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Los evangelios sinópticos ponen en boca de Jesús de Nazaret estas mismas palabras
como el principal mandamiento que deben cumplir los que le sigan: «Amarás a tu
prójimo como a ti mismo». Sin duda nos encontramos con una norma ética de una
exigencia radical, ya que plantea amar a la otra persona (prójimo) como a uno mismo.
Si nos atenemos a la parábola del Samaritano (Lc 10,29), el prójimo es todo aquel que
“hic et nunc” (aquí y ahora) necesita mi amor y mi ayuda; desde luego que hay
relaciones y situaciones naturales que nos unen más íntimamente con una persona que
con otra (padres, hijos). La caridad cristiana abraza a todas las creaturas que están en
amistad con Dios o que son capaces de dicha amistad.
En igualdad de necesidad (material o espiritual) pasan primero quienes nos están
unidos más íntimamente (por parentesco, por amistad), o también deben pasar primero
los que están confiados a nuestro cuidado (evidentemente atenderemos primero a
nuestros padres que a nuestros vecinos).
2. Cristo como medida del recto amor a nosotros mismos y al prójimo.
La medida nueva y definitiva del amor al prójimo es el amor de Cristo. Si abrimos el
Santo Evangelio encontramos distintas medidas: en Mt 7,12 encontramos una: “Cuanto
quisiéreis que os hagan a vosotros los hombres hacedlo vosotros a ellos”. Esta es
quizás la interpretación a esta otra: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22,39;
Rm 13,9).
Deteniéndose en este primero, vemos que no se nos pide que amemos siempre al
prójimo con la misma intensidad de sentimientos con que nos amamos a nosotros
mismos, y tampoco que se nos pide que nos amemos primero a sí mismos para luego
amar al prójimo. Sobre el particular compete decir que ambos amores (el de sí mismo y
el del prójimo) han de crecer simultáneamente prestándose un apoyo mutuo y
recíproco.
El precepto de Cristo señala la medida definitiva de la caridad fraterna, la cual es: “Un
nuevo precepto os doy y es que os améis mutuamente como yo os he amado” (Cfr. Jn
15,12; 1 Jn 3,11.16). Entonces, la última medida del amor al prójimo no es el amor a los
otros porque ambos amores han de medirse por el amor que Cristo nos profesa.
3. Alcance del amor al prójimo en sus diversas necesidades.
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Royo Marín, Antonio, Teología Moral para seglares, B.A.C
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antes darles de comer ‘para que no desfallecieran en el camino’ Mc 8,3”.Cristo no vino
propiamente a traernos el beneficio de las riquezas terrenas; sin embargo, a Cristo no le
bastó proclamar la ley de la justicia y la caridad, sino que personalmente prodigó en
ayudar, en curar y alimentar. El hombre al que debemos amar es una totalidad corporal
y espiritual. El verdadero cristiano, ha de ser sacramento del amor de Dios para el
necesitado y en sentido inverso, el pobre es un sacramento de Dios, de Cristo para
quien pueda socorrerla.
En el evangelio las obras de misericordia serán la piedra de toque para saber si hemos
amado a Cristo realmente en la persona del prójimo (Mt 25,31). Alimentar, vestir y
hospedar al prójimo, al pobre, es hospedar, vestir y alimentar a Cristo. De modo que la
verdadera beneficencia no tiene como fin exclusivo remediar la necesidad corporal, sino
que aspira a ennoblecer al necesitado, hacerle sentir que se le ama y que se es digno
de amor.
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• El apostolado de los seglares
- En el Decreto del Vaticano II sobre apostolado de los seglares se le concede enorme
importancia teológica y apostólica a la actividad seglar en el ámbito de la salvación de
los otros.
- Apostolado común. Hay apostolado común cada vez que el cristiano sin esperar que lo
empujen trata de ganar almas para Cristo: ganarlas con su vida, ejemplo y palabra. Este
apostolado común acontece en virtud de la misión que le confiere al hombre el
Bautismo y la Confirmación y dado también el caso el sacramento del Matrimonio.
- Apostolado connatural. En este apostolado laical connatural incluimos toda
cooperación para la edificación del cuerpo de Cristo. Este apostolado propiamente
como tal, se trata de hacer penetrar el espíritu cristiano en toda la vida: familiar, social,
económica, política.
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escandalizado: la debilidad o fragilidad moral; su incapacidad para discernir el deber en
su situación.
El escándalo de los malintencionados. El mero hecho de llevar una vida auténticamente
cristiana, será necesariamente la “piedra de escándalo” para el mundo enemigo de
Dios.
Escándalos más comunes: El autor habla de la moda, el arte degenerado y la
literatura pornográfica; del cine, dice que hoy día es el medio más utilizado para
escandalizar al mundo; y porque el escándalo es público es preciso unirse para
combatirlo, sobre todo presentando un cine moral.
Reparación del escándalo: Quien dio escándalo debe esforzarse por impedir sus
efectos y por reparar el daño espiritual causado. Por razón de su estado los padres,
educadores, pastores, están especialmente obligados a hacer cuanto sea necesario
para anular el escándalo que hayan dado.
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