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Chávez - ¿el comienzo del fin?

O Estado de São Paulo – 10 de junio de 2007


Luiz Felipe Lampreia (Ministro de Relaciones Exteriores de Brasil entre 1995 y
2001)
(Traducción de Carlos Armando Figueredo)

Los recientes improperios del coronel Hugo Chávez contra Brasil y el Senado
de la República tal vez sean más que las groserías de un hombre
desequilibrado. Posiblemente son manifestaciones de una desesperación
incipiente frente a el fracaso avizorado como gobernante y como
revolucionario, Veamos algunos hechos:
El déficit presupuestario venezolano alcanzó 7,97 billones de bolívares, o 3,7
millardos de dólares, en el primer trimestre de 2007, según anuncio del Banco
Central de Venezuela.
Esa escalada de 161% en relación con el déficit del primer trimestre de 2006
ocurrió a pesar del aumento de la renta fiscal petrolera.
El descalabro tiene una causa inevitable: la política de gastos gubernamentales
desenfrenada en el país y en el extranjero.
Resultado: la inflación venezolana ya llegó a un nivel anualizado del 19,6% en
mayo y va a subir rápidamente.
PDVSA —la compañía estatal de petróleo—, que es la fuente de toda la
riqueza del Estado, se halla cada vez con menor capacidad de realizar las
pesadas inversiones necesarias para mantener y expandir la producción, no
sólo de petróleo sino también de gas natural,
El coronel ya eliminó casi todos los cimientos de una democracia y está
fuertemente empeñado en eliminar los últimos vestigios que quedan en
Venezuela. Ahora está apoplético frente al apoyo que la emisora RCTV recibió
dentro y fuera del país, después de haber sido víctima de un cierre digno de la
Alemania de los años 30. En acto público del día 2 de junio, Chávez atacó
violentamente a quienes apoyaban a RCTV y los mandó "al carajo". Ahora bien,
este apoyo es de personas y organizaciones respetables, como los estudiantes
universitarios de Caracas y los ciudadanos que le daban a RCTV un 40% en el
rating, para no hablar de los no venezolanos. Pues bien, el coronel avisó que
mejor sería que no hubiese frecuentes manifestaciones públicas de la
oposición, ya que "podrían machucarse". Para comprobarlo, sus secuaces
atacan físicamente a los manifestantes. Vale la pena recordar que Adolf Hitler
fue electo originalmente por el pueblo y se valió de las instituciones para
instalar una de las dictaduras más oscuras de la Historia moderna,
¿Hasta cuando, en esas condiciones, será legítimo ignorar que hay en
MERCOSUR y en el Grupo de Río una cláusula democrática y aceptar que el
coronel de camisa roja pretenda dictar las reglas de la convivencia entre las
naciones de América del Sur? ¿Es aceptable, por ejemplo, admitir a Venezuela
en Mercosur después de que el propio Chávez afirmó claramente que su
objetivo es destruir a Mercosur tal como él existe? En cualquier club del mundo,
una afirmación de tal género daría lugar a una lluvia de bolas negras contra el
candidato a socio.
No es necesario ser un gran economista para darse cuenta de que el gobierno
de Chávez está transformando a Venezuela en un enorme Titanic rumbo al
iceberg, incluso sin la caída de los precios del petróleo, que un día ocurrirá,
inevitablemente. Las perspectivas políticas y económicas para el 2007 ya son
inestables, y aun lo serán más las de los próximos años. Las tensiones se
multiplican a medida que la oposición se endurece y el coronel recrudece. En la
propia alianza que gobierna a Venezuela surgen divisiones patentes, con una
vertiente "Light" que juzga excesiva la radicalización en marcha. Las presiones
inflacionarias se intensifican y, tal como lo aprendimos duramente en Brasil
antes del Plan Real, quien paga más caro por ese descontrol es el pueblo.
Ahora bien, es este segmento de la población que Chávez alega defender y
que hasta ahora lo sustenta políticamente.
Lo más grave para el futuro de Venezuela es la profunda división que el coronel
introdujo en la nación. Aún en el caso de que su mandato termine en breve,
Chávez le habrá puesto a su país una carga de odio político y de división social
que tardará mucho en cicatrizar. Este país amigo, cuyo pueblo tanto se parece
al brasilero en muchos aspectos, está hoy encerrado en un inmenso foso.
Tardará mucho hasta que pueda salir de esa trampa.
Con una obsesión digna de Macbeth, Chávez ve en todas partes una
conspiración para derribarlo. Quines lo acompañan en los últimos años dicen
que su paranoia se acentuó mucho desde la tentativa de golpe contra él en el
2002. Con eso el coronel se aísla cada vez más internacionalmente y rompe
los puentes con aliados potenciales en la región y en Occidente en general.
Hoy, Venezuela se halla en posición diplomática muy débil, como lo comprueba
su fracaso en la tentativa de elegirse para una silla transitoria en el Consejo de
Seguridad de la ONU, por ejemplo.
Para nosotros, brasileros, la mejor noticia en esta marcha de la locura, es la
toma de consciencia del presidente Lula (a pesar de que no de su partido) de
que Chávez no es buen compañero. No hubo una postura contundente —y tal
vez sea mejor así, porque Brasil jamás debe ser truculento con sus vecinos—,
pero estamos, felizmente, a años luz del tiempo en que el coronel era el socio
predilecto para fantasías suramericanas: gaseoductos gigantescos, FMIs
traicioneros, super-empresas binacionales de petróleo y de naturaleza similar.
Chávez ya es un rival y puede transformarse en un enemigo del presidente
brasilero e incluso de Brasil. Las intervenciones venezolanas en el proceso de
nacionalización del gas boliviano son una realidad indiscutible que hay que
tomar en cuenta.
Ahora Venezuela está metida en una escalada armamentista que no puede
dejar de ser vista con preocupación por nuestros militares, Y Brasil —gobierno
y sociedad— ya no halla gracia en las excentricidades del coronel, ni se
dispone a seguirlo en sus devaneos. Creo que nuestro presidente finalmente se
dio cuenta de que tal compañía sólo nos trae perjuicios líquidos. Sin, de modo
alguno, abogar por cualquier tipo de intervencionismos, que sería contrario a
nuestras tradiciones más consagradas, haríamos realmente bien en mantener
una distancia creciente respecto del coronel.
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Luiz Felipe Lampreia fue ministro de Relaciones Exteriores de 1995 a 2001.

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