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Microsoft Word 2013 encabezado y pie de pagina

Este ejercicio tiene por finalidad practicar como ingresar un encabezado y pie de
página en un documento y adicionalmente colocarle una numeración.
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Todos los pasos hacerlos a partir de la segunda hoja (el cursor debe estar ahí).

Encabezado, editar encabezado; como texto ingresar Teoría de cuerdas alinearlo al centro y
colocarle una línea debajo de color rojo (doble line), la fuente debe ser arial tamaño 12 y color
azul

Luego en la barra que se muestra Herramientas de encabezado y pie de página, Ficha Diseño
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Colocar su nombre y presionar dos vez la tecla tabulador y luego ir al grupo encabezado y pie
de página de la ficha Diseño, elegir la opción número de página, elegir en posición actual y la
primera opción.

Profesor: Ing. Miguel Angel Chalco Flores


Teoría de cuerdas

¿Qué es la teoría de cuerdas?

Vivimos en un universo asombrosamente complejo. Los seres humanos somos curiosos por
naturaleza, y una y otra vez nos hemos preguntado--- ¿porqué estamos aquí? ¿De dónde
venimos, y de donde proviene el mundo? ¿De qué está hecho el mundo? Somos privilegiados
por vivir en una época en la cual nos hemos acercado bastante a algunas de las respuestas. La
teoría de cuerdas es nuestro intento más reciente por responder la última de estas preguntas.

Así que, ¿de qué está hecho el mundo? La materia ordinaria está compuesta de átomos, los
cuales a su vez están formados de sólo tres componentes básicos: electrones girando
alrededor de un núcleo compuesto de neutrones y protones. El electrón es en verdad una
partícula fundamental (pertenece a una familia de partículas llamadas leptones); pero los
neutrones y protones están hechos de partículas más pequeñas, llamadas quarks. Los quarks,
hasta donde sabemos, son realmente elementales.

La suma de nuestros conocimientos actuales sobre la composición subatómica del universo se


conoce como el modelo estándar de la física de partículas. Este describe tanto a los "ladrillos"
fundamentales de los cuales está constituido el mundo, como las fuerzas a través de las cuales
dichos ladrillos interactúan. Existen doce "ladrillos" básicos. Seis de ellos son quarks--- y tienen
nombres curiosos: arriba, abajo, encanto, extraño, fondo y cima. (Un protón, por ejemplo, está
formado por dos quarks arriba y uno abajo.) Los otros seis son leptones--- estos incluyen al
electrón y a sus dos hermanos más pesados, el muón y el tauón, así como a tres neutrinos.

Existen cuatro fuerzas fundamentales en el universo: la gravedad, el electromagnetismo, y las


interacciones débil y fuerte. Cada una de estas es producida por partículas fundamentales que
actúan como portadoras de la fuerza. El ejemplo más familiar es el fotón, una partícula de luz,
que es la mediadora de las fuerzas electromagnéticas. (Esto quiere decir que, por ejemplo,
cuando un imán atrae a un clavo, es porque ambos objetos están intercambiando fotones.) El
gravitón es la partícula asociada con la gravedad. La interacción fuerte es producida por ocho
partículas conocidas como gluones. (Yo prefiero llamarlos "pegamoides"!) La interacción débil,
por último, es transmitida por tres partículas, los bosones W+, W- , y Z.

El modelo estándar describe el comportamiento de todas estas partículas y fuerzas con una
precisión impecable; pero con una excepción notoria: la gravedad. Por razones técnicas, la
fuerza de gravedad, la más familiar en nuestra vida diaria, ha resultado muy difícil de describir
a nivel microscópico. Por muchos años este ha sido uno de los problemas más importantes en
la física teórica--- formular una teoría cuántica de la gravedad.

En las últimas décadas, la teoría de cuerdas ha aparecido como uno de los candidatos más
prometedores para ser una teoría microscópica de la gravedad. Y es infinitamente más
ambiciosa: pretende ser una descripción completa, unificada, y consistente de la estructura
fundamental de nuestro universo. (Por esta razón ocasionalmente se le otorga el arrogante
título de "teoría de todo".)

La idea esencial detrás de la teoría de cuerdas es la siguiente: todas las diversas partículas
"fundamentales" del modelo estándar son en realidad solo manifestaciones diferentes de un
objeto básico: una cuerda. ¿Cómo puede ser esto? Bien, pues normalmente nos imaginaríamos
que un electrón, por ejemplo, es un "puntito", sin estructura interna alguna. Un punto no
puede hacer nada más que moverse. Pero, si la teoría de cuerdas es correcta, utilizando un
"microscopio" muy potente nos daríamos cuenta que el electrón no es en realidad un punto,
sino un pequeño "lazo", una cuerdita. Una cuerda puede hacer algo además de moverse---

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puede oscilar de diferentes maneras. Si oscila de cierta manera, entonces, desde lejos,
incapaces de discernir que se trata realmente de una cuerda, vemos un electrón. Pero si oscila
de otra manera, entonces vemos un fotón, o un quark, o cualquier otra de las partículas del
modelo estándar. De manera que, si la teoría de cuerdas es correcta, ¡el mundo entero está
hecho solo de cuerdas!

Quizás lo más sorprendente acerca de la teoría de cuerdas es que una idea tan sencilla
funciona--- es posible obtener (una extensión de) el modelo estándar (el cual ha sido verificado
experimentalmente con una precisión extraordinaria) a partir de una teoría de cuerdas. Pero
es importante aclarar que, hasta el momento, no existe evidencia experimental alguna de que
la teoría de cuerdas en sí sea la descripción correcta del mundo que nos rodea. Esto se debe
principalmente al hecho de que la teoría de cuerdas está aún en etapa de desarrollo.
Conocemos algunas de sus partes; pero todavía no su estructura completa, y por lo tanto no
podemos aún hacer predicciones concretas. En años recientes han habido muchos avances
extraordinariamente importantes y alentadores, los cuales han mejorado radicalmente nuestra
comprensión de la teoría.

Si quieres saber más, visita las páginas que indico a continuación.

También te recomiendo ampliamente el libro de divulgación "The Elegant Universe:


Superstrings, Hidden Dimensions, and the Quest for The Ultimate Theory" (W. W. Norton &
Company), escrito por Brian Greene, un teórico de cuerdas reconocido.

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Teoría de cuerdas

El ocaso de la teoría de cuerdas

Hubo una época en la que el hombre puso la Tierra en el centro del Universo. Todos los
cuerpos celestes, incluido el Sol, describían órbitas a nuestro alrededor. Hoy sabemos que en
realidad no lo hacen, así que los movimientos de los planetas en la bóveda celeste no se
correspondían a lo predicho por la teoría geocéntrica pura. Suele decirse que, en un caso así,
hay que descartar la teoría, pero quizá ésta siga manteniéndose con algunas modificaciones.
Comenzaron los ajustes. Quizá los planetas no giran en torno a la Tierra de forma directa sino
que describen circunferencias (epiciclos) cuyo centro, a su vez, giraba en torno a la Tierra.
Quizá los planetas no giran exactamente en torno a nosotros sino a otro punto cercano. Quizá
esos puntos son diferentes para cada planeta. Quizá los epiciclos giran en torno a epiciclos que
giran en torno a epiciclos.

Cuando fuimos capaz de observar y medir con suficiente exactitud, la teoría geocéntrica se
vino abajo. No lo hizo de un día para otro, porque los geocéntricos siguieron refinando y
añadiendo complicaciones a su modelo, pero a la postre se vieron forzados a ceder: Galileo
demostró que algunos cuerpos se encuentran muy cómodos girando alrededor de Júpiter y no
de la Tierra, Kepler se atrevió a sugerir que quizá las órbitas planetarias no fuesen circulares, y
finalmente Newton trajo la paz y la claridad a nuestra galaxia. En la actualidad la teoría
geocéntrica solamente pervive en los libros de Historia y en algunos nostálgicos que todavía
defienden que Bilbao es, literalmente, el centro del Universo.

El ocaso y caída de la teoría geocéntrica no es sino una expresión de un fenómeno habitual en


la conducta humana: cuando un proyecto crece y se complica, existe la tendencia a
mantenerlo pase lo que pase, arriesgándose a perder la perspectiva y olvidar el objetivo.
Geocéntricos, detractores de la teoría atómica, constructores emblemáticos, amantes del
“constrúyelo y ellos vendrán,” escritores de la gran novela moderna inacabada… es fácil caer
en la tentación. Menos mal que eso ya no pasa en Ciencia.

¿Alguien ha dicho Teoría de Cuerdas?

Desde hace casi un siglo se sabe que la Mecánica Cuántica y la Relatividad General son teorías
incompatibles, que funcionan perfectamente bien por separado pero se llevan fatal si
intentamos unificarlas. Como consecuencia, carecemos de una teoría que explique todos los
fenómenos del Universo. Lo mejor que tenemos para explicar la composición de la materia es
el llamado Modelo Estándar, que postula un conjunto de partículas con distintas propiedades.
Pero parece demasiado caprichoso y arbitrario. ¿Por qué el electrón tiene esa masa y no otra?
¿Guarda alguna relación con la masa de las demás partículas, o con alguna constante
fundamental? Deberíamos buscar algo mejor, más sencillo, más compacto.

Uno de los intentos más famosos por obtener esa “teoría de todo” y avanzar más allá del
Modelo Estándar se denomina Teoría de Cuerdas. En su génesis la idea no podía ser más
sencilla: las partículas elementales no son puntuales sino que se componen de minúsculas
cuerdas que vibran. Los diferentes modos de vibración dan lugar a las partículas conocidas, y
explican propiedades como su masa o su carga eléctrica. Pronto se descubrió que uno de los
modos de vibración daba una partícula de características similares al llamado gravitón, que
transporta las fuerzas gravitatorias. ¿Significaba ello que por fin se podía unificar la gravedad
con las demás fuerzas básicas? La cosa prometía.

Pronto comenzaron los problemas. Uno de ellos es que la teoría de cuerdas inicial requería la
existencia de un espacio multidimensional, y nuestro Universo solamente tiene cuatro

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dimensiones (las tres espaciales y el tiempo). Bueno, no hay demasiado problema conceptual
en ello. Ya en los años veinte el dúo Kaluza-Klein postuló la existencia de una dimensión
adicional para intentar unificar la gravedad y el electromagnetismo. Si no podemos verla,
decían, es porque esa nueva dimensión es muy pequeña en tamaño y además está enrollada, o
como dicen los habituales del tema, “compactificada.”

Para entender esto, piense el lector en una manguera de jardín. Vista desde gran distancia
aparece como un objeto que solamente tiene longitud, pero al acercarnos podemos apreciar
que tiene grosor y altura. De modo similar, Kaluza y Klein imaginaron una dimensión
compactificada de un tamaño muy inferior al radio de un núcleo atómico. Sus esfuerzos no
dieron fruto en su momento pero la teoría de cuerdas recuperó el concepto, y lo hizo a lo
grande: ahora el Universo no tiene cuatro dimensiones sino 26. Parece un despilfarro de
dimensiones, pero si están compactificadas y son minúsculas, no molestan.

Un segundo problema con la teoría de cuerdas inicial era que solamente funcionaba para
algunos tipos de partículas, los llamados bosones; los fermiones (entre los que se incluyen
quarks, electrones y otras partículas interesantes) se quedaban fuera. Eso sí que es un fallo
grave de la teoría. Para arreglarlo, los teóricos de cuerdas postularon que cada fermión
existente en la naturaleza está asociado a un compañero bosón, en un fenómeno llamado
supersimetría. Por ejemplo, el electrón tendría una partícula asociada supersimétrica llamada
selectrón. De ese modo, los compañeros supersimétricos podrían encajar en la teoría de
cuerdas, que al añadirle esta propiedad de supersimetría pasó a denominarse teoría de
supercuerdas. Como ventaja adicional, el número de dimensiones del espacio de cuerdas se
redujo desde 26 a 10.

Parecía que la teoría de supercuerdas (que pronto volvería a llamarse teoría de cuerdas por
eso de simplificar) iba por buen camino, pero el precio a pagar fue grande: nada menos que la
aparición de toda una familia de partículas supersimétricas que, además, nunca habían sido
observadas. No pasa nada, dijeron, seguro que los nuevos aceleradores de partículas las
encontrarán. No fue así, y en la actualidad seguimos buscándolas. No pasa nada, dijeron, quizá
es que tienen tanta masa que escapan a nuestras posibilidades de detección.

Mientras se buscaban pruebas experimentales, los teóricos de cuerdas continuaron su trabajo


y la teoría, inicialmente tan sencilla, siguió complicándose. Las cuerdas ya no eran suficientes y
se vieron acompañadas por nuevos y extraños bichos llamados branas. Aparecieron cinco
grandes teoría de cuerdas con nombres extraños: Tipo I, Tipo IIA, Tipo IIB, heterótica SO(32),
heterótica E8xE8, y como grandes corrientes disidentes de un partido político o una religión
comenzaron a enfrentarse unas a otras en pos del título de Teoría de Todo. Edward Witten
sugirió que todas eran manifestaciones parciales de lo que llamó Teoría M, pero la guerra
continuó. Los principales centros de física teórica continúan investigando y gastando hojas de
papel, los gurús del campo escriben libros divulgativos dando a entender que la teoría de
cuerdas está lista salvo algunos pequeños detalles, pero lo cierto es que a la teoría de cuerdas
le falta un hervor. Y le falta desde hace medio siglo.

Es en este punto cuando los científicos acuden al experimento para interrogar a la naturaleza y
que ésta, como jueza implacable, decida. Es aquí donde la teoría de cuerdas muestra su cara
más diabólica. El detalle es la compactificación de las dimensiones ocultas. Si tengo un bloque
de corcho, puedo aplastarlo para conseguir una superficie bidimensional y luego enrollarlo
para obtener una línea unidimensional. También puedo hacerlo al revés: primero enrollo y
luego aplasto. Pero en la teoría M tenemos siete dimensiones nuevas. ¿Cómo se

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Teoría de cuerdas

compactifican? O dicho de otro modo, ¿de cuántas formas podemos enrollarlas unas respecto
a otras?

La respuesta es: nadie lo sabe. Ni siquiera los teóricos de cuerdas pueden dar algo más que
una respuesta aproximada, pero todo indica que el número de posibles compactificaciones es
enorme; giganteouse, que diría Forges. Las cifras sugeridas superan con mucho la del número
de partículas existentes en nuestro Universo. Digamos, por fijar conceptos, que ese número es
del orden de un plexollar (101000). Cada una de esas posibilidades de compactificar daría lugar
a un Universo distinto, con leyes físicas distintas y con partículas de masa distinta.

Cuando tenemos dos teorías y queremos saber cuál es la correcta, no hay más que realizar un
experimento en el que ambas teorías arrojen resultados diferentes. Si la teoría A nos dice que
las piedras amarillas flotan en el agua y la B nos dice que se hunden, no hay más que tirar una
piedra amarilla al agua y salir de dudas. ¿Pero y si tenemos tantas teorías que pueden
reproducir todos los resultados experimentales imaginables? En tal caso el proceso de
eliminación falla. Puede que tirar una piedra amarilla al agua y ver que flota elimine medio
plexollar de posibles teorías de cuerdas, ¿pero qué pasa con el otro medio plexollar?

Y ahí está el gran problema. Por muchos experimentos que hagamos, por muchas propiedades
que determinemos en el laboratorio, por mucha caña que le demos al LHC, siempre habrá una
cantidad ingente de posibles compactificaciones capaces de explicar todo lo que vemos. Nunca
podremos decir “la teoría de cuerdas no funciona;” pero tampoco podremos predecir nada
porque todo lo que pueda suceder tendrá explicación en alguna versión de la teoría de
cuerdas. Sería como un vidente que tiene una gran cantidad de visiones: alguna acertará,
¿pero qué significa eso? Exactamente nada.

Pero imaginemos por un momento que hemos tenido un gran golpe de suerte, y que un
experimento permite descartar todo el plexollar de compactificaciones menos un solo caso.
Tenemos finalmente una combinación de dimensiones enrolladas, y solamente una, que
concuerda con lo que vemos a nuestro alrededor. La pregunta evidente es ¿por qué esa y no
alguna de las demás? ¿Acaso tiene algo extraordinario, alguna propiedad basada en principios
fundamentales que la distingue de las otras? Quizá es como el número ganador de la lotería de
navidad, que no tiene nada especial pero que salió porque… bueno, porque alguno tenía que
salir.

De ese modo, y a lo largo de cincuenta años, los físicos de cuerdas han edificado una gran
teoría, pero en lugar del edificio sencillo y de líneas elegantes de los diseños iniciales han
acabado con una fea aglomeración de construcciones sin orden ni concierto, que no pegan ni
con cola, no sirven su propósito y ni siquiera permite al político local hacerse una foto
inaugurando algo. La edificación carece de agua corriente o luz, no tiene conexión para el wifi,
los paneles del techo se caen y no hay visos de que vaya a servir algún día para algo. Si hasta el
propio Sheldon Cooper abandonó la teoría de cuerdas en The Big Bang Theory, por algo será.

or supuesto, puede que dentro de veinte años, o mañana mismo, el nuevo Newton tenga la
gran inspiración que le permita construir finalmente una teoría de cuerdas eficaz y elegante;
pero también es posible que nunca llegue ese día. Quizá en el futuro los historiadores
examinen el caso de la teoría de cuerdas igual que ahora lo hacemos con la teoría geocéntrica.
El tiempo dirá si la teoría de cuerdas será una nueva senda hacia un futuro brillante o tan sólo
una autopista cara que no llega a ninguna parte.

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Teoría de cuerdas

Este post ha sido realizado por Arturo Quirantes (@Elprofedefisica) y es una colaboración de
Naukas.com con la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.

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