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KAI AMBOS
Catedrático de Derecho penal
Universidad de Göttingen
aquellos que ejecutaron los actos, de acuerdo con sus distintos ran-
gos–, no tiene demasiado sentido utilizar conceptos ordinarios de
aconsejar y solicitar la comisión de un crimen. En virtud de que estos
crímenes fueron cometidos en masa, no sólo en relación con el
número de víctimas, sino también en relación con el número de quie-
nes cometieron el crimen, el grado de cercanía, o lejanía de estos
criminales respecto del homicida concreto no significa nada en lo
referente a la determinación de su responsabilidad. Por el contrario,
en general, el grado de responsabilidad aumenta a medida de que nos
alejamos del hombre que utiliza el instrumento fatal con sus propias
manos y llegamos a los altos rangos de mando, los «consejeros» en
lenguaje de nuestro Derecho. Respecto de las víctimas que no murie-
ron pero que fueron colocadas en condiciones de vida calculadas para
causar su destrucción física, es especialmente difícil de definir en tér-
minos técnicos quién instigó a quién: el que persiguió y capturó a las
víctimas y las deportó a un campo de concentración, o el que las
forzó a trabajar allí (46).
2. Defensas