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Evaristo Páramos Pérez

Qué dura es la vida del artista


Un anecdotario de La Polla Records

j.emilio.sola@gmail.com

Colección: Bibliografía recomendada


Fecha de Publicación: 26/02/2019
Número de páginas: 36
I.S.B.N. 978-84-690-5859-6

Archivo de la Frontera: Banco de recursos históricos.


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Fecha de Publicación: 09/07/2007
Número de páginas: 10

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Evaristo Páramos Pérez: Qué dura es la vida del


artista. Un anecdotario de La Polla Records. Madrid, 2018. Desacorde
ediciones. ISBN: 978-84-948498-4-8

Lo cuenta Evaristo en alguna de sus entrevistas: escuchar a los Sex Pistols fue un
revulsivo en su vida de chaval de pueblo y lo convirtió en un músico de inmediato, sin
saber tocar instrumentos alguno ni cantar ni nada que se le pareciera. Un chaval de
pueblo de frontera radical, gallego en el país vasco, más abertxale que cualquier
aberxtale pero para nada nacionalista, y por ello en la cuerda floja de su tiempo en el
hondón pueblerino vasco, sólo el anarquismo podría darle coherencia a su ser profundo
radical de frontera, que ni de aquí ni de allá, de ni esta parte ni de la otra parte,
voceando y danto gritos y recibiendo ostias como panes y escupitajos, pero pleno en su
grito apunkarrado y radikal. Así, a lo tonto, el Evaristo el de la Polla Records consiguió
elaborar los discursos más radicales de esos años iniciales de la llamada Transición
política española hacia la Democracia, y sin ninguna presunción adelantarse a los
indignados con un salto olímpico de envidiable justeza. En este libro, que no es el
primero, va desgranando sus aventuras por todo el mundo de concierto en concierto, de
movida en movida, tantas veces sin cobrar siquiera, por todo el papu, y sin quejarse,

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pues la aventura es la aventura, la vida es la vida, y a quien toca correr y correr para
buscarse el hueco en el mundo le toca correr… Y así.

He aquí su sobria justificación de este nuevo título:

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He aquí el amplio índice del libro:

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Y para quien quiera ver un poco el estilo literario directo del autor, un fragmento del
libro, como muestra un botón, como aperitivo o como provocación para quien quiera
leer más…

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Finalmente, un par de entrevistas con Evaristo, en medios digitales, que no tienen


desperdicio y que ponemos aquí para tener a mano… Esta es la dirección electrónica de
la larga entrevista primera, con ocasión de la salida de un libro anterior:

http://www.jotdown.es/2015/01/evaristo-paramos-los-punks-eramos-un-monton-de-gusanos-en-un-cadaver/

Entrevistas, Música

Evaristo Páramos: «Los punks éramos un


montón de gusanos en un cadáver»
Publicado por Juan Vilá

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«Estoy mutando», dice en Cuatro estaciones hacia la locura, el libro que acaba de
publicar, y leyéndolo te lo crees. Hasta dan un poco de miedo todas esas referencias
que hace a la naturaleza, el I Ching y las runas. ¿El gran referente del punk, el que
fuera cantante de La Polla Records y ahora de Gatillazo, ha caído en el estercolero
New Age? Vamos con esa duda en el cuerpo a un bar de Vallecas para encontrarnos
con él. Pero no: ni Evaristo es un converso o un iluminado ni su libro es basura de
nuevo cuño. El cantante, en efecto, ha cambiado, ha dejado las drogas y hasta aspira a
convertirse en un guerrero espiritual. Pero un guerrero espiritual muy punk, tan
vehemente y torrencial como siempre, que sigue recorriéndose todos los festivales que
hagan falta, cantando en contra del capitalismo y lo que se le ponga por delante, y que
no reniega en absoluto de su pasado. Todo lo contrario. Hablamos con él de sus años
más salvajes, de todos sus excesos y desvaríos, pero también de esos otros aspectos
menos conocidos, como su afición a los libros de Paul Auster y a la novela histórica, su
miedo a la muerte o las canciones que escribía de forma anónima para los hinchas del
Alavés.

Creo que voy a empezar con algo que te incomoda.

Ah, ¿sí? Pues yo estoy aquí sentado cojonudo.

Para mucha gente nacida en los setenta, entre los que me incluyo, fuiste uno de sus
primeros referentes intelectuales. Tus canciones de La Polla Records nos hicieron
empezar a comprender cómo funciona el mundo. ¿Te molesta?, ¿te dan ganas de
meterme dos hostias?

No, que va, que va. Es un flipe e intento que no me afecte mucho. Es un orgullico, pero
todo lo que he dicho es por referencias e influencias anteriores, no hay ningún invento
mío. Tengo que darme cuenta todo el rato de eso para que no se me vaya la olla. Pero
está bien, es curioso, me estoy haciendo viejo.

Lo digo porque eres muy modesto y en otras entrevistas siempre parece que te
justificas e insistes en que no has inventado nada.

Sí, puede ser que me justifique. Lo que ocurre es que uno tiene un ego muy puñetero y
siempre he estado en peligro de hacerme el chulito. Disimulo yendo de humilde pero es
mentira. Soy más chulito que la hostia. Intento controlarme y a veces me paso de
vueltas. También se han dado casos de lo contrario y al Evaristo alguna vez se le ha ido.
La mejor manera de evitarlo es ¡zas!: me pego unos latigazos para espabilarme.

Esa lucha contra el ego la tratas mucho en el libro y llegas a decir que tú eres tu
peor enemigo.

Sí, es un rollo digamos de kung fu y de artes marciales. Si pudiéramos hacernos con el


garito, estaría de puta madre porque creo que lo haríamos mejor.

Con el garito quieres decir con el mundo, con el poder.

Sí, con el poder político mundial o alguna cosa así, aunque suena muy mal. Yo tampoco
soy un lumbreras. Pero si la gente, no los enfermos que tienen el control, la gente, las
personas, consiguiéramos el control de la jugada, de la sociedad o como lo quieras
llamar, esto sería mucho más lógico y se educaría a las criaturas de otra manera para

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que no fuéramos tan idiotas. Y una de las cosas que me parecen muy útiles sería ese tipo
de temas: darle al ser humano una dimensión, cómo decirte, algo más, tiene que haber
algo más que esta puta mierda [está gritando demasiado, mira a su alrededor aunque a
nadie le molesta en el bar, se ríe, baja el tono]. Esto es un timo, un timo que te cagas.
Un ser humano tiene que poder ser algo más aparte de lo físico, tiene que haber algo
más. Tenemos cerebro, tío. No sé si venimos del mono o de lo ovnis, me la suda si
somos una evolución o qué había antes del Big Bang, pero ya que estamos aquí, en el
lío, a ver cómo nos manejamos. De la manera que va el mundo es la más tonta, la más
difícil y la más asesina. No tiene ni pies ni cabeza. Tiene que haber alguna dimensión
más. Yo busco, busco, y luego soy tan tonto o tan listo que lo escribo, lo publico y lo
vendo.

¿Y la gente cómo ha recibido el libro y a este Evaristo más espiritual?

Ya había pensado que iba a pasar esto. Entre la gente con la que me trato, de mi nivel o
de mis bares, lo ven de las dos maneras: unos le han visto el punto que yo quería darle y
otros dicen: «uf, cómo me aburres, tío, cómo te repites» o «has desaprovechado una
ocasión, podías haber hablado de política o de algo interesante y me hablas de esta
mierda, quién coño eres o de qué vas». Las dos posturas son admisibles pero yo me he
quitado una de encima como una olla a presión [Imita el sonido del vapor saliendo].

¿En qué sentido? ¿Ha sido una liberación escribir el libro?

Claro, lo sueltas, lo cuentas y ya no es tuyo. Y por un lado dicen por la boca muere el
pez y por otro… Joder, cómo te estoy hablando, parezco el puto papa.

No, sigue, por favor.

Yo qué sé si soy más listo que tú o no (risas). No tengo ni puta idea (más risas). Por el
tono de voz parece que lo doy por hecho y no estoy jugando a eso… No sé por dónde
iba, de qué coño estaba hablando. Me parecía más importante decir esto.

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Estábamos hablando del libro y cómo lo ha recibido la gente.

Bueno, bien. Sí que me importa. Para eso escribes. Me gustaría que se entienda pero
tampoco es lo que más me importa. En este lo que he hecho ha sido quitarme el rollo. Sí
que me parece interesante escribir. Es flipante. Me gustaría ser un gran escritor pero de
hoy para mañana, como decían antes por «infusión» (risas). Una manzanilla y pumba:
ya tienes un escritor. Conocer las técnicas y ese tipo de rollos de la gente que lleva toda
la vida escribiendo. Hay formas de escribir y así (risas). ¡Me he enterado! Pero no voy a
controlar ni una.

Después de publicar tu primer libro en 2001, Por los hijos lo que sea, dijiste que no
ibas a volver a escribir.

Sí, era Por los hijos lo que sea, pero no cualquier cosa (risas). Me sentí un poco
ofendido, no por nada. Fue mi mala cabeza. No se le puede echar la culpa al empedrado.
Yo me di cuenta de todo, a mí no me engañó nadie.

¿A qué te refieres?

Yo quería hacer un cómic y sacamos un libro que en la portada aparece el careto del
muñeco [se refiere a su propia cara, NdR] con el micrófono y en la contraportada dice:
Sí, es él, el héroe de varias generaciones está aquí para ti por el increíble precio que
aparece en pantalla (risas). Me jodió un poco, pero la culpa era mía.

Pero era un libro también muy personal, muy tuyo, como este nuevo, y ya va por la
décima edición.

Sí, pero yo quería un cómic con un dibujante apañado. He visto cómics peores pero
como libro… Yo he leído y tú has leído lo mismo que yo o tres veces más, o treinta…
Tú has leído, ¿no?

Sí, un poco.

Eso es. Entonces no hace falta que hablemos más del tema porque para llevarte al váter
ya está el Marca.

Volvamos al libro nuevo: la muerte está muy presente.

Ya lo he dicho más veces pero te lo voy a decir a ti también porque es lo que hay: es la
edad o que cascó mi viejo y al mismo tiempo me puse chungo de las tripas. Me pegó un
susto de la hostia. De repente me di cuenta de que yo no era el valiente que se caga en la
muerte. Qué susto, macho. Me vi mal preparado. Es el desconocimiento de lo que hay
después y uno ha leído también, aunque menos que tú (risas). A lo que iba: el mundo
que había antes de las religiones, el mundo chamánico, que era común a todas las
culturas que se conocen, era más guay. Quiero creerme que la religión acabó con todo
eso y nos quitó el conocimiento de lo que hay después de la muerte. Creo firmemente
que ha habido humanos durante miles o millones de años, o quiero creer, que ha habido
humanos que podían pasar de un lado a otro y que era otro nivel, eran humanos más
completos. Fíjate qué lejos queda eso, estamos mucho peor: todo corre mucho, mete
mucho ruido técnico, mucho clac-clac-clac… Pero es un timo. El silencio tiene mucho
más poder y te lo dice uno que habla mucho.

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Sorprende lo que cuentas porque tú siempre has tenido mucha relación con la
muerte, has perdido a muchos colegas.

Sí, pero yo era el que no iba a morir. Maldita sea. Y tenía que haber espabilado cuando
murió Fernandito, nuestro batería. Nos pasó rozando. No quiero hablar de los demás
porque no están en la entrevista, pero en La Polla yo era el segundo candidato a
morirme por consumo de sustancias, por no cuidarse, y Fernandito era el quinto, el
último del grupo, y cascó el primero. Es como si los demás nos hubiéramos agachado y
le hubieran dado al que estaba en el podio. Y con eso se supone que teníamos que
aprender, pero no sé, lo que desaproveché mi tiempo… Joder, vaya rollo te estoy
soltando para contarte que al final me acojoné de la muerte cuando tenía un muerto muy
cercano y al mismo tiempo me dolían las tripas. Me vi a mí mismo pasando un susto de
la hostia y una cosa realimentó a la otra, hasta que tuve que decirme a mí mismo: quieto
que te vas, respira… Para eso ha estudiado uno kung fu.

¿Has estudiado Kung fu?

La teoría, pero la práctica no pegaba con el consumo de sustancias. No tengo ni media


galleta.

En el libro también hablas del amor, algo que has tratado muy poco en tus
canciones.

Es algo que no quería obviar porque me estaba pasando y me daba igual todo. Es una
cosa flipante.

¿El amor es lo más flipante de todo?

Bueno, es muy curioso, sí.

Son los dos grandes temas de la literatura y la vida: el amor y la muerte.

Sí, no sé. En serio que no estaba previsto: ni en el libro ni en toda mi puta vida. No tenía
nada al respecto apuntado.

Dices en el libro: «estoy más cerca de mis enemigos que de los míos».

Es un poco el autocastigo, la autovigilancia de la que hablábamos antes. Intento


vigilarme para comparar la diferencia que hay entre lo que pías y lo que haces.

¿Y hay mucha diferencia?

No sé desde qué punto de vista. El mío tiene que ser muy autocrítico. Parece una
tontería pero es una responsabilidad que tengo.

No es ninguna tontería.

Sí, joder, el decir es una responsabilidad que tengo es también una autoinflada de la
hostia, un aquí estoy yo, como si fuera alguien (risas). ¡Tranquilo! Esas mierdas son
peligrosas para alguien que tiene el ego inflado. Lo tengo visto, le ha pasado a mucha
peña, gente muy cercana.

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¿Pero existen esas contradicciones entre lo que cantas y tu forma de vida?

Pues no creo que sean para tanto, pero a mí me emparanoia la más mínima distancia.
Luego la vida me lleva por otros lados y tampoco soy tan gil. Un amigo que ya murió
decía: Evaristo, que somos punkis pero no gilipollas, y yo le doy la razón. Y se la doy
porque la tiene. Él me decía eso a mí pero él estaba todo emparanoiado porque trabajaba
para una multinacional. Era obrero en una cadena y no le valía. Creía que estaba
vendido a la multinacional. Le daba igual lo que cobrara. Fíjate qué tío, esos son los que
no salen en la tele. Ese tiene una historia muy buena que voy a contar ahora para que no
se muriera en balde. Una vez nos pararon en un control de la policía. El tío iba en una
esquina de la furgoneta donde había ventanilla y ya después de huevearnos un montón,
el ranger de Texas hace pac-pac-pac [Simula que golpea con los nudillos en la
ventanilla] para que mi colega abriera. Todo con gestos porque el ranger se creía
superior a nosotros, más que nada por el armamento, ve al perro que teníamos, uno
pequeñito que ladraba mucho, y dice: «qué, ¿el perro también es artista?». Y mi colega
le responde: «¿tú has visto algún perro que trabaje?». ¿Y qué dijo todo el
estadio [Refiriéndose al resto del grupo que viajaba en la furgoneta]?, ¿que dijo todo
Old Trafford? ¡GOOOOOOOOOL! (risas). El tío llevaba tres o cuatro días sin dormir y
luego me llaman a mí artista… Esto lo quería decir un poco para que la peña espabile. A
los artistas yo los he visto en los bares. Hay cada uno que a mí me da mil vueltas. Ni
Evaristo ni pollas.

Otra cita del libro: «me limpio el culo con parte de mi pasado», ¿con cuál?

Eso fue real pero no te puedo decir con qué parte porque por eso me limpié el culo. Era
una cosa que estaba escrita en un papel cuadriculado. Luego utilicé un par de toallitas
porque no era lo mismo y también lo digo en el libro.

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O sea, que te limpiaste de verdad el culo con un papel en el que tenías apuntado
algo.

Sí, sí, sí. Era una mierda que tenía escrita en un papel y me dije: ya basta. Me vino muy
bien para la cabeza.

No quieres decir más.

No, porque esos son asuntos míos personales y si no, es entrar en el cotilleo. Si otro día
me pillas más borracho en un bar, te cuento esa y otras catorce, incluso se las cuento a
gente que no conozco de nada. Suelto cada una que la gente se cree que soy tonto. La
gente muchas veces no me ha partido la cara porque se piensan que no se puede ser tan
tonto.

Pues no pareces tonto.

Joder, me ha costado un trabajo de la hostia. Si no hubiera sido tonto de verdad, me


habría salido más barato. Parecer que no eres tonto cuesta un triunfo. No ser tonto
cuesta menos.

Insistes también mucho en el libro con la idea de que estás mutando.

Sí, La muerte del chamán. Lo has leído, ¿no?

No, no lo conozco.

Es como el rito de la adolescencia en los pueblos primitivos. ¿Has visto Un hombre


llamado caballo, que le cuelgan al tío con unos ganchos de las tetas? Pues ese tipo de
rollo con un dolor y una visión. Dices basta y empiezas de cero. Soy nuevo. Nada más
lo tienes que decir y entonces ya lo haces. Parece una tontería. Tengo leído en algún
sitio, y quiero creérmelo porque es fácil, que la magia está todo el rato a nada de
distancia. No es la magia de no sé qué rollo o no sé qué ceremonia, de toda esa cuadrilla
de vende peines y vende motos, que son una cuadrilla de desgraciados. La magia real
está a nada. Es tan fácil que no te lo puedes creer. Luego vas donde los colegas con la
paranoia: me cago en Dios, estoy medio tonto, no sé qué… No, no estás tonto. Lo has
visto y era fácil. Estaba ahí. Es como las plantas medicinales cojonudas, las buenas, las
que lo curan todo, están ahí, al alcance de todo el mundo. En cada parte del mundo hay
un par de plantas que te lo quitan todo y son las más baratas, gratis, todo el mundo las
puede pillar.

Más cosas que dices en el libro: «me veo a mí mismo ante la gran ocasión de hacer
algo en mi vida realmente importante», ¿el qué?

No sé, convertirme en un guerrero espiritual (risas), algo así, perder el miedo a


morirme. Hay un montón de cosas realmente importantes, no sé si es una paranoia o si
tengo que estudiármelo más, conocer a más gente que ha escrito sobre estos temas.

De fondo, en el libro, lo que hay es un paisaje desolado, casi apocalíptico. Dices


cosas como: «un mundo cada vez más horrible», «una orgía de destrucción». ¿Tan
mal está todo?

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Sí, es que hay días chungos que ves la realidad de esa manera. La realidad es la misma,
como eso que dicen que la realidad es consensuada, ¿has leído de eso? Dicen que la
realidad es la creación de un montón de mentes en común que han sido adiestradas para
ello. ¿Tú eso lo sabes? No sé si nuestro querido público lo sabrá también.

Y si no, que lo investiguen.

Sí, que espabilen.

¿Qué te aporta la literatura frente a la música?

Siempre me ha gustado leer y tengo mi propio gusto, que es bastante variado. Pasa
como con la música: oyes tocar a uno, a otro. Hay gente que escribe de la hostia, ahora
me acuerdo de Paul Auster, que es terrible de bueno.

¿Eres más de novela o de ensayo?

De todo, pero de ensayo poco. Me gusta más que me lo cuenten novelado, con gente
muy documentada sobre una época. Al final, todos están haciendo Sinuhé el egipcio en
la novela histórica, un hombre con un montón de años que cuenta toda su vida. Una de
esas ya me gustaría escribir.

¿Una novela histórica?

Sí, de un viejo que describiera su puñetera vida.

¿De qué época?

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No lo sé, me gustaría saber más de los celtas, que me tienen flipado. Pero también de los
vikingos, y no lo digo por la serie. Hay gente que empezamos antes, aunque la serie está
bastante bien, no han vacilado.

¿Eres muy de series?

No, no, no. Es como con el fútbol. Yo he sido muy de fútbol, pero en cuanto te vuelven
loco con los capítulos o te hacen pagar por ver un partido, no. Hace falta estar muy loco
para pagar por un partido.

¿Lees a diario?

Hay rachas que lo leo todo, y otras me tiro zángano, zángano. Pero siempre tengo libros
por todos lados para arrancar o a medias. Ahora me estoy leyendo un libro que se
llama Hanta Yo, es de los sioux, de una tribu que iba de aquí para allá, no tenían miedo
de nada. Eran increíbles, y no es que fueran unos inconscientes, que va, eran una gente
supersensata.

En el libro, además de estos grandes temas también metes algunas referencias


políticas.

Sí, una poquicas, cuando ya me inflaba o pasaba algo delante de las narices.

Hablas, por ejemplo, de la Transición. ¿Tan mal se hizo?

Si es que no ha habido. ¿Transición a qué?, ¿qué han hecho?, ¿acabar con un régimen?
No, le han cambiado la cara. Yo no sé cuántos años llevamos ya de franquismo. A ver,
tú dime quién controla los modos y maneras, y cómo está la peña. Cuéntamelo. Y
encima han conseguido dividir mucho más a la gente, terminar de comerse a los
sindicatos. Martín Villa dijo hace no sé cuántos años… Creo que es Martín Villa, el de
Endesa y los mapuches. Bueno, uno de estos que además de ser patriotas siempre se lo
llevan muerto. Dijo hace poco, con otras palabras, que si ellos hubieran sabido que
éramos tan blanditos, nunca nos hubieran dado tanto, ni las autonomías ni todas esas
mierdas. Ellos se asustaron con el poderío de los rojos. Se creyeron su propia mentira,
pero a los rojos los tenían desactivados con Felipe González renunciando al marxismo.
Y el señor Tierno Galván, que ha quedado para la historia, pero que fue el que vendió
al partido socialista auténtico. Es una opinión.

Ahora parece que se empieza a cuestionar la Transición, que antes parecía


sagrada, y se habla de un cambio de Constitución.

Sí, por ahí se podría empezar y aligerar un poco, hacerlo un poquito más rápido, para
terminar con los fantasmas de la Transición. Es todo una mentira. Se está viendo ahora
porque no ha funcionado. Esto ha sido una huida hacia delante, tonto el último. Todo el
mundo corre y dice: a ver si aguantamos por lo menos lo que me queda aún de vida, y el
siguiente dice: ahí te quedas. Eso es lo que me parece a mí. Y luego también puede ser
eso que dicen que los aviones bombardean con neutralizadores de la rabia. ¿Cómo es
ese chiste? Y es posible.

La teoría de la conspiración que dice que nos fumigan con tranquilizantes o algo
así.

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Sí, pero llamarle a cualquier cosa teoría de la conspiración, unifica y tira todo a la
basura, a la mierda.

¿Tú crees eso?

En los años cincuenta se supone que los yanquis contaminaban a sus propios
compatriotas que viajaban en metro porque si vas en metro, o eres pobre o eres tonto. Si
no, ¿qué mierda haces ahí? Si eres de los nuestros, ¿qué haces en el metro con los
pringados? Es lo que dicen los yanquis: el segundo es el primero de los perdedores. Pero
bueno, desgraciado, ¿tú ibas a ser alguien si no hubiera perdedores?, ¿de qué sirve ser
ganador si no hay perdedores? Me da igual de qué equipo seas, pero esto también lo
pienso del Real Madrid. Si todos fueran del Real Madrid, los cuatro mil y pico millones
de personas a las que les gusta el fútbol, todos del Real Madrid y nadie de otro equipo,
pues entonces ya está. Yo es que soy muy antimadridista desde crío porque hacían
trampas. Créeme. Ahora ya todo el mundo lo ve, pero cuando yo era pequeño, hacían
más trampas que la hostia. Con decirte que el árbitro pitaba el final cuando a ellos les
daba la gana…

¿Tú de qué equipo eras?

Del Celta. No hemos ganado nunca nada.

Pero aunque no seas aficionado, sigues siendo del celta.

Sí, sí, sí. Esas cosas no tienen explicación porque racionalmente hasta lo he cantado.
Tengo cerebro, pero estás delante de la tele, le meten un gol al Celta y te jode, aunque
debería darme igual. No entiendo por qué. Dices: bah, idos a la mierda, si te encuentro
en un ascensor que se atasca, te voy a decir yo a ti lo que es un futbolista, ¿vale? Pero
no, pasa alguna cosa ahí, una idiotez, y el que es futbolero, es horrible, se te queda.

El deporte concentra esa mezcla de patriotismo, rabia mal dirigida…

Sí, sirve para muchas cosas. Gracias al deporte se les puede dirigir a muchos de golpe, y
eso es muy goloso. Yo me tiré una temporada haciendo canciones para los hinchas del
Alavés, que eran de izquierdas, para contrarrestar, y cantábamos canciones antifascistas
en el fútbol.

¿Canciones tuyas?

Sí, les hice miles, son superfáciles, muy agradecidas: dices cuatro frases, cuatro insultos
y ya está.

¿Y la gente sabe que son tuyas?

No, para qué. Ellos ya han sacado otras nuevas.

Dime alguna.

No, porque entonces sabrían cuales son.

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Volviendo a la Transición, ¿la movida fue un poco su equivalente musical?

Sí, puede ser. Desde la periferia se veía la movida muy endiosada, nos parecían flojos.
No sé si me equivoco, lo mismo cualquiera de la movida me mete una hostia y no me
encuentran, o ha llevado una vida cien veces peor que la mía, pero la imagen que daban
era lamentable.

Más frívolos, más despolitizados, más alejados de la realidad.

Sí, solo rock and roll (risas). Fue curioso vivirlo.

¿Crees que ha llegado el momento que va a poner a cada uno en su sitio?

Parece que arranca, pero hemos visto tantas cosas…

¿A ti ahora no te dice mucha gente que tenías razón en tus canciones de los
ochenta?

Sí, pero yo no puedo darle vueltas a eso porque las canciones no son mías, ¿me explico?
Las canciones llevan unas ideas y yo no soy el que las ha inventado. Yo me he dado el
gusto y encima he vivido de ellas durante treinta años. Creo que el mío es un punto de
vista correcto, aunque otros también lo son.

¿Has vivido todos estos años de la música?

Aproximadamente desde mediados del 84 llevo viviendo de esto.

Antes trabajabas en un taller de coches.

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Sí, y también estuve de peón de albañil un ratico, pero cuando grabamos el Salve me
quité. Tuve que largarme del curro para poder grabarlo porque no me dejaban. Fuimos a
Donosti. Entonces los discos se grababan en quince días y a nosotros todavía nos faltó
tiempo viendo los resultados (risas).

¿Y aún hoy vives de la música?

Sí, pero intento vender también unas camiseticas, escribir un libro y así. Peor es
trabajar.

¿Has notado mucho el bajón?

No, porque me da igual. ¿Quieres que me ponga a fijarme en cantidades? Con La Polla
tocábamos entre cincuenta o sesenta veces al año y con Gatillazo lo hacemos unas
veinte. Se puede notar si te fijas mucho. Yo lo que noté es que tenía un montón de fines
de semana más para hacer cosas. Tenía menos pasta pero tampoco ando pidiéndole a los
colegas. Me basto conmigo mismo. ¿Quieres saber una media aproximada?

No hace falta.

Sí, sí, me la suda. Habré sacado un sueldo ni de encargado ni de obrero, un sueldico de


encargadillo por decirte una media y ahora va bajando como a todo el mundo, pero
quejas ninguna. Por el amor de Dios. No me ha faltado de nada. Incluso me he drogado.

¿Internet ha creado un sistema más justo para los músicos o se lo ha cargado todo?

No sé decirte. A mí me está jodiendo un poco porque en los festis ya es una


exageración. Me están haciendo famoso de mayor y me toca un poco lo huevos. Luego
soy más majo que la mierda y me saco fotos con todo el mundo, pero dices: ¿disfrutas
de eso? Pues no.

¿No disfrutas del trato con el público?

Del trato con la gente, sí, pero solo cuando se pasa el rollo de que tú eres el del grupo y
ellos te están comiendo el nabo. En cuanto se acaba eso, es cuando la cosa se pone
interesante porque hay gente competente en cualquier sitio, gente que te tienes que estar
callado y escucharles. Si no, te entran unas ganas de salir pitando como un cohete. Pero
es parte del rollo de hacerte famosete. Y si no te gusta, pues te quitas y no me cuentes
penas.

Pero eso es solo los fines de semana en los conciertos.

Luego llego a mi pueblo y el que me tiene que llamar tonto me lo llama sin ningún
problema y si tiene la mano muy gorda, mejor cámbiate de acera porque te va a
dar (risas). No hay problema con eso.

¿Has tenido muchos problemas con las discográficas?

No, porque éramos unos tontos del culo. Si no, les hubiéramos discutido más. Salió así.
Nosotros hicimos un grupo porque nos aburríamos en un pueblo enano que no tenía
ningún porvenir ni ninguna salida. Si lo miras en perspectiva, creo que todos estos años

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han estado muy bien. ¿Económicamente has hecho el canelo? Pues bueno, ¿qué quieres
que haga?, ¿que me ponga a llorar y me lleve un disgusto o que saque las cuentas?

Pasa como con los escritores, que a veces los más rojos o los más cañeros o los más
bocazas, luego se acobardan ante su editor y no dicen ni mu. A mí me pasa y a unos
cuantos que conozco también.

Ya, pero una cosa es el pensamiento filosófico, político, social o como quieras llamarlo
y luego está la realidad. Yo lo comparo con los limpiaparabrisas. Una cosa es la teoría
que está flotando en el éter pero tú eres como un limpiaparabrisas «Hace el gesto con la
mano de un limpiaparabrisas en marcha» y hay desgaste. La teoría es muy bonita pero
es un fin al que llegar. O algo así, ¿no? Para llegar ahí, no lo haces de un salto. De eso
se vale el poder todo el rato, durante siglos: para cuando tú pescas un poco la jugada, ya
tienes x años y ya no vales para nada, si es que quedas. Entonces viene otra cuadrilla de
membrillos de veinte años y ya les tenemos: pasen y vean.

¿La Polla Records podía haber surgido en otro sitio que no fuera Euskadi?

Creo que sí, he visto un montón de grupos que tocaban mejor que nosotros y que tenían
canciones superbuenas en el mismo tipo de onda, pero igual no grabaron el disco en el
sitio y en el momento adecuado. Aunque no me gusta decir adecuado, porque parece
como si lo tuviéramos pensado. Prefiero decir ahí, justo ahí, donde nosotros estábamos.
Hicimos una maqueta en un estudio de Pamplona porque la hora valía mil pelas menos
que en otro de Bilbao. Los de Bilbao acabaron haciéndose Discos Suicidas y el de
Pamplona fue Soñoa, que sacó primero a Barricada y un poco después a nosotros.
Empezamos a tocar por esa zona, mogollón de vascos se hicieron con las cintas y se
corrió la bola. Ocurrió eso. Pero no sé qué mérito tiene. Simplemente nos ocurrió.

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¿Existió de verdad el rock radical vasco?

Eso fue el mánager de casi todo el mundo, José Mari Blasco. Por eso le decíamos de
coña el rock radical Blasco. El tío intentó comerle el coco a los del Egin porque había
ciertos recelos de la política contra las drogas. Nosotros éramos los drogados y ellos los
independentistas. Había cierto rozamiento, pero el tío consiguió sacar un par de páginas
que hablaban de rock y en aquellos tiempos Euskal Herria era punk rock a punta pala.
Todo el mundo era más bestia que el copón. Ibas a un festi y buah. Yo me acuerdo de
muchas movidas, como aparecer un madero a decir que había una bomba y antes de
decir bomba le había caído una lata llena en la cabeza. El tío se largó medio llorando y
como diciendo: pues que os explote. Y yo pensando: de ocho grupos que hay, por qué
tenías que venir justo cuando estábamos tocando nosotros. Si llega a pedir refuerzos, les
hubiéramos partido la cara pero bien, porque estábamos muy locos y llevábamos mucha
anfeta de calidad, de aquella que te ponía como un soldado.

¿Y cómo se acabaron juntando el mundo de las drogas con el de la política?

Pues porque lo fuimos viendo. Si no eres muy tonto, muy tonto, te das cuenta de que
estaban más cerca de lo que parecía. Lo miras, te alejas, lo ves con perspectiva y te das
cuenta de que estás discutiendo por tontadas. Hombre, si estamos hablando de chivatos
y redadas, ya no es ninguna tontería. Pero tampoco somos tan giles y podemos ver a
nuestros enemigos y a nuestros amigos.

Fueron años muy duros, ¿más que ahora?

Antes la muerte venía más rápida, tanto por rollos de armas como de drogas. Con el
tema del caballo y la heroína nos la metieron doblada. Fue gol. Eso hay que decirlo.
Entonces no lo pensábamos, simplemente nos molestaba que nos dijeran lo que
teníamos que hacer, y eso nos sigue molestando.

¿De tu entorno cayó mucha gente?

Sí, como del entorno de todo el mundo, pero no solo allí: Madrid, Barcelona, la zona
minera de Asturias… Todos los sitios donde podía haber focos de rebeldía. Eso sí que
parecía una teoría de la conspiración. No te lo podías creer. Lo hicieron sin aviones y
sacaron dinero. Nos vendieron la droga y nos mataron a la vez. También nosotros
fuimos un poco tontos y picamos.

¿Crees que hubo un plan por parte del Estado para introducir la droga?

Sí, sí, sí, pero como estaba ensayado antes en otros sitios. Los yanquis saben mucho de
eso.

¿Cómo era la relación entre todos esos grupos?

Sobria pero efectiva. No andábamos tampoco con muchos abracicos. Eso empezó
después.

¿Sigues teniendo relación con toda esa gente?

Con quien queda y cuando me lo encuentro, sí.

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Pero no os llamáis ni nada.

No, no nos andamos con rollos ni vamos a llorar.

Siempre se ha dicho que hubo alguna movida grande con Eskorbuto.

Hay dos tíos de los tres de Eskorbuto que están muertos y la movida fue entre un tío que
no está aquí de La Polla y uno de ellos. Entonces me sale gratis hablarlo para nada. Pero
tampoco hubo movidas. De hecho, hace unos años, Paquito me dio un teléfono que
necesitaba para una cosa. Déjalo ahí porque está guapo y me gusta ver cómo la gente se
confunde. Lo que sí te puedo decir es que siete de cada diez canciones de Eskorbuto a
mí me parecen de una utilidad pública tremenda. La que más me gustaba era «Ratas en
Bizkaia».

¿Los conciertos eran tan salvajes como contabas antes?

Eran brutos, bruticos, pero también nosotros teníamos más aguante y éramos igual que
ellos, también estábamos abajo viendo los conciertos y nos comportábamos igual.

¿Tú escupías y tirabas cosas?

Escupía, tiraba cosas… Lo que no me gustaba era invadir el escenario, hasta que un día
me emborraché tanto, tanto, que subí con bengala, perro, cadena de acero y toda la
hostia. Me lo contaron al día siguiente.

¿Quién estaba tocando?

Los R.I.P., mi grupo favorito. Debí de estar todo el rato enganchado al micro como el
típico gilipollas.

¿Y qué te dijeron al día siguiente?

Que no me habían partido la cara porque dos colegas míos me habían sacado. A los que
me iban a pegar les importaba muy poco que fuera el Evaristo y ya me tenían cogido.

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Hay un vídeo en internet de hace poco en el que una tía se sube al escenario y te lo
hace a ti.

Eso tiene historia. Me agarró de la camiseta del Celta que me acababa de regalar mi
colega Iñaki, que estaba allí. Yo no supe ni reaccionar. Lo primero es que piensas: me
da igual que sea tío o tía, no vamos a dar ninguna vuelta, y ¡plas! Pero no me daba la
gana. Aguanto mogollón. Tengo conocidos que no le hubieran dejado ni que les tocara.
Llámame creído, pero pienso que lo que le mosqueó a la tía fue que se puso a bailar y
yo no soy Bruce Springsteen. Yo no me voy a poner a bailar con ella (risas). ¡Qué
mierda es eso, vete por ahí! Se me notaría en la cara o algo, y la tía se mosqueó y se
clavó con una furia que te cagas, y encima aparecieron unos tíos que no eran machacas
ni nada, fueron a cogerla y empezaron a pegarme a mí. El Butonbiko, el que toca el
bajo, y mi colega Iñaki, el de la camiseta, fueron a por ellos. Todo un error detrás de
otro. Ahí se ve la fuerza física que tengo, que es nula. La tía me tenía convertido en un
pelele con una sola mano, con la otra ella podría haber seguido fumando.

Supongo que eso ya no pasa tanto.

Sí, y yo también me he espabilado. En un momento dado, si me tienen que pegar, doy


yo la primera y fuera. No estamos buscando el macarreo barato ni pollas, pero que
aparezca alguien y se ponga a bajarte los pantalones cada treinta segundos, tampoco. Le
avisas: mira, voy a intentar matarte si sigues así, lo voy a intentar. Y si no te hace caso,
aprovechas la ventaja de altura, los conocimientos teóricos de artes marciales e intentas
soltar un galletón. ¡A la mierda! Y te olvidas de que ha pagado una entrada. No, no hay
derecho a todo. Ni de coña.

¿Y te siguen escupiendo?

En general, no, y si alguien me escupe y lo pesco, lo meto así en la boca [Hace el gesto
como si recogiera un lapo de su hombro, se lo metiera en la boca y se lo devolviera a
quien le ha escupido] y le pregunto si no lo tienen de fresa.

¿Has llegado a pensar que no salías vivo del escenario?

Sí, cuando había peña ultra. Te están haciendo el saludo [Imita el saludo fascista y se
dirige sonriendo a la fotógrafa para que no le retrate así: «cuidado con la foto«,
dice] o te hacen así [Ahora se lleva el pulgar al cuello como si fuera un cuchillo y
quisieran degollarle]. Ves que son como treinta, igual exagero porque tú los ves como
si fueran el doble, pero con quince me vale.

¿Eso donde pasó?

En varios sitios, pero no te lo voy a contar para que no se pongan contentos. Que se
vayan a la puta mierda. Nuestro orgullo y satisfacción era seguir tocando hasta terminar.
Y luego nos han pasado cosas muy educativas, como gente en un festival
supercomunista, unos pocos individuos, que estaban tirando de todo y yo pensaba que
los iban a matar. Menos mal que se subió el más pequeño de todos al escenario y yo lo
eché abajo. Luego te vienen y te dicen que una canción se contradice con otra. No me
cuentes películas, pero si estuve tocando para ti el año pasado…

¿Te han dicho mucho lo de las contradicciones?

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En su momento sí, y se me quedó marcado porque yo siempre intentaba demostrar que


no y que era un tío de puta madre. Me daba esa paranoia y me he perdido un montón de
rayas por eso. Compraba a medias con los colegas, me quedaba discutiendo con
cualquier idiota sobre esos temas para intentar explicarme a un tío que le daba igual lo
que dijera. Entonces mis colegas se abrían con el material. Decían que ya me habían
avisado y que una menos. ¿Cómo se dice? Oveja que bala, bocado que pierde. Llegó un
momento que dije basta, hasta aquí hemos llegado. No aguanto ni una más, pero me
dejó un poco de huella porque era una preocupación mía.

¿Te han dado más el coñazo los de izquierdas en ese sentido que los de derechas?

Claro, porque con los de izquierdas me hablo (risas).

Es difícil la convivencia dentro de la izquierda.

Sí, y que te lo diga yo es triste, pero hay mucho ego.

¿Y se puede ser punk y de derechas?

Ni de coña.

Estaba pensando en Johnny Ramone.

Ese tío tenía una empanada en la cabeza de la hostia. Aparte del pelo taza, y encima le
decía a los demás que se lo pusieran igual. Pobrecicos. Por lo demás, un pedazo de
grupo. Y tenía a otros en la banda con los que discutía. Eso está guapo y no deja de ser
punk. El que haya uno que es conservador y otro que no. Los principios del punk eran
así: te podías encontrar a gente haciendo el saludo facha por diversión y gente que decía
soy más facha que la hostia y soy punk. Te encontrabas cualquier cosa: drogados,
políticos… Una mezcla increíble. Éramos una gusanera, un montón de gusanos en un
cadáver.

Igual en los Ramones esa convivencia forzada era más una cuestión de negocio.

De los Ramones me creo el documental ese que salió y que contaba que les jodieron
todo el rollo, discográficamente no se llevaron jamás una mierda, y mira que había
discos de los Ramones. Tenían que andar tocando y tocando y tocando. Parecían unos
desgraciados. Yo eso me lo creo porque, al estar en un grupo, ves que a alguien no le
importa decir la verdad delante de toda la gente aunque sean cagadas. Contaban sus
contradicciones, sus broncas… Lo contaban todo. No tenían ningún problema y no era
venganza ni nada. Es que se la sudaba que tú lo supieras. Y Rotten igual en el
documental que hay de los Sex Pistols y que no consigo encontrar nunca, el que cuentan
cómo se hizo el disco. Es una peña que son los reyes del punk y te lo dicen
tranquilamente. El guitarra lo cuenta: qué tontos fuimos, le pudimos haber sacado un
poco más de pasta. Ale, plas, a la puta cara. Una torta, como diría mi abuelo, por tonto.
Y luego hay gente que te dice: sois unos vendidos…

¿Tú harías un documental así con Gatillazo?

No, no creo, sería imposible juntarnos a todos. Bastante que vamos en la mismo
furgoneta. Somos muy majos, nos llevamos de puta madre, pero en cuanto se para el
cacharro sale cada uno disparado.

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¿Pero estarías dispuesto a meter a alguien con una cámara?

No, si coincide que es colega de alguien, conocido o que es el invitado personal de


alguno del grupo… Pero estar todo el día tocando los cojones con la cámara… Pues
también le joderíamos a él. Pero nada más. Qué va. Esta es una cuadrilla de gremlins
que va en furgoneta y fuera.

En Gatillazo son todos mucho más jóvenes que tú.

Sí, pero ya van cogiendo sus añicos.

¿Y cuál es la relación con ellos?

De puta madre, que yo sea el Evaristo se la suda ampliamente. Es triste, pero es una de
las razones por las que estoy con ellos. Si tienen que engancharme y decirme cuatro
cosas, pues de igual a igual. Es lo normal. Qué coño el Evaristo.

Os ibais a llamar «Artistas drogados con tu dinero».

O muchos más. Había ciento y pico nombres. A mí me gustaba también El payaso del
rey. Porque el rey tenía un payaso, no sé si lo sabías.

¿Quién era el payaso del rey?

Salía en un espejo.

No lo pillo.

Sí, que no era que el rey tuviera un payaso, sino que el rey es un payaso y se mira en el
espejo (risas).

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Y lo de Artistas drogados con tu dinero, ¿es una buena definición del mundo del
rock?

No, era un chiste para esa gente que te viene con la teoría del teorema a tocar los huevos
cuando estás tan tranquilo. Te viene uno contando: es que vosotros no sé qué… Los
estorbapenas, los que vienen a estorbarte con sus penas… Si quieres penas, te cuento las
mías y verás qué risas.

Decías en una entrevista que desde que has dejado las drogas tienes menos tiempo.

Sí, porque hago más cosas. Me he metido en todo lo que no me había metido antes
porque estaba agarrotado, puesto todo el rato. Yo no digo a nadie ni que se drogue ni
que no se drogue. Me parece una cuestión personal. En cuanto la criatura tiene más de x
años, no le puedes contar a nadie películas. Es su puta responsabilidad. No recomiendo
a nadie que se drogue porque no considero que sea una diversión ni un juguete. Es una
opción personal. Y es serio.

¿Pero tú tienes la sensación de que las drogas te han quitado o te han dado más?

No lo puedo ver desde ese punto de vista. No puedo irme hasta ahí a ver si me han dado
o me han quitado. No, simplemente ha ocurrido. Ya se ha acabado. Me lo he pasado
bien y lo he pasado mal. Llega un momento en el que te drogas porque sí, por lo menos,
en mi caso y en el de mucha gente que me ha rodeado. Al final, acaba siendo como una
especie de costumbre social que te cuesta un dinerito.

¿Cuántas canciones tienes escritas? Doscientas, trescientas…

Una vez conté con Iñaki las de La Polla y eran doscientas doce, pero nos pudimos
confundir porque contábamos a ojo.

¿Y hay algún tema con el que no te hayas atrevido?

Hice tres de amor; dos de amor y una de desamor, pero fue un desafío. Me decían: a que
no te atreves. Y contestaba: te va a caer una canción más chula que la hostia. La de
desamor fue para que tuviera también del otro lado, para que veas que puedo. Pero nada,
no hay ningún sentimiento ahí. No me gusta el tema ese porque me parece muy personal
y hay grupos que hacen unas canciones de amor de puta madre: te quiero, no te quiero,
me quieres, no me quieres, me dejas, te dejo, venimos, caímos, llovió… Yo qué sé. No
me interesa.

¿Y has escrito alguna canción criticándote a ti?

Sí, además con humor, la de Maldita burguesía. Vi un anuncio de un coche que salía
una persona de mi edad de un grupo punk y dije: tú, hijo de puta, que tienes mi edad,
que estuviste en los mismos festis que yo pero tú no te pegabas abajo, tú eres el cabrón
que estabas con la cámara en la misma posición durante ochenta minutos y ahora te
dedicas al mundo de la imagen, hijo de puta, me estás vendiendo coches y me llamas
vendido a mí, desgraciado. Me piqué como un niño y tuve que sacar una canción con
eso, y de paso me di un poco a mí en la parte que me toca. Digo que odio el dinero pero
que cobro por tocar. Porque es que acababa el anuncio y el punki se largaba en una
mierda de carro, un Renault Laguna, y decían que a todo el mundo le gusta vivir bien. Y

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yo pensaba: hijo de puta, si eso es vivir bien, me pillo un Ferrari y no una puta mierda
de coche como ese. Puto Laguna de los cojones, ¿dónde vas con eso?

¿Y hay alguna canción de la que ahora reniegues?

No, hay alguna canción en la que la he cagado, pero la cagué yo. No sé, por ejemplo [Se
pone a tararear «Palabras», de La polla Records] la de «Soy el día, soy la luz / Soy la
noche y el terror», que es una especie de leyenda celta. Lo metí ahí con calzador, un
calzador gigante. O el estribillo de: «cierra el balcón / cierra el balcón / que tu olor
pestoso» [Se refiere a la canción «La trece» de La Polla Records]. Tú imagínate qué
bien suena la música, qué ocasión más desaprovechada. La cagué con una frase mala.
Como esas tengo unas cuantas y ahora pienso: no canto esto ni aunque me apunten con
una pistola cargada.

¿No hay ninguna donde te arrepientas de lo que dijiste?

¿Arrepentirme? No, lo dije. Ese era yo. Algunas me parecen infantiles ahora. La de «La
tortura». «Te han cogido por la noche indefenso…». Buah. ¿Me lo dices o me lo
cuentas? Y la de: «Tienen hambre» [Se refiere a «El ataque de los hambrientos»].
Parece que estoy contando una novedad. Hay unas cuantas así, pero la intención era
buena y, como diría el otro, lo di todo por el equipo. Aunque la cagué.

¿Alguna es tu preferida?

No, doy la cara por todas. Me da igual una que otra. Más para aquí o más para allá, en
todas intento decir lo mismo. [Un furgón de la policía aparca en la puerta del bar en el
que estamos. La decoración navideña se refleja sobre el cristal y parece que tienen las
sirenas encendidas: Evaristo lo mira y se ríe, «está bonito», dice].

En tu pueblo, en Agurain, ¿cómo te tratan? ¿Te van a hacer una estatua?

En algún sitio me han enseñado cosas como para que me emocione. ¡Socorro! Alguna
pintada supergrande o cosas de esas.

¿Qué dice la pintada?

Sale el puto careto haciendo gestos. Es una tontada. ¿No teníais otra cosa que hacer? Es
vergonzoso, una exageración y es para decir: hasta aquí hemos llegado.

Has colaborado con Los Chikos del Maíz.

Sí y con otros doscientos cincuenta mil.

¿Ves a los grupos de rap como los sucesores del punk?

No sé, Los Chikos del Maíz tienen unas letras que te puedes caer de culo y también
muchas de los Habeas Corpus. Uf, terribles, muy buenas, muy duras, cojonudas. Y
luego, en la canción de Los Chikos del Maíz «Putas y maricones» me parecía muy
gracioso el chistecito [Se refiere a la actualización que hace de su Chica Ye Ye].

¿Sabes que son amigos de Pablo Iglesias?

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No me extrañaría.

¿Cómo ves el fenómeno Podemos?

Pues que puede ser útil desde el punto de vista vasco.

Te refieres a la autodeterminación.

Sí, sí. No hay que llevarse mal porque la gente viva como pueblo y desarrolle su propia
cultura. Yo creo que debería ser enriquecedor. Ves un mapa de Europa, la de pueblos
que podría haber en lugar de Alemania, Italia… Tendría que ser flipante una historia de
setecientos pequeños países en lugar de un pedazo de unión.

Apoyaste a EH Bildu en las elecciones europeas. Creo que nunca lo habías hecho
antes.

Sí, aunque soy gallego de nacimiento. Antes solo había salido en una foto cuando se
presentó Euskal Herritarrok.

Al lado de Fermín Muguruza.

A su lado porque cuando apareció la prensa, entraron como toros. Me acojoné y me fui
donde estaba el único que conocía.

¿Qué ha supuesto para ti el apoyo a Bildu?

Nada, me pareció que hice lo que tenía que hacer y al rato siguiente me fui a comer con
un colega que bajaba del monte.

¿Vas a repetir en las próximas?

No sé, yo ya dije lo que tenía que decir. No me voy a poner ahora, ni de coña, no me
voy a meter en política ni a decir este es mi equipo ni nada. Mi equipo es el Celta y ahí
me pareció que era el momento y que era lo correcto. Lo digo porque la gente sí me ha
comentado cosas de esas de una u otra manera y simplemente es así. Me acuerdo de que
en el 98, con lo de Euskal Herritarrok, cuando la gente me preguntaba, yo respondía:
soy un adulto, tengo treinta y ocho años y hago lo que me da la gana. Por eso lo he
hecho.

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Antes eras muy contrario a las entrevistas.

Cuando empecé con el grupo no pensamos para nada que nos iban a hacer entrevistas.
Era un flipe. Hacíamos primero el payaso, como los niños, llegas a la radio y empiezas a
hacer el gamberro, ese tipo de mierdas. Luego llegó un momento en el que ya
estábamos hartos de tanto rollo porque te quitaba tiempo y en La Polla éramos más de
volver al pueblo y cada uno por su lado. No éramos de La Polla a tiempo completo.
Luego dejé de hacerlas. Después empiezas con alguna porque al tío lo conoces o porque
estás borracho en un festi o incluso porque te conviene: piensas que hablando del puto
disco, te van a salir más festis, y vas y te tragas otra vez el anzuelo y vuelves, como
Pescanova.

¿Te sientes bien tratado por los medios?

Sí, ya me pueden venir con ataques o con rollos, pero nadie me viene estilo agresivo.

Tampoco se te ve incómodo.

Llega un momento en el que llevas diez días hablando con todo el mundo y es un poco
estúpido, digo lo mismo casi siempre porque es lo que pienso. Para ti, si no has visto las
anteriores, te puede parecer que estoy contando algo, pero para mí es como me cago en
Dios, ya es la vez número veinticinco. Se convierte en una cosa tonta.

¿Con las canciones no tienes esa sensación de repetirte?

Que va, con las canciones ya he encontrado el punto. Hay tantas formas de hacerlo y de
decir lo mismo una y otra vez.

Llevas treinta años diciendo lo mismo.

Sí, es la misma cosa todo el rato.

Porque la realidad no cambia.

El sistema capitalista lleva muchos más y parece que no aburre, así que por qué voy a
aburrir yo.

Pero ahora parece que va todo mucho peor.

Sí, va más rápido. Yo creo que empezó con la caída del muro de Berlín. Para ellos fue
acabarse el muro y fiesta, barra libre. Bueno, empezaron antes con la Thatcher y
el Reagan marcando goles, pero lo del muro ya fue fiestón.

Sí, eso que decíais en los ochenta en «En Londres»: «Si allí tienen a la Thatcher,
aquí tenemos a Ardanza».

Sí, joder, terrible… Igual, igual…

En «Esclavos del siglo XXI», el último single de Gatillazo, dices «Atrapados en el


precio de una crisis eterna por tener esas cosas que no nos interesan«. ¿Esa es la
mejor definición de la crisis?

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No, no es la mejor definición. La mejor definición es que hay una cuadrilla de ladrones
que se lo han chupado todo destripando a la población como pescaditos. Eso es más
real, pero quería contar la parte que nos toca porque somos un poco bobos, corremos
detrás del engaño como toros nobles. Vamos detrás de cualquier tontada.

¿Cuál es tu posición ahora respecto a eso? ¿Hay que organizarse y plantarles cara?

Sí, con la gente que tienes a tu alrededor. No veo una gran organización mundial ni nada
así porque al final siempre se acaba diciendo que había que centralizar decisiones, que
se tuvieron que tomar rápido… No. Cada uno en su lado que se ocupe de los suyos. Tú
en tu pueblo conoces a la gente y ahí es donde te puedes organizar. Y ya es difícil
entenderse con el cabrón de tu vecino, con el que no te hablas porque no sacude la
alfombra cuando le toca limpiar el portal. Con ese te tienes que poner de acuerdo, y es
lo más jodido, a mí me cuesta horrores. Por ahí también nos tienen cogidos.

¿Tan fácil? ¿Solo eso?

Si cada uno hace lo suyo por su lado, no es necesario ni estar en comunicación.


Simplemente hay que saber que en cada momento estás haciendo lo que te toca. Creo.
Al que le joden siempre está haciendo lo que le toca. No hay policías para tanta gente y
fíjate que hay [Señala, porque curiosamente en ese momento hay cinco policías en el
otro extremo del bar, los de la furgoneta]. He hecho juegos de guerra mogollón de
tiempo con fichicas y no hay manera. Napoleón no tenía tantos muñecos. Eso es lo que
creo. Lo que pasa es que nadie quiere ser el primer muerto en una guerra ni el último. Ni
el del medio.

¿Y la energía ahora de donde la sacas?

No sé, hace tiempo que no me drogo y respiro más. Me he fumado a Cristo, me he


metido a Cristo y me he bebido a santo Dios por las patas, y todo eso sin comer
adecuadamente, llevando horarios irregulares, y así. Todos los errores. Y si no son
todos, me faltarán muy pocos.

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¿Sigues componiendo?

Sí, se me ocurren canciones. Creo que estoy a punto otra vez de que me enseñen a abrir
una carpeta en el ordenador y hacer un rollo de música porque no sé tocar ningún
instrumento.

¿Nunca has intentado aprender a tocar?

Sí, un poco la guitarra, pero como no era fácil lo dejé. En casa tengo un piano con luz.
Tengo las instrucciones desde 1990 y no acabo de… Pero están bien, están escritas
como para chavalicos.

Antes comentabas que estabas haciendo camisetas. ¿De qué tipo?

Empezamos haciendo las que nos gustaría ver en un tenderete y no encontrábamos de


Gatillazo, también con lemas como «mi gobierno quiere matarme». Sacamos una muy
buena de un policía con el plátano de Warhol. A mí me pareció graciosísimo. Con eso
sacamos un extra porque ya con la música no da para vivir.

Ahora las camisetas de los Ramones las lleva todo el mundo. ¿A ti te jodería ver tu
cara en una camiseta?

Ya está por todos lados. La sacó tanta gente que incluso la he sacado yo. Hombre, no te
jode. ¿Me estás llamando tonto?

¿Cómo son?

Sale mi careto desfigurado, que ha mejorado bastante, y ahora que casi no fumo, salgo
fumando para completar la vaina.

¿Cómo te ves en diez o veinte años?

No lo sé. Ojalá parecido a ahora.

¿Pero te gustaría seguir tocando?

Depende, si puedo bailar con un poco de elegancia, aunque no pegue los saltos que pego
ahora, pues vale. Pero espero no estar agarrado al micrófono e intentando no caerme.
Me conformo con poco, no quiero hacer acrobacias. Ahora me pego el gusto y me doy
una paliza de puta madre. Luego solo yo sé lo que duele, pero tampoco me estoy fijando
en eso. Me desahogo y digo: a ver si va a ser la última, me cago en dios… El día que
vea que voy solo para sacarme la pasta, olvídate, ya me buscaré la vida. Tampoco
somos gilipollas.

El público contigo es muy agradecido.

En mi caso, sí. Cualquier chorrada que hago parece que la comprenden o que nos
entendemos. Desde arriba, después de tantos años, ves miradas, contactos, movidas, el
tío simpático, el tío que te está estudiando, el que dice me cago en Dios, no caerás de
una puta de vez…

¿Qué música escuchas ahora?

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Lo que escuchaba de crío: los Pistols, los R.I.P., Cicatriz, todos los grupos ingleses de
punk del 77, y algunos que se han ido quedando: Social Distortion, los U.S.
Bombs. Ese tipo de peña.

Por mi parte ya está todo, ¿quieres decir algo más?

Joder, te parecerá poco. Pero aquí siempre digo lo mismo: la tortura es una cosa que está
muy fea y es de cobardes.

Fotografía: Guadalupe de la Vallina

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2019-13 de febrero…

“Este sistema es una


picadora de carne”
Evaristo Páramos, excantante de La Polla Records y
actual líder de Gatillazo, recopila anécdotas en el libro
‘Qué dura es la vida del artista’
ALBERTO G. PALOMO
Madrid 12 FEB 2019 - 21:06 CET

Evaristo, en un bar del barrio de Vallecas en Madrid. PABLO GÓMEZ MORENO


DE REDROJO

Hasta dos decenas de aretes cuelgan de sus orejas. Rozan con unas llamas
tatuadas en el cuello, que sobresalen de un cuerpo más robusto en directo del que
se adivina en medio de un escenario. Evaristo Páramos (Tui, 1960), excantante
de La Polla Records y actual líder de Gatillazo, sigue mostrándose a sus 58 años
igual de lenguaraz y combativo que cuando empezó su singladura por los
escenarios, allá por 1979. Acaba de publicar ‘Qué dura es la vida del artista’
(Desacorde Ediciones), una recopilación de anécdotas sobre su etapa al frente de

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uno de los grupos punk en castellano más emblemáticos. Lo presentó en un bar


del barrio madrileño de Vallecas. Y, a pesar de que su camiseta dice ‘Trabajar no
es un derecho, es una mierda’, charla sin prisas, animado, convirtiendo cada
respuesta en un torbellino de información.

Giras por la península y por Latinoamérica, enfrentamientos con el público o


algunas batallas de trastienda recorren estas 300 páginas, donde Páramos se ha
alejado de la doctrina o el análisis. No ha querido ni pontificar sobre una época ni
rememorarla con nostalgia. Simplemente pretendía estampar sus recuerdos.
Personales e intransferibles. Incluso distorsionados o borrosos por culpa de
ciertos estupefacientes. “Les contaba muchas historietas a los de Gatillazo en la
furgoneta y ellos me decían que las escribiera. Al principio empecé a darle una
forma más literaria, pero –como no soy escritor- la idea fue que sonaran tal cual”,
afirma.

Cada página luce extremadamente oral. Desde el nacimiento del grupo hasta su
final, causado por varias bajas cuando ya eran “como un matrimonio viejo”.
“Cada perro meaba en su árbol, pero funcionábamos muy bien. De hecho, aunque
todos tuviéramos visiones diferentes, salieron cosas aceptables”, recuerda
después de más de 15 álbumes de estudio y en directo. Al músico, de origen
gallego, la vida le cambió cuando escuchó a los Sex Pistols. Los berridos que
profería este grupo inglés voltearon su adolescente corazón en Agurain, pueblo
de la meseta alavesa. Y los menos de 5.000 vecinos asistieron al nacimiento de
una banda con tachuelas, crestas y ropa ajada.

“Éramos punkis de pueblo”, sonríe. "Por eso nos hicimos llamar el Comando
Paco Martínez Soria. Nos dábamos la Boina de Oro a la garrulada más gorda”.
Su primera maqueta se llamaba ‘¿Y ahora qué?’ (1982) y condensaba en trallazos
de dos minutos la rabia contra la ausencia de futuro. Evaristo Páramos disparaba
estribillos como obuses. Principalmente contra la autoridad y contra cualquier
tipo de patriotismo. Con No somos nada, de 1986, y Ellos dicen mierda, nosotros
amén, de 1990, se hicieron un grupo en el circuito y engrosaron las filas de lo que
denominaron rock radikal vasco. Una etiqueta que no compartían, pero que no les

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quedó más remedio que cargar, a pesar de que incluso entre los aficionados de la
región levantaban recelos por su crítica al nacionalismo.

Sufrieron episodios incómodos. Los conciertos solían incluir peleas, botellazos y


una enorme lluvia de escupitajos. También se les tachó de vendidos sin motivo
aparente. “Hubo muchas cosas desagradables, pero la perspectiva del paso del
tiempo y los toques de humor me hacen verlas de otra forma”, sostiene. ¿Lo más
molesto? Aquello que implicó engaños del mánager o de sellos discográficos.
Aun así, Páramos ha preferido obviarlos. Apenas da nombres. Ni de otros
compañeros de escenario ni de personas que “solo querían aprovecharse por la
pasta”. “No sé si lo he quitado por cagón o por respeto”, arguye.

Las ganas de quejarse, sin embargo, no se le han pasado. El autor de discos


como Bajo presión (1994) o Toda la puta vida igual (1999) ha continuado
criticando la situación actual en su nueva formación. “Este sistema es una
picadora de carne. El poder no tiene ningún tipo de escrúpulos. Cada vez controla
otro aspecto nuevo de nuestras vidas. Es como cuando te pesca un anzuelo: ya no
te suelta, y te tira más fuerte cuanto más te mueves”, asiente quien fue
denunciado el pasado mes de mayo por infringir la Ley de Seguridad
Ciudadana,conocida como Ley Mordaza. Le acusaron de insultar a la policía
durante una actuación. “Están al detalle. Y lo justifican como una defensa para la
gente. Es maravilloso”, bromea.

Una paradoja, esgrime, que lleva hasta a manifestarse por mantener un puesto de
trabajo, aunque sea para perjudicar a otros. “Tienes que luchar por tu empleo,
incluso a costa de que fabriquen armas que maten a gente. Y no te queda otra,
porque es eso o la puta calle”, comenta. “Vivimos igual que antes. En el
franquismo se llamaba ‘democracia orgánica’ y ahora ‘monarquía parlamentaria’.
La población necesita alimentos, vestimenta y un sitio donde vivir. Habría que
partir de ahí para controlar la producción y el reparto, aunque lo más importante
para ser libre es ser el dueño de tu tiempo. Hay que poder andar con la cabeza
alta y con tranquilidad. ¿Eso pasa ahora? No. Y que no nos llamen tontos porque
no lo somos”.

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Finalmente, quiero recoger aquí, como colofón, un cuento de la saga de El


paraíso de las islas que tenía por ahí perdido, entre cuadernos del archivo del
CEDCS, y que desempolvo para esta ocasión. Su signatura sería: CEDCS,
estante 1, legajo 6, cuaderno 2, pp. 91-87, “Dos cuentos”. Este que sigue, es el
segundo de esos dos cuentos. Los protagonistas son Lala Paki y Sidi Kid, una
chica y un chico jovencísimos – un chuti y una chupi, como se autodenominaban
– de los llamados entonces Kokobolas, de grupos sociales extremos que no
conocían más allá de doscientas palabras, con las que se expresaban malamente,
pero excelentes músicos al mismo tiempo, creadores de ritmos novedosos y
divertidos. Mal que bien, iban tirando; y la Lala Paki, muy lista, pronto aprendió
a expresarse mejor que su compañero Sidi Kid, más brutito que ella, pero que la
seguía como un corderito enamorado. El cuento es, más o menos, un discurso de
la Lala Paki, y el título del cuento es:

Lala Paki habla sobre música, con una historia de play-back de fondo, por una Radio
Futura inconmensurable. ¡Qué palabras!

Como sabéis, yo y los chutis y chupis de mi grupo somos hijos directos de la polla
record, un grupo muy antiguo que cuando teníamos seis o siete años y sólo acudíamos a
la escuelita de la esquina de nuestra manzana en el barrio a las charlas diarias de
nuestros chutis y chupis más mayores, era un grupo que nos moló primero y terminó por
gustarnos cuando terminamos por comprender lo que decían en sus letras. Justito lo que
nos pasaba a nosotros.

Su canción “Súbete los pantalones, no te dejes dar” se convirtió en un himno para las
chupis de nuestro barrio que, desde entonces, y tras una larga bronca con los chutis más
machistas, a los que les ganamos, y por hostias, al final, hicimos de los pantalones,
como fueran, pero con telita prieta en la entrepierna, como tiene que ser, nuestra prenda
de vestir más fija. Para poder ser incluidas en el “nosotros” al que se refería la canción
de la polla. Era una hermosura sentirse incluidas en un nosotros con tan maravillosa
mala ostia, como lo decía haciendo caverna con su garganta y eco de hondón profundo
como un pozo el cantante loco de la polla record. Yo lloraba cuando comenzaba, con
voz firme, rotundo: “¡Sé cómo estás!” Yo temblaba y, en ocasiones, casi llegaba a
mojarme todita, por allí, por la entrepierna protegidita por ceñida tela, pantalón,
temblaba y me sentía unida a aquel loco vocinglero más que a cualquiera de los amantes
ocasionales, que luego me enteré que se llamaban así, que me salían por entonces al
paso. Gritaba aquel loco: “¡Yo estoy igual!”. Y yo con él casi histérica: “Todos nos
quieren pisar”. Todos saltábamos: “Es consecuencia de no estar en su juego”.

Luego, siempre, extasiada, escuchaba con muchísima atención porque sabía que allí me
estaba revelando la clave de mi vida y de las cosas, pero tenía que luchar por
comprender las palabras y siempre me quedaba insatisfecha del resultado final de mi
esfuerzo comprensor. Creo que a aquellas angustias debo el que haya querido
convertirme en teórica, o intelectual, o como le llamen a aquello, en cuanto pude tener
medios y ocasión para ello. ¿Eh? ¿Qué os pareció?

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Pero sigamos con aquel nuestro himno, que a mi tanto me fascinara sin comprender las
palabras en su más hondo sentido: “Tienen la ley, también tienen a Dios, tienen a sus
ejércitos”. Y luego, sí que lo comprendía en toda su profundidad, y sobre todo con el
bramido el cantante loco de la polla: “Pero nosotros tenemos mala oxtia”. Y ya todo era
un salto y un grito: “Súbete los pantalones, no te dejes dar”. “¡Y arrea!”, concluía la
canción, nuestra canción, la canción de las titis de mi barrio.

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