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En Moscú ya no queda nieve; la primavera ha llegado calurosa e imponente.

Por las ventanas del dormitorio universitario de Plekhanov se ven flotando ya las
diminutas partículas de polen, y a lo lejos, al final de la calle, los jazmines
florecientes se arriman al edificio contiguo.
Tania yace en su habitación. Parece un conejito indefenso; por debajo del
lienzo asoma su cabecita. Es pálida, es rubia, tiene las pestañas largas y, de manera
involuntaria, frunce la nariz cada pocos segundos como lo haría un roedor. Todo el
mundo la ve como una niña adorable. Todavía, a sus veintiún años, su familia la
sigue llamando malyshka, que significa algo así como “bebita”.
Ahora, como si hubiese oído que estoy hablando de ella, ha abierto los ojos,
que parecen dos persianitas cuando se abren así, por la mañana. Hoy no hay clase,
y Tania ha podido excederse en lo que más placer le provoca en el mundo: dormir.
Dormir durante doce horas seguidas es, como ella misma dice, su regalo de Dios.
Pues bien sabe, como buena chica de familia ortodoxa, que Dios ofrece regalos
particulares a aquellos que lo merecen.
La luz del Smartphone se enciende, Tania lo coge de la mesilla de noche. Un
mensaje de Igor Igorevich Shestakov. Tania vuelve a leer el nombre antes de leer el
mensaje. ¿Igor Igorevich Shestakov? ¿Quién usa su nombre completo en VK?, piensa
con desconcierto. Hay tres mensajes, dicen así:

Hola, soy Igor, me gustaría conocerte.

Soy un chico muy práctico y resolutivo, puedo aportar mucho en una relación.

¿Podrías contarme que es lo que te gusta? ¿Qué te hace feliz?

Hay un cuarto mensaje que es simplemente el enlace de una canción. El


título de la canción es “Dios”. Tania abre el enlace y la música empieza a sonar. Se
trata de un salmo de misa versionado en estilo rock. Lo cantan un hombre y una
mujer jóvenes, con un timbre de voz que parece ser demasiado rasgado para sus
posibilidades vocales. Detrás suyo hay una banda de cinco o seis músicos, no se
distingue bien debido a los constantes cambios de plano del videoclip. La música
va creciendo de intensidad así como los colores y las luces. Hay un cambio de tono
en el último minuto en el que se repite la frase: ¡Virgen Madre, Alégrate! La música
se va fundiendo con el vídeo que termina con el símbolo de la cruz rusa.

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