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En un país como el nuestro en el que la envidia es uno de los pecados capitales, la

filantropía tiene escasa tradición. Por ello un gesto como el de Amancio Ortega de
donar a través de su fundación 320 millones de euros a la sanidad pública para dotarla
de nuevo equipamiento contra el cáncer tiene un gran significado. No sólo porque
gracias a esa inversión el personal médico contará con más medios para ayudar a los
enfermos de cáncer. También por el ejemplo que el fundador de Inditex puede dar a
otras fortunas nacionales con su donación.

Pero en lugar de aplaudir a este empresario que ha amasado su riqueza gracias a su


trabajo y visión empresarial, algunos sectores de la sociedad española sienten un
rechazo inexplicable a su ayuda.

Sorprende oír a la líder de Podemos en Andalucía, Teresa Rodríguez, criticar a la Junta


por aceptar esta donación para la instalación de mamógrafos y equipos de radioterapia.
O al líder de la formación morada en Baleares, Alberto Jarabo, calificar de "limosna
de millonario" esta valiosa ayuda. Sus palabras denotan cainismo y envidia. Dos
condiciones inaceptables en un representante público.

Pero la actitud de los políticos de Podemos no es un caso aislado. Sorprende que


teóricos defensores de la sanidad pública hayan secundado esas críticas y digan que los
hospitales deben rechazar que Ortega contribuya a renovar sus equipos para
diagnosticar y tratar una de las enfermedades más extendidas en España. Estamos
seguros de que todos aquellos ciudadanos que se puedan ver de algún modo favorecidos
por esa ayuda no coincidirán con Podemos.La soberbia sobra cuando hablamos de unos
equipos que pueden salvar vidas.

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