Está en la página 1de 6

SALTO ATRÁS

Escena I
(Doña Elena, luego Brígida)
ELENA.- (A la puerta del fondo) ¡Brígida!… ¡Brígida!… ¡Anda, por Dios mujer; eres una
posma!

BRÍGIDA.- ¡Voooy!… Tengo las manos mojás, porque estaba fregando.

ELENA.- Anda, que a quien sea tú no le vas a saludar sino con la cabeza. (Viene al centro de
la escena) ¡Sécate en el delantal!

BRÍGIDA.- (Apareciendo en la puerta del fondo) Señora, mande usted.

ELENA.- Que vayas a ver quién es, porque van a tumbar la puerta o a secar la pila del timbre.
Si es el padre Castrillo, lo pasas inmediatamente, pero cualquiera otra persona vienes antes a
avisarme. (Medio mutis de Brígida) ¡Eh! ¿Qué es eso? Estoy cansada de decírtelo: en mi casa
se acostumbra que el servicio antes de retirarse de la presencia de sus amos haga una
inclinación con la cabeza.

BRÍGIDA.- ¡Guá! Como usté estaba tan apurá. Pero eso no es una impedimenta. (Se inclina
con exageración)

ELENA.- No hay disculpas para olvidar las buenas formas. (Brígida se inclina más
exageradamente aún) Así no; más moderada. Con razón me dijo tu madre al entregárteme
que tenías muy malas inclinaciones. (Suena largo el timbre) Corre, corre a ver quién es. (Mutis
de Brígida).

Escena II
(Doña Elena, sola)
ELENA.- No será el padre Castrillo; él no toca con tanto apuro sino cuando viene a recoger la
contribución de la Obra Pía. ¡Quién sabe quién será!… ¡Qué romería de gente, Señor, qué
peregrinación!… ¡Cuándo pensé yo que mi primer nieto, al venir al mundo, diera tanto de qué
ocuparse! Si lo exhibimos junto con la madre en el Nuevo Circo, a medio la entrada, hacemos
una fortuna.

Escena III
(Doña Elena y Brígida)
BRÍGIDA.- (En el fondo) Señora, no es el cura, sino una niña que creo que es Sumoza.

ELENA.- ¿Cómo dices, atrevida?


BRÍGIDA.- Digo, que creo que es Sumoza el apellido de la señorita que pregunta por usté, una
amiga suya que se empirifolla con muchos perendengues y que habla más que un loro en
ayunas.

ELENA.- ¡Ah! Belencita Sumoza. Otra que no viene sino a curiosear, pero hay que recibirla,
porque si no, ¡quién la aguanta! (Brígida hace por detrás reverencias ridículas. Doña Elena se
vuelve) ¡Eh! ¿Qué haces? Ve y dile a la señorita que pase.

BRÍGIDA.- ¡Ya está aquí!… (Mutis)

Escena IV
(Doña Elena y Belén)
BELÉN.- (Entrando) ¡Elenita! ¡Déjame que te abrace!… ¡y que te bese!… ¡Ya eres abuela,
mijita!

ELENA.- ¡Abuela ya!

BELÉN.- ¡Cuando lo supe, no te figuras qué contenta me puse! No estaba sino esperando
unos días para venir a verlas y conocer al niño.

ELENA.- Ya tiene veinte días… y ésta es tu casa.

BELÉN.- Es cierto: Yo debía haber venido antes del acontecimiento, en el acontecimiento, y


después del acontecimiento, pero no lo supe sino después.

ELENA.- Más vale tarde que nunca.

BELÉN.- Y… ¿Qué resultó? ¿Hembra o varón?

ELENA.- Varón.

BELÉN.- ¡Barón como su padre!

ELENA.- Claro está, no podía ser hijo de dos señoras.

BELÉN.- Quiero decir, que será heredero del título de su padre: los Barones von Genius…
¡Barón dos veces! ¿Por supuesto, que el angelito será rubio como el oro?…

ELENA.- (Con desazón) Sí… sí… rubio… mejor dicho… no se puede definir, porque… tú
sabes que los recién nacidos son siempre indefinibles.

BELÉN.- ¿Tendrá los ojos azules?

ELENA.- (Más inquieta) No sé… No se los he visto. (Por salir del paso) No los ha abierto
todavía.

BELÉN.- ¿A los veinte días no ha abierto los ojos? ¡Irá a ser ciego!

ELENA.- Sí, ya los abrió, pero se la pasa durmiendo y… no me he fijado.


BELÉN.- ¡Jesús, qué indiferencia de abuela! ¡Si Dios me hubiera concedido la dicha de un
nieto, ya se lo habría visto todo y registrado todo!

ELENA.- Aún hay tiempo.

BELÉN.- ¡Niña! ¿A mi edad y soltera? Si lo sospecho cuando joven hago una locura.

ELENA.- ¿Pero no tienes una sobrina que es como tu hija y que se casó hace poco?

BELÉN.- Carmelina. Hace mes y medio que se celebró la boda y ya estoy… esperando.

ELENA.- ¿Tú?

BELÉN.- Ella… bueno, yo; yo estoy esperando que ella, o más que ellos… ¡tú me
comprendes! Un hijo de ellos me parecería nieto mío, pero… ¡no es lo mismo! ¡Ay, por qué no
hice yo una locura! (Pausa) ¡No hablemos de cosas tristes! (Pausa) ¿Vamos a ver al catirito?

ELENA.- ¿Qué catirito?

BELÉN.- Niña, Witremundo.

ELENA.- ¿Qué Witremundo?

BELÉN.- Tu nieto.

ELENA.- ¡Ah! ¿Mi nieto se llama Witremundo? ¡No lo sabía!

BELÉN.- Supongo que le pondrán un nombre alemán: Sigfrido, Rigoberto, Godofredo…


¿Vamos a ver a Godofredito?

ELENA.- ¡Ahora se llama Godofredito!

BELÉN.- ¡Qué encanto! Debe ser lindo. Sangre alemana por un lado, y por ustedes, ¡no se
diga!, por todas partes le viene su sangre muy limpia: por los Torresveitía, por los del Hoyo,
por los Sampayo, de los fundadores de Cumaná… Vamos a verlo.

ELENA.- Ahora no se puede.

BELÉN.- ¿Por qué no?

ELENA.- ¡Porque no! Con mucho sentimiento te digo que ahora no se puede ver a Godofredo
Witremundo Sigfrido.

BELÉN.- ¿Y por qué?

ELENA.- Pues… porque el médico lo ha prohibido; le duele la cabeza, padece de jaqueca.

BELÉN.- ¿Tan chiquito?

ELENA.- Es muy delicado: le estorba la bulla.


BELÉN.- ¿De veras? Los nobles son flores de estufa… Mira, yo te prometo no hablar.

ELENA.- Le molesta hasta el aliento.

BELÉN.- Me tapo las narices.

ELENA.- No insistas, Belén, ahora no es posible.

BELÉN.- Entonces… me voy.

ELENA.- ¿Tan pronto?

BELÉN.- Me voy con una espina clavada en el corazón. (Inicia el mutis).

ELENA.- No te pongas así, no hay motivo.

BELÉN.- Que tú, mi amiga íntima, mi hermana casi, me niegues ver un niño… a quien yo debí
haberle cortado el ombligo.

ELENA.- Pero, mujer, si tú supieras…

BELÉN.- (Llorosa) Ya no tienes confianza en mí.

ELENA.- Óyeme, no llores como una tonta.

BELÉN.- Lloro de sentimiento, me voy… me voy resentida contigo. Adiós.

ELENA.- Adiós. No dejes de volver por aquí.

BELÉN.- ¡No volveré nunca! ¡No lo veré nunca! ¡No lo conoceré nunca! ¡Adiós para
siempre!… (Desde el fondo) ¡Elena!

ELENA.- ¿Qué?

BELÉN.- No puedo… a pesar de lo que has hecho, no puedo irme sin demostrarte una vez
más mi amistad sincera.

ELENA.- Jamás he dudado de tu noble amistad.

BELÉN.- Vine a tu casa con un solo propósito: salvarles a ustedes.

ELENA.- ¿Salvarnos? ¿De qué?

BELÉN.- ¡De una calumnia!

ELENA.- ¿Una calumnia?

BELÉN.- (Volviendo al centro de la escena) Sí. Vine con el objeto de convencerme de que no
es cierto lo que dice y repite todo Caracas, cerciorarme con mis propios ojos de la verdad y
desmentir con mis propios labios a todos esos infames lenguas largas.
ELENA.- Por Dios, Belén, no me asustes… ¿Qué se dice en Caracas?

BELÉN.- Una cosa horrible, un baldón, una mancha, una infamia sobre tu casa, sobre tu
nombre, sobre los tuyos.

ELENA.- ¡María Santísima!… Belén, amiga mía, mi hermana: dime: ¿qué es lo que dicen?

BELÉN.- No. No me atrevo.

ELENA.- ¡Habla! Yo tendré valor.

BELÉN.- Dicen por ahí que tu hija no ha dado a luz a un niño, sino… ¡una mazorca de cacao!

ELENA.- ¿Cómo una mazorca de cacao?

BELÉN.- ¡Un negro! ¡Un niño negro!

ELENA.- Un… ¡ay, ay, ay, ayayay!… (Convulsa cae desvanecida en un sillón)

BELÉN.- ¡Cómo que es verdad! (Va hacia Elena y trata de ayudarla a reaccionar) Elena, hija
mía, vuelve en ti. ¡Qué angustia!… ¿Llamaré gente?… Yo no creí que lo del negrito le iba a
impresionar tanto. Pero, este ataque es delator; no me cabe duda. ¡Elena! (Sacudiéndola)
¡Elena!… ¡El muchacho debe ser un talmone!

ELENA.- (Suspira profundamente) Señor…

BELÉN.- ¡Elena, resucita!

ELENA.- ¡Señor, ten piedad de nosotros!

BELÉN.- No hagas caso de la gente.

ELENA.- ¡Una mancha sobre nuestra familia! ¡Un alemán negro!

BELÉN.- No te desesperes; eso no será verdad. ¿Verdad que no es verdad?

ELENA.- No se puede quitar su alimento a la murmuración.

BELÉN.- ¡Claro! ¡Envidia, murmuraciones, mentiras!

ELENA.- No, Belencita, no son mentiras. Un misterio inexplicable, un caso extraordinario, un


absurdo, pero el niño…

BELÉN.- ¿Es pasado de horno?

ELENA.- Es negro… ¡negro como una maldición!

BELÉN.- ¡Qué extravagancia de la naturaleza! ¿Y no temes que en esto haya…?

ELENA.- Silencio. (Aparece Brígida al foro)


Escena V
(Dichas y Brígida)
BRÍGIDA.- Señora, el padre Castrillo.

ELENA.- ¿Viene solo?

BRÍGIDA.- Sí, señora.

ELENA.- Hágalo pasar. (Brígida hace unas reverencias y mutis)

Escena VI
(Elena, Belén y a poco el padre Castrillo)
ELENA.- He mandado llamar al padre Castrillo para que hable con Julieta.

BELÉN.- ¿Con qué objeto? ¿Para que le saque el diablo?

ELENA.- El diablo ya está afuera. Ahora se necesita saber por qué mi nieto me ha salido como
el hollín.

BELÉN.- ¡Sin duda fue hechura del demonio!

También podría gustarte