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San Martín de Porres es un santo peruano que nace y muere en Lima (1579-1639),

pero que se ha convertido en un santo universal. Cuando Juan XXIII le canonizó


el 6 de mayo de 1962, en la plaza de San Pedro, repleta de gente de todo color y
de toda nacionalidad, etnia y cultura, podía escucharse este clamor unánime:
"Nuestro Fray Martín ha sido canonizado".
Dos años antes, Juan XXIII, al tiempo que prometía la canonización del beato
Martín, decía a un numeroso grupo de peregrinos peruanos: "Es un santo no para
una nación sino para el mundo entero". Y el mismo Papa añadía: "Yo también le
tengo mucha devoción. Todos los días le rezo la oración escrita detrás de una
estampa que guardo en mi breviario".
San Martín hubo de sufrir el trato discriminatorio por su condición de mulato, de
hijo natural y pobre. De un natural sensible y bondadoso, y movido por su amor a
Jesucristo crucificado, estuvo dominado por la compasión hacia todos los que
sufrían: enfermos, pobres, abandonados y marginados. Los más conmovedores
testimonios sobre su caridad (Juan XXIII le llamaba "el santo de la caridad")
proceden de los testigos del proceso diocesano de beatificación, iniciado al poco
de morir. Mientras vivió aquí en la tierra, practicó incansablemente las obras de
misericordia, de cuyos beneficios nadie queda excluido: negros, indios y
europeos, mulatos y crollos, libres y encarcelados, inocentes y delincuentes,
ricos y pobres. Después de la muerte de San Martín, su culto se ha convertido en
un instrumento providencial para unir en la fe en Jesucristo y en el amor de Dios
a todo tipo de razas y culturas. San Martín se ha convertido en el patrón especial
de los enfermos y en el protector de los pobres, de los marginados y de los que
sufren cualquier sufrimiento o necesidad de orden físico o espiritual.
San Martín de Porres sigue siendo en el cielo tan compasivo y misericordioso
como en la tierra.

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