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Por la tortuosa senda, del Gólgota empinado

camina bajo el peso terrible de una cruz


aquel que hizo los montes, el mar, y la cascada,
y pronuncia en el caos, el hágase la luz.

Aquel que dio a las flores su perfumado aliento


y tachono los cielos de estrellas mil por mil,
aquel que puso freno a fuego, mar y viento
diciendo: ‘Deteneos, no pasareis de aquí’

Aquel que colocara con mano poderosa


al sol la pura lumbre en lo alto del cenit
aquel que diera sones de música armoniosa
al arpa gemidora del inmortal David.

Miradle allí, con faz entristecida


sus ropas aun mojadas por la sangre que vertió
mirad como atormenta su faz entristecida
la pérfida corona, que el hombre entretejió.

Esta la tarde triste, opaca, silenciosa,


las fuentes no murmuran, las aves no se ven,
y un velo ceniciento de nubes misteriosas
envuelven en sus garras la indómita Salem.

Curiosa muchedumbre se agolpan al camino


cual alas de vivientes moviéndose en tropel
"Ese es Jesús" exclaman, "el loco, el peregrino"
así es como titulan al hijo de Israel.

Jesús camina en tanto y arrastra fatigado


por la tortuosa senda el leño abrumador
en su semblante augusto se mira retratado
lo acervo de su pena, lo cruel de su dolor.

Y llegan lo desnudan, lo acuestan inhumano


sobre el madero tosco que el tiempo endureció
y un golpe, y otro golpe resuenan en sus manos
haciendo roja herida el hierro penetro.

Ya escarban y taladran en la tierra dura


y un agujero abriendo el leño han de clavar
con cuerdas lo sujetan, lo elevan a la altura
mirad, allí esta el Justo, el Hijo de Jehová.

Contémplale Maria, la madre cariñosa,


la tierna, la sensible, la flor de Jericó
la triste madre llora, y sigue silenciosa
los pasos vacilantes del hijo de su amor.

¿No veis como en sus ojos se agrupan y rebosan


y escapan esas perlas, lenguaje de su amor?
Son lágrimas ardientes que queman y destrozan
es sangre que se escapa del rojo corazón.

Desconsolado y triste, cansado y sin aliento


solloza y se acongoja, no puede mas sufrir
más hoy que es impotente, fatídico y sombrío
el cuadro que mis labios se atreve a describir.

Feroces los verdugos de victimas ansiosos


lo insultan y escarnecen, se mofan de Jesús
y en su hondo escepticismo con labios injuriosos
"si Dios eres" le dicen, "desciende de la cruz".

Jesús eleva al cielo, sus ojos empañados


por lagrimas que arrancan las fuerzas del dolor
y dice al padre amado, en todo acongojado
"no saben lo que hacen, perdónalos Señor".

Su vista vuelve al suelo, y al ver sola a Maria


"Mujer" dice mostrando al buen amado Juan
"ahí tienes a tu hijo" y a este en su agonía
"ahí tienes a tu madre" murmura con afán.

Mas escuchad a Demas, "Señor" dice sumiso


"cuando en tu reino vengas, acuérdate de mi"
y el justo le contesta: "de cierto te prodigo
allí en el paraíso daré lugar a ti"

Retratase en su rostro la angustia y el tormento


su vista eleva y mira llorosa hacia el cenit
y exclama desgarrando del pecho el sufrimiento
"¿Por qué, por que, Dios mío, me abandonaste así?"

"Sed tengo" dice entonces su labio amortecido


aquel que diera el agua al pueblo de Israel
¿no veis aquella esponja que acercan al Ungido?
pues en su seno lleva, vinagre y amarga hiel.

Ya dobla la cabeza, la muerte presintiendo


y exclama: ‘consumado el sacrificio esta’
"oh Padre, yo en tus manos, mi espíritu encomiendo"
Miradle turba inicua, Jesús ha muerto ya.

El cielo se oscurece, la humanidad se aterra


del templo el velo santo razgose hasta su fin
retumba y se estremecen los ejes de la tierra
y el mar embravecido rehulle en su confín.

Los muertos resucitan, la turba de el se escapa,


aterrados en loca confusión
los astros aparecen absortos alumbrando
la pira sacrosanta con tenue resplandor.

Las nubes se amontonan y chocan exhalando


gemidos bramadores, de eléctrico fulgor.
Los ángeles llevan al trono del Eterno
sus mágicos acentos en férvida oración.

Ya el sol de la esperanza nació en el horizonte


y un Dios al vil esclavo dignose a redimir
¡Hosanna! ¡Hosanna! repiten los valles y los montes
humanidad ingrata, es tuyo el porvenir.
¡Hosanna! ¡Hosanna! repiten los collados
humanidad ingrata, ¡Jesús murió por ti!

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