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¿El porro, asunto crónico o de crónicas?


Alfonso Ramón Hamburger
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¿El porro, asunto crónico o de crónicas?

Propongo, que en este trabajo –porro logia - que continúa en buena hora el odontólogo
Jorge Martínez Paternina, - rectificatorio quizás-, mesurado y académico, se comience con
la advertencia y análisis de ciertas palabras y conceptos, como musicólogo y melómano.
Musicólogo es un hombre, que en forma imparcial y con método científico, académico,
estudia la música en todas sus dimensiones y manifestaciones, haciendo arqueología
cultural. Y melómano, es aquel que le gusta la música, pero que trata de imponer sus
gustos. Existen salseros que no hablan sino de salsa, desayunan, almuerzan y comen
salsa. Y los vallenato logos, que existen en abundancia, no hablan sino de vallenatos. Para
ellos no hay más ni mejor música que el vallenato. Y ha sido servida tanto de esta misma
sopa, que a todo lo que suena en acordeón, le dicen vallenato. Necesitamos porro logos,
que como el doctor Martínez, al sentirse abrumados por una aparente crisis del porro, abran
el abanico a varios pensamientos. Eso es bueno, pero podrían aparecer entuertos, si no se
toman precauciones. Podría aparecer mete monos. Tenemos que ser serios. Tenemos que
ser sinceros con nosotros mismos y con nuestra precaria audiencia. Porque existen en el
medio contadores de historia, que no es lo mismo a ser historiador. Y existen anécdotas,
que por muy hermosas que sean, como verdades casi irrefutables, no son crónica como tal.
Necesitamos entonces no solo trascender la anécdota, sino al Facebook.

Yo, particularmente, no soy ni lo uno ni lo otro. En medio de tantas actividades que llevo a
la vez, casi todas inconclusas, con el frente diverso de cuatro novelas y un ensayo, me
declaro más bien reportero de la música. Y no es para hacerme el quite y dar un paso al
costado, sino para reflexionar si en verdad nuestro aporte pueda clarificar una actividad tan
diversa, tan sentida, pero a la vez enredada, porque en el mismo nombre y en las divisiones
que han hecho, existen posiciones encontradas, que ameritan un análisis, un resumen
científico, con citas textuales, no sea que las revistas indexadas, que no admiten usar el yo,
no nos tengan en cuenta. Pero más allá de ese rigor científico, lo que está de moda es
contar el cuento, dándoles la palabra a los protagonistas. Mi primo Ernesto Mc Causlad
Sojo, cuya crónica tenía un sesgo rosa que no me atraía mucho, por el melodrama que
llevaban implícito (confesado por Ernesto antes de morir) se fue pregonando que la historia
debía ser contada por los cronistas y no por los historiadores, por ser más estéticos. No sé
si más éticos. Es mucho más fácil digerir una crónica que un informe científico. Entonces
habría que secundar aquella frase del maestro Pello Torres, en el sentido de que el porro
es porro, no más, así sin apellidos. Uno solo. Lo demás se limitaría no más a hacer
seguimiento a los protagonistas, al hombre que lo pregona, lo hace y lo inspira, al que lo
baila, a lo Ortega y Gasset, quien decía que el estilo es el hombre mismo. Nada más.

Y como se trata de ponernos de acuerdo, yo recomendaría leer el libro- práctico y


condensado, muy académico-, del maestro Miguel Emiro Naranjo. No pasa de 60 páginas.
Igual, para no devanarnos los sesos, agregarle a esa lectura “la Historia Doble de la Costa”,
de Orlando Fals Borda. Allí está casi todo lo que somos, en dos canales y con el método
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de acción participativa en la parte de investigación, que muchas veces resulta ser la parte
más hermosa de la crónica. Alberto Salcedo Ramos dice que una buena crónica no se logra
muchas veces por los adornos literarios que se utilicen, sino por la cantidad de suela de
zapato que se gaste antes de sentarse a escribirla. Aunque no es un trabajo exclusivo sobre
el porro,- Me refiero a Fals Borda- su apunte sobre la forma de cómo se baila,
contradiciendo el ritmo de las manecillas del reloj, es un aporte contundente, que marca la
diferencia entre nuestra rebeldía americana y la cultura foránea. Pero Fals solo llegó hasta
el Carmen de Bolívar, de modo que nos corresponde a nosotros (Ya Numas Gil Olivera
llegó más allá con sus Mochuelos Cantones de los Montes de María la Alta), continuar
escarbando en la historia de los vencidos, para no dejarle todo el trabajo a los vencedores.

He puesto todo esto, porque es necesario rectificar casi todo lo contado en materia de
folclor, incluido mi libro “En Cofre de Plata” (Música corralera, de La Plaza de Majagual a la
Modernidad, de editorial Mi propia Tula), pese a sus dos ediciones ya agotadas, por el sesgo
pasional en que fue escrito. De ese mapa de la amistad, quizás sentimental, se salva la
segunda parte, que son los 37 reportajes a músicos sabaneros. La primera parte, que es
una hipótesis sobre los aportes a la posmodernidad del músico sabanero, hay que revisarla,
profundizarla.

Ya los vallenato logos, que escriben y publican por lo menos 20 libros al año, han empezado
a corregir tanta literatura inexacta, con el Encuentro de Investigadores de Música Vallenata,
espacio académico que lidera la Universidad Popular del Cesar y el Grupo de Investigación
la Piedra en el Zapato. Este espacio crece cada año y allá no se puede ir a contar
conjeturas.

Por lo menos, en Valledupar no todos se dejaron avasallar por el espíritu altanero, casi
irrefutable y dictador de la Cacica, que parecía apagar a algunos para que alumbraran otros.
La democracia plena ocurre cuando existe un acelerador, pero también un freno. En ese
encuentro ya se le dio la corona a Lisandro Meza y fue doctorado Adolfo Pacheco. Así debe
ser el porro. Pero ojo, por el hecho de haber sido coronados por la Academia en Valledupar,
no dejan de ser sabaneros.

Quedándonos allí, en el Carmen de Bolívar, como epicentro del porro en el viejo Bolívar
Grande, podríamos decir que se gestó en esas tierras de placeres, con todo el fuego
ardiente de sus montañas, un movimiento porrístico que calentó a Bogotá a mediados del
siglo XX, con el maestro Lucho Bermúdez y sus viejas gaitas que solo cuentan. Historia ya
muy contada que no vale la pena repetir. Lo que sí es novedoso, es la apreciación del
maestro Adolfo Pacheco, cuando dice que el músico más importante que llegó a San
Jacinto- músico como tal, de pentagrama y atril- fue el maestro Manuel Vicente Caro,
director de La Secante, la banda 16 de Agosto, la del Porro de Petrona. También provenía
del Carmen de Bolívar. Allí se nutrió San Jacinto de todo ese encanto musical que se
desborda en sus diversos talentos. Ello coincide con Fals Borda, al apuntalar al Carmen de
Bolívar, como un gran núcleo del porro.
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MOMENTOS ESTELARES

El porro, que pudo llamarse de otra manera, como al paseaito le decían raspa canilla, fue
un movimiento imperial que se extendió por todo el Caribe triunfal, antes de que los
vallenatos se creyeran el cuento de que la música se había inventado en Valledupar con el
nacimiento del Festival Vallenato, cuyo epicentro había sido Aracataca, en 1966, con Gabo
a bordo. Iba a ser un festival itinerante, pero lo centralizaron en Valledupar. De allí para
atrás solo fue porro y cumbias. Incluso, uno de los más grandes cultores del Vallenato,
Ildemaro Bolaño, había compuesto una pieza que le dio la vuelta al mundo: Santa Marta
tiene tren, pero no tiene tranvía. Que igual, le ponían a Cartagena, como epicentro, según
cayera, porque era una pieza universal.

-¿Y si no fuera por la zona, caramba? Se refería a esa región de atractivo laboral, como el
imán donde confluyeron grandes cosas y personajes, como el mismo Gabo, porque los
hombres grandes siempre se juntaron en algún momento de la historia.

La música, entonces, cumplió una labor pedagógica, que refería amores, narraba a través
de personajes de novela y señalaba nuestra geografía. A mí me hubiese gustado comenzar
mi relato- con alegría y sin afán- desde Plato, Magdalena, donde se convirtió un hombre en
caimán y a través de tantos cantos, hacer un paseo por la geografía nacional, a punta de
porros y algunas cumbias y paseos. Después, la guitarra de Buitrago, el jilguero de Sierra,
quien también tuvo sus nexos con Escalona, sería el enlace de ese maridaje entre el porro
y el vallenato (La interculturalidad de que tanto se habla hoy), del que el porro saldría
maltrecho. Al igual como sucedió entre Rojas Herazo y García Márquez, cuyos amores no
fueron recíprocos. Recordemos que la Gota fría, quizás la canción más importante del
vallenato, paradójicamente es una décima en tonalidad menor. ¿Qué pasó allí, cuando su
autor, el maestro Emiliano Zuleta no era diestro en esa tonalidad ni su acordeón de un
teclado se lo permitía? Cito al maestro Adolfo Pacheco para señalar que fue Buitrago, quien
la llevó a esos registros al grabarla con el nombre de “Qué criterio” en su trío de guitarras.

Después vino una labor de imposición de la palabra vallenato- idea del Cartagenero Antonio
Fuentes- con la que incluso se llevaron en los cachos al mismísimo arquitecto del vallenato,
Luis Enrique Martínez, cuya máxima pieza fue una cumbia: la cumbia cienaguera, la que se
baila suavesona. Y para los ideólogos de allá, les es difícil reconocer que una cumbia,
llamada la Zenaida, de Rosendo Romero, ha tenido más éxito que todos sus hermosos
vallenatos juntos, incluido Fantasía.

Y yo seguiría ese relato con alegría y sin afán pasando por Fundación, que es un jardín, el
mejor pueblo del Magdalena, de Adriano Salas, y pasaría por esa edénica ciudad que tiene
todo el encanto de la tierra mía, Valledupar. En la palabra poética de Andrés Salcedo
González, más conocido como locutor que como autor de ese porro tan lirico. Y me haría
por todo el país, porque el porro cumplió esa labor de mirar nuestra geografía, con San
Juan de Mis Amores, San Jacinto Pinturero, Carmen de Bolívar, Corozal y Sincelejo, Colosó
Bonito, Sinceano de Nacimiento, el mantero, La cumbia Sampuesana, el Veinte de Enero,
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Tolú, Sahagún, Montería, La Tierra del oro Blanco, hasta terminar en un Guayabo allá en
la Ye, porque Chinú fue tan vallenateado, que se lo volaron en el recorrido y tuvo que
aparecer Remberto Martínez Suárez (los mismos con las mismas), en su paseo
rectificatorio: versos de oro, convertido en el himno de todas sus casas, después de haber
sido derrotado en su festival.

Antes que apareciera ese vallenato ventiado, que se impuso a partir de la bonanza
marimbera, cuyos tentáculos dejaron muertos regados hasta en Sincelejo (Los muertos
incognitos aun de la Loma del Tigre en 1974) ya nuestros porros habían pintado con
magníficos colores la geografía nacional. Cada pueblo que se respete tiene su porro.
Vendrían, posteriormente, los hermanos Juan Carlos y Eduardo Lora, en su labor
certificatoria, de correrías, para no dejar por fuera de esa lección a Los Palmitos.

El porro, visto así, de correduría, ha tenido grandes momentos y maestros. Cada quien en
su estilo y en su formato. Para Alfredo Gutiérrez, el músico más importante que vino al
centro la sabana (Sincelejo también es Montes de María), no tanto por músico sino como
persona, fue un negro grande y hermoso: Pello Torres. Y en ello tuvo que ver la parte
política, la paz que se vivía en Sincelejo, porque aquí no hubo revueltas por la muerte de
Jorge Eliécer Gaitán. Esa paz, permitió que a Sincelejo también llegaran diversos músicos,
que generaron toda una escuela, entre ellos Demetrio Guarín, que no debió ser Guarín sino
Mercado, como Mercado debió ser Alcides Paternina Gamarra, emparentado con los
Severiche de Sincé y sabanas.

Fue una generación espontánea como la de Brasil 70 o la de Gabo 27 y sus amigos en el


denominado grupo Barranquilla. Sencillamente, los grandes se juntaban en algún lado, para
salirse con las suyas. Son generaciones que se dan como las grande crecientes, casi en
una distancia de 50 años. Allí pondríamos la generación de los Corraleros de Majagual, en
la que casi que todos los grandes de Colombia, coincidieron en la gran universidad de la
cumbia. Y es que, indefectiblemente, para hablar de porro, hay que hablar de cumbia.

Según Mariano Candela, la primera pieza musical colombiana usada como banda en el
cine, fue un porro: La Múcura, interpretada por Luis Carlos Meyer. Así como la pollera
colorá, ha sido la única canción colombiana interpretada por los Simpson, las tiras cómicas
de dibujos animados más exitosos del mundo. Allí no ha sonado un vallenato todavía.
Shakira y Sofía Vergara, figuran entre las pocas personas reseñadas por esta serie.

Algunos de esos porros, como el sombrero Zenú (Más no vueltiao) y las terrazas
encontradas desde el cielo en La Mojana para regular las aguas, no parecen hechos por
humanos, sino por extraterrestres. Son piezas que no necesitan explicarse con cantos,
porque la propia melodía, es un mensaje profundo. Y eso se explica, en el caso del porro,
porque la voz humana solo vino a vincularse a la música en la Edad Media, en el
Romanticismo. Sin embargo, el maestro Emiro Naranjo, tiene una hipótesis, en el sentido
de que los primeros porros (como el sapo) tuvieron canto, pero que se fue perdiendo porque
los tonos de los instrumentos eran muy altos para la voz humana.
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Lo que pasa es que en algunos casos, por falta de investigación, hemos repetido procesos
que ya otras civilizaciones había cumplido.

¿DECADENCIA?

Como miembro del comité de seguimiento del Plan Especial de Salvaguardia-PES- de la


Música Vallenata, donde figuro sin méritos, dije en Valledupar, que el porro y la música
sabanera- sin dolientes- se había mantenido incólume, auténtica, de pronto sin mayor
penetración local, pero con mucho recorrido internacional, especialmente la cumbia, que
está tomando un nuevo aire. Mientras ellos invierten millonadas y andan por el país con
vallas y foros como si estuvieran en campaña a la presidencia de la república, el porro no
tenía ese problema. Y eso que el porro, por ser receptivo de otros aires, era epicentro de
fusiones y formatos, ajeno a la ortodoxia vallenata. Se analizó entonces, que en la sabana
prevalecen aún extensas zonas rurales, donde existen campesinos en burro, mientras los
algodonales del Cesar fueron reemplazados por los procesos de industrialización y la
cultura musical. Allá desapareció el campesino primero que en otras partes. Dejaron de
sembrar algodón para sembrar cultura vallenata.

En ese sentido, el porro tiene su epicentro natural, cuando se habla del formato de bandas,
en la corraleja. Y en el Caribe, se hacen más de 270 corralejas al año. Lo que había que
revisar, era el trato a esos músicos. El porro, en ese sentido, por su autenticidad, no tenía
problemas. Estaba más vivo que nunca. El porro no tiene complejos de formato. (Eso se
planteó en Valledupar)

Tampoco soy partidario de la palabra rescate. Nuestra música sabanera está viva, lo que
hace falta es mostrarla más, organizando mejor los festivales y su difusión.

La industria de la música cambió. Los cuatro pasos, que antes hacía la casa disquera en
el proceso, quedaron al garete. Ahora hay más técnica, pero menos control de calidad.

Yo propongo, que nos pongamos de acuerdo para empezar un Plan Especial de


Salvaguarda de la Música Sabanera y entonces sí revisar toda la literatura que se ha escrito
al respecto, para decantar un lenguaje más preciso. Igual, conformar escuelas, elegir
dirigentes que amen la cultura, organizar festivales que se salgan de lo parroquial, eliminar
los que no están bien fundamentados, diseñar un calendario de fiestas y eventos, que
permitan crear una especie de franquicias y meter todo en un paquete geoturístico a través
de un porro Tours.

Creo que un Festival que debe ser rescatado, es el del porro en Corozal, que se baila
cogidos, como si fuese un pasillo, y vestidos como para Bogotá.

Es un imperativo, celebrar el día del porro en todos los medios, con una programación
maratónica, en la que se decanten los cien éxitos sabaneros de todos los tiempos. Ya
Unisucre FM Estéreo lo hizo en diciembre de 2013, pero habría que revisar que no se hayan
colado piezas dentro del mapa sentimental que nos agobia.
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Igual, deponer la palabra rescatar, por visibilizar. Nuestro porro necesita audiciones.

ALFONSO HAMBURGER (COLOMBIA)

Director Emisora Unisucre FM Estéreo

@AlfonsoHamburger

Periodista y comunicador social de la Universidad Autónoma del Caribe, oriundo de San Jacinto.
Cronista natural y defensor de la sabanerología. Ganador siete veces del Premio Mariscal Sucre, 5
veces Premio de la Alcaldía de Sincelejo. Igual ha ganado los premios Diana Turbay, el India
Catalina y mención en el Premio Ecológico Regional Marcos Pérez Caicedo. Ha sido nominado al
Premio Semana Petrobas como mejor aporte a la radio y televisión cuatro veces, Premio Energía
Caribe en Radio, dos veces Premio Nacional Ernesto Mc Causland a la mejor crónica del carnaval
de Barranquilla, Premio Nacional a la mejor publicación de cine y audiovisual colombiano 2011 y
Premio Nacional de Literatura Manuel Zapata Olivella 2012 en novela. Premio Asmedas Antioquia a
la mejor crónica 2014, Segundo lugar Premio Manuel Zapata Olivella 2014 en crónica, Premio
Investigar 2014, otorgado por DW Academie de Alemania, la Universidad del Norte y Consejo de
Redacción; Director del programa Vox Populi de Telecaribe, director de Unisucre FM Estéreo,
coordinador del Festival Sabanero. Cofundador de las revistas Lampazos y Gaita. Miembro fundador
de la Fiesta del Pensamiento de San Jacinto. Vicepresidente de la red de Radio Universitaria de
Colombia, nodo Caribe.

Fundador del primer canal de crónicas y noticias desde Sucre


www.hamburgerchannelcolombia.wordpress.com

Ha publicado seis libros de crónicas, entre ellos dos novelas.

Celular 3013564752 y 3128844156

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