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04-11-2010
Estados Unidos
Esta crisis oculta la mayor estafa financiera de la historia
Marco Antonio Moreno
El Blog Salmón

Tal como en el lejano oeste, donde las fachadas eran de cartón piedra para simular prosperidad e
importancia, así son las fachadas ocultas tras el fraude de la crisis subprime en Estados Unidos.
Una oleada de pruebas demuestran que los grandes bancos, aquellos demasiado grandes para
caer, incurrieron en prácticas fraudulentas para la ejecución de las hipotecas, llegando incluso a
cometer auténticos delitos.

Firmas falsas, documentos adulterados u omitidos, forman parte del trasfondo cada vez más oscuro
de la actual crisis. Los grandes bancos contrataron a falsificadores para dar curso a los préstamos.
De hecho hasta el presidente Obama ha sido objeto de robo de firma. Los bancos argumentan que
esos son simplemente "vicios de procedimiento" que no afectan la calidad del sistema. Pero la
realidad dice otra cosa.

Los fraudes de estas empresas implican una cadena de pasos claves. El primer requisito es que
exista crecimiento económico. Cuando la economía crece genera confianza e introduce la idea de
solvencia hasta en los pocos solventes. Esto lleva al Segundo paso: conceder préstamos a los
nuevos solventes, pues su solvencia les permitirá solventar los altos intereses del sistema.

Ambos pasos generan una retroalimentación positiva (u entropía positiva) que impulsa tanto al
prestamista como al deudor en la espiral de la confianza. El tercer paso es el uso de las influencias
recíprocas: Tanto del prestamista como del deudor ponen todo sobre la mesa para sacar adelante
un crédito por 300.000 o 400.000 euros. La operación permite buenas ganancias y genera una alta
rentabilidad durante la fase de expansión de la burbuja, dados los pasos uno y dos.

Cabe hacer notar que la expansión de la burbuja responde al mismo fenómeno del esquema ponzi:
a medida que entra nueva materia prima demandante de crédito, dispuesta a cubrir los costos del
préstamo, el gran globo de la burbuja se mantiene a flote, como un gigantesco Zeppelín surcando
los cielos. Pero basta un pequeño crack, un pinchazo que desinfle el globo (es decir, caída en la
clientela), para que nuestro gran Zeppelín se vaya a pique y arrastre con todo a su paso.

Interesa dejar en claro que en todo esto hay una parte de premonición. Es decir, se sabía que la
burbuja era insostenible y por ello los hábiles ejecutivos de la banca diseñaron las dos opciones
clásicas que permitieron mantenían el sistema anclado a tierra firme más tiempo del permitido. Con
la sola salvedad de que en este caso lograban comprometer a los gobiernos y ciudadanos.

El primer mecanismo fue la creación de los Derivados de Deuda Colateralizada (CDO), que consistió
en hacer paquetes con un gran volumen de estos prestamos hipotecarios y sacarles el timbre de la
triple A, es decir hacerlos pasar por deuda de la máxima calidad, pagadera en toda circunstancia. El
segundo mecanismo, curiosamente, fue asegurar estos CDO a través de los Derivados de
Incumplimiento Crediticio (CDS), por si algo eventualmente fallaba y ocasionaba cierto barullo.
Ambas operaciones cerraron el círculo del ganar-ganar. Porque ganaban si todo salía bien, y
también si todo salía mal, algo que hasta hace algunos meses parecía un chiste de mal gusto.

Como vemos, no sólo Bernie Madoff estuvo involucrado en el millonario fraude. También miles de
banqueros cometieron fraudes que hoy son investigados.

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