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La autonomía de la inconsciente.

La religión es una de las manifestaciones mas tempranas y universales del alma humana. No es
solo un fenómeno sociológico o histórico, sino también una cuestión personal de importancia
para gran número de seres humanos.

Mi saber se basa en hechos empíricos y que, como tal, se atiene a la posición de la


fenomenología. De hecho, la experiencia no es en absoluto posible sin una deliberación
reflexiva, ya que la experiencia es un proceso de asimilación sin el cual no puede darse
comprensión alguna.

Este punto de vista rigurosamente empírico es el que mantengo a la hora de ocuparme de un


fenómeno que, como la religión, reviste un aspecto psicológico de suma importancia. El
mismo, metodológicamente hablando es el fenomenológico, es decir, que sus objetos están
representados por sucesos, acontecimientos y experiencias, en una palabra, por hechos.

La idea es psicológicamente verdadera por el mero hecho de existir. La existencia psicológica


es subjetiva en la medida en que una idea solo aparece en un individuo. Pero a la vez, es
objetiva en la medida en que se ve compartida por un grupo mas numeroso de personas en
virtud del consensus gentium.

La psicología se ocupa de las ideas y otros contenidos mentales. No obstante, estamos tan
acostumbrados a pensar que los fenómenos psíquicos son productos arbitrarios del libre
albedrio, y aun simples invenciones del humano creador.

El hecho es que ciertas ideas hacen acto de presencia prácticamente en todo tiempo y lugar,
pudiendo incluso cobrar realidad de forma espontanea por si solas, con absoluta
independencia de la tradición y las migraciones. Estas ideas imponen directamente su
presencia a la consciencia individual.

La religión, como indica el verbo religere, consiste en una observación cuidadosa y


concienzuda de lo numinoso, es decir, una existencia o influjo dinámico que no es causado por
un acto arbitrario y que, operando con total autonomía, se apodera y enseñora del sujeto
humano.

Lo numinoso constituye una condición del sujeto que es independiente de la voluntad de este
último. Es la propiedad de un objeto visible o el influjo de una presencia invisible que suscita
una particular alteración de la consciencia.

Al descender al terreno del ritual y de la praxis tropezamos, no obstante, con ciertas


excepciones. Un gran numero de practicas rituales son llevadas a cabo con el único fin de
suscitar de forma intencionada la acción de lo numinoso por medio de ciertos artificios
mágicos. Todos y cada uno de ellos son precedidos por la fe religiosa en la existencia de una
causa divina exterior y objetiva.

La religión es una actitud especial del espíritu humano, en armonía con el uso original del
concepto religió, como la consideración y observación cuidadosa de ciertos factores dinámicos.
Las experiencias reunidas por el ser humano en su trato con estos factores, los cuales son
concebidos como poderes, le dictan que su poder y las amenazas o beneficios que de ellos
pueden seguirse para la existencia humana, son suficientemente grandes como para que se les
preste una cuidadosa atención y que la grandeza, belleza y significación que están revestidos
son tales que ha de tributárseles un respetuosos amor y adoración.
Toda confesión descansa originalmente en la experiencia de lo numinoso y en la pistis, es decir
en la fidelidad, fe y confianza ante una determinada experiencia de efectos numinosos y ante
la alteración de la consciencia de ella resultante.

Las confesiones son formas codificadas y dogmatizadas de las experiencias religiosas


originales. En ellas, los contenidos de la experiencia han sido santificados y, por regla general,
han pasado a formar parte de un rígido edificio doctrinal que con frecuencia presenta una gran
complejidad. La práctica y la recreación de la experiencia original se han convertido en rito e
institución inmutable. El numero de dogmas no esta prefijado de antemano y puede verse
acrecentado con el paso del tiempo.

Al psicólogo, si adopta una actitud científica, no le es licito prestar atención al hecho de que
cada una de esas confesiones pretenda ser la única depositaria de la verdad definitiva. Lo que
ha de hacer es dirigir si atención a la dimensión humana del problema religioso, pues el objeto
de sus reflexiones viene dado por la experiencia religiosa original y no por lo que las distintas
confesiones hayan hecho después con ella.

Simbolismo Religioso

La función de los símbolos religiosos

Nuestra conciencia civilizada se ha separado de los instintos, pero los instintos no han
desaparecido; simplemente, han perdido el contacto con la consciencia. Asique se ven
forzados a afirmarse de una manera indirecta, mediante lo que Janet llamaba “automatismos”.
Estos toman, en el caso de la neurosis, la forma de síntomas, mientras que en los casos
normales toman la forma de incidentes de todo tipo, como estados inexplicables, olvidos
inesperados, errores al hablar, etc. Estas manifestaciones muestran con toda claridad la
autonomía de los arquetipos.

Sin embargo, explorar la consciencia no es un pasatiempo popular, aunque hace mucha falta,
sobre todo en nuestra época, en la que el ser humano está amenazado por peligros mortales
que el mismo ha creado y que están escapando de su control.

Este estado de cosas explica el peculiar sentimiento de desamparo que está invadiendo a
nuestra consciencia occidental. Estamos empezando a comprender que el conflicto es en
realidad un problema moral y mental, y estamos intentando encontrar una respuesta.

El este tiene un gran mito y es el sueño arquetípico de una Edad Dorada o de un paraíso en la
Tierra en el que hay de todo para todos y un sabio gobierna el jardín de infancia humano. Este
poderoso arquetipo es sostenido mediante la infantilidad, pues nuestra civilización occidental
está atrapada por la misma mitología.

La vida y el mundo son un campo de batalla, siempre lo han sido y siempre lo serán; de lo
contrario, la existencia no tardaría en acabar.

En nuestros días, innumerables personas han perdido la fe en una u otra de las grandes
religiones. Ya no las entienden. Pero cuando llega el sufrimiento, las cosas cambian muy
rápidamente. La persona busca una salida y empieza a reflexionar sobre el significado de la
vida y sobre sus desconcertantes experiencias. Es significativo que, según estadísticas, el
psiquiatra es consultado mas por los protestantes y los judíos que por los católicos. Esto era de
pensar, pues la Igelsia católica todavía se siente responsable de la cura animarum, de la cura
de almas. Pero en nuestra época científica al psiquiatra se le preguntan cuestiones que en
otras épocas pertenecieron al terreno del teólogo. Las personas saben que las cosas serían
muy diferentes si tuvieran fe positiva en una vida con sentido o en Dios y la inmortalidad.

El ser humano necesita positivamente ideas generales y convicciones que den un significado a
su vida y le permitan encontrar su lugar en el universo. El ser humano puede afrontar los
problemas más duros si está convencido de que tienen sentido; pero se viene abajo cuando,
tiene que admitir que está tomando parte en “un cuento contado por idiotas”.

El objetivo de los símbolos religioso es dar significado a la vida del ser humano. Les da a su vida
una perspectiva y una meta más allá de su existencia individual y limitada.

Sin embargo, los mitos están formado por símbolos que no fueron inventados, sino que
sucedieron. Los mitos remontan a los narradores primitivos de historias y a sus sueños, a
hombre estimulados por sus fantasías que no eran muy diferentes de los poetas y los filósofos
de épocas posteriores. Los narradores primitivos de historias no se preocupaban por el origen
de sus fantasías; solo mucho más tarde la gente empezó a preguntarse de dónde venían esas
historias. Esto es exactamente lo que nuestra época ha intentado hacer con el simbolismo de
los sueños: suponer que el sueño no significa lo que parece decir.

Esta suposición es completamente arbitraria. El sueño es un fenómeno normal y natural que es


simplemente lo que es y que no significa algo que él no es. Llamamos simbólicos a sus
contenidos porque obviamente no tienen un solo significado, sino que señalan en direcciones
diferentes, por lo que tienen que significar algo que es inconsciente o que al menos no es
consciente en todos sus aspectos.

A la mente científica le irritan muchísimo los fenómenos de tipo de las ideas simbólicas, pues
no lo podemos formular de una manera que satisfaga a nuestro intelecto y a nuestra lógica.

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