza, ofreciendo una sonrisa o una palabra de estímulo a quien
lo necesite.
6. Celebremos
Canto
(Se propone uno a continuación o se puede escoger otro que se considere apropiado)
Meta
Conocer la importancia de la comunidad como lugar para estar en comunión con Dios
y con los hermanos.
Signo
Colocar una imagen de una comunidad en oración o realizando acciones solidarias.
1. Oremos
Todos:
2. Dialoguemos
4. Profundicemos
A partir de las palabras de la Primera carta de Juan, que nos dice: “Dios es amor, y el que
permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él” (1Juan 4, 16), el papa Benedicto
XVI, en su encíclica Deus Caritas Est, profundiza en la comprensión de “Dios es amor”,
diciendo que: “Estas palabras expresan con claridad meridiana el corazón de la fe
cristiana: la imagen cristiana de Dios y también la consiguiente imagen del hombre y de
su camino. Además, en este mismo versículo, Juan nos ofrece, por así decir, una
formulación sintética de la existencia cristiana: “Nosotros hemos conocido el amor que
Dios nos tiene y hemos creído en Él”29.
29
BENEDICTO XVI. Encíclica Deus Caritas Est. Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2015, n. 1.
30
Ibíd., 16.
31
Cf. FRANCISCO. Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia. Editrice Vaticana, Città del Vaticano,
2016, n. 94.
Comunidad es una palabra compuesta por otras dos; común y unidad, viene del
latín “communitas”, que describe así a un grupo de individuos que tienen ciertos elementos
en común. Hasta aquí se puede decir, pues, que existen diferentes tipos de comunidades;
comunidades mundiales, comunidades científicas, geográficas, activistas, entre otras.
Así mismo, el Hijo ha querido que todos los hombres y mujeres vivan en unidad con el
Padre, “que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean
uno en nosotros” (Juan 17, 21); estar con el Padre es estar con el Hijo y con el Espíritu
Santo. En la Epístola a los Romanos, en lo que se refiere a la comunidad, leemos: “Así
como nuestro cuerpo, en su unidad, posee muchos miembros, y no desempeñan
todos los miembros la misma función, así también nosotros, siendo muchos, no
formamos más que un solo cuerpo en Cristo, siendo los unos para los otros, miembros.”
(Romanos 12, 4-5). Encontramos aquí dos invitaciones: la primera a vivir en unidad con
Dios y, la segunda, a vivir la comunión con los hermanos.
Hoy se nos invita a reunimos de la forma como las primeras comunidades cristianas: “Se
mantenían constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del
pan y en las oraciones” (Hechos 2, 42). La comunión de la Iglesia se nutre con el pan de
la Palabra de Dios y con el pan del Cuerpo de Cristo. Esta unión fraterna fue consecuencia
de la fe en Cristo Jesús y del deseo de imitarlo, de querer transmitir el mismo amor que los
hermanos habían recibido de Él, de ahí que tuvieran: “un solo corazón y una sola alma”
(Hechos 4, 32).
Ante la tentación muy presente en la cultura actual de ser cristianos sin Iglesia y las
nuevas búsquedas espirituales caracterizadas por el individualismo, afirmamos que la fe en
Jesucristo nos llegó a través de la comunidad eclesial y ella “nos da una familia, la familia
universal de Dios en la Iglesia Católica. La fe nos libera del aislamiento del yo, porque
nos lleva a la comunión. Esto significa que una dimensión constitutiva del acontecimiento
cristiano es la pertenencia a una comunidad concreta, en la que podamos vivir una
experiencia permanente de discipulado y de comunión”35.
En el ejercicio de la unidad querida por Jesús, los hombres y mujeres de nuestro tiempo
nos hemos de sentir convocados a recorrer la hermosa aventura de la fe, “para que todos
sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para
que el mundo crea que tú me has enviado” (Juan 17, 21). En este sentido, entendemos que
“la Iglesia crece no por proselitismo sino por atracción” 36, ella atrae cuando vive
en comunión, pues los discípulos de Jesús serán reconocidos si se aman los unos a los
otros
como Él nos amó (cf. Romanos 12, 4-13; Juan 13, 34).
32
LG 11.
33
SAN J UAN PABLO II. Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte. Editrice Vaticana, Città del Vaticano,
2000, n. 43.
34
Cf. FRANCISCO. Discurso al Movimiento de los Focolares, 27 de febrero de 2014.
35
DA 156.
36
FRANCISCO. Homilía, 24 de abril de 2014.
En consecuencia, estamos invitados a trabajar, en torno a esta preparación para la visita
apostólica del papa Francisco a nuestro país, en cada una de nuestras realidades y
ambientes para ser sembradores del amor más genuino en nuestras comunidades; en
primer lugar, en nuestra familia y, luego, en todos los ambientes donde nos movamos y
con todas las personas que nos relacionamos, con el fin de aportar, como cristianos
católicos que somos, semillas de amor que contribuyan a la transformación integral de
Colombia.
Durante estos días se nos ha venido motivando para que demos el primer paso y
comencemos algo nuevo con Cristo; pues bien, este primer paso lo concreta cada uno
con su obrar y con sus palabras, en las comunidades a las que pertenece y donde participa
para que, de esta manera, nos convirtamos en levadura que fermente la masa de la sociedad
e irradiemos, desde allí, el amor transformado en misericordia para la humanidad sedienta
de paz y reconciliación. Por ello, estemos vigilantes para que las circunstancias de nuestro
país y de nuestras vidas ¡No nos roben el ideal del amor fraterno!37
6. Celebremos
Canto
(Se propone uno a continuación o se puede escoger otro que se considere apropiado)
Iglesia peregrina
Vive en nosotros la fuerza del Espíritu que el Hijo desde el Padre envió.
Él nos empuja, nos guía y alimenta, Iglesia peregrina de Dios.
37
FRANCISCO. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2013, n.
101.
Somos en la tierra semilla de otro reino,
somos testimonio de amor.
paz para las guerras y luz entre las sombras,
iglesia peregrina de Dios (bis)
Dejar un momento de silencio para hacer oraciones personales y concluir con la oración
del
Ave María.
7. Recordemos
“Que todos sean uno… para que el mundo crea” (Juan 17, 21)
Encuentro 6
Sembremos confianza en nuestras relaciones
Meta
Recuperar la confianza entre los colombianos para favorecer la cultura del encuentro y
la construcción de una nueva nación.
Signo
Cartelera con imagen de manos entrelazadas.
1. Oremos
Todos:
Señor, tú conoces nuestro corazón, nuestro terreno, sabes cuánto nos cuesta confiar
en los otros, en su forma de ser y actuar, cuánto nos cuesta construir relaciones
auténticas, que estén marcadas por el amor. Señor, para que nuestra vida cristiana
crezca, te pedimos que las semillas de la confianza germinen, crezcan y den abundante
fruto en nuestras relaciones diarias; que nuestras vivencias estén marcadas por la total
confianza que nace de tu amor; que de verdad nos amemos unos a otros y
edifiquemos, desde nuestras relaciones, una Iglesia y una Colombia mejor. Amén.
• Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
…
• Canto al Espíritu Santo
2. Dialoguemos
Mateo 6, 25-34
Por eso les digo: No anden preocupados por su propia vida, qué comerán, ni por su
propio cuerpo, con qué se vestirán. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo
más que el vestido? Miren las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en
graneros; y su Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes más que ellas? Por lo
demás, ¿quién de ustedes puede, por más que se preocupe, añadir una sola hora a la
medida de su vida? Y del vestido, ¿por qué se preocupan? Observen los lirios del
campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. Pero yo les digo que ni Salomón, en toda
su gloria, se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y
mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con ustedes,
hombres de poca fe? No anden, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?,
¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? Que por todas esas cosas se
afanan
los gentiles; pues ya sabe su Padre celestial que tienen necesidad de todo eso. Busquen
primero el Reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas se les darán por añadidura.
Así que no se preocupen del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día
tiene bastante con su propia
preocupación.
Palabra de Dios
4. Profundicemos
La confianza es una palabra que viene del latín con-fidentia y significa: firme
esperanza que se tiene de algo o de alguien, absoluta convicción38.
En el ámbito de la fe, confianza significa tener fe en Dios, en uno mismo, en los demás.
Confiar es saber que lo que nos hemos propuesto lo vamos a conseguir. La confianza es la
tranquila y valiente seguridad de quien espera sin vacilar y, por tanto, se relaciona también
con la esperanza, tal como lo deja ver el salmista cuando dice: “Alzo mis ojos a los
montes,
¿de dónde vendrá mi auxilio? Mi auxilio viene de Yahvé, que hizo el cielo y la tierra.
Yahvé
te guarda del mal, es el guardián de tu vida” (Salmo 120, 1-2.7).
38
Cf. Diccionario de la Real Academia Española. http://dle.ra e.es/?id=AF8rq9a. 3 de abril de 2017
Por tanto, sin la confianza no podemos tener grandes aspiraciones en la vida, no podemos
avanzar y convertirnos en artesanos del perdón, la reconciliación y la misericordia. La
confianza es un valor extraordinario que necesita ser fortalecido y transmitido a los demás,
para que otras personas lo puedan desarrollar en sus proyectos de vida: en la familia, el
trabajo, el colegio o la universidad, y en la sociedad en general.
Para nadie es un secreto que nuestro país ha estado marcado por un clima de desconfianza,
ya sea por engaños en las familias, fraudes en los negocios, corrupción en todos los
niveles sociales, económicos y políticos, falsedad en las promesas de los dirigentes y
mentiras de todo tipo. Tales hechos han creado en la conciencia de muchos colombianos
una marcada desconfianza hacia todo y hacia todos. Nos cuesta mucho creer en la
palabra de las personas y en las ofertas de las instituciones. Pero desde el Evangelio,
desde la palabra del papa Francisco, desde el Magisterio de la Iglesia, se nos enseña que la
confianza genera muchas cosas buenas para nosotros, nuestras familias y nuestro
país: nos hace más tolerantes y más misericordiosos; nos estimula a cultivar la relación
con los demás y con nosotros mismos. La confianza y la misericordia nos preparan para
saber esperar, olvidar, comprender y perdonar. Son valores que pueden cambiarlo todo,
porque nos alientan a mirar el presente y confiar en lo sano y bueno que late en el corazón
de cada colombiano39.
La confianza es esencial para que nos relacionemos sanamente con nuestro entorno, con
nuestra familia, con la pareja, los compañeros de trabajo o de estudio. Las relaciones que
están basadas en la confianza mutua tienden a ser más sólidas, prósperas y duraderas
que las que no lo están. Por eso, cuando afirmamos que somos sembradores de confianza
en nuestras relaciones, estamos diciendo que no solo la confianza es sinónimo de
esperanza, fe, seguridad, certeza, sino también que nos posibilita abrir espacios para
aprender a perdonar, a sanar las heridas, a buscar incesantemente la paz entre todos,
a construir verdaderos vínculos de fraternidad, a reconocer que el otro es un don para mi40.
Entender que la confianza está vinculada al perdón hace posible derrumbar las barreras que
nos separan, los enfrentamientos que nos dividen, y nos ayuda a superar los hechos que nos
han dañado como sociedad colombiana, desde hace muchos años. En este sentido, el
perdón se convierte en “el instrumento puesto en nuestras frágiles manos para
alcanzar la
serenidad del corazón. Dejar caer el rencor, la rabia, la violencia y la venganza
son
39
Cf. FRANCISCO. Homilía en la frontera de México, 18 de febrero de 2016.
40
FRANCISCO. Mensaje para la Cuaresma, 2017.
condiciones necesarias para vivir felices”41.
Pero esta confianza asociada al perdón proviene de Dios mismo, porque Él, a pesar de
nuestras infidelidades, ha permanecido fiel y nos ha ofrecido su misericordia, nos
ha perdonado y nos invita a perdonar. Para lograr este anhelo divino se requiere que
el cristiano desarrolle una íntima relación con Él a través de la oración, pues en ella
se evidencia la confianza que tenemos en Dios y, poco a poco, aprendemos a asumir
los mismos sentimientos del Señor.
41
FRANCISCO. Mensaje para la XXXI Jornada Mundial de la Juventud, 2016.
42
CEC 2728.
43
FRANCISCO. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2013, n.
101.
• Avivemos la construcción de la confianza en nuestras familias, con nuestros
amigos, compañeros de trabajo, de comunidad de fe, etc.).
6. Celebremos
Canto
(Se propone uno a continuación o se puede escoger otro que se considere apropiado)
Yo tengo fe
Oración de fieles
7. Recordemos
“Tenemos confianza total en Dios, y lo que le pidamos lo obtendremos de Él,
porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada” (1Juan 3,
21)
Encuentro 7
Sembremos paz en nuestras palabras
Meta
Reflexionar sobre las bases y acciones que promueven y motivan un lenguaje cristiano
de perdón, respeto y paz para con todos.
Signo
Una bandera blanca o una cartelera con la palabra PAZ.
1. Oremos
“Respuesta amable aplaca la ira, palabra hiriente enciende la cólera. La lengua del
sabio favorece el saber, la boca del necio difunde la necedad. En todo lugar, los
ojos de Yahvé observan a los malos y buenos. Lengua sana es árbol de vida,
lengua perversa rompe el corazón” (Proverbios 15, 1-4).
Todos:
Señor, de tu boca no salía más que el bien, siempre dabas una respuesta amable, sabia,
que sanaba al otro. Enséñanos, Señor, a dominar nuestra lengua, nuestras palabras,
nuestro mal carácter; enséñanos a refrenar los enfados y las ofensas que infligimos a
los demás; que no haya en nosotros, Señor, ni boca necia, ni lengua perversa, y menos
palabra hiriente. Ayúdanos, Señor, a ser siempre respetuosos con los demás, a exigirnos
actuar con la paciencia y el amor, y a perseverar en el esfuerzo y la entrega
generosa para dar cabida a tu reino en nuestro corazón; que nuestras palabras, Señor,
siembren y hagan posible, con tu amor, la reconciliación, el perdón y la paz. Amén.
• Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo …
• Canto al Espíritu Santo
2. Dialoguemos
Compartamos el conocimiento que tenemos acerca de la virtud de la paz, dialogando
sobre las siguientes preguntas:
• ¿Hay en nuestra forma de hablar palabras o expresiones que afectan a los demás?
¿Cómo nos damos cuenta?
• ¿Qué palabras o expresiones podemos promover en nuestros diálogos para
construir paz?
Efesios 4, 25-32
Por tanto, desechando la mentira, digan la verdad unos a otros, pues somos
miembros unos de otros. Si se enojan, no pequen; no se ponga el sol mientras estén
enojados, ni den ocasión al Diablo. El que robaba, que ya no robe, sino que trabaje
con sus manos, haciendo algo útil para que pueda socorrer al que se halle en
necesidad. No salga de su boca palabra dañosa, sino la que sea conveniente para
edificar según la necesidad y hacer el bien a los que los escuchen. No
entristezcan al Espíritu Santo de Dios, con el que fueron sellados para el día de la
redención. Toda amargura, ira, cólera, gritos, maledicencia y cualquier clase
de maldad, desaparezca de entre ustedes. Sean amables entre ustedes,
compasivos,
perdonándose mutuamente como los perdonó Dios en
Cristo.
Palabra de Dios
4. Profundicemos
San Pablo pone como punto de partida la diferencia entre una persona que no ha conocido
a Cristo (gentil) y quien ha escuchado hablar y ha aceptado a Cristo (cristiano). El gentil
se deja llevar por la frivolidad de sus pensamientos, su ignorancia y su obstinación.
El
auténtico cristiano ha aprendido la verdad de Cristo y está renovado en lo íntimo de su
espíritu, es una persona nueva, el hombre nuevo.
El hombre nuevo surge del encuentro con Jesucristo, “el acontecimiento de Cristo es, por
tanto, el inicio de ese sujeto nuevo que surge en la historia y al que llamamos discípulo”44.
Jesús comunica al corazón del ser humano la Buena Nueva que produce la transformación
del hombre viejo al hombre nuevo (cf. Colosenses, 3, 9-10), en quien reina la alegría, el
amor y el perdón. Esta alegría que gesta la vida nueva en Cristo llena el corazón y la vida
entera, porque “quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del
vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”45. De esta
manera, la nueva criatura, redimida de su vieja condición, hace posible la experiencia
con la Trinidad, el saberse parte de Dios y enviada para dar testimonio de lo que ha
recibido, suscitando una “experiencia de […] unidad y comunión inseparable, [que] nos
permite superar el egoísmo para encontrarnos plenamente en servicio al otro”46.
Es por eso que Jesús es claro en sus enseñanzas, “Todo aquel que se encolerice con su
hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano imbécil, será reo ante
el Sanedrín; y el que le llame renegado, será reo de la gehenna de fuego
(infierno)” (Mateo 5, 22). El Señor nos pide erradicar del lenguaje toda manifestación de
insulto, de injuria, las malas palabras, las groserías y las expresiones de doble sentido.
El cristiano debe evitar en su vocabulario toda palabra dañina, des-edificante (cf.
Colosenses 3, 8), porque este tipo de expresiones no son acordes con el amor de Dios ni
con la experiencia de vida de fe. Por ello, Santiago nos insiste en su carta: “ténganlo
presente, hermanos míos queridos: que cada uno sea diligente para escuchar y tardo
para hablar, tardo para la ira… si alguno se cree religioso, pero no pone freno a su
lengua, sino que engaña a su
propio corazón, su religión es vana” (Santiago 1, 19. 26). De igual forma, la misma
44
DA 243
45
FRANCISCO. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2013, n. 1
46
DA 240
Palabra nos advierte que “de toda palabra ociosa que hablen los hombres darán cuenta
en el día del juicio” (Mateo 12, 36).
El colombiano nuevo que vive su encuentro con Cristo y comienza a dar el primer
paso para la reconciliación, el perdón y la paz debe poner sus mejores deseos y fuerzas
para desarmar el lenguaje de expresiones de violencia o de injuria hacia los hermanos;
esta es una necesidad en nuestro país porque, durante años, nos hemos maltratado con
agresiones verbales, las cuales han gestado sendas fuentes de violencia, que nos han
dividido y han estropeado nuestra unión de hermanos. Este es el tiempo de iniciar
algo nuevo para conseguir frutos con sabor a Dios y para vislumbrar una sociedad menos
reactiva y conflictiva. Es necesario que contemos con la gracia de Dios y con nuestra
voluntad, para poder avanzar en esta transformación de nuestras palabras y, así, empezar a
gestar la paz.
La paz y la cultura de un nuevo estilo de vida comienzan con palabras y gestos cotidianos,
sencillos y pequeños, son ellos los que hacen la diferencia; no esperemos que llegue la paz
solo por la formalidad de un acuerdo escrito, no la habrá si cada uno reacciona de forma
violenta porque lo miraron o no lo miraron, porque lo adelantaron o porque no le
cedieron el puesto. Esta selva de violencia necesita cambios urgentes. Aquí es
cuando comprendemos por qué el papa Francisco insiste tanto en los gestos de saludar, dar
gracias, pedir perdón.
Recordemos que se respira paz en los ambientes donde reina la fraternidad, el respeto, la
educación, la experiencia de ser bien acogido; donde la gente saluda o donde
resuenan frases como: “Buenos días”, “que tenga una buena tarde”, “bienvenido”,
“muchas gracias”, “¿En qué le puedo ayudar?”. ¡Qué bien se siente el ser humano allí
donde se expresa aprecio hasta por lo más pequeño! ¡Qué grato es recibir como
respuesta una sonrisa, un
gesto amable y no manifestaciones de
agresividad!
47
Cf. DA 534.
En este camino de preparación para la visita apostólica del papa Francisco a nuestro país,
estamos invitados a recordar que hemos sido tocados por Cristo, que, por el
bautismo, hemos sido constituidos en hijos e hijas de Dios, miembros de su gran familia,
la Iglesia, para ser testigos de Él en nuestro hablar y actuar, para buscar a lo largo
de nuestra existencia la santidad, porque esta es nuestra vocación: “Vosotros, pues,
sed perfectos, como vuestro Padre que está en el cielo es perfecto” (Mateo 5, 48).
Vivir conforme al Señor nos lleva a tener presente que “pertenecemos por entero a Cristo,
cuyo Espíritu tomó posesión de nosotros en el bautismo. Somos templos del Espíritu Santo.
Nuestros pensamientos, nuestras acciones, nuestros deseos son, en pleno derecho, más
suyos que nuestros. Pero hemos de luchar para asegurarnos de que Dios recibe siempre
de nosotros lo que le debemos por derecho propio”48. Por tanto, cada uno de nosotros ha
de esforzarse para que, desde sus palabras, brille la fe que hemos recibido y para que haga
posible la santidad a la cual Dios nos convoca.
El papa Francisco nos ha repetido en diversas ocasiones: “No tengamos miedo a ser santos
porque la santidad no consiste en hacer cosas extraordinarias, sino en dejar que Dios obre
en nuestras vidas con su Espíritu, en confiar en su acción que nos lleva a vivir en la
caridad, a realizar todo con alegría y humildad, para mayor gloria de Dios y bien del
prójimo”49. En consecuencia, cultivar la santidad es dejar actuar a Dios en cada uno de
nosotros y no ponerle condiciones en nuestra respuesta; dar testimonio de nuestra
condición cristiana desde cada palabra que dirigimos a los demás.
Ante la proximidad de la visita del Santo Padre a nuestro país y a la luz de esta reflexión,
podemos prepararnos con los siguientes compromisos:
48
MERTON, Thomas. Vida y santidad. Sal Terrae, 2006, p. 21.
49
FRANCISCO. Catequesis del miércoles, 2 de octubre de 2013.
• Promovamos en nuestra familia, parroquia, barrio, vereda o conjunto residencial, un
pacto de buen trato, de respeto, de buenos modales, hacia todas las personas pero, de
manera especial, hacia aquellas que piensan distinto de nosotros.
5. Celebremos
Canto
(Se propone uno a continuación o se puede escoger otro que se considere apropiado)
Oh, Maestro, haced que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar;
ser comprendido, sino comprender;
ser amado, como amar.
Amén.
6. RECORDEMOS
“Diligente para escuchar, tardo para hablar, y tardo para la ira” (Santiago 1, 19)
Encuentro 8
Sembremos bondad con nuestros actos
Meta
Renovar el compromiso de ser testigos del amor y la misericordia para con todos,
por medio de acciones bondadosas.
Signo
Cartelera con fotografías que muestren acciones bondadosas realizadas por
diversas personas.
1. Oremos
“Así pues, considera la bondad y la severidad de Dios: severidad con los que cayeron,
bondad contigo, si es que te mantienes en la bondad; que, si no, también tú serás
desgajado. En cuanto a ellos, si no se obstinan en la incredulidad, serán injertados;
que poderoso es Dios para injertarlos de nuevo.” (Romanos 11, 22)
Todos:
2. Dialoguemos
Mateo 5, 14-16
“Ustedes son la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima
de un monte. Tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino
sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así su
luz delante de los hombres, para que vean sus buenas obras y glorifiquen a su
Padre que está en los
cielos”.
Palabra del Señor
• ¿Por qué Jesús nos dice que somos la luz del mundo?
• ¿Qué relación encontramos entre la sal, la luz y las buenas obras?
• ¿Cómo podemos ser sal y luz para nuestra familia y nuestra comunidad?
4. Profundicemos
La palabra bondad proviene del latín “bonĭtas, -ātis”, que significa inclinación a hacer
el bien, cualidad de lo bueno50.
50
Cf. Diccionario de la Real Academia Española. http://dle.ra e.es/?id=5qZYqEv . 3 de abril de 2017
La Iglesia ha entendido este hacer el bien o ser bondadosos como la llamada a confesar,
con palabras y obras concretas, la fe bautismal51, es decir, ser en todo testigos de lo que
Cristo nos ha enseñado por medio de su Evangelio; ser coherentes entre las obras que
realizamos y lo que creemos en la mente y profesamos con los labios. Esta invitación
proviene del proyecto de salvación que Dios ha establecido para la humanidad, con el fin
de conceder la vida eterna a todos los que perseveren en las buenas obras y busquen con
sincero corazón su Reino.
En otras palabras, hacer el bien o ser bondadosos en nuestros actos, “es lo que construye y
califica a la ciudad de los hombres, el criterio fundamental de la vida social y política,
el fin del actuar humano y del progreso; es exigencia de justicia y de caridad, promoción
del respeto de los derechos de los individuos y de los pueblos, además de relaciones
caracterizadas por la lógica del don”52. El bien obrar es el pilar que construye
sociedad, que transmite valores, que promueve la dignidad de la persona y los derechos
humanos.
Esta lógica trascendente nos recuerda la misión que tenemos, como cristianos, de ser
en todo lugar y con toda persona “otros cristos”. Este mandato tiene su origen en el
mismo momento en que fuimos bautizados y por el hecho de que “Él está presente en
medio de la comunidad viva, en la fe y en el amor fraterno. Él está presente en todos los
discípulos que procuran hacer suya su existencia y vivir su propia vida escondida en la
vida de Cristo” (Colosenses 3, 3)53. Esta presencia y convicción hacen posible que el
discípulo actúe en la persona de Cristo, pero dé ejemplo como Él, de tal modo que pueda
identificarse profundamente con Él y llegar a decir: “Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en
mi” (Gálatas
2, 20).
51
CEC 14.
52
BENEDICTO XVI. Creer, manual de la fe y de la vida cristiana. Editrice Vaticana, Città del Vaticano,
2012. p. 59.
53
Cf. DA 256.
El Evangelio de Juan también nos evoca el signo de la luz, atribuido a Jesús mismo:
“Yo soy la luz del mundo” (Juan 8, 12). Su vida y sus palabras iluminaron la existencia de
toda la sociedad, porque transmitía la Verdad y Voluntad de Dios Padre, ofreciendo una
nueva esperanza a quienes la habían perdido, fe a los decaídos, consuelo a los
sufrientes y salvación para todos. Su vida fue un acercarse a la humanidad con humildad,
para que con sus palabras y acciones de bondad la realidad se transformara en algo nuevo.
Después de dar ejemplo, Jesús les da a los discípulos la misión de ser testigos de su amor
y compasión, diciéndoles que ellos son la luz del mundo: “Brille así su luz delante de los
hombres, para que vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en los cielos”
(Mateo 5, 16). Los discípulos pertenecen a Jesús de una forma tan estrecha y están
tan llenos de Él, que ellos mismos se convierten en luz y sal. Esto solo puede significar
que los discípulos de Jesús tienen la gran tarea de llevar, en su ser y quehacer cotidiano,
la luz y la sal de la verdad, del amor, de la compasión, de la misericordia, de las buenas
acciones para con todos.
El ideal cristiano que el Evangelio nos plantea es dejarnos interpelar por los otros,
sentirnos responsables del hermano, romper nuestro individualismo y privacidad para salir
al auxilio del que está caído y se quiere levantar, para tenderle la mano y no seguir de
largo con indiferencia. Ser cristianos y entendernos como luz y sal significa
comprender que el discipulado no es algo puramente espiritual, sino que es algo concreto.
Se trata de favorecer el encuentro con el rostro del otro, que nos interpela, con su dolor
y sus reclamos, para evitar una espiritualidad sin carne y sin cruz. Es tener claro que “la
verdadera fe en el Hijo de Dios hecho carne es inseparable del don de sí, de la
pertenencia a la comunidad, del servicio, de la reconciliación con la carne de los otros. El
Hijo de Dios, en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura”54.
54
FRANCISCO. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2013, n. 88.
Dios”55; está generando una sobrevaloración de la subjetividad individual que suscita un
marcado individualismo, el cual debilita los vínculos comunitarios y la preocupación por
el bien de todos, dando “paso a la realización inmediata de los deseos de los individuos, a
la creación de nuevos y, muchas veces arbitrarios, derechos individuales”56. El poner
estos derechos individuales por encima de los “derechos sociales, culturales y solidarios
resulta en prejuicio de la dignidad de todos, especialmente de quienes son más pobres y
vulnerables”57. De ahí que surjan los odios, enfrentamientos, injusticias y violencias que
contemplamos a diario, porque quien pone por encima de los demás sus propios intereses
y deseos, tarde o temprano, hace que el otro se convierta en un enemigo que debe
ser aniquilado o quitado del camino para lograr los propios objetivos.
Por esta razón, hablar de la vocación que tenemos, como cristianos, de ser luz y sal
en medio del mundo y para el mundo significa entendernos hombres y mujeres llamados a
sentirnos responsables del otro (padres, madres, hermanos, compañeros de estudio o de
trabajo, incluso desconocidos), por medio del bien obrar que hacemos cotidianamente, en
lo sencillo y extraordinario de la existencia. Quienes creemos en la Palabra de Dios
entendemos que la bondad surge del amor hacia el otro, y este amor no busca su propio
interés (cf. 1 Corintios 13, 4), no es egoísta, sino que es un don que necesariamente nos
lanza a compartirlo, a darlo de manera generosa y desinteresada. Por ello, “el amor –
agape que desciende hasta ti desde las alturas, desde Dios, y que recibes a través de
la fe no puede quedar encerrado en ti… el agape es Cristo, quien vive en ti y quien, a
través de ti y en ti, quiere amar a los demás”58. Solo cuando se ha tenido una auténtica
experiencia de Dios se logra encarnar este amor-agape en el propio corazón, que impulsa
al cristiano a dar lo mismo que ha recibido a todos sin distinción, incluso si el otro no le
cae bien o si piensa que no se lo merece.
De esta manera, entendemos que el cristiano no solo vive para sí, sino que su vida
alcanzará mayor sentido y plenitud en la medida en que se done y se ponga al servicio del
hermano, sin importar lo que exija esta entrega sino mirando el bienestar que le puede
brindar al que lo necesita. En este sentido, la Palabra de Dios nos advierte: “Nada hagáis
por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás
como superiores a sí mismo, buscando cada cual no su propio interés sino el de los
demás” (Filipenses 2, 3-
4).
Nuestro país necesita urgentemente cientos de cristianos que sepan dar todo de sí, que se
sientan responsables de los otros, que sean sembradores de bondad por medio de sus
obras, para empezar a romper el muro del odio, del egoísmo y de la violencia que,
durante años,
55
DA 44.
56
Idem.
57
DA 47.
58
DAJCZER TADEUSZ. Meditaciones sobre la fe. San Pablo, 1994, p. 223.
nos ha marcado y nos ha encerrado en nuestros propios intereses, incluso pasando por
encima de los otros o ignorándolos. Este es el momento para recordar las palabras del
papa Francisco: “El que no vive para servir no sirve para vivir”59.
El ser sal y luz, por medio de las buenas obras, es un mandato del Señor para
quienes hemos sido bautizados; por esto, tengamos presente que hablar de buenas
obras no es hablar de una idea o un sentimiento, sino de acciones concretas. No obstante,
para realizar estas buenas obras no es necesario pensar en realidades extraordinarias, por el
contrario, las buenas obras se encarnan en la vida cristiana activa, en el
cumplimiento del amor al prójimo con actitudes de afabilidad y apertura, de diálogo,
cortesía, ternura, disponibilidad, así como con comportamientos concretos de servicio
desinteresado. Significa poner en práctica las obras de misericordia, corporales y
espirituales, que nos proyectan al otro y nos ayudan a configurarnos con la persona de
Jesús.
Así mismo, esta experiencia de ser sembradores de bondad solo es auténtica cuando es
universal, es decir, cuando no es exclusiva ni excluyente: a todos ofrecemos nuestra
caridad y nuestra solicitud, a todos damos amor sin esperar nada a cambio o pedir
algo por adelantado.
Comprender lo que significa ser portadores de la luz de Cristo nos lleva a “ser discípulos
y misioneros de Jesucristo que asumimos, evangélicamente y desde la perspectiva del
Reino, las tareas prioritarias que contribuyen a la dignificación de todo ser humano, y a
trabajar junto con los demás ciudadanos e instituciones en bien del ser humano”60. Esto
sin buscar que la luz que fluye se refleje en nosotros o que los hombres elogien nuestra
luz. No se hacen las obras para ser alabados, sino única y solamente para que Dios sea
ensalzado. El Padre que está en los cielos es el que debe ser reconocido, esta es la última
finalidad y el motivo más profundo de la vocación del discípulo: hacer visible a
Dios con toda la existencia, con la vida iluminada por el amor y con las obras
nacidas de la verdad, la caridad y la convicción.
59
FRANCISCO. Homilía en La Habana, 20 de septiembre de 2015.
60
DA 384.
algo nuevo que añoramos para Colombia. La tarea y la responsabilidad de que nuestro país
pueda vislumbrar un nuevo mañana para bien de todos los colombianos son de
todos nosotros. Por ello, ¡Demos el primer paso, para comenzar con Cristo algo nuevo!
Ante la proximidad de la visita del Santo Padre a nuestro país y a la luz de esta reflexión,
podemos prepararnos con los siguientes compromisos:
6. Celebremos
Canto
(Se propone uno a continuación o se puede escoger otro que se considere apropiado)
Cristo te necesita
Oraciones espontaneas
Invitar a los participantes a que ofrezcan oraciones por las distintas necesidades que
viven los colombianos. A cada súplica responder: Padre misericordioso, escucha y ten
piedad.
7. RECORDEMOS
“Brille así su luz delante de los hombres, para que vean su buenas obras y glorifiquen a su
Padre que está en los cielos” (Mateo 5, 16)
Encuentro 9
Sembremos justicia en nuestras decisiones
Meta
Profundizar en la virtud de la justicia como base de las decisiones humanas y
como condición indispensable para contribuir en la edificación de una sociedad
colombiana más
justa, reconciliada y en paz.
Signo
Cartel con la imagen de una balanza o conseguir una balanza.
1. Oremos
“No reine, pues, el pecado en su cuerpo mortal de modo que obedezcan a sus
apetencias. Ni hagan ya de sus miembros instrumentos de injusticia al servicio del
pecado; sino más bien ofrézcanse ustedes mismos a Dios como muertos retornados a la
vida; y sus miembros, como instrumentos de justicia al servicio de Dios. Pues el
pecado no dominará ya sobre ustedes, ya que no están bajo la ley sino bajo la
gracia” (Romanos 6, 12-14).
Todos:
2. Dialoguemos
Mateo 5, 6.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán
saciados.
4. Profundicemos
4.1. ¿Qué es la justicia?
La palabra justicia proviene del latín “iustitia”, que significa principio moral que lleva
a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece. En otras palabras, es realizar aquello
que según el derecho está estipulado61.
En el tiempo de Jesús, un justo era un hombre que ajustaba toda su vida al querer de Dios.
Lo que el justo buscaba era la gloria divina y no su interés personal. Los que viven de esta
manera son llamados bienaventurados, como nos lo enuncia el evangelista Mateo:
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados”
(Mateo 5, 6), lo que equivale a decir, bienaventurados los que cumplen la voluntad de
Dios, los que asumen los mismos sentimientos y actitudes de Cristo, los que se
compadecen de los otros y actúan rectamente. Un testigo de esta justicia divina nos lo
presenta el Nuevo Testamento en la persona de José, a quien denomina como “un
hombre justo” (Mateo 1,
19).
La enseñanza bíblica nos presenta un camino superior para vivir la justicia, el cual
consiste en acoger con sencillez la abundancia del amor divino y, desde ese amor, vivir y
obrar con los demás; dar lo debido al prójimo: perdonar, vivir la caridad, invitar a la
conversión, vivir rectamente, respetar los derechos de los demás, cumplir las normas,
amar al culpable y hacer lo debido para salvar la relación que nos une con el otro. No
obstante, este es un camino difícil, que exige grandes convicciones: requiere que quien ha
sufrido el mal esté dispuesto a perdonar y a desear la salvación y el bien a quien lo ha
ofendido. Así mismo, quien ha causado el daño debe tener el coraje de pedir perdón y
reparar a la víctima. Solo así la justicia puede triunfar, puesto que aquel que era
injusto se hace justo, al ser perdonado y ayudado a encontrar el camino del bien. Esto
hace posible alcanzar sociedades reconciliadas y justas, y que vivan en paz.
Al hacer parte de las virtudes humanas, la justicia requiere ser aprendida desde los
primeros años de vida; se debe suplicar a Dios como don que es y ponerla en práctica para
que se arraigue en la persona. Al ser “las virtudes humanas adquiridas mediante la
educación, mediante actos deliberados, y una perseverancia, mantenida siempre en el
esfuerzo, son purificadas y elevadas por la gracia divina. Con la ayuda de Dios, forjan el
carácter y dan soltura en la práctica del bien. El hombre virtuoso es feliz al
practicarlas”66.
A los bautizados no se nos puede olvidar que, como miembros de la Iglesia, estamos
convocados a ser abogados de la justicia y defensores de los pobres 68, donde
“la misericordia siempre será necesaria... [donde] las obras de misericordia estén
acompañadas por la búsqueda de una verdadera justicia social, que vaya elevando el nivel
de vida de los ciudadanos, promoviéndolos como sujetos de su propio desarrollo”69. De la
65
FRANCISCO. Bula Misericordiae Vultus, para convocar el jubileo extraordinario de la misericordia. Editrice
Vaticana, Città del Vaticano, 2015, n. 3.
66
CEC 1810.
67
Cf. DA 121.
68
Cf. DA 395.
69
Cf. DA 385.
misma forma, en repetidas ocasiones, el Magisterio de la Iglesia nos ha recordado la tarea
y responsabilidad que tenemos frente a la promoción y defensa de la virtud de la justicia.
A propósito de esto, en el mensaje a los pueblos de América, los obispos del Consejo
Episcopal Latinoamericano afirmaron que “la justicia (…) es un derecho de todos
los hombres, conferido por el mismo Dios. Está insertada en la esencia misma del mensaje
evangélico”70. Sin embargo, trabajar por ella requiere confirmar la necesidad que tiene el
hombre de buscar permanentemente la misericordia de Dios. La justicia divina “opera
bajo el bálsamo del abandono, es como la mano amorosa que detiene las hemorragias del
alma, cierra nuestras heridas y acaricia nuestras cicatrices”71. Por ello, la justicia humana
debe adquirir rasgos de justicia restaurativa. Ésta tiene como propósito alcanzar la
misericordia de Dios, restablecer la relación de los hombres con su proyecto divino y hacer
efectivo el amor misericordioso hacia los hermanos, a través de la restauración de los
daños causados a las víctimas, de los victimarios y de las comunidades.
La justicia por sí misma no puede ser entendida como una revancha o como otra forma de
hacer la guerra. Por el contrario, ella constituye una forma de edificar la comunidad. En
un país en conflicto, la justicia puede ser el elemento que permita hacer el tránsito entre un
pasado violento y un país reconciliado y en paz 72.
70
DP 8.
71
SALAZAR GÓMEZ, Rubén. Ponencia: “Colombia es Capaz de la Misericordia”. Congreso Mundial de la
Misericordia. Bogotá, 2014.
72
Cf. CONFERENCIA EPISCOPAL DE COLOMBIA. Artesanos del perdón, la reconciliación y la paz. Bogotá,
2016, pp. 50-51.
Vivimos en un mundo de paradojas. Hoy día se habla insistentemente de aceptar al otro a
pesar de sus diferencias y, sin embargo, constatamos ambientes radicalmente
intransigentes con quienes piensan diferente. Aquellos que se reconocen pertenecientes a
las llamadas minorías luchan por sus derechos y, muchas veces, lo hacen atacando y
usando altos grados de intransigencia con quienes no comparten sus opiniones. A nosotros
los creyentes, los discípulos misioneros, se nos recuerda la importancia de la justicia, ya
que ella nos mueve a respetar los derechos de cada uno y a establecer, en las relaciones
humanas, la armonía que promueve la equidad respecto a las personas y al bien común.
¡Qué distinto sería nuestro país si de verdad dejáramos crecer la justicia en nuestros
corazones!
Ante la realidad que hemos descrito, estamos invitados, como preparación a la visita
del papa Francisco a Colombia, a sembrar justicia en nuestras decisiones. Antes de
hablar, antes de actuar, es necesario tomar la decisión de hacerlo en justicia, es decir,
respetando al otro, mostrándole amor, “misericordiándolo”, como dice el mismo Papa,
con nuestras palabras y gestos. Debemos dar a cada uno lo que es debido e, incluso,
superar la ley con nuestra generosidad en la caridad. ¡Tomemos la decisión de obrar en
justicia cristiana, sembrando justicia en nuestros corazones y en nuestros actos!
Ante la proximidad de la visita del Santo Padre a nuestro país y a la luz de esta reflexión,
podemos prepararnos con los siguientes compromisos:
6. Celebremos
Canto
(Se propone uno a continuación o se puede escoger otro que se considere apropiado)
Con nosotros está
Oración de fieles
A las siguientes peticiones nos unimos diciendo: Padre de bondad, ten piedad
de nosotros
• Padre de bondad, consuela a todos aquellos que sufren las consecuencias de
la injusticia y a nosotros, haznos solidarios con sus necesidades.
• Padre de bondad, regála a Colombia la justicia que proviene de ti.
• Padre de bondad, toca nuestros corazones para que erradiquemos de
nuestra vida todo acto que genere injusticia.
Oración por la visita del papa Francisco a Colombia
7. Recordemos
Meta
Fortalecer el valor del perdón como disposición necesaria para el encuentro con Dios y
con los hermanos.
Signo
Cartelera con imagen de dos o más personas que se saludan y expresan alegría
al encontrarse.
1. Oremos
“Vieron los hermanos de José que había muerto su padre y dijeron: “A ver si José nos
guarda rencor y nos devuelve todo el daño que le hicimos”. Por eso mandaron a José
este recado: “Tú padre encargó antes de su muerte: así dirán a José: por favor,
perdona el crimen de tus hermanos y su pecado. Cierto que te hicieron daño, pero
ahora tú perdona el crimen de los siervos del Dios de tu padre”. Y José lloró
mientras le hablaban. Fueron entonces sus hermanos personalmente y, cayendo
delante de él, dijeron: “aquí nos tienes somos tus esclavos”. Les contestó José: “No
teman, ¿ocupo yo acaso el puesto de Dios? Aunque ustedes pensaron hacerme
daño, Dios lo pensó para bien, para hacer sobrevivir, como hoy ocurre, a un pueblo
numeroso. Así que no teman; yo los mantendré a ustedes y a sus pequeños”. Y los
consoló y les habló con afecto” (Génesis 50, 15-21).
Todos:
Señor, tú nos pides saber perdonar para recibir el perdón. Te pedimos la capacidad
de ver tu acción y tu amor en el encuentro con nuestros hermanos, en especial con
aquellos hacia los que hemos sentido resentimiento, rabia, miedo o rencor; que
no los convirtamos en esclavos por temor; que no ocupemos tu puesto, Señor, que
sepamos perdonar y no demos lugar a la venganza. Por el contrario, que en el
encuentro con el otro podamos consolarlo y hablarle con afecto, mostrando la gracia
del perdón. Amén.
2. Dialoguemos
• ¿Cuáles son los pasos necesarios para vivir un verdadero encuentro con el
otro?
• ¿Por qué la alegría debe ser un requisito indispensable en el encuentro con
los demás?
• ¿Qué condiciones no nos han permitido reconciliarnos con una
determinada persona?
• ¿Qué relación podemos establecer entre el signo de las personas que se saludan y
el tema que vamos a tratar?
Dijo: “Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo al padre: Padre, dame la
parte de los bienes que me corresponde. Y él les repartió la hacienda. Pocos días
después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó sus
bienes viviendo como un libertino. Cuando se lo había gastado todo, sobrevino un
hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se arrimó
a uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus campos a cuidar cerdos. Y
deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los cerdos, pues nadie le daba
nada. Y entrando en sí mismo, dijo: ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en
abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y
le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo,
trátame como a uno de tus jornaleros. Y, levantándose, partió hacia su padre.
Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello
y le besó
efusivamente. El hijo le dijo: Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser
llamado hijo tuyo. Pero el padre dijo a sus siervos: dense prisa; traigan el mejor
vestido y vístalo, póngale un anillo en la mano y unas sandalias en los pies. Traigan el
novillo cebado, mátenlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío
había muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y ha sido hallado. Y
comenzaron la fiesta. Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó
a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó
qué era aquello. Él le dijo: Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo
cebado, porque le ha recobrado sano. Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y
le rogaba. Pero él replicó a su padre: Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de
cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta
con mis amigos; y
¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has
matado para él el novillo cebado! Pero él le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo,
y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque
este hermano tuyo había muerto, y ha vuelto a la vida; se había perdido, y ha sido
hallado”
4. Profundicemos
La palabra alegría viene del latín alicer o alecris, e indica un sentimiento agradable y
vivo que normalmente se manifiesta con signos externos 73. Estos pueden ser gestos,
palabras o acciones cargadas de gozo o júbilo. La alegría es un sentimiento humano que
experimentamos en nuestra vida y que puede y debe ser compartido.
La Biblia conoce el sentimiento humano de la alegría y lo describe, sea en griego o en
hebreo, con términos muy variados que admiten traducciones como: gozo,
júbilo,
admiración. Sin embargo, la alegría de carácter sagrado es aquella que tiene como
fuente
73
Cf. Diccionario de la Real Academia Española. http://dle.ra e.es/?id=1hJzSS6 . 17 de abril de 2017
inagotable a Dios y su Reino; Dios, con su misericordia y su perdón, siempre hace
florecer el gozo, la alegría, la exultación (cf. Salmo 51, 10).
Por su parte, el Nuevo Testamento presenta la alegría como fruto del dinamismo real del
Espíritu Santo, que la provoca en aquellos con quienes entra en contacto y les otorga la
salvación. Por ejemplo: en el saludo del ángel a María: “Alégrate” (cf. Lucas 1, 28). El
saludo de María cuando visita a su pariente Isabel hace que Juan salte de alegría en el seno
de su madre (cf. Lucas 1, 41). En el magníficat, María proclama: “Mi espíritu se alegra en
Dios, mi salvador” (Lucas 1, 47). Juan el Bautista exclama en su último testimonio: “Mi
alegría ha alcanzado su plenitud” (Juan 3, 29). Jesús manifiesta que su mensaje es fuente
de gozo: “Les he dicho esto, para que mi gozo esté en ustedes, y su gozo sea
colmado” (Juan 15, 11).
Ahora bien, esta alegría se vincula al perdón porque dicha experiencia genera en quien lo
ofrece o lo recibe, gozo, júbilo y bienestar personal. El perdón libera a la persona y la
dispone al otro de manera fraterna. Por esto, desde el Antiguo Testamento se introduce un
límite a la venganza con la norma del talión (Éxodo 21, 25), y se prohíbe el odio
al hermano, la represalia y el rencor contra el prójimo (Levítico 19, 17s). Por su parte, el
libro del Eclesiástico presenta un nexo entre el perdón otorgado por el hombre a su
hermano y el que este pide a Dios: “Perdona a tu prójimo el agravio, y, en cuanto lo
pidas, te serán perdonados tus pecados. Hombre que a hombre guarda ira, ¿cómo
del Señor espera curación? De un hombre como él piedad no tiene, ¡y pide perdón por
sus propios pecados!
Él, que sólo es carne, guarda rencor, ¿quién obtendrá el perdón de sus pecados?”
74
FRANCISCO. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2013, n. 4.
79
(Eclesiástico 28, 2-5). De aquí se concluye que la base de la alegría plena y verdadera, que
nos brinda Dios, surge de su perdón y del que nosotros ofrecemos a los hermanos,
posibilitando el reencuentro y restableciendo la comunión, que es signo de la fraternidad.
La respuesta del Padre, en la parábola del Padre misericordioso o bueno (Lucas 15, 11-
32), sugiere que este ha reflexionado profundamente acerca de la ruptura: ha afrontado con
esperanza el dolor de la pérdida, ha curado con confianza la herida del abandono y ha
cambiado por alegría la tristeza paternal. Su gozo no es producto del m omento
inmediato en el que ve llegar a su hijo, sino de aquella preparación que inició el mismo día
en que se marchó (respetó y aceptó la libre determinación de su hijo, le entregó su herencia
y lo dejó ir), pero lo esperaba y, por ello, estaba dispuesto al reencuentro. Esta imagen nos
presenta a un Dios que no es dictador, ni sobreprotector, ni prepotente, sino que nos
muestra el camino, nos da la herencia, nos deja libres para que escojamos nuestro destino
y nos ofrece, permanentemente, su perdón. Su misericordia es incondicional. Al
regreso del hijo, su deseo de perdón se manifiesta mucho antes de que el hijo hable:
“Estando él todavía lejos le vio su padre y, conmovido, corrió, se le echó al cuello y le
besó efusivamente” (v. 20). El amor gratuito, efectivo y afectivo brota, de manera
rebosante, del corazón de aquel que solo espera ser correspondido, pero para que tal
respuesta sea posible es fundamental devolverle al hijo su prenda más sagrada, la dignidad
(vestido, anillo y sandalias).
Es importante recordar que siempre podremos volver al Padre, puesto que Él es la fuente
de nuestra dignidad, de nuestro perdón. Él es quien desea salvarnos. Es por esto que el
apóstol Pablo nos dice que “nuestra alegría… se basa en el amor del Padre, en la
participación en el misterio pascual de Jesucristo, quien, por el Espíritu Santo, nos hace
pasar de la muerte a la vida, de la tristeza al gozo, del absurdo al hondo sentido
de la existencia, del desaliento a la esperanza que no defrauda. Esta alegría
no es un sentimiento artificialmente provocado ni un estado de ánimo pasajero. El
amor del Padre nos ha sido revelado en Cristo que nos ha invitado a entrar en su Reino”
(Romanos 8, 15; cf. Mateo 6,
9)75. El perdón auténtico, que nace del corazón, aniquila la división entre los
hermanos,
otorga la alegría verdadera y restablece la comunión rota por el
pecado.
Este perdón que genera alegría por el reencuentro se prolonga en la fiesta: “Traigan el
novillo cebado, mátenlo y comamos y celebremos una fiesta” (v. 23). El acontecimiento del
festejo ha superado toda angustia del pasado, la condición de “hijo” no se ha perdido (el
sello del bautismo). Este privilegio de ser hijos de Dios es fruto de su don de amor y no
depende de nuestras virtudes o actos; por ello, ni siquiera el pecado nos lo puede arrebatar.
El regreso es celebrado con tal magnitud porque, a través de este signo, se hace visible el
proyecto de salvación: “Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se
convierta
que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión” (Lucas 15, 7). Este
75
DA 17.
es el trabajo incesante de Cristo en el mundo, que no deja lugar a dudas sobre el
propósito de que todos gocemos del encuentro definitivo con Él en el cielo: “No se
retrasa el Señor en el cumplimiento de la promesa, como algunos lo suponen, sino que usa
de paciencia con ustedes, no queriendo que algunos perezcan, sino que todos lleguen
a la conversión” (2Pedro 3, 9).
Así como Dios nos ofrece su perdón y nos restablece en la comunión con Él, estamos
llamados a ofrecer este mismo don a quienes están a nuestro lado. Cada hermano ha tenido
una historia que no puede ser ignorada por el otro, cada quien debe ponerse en el lugar del
otro para comprender su realidad y para responder, de manera efectiva, a sus necesidades.
Muchas veces hay que dejar de lado nuestras propias justificaciones y nuestra rigidez,
para salir en busca del que está perdido, ofrecerle el perdón y hacer posible el gozo del
reencuentro fraterno.
La parábola del Padre bueno deja en interrogante si existió o no un reencuentro entre los
hermanos, y este es precisamente el desafío que debemos afrontar los cristianos hoy: “Es
necesario educar y favorecer en nuestros pueblos todos los gestos, obras y caminos de
reconciliación y amistad social, de cooperación e integración… Es iniciativa propia
de Dios en busca de nuestra amistad, que comporta consigo la necesaria reconciliación
con el hermano. Se trata de una reconciliación que necesitamos en los diversos ámbitos y
entre todos”76. ¡Nada daría más alegría al Padre que ver a sus hijos sumergidos en un
abrazo, que celebraran en torno a una sola mesa esta oportunidad de volver a estar juntos!
Este año los colombianos estamos llamados a volver a darnos la mano, a abrazarnos con
quien nos ha hecho mal, a conceder el perdón al otro, así como Dios nos lo
ofrece permanentemente, cuando se lo pedimos. Es hora de dejar el pasado atrás y mirar
hacia el frente para construir una nación reconciliada y en perdón, para volvernos a
encontrar como hermanos y alcanzar la alegría que Dios nos brinda. Dejemos atrás la idea
de que solo algunos deben pedir perdón o de que son los otros los que tienen que pedirnos
perdón. A propósito de esto, el papa Francisco nos recuerda que “ante Dios todos somos
pecadores y necesitados de perdón. Todos. Jesús, de hecho, nos ha dicho no juzgar. La
corrección fraterna es un aspecto del amor y de la comunión que deben reinar en la
comunidad cristiana. Es un servicio recíproco que podemos y debemos darnos los unos a
los otros. Corregir al hermano es un servicio, y es posible y eficaz solamente si cada uno
se reconoce pecador y necesitado del perdón del Señor. La misma conciencia que me hace
reconocer el error del otro, me hace acordar que yo me he equivocado primero y que
me equivoco
tantas veces”77. Si logramos tomar conciencia de estas verdades y las ponemos en
práctica,
76
Cf. DA 17.
77
FRANCISCO. Rezo del Angelus. Roma, 7 de septiembre de 2014.
podremos estar seguros de que nuestras vidas cambiarán y contribuiremos, en gran
medida, a la paz de nuestro país.
El reencuentro de aquel “que estaba perdido y ha sido hallado”, o de aquello que se nos
había perdido y lo hemos encontrado siempre produce en nuestros corazones el
sentimiento noble de la alegría. Es por esto que la coyuntura en la que nos encontramos,
como colombianos, demanda de cada uno de nosotros verdaderas manifestaciones de
alegría por los reencuentros que se están dando en nuestra sociedad. No nos podemos
permitir que la desesperanza, el odio y la violencia nos distancien del perdón y de la
comunión con los hermanos. En este sentido, nos hemos de preguntar, como lo hace el
papa Francisco: “¿Por qué no entrar también nosotros en ese río de alegría?”78. Ante este
reto, ¿qué le respondemos nosotros?
Así, pues, como discípulos misioneros, preparándonos para la visita apostólica del papa
Francisco a nuestro país, estamos llamados a sembrar alegría en nuestros encuentros de la
vida cotidiana, con la familia, los amigos, en los ambientes donde vivimos y en las
celebraciones de nuestra Iglesia. ¡Demos el primer paso y convirtámonos en
sembradores de la alegría y del perdón en el reencuentro con nuestros hermanos!
Ante la proximidad de la visita del Santo Padre a nuestro país y a la luz de esta reflexión,
podemos prepararnos con los siguientes compromisos:
6. Celebremos
Canto
(Se propone uno a continuación o se puede escoger otro que se considere apropiado)
Hombre de barro
78
FRANCISCO. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2013, n. 5.
82
¿Cómo le cantare al Señor, como le cantare?
¿cómo le cantare al Señor? ¡Hombre de barro soy!
Animador: Movidos por el Espíritu Santo que hemos invocado al inicio de este
encuentro y después de haber realizado el camino de la preparación a la visita del Papa,
que viene a confirmamos en la fe, renovemos nuestras promesas bautismales y
entreguemos una vez más nuestra vida al Señor:
• ¿Renuncian a las tentaciones del mal, para que el pecado no los esclavice?
¿Creen en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, y quien nos
ama misericordiosamente?
¿Creen en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que nació de Santa María
Virgen, murió, fue sepultado, resucitó de entre los muertos y está sentado a la
derecha del Padre?
Animador: El Espíritu Santo habita en nuestros corazones para renovar nuestra vida, a
través de sus frutos y sus dones, y darnos la posibilidad de construir comunidad, de vivir
no solo para nosotros, inmersos en el individualismo, sino de frente a los demás, como
verdaderos hijos de Dios.
7. Recordemos
“Estén siempre alegres en el Señor; se lo repito, estén alegres” (Filipenses 4, 4)
CELEBRACIÓN DE LA RECONCILIACIÓN
1. Ambientación79
Se encienden algunas lamparillas y se ponen frente a una lámina del cuadro de Rembrandt
del Hijo pródigo.
2. Saludo inicial
Nos hemos reunido para celebrar juntos la misericordia de Dios y acogerla más
profundamente en nuestras vidas, como preparación inmediata al mensaje que viene
a traernos el Vicario de Cristo en la persona del papa Francisco.
Esta es una nueva oportunidad que el Señor nos ofrece para reconocer juntos
nuestra condición de pecadores e implorar sobre nosotros la misericordia divina, con la
esperanza de convertirnos en discípulos de Jesús más misericordiosos, y que podamos
reflejar en cada uno de nuestros gestos y palabras el amor tierno y compasivo de Dios.
79
Cf. ARQUIDIÓCESIS DE BOGOTÁ. Plan de Evangelización. Retiro Kerigmático, Bogotá, 2017, pp. 34-41.
Presidente: Invoquemos la presencia y la acción del Espíritu Santo. Que sea Él quien abra
nuestro corazón para que contemplemos la misericordia infinita de Dios, nuestro Padre, y
que haga brotar en nosotros el arrepentimiento sincero y el deseo de corresponder mejor al
amor de Dios.
Canto
Presidente: Escuchemos ahora la lectura del Evangelio del hijo pródigo, o mejor del padre
misericordioso.
Y Jesús dijo: Cierto hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos le dijo al padre:
“Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde”. Y él les repartió sus
bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntándolo todo, partió a un país
lejano, y allí malgastó su hacienda viviendo perdidamente. Cuando lo había
gastado todo, vino una gran hambre en aquel país, y comenzó a pasar necesidad.
Entonces fue y se acercó a uno de los ciudadanos de aquel país, y él lo mandó a sus
campos a apacentar cerdos. Y deseaba llenarse el estómago de las algarrobas que
comían los cerdos, pero nadie le daba nada. Entonces, volviendo en sí, dijo:
“¡Cuántos de los trabajadores de mi padre tienen pan de sobra, pero yo aquí
perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he
pecado contra el cielo y ante ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo; hazme
como uno de tus trabajadores”. Y levantándose, fue a su padre. Y cuando todavía
estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión por él, y corrió, se echó sobre su
cuello y lo besó. Y el hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y ante ti; ya no
soy digno de ser llamado hijo tuyo”. Pero el padre dijo a sus siervos: “Pronto;
traed la mejor ropa y vestidlo, y poned un anillo en su mano y sandalias en los pies;
y traed el becerro engordado, matadlo, y comamos y regocijémonos; porque este
hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado”. Y
comenzaron a regocijarse. Y su hijo mayor estaba en el campo, y cuando vino y
se acercó a la casa, oyó música y danzas. Y llamando a uno de los criados, le
preguntó qué era todo aquello. Y él le dijo: “Tu hermano ha venido, y tu padre ha
matado el becerro engordado porque lo ha recibido sano y salvo”. Entonces él se
enojó y no quería entrar. Salió su padre y le rogaba que entrara. Pero
respondiendo él, le dijo al padre: “Mira, por tantos años te he servido y nunca
he desobedecido ninguna orden tuya y, sin embargo, nunca me has dado un
cabrito para regocijarme con mis
amigos; pero cuando vino este hijo tuyo, que ha consumido tus bienes con rameras,
mataste para él el becerro engordado”. Y él le dijo: “Hijo mío, tú siempre has
estado conmigo, y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y
regocijarnos, porque este, tu hermano, estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba
perdido y ha sido hallado”.
3. Meditación
En algún momento de la vida todos hemos sido hijos pródigos. Todos hemos sido
hermanos mayores a los que nos cuesta trabajo acoger al hermano que regresa. Y todos
hemos sido o debemos ser padres amorosos que tenemos que saber acoger y perdonar.
¿Por qué no probamos con qué personaje o personajes nos identificamos más, en este
momento de nuestra vida?
Algunos quizá nos identificamos con el hermano menor. Hemos dejado el hogar del Padre,
hemos preferido las criaturas a su amor infinito y pretendemos gozar de una autonomía al
margen de la obediencia confiada a sus mandamientos. A fuerza de no vivir como
pensamos, pudimos terminar pensando como vivimos.
¿Hemos descuidado nuestra vida interior o de oración? ¿Nos hemos apartado, de manera
consciente, de los mandatos del Señor? ¿Hemos llegado a poner en tela de juicio
las convicciones centrales de nuestra vida? A pesar de que frecuentamos la Iglesia,
¿quizá ya no la sentimos como nuestro hogar y la desdeñamos porque pareciera no
ofrecernos lo necesario para vivir felices? ¿Quizá hemos abandonado el agua fresca de
amor y de la gracia de Dios para abrevarnos en cisternas de aguas estancadas?
¿Hemos experimentado esta sensación de hambre? ¿De vacío inter ior? ¿De pérdida de
la paz y la alegría verdaderas? ¿Los placeres de este mundo, en vez de hartarnos, nos han
dejado más solos y vacíos?
Dice la parábola que el hijo menor decidió levantarse e irse hacia Dios. “Me pondré en
camino a donde está mi padre” (Lucas 15, 20).
Aunque te sientas atrapado y tus motivaciones no sean todavía las más perfectas, lo que
importa ahora es que en el fondo tengas ganas de volver a Dios o de darle el lugar que
solo a Él le corresponde. Y si es posible te ayudaría mucho que, en tu interior, pudieras
rezar la oración de aquel joven: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti” (Lucas 15,
21).
Lector 2:
Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco llamarme hijo tuyo. Y, sin
embargo, tú me amas y me esperas siempre, y estas siempre pronto para acogerme
y restituirme en mi condición de hijo tuyo. Tú siempre haces fiesta cuando vuelvo a
ti. Padre, gracias por tu amor incondicional, por amarme, así como soy. Padre,
gracias, porque cuando me siento desfallecer bajo el peso de mis culpas, levanto la
mirada hacia ti y, en tu santidad, en tu ternura y tu misericordia infinita, siempre
encuentro fuerzas para levantarme.
Pero es posible que algunos nos identifiquemos más con el hermano mayor. ¿Cuál era su
problema? ¿En qué fallaba?
Toda la vida había sido fiel a su padre, había estado a su lado y, sin embargo, no había
aprendido a gozar de su amor ni de la libertad que el padre le daba. Estaba con su
padre, pero no se había dejado transformar por su amor. Aunque estaba con él, no
valoraba suficientemente su amor.
Hay personas que aunque han cumplido con sus deberes toda la vida, se vuelven duras y
un tanto amargadas, y en su interior murmuran: “Nadie reconoce todo lo que he hecho, no
ven los sacrificios que he hecho”.
Es el drama de quien no se ha ido de la casa y, sin embargo, no vive una relación con
Dios de amor y de verdadera libertad.
Es la situación de quien, habiendo sido objeto permanente de la misericordia de Dios,
no
ha dejado transformar su corazón por el amor del Padre, y se permite ser duro e
intransigente con los demás.
Si hay algo de este hijo mayor, no dejemos pasar esta ocasión para afrontarlo, aunque nos
duela.
Y ojalá nazca de nosotros una oración como esta: “Padre, perdóname, porque
estando tan cerca de ti no he sabido vivir y gozar de tu amor ni de la libertad que tú
me das”.
Lector 2:
Padre, perdóname, porque estando tan cerca de ti no he sabido vivir y gozar de tu amor y
de la libertad que tú me das. Padre, es verdad: a pesar de que escucho con frecuencia
tu Palabra y recibo constantemente tu perdón y tu misericordia, a veces me convierto en
juez inclemente de mis hermanos, los desprecio, hablo mal de ellos y los señalo. Y al
hacerlo, olvido que soy un pecador redimido por tu misericordia, que de no ser por tu
gracia sería capaz de lo peor. Me parezco, entonces, a aquel empleado malvado a quien
se le perdonó una inmensa deuda y, luego, mandó a la cárcel a su compañero por una
suma irrisoria. Padre, perdóname, porque no he dejado que tu misericordia me cambie y
transforme mi corazón de piedra en un corazón de carne, que sea capaz de perdonar y
acoger, de amar de forma incondicional como tú me amas.
Aquí todos tenemos que, en primer lugar, reconocernos destinatarios del amor
misericordioso de Dios.
Todos hemos vivido de muchas formas este Evangelio del amor misericordioso de Dios.
Él nos creó como seres libres y nos llamó para que viviéramos, en libertad, una relación
personal de amor y de confianza. Él, en su amor infinito, nos ha dejado partir cuando así
lo hemos querido, en un respeto profundo por nuestra libertad. No obstante, cuando
nos hemos extraviado, Él nos ha buscado y nos ha esperado. Él está siempre atento al
menor de nuestros gestos de arrepentimiento para abrirnos, generoso, sus brazos
compasivos y llenos de ternura.
Él, como al hijo mayor, no cesa de invitarnos pacientemente a ser misericordiosos como
Él lo es y lo manifestó por medio de su Hijo. Él, a través de su Espíritu, desea
continuamente transformar nuestro corazón de piedra en un corazón de carne, que sea
capaz de amar y de ser compasivo y misericordioso.
Pero cuántas veces hemos quebrantado esta bella vocación. Cuántas veces, en lugar de
buscar a quien se aleja o yerra, lo juzgamos con dureza; cuántas veces no somos los
brazos abiertos del Padre que acogen y perdonan; cuántas veces no ayudamos a
experimentar a quien se acerca arrepentido, que hay alegría en el cielo por su causa.
Por todo esto, debemos pedir perdón al Señor diciendo: “Padre, perdóname porque no
he sido siempre imagen viva de tu amor compasivo y misericordioso”.
Lector 2:
Ten piedad de mí, Dios mío, ten piedad, porque mi alma se refugia en ti; yo me refugio a
la sombra de tus alas hasta que pase la desgracia; invocaré a Dios, el Altísimo, al Dios que
lo hace todo por mí: Él me enviará la salvación desde el cielo y humillará a los que me
atacan.
¡Que Dios envíe su amor y su fidelidad! Yo estoy tendido en medio de leones que devoran
con avidez a los hombres; sus dientes son lanzas y flechas, su lengua, una espada
afilada.
¡Levántate, Dios, por encima del cielo, y que tu gloria cubra toda la tierra! Ellos tendieron
una red a mi paso, para que yo sucumbiera; cavaron una fosa ante mí, pero cayeron en
ella. Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme. Voy a cantar al son
de instrumentos: ¡Despierta, alma mía! ¡Despierten, arpa y cítara, para que yo despierte a
la aurora! Te alabaré en medio de los pueblos, Señor, te cantaré entre las naciones,
“porque tu misericordia se eleva hasta el cielo y tu fidelidad hasta las nubes. ¡Levántate,
Dios, por encima del cielo, y que tu gloria cubra toda la tierra!” (Salmo 57).
• Por las rigideces e intransigencias con las que hemos escandalizado a los hermanos.
5. Padrenuestro
6. Oración final
Padre rico en misericordia, mira a tus hijos que imploramos confiadamente tu clemencia.
Haz que, experimentando la dulzura infinita de tu amor, nuestros corazones se renueven,
caminemos en santidad y seamos para todos reflejos vivos de tu misericordia. Por
Jesucristo nuestro Señor. Amén.
7. Confesiones individuales
BIBLIOGRAFÍA
Documentos Magisteriales
2004. CONCILIO VATICANO II. Constitución dogmática Dei Verbum. BAC, Madrid,
1992.
SAN JUAN PABLO II. Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte. Editrice Vaticana, Città del
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2015. BENEDICTO XVI. Encíclica Spe Salvi. Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2017.
Homilías
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de octubre de 2016.
Discursos
Otros
BENEDICTO XVI. Creer, manual de la fe y de la vida cristiana. Editrice Vaticana, Città del
Vaticano, 2012
2006.
2017.
Virtuales